LA CORONACION DE MARIA SANTISIMA COMO REINA DEL CIELO
Dice María:
La cercanía del Amor eterno tuvo el signo que esperaba. Todo desapareció bajo el fulgor y la Voz que descendiendo de los Cielos abiertos a mi mirada espiritual, venían hacia mí para tomar mi alma. Cuando el Espíritu Santo Tercera Persona de la Trinidad Eterna, me dio su tercer beso en mi vida; ese beso potentísimo y divino en el que mi alma se fundió; perdiéndose en la contemplación cual gota de rocío aspirada por el sol en el cáliz de una azucena. Y ascendí con mi espíritu en canto de júbilo hasta los pies de los Tres a quienes siempre había adorado.
Cuando los ángeles me asistieron a mi celeste nacimiento, en el umbral de los Cielos fui recibida por Mi Jesús y José, mi justo esposo de la Tierra; por los Reyes y Patriarcas de mi estirpe, por los primeros santos y mártires y entré después de tanto dolor, en el reino del júbilo sin límite. Nunca imaginé siquiera que me estuviera reservada tanta gloria en el Cielo. Yo pensaba que mi carne humana santificada por haber llevado a Dios, no conocería la corrupción; porque Dios es Vida y cuando de Sí Mismo satura y llena a una criatura, esta acción suya es como ungüento preservador de la corrupción de la muerte.
Yo no sólo había permanecido inmaculada. Había estado unida a Dios con un casto y fecundo abrazo y me había saturado hasta lo más profundo de mis entrañas, de las emanaciones de la Divinidad escondida en mi seno y que quería velarse de carne mortal.
Pero el que la bondad del Eterno tuviera reservado a su sierva el gozo de volver a sentir en mis miembros el toque de la mano de mi Hijo, su abrazo, su beso y de volver a oír con mis oídos su voz y de ver con mis ojos su Bendito Rostro… Esto nunca pensé que me fuera concedido y no lo anhelaba. Me habría bastado que estas bienaventuranzas le fueran concedidas a mi espíritu y con ello hubiera sido plena mi beatitud.
Pero la Voluntad del Señor decidió que fuera la única entre todas las carnes mortales que conociera la glorificación, antes de la Resurrección Final y el Último Juicio. Y de esta manera fuese testimonio vivo del destino reservado a sus hijos fieles a Dios y a la Gracia.
DICE EL PADRE CELESTIAL:
Todos los hombres mientras viven, tienen en sí un alma, muerta o viva, ya sea por el pecado o por la justicia; pero solo los grandes amantes de Dios, alcanzan la contemplación verdadera.
Cuanto más una creatura me ama y me sirve con todas sus fuerzas y posibilidades; tanto más la parte selecta de su espíritu, aumenta su capacidad de conocer, contemplar y penetrar en la Verdad Eterna.
El hombre dotado de alma racional, es una capacidad que Dios llena de Sí. María, siendo la creatura más santa de todas después de Cristo; fue una capacidad completa, hasta desparramar en los hermanos de Cristo de todos los siglos y por todos los siglos, a sus Gracias, su Caridad y sus Misericordias. Atravesó sumergida por las ondas del Amor. Ahora en el Cielo, convertida en un océano de amor, desborda sobre los hijos fieles a Ella y también sobre los hijos pródigos, sus ondas de caridad para la Salvación Universal.
Le fue concedido el Hijo a la Virgen que nunca pensara en conocer la maternidad, ni sospechara siquiera la gloria que en el Cielo, había reservada para Ella.
María es el testimonio de lo que Yo había pensado que fuera el destino original del hombre: destinado a vivir, pasando sin morir, del paraíso terrestre al Celestial. Una vida desconocedora de culpa, un tranquilo tránsito de la vida terrenal a la Eterna. Con su ser completo, con su cuerpo material y su alma espiritual, aumentando la perfección de su yo al unirse con Dios. Esta perfección estaba destinada para todo ser humano que se hubiese mantenido fiel a Dios y a la Gracia.
María fue llevada en cuerpo y alma a la Gloria de los Cielos y delante de los Patriarcas, de los Profetas, de los Ángeles, de los Mártires y dije:
“HE AQUÍ LA OBRA PERFECTA DEL CREADOR. He aquí lo que Yo crié a mi más Verdadera Imagen y Semejanza, entre todos los hijos del hombre. Fruto de una Obra Maestra Divina y Creadora; maravilla del Universo que vio encerrada en un solo ser: lo Divino en su Espíritu. Eterno como Dios. Y como ÉL, Espiritual, Inteligente, Libre y Santo. Y la creatura material en el más inocente y santo de los cuerpos, ante el que cualquier otro ser viviente, dentro de los Tres Reinos de la Creación, está obligado a inclinarse.
He aquí el testimonio de mi Amor por el hombre, a quién destiné un organismo perfecto y una suerte dichosa de Vida Eterna en mi Reino.
He aquí el testimonio de mi Perdón al Hombre, a quién por voluntad de un Amor Trino, he concedido el poder de REHABILITARSE y volver a crearse ante mis ojos. Estas es la Piedra Mística de Comparación. Esta es el anillo de Unión entre el Hombre y Dios. Esta es la que devuelve los tiempos a los primeros días y ofrece a mis Ojos Divinos, la alegría de contemplar una Eva como Yo la crié.
Y ahora es más Bella y más Santa, porque es la Madre de mi Verbo y Mártir del Gran Perdón.
Yo abro los tesoros del Cielo a su Corazón Inmaculado, que no conoció jamás mancha alguna, ni aun la más leve. Y en su cabeza que no conoció ninguna soberbia; PONGO UNA CORONA DE MI RESPLANDOR: PORQUE ES EL SER MÁS SANTO, PARA QUE SEA VUESTRA REINA.
ELLA ES LA MADRE UNIVERSAL DE TODOS LOS HOMBRES.
En el Cielo no hay lágrimas. Pero en lugar del jubiloso llanto que habrían derramado los espíritus si les estuviera concedido el llanto; hubo después de estas divinas palabras, un centelleo de luces y visos de esplendores resplandeciendo aún más esplendorosos. Y un incendio de fuegos de caridad que ardían con más encendido fuego y un insuperable e indescriptible sonido de celestes armonías a las cuales se unió la Voz de Jesús, en alabanza a Dios Padre y a su Virgen bienaventurada para toda la eternidad.
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Oración.
Bendita sea tu Pureza y eternamente lo sea; pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti Celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes Madre Mía, caer en la tentación. Mi corazón a tus plantas, pongo Sagrada María, para que a Jesús lo ofrezcas, junto con el alma mía. Amen
PADRE NUESTRO…
DIEZ AVE MARÍA…
GLORIA…
INVOCACIÓN DE FÁTIMA…
CANTO DE ALABANZA…
REFLEXIÓN FINAL
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DICE EL PADRE CELESTIAL:
Ante un Dios que encarna parte de Sí Mismo, para hacer de esa Parte SALVACION DE SUS CREATURAS CULPABLES; pasmase de estupor el universo y se postra en Adoración silenciosa, antes de entonar el Canto de las Esferas y de los Mundos, que se llenan de júbilo al ver a la Perfección que baja a traer EL AMOR al Planeta cubierto por el Pecado.
EL VENCEDOR, Mi Hijo Santo: vino a acosar a las Fuerzas del Mal poniéndolas en fuga y a establecer el Pacto de Alianza y de Paz, entre Dios y el hombre.
Si reflexionarais cristianos hijos de mi Hijo, a los que engendró a la Gracia con su Sacrificio de Hombre y de Dios. Si os dierais cuenta de la situación en que os colocó; habríais no ya de adorarme y amarme de por vida; sino de amarme y adorarme, durante cien vidas o más que os fuese dado vivir.
Amadme pues con un SUPERAMOR y amad en igual medida a mi Verbo que vino a daros la Vida. Si creyerais en ÉL, aun cuando estéis muertos, volveréis a vivir. No prestéis oídos a voces falsas que os predican una doctrina distinta a la que fue portador mi Hijo. Usó de su privilegio de su indestructible Poder de Dios, al que no anulo su nueva condición de Hombre; no para reinar, sino PARA HACEROS REINAR A VOSOTROS, sobre el Mal, sobre las enfermedades y sobre la Muerte.
Empleó su Sabiduría no para esclavizaros, sino para elevaros. Hizo de Sí, Moneda de Rescate, Camino y Puente; para ayudaros a superar los obstáculos que os interceptaban el Cielo, comprando éste para vosotros.
Y sobre ÉL, el Inocente; hube Yo de cargar mi mano por cuanto eran infinitas vuestras culpas; pasadas, presentes y futuras e Infinito por tanto debía ser el Sacrificio ofrecido para anularlas. ¿Podréis acaso vosotros medir este volumen de Sacrificio? NO. No lo podéis. Sólo YO conozco los sufrimientos de mi Creatura Divina.
No os fijéis en el suplicio material que duró pocas horas. No os fijéis en los azotes, en las espinas, en los clavos con los que fue martirizada su Carne, por los ciegos de entonces. Fijaos en los tormentos espirituales que inferís a mi Santo, con vuestras resistencias a sus llamados.
¿Y quiénes son más sordos y ciegos que vosotros? No tenéis rotos los tímpanos y las pupilas, sino el espíritu; haciendo con ello que la Ley Sublime que mi Hijo vino a traeros y que aún os trae, no penetre en vosotros. O si penetra, salga al punto, como de una criba sin fondo. De donde como secuela de esta deformidad espiritual de que sois autores voluntarios; tenéis las guerras atroces en las que, aparte vidas y haciendas, perdéis cada vez más el Amor y con él, a Dios.
Mi Majestad imponente puede tal vez infundiros temor, pues estáis como Adán después de la Culpa: tenéis el alma manchada y teméis la Mirada de Dios. Más Cristo no infunde temor. Desde su Nacimiento hasta su Muerte, fue su Nombre: Dulzura. A Aquella Perfección de la Perfección de Dios, YO le di un Nombre: JESÚS.
NOMBRE SANTO ELEGIDO POR MÍ, por cuanto en su Nombre está el compendio de su Perfección y de su Misión Sublime: YAHVE SALVA.
¡OH, hijos de mi Hijo! Al que su Nombre le llevó hasta empurpurarse de Sangre Divina, sobre la cima del Calvario. Y destellar como única Luz del mundo oscurecido entre las Tinieblas del Viernes Santo; a fin de Advertencia que desde lo alto de la Cruz os indica el Cielo para el que fuisteis creados y brilla a través de los siglos, para seguir recordándoos el Cielo.
Y nunca como ahora relampaguea para llamaros a Sí, en esta Ira por vosotros provocada, invocada y querida, en la que perecéis entre borbotones de sangre y risotadas de demonios.
¡OH, hijos de mi Hijo! Esculpid de nuevo con vuestro dolor que torna a Dios, con vuestra esperanza que nuevamente se eleva a Dios, con vuestra Fe a la que las lágrimas rebautizan, con vuestro amor que vuelve a encontrar el Camino de la Caridad; el Santo Nombre de Jesucristo, sobre el ara de vuestro corazón sin Dios y sobre el Templo profanado de vuestra mente.
AMAD, CANTAD, INVOCAD, BENDECID Y CREED. CREED EN EL SANTO NOMBRE DE MI HIJO: ¡JESÚS! ¡JESÚS! ¡JESÚS!
En el Nombre del Justo, del Santo, del Fuerte, del Dominador y DEL VENCEDOR. En el Nombre de Aquel ante el que no se resiste el Padre y por Quien el Espíritu Santo, derrama sus ríos de Gracia Santificante. En el Nombre del Misericordioso que os ama hasta el extremo de haber querido conocer la vida y la muerte de la Tierra y hacerse Alimento para nutrir vuestra debilidad y Sacramento para permanecer entre vosotros aun después de su Retorno al Cielo, LLEVANDO EN VOSOTROS A DIOS.
Subid de nuevo a Mí a través de Su Palabra y de Su Cruz. Ellas otra vez os instruyen y consagran. Son la Obra Cumbre del Amor Divino y fuera de Ellas, no se da otro medio de Salvación. Tras el rechazo de las mismas, no queda sino MI JUSTICIA.
Y para vosotros, pervertidos como estáis, mi Justicia tiene un solo significado: CASTIGO.
RECORDADLO Y OBRAD EN CONSECUENCIA.
¡OH SOBERANO SANTUARIO, SAGRARIO DEL VERBO ETERNO, LIBRA VIRGEN DEL INFIERNO A LOS QUE REZAN TU ROSARIO! EMPERATRIZ PODEROSA, DE LOS MORTALES CONSUELO, ÁBRENOS VIRGEN EL CIELO, CON UNA MUERTE DICHOSA Y DANOS PUREZA DE ALMA, PUES ERES TAN PODEROSA.
PADRE NUESTRO…
Ave María Santísima, Hija de Dios Padre, Virgen Purísima; en tus manos encomendamos nuestra Fe para que la ilumines, Llena eres de Gracia…
Ave María Santísima, Madre de Dios Hijo, Virgen Purísima; en tus manos encomendamos nuestra Esperanza para que la alientes. Llena eres de Gracia…
Ave María Santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo, Virgen Purísima, en tus manos encomendamos nuestra Caridad para que la inflames. Llena eres de Gracia…
Ave María Purísima, Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad. Virgen Concebida sin la Culpa Original… Dios te salve: Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve, a Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos gimiendo y llorando en este Valle de Lágrimas. Ea pues Señora, Abogada nuestra; vuelve tus ojos misericordiosos y después de este destierro, muéstranos a Jesús Fruto Bendito de tu Vientre, ¡Oh, Clemente! ¡Oh, Piadosa! ¡Oh Dulce, Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amen
Kyrie, eleison.
R. Kyrie, eleison.
Christe, eleison.
R. Christe, eleison.
Kyrie, eleison.
R. Kyrie, eleison.
Christe, audi nos.
R. Christe, audi nos.
Christe, exaudi nos.
R. Christe, exaudi nos.
Pater de caelis Deus,
R. miserere nobis.
Fili Redemptor mundi Deus,
R. miserere nobis.
Spiritus sancte Deus,
R. miserere nobis.
Sancta Trinitas, unus Deus,
R. miserere nobis.
Sancta Maria,
R. ora pro nobis.
Sancta Dei Genetrix,
R. ora pro nobis.
Sancta Virgo virginum,
R. ora pro nobis.
Mater Christi,
R. ora pro nobis.
Mater Ecclesiae,
R. ora pro nobis.
Mater Divinae gratiae,
R. ora pro nobis.
Mater purissima,
R. ora pro nobis.
Mater castissima,
R. ora pro nobis.
Mater inviolata,
R. ora pro nobis.
Mater intemerata,
R. ora pro nobis.
Mater amabilis,
R. ora pro nobis.
Mater admirabilis,
R. ora pro nobis.
Mater boni Consilii,
R. ora pro nobis.
Mater Creatoris,
R. ora pro nobis.
Mater Salvatoris,
R. ora pro nobis.
Virgo prudentissima,
R. ora pro nobis.
Virgo veneranda,
R. ora pro nobis.
Virgo praedicanda,
R. ora pro nobis.
Virgo potens,
R. ora pro nobis.
Virgo clemens,
R. ora pro nobis.
Virgo fidelis,
R. ora pro nobis.
Speculum iustitiae,
R. ora pro nobis.
Sedes sapientiae,
R. ora pro nobis.
Causa nostrae laetitiae,
R. ora pro nobis.
Vas spirituale,
R. ora pro nobis.
Vas honorabile,
R. ora pro nobis
Vas insigne devotionis,
R. ora pro nobis.
Rosa mystica,
R. ora pro nobis.
Turris Davidica,
R. ora pro nobis.
Turris eburnea,
R. ora pro nobis.
Domus aurea,
R. ora pro nobis.
Foederis arca,
R. ora pro nobis.
Ianua caeli,
R. ora pro nobis.
Stella matutina,
R. ora pro nobis.
Salus infirmorum,
R. ora pro nobis.
Refugium peccatorum,
R. ora pro nobis.
Consolatrix afflictorum,
R. ora pro nobis.
Auxilium Christianorum,
R. ora pro nobis.
Regina Angelorum,
R. ora pro nobis.
Regina Patriarcharum,
R. ora pro nobis.
Regina Prophetarum,
R. ora pro nobis.
Regina Apostolorum,
R. ora pro nobis.
Regina Martyrum,
R. ora pro nobis.
Regina Confessorum,
R. ora pro nobis.
Regina Virginum,
R. ora pro nobis.
Regina Sanctorum omnium,
R. ora pro nobis.
Regina sine labe originali concepta,
R. ora pro nobis.
Regina in caelum assumpta,
R. ora pro nobis.
Regina Sanctissimi Rosarii,
R. ora pro nobis.
Regina familiae,
R. ora pro nobis.
Regina pacis,
R. ora pro nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi,
R. parce nobis, Domine.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi,
R. exaudi nobis, Domine.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi,
R. miserere nobis.
V. Ora pro nobis, Sancta Dei Genetrix,
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
Oremus
Concede nos famulos tuos, quaesumus, Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatae Mariae semper Virginis intercessione, a praesenti liberari tristitia, et aeterna perfrui laetitia. Per Christum Dominum nostrum. Deus, cujus Unigenitus per vitam mortem et resurrectionem suam nobis salutis aeterne praemia comparavit: concede, quaesumus; ut, haec mysteria sanctissimo beatae Mariae Virginis Rosario recolentes, et imitemur quor continent, et quod promittunt, assequamur. Per eumdem Dominum. Amen.
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