100.- UNA FAMILIA CRISTIANA20 min read

Es una fresca mañana, con un cielo despejado y un mar tranquilo en las costas de Sicilia. En la villa señorial enclavada en los altos acantilados sobre una playa de ensueño; Marco Aurelio entra a la biblioteca y algo llama su atención: sobre la mesa de trabajo de Maximiliano se puede leer claramente un título en su última obra literaria: “CRÓNICA DE LA MAGNA TRAICIÓN”

La contempla pensativo, pero no se atreve a tomarla. Sobre el estante, en unos cilindros de plata labrada que están todavía embalados, excepto uno que está separado de los demás y pareciera que su dueño, lo hubiese dejado para retomarlo luego. El cilindro está abierto y su contenido es un pergamino que está un poco desplegado sobre el escritorio de Maximiliano.

Marco lo levanta y lee los primeros párrafos…

Y una emoción contenida, llena de alegría su rostro. Lo contempla con gran reverencia, le da un beso y lo aprieta contra su pecho, mientras cierra los ojos y una plegaria silenciosa, de amoroso agradecimiento; se eleva desde lo más profundo de su corazón.

Después de unos minutos, lo deposita sobre la mesa con cuidado, dejándolo tal y como lo encontró.

Luego pasea su mirada detenidamente a su alrededor y ve todos los detalles que decoran aquel salón; el inconfundible buen gusto de su tío ha adquirido una nueva faceta: ya no es tan epicúreo, se ha vuelto más sobrio. Ha dejado de ser tan perfeccionista en lo que se refiere a lo físico y al exterior de las personas, ahora dirige todas esas exigencias al plano espiritual.

Pero no son las riquezas materiales lo que prevalece y hace que aquel lugar le parezca tan perfecto y lleno de bienestar.

Es la gran paz que se respira en cada rincón y que envuelve a todos los habitantes de esta bienaventurada casa.

Se le escapa un profundo suspiro y camina despacio travesando lentamente la estancia hasta llegar al otro extremo. Frente a la mesa, junto al enorme ventanal que da hacia el mar, está una cruz de mármol adosada a la pared. Del otro lado, un cuadro al que adorna un hermoso marco de plata primorosamente trabajado, en el que está escrito en griego:

La fórmula de la vida cristiana es:

            Creer, Esperar, Amar, Confiar, Orar, Callar, Aceptar, Sufrir, Ofrecer, Adorar.

De esta manera los dones que hemos recibido de Dios, de Fe, Esperanza y Caridad; se concretizan día tras día; hora tras hora; obrando de manera cierta, la santificación.

Despues de haber aprendido a vivir muriendo; hay que saber morir amando y de forma segura, llegaremos a la Patria Prometida en los brazos de Jesucristo, nuestro Salvador. Él nos entregará a nuestro Amado Padre Eterno.

En el cumplimiento de la Misión, está nuestra Salvación… Y del Tamaño de la Misión, es el tamaño de la Tentación. El Camino del Calvario, debemos recorrerlo con confianza y amor por nuestro Señor y Dios. El Espíritu Santo es nuestra fortaleza.”    

Marco Aurelio lo lee y sonríe. A Petronio siempre le encantó compendiar las cosas importantes de su vida y es evidente que ya hizo lo mismo con el cristianismo.

El antiguo tribuno, sale a la terraza y su rostro se ilumina con una sonrisa de alegría plena. Contempla dichoso la escena que está frente a sus ojos:

En el pequeño grupo que está junto al estanque, Maximiliano está ocupado en destrabar los dos pequeños barcos de madera tallada con los que jugaban Xavier, el hijo menor de Maximiliano y Alexandro, el hijo más pequeño de Marco Aurelio.

En el jardín, junto a la fuente; las gemelas de tres años: Susanne y Carolina, hermanas de Alexandro; juegan muy divertidas, con un cervatillo, unas ardillas y unas palomas.

Las gemelas María Elisa y Rosemary junto con Sergio, hijos de Maximiliano; Ximena, Jorge, Leonardo y Santiago, hijos de Marco Aurelio y media docena de niños más grandecitos; juegan alegremente con Daniel y Jazmín, los jóvenes encargados de cuidarlos.

Marco Aurelio se retira y se acerca al otro ventanal. Desde allí se ve la terraza donde Aurora y Alexandra terminan de disponer la mesa, con los alimentos que los siervos han traído, pues es la hora del almuerzo.

Las dos se ven en su plenitud de mujer; tan bellas como siempre y conversan alegremente, mientras hacen su trabajo. Luego se retiran a un rincón de la terraza, para dialogar mientras esperan a los demás y reunirse para comer.

Después de la Eucaristía de esa mañana, las dos familias comparten el Domingo, día consagrado al Señor y centro de instrucción y diálogo en el que fortalecen la Fe, creciendo en sabiduría, en amor y en gracia; con el Espíritu Santo guiándolos, sobre todo cuando la persecución arrecia en  ferocidad.

Bajo el ventanal, en el jardín y junto a una palmera; están dos niños mayorcitos, dándole zanahorias a un pequeño corcel blanco. Marco Aurelio escucha la voz seria del pequeño Sebastián, que ya cumplió once años de edad:

–           Si el Anticristo viniera ahorita y matase a todos los sacerdotes, ¿Cómo recibirías la Eucaristía?

La voz de María Rubí, la hija mayor de Maximiliano que tiene nueve años de edad; resuena clara y vibrante, en su infantil gravedad:

–           Se la pediría a Misael, mi ángel de la guarda.

–           ¿Y si no supieras el nombre de tu ángel, cómo podrías recibirla?

María Rubí dice con un dejo de fastidio:

–           ¡Qué pregunta Sebastián! Todos los cristianos conocemos a nuestros ángeles guardianes.

Sebastián objeta:

–           Pero algunos niños todavía no los conocen. El otro día estuve jugando en el puerto con Samuel, un niño hebreo; mientras papá embarcaba el vino y él no sabía el nombre de su ángel.

–           Bueno, si yo fuera judía y no conociera a mi ángel, se la pediría a Jesús y Él me la daría. Él es tan Bueno y siempre platica conmigo cuando le hablo. El día que todos estaban reunidos para recibir al obispo; estaba yo sola en la cocina y me dijo poco a poquito; como hiciera una tarta de frutas con nueces, para hacerle un regalo a mamá. Íbamos a darle una sorpresa…

–           ¡Ah! Ya recuerdo. Fue la que…

Una sonrisa llena de ternura, ilumina la cara de Marco Aurelio mientras se aleja de la ventana  y las voces de los niños se convierten en un murmullo.

Luego, con determinación, camina silbando alegremente a lo largo de la galería porticada, hasta la salida de la terraza.

Cuando lo ven sus gemelas, corren a su encuentro; tendiéndole los bracitos y gritando alborozadas:

–           ¡Papito! ¡Papito!

Él las levanta en sus fuertes brazos de soldado. Y caminando con ellas, mientras lo llenan de besos, se dirige hacia el triclinio exterior.

Se encuentra con Maximiliano, que ha dejado a los niños jugando con los barcos en la fuente y se dispone a entrar en el triclinium.

Sin soltar a las niñas, Marco Aurelio pregunta sonriente:

–           Acabo de ver en tu biblioteca dos libros maravillosos… Uno de ellos, el Evangelio del Médico Lucano… ¡¿Cómo lo conseguiste?!

Maximiliano contesta:

–           Teófilo tiene varios copistas y me lo envió junto con el último embarque de trigo y de lino.

–           Quien te viera ahora, convertido en hacendado y cultivador de granos.

–           Es mucho más agradable que la política. Dios ha sido muy Bueno con nosotros y a ti no te va tan mal con la exportación de vinos.

Marco Aurelio deposita a las gemelas en la mesa donde comen los niños y después se sienta en el lecho triclinario junto a donde está su tío, comentando:

–           Nuestros viñedos juntos y el trabajo bendecido, hacen que nuestra comunidad sea una de las más prósperas. Pero ya sabes que todo podemos perderlo en cualquier momento.

–           Eso es un hecho. Por eso hay que disfrutarlo, mientras el Señor nos permita administrar sus dones. Con la ayuda de Héctor nuestro administrador; nuestras posesiones conjuntas rinden copiosos beneficios.

–           ¡Quién lo dijera, que el secreto de la riqueza está en compartir con el amor a Dios! El Obispo Iván se quedó muy agradecido con nuestra última aportación y dijo que esto permite que la Iglesia sea más generosa y no haya necesitados entre los cristianos.

–           ¡Oh sí! Esa fórmula es fantástica: Un tercio para el templo; un tercio para beneficencia y un tercio para nuestras necesidades particulares.  Héctor está asombrado y dice que  a pesar de quedarnos con solo un tercio, parece que la riqueza se multiplicara en las arcas. Las cosechas son cada vez más abundantes y los envíos para Roma tambien han aumentado. El aceite de oliva es de excelente calidad.

–           Al mismo tiempo que disfrutamos de un gran bienestar, es maravilloso no estar preocupados por nuestros patrimonios, ni por la economía. Aprender el despojo de la Pobreza de espíritu, fue lo mejor que pudo habernos pasado. Así estamos listos para el martirio, en el momento que seamos requeridos.

Maximiliano miró hacia donde están sus esposas y reflexionó:

–           Cada día adoro más a este Dios Maravilloso que nos hace tan felices. Nuestros hijos están aprendiendo a amar de verdad, educándose en valorar lo material y terreno como un don para ser administrado sabiamente; gracias a esta doctrina bendita que cuando conquiste al mundo, lo convertirá en un paraíso como el que ya estamos gozando. Porque la Fuerza del Amor es irresistible y Nerón no podrá impedir que conquiste  a todo el imperio y termine gobernando el mundo entero.

Marco Aurelio confirmó:

–           Sin querer gracias a Nerón, somos ricos en lo material y lo disfrutamos como lo que es: algo perecedero. Su persecución fortalece nuestra fe en el Único Dios Verdadero y el amar hasta dar la vida por ÉL es lo que nos ha hecho infinitamente felices.

–           Tienes razón. Algún día yo pedí amar así; porque el testimonio de la sangre es el más poderoso. Cuando vi a Nerón patear la cabeza desprendida de Joshua y todo el impactante espectáculo que siguió; fue cuando decidí abandonarlo todo para conocer a este Dios Poderosísimo que trastornó todos los planes de Enobarbo en aquel banquete inolvidable…  Y ese fue el dia de mi verdadera conversión…

–           ¡Qué si lo recuerdo!… Yo estaba aterrorizado de que entre los jóvenes elegidos por Tigelino, estuviera también Alexandra.

–           Igual yo. Y lo lamentaba profundamente, porque me sentía culpable de vuestro infortunio. Pero el Señor nos regaló una noche magistral… Los cristianos volvieron de cabeza todo el Palatino y nadie le hizo caso a Julia Mesalina cuando se desmayó…

–           Yo ya los conocía y los admiraba muchísimo. Pero nunca había visto el poder de Dios, desplegado de forma tan portentosa. Sentir al Espíritu Santo con esa fuerza, es una experiencia sublime. Bernabé lo sabe mejor que nadie.

–           ¿Todavía no regresa?

–           Se quedó ayudando con el último embarque de vino. Ya no debe de tardar.

–           El día que mató al toro germano y vi todo lo que sucedió en la arena, no lo podía creer…Por mi parte, me quedé pasmado con la sinceridad  y el heroísmo de todos aquellos jóvenes. Y por su desprecio absoluto ante la muerte.

–           Al no tener ningún apego, disfrutamos de la verdadera libertad y somos maravillosamente ricos en lo espiritual. Jamás imaginé que llegaría a poder amar a mi familia y a Alexandra como los adoro… Y sin embargo no tener miedo de desprenderme de ellos si me capturan a mí o si ellos son llamados primero, al encuentro anhelado con nuestro Padre y Creador. ¡Es maravilloso y absolutamente increíble! Puedo decir esto con toda sinceridad y estoy viendo a nuestros hijos jugando felices, ¡Míralos!

El ex augustano sonríe con comprensión y mira el alborozado grupo de niños y mascotas bulliciosos, que llenan alegría todos los rincones de aquella villa romana. Él siente lo mismo que su sobrino y sabe perfectamente de lo que está hablando.

Desde que experimentó el verdadero amor, su vida está plena de felicidad y mueve la cabeza al recordar el vacío insaciable lleno de inquietud y amargo hastío, que lo invadían en los lujosísimos salones de la corte imperial; durante los años que vivió sumergido en la política.

“Un verdadero desperdicio…” Piensa con cierta consternación. Sacude  la cabeza tratando de alejar los amargos ecos de su pasado y dice con alegría:

–           Lo importante es no descuidar lo primordial. Y pensando precisamente  en ello, también he preparado una copia del Evangelio de Lucano, para regalarla a ti y a tu familia.

Marco Aurelio se sorprende gratamente y exclama:

–           ¡Oh! ¡Muchas gracias Maximiliano, acabas de darme una gran alegría! Leí el primer párrafo en tu biblioteca y pensaba venir por las tardes, para meditarlo en oración.

–           Siempre eres bienvenido en esta casa. Pero la copia la preparé pensando en ti y en Alexandra. Ahora podrás meditar su lectura, también en vuestra oración personal.

–           Ese es un Libro Sagrado, todos los cristianos lo amaremos y será el alimento que necesita nuestra vida espiritual.

–           También tengo doce copistas y tres maestros pintores para ilustrarlo, trabajando en ello. Los otros pergaminos les serán entregados a los sacerdotes que nos pastorean y para quienes el obispo lo considere necesario, para la Liturgia de la Palabra.

Y siguen conversando animadamente…

En el enorme jardín que está bordeado de altísimas palmeras y un bosquecillo de árboles que se internan hasta la montaña, al lado de los enormes viñedos, huertos y olivares que forman lo que fueran las dos propiedades y ahora son solo una con dos casas solariegas; está la terraza con el triclinio exterior, en donde son las comidas familiares.

Es un gran quiosco sombreado con vides y madreselvas, adornado con hiedras alrededor de las columnas, cuyas enredaderas de flores se extienden sobre los árboles que bordean los senderos  que conducen, unos hacia el borde del acantilado y otros que llegan hasta donde ellos están conversando. En el lindero se ven las elegantes figuras de las dos esposas, seguidas por la tropa de niños y las jóvenes que las acompañan.

Hay también un arroyuelo cuyas orillas están bordeadas por setos de flores diversas: lirios, azucenas, gladiolos y rosales, engalanados con magníficos colores; que desemboca en una hermosa fuente y luego en un pequeño lago de agua cristalina; con peces de colores, variadas especies de aves, bordeado por juncos; donde los cervatillos y demás animales domésticos se acercan para beber.

Y bajo la enredadera llena de flores, con los destellos de luz que iluminan sus rostros y sus figuras. Tanto Marco Aurelio como Maximiliano recuerdan aquel lejano día cuando el consejero de Nerón, conociera al rehén del César; cuya cautivadora hermosura no ha cambiado con el tiempo.

También cuando se enamoró perdidamente de la que fuera su esclava y la rememoró en los tiempos en que los dos eran paganos. Él, que por su oposición a mezclarse con quien consideraba inferior; con su soberbia absurda había provocado la tragedia que hundió en el infortunio a Marco Aurelio y Alexandra.

En aquellos lejanos días, jamás hubiera pensado que descendería a casarse con una esclava griega. Pero las virtudes encerradas en Aurora, lo conquistaron plenamente y habían aumentado maravillosamente, desde que los dos se convirtieron en cristianos.

Si cuando los dos hacían ofrendas ante Afrodita, le parecía tan incomparable; ahora que la adorna la gracia… Le da gracias a Dios que le haya destruido el orgullo que le impedía reconocer la verdad y la verdadera felicidad.  

Ahora ella camina por el sendero, conversando alegremente con la que considera su hermana.  Maximiliano las observa y ríe con la paradoja: una princesa cautiva y una esclava, son los tesoros que Jesús les reservó a los Petronio para hacerlos tan dichosos.

La princesa Alexandra camina junto a su reina; la esposa que le sigue pareciendo la mujer más hermosa del mundo: su Aurora amadísima que le ha dado las mayores satisfacciones que hombre alguno haya disfrutado jamás.

Cuando el grupo se instala alrededor de las mesas y ellas llegan junto a sus esposos, los saludan amorosas y les dan un dulce beso.

Alexandra comenta agradecida:

–           Acaba de decírmelo Aurora. ¡Qué regalo más maravilloso! Nos va a servir para educar y formar a todos nuestros hijos. ¡Muchas gracias Maximiliano!

Marco Aurelio pregunta curioso:

–           También vi la “Crónica de una Traición”.  ¿Así lo vas a titular?

Maximiliano dice con voz insegura:

–           Todavía no me decido totalmente. Es la semblanza de Judas de Keriot. Tal y como nos la relató Pedro en La Puerta del Cielo, la última vez que lo vi, antes de tomar el barco en Ostia. Y cómo me la complementó Publio Quintiliano, durante el viaje hasta aquí, cuando nos regresamos de Roma.

Alexandra confirmó:

–           ¡Oh, sí! Publio conoció a Jesús y a Judas en la Puerta de los Peces, en el Templo de Jerusalén. Las enseñanzas de Jesús, durante los cinco años que estuvo en la corte de Pilatos, lo convirtieron en cristiano y en testigo de todo lo que sucedió. Él nos hablaba de ello, en nuestras reuniones familiares.

Maximiliano dice:

–           Así es. Él me dio datos muy interesantes… – Y mirando a Marco Aurelio, agrega- Es un título apropiado, ¿No te parece?

Marco sonríe y contesta:

–           Me parece que está perfecto. ¿Ya lo terminaste?

Suspirando satisfecho, Maximiliano contesta:

–           Sí. Ya está listo para que lo disfrutemos en nuestras reuniones dominicales.

Marco Aurelio no pudo contener su impaciencia y cuestionó:

–           ¿A partir de…?

–           Hoy mismo si así lo prefieren.

Alexandra exclamó:

–           Ahora conoceré la historia completa… ¡Qué felicidad! ¡Bravo! Estoy impaciente por saber lo que escribiste.

Aurora confirmó:

–           ¡Yo también! Siempre he respetado muchísimo el trabajo de este esposo tan amado. –Se inclina sobre Maximiliano y lo besa tiernamente en los labios.- Y este libro me tiene en suspenso desde hace meses. Justo desde  que tomó una forma definitiva…  ¡Y por fin se va a revelar el misterio!

Maximiliano dice a la joven que acompaña a los niños:

–           Jazmín, Por favor llama a Héctor.

–           Si amito. –y la jovencita se levanta y sale corriendo hacia el interior de la casa.

Maximiliano mueve la cabeza y dice:

–           Después de años y no puedo quitarle la costumbre.

Aurora la defiende:

–           Cielito, ¡No es fácil! A mí todavía se me dificulta y soy tu esposa.

En eso llega el antiguo mayordomo, que ahora se desempeña como administrador y dice haciendo una leve inclinación de cabeza:

–           A tus órdenes amo.

–           ¡Otro igual! – exclama Maximiliano.

Héctor se disculpa:

–           Perdóname, todavía no logro decirte hermano.

–           Al menos intenta llamarme por mi nombre.

–           ¡Ha! Eso no…  Te lo agradezco mucho, pero en mi corazón eres mi hermano, aunque no sea tan osado para tratarte cómo quieres.

–           Está bien. No te llamé para discutir esto. Siéntate a almorzar con nosotros y ahorita que nos traigan el vino, dile a Darío que avise a toda la familia que después de la comida, nos reuniremos en el jardín principal para la lectura de mi último  libro. El que desee compartirla está cordialmente invitado.

Héctor exclama sorprendido:

–           ¡Oh, amito! ¿Ya terminaste la Historia de Judas? ¡Todos la estamos esperando con ansia! Les va a dar mucho gusto saberlo…

Maximiliano hace un cómico gesto de exasperación hacia Marco Aurelio como diciendo: ‘¿Ves a lo que me refiero?’ Y mirando a su administrador comenta:

–           ¡Oh hermano! No creas que no me he dado cuenta que el salón de los copistas es el más visitado por toda la familia. De seguro Aquiles ya les ha prestado algunos manuscritos…

–           ¡Ciertamente no te equivocas amito! –Héctor suelta la carcajada y la conversación se generaliza.

Luego Maximiliano, que es el anfitrión, ofrece y bendice los alimentos. La comida se convierte en un banquete de amor, donde todos comparten el gozo de poseer a Dios y la bienaventuranza que significa vivir con Él y para Él.

Porque al Padre Celestial, le gusta ver felices a sus hijos…

Dos horas más tarde, más de un centenar de personas escuchan anhelantes las primeras palabras de lo que serán los relatos imprescindibles, en las plácidas tardes dominicales:

“CRÓNICA DE LA MAGNA TRAICIÓN…”

El viento que transporta las palabras como si fueran una exquisita melodía, hasta los oídos atentos de un auditorio que las atesora en su corazón; también mece las palmeras y sus dátiles rumorean como castañuelas; llegando hasta la terraza y mezclando el aroma de los azahares con la brisa del mar y los alimentos…

Y así transcurre el tiempo, en la vida de esta familia cristiana, como hay muchas… En el aire se oyen las risas de los seres humanos que comparten el tesoro del amor, de la paz en medio de la belleza imponente, del magnífico paisaje que los rodea… Ellos lo disfrutan como todos los días y cada día lo viven como si fuera el último. Pues nadie sabe lo que sucederá mañana, ni cuando deberán ofrecer su holocausto personal. Pero están preparados…

Dos milenios más tarde, cuando el mundo en el que ahora se desenvuelven sea sólo una asombrosa curiosidad convertida en ruinas que los arqueólogos develarán… Cuando sus personas estén cubiertas con el velo del tiempo y la sombra de la incredulidad, que los teólogos contemporáneos habrán convertido en leyenda; pero que los cristianos perseguidos por el Anticristo redescubran. Cuando decidan imitar sus ejemplos para defender su Fe cristiana; cuando los conozcan y comprueben lo que con sus testimonios dejaron como evidencia, la historia será su juez implacable.

Y la historia también será testigo de la Verdad…

Por ahora están preparados…

Podría ser hoy…

Hoy. Hoy es el presente. Hoy hay que dar las gracias a Dios por… la vida, por el amor, por la creación que él hizo para nuestro bienestar, por todos los dones que nos han sido dados…

En un verano futuro, ellos deberán dar también el testimonio de la sangre. Porque Maximiliano y Aurora, Marco Aurelio y Alexandra, Héctor y todos los demás…

Consagrarán el Coliseum…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONOCELA

2 comentarios

  1. HERMOSISIMOS Y BELLISIMAS IMAGENESIMPOSIBLE PASAR DESAPERCIBIDA ENHORABUENA

  2. Excelente trabajo, muchas felicidades!

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