20.- LA TRAGEDIA DE JONÁS

Jesús camina al lado de Jonathás por un borde verde y lleno de sombra. Detrás vienen los discípulos.

Pedro se adelanta y pregunta a Jonathás:

–           ¿Pero no es más corto el camino que va de Cesárea a Filipo? Hemos tomado éste y ¿Cuándo llegaremos? Tú con tu patrona, fuiste por aquel…

Jonathás explica:

–           Con una enferma me atreví a todo. Pero recuerda que yo soy uno de la corte de Antipas. Y Filipo desde aquel incesto, no ve con buenos ojos a los de la corte de Herodes. No tengo miedo por mí. Pero no quiero que vosotros y particularmente el Maestro, tengáis molestias y os crean enemigos. La Palabra también es necesaria en la Tetrarquía de Filipo, así como en la Antipas. ¿Y si os odian, como podréis ir? Cuando regreséis podréis tomar aquel camino si os gusta…

Jesús dice:

–           Alabo tu prudencia, Jonatás. Al regreso pienso pasar por tierras fenicias.

Pedro pregunta:

–           ¿Crees que Filipo se vengaría con un siervo, del mal que le hizo su hermano?

Jonathás contesta:

–           Sí, Pedro. Los dos son iguales. Los dominan todos los instintos más bajos y no hacen distinción. Créeme, parecen animales y no humanos.

–           Y sin embargo a Él pariente de Juan, lo deberían de estimar. Juan habló a su favor, al hablar en Nombre de Dios.

–           No os preguntaría siquiera de donde venís o quienes sois, si os viese conmigo. Si me reconociese o algún enemigo de la casa de Antipas, me señalase con el dedo, como procurador de ella, al punto seríais encarcelados. ¡Sí supieseis que fango hay detrás de los vestidos de púrpura! Ventas, injurias, delaciones, lujuria y robos: son el alimento de sus almas. ¡Bueno! Digamos así. Porque creo que ni alma tienen. ¿Lo veis? Juan tuvo un buen fin. Pero ¿Por qué fue liberado Juan? Por una venganza entre dos oficiales de la corte. Uno, para quitar de en medio al otro, a quien favorecía tanto Antipas, que tenía a Juan bajo su custodia… Por una suma, de noche abrió la cárcel… Drogó a su rival y a la mañana siguiente, el miserable perdió la cabeza en lugar del Bautista, que había escapado. Es una vergüenza. Te lo digo yo.

–           ¿Y tú patrón aguanta? ¡Me parece un buen hombre!

–           Lo es. Pero no puede obrar de otro modo. Su padre y su abuelo pertenecieron a la corte de Herodes el Grande. Y el hijo ha tenido que hacerlo por fuerza. No aprueba. Por eso mantiene lejos de esa corte de vicio a su mujer.

–           ¿Y no podría decir: ‘Me causas asco’ e irse?

–           Podría. Pero aunque es bueno, no es capaz de más. Eso significaría su muerte segura. Y ¿Quién quiere morir por honradez de espíritu llevada hasta su punto más sublime? Sólo un santo como el Bautista. Pero nosotros…

Jesús interviene:

–           Dentro de poco tiempo, en muchos puntos de la tierra conocida, plantados como flores en un prado abrileño; habrá santos que serán felices de morir por esta honradez a la Gracia y por amor a Dios.

Pedro exclama:

–           ¿De veras?  ¡Oh! ¡Me gustaría saludar a esos santos y decirles: ‘Rogad por el pobre Simón de Jonás!

Jesús lo mira atentamente y sonríe.

Pedro le pregunta:

–           ¿Por qué me miras así?

–           Porque tú los verás cómo su ayudante. Y también los verás cuando a ti te asistan.

–           Señor, ¿Qué quieres decir?

–           Para llegar a ser la Piedra consagrada del Sacrificio, sobre la que se celebrará y edificará mi Testimonio.

–           No entiendo.

–           ¡Entenderás! – y volviéndose a todos, agrega- en verdad os digo que probaréis uno u otro suplicio. Por ahora es el de la renuncia a las comodidades, a los afectos, a los intereses. Después vendrá algo mucho más vasto que os ceñirá las frentes con una corona inmortal. Sed fieles. Todos vosotros lo seréis y obtendréis la gloria.

–           ¿El Sanedrín o los judíos van a matarnos, porque te amamos?

–           Jerusalén lava los umbrales de su Templo, con la sangre de sus profetas y de sus santos. Pero también el mundo espera ser lavado… Hay muchos templos de dioses horribles que serán en el porvenir, Templos del Dios Verdadero. Y la lepra del paganismo se lavará con el agua lustral, hecha con la sangre de los mártires. 

Pedro se arroja a los pies de Jesús, exclamando angustiado:

–           ¡Oh! ¡Dios Altísimo, Señor y Maestro! ¡Yo no soy digno de tanto! ¡Soy débil! ¡Tengo miedo al dolor! ¡Oh, Señor! Dame la fuerza. No me gustaría, Maestro avergonzarte con mi villanía.

–           Levántate, Pedro mío. No tengas miedo. Todavía tienes mucho que caminar. Y vendrá la hora cuando lo único que querrás, será terminar el último trabajo y entonces todo tendrás del Cielo y de ti mismo. Yo te estaré contemplando admirado.

–           Tú lo dices y yo lo creo. ¡Pero soy un hombre tan pobre!

De esta manera siguen caminando y pasan por los bosques de Líbano.

Pedro comenta:

–           Estos lugares son muy hermosos.

Simón dice:

–           Y no hace tanto calor.

Mateo añade:

–           Con estos árboles, el sol molesta poco.

Juan pregunta:

–           ¿De aquí fue donde llevaron los cedros del Templo?

Jonathás contesta:

–           De aquí. Estos bosques son los que proporcionan la mejor madera. El patrón de Daniel y de Benjamín, tiene grandes bosques y muchísimo ganado. Los parten allí mismo y luego los transportan al valle por pasillos o sobre los hombros. El trabajo es difícil, cuando tienen que emplearse enteros, como sucedió en el Templo. Pero paga bien y tiene muchos trabajadores. Es un hombre bueno. No como aquel feroz de Doras. ¡Pobre Jonás!

Pedro dice:

–           Pero, ¿Cómo es posible que sus siervos sean como esclavos? Yo le aconsejé: ‘Déjalo ahí plantado y vente con nosotros. Simón de Jonás siempre tendrá para ti un pan.’ Y me dijo. ‘No puedo si no me rescato’ ¿Qué historia es esa?

–           Doras no es el único en obrar del modo siguiente: cuando ve que un siervo es bueno, lo lleva con astucia sutil hasta que lo convierte en su esclavo. Lo carga con deudas inmensas que no son verdaderas. Y cuando el pobre no puede pagar y la suma es crecida, le dice: ‘Eres mi esclavo por deudas’

Varios exclaman al mismo tiempo:

–           ¡Oh!

–           ¡Qué vergüenza!

–           ¡Y es Fariseo!

–           Sí. Jonás mientras tuvo ahorros, pudo pagar. Luego, en un año cayó granizo. En otro, sequía. El grano y la vid dieron poco. Y Doras multiplicó el daño por diez.  Y después, otros diez más. Luego Jonás se enfermó por el mucho trabajo. Doras le prestó dinero para que se curara, pero quiso el doce por ciento y como Jonás no lo tenía, lo añadió a lo demás y pronto hubo una deuda tan grande, que lo convirtió en esclavo. Y nunca lo dejará que se vaya. Siempre encontrará pretextos, otras razones y otras deudas…

Jonatás está muy triste al pensar en su amigo.

Jesús dice:

–           ¿Y tú patrón no podría…?

–           Qué. ¿Hacer que lo trate como un hombre? Pero, ¿Quién se mete con los Fariseos? Doras es uno de los más poderosos. Creo que es pariente de Caifás el Sumo Pontífice. Una vez que Jonás fue apaleado casi hasta matarlo y yo lo supe; lloré tanto que Cusa me dijo: ‘¡Lo rescato para darte gusto!’ pero Doras se rió en su cara y no aceptó nada.

¡Eh! Ese desgraciado tiene los campos más ricos de Israel. Pero te juro que están abonados con la sangre y las lágrimas de sus siervos.

Jesús mira a Zelote y éste a Él. Ambos están afligidos.

Jesús pregunta:

–           ¿Y el de Daniel es bueno?

–           Por lo menos es humano. Exige pero no oprime. Y como los pastores son honrados, los trata con amor. Son los jefes del pastizal. A mí me conoce y me respeta porque soy siervo de Cusa y piensa que podría serle de alguna utilidad. Pero, ¿Por qué Señor es el hombre así de egoísta?

–           Porque el Amor fue estrangulado en el Paraíso Terrenal. Pero Yo he venido a aflojar esa soga y a poner de nuevo vida en el amor.

–           Ya hemos llegado a las posesiones de Eliseo. Los pastizales todavía están lejos. Pero a esta hora, las ovejas están encerradas en los rediles, por el sol. Voy a ver si están.

Y Jonathás parte a la carrera.

Después de algún tiempo, regresa con dos fuertes pastores, que literalmente se precipitan por la pendiente, al ver a Jesús. Cuando llegan junto a Él…

Jesús los saluda diciendo:

–           La paz sea con vosotros.

Ellos dicen emocionados:

–           ¡Oh! ¡Oh! ¡Nuestro Niño de Belén!

–           Paz de Dios que has venido a nosotros, Bendito seas.

Y los dos se postran a sus pies. Como lo harían en el altar del Templo. Y lo adoran. Jesús dice:

–           Levantaos. Os doy la bendición y soy feliz de hacerlo para que venga con alegría sobre quien es digno de ella.

–           ¡Oh! ¿Dignos nosotros?

–           Sí. Vosotros, siempre fieles.

–           ¿Y quién no lo habría sido? ¿Quién puede borrar esa hora? ¿Quién podría mentir diciendo: ‘No es verdad lo que vimos?¿Quién podría olvidar que Tú nos sonreíste por meses, cuando tú batías las manitas al sonido de nuestras flautas? ¡Y has venido hasta aquí para ver a estos pobres pastores!

Jesús sonríe y dice:

–           A mis amigos. Ahora estoy contento. Os he encontrado a todos y no os perderé más. ¿Podéis dar hospedaje al Hijo del Hombre y a sus amigos? Hablaremos de Dios.

Ellos lo reciben con alegría y amor. Y los llevan a todos a una habitación cerca del redil.

Una semana después…

Cuando regresan, en Cesárea Marítima se encuentran con el pastor José, que le entrega tres pequeños rollos de pergamino y que Jesús desenvuelve y lee. Primero en voz baja y luego en alta:

“A mi amado Hijo, paz y bendición. Llegó a casa Isaac el pastor y me trajo de Bethania, estas dos cartas que te remito. Y me dijo Lázaro que condesciendas a su súplica. Amado Jesús, mi bendito Hijo y Señor; yo también tengo que pedirte dos cosas. Una, que me prometiste llamarme a mí, tu pobre mamá, para que la instruyas en la Palabra. La segunda que te pido, es que no vengas a Nazareth, sin avisarme’

Jesús de pronto deja de leer y va hacia donde están Santiago y Tadeo, los abraza estrechamente y dice: ‘la última luna llena Alfeo regresó al Seno de Abraham. Y el duelo de la ciudad fue grande.’

Los dos hermanos, lloran sobre el pecho de Jesús, que continúa: ‘a última hora te llamaba y te quiso tener. Pero estabas lejos. Y esto sirvió para consolar a María, que vio en ello el perdón de Dios. Y también debe servir para tranquilizar a los sobrinos.’

Jesús dice:

–           ¿Oís? Ella lo dice. Y Ella sabe lo que dice.

Santiago suplica:

–           Dame la carta.

–           No. Te haría daño.

–           ¿Por qué? ¿Qué cosa más penosa puede decir, que la muerte de un papá?

Judas Tadeo suspira diciendo:

–           Que nos ha maldecido.

Jesús advierte:

–           No. Ni esto.

Tadeo dice:

–           Tú lo dices para no afligirnos. Pero así es.

–           Lee entonces.

Y Tadeo lee:

‘Jesús, te ruego y también María, que no vengas a Nazareth, hasta que el duelo haya terminado. El amor que tenían los nazarenos por Alfeo, los hace injustos contra Ti y tu Madre llora por eso. El buen amigo Alfeo de Sara, me consuela y calma al pueblo. Ha causado mucho rumor lo que contaron Aser e Ismael, de la mujer de Cusa. Pero por ahora Nazareth es un mar agitado por vientos contrarios. Te bendigo Hijo mío y te pido paz y bendición en mi alma. Paz a los sobrinos. Tu Mamá.’

Los apóstoles comentan y consuelan a los dos hermanos que lloran.

Pedro pregunta:

–           Y ¿Éstas no las lees?

Jesús asiente con la cabeza. Y tomando las cartas, llama a Simón Zelote. Leen juntos en un  rincón. Discuten entre sí. Zelote trata de persuadir a Jesús, pero no lo consigue…

Y Jesús con los rollos en la mano, dice:

–           Oíd, amigos. Todos somos una familia y no hay secretos entre nosotros. Oíd lo que escribe Lázaro de Betania:

“Al Señor Jesús, paz y bendición. Y paz y salud al amigo Simón.

Recibí tu carta y cual siervo tuyo he puesto todo mi empeño; mi grano de arena con todos los medios disponibles, para contentarte y tener la honra de no ser un siervo inútil. Fui a la casa de Doras, a su castillo en Judea; a rogarle que vendiese al siervo Jonás, como Tú deseas. Confieso que si Simón, amigo fiel. No me hubiera dicho que me lo pedía por Ti, no habría visto la cara de ese burlón, cruel y nefasto chacal. Por Ti, Maestro mío y amigo, me siento capaz de enfrentar aún a Mammón, porque pienso que quien trabaja por Ti, te tiene cerca y por lo mismo está protegido. Y ciertamente no me ha faltado la ayuda, porque contra toda previsión, gané.

La discusión fue dura e indignas  las repulsas. Tres veces tuve que inclinarme ante ese poderoso carnicero. Luego me dijo que esperara varios días. Al final he aquí la carta que me envió y digna de esa serpiente. Yo casi me atrevía a decirte: ‘Deja tu propósito, porque él no es digno de Ti’ pero no hubo otro modo y acepté en tu Nombre y firmé. Si hice mal, repréndeme. Pero créeme, busqué el mejor medio para servirte y que tenía a la mano. Ayer vino un discípulo tuyo judío, diciendo que venía en tu Nombre a saber si había noticias que llevarte. Se llama Judas de Keriot. Pero preferí esperar a Isaac, para darle la carta. Me extrañó que hubieses mandado a otro, sabiendo que cada Sábado, viene Isaac a mi casa, para descansar. Tengo otra cosa que añadir. Tan solo te ruego al besar tus santos pies, que los dirijas a la casa de tu siervo y amigo Lázaro, como me prometiste. A Simón, salud. A Ti, Maestro y amigo, da el beso de paz y te suplica lo bendigas. Lázaro.”

Jesús lee la otra carta:

“A Lázaro, salud.

He decidido que por la doble suma tendrás a Jonás. Estas son las condiciones y no cambiaré ninguna por ningún motivo. Quiero que antes, Jonás termine las cosechas del año, hasta el final de la luna Tisri. Quiero que venga personalmente Jesús de Nazareth, al que ruego que entre bajo mi techo para conocerlo. Quiero pago inmediato, después de haber hecho el contrato normal. Adiós. Doras.”

Pedro grita:

–           ¡Qué peste! Pero, ¿Quién es el que paga? Quién sabe cuánto es lo que pide y nosotros… ¡Estamos siempre sin un céntimo!

Jesús declara:

–           Paga Simón, para tenerme contento a Mí y al pobre Jonás. No adquiere sino una piltrafa humana que para nada le servirá; pero conquista un gran mérito en el Cielo.

Todos miran sorprendidos a Zelote y exclaman:

–           ¡Tú! ¡Oh! ¡Ah!

Jesús confiesa:

–           Es él. Es justo que sea conocido.

Pedro cuestiona:

–           También sería justo que se supiese porqué Judas de Keriot, fue a la casa de Lázaro. ¿Quién lo envió? ¿Tú?

Jesús no responde a Pedro. Está muy serio y pensativo…

Luego dice:

–           Vámonos a descansar. Prepararé la respuesta para Lázaro. ¿Está Isaac todavía en Nazareth?

José responde:

–           Me está esperando.

Jesús dice:

–           Iremos todos. Quiero hacer esto, mientras no está Judas.

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONOCELA

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