68.- EL SEGUNDO MARTIRIO…9 min read

El anciano Jonathan desventrado ha hablado con una voz tan fuerte, tan segura y resonante, que un sano no lo haría así. Y ha trasfundido a todos, su espíritu heroico; de tal suerte que un cántico dulce, se eleva de aquellas criaturas destrozadas…

En Jesús puse toda mi esperanza

Él se inclinó hacia mí

Y escuchó mi clamor

Y me sostuvo con su Amor.

Yo te amo, Señor Jesús, mi fuerza

El Señor es mi Roca, mi fortaleza

Y mi Libertador. ¡Oh, Dios! ¡Roca en que me refugio!

Mi Escudo,  mi Fuerza y mi Salvación.

Invoqué al Señor, tan digno de alabanza

Y me salvó de mis enemigos.

La muerte me asechaba,

Los tormentos de Belial me asustaban,

Los lazos del lugar oscuro me rodeaban

Y delante de mí, prepararon trampas mortales.

En mi angustia clamé al Señor Jesús

Invoqué a mi Dios y desde su Templo oyó mi voz

Llegó mi clamor a sus oídos.

Venceré, porque Él está conmigo

Venceré, porque Jesús conmigo está.

Venceré, vencerás, venceremos

En el Nombre Santísimo de Dios…

Una voz interrumpe el canto, al preguntar desde el corredor:

–           ¿Dónde está mi mujer?

Clhoe le contesta con júbilo:

–           ¡Fernando! ¡Esposo mío! ¡El niño está vivo! Te lo he salvado. Has llegado a tiempo, porque yo muero. ¡Toma a nuestro pequeño Bryan!

El hombre se adelanta, se inclina, abraza a su esposa moribunda…

Recibe al niño de la mano temblorosa que se lo da y sus dos bocas que tan santamente se amaron, se unen por última vez en el beso conjunto, que estampan sobre la cabecita del inocente.

–           Jonathan, bendíceme… muero…

Tal pareciera que la esposa hubiera detenido a propósito la vida, hasta la llegada del esposo. Ahora se deja caer con un estertor, entre los brazos del marido, al cual susurra:

–           Vete, vete… por el niño… A Laur… -la muerte trunca la palabra.

Jonathan dice:

–           Paz para Chloe.

Todos responden:

–           Paz.

El marido contempla a sus pies: desangrada y desgarrada a la que fuera su mujer… Una joven hermosa y delicada.

Las lágrimas que se desprenden de sus ojos, caen sobre el rostro de la muerta y dice luego:

–           ¡Acuérdate de mí, fiel esposa mía!…- y dirigiéndose a su anciano suegro, le dice- Paúl, la llevaré a la viña de Álvaro. Enrique y Rodrigo  están aquí afuera con la camilla…

Paúl pregunta:

–           ¿Os dejan pasar?

Fernando responde:

–           Sí. El que aún tenga parientes entre los que están vivos, podrá recibir sepultura…

–           ¿Con dinero?

–           Y también sin él. Todo el que quiere puede venir a recoger a los muertos y a saludar a los que están vivos. Con esto esperan que a la vista de los mártires, amedrentar a los que aún estamos libres, persuadiéndolos a no hacerse cristianos y que con nuestras palabras… Os ablanden a vosotros. El que no tenga parientes irá a parar al Carnario. Con todo, nuestros diáconos buscarán por la noche los restos…

Axel pregunta:

–           ¿Se está preparando acaso el nuevo martirio?

Fernando contesta:

–           Sí. Para esto dejan pasar a los parientes. Y por esto también, hay que sepultar a los mártires por la noche. Ellos serán el objeto del espectáculo…

James, un joven poco herido, pregunta:

–           ¿Así tan tarde? ¿Qué espectáculo puede haber por la noche?

Madeleine pregunta sorprendida:

–           Sí. ¿Qué espectáculo?

Y Rowena, una mujer joven a quién un tigre le arrancó el brazo izquierdo, exclama:

–           ¡La hoguera! … ¡Oh!…

La fuerte voz de Jonathan responde:

–           Para los que esperan en el Señor, las llamas serán como el rocío dulce de la aurora. Recordad a los mancebos de los que habla Daniel. Ellos pasearon cantando entre las llamas. ¡La llama es hermosa! ¡Purifica! ¡Y viste de luz!

Nada de inmundas fieras, de lúbricas serpientes, ni de miradas impúdicas a los cuerpos de las vírgenes. ¡Las llamas! Si algo de culpa queda aún en nosotros, que la llama de la hoguera venga a ser como el Fuego del Purgatorio…

Y varios cristianos confirman:

–           ¡Oh! Podremos…

–           Sí. Un breve purgatorio y después revestidos de Luz, vayamos a Dios. A Dios que es Luz, iremos nosotros. Fortaleced vuestros corazones que querían ser luz para el mundo pagano…

–           ¿Lo lograremos?…

–           Que el fuego de las hogueras llegue a ser el inicio de la luz que nosotros habremos de proporcionar a este mundo de tinieblas. Y…

Y en eso se perciben pasos fuertes; herrados, en el corredor.

Dos soldados preguntan al aparecer en la estancia:

–           Nathan. ¿Vives aún?

El joven sin ojos responde:

–           Sí, compañeros. Vivo. Y es para hablaros de Dios… Venid, porque yo no puedo ir a donde estáis vosotros, ya que no veré más la luz. Estoy ciego…

Los dos exclaman al verlo:

–           ¡Infeliz!

Pero Nathan objeta:

–           ¡No! ¡Feliz!… Yo soy feliz. Al no ver ya las inmundicias del mundo. No entrando por mis pupilas las lisonjas de la carne y del oro, ya no me podrán tentar. En las tinieblas de la ceguera temporal, estoy viendo ya la Luz. ¡Veo a Dios!…

Los dos legionarios exclaman alarmados:

–           Pero ¿No sabes qué dentro de poco vas a ser quemado?…  ¿No sabes que porque te amamos hemos pedido verte?…

–           ¡Por qué?…

–           ¡Para hacer que huyeras, si aún estabas vivo!..

Nathan exclama asombrado:

–           ¿Huir? ¿Tanto me odiáis qué queréis arrebatarme el Cielo? No erais así en las mil batallas que sostuvimos juntos, codo con codo, por el emperador. Entonces nos estimulábamos a ser héroes y ahora vosotros… Mientras yo me bato por un Emperador Eterno, Infinito de Poder, ¿Me aconsejáis una vileza? ¿La hoguera…? Y ¿No habría muerto gustoso entre las llamas, durante los asaltos a una ciudad enemiga con tal de servir al emperador y a Roma? A un hombre igual que yo y a una ciudad que ahora existe y mañana, no.

Y ahora que estoy dando el asalto al Enemigo más verdadero, para servir a Dios y a la Ciudad Eterna, en la que reinaré con mi Señor Jesucristo, ¿Queréis que yo tema a las llamas?…

Ambos soldados se miran desconcertados…

Jonathan habla de nuevo:

–           El mártir es el único héroe. Su heroísmo es eterno. Su heroísmo es santo. A nadie perjudica con su heroísmo. No emula a los estoicos con áridos estoicismos; ni a los crueles, con violencias inútiles y nefandas. No se apodera de tesoros, ni usurpa poderes, sino que da. Da de lo suyo: sus riquezas… sus fuerzas… su vida… Es el generoso que se despoja de todo para darlo. Imitadle. Siervos ignorantes de un hombre cruel que os envía a matar y a encontraros con la muerte…

Félix dice:

–           La muerte es la que te espera a ti.

–           No. La Vida me espera… Pasad a la vida. A servir a la Vida y a servir a Dios. Por ventura, una vez pasada la embriaguez de la batalla, cuando en el campo se da la señal de silencio. ¿Habéis sentido vosotros alguna vez el gozo, qué veis rebosar en vuestro compañero? NO. Sin cansancio, nostalgia, temor de la muerte. Náuseas de sangre y de violencias… Aquí… ¡Mirad! Aquí se muere y se canta ¡Aquí se muere y se sonríe! Porque nosotros no moriremos sino que viviremos. Nosotros no conocemos la muerte, sino la Vida, al Señor Jesús…

Entran una vez más aquellos dos hombres musculosos que vinieron al principio con las antorchas…

Con ellos están otros dos senadores con togas muy elegantes… Y los augustanos Tigelino y Haloto, su principal coordinador en los juegos…

Las antorchas humean al tenerlas elevadas los dos primeros, mientras los augustanos se inclinan a observar los cuerpos y los otros dos los siguen en silencio…

Haloto dice:

–           Muerto…

Tigelino agrega:

–           Éste también…

–           Ésta agoniza…

–           El niño ya está frío…

–           El viejo morirá en breve…

–           ¿Ésta?…

–           La serpiente le ha fracturado las costillas. Fíjate como ya tiene espuma roja en los labios…

Y así continúan caminando, examinando y cambiando impresiones entre ellos…

Haloto opina:

–           Yo diría que los dejásemos morir aquí.

Tigelino dice tajante:

–           ¡No! El Juego ya está fijado y el César también espera esto…

El intendente del circo dice preocupado:

–           ¿Bastará con los de las otras cárceles? Son demasiado pocos… Bruno no ha sabido regular las cantidades. Demasiados a los leones y pocos en exceso para las hogueras.

Tigelino confirma:

–           Así es. ¿Qué hacemos?…

El otro augustano piensa y murmura:

–           Espera…

Haloto se coloca en medio de la estancia y dice:

–           El que de vosotros se encuentre menos herido, que se ponga de pie…

Se levantan unas veinte personas.

–           ¿Podéis caminar y valeros por sí mismos?

–           Si, podemos.

Los perplejos testigos involuntarios de esta escena replican:

–           Tú estás ciego. –le dicen sus compañeros a Nathan.

Nathan contesta serenamente:

–           Pero me pueden guiar. No me privéis de la hoguera, pues pienso que estáis ideando eso…

Haloto está conmocionado, pero confirma:

–           Efectivamente…  ¿Y quieres la hoguera?

–           La quiero como una gracia. Soy un soldado fiel. Mirad las cicatrices de mis miembros, como premio de mi prolongado y fiel servicio al emperador. Por favor, os lo suplico; concededme la hoguera.

Los augustanos lo miran sorprendidos…

Y en el juzgado más insólito, Tigelino dice agriamente:

–           Si tanto amas al emperador ¿Por qué le traicionas?

Nathan replica:

–           No traiciono al emperador, ni al imperio, puesto que no cometo actos contra su salud, sino que sirvo al Dios Verdadero que es el Hombre-Dios y el Único digno de ser servido hasta la muerte.

El indiciado ha hablado…

Satanás no ha terminado… Y para su impotencia desesperada… El que se ha convertido en juez implacable dictamina la sentencia, que culmina el sacrificio ofrecido…

Tigelino, con voz estentórea, ordena:

–           Que sea cómo quieres…  ¡Vamos!…

Haloto confirma:

–           ¡Vosotros los que podéis caminar, salid de aquí! Esperad junto a las salidas. Ahí se os darán nuevas ropas.

Y todos se dirigen hacia el lugar indicado…

Detrás de ellos, un intendente del Circo le dice a otro:

–           Ronaldo, con semejantes corazones, son inútiles los tormentos. Te lo digo yo: Con ellos lo único que hacemos, es cubrirnos de crueldad sin finalidad alguna…

Su compañero replica disculpándose:

–           Tal vez es verdad, Emiliano. Pero el divino César…

Las voces se pierden al alejarse…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONOCELA

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