36.- EL PRESAGIO DE VESTA
Marco Aurelio se despidió de los cristianos y les pide que cuiden de Alexandra unos días, en lo que él prepara todo para recibirla en su casa. Cuando está a punto de partir, la abraza diciéndole:
– Serás mi esposa ante la sociedad romana. Y en la boda entrarás a tomar posesión de mi vida, de mi casa y de todo lo que desde hoy también te pertenece a ti, porque será el patrimonio de nuestros hijos. Será tu bienvenida a la Gens Petronia… Reyna mía, voy a prepararlo todo, para que sea digno de ti.
Alexandra contesto emocionada:
– Es un honor y un privilegio pertenecer a ella. También yo anhelo estar contigo y te amo como tú a mí.
– Muy pronto estaremos juntos y no nos separaremos más… Te adoro. Por favor espérame; en tres días vendré por ti, te lo prometo.
– Te esperaré con ansia vida mía.
Y después de besarla una vez más, se va.
En estos tres meses transcurridos, el joven tribuno adelgazó y sus facciones se hicieron más afinadas. Pero se siente radiante de felicidad, con su amor correspondido y a punto de realizarse plenamente. Ha decidido ir caminando, para volver a sentir el ambiente romano y contemplar la urbe que ama tanto y que ahora le parece que está más bella de lo que la recordara. Hasta el Tíber le parece que corriera cantando una melodía inmortal. Y haciendo eco en su ánimo, silba alegremente mientras atraviesa con paso decidido la ciudad, hasta llegar a su casa.
Donde es evidente que nadie le esperaba…
Los esclavos creían que él seguía en Benevento y por lo tanto la casa es un desorden. Habían organizado una fiesta y estaban en pleno banquete, cuando la presencia de Marco Aurelio los dejó congelados… Si hubiese aparecido un fantasma, les hubiera infundido menos terror que ver al augustano frente a ellos mirándolos con tanta severidad, que hasta la borrachera se les quitó.
Marco Aurelio no dijo ni media palabra y se encerró en la biblioteca. A la sorpresa inicial, le siguió el disgusto. Y cosa extraña; por primera vez vio en ellos, a seres humanos y miserables que están en su poder y no simples objetos. En otro tiempo les hubiera dado un castigo ejemplar. Pero ahora…
– ‘Cuando el gato no está, los ratones están de fiesta’-pensó.
Movió la cabeza y sonrió. Luego se sentó ante su mesa escritorio y comenzó a planear sus nupcias romanas. Además de Jesús, este es el núcleo de todos sus pensamientos. Meditó sus ideas y las organizó por escrito…
Afuera, los esclavos corrieron presurosos y rápidamente pusieron todo en orden. Reina en la casa, un silencio sepulcral. Cuando todo estuvo en su lugar y no quedó ni rastro de lo sucedido. Esperaron…
Y pasaron largas horas.
Todos están llenos de pavor, creyendo que Marco Aurelio retarda su sentencia, para planear el tormento más cruel con el que castigará su gran falta.
Por fin, al atardecer salió de la biblioteca. Y cuando apareció en el umbral, los esclavos estaban temblando.
Marco Aurelio llamó a Demetrio el mayordomo y le dijo que los reuniera a todos en el segundo peristilo, pues necesita hablarles…
En todos los rostros está pintado el terror, hasta el momento de escucharle decir:
– No voy a castigaros. Os perdono. Tratad ahora, con un servicio esmerado, de reparar vuestra falta.
Los esclavos lo miran con asombro primero y luego cayeron de rodillas a sus pies; extendiendo sus manos y llorando agradecidos, llamándolo señor y padre.
Marco Aurelio se ruborizó conmovido y dominando su emoción les dijo:
– Todavía no termino… Escuchad… Estoy por casarme. En tres días, recibiremos en esta casa a la que será vuestra ama y señora. Me ayudaréis a tratarla como una reina; porque eso será tanto para vosotros como para mí. Mañana temprano iremos con el Pretor. Todos los que en esta casa tengan diez años o más de servicio, les daré la libertad. Los demás recibiréis diez piezas de oro y otros beneficios que después os diré en qué consistirán. A los que serán libertos les daré una bolsa con oro y los que deseen permanecer en esta casa, percibirán un salario de acuerdo a sus obligaciones.
Todos lo miran literalmente con la boca abierta por el asombro y se quedan petrificados. No pueden creer lo que están oyendo y menos entender lo que está sucediendo.
Marco Aurelio continuó:
– Por cierto Demetrio. Tú eres uno de los que recibirás tu libertad ¿Vas a ayudarme con los preparativos de mis nupcias?
Demetrio, el mayordomo, cae a sus pies:
– ¡Amo! ¡Gracias, amo! Aunque sea libre no solo prepararé tu boda. Seguiré sirviendo a tus hijos…
Y el hombre llora como un niño.
Y el júbilo estalla en aquella casa. Ahora hay otra fiesta con una alegría más plena. Aunque todos se plantean la misma interrogante:
¿Qué le pasó al joven patricio que no solo se ve diferente, sino que, es como si fuera una persona completamente distinta a la que conocen? La respuesta de tal incógnita sólo la tiene, el que conoce lo que es el verdadero cristianismo.
Al día siguiente…
Hay en la ciudad una gran algarabía por el regreso a Roma de Nerón con toda su corte y es recibido por una ruidosa plebe ansiosa de juegos y de las obligadas distribuciones de cereales y aceitunas que en cantidades enormes, están depositadas en Ostia.
Cuando Marco Aurelio regresó del Pretor, después de manumitir a sus esclavos, encontró en su casa un cisio y una invitación que le ha enviado Petronio, para que vaya a visitarle. Dio a Demetrio las instrucciones precisas para que tenga todo listo e ir luego por Alexandra. Y enseguida partió a la casa de Petronio.
Cuando llegó, después de saludarse mutuamente; Marco Aurelio le pregunta cómo está él y cómo le va con Sylvia.
Petronio le contestó:
– Ese asunto se acabó. ¡Oh! Me he sentido tan hastiado como el mismo César y me han abrumado pensamientos tétricos. ¿Y sabes cuál es la causa? El haber buscado en otros lados lo que estaba al alcance de mi mano… A ti te estoy doblemente agradecido: primero, porque no quisiste aceptar a Aurora. Y luego porque gracias a eso…Ahora soy inmensamente dichoso. Una mujer hermosa vale siempre lo que pesa en oro. Pero si ama por añadidura, llega a ser el más inestimable tesoro. Tengo mi vida llena de felicidad. Lo que sobrevenga mañana no me importa. He encontrado la parte substancial que antes me faltaba…
Y al decir esto, llamó a Aurora. Ésta hizo su entrada exquisitamente arreglada y vestida de blanco. Ya no es la antigua esclava. Es una impecable patricia romana…
Petronio le abrió los brazos y le dijo:
– Ven.
Ella corrió a su lado y se sentó en sus rodillas, reclinando sobre el pecho masculino su hermosa cabeza rubia. Los dos están enamorados… y es muy evidente. Ambos forman una bella pareja.
Petronio la mira con arrobamiento y la besa con ternura, mientras le dice:
– ¡Dichoso quién como yo ha encontrado el amor envuelto en semejantes formas! ¡Mírala Marco Aurelio! ¡Es una escultura de Praxíteles, en un mármol palpitante de amor! ¡La copa de mi deleite está rebosante! Aurora, divina mía: hay que preparar guirnaldas para nuestras cabezas y un refrigerio. Vamos a festejar. –añade Petronio besando sugestivo el hombro de la joven.
Y cuando ella sale, toma unos rollos de un anaquel y dice a su sobrino favorito:
– Le ofrecí darle la libertad y ¿Sabes qué me contestó? “¡Prefiero seguir siendo tu esclava!” Y no aceptó la manumisión. Yo la he acordado sin su conocimiento. El Pretor me dispensó el trámite de exigir su presencia y ella no sabe que hoy es libre y dueña de una fortuna, pues la he nombrado mi heredera. –Y alargando hacia Marco Aurelio los rollos que tomó, agrega- También tengo un legado para ti. Ten.
Marco Aurelio lo mira confuso y asombrado; tomando los rollos sin saber qué decir.
Petronio da unos pasos por la estancia mientras dice:
– El amor es causa de transformaciones radicales en los hombres. Nerón está cada día más loco y ninguno de los que estamos cercanos a él, tenemos seguras las cabezas en nuestro cuello. No quiero sorpresas y me estoy preparando. Si por capricho pierdo su favor y pretende apoderarse de lo que es mío, el que se llevará una sorpresa será él.
Perplejo, Marco replica:
– El amor… A mí me ha cambiado todo. Entiendo hasta cierto punto cómo te sientes y no sabes cómo quisiera que compartieras todo lo que siento yo… Pero no…
En ese momento anunció el mayordomo que todo está listo en el triclinium y los dos se dirigen hacia allá.
Marco Aurelio ya no insistió en el tema, pensando que aunque pudiera explicar todo lo que ha aprendido de Jesús, Petronio jamás lo entendería…
Petronio comenta:
– Cuando dejas el lugar en donde vives se te abren nuevos horizontes. Tú has recorrido una parte del mundo, pero solo como soldado al servicio del ejército imperial. Ignoras completamente las peripecias de la política…
Marco Aurelio responde:
– La política es lo que menos me importa en este momento.
– Pues debiera importarte. Porque todos en la familia la hemos ejercido junto con la milicia y no es algo de lo que podamos desentendernos…
Petronio se sienta al lado de Aurora y después que les han puesto las guirnaldas en la cabeza, continuó:
– ¿Qué has visto tú al servicio de Corbulón? Nada. El mundo es amplio y no todo concluye en el Transtíber. Yo voy a acompañar al César y en el viaje de regreso me separaré de él, para ir a Chipre. Porque es el deseo de esta diosa mía de áureos cabellos. Iremos para presentar nuestra ofrenda a la divinidad de Páfos. Y haz de saber que todo cuanto ella desee, lo quiero yo también.
Aurora enamorada, dice con adoración:
– Tú eres mi dios y yo sigo siendo tu esclava.
Petronio la abrazó estrechamente y le dijo:
– Entonces yo soy el esclavo de una esclava. ¡Sabes divina mía que yo te adoro! – Le plantó un gran beso… Y dirigiéndose a Marco Aurelio, agregó- Ven con nosotros a Chipre. Te mandé llamar también, porque es necesario que veas hoy mismo al César. Tigelino nada más está buscando pretextos para perjudicarte y por el odio mortal que me tiene, trata de destruir todo lo que es caro para mí. Diremos que has estado enfermo y es necesario que meditemos bien en lo que hemos de contestar si él te pregunta algo de Alexandra…
Marco Aurelio dio un trago a su vaso con vino y contestó:
– Ya tengo mi respuesta a esa pregunta… Voy a casarme con Alexandra y…
Petronio lo miró y dijo:
– Está bien. Apoyo totalmente tu decisión. Pero escúchame… Esto es muy importante… Le dirás también que tu enfermedad te retuvo en tu casa. Que tu fiebre aumentó por tu desconsuelo por no poder ir a Nápoles a escuchar su canto y que te mejoraste con la esperanza de oírle. Y no te preocupe exagerar en este punto. La vanidad ególatra de Nerón es su talón de Aquiles. Para festejarle su cumpleaños, Tigelino ha prometido obsequiar al César con algo verdaderamente grandioso y espectacular. Considerando que él halaga la parte más oscura de la personalidad de Enobarbo y de sus más bajos instintos… podemos esperar cualquier barbaridad. Yo perfecciono la parte artística de la inspiración del emperador y ya no sé cuál prevalece más: si el artista o la bestia cruel… Temo que llegue a minarme.
Marco Aurelio lo miró serio y comentó:
– ¿Sabes tú que hay personas que no temen al César y viven tan tranquilos como si él no existiese?
Petronio replica con un dejo de fastidio:
– Ya sé quiénes son… Últimamente los tienes siempre presentes en tu mente: los cristianos.
– No puedo evitarlo. Pienso que nuestra vida… ¿Qué es nuestra vida, sino un continuo error?
– Nuestro ‘error’ como le llamas puede tener un final imprevisto, si no obramos con prudencia. Tenemos que ir juntos al Palatino, para que te presentes ante el César.
– Pero Petronio…
– Sin peros. No tenemos opción.
La única respuesta de Marco Aurelio es un suspiro de derrota.
Y los dos se dirigieron hacia el Palatino…
Cuando llegaron, se encontraron con que Nerón se siente irritado por haber tenido que regresar a Roma, pues él está ansioso por visitar Acaya. Expidió un edicto declarando que su ausencia será de corta duración y que los negocios públicos, estarán bien atendidos.
Como les teme a los dioses aun cuando insiste en no creer en ellos y desea para su viaje los mejores auspicios, decidió ir al Capitolio y visitar el templo de Vesta para presentar sus ofrendas, en compañía de todos sus augustanos.
Pero estando allí ocurrió un suceso que le hizo modificar todos sus planes.
Al estar frente al fuego sacro que ilumina la estatua de la misteriosa Vesta, súbitamente sufrió un ataque de pánico y cayó aterrorizado en los brazos de Marco Aurelio, que era el que estaba parado justo detrás de él. Inmediatamente fue sacado del Templo y conducido al Palatino en donde pronto se repuso.
Pero ya no abandonó el lecho y asombrando a los presentes, explicó la razón de su conducta:
– Sí. Es necesario diferir el viaje a Grecia aun cuando es mi gran sueño… Luego haremos unos juegos especiales para honrar a la diosa, pues cuando estaba en el Templo de Vesta, ella se acercó a mí y me dijo: “Aplaza tu viaje. No es conveniente la precipitación. Te avisaré cuando lo hagas”. Estoy agradecido con los dioses, por la solicitud con que velan sobre mí.
Tigelino dijo:
– Todos nos aterrorizamos cuando la vestal Rubria se desmayó.
Nerón replicó con admiración:
– ¡Rubria! ¡Qué níveo cuello tiene! –Y se estremeció de deseo al recordarla.
Haloto agregó:
– Yo noté su turbación al mirar al César.
Nerón confirmó halagado:
– ¡Cierto! Yo también lo noté y es admirable. Rubria es muy hermosa. –Por un largo tiempo parece reflexionar y luego agrega- ¿Por qué Vesta es más aterrorizante que los otros dioses? Aun cuando soy el sumo sacerdote, hoy el miedo se apoderó de mí por completo. Solamente recuerdo que al retroceder hubiera caído si alguien no me hubiera sostenido. ¿Quién fue?
Marco Aurelio contestó:
– Yo.
– ¡Oh, tú fornido Marte! ¿Por qué no fuiste a Benevento? Dicen que has estado enfermo. También he oído que Atlante te quiso matar. ¿Cómo sucedió eso?
– Así es. Y me rompió el brazo. Pero yo me defendí.
– ¿Con un brazo roto?
– Un bárbaro vino en mi auxilio. Era más fuerte que Atlante.
Nerón lo miró sorprendido y dijo:
– ¿Más fuerte que Atlante? ¿Estás bromeando?
Haloto dijo:
– Ahora tenemos a Espícuro; pero Atlante era el más hercúleo de los hombres.
Marco Aurelio confirmó:
– Te digo César que yo lo he visto con mis propios ojos.
Nerón preguntó:
– ¿Dónde está ese prodigio?
– No podría decírtelo majestad. Lo he perdido de vista y no sé en dónde está.
– ¿Y sabes de qué pueblo es oriundo?
– Como tuve un brazo y las costillas rotas, me desmayé. No me fue posible averiguar quién era.
– Búscalo y encuéntralo.
Tigelino intervino:
– Yo me encargo de eso.
Pero Nerón siguió hablando a Marco Aurelio.
– Te agradezco que me hayas sostenido, porque pude haberme lastimado. Raras veces te veo. ¿Acaso las campañas militares te han vuelto huraño? A propósito ¿Cómo está esa joven demasiado escuálida, de quién estuviste enamorado y que hice sacar para ti, de la casa de Publio?
Marco Aurelio se confundió ante esta pregunta… Pero Petronio intervino rápido en su auxilio y dijo:
– Señor. Apostaría a que ya la olvidó. ¿No te has fijado en su confusión? Los Níger son buenos soldados, pero aún mejores gallos y gustan de las aves por bandadas. Castígalo señor y no lo invites a la fiesta que Tigelino ha preparado en tu honor, en la Piscina de Agripa.
La treta dio resultado y el César se distrajo.
Nerón declaró:
– No lo haré. Y confío Tigelino, en que allí no faltarán las bandadas de beldades.
Tigelino replicó sugestivo:
– ¿Podrían estar ausentes las gracias, del sitio donde está presente el amor?
Nerón levantó los brazos y dijo con disgusto:
– El tedio me martiriza. Me he quedado en Roma por voluntad de la diosa. Pero la ciudad me es insoportable. Partiré para Anzio. Aquí me ahogo. ¡Oh, si algún dios irritado quisiese complacerme!…
Petronio preguntó:
– ¿Qué es lo que deseas?
– ¡Sería maravilloso si un terremoto destruyera a Roma! Yo demostraría al mundo como debe construirse la ciudad que es capital del imperio más poderoso del mundo. ¿Cómo creéis que debería llamarse esta nueva maravilla?
Vitelio respondió:
– Nerópolis.
Tigelino insinuó:
– ¡César! Tú deseas que algún dios irritado destruya la ciudad ¿No es así? Tú eres dios…
Nerón hizo un gesto de hastío y replicó fastidiado:
– Mejor veamos tu obra en la Piscina de Agripa. Mañana los espero a todos.
Los augustanos empezaron a retirarse.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA