El espectáculo está finalizando. En los locales situados bajo las gradas del Circo y que sirven para albergar a los gladiadores y a los condenados a muerte, se oye un rumor sordo como de un mar en tempestad y variable en intensidad. Es un rumor extraño formado por voces humanas y potentes sonidos que no son humanos y sobresalen de los demás. El lugar se encuentra vacío y en el suelo de granito, en gruesas piedras que sirven de asiento, hay desparramadas diversas prendas de vestir.
De pronto se ilumina vivamente el amplio corredor elíptico. Y junto con el rumor de muchos pasos, se oyen ayes débiles, de personas que sufren…
Después, he aquí la escena pavorosa…
Precedidos por dos hombres gigantescos y semidesnudos; portando teas encendidas, avanza un grupo de personas sangrantes; parte de ellas sostenidas, otras sosteniéndose y otras más, transportadas del todo.
Aquellos cuerpos destrozados, mutilados, abiertos. Aquellos rostros con mejillas marcadas por heridas atroces, que han dilatado las bocas hasta la oreja; han rasgado la mejilla hasta poner al descubierto, los dientes fijados en las mandíbulas; arrancado un ojo que cuelga fuera de su órbita, desprovisto del párpado que ya no existe, como por obra de una brutal ablación.
Aquellas cabezas desprovistas de cuero cabelludo, cual si un instrumento cruel las hubiera descortezado, no tienen ya la apariencia de personas. Constituyen una visión macabra. Una desatinada pesadilla…
Son el testimonio de que en el hombre se oculta la fiera pronta a aparecer y a desfogar sus instintos. Una bestia sedienta de sangre que aprovecha cualquier pretexto que justifique su ferocidad. Aquí el pretexto es la religión y la razón de estado. La acusación: Incendiarios de Roma. Una calumnia que protege a los verdaderos culpables.
Los cristianos han sido declarados enemigos de Roma y del divino César. Son los que ofenden a los dioses y por ello deben ser torturados. ¡Y vaya que lo han sido! ¡Qué espectáculo!…
Hombres, mujeres, ancianos, chiquillos y jovencitas, yacen ahí hacinados a la espera de morir por las heridas o mediante un nuevo suplicio…
Con todo, a excepción del lamento inconsciente, de aquellos a quienes la gravedad de sus heridas les priva de conocimiento, no se oye ni una voz de queja.
Los que les han conducido se retiran dejándolos a su suerte…
Y es entonces cuando se ve como los menos heridos, tratan de socorrer a los más graves. Cómo aquel que a duras penas se tiene en pie, acude a atender a los que mueren y el que no puede pararse, se arrastra sobre sus rodillas o se desliza sobre el suelo, en busca del que para él es el más querido o sabe que es más débil en la carne o en el espíritu.
Y quién todavía puede servirse de las manos, procura atender a los que están desnudos, en posturas impropias; cubriéndoles con los vestidos desparramados por el suelo o bien acomodando los miembros de los que están desfallecidos.
Algunas mujeres toman en su regazo a los niños moribundos que lloran de dolor y de miedo. Otras, se arrastran junto a las jovencitas cubiertas tan solo con sus cabellos sueltos y tratan de cubrir sus cuerpos virginales, con los blancos vestidos que se empapan inmediatamente de sangre…
Y el aire de la estancia se satura de ese olor, que se mezcla con el humo pesado de las lámparas de aceite.
Y en voz baja se intercalan diálogos piadosos y santos.
– ¿Sufres mucho, Clhoe hija mía? –pregunta el anciano Paúl con el cráneo desprovisto de piel, la cual le cuelga por la nuca como una cofia y que ya no puede ver, porque sus ojos son tan solo dos heridas sangrantes.
Le habla a la que fuera una florida esposa y que ahora no es más que un bulto sanguinolento que estrecha contra su pecho desgarrado, con el único brazo que le queda… En un desesperado gesto de amor, al hijito que succiona la sangre materna, en lugar de la leche que ya no le pueden dar sus pechos lacerados.
Pero la madre sonríe con dulzura… Y Clhoe contesta:
– No, padre mío… El Señor me ayuda… el niño no llora, tal vez no está herido… siento que me busca el pecho… ¿Me encuentro muy herida? Ya no siento una mano y no puedo… no puedo mirar porque no tengo fuerzas para ver… La vida… se me va con la sangre… ¿Estoy tapada, padre mío?…
Paúl responde:
– No sé hija, porque ya no tengo ojos…
Más allá, hay una mujer que se arrastra sobre su vientre y por un desgarro en la base de las costillas, se ve como respiran sus pulmones…
Es Valentina y murmura:
– ¿Me sientes aún, Grace? –pregunta inclinándose sobre una jovencita desnuda y sin heridas; pero con el color de la muerte en su rostro.
Una corona de rosas ciñe todavía su frente, sobre los rubios y largos cabellos desatados. Está semidesmayada… Pero se recobra con la voz y las caricias maternales…
Y hace acopio de todas sus fuerzas para decir:
– ¡Mamá! –Su voz es apenas un murmullo- ¡Mamá! La serpiente me ha apretado tanto… que ya no puedo… abrazarte. Pero la serpiente… nada importa… ¡La vergüenza!... estaba desnuda… todos me miraban… ¡Mamá! ¿Soy virgen todavía?… Aunque los hombres me han visto… ¿Así?… ¿Le agrado aún… a Jesús?…
Valentina le dice con dulzura:
– Estás vestida con tu martirio, hija mía. Yo te lo digo: le agradas aún más que antes…
Grace suplica:
– Sí. Pero… Cúbreme, mamá… Ya no quiero que me vean más… Un vestido, por piedad…
– No te inquietes, mi gozo… Mira, tu mamá se pone aquí y te esconde… ya no puedo buscarte el vestido… porque me muero… sea alabado Jesu…
Y la mujer cae desplomada sobre el cuerpo de su hija, con un borbotón de sangre. Y después de lanzar un gemido, con la postrer respiración se queda inmóvil.
Grace invoca:
– Mi madre se muere… ¿No hay algún sacerdote vivo, para darle la paz?… –Finaliza la jovencita esforzando aún más su voz.
Desde un rincón se escucha una voz:
– Yo estoy vivo todavía. Si me lleváis… –dice el anciano Jonathan con el vientre totalmente abierto.
Varias voces responden desde diferentes puntos, en aquel semioscuro lugar:
– ¿Quién puede transportar a Jonathan a donde están Grace y Valentina?
Nathan un joven moreno alto y vigoroso, contesta:
– Tal vez yo que tengo buenas las manos y aún estoy fuerte. Pero me tendrán que conducir, porque el león me ha arrancado los ojos.
Axel uno de los más ilesos. Un jovencito que aún está coronado con rosas, vestido con una toga ensangrentada y poco herido, responde:
– Nathan, yo te ayudo a caminar.
Sean y Dylan, dos hermanos atléticos, en la flor de su virilidad y que también están poco heridos, dicen:
– Mi hermano y yo te ayudaremos a transportar a Jonathan.
El anciano sacerdote desventrado, mientras lo transportan con mucho cuidado, dice:
– Dios os recompense a todos.
Una vez que lo trasladan junto a la mártir, ora sobre ella. Y aun así agonizante como está, aprovecha la ocasión para encomendar el alma de Leoncio, un hombre que con las piernas descarnadas muere desangrado a su vera… Ora por él… Y pregunta al ciego que le ha transportado, si no sabe nada de Riley.
Nathan contesta:
– Ha muerto a mi lado. La pantera, fue al primero que le destrozó el cuello.
Olivia, una jovencita que se desangra lentamente un poco más allá, dice:
– Las fieras actúan con gran celeridad al principio. Pero después, una vez saciadas se limitan a jugar.
Le contesta un anciano como de cincuenta años:
– Demasiados cristianos para tan pocas fieras. –Y Alexander, se tapa con un trapo la herida que le dejó abierto el costado, sin lesionarle el corazón.
Santiago, un joven como de veinte años dice:
– Lo hacen a propósito para gozar después con un nuevo espectáculo.
Otro cristiano agrega:
– Con seguridad que ya lo están planeando ahora… –Gael es un hombre que sostiene con su mano derecha su brazo izquierdo casi desprendido, como resultado de la dentellada de un tigre.
Un escalofrío sacude a los cristianos…
Y mentalmente oran entregando a Dios todos dolores y sus sufrimientos…
Y…
El Espíritu Santo, junto con María siempre presentes…
ÉL como Supremo Sacerdote del Calvario y Ella como Corredentora; fueron quienes entregaron a Jesús al Padre…
Y de nuevo ahora… Entregan a las nuevas víctimas, en los sótanos del Circo… Que es el nuevo altar consagrado con su sacrificio… Y las unen al Sacrificio Infinito y Perpetuo del Calvario…
¡La Cruz sigue venciendo!…
Satanás a su pesar, sigue glorificando a Dios… Y su infinito Odio decidido a exterminar el cristianismo y a destruir a los verdaderos dioses… Hijos de Dios por el Amor que palpita en ellos y que no dejan lugar a la más mínima duda; porque están perdonando y amando, como Jesús amó y perdonó… Y eso ES lo que los convierte en dioses inmortales…
La Oración rinde sus frutos sobrenaturales…
El Padre Celestial las recibe…
Y los ángeles glorifican a Dios en aquella hecatombe que ha sido ofrecida por el mismo Satanás y por su infinito Odio y Envidia, a través de un César desquiciado por la megalomanía…
Y Dios recibe a aquellas creaturas torturadas que Él ama con locura… Que están siendo ofrecidas a través del Inmaculado Corazón de la Virgen santísima, su Hija Predilecta y el Sacratísimo Corazón de su Amadísimo y Unigénito Hijo…
Y la Santísima Trinidad responde…
Inmediatamente los cristianos sienten dentro de su ser, que los invade una fortaleza sobrenatural… Y continúan comentando…
La jovencita Jazmín gime:
– ¡Las serpientes, no! ¡Es demasiado atroz!…
Salma confirma:
– Es verdad. Ella se ha deslizado sobre mí, corriéndome sobre el rostro con su lengua viscosa… ¡Oh! He preferido el zarpazo que me ha abierto el pecho, pero matando a la serpiente, al hielo de la misma. ¡Oh, no! –y la mujer se lleva sus manos temblorosas y ensangrentadas al rostro.
Mohamed, un hombre al que le falta un brazo y parte del otro, dice:
– Con todo, tú eres anciana. Y las serpientes estaban reservadas para las vírgenes.
Julián, otro herido moribundo agrega:
– Han satirizado nuestros Misterios. Primero Eva seducida por la serpiente y después los primeros días del mundo. Todos los animales…
Gabriel, un joven que está poco herido, agrega:
– Ya. La pantomima del Paraíso Terrenal… Al director del Circo le habrán premiado por ella.
Logan, otro joven que también está poco herido, le contesta:
– La serpiente, después de haber triturado a muchos; se lanzó sobre nosotros hasta que soltaron a las fieras y se ha entablado el combate…
Isadora, una jovencita que es poco más que una niña, gime:
– Nos rociaron con ese aceite y las serpientes huyeron tomándonos por presas de cebo… ¿Qué será ahora de nosotras? Yo solo pienso en la desnudez… Y siento que me muero de vergüenza…
Camila con voz temblorosa, exclama:
– ¡Ayúdame señor, mi corazón vacila!…
Abigail contesta serenamente:
– Yo confío en Él.
Constanza, preocupada comenta:
– Yo quisiera que Kyle viniese por el niño…
Isabella pregunta:
– ¿Está vivo tu hijo? –es una madre muy joven, que llora sobre lo que fue su hijo y que ahora es solo un puñado informe de carne: un pequeño tronco. Únicamente tronco, sin cabeza ni miembros…
Constanza replica:
– Está vivo y sin heridas. Me lo puse detrás de la espalda. Y la fiera me desgarró a mí… ¿Y el tuyo?…
Isabella contesta entre sollozos:
– Su cabecita llena de rizos. Sus ojitos de cielo, sus manitas tan hermosas; sus pequeños pies que apenas estaban aprendiendo a caminar, están ahora en el vientre de una leona… ¡Ah, que era hembra! ¡Y aun sabiendo lo que es ser madre, no supo tener compasión de mí!…
Martín grita:
– ¡Quiero a mi mamá! ¡Quiero a mi mamá! Se ha quedado tirada con mi padre allá en la arena… y yo estoy mal. Mamá me curaría la tripita… –Llora el niño como de cuatro años al que un mordisco o un zarpazo, le han abierto la pared abdominal y agoniza por momentos.
Daniela, una jovencita se sienta a su lado y lo conforta acariciándole con la mano menos herida:
– Ahora irás donde la mamá y te llevarán pequeño Martín, los ángeles del Cielo con tus hermanitos. No llores así.
Pero el niño está tembloroso sobre el duro pavimento…
La joven ayudada por Noha, un hombre que también está poco herido; le toma sobre sus rodillas y lo acuna con ternura hasta que el niño sonríe…
Y ella le dice dulcemente:
– ¿Ves que ya puedes mirar a tu ángel que te espera, para llevarte con Jesús y con mamá?…
Y el niño con júbilo infantil confirma:
– ¡Sí! ¡Jesús me está llamando!… -Y su alegría le hace olvidar el dolor de su atroz herida…
Luego intenta levantarse y extiende los brazos diciendo:
– ¡Mamá! ¡Papá!… ¡Ya voy!… –mientras se dibuja en su rostro una sonrisa radiante…
Y se desploma muerto sobre los brazos de Daniela…
Pero ha quedado con los ojos abiertos y su sonrisa iluminada por una alegría sobrenatural… Que los que están a su alrededor contemplan con comprensión, sintiendo que su fe se hace más sólida y firme…
Noha le cierra los ojos y cruza sus bracitos sobre su pecho ensangrentado, mientras dice:
– ¡Paz al pequeño Martin!
Todos los cristianos responden:
– ¡Paz!
El sacerdote que está siendo transportado pregunta:
– ¿Dónde está vuestro padre? –Jonathan a los dos hermanos que junto con Nathan el que ha quedado ciego, le han trasladado.
Dylan contesta:
– Ha sido pasto del león. Ante nuestros ojos, mientras la fiera le mordía la nuca, nos dijo: ‘¡Perseverad!’ No dijo nada más, porque su cabeza cayó desprendida.
Sean, el otro hermano le insta:
– Háblanos ahora del Cielo, Jonathan bendito.
El sacerdote sonríe y se yergue lo más que puede:
– ¡Hermanos bienaventurados, rogad por nosotros! ¡Para la última batalla! -¡Para la última perseverancia! ¡Por nuestro amor, hermanos! No temáis. Los que nos precedieron, perfectos ya en el Amor; tanto, que el Señor los quiso en el primer martirio. Son ahora perfectísimos, porque al vivir en el Cielo, conocen y reflejan la Perfección del Señor Altísimo. Sus despojos que dejamos sobre la arena, son solo eso: despojos. Como los vestidos de los que nos han despojado…
Más ellos están en el Cielo. Sus despojos están inertes acá, pero ellos están vivos. Vivos y activos. Ellos están con nosotros a través de la Comunión de los Santos. No temáis. No os preocupéis de cómo moriréis, ni tampoco de las cosas de la Tierra. Desechad los miedos. Abrid vuestro corazón a la confianza absoluta y decid: ‘Nuestro Padre que está en el Cielo nos dará nuestro pan diario de Fortaleza, porque sabe que nosotros queremos su Reino y morimos por Él, perdonando a nuestros enemigos…
NO. He pronunciado una palabra pecaminosa.
Nuestros verdugos, NO son enemigos para los cristianos: QUIEN NOS TORTURA ES NUESTRO MEJOR AMIGO; como el que nos ama. O mejor, nos es doblemente amigo, porque nos sirve haciendo que demos testimonio de nuestra Fe en la Tierra y nos cubre con el vestido nupcial para el Banquete Eterno. Roguemos por nuestros amigos. Por estos amigos nuestros que no saben cuánto les amamos. ¡Oh! ¡En este momento nos asemejamos verdaderamente a Cristo, porque amamos a nuestro prójimo, hasta el punto de morir por Él! Nosotros amamos. ¡Oh, palabra! Nosotros hemos aprendido a ser dioses, porque el amor es Dios y quién ama, es semejante a Dios y verdadero hijo de Dios.
Nosotros amamos evangélicamente, no a aquellos de los que esperamos satisfacciones y recompensas; sino a quienes nos hieren y despojan hasta de la vida. Nosotros amamos con Cristo, diciendo: ‘Padre, perdónales porque no saben lo que hacen. Y decimos con Cristo: ‘Es justo que se cumpla el Sacrificio, ya que para eso hemos venido y queremos que se cumpla. Y con Cristo decimos a nuestros supervivientes: ahora vosotros estáis doloridos, más vuestro dolor se transformará en gozo, cuando sepáis que estamos en el Cielo. Nosotros os traeremos del Cielo, la Paz en que estaremos. Digamos pues con Cristo: Cuando hayamos marchado enviaremos al Paráclito, para que realice su misteriosa labor en los corazones de aquellos que no nos han comprendido. Con Cristo confiamos nuestro espíritu no a los hombres, sino al Padre, para que lo sostenga en la nueva Prueba. Amén.
El anciano Jonathan desventrado ha hablado con una voz tan fuerte, tan segura y resonante, que un sano no lo haría así. Y ha trasfundido a todos, su espíritu heroico; de tal suerte que un cántico dulce, se eleva de aquellas criaturas destrozadas…
HERMANO EN CRISTO JESUS: