El alba adorna el lago y corona los montes con una neblina ligera que cubre los olivos, los nogales, las casas y los perfiles de las ciudades alrededor del lago. Las barcas se deslizan tranquilas y silenciosas. Van en dirección a Cafarnaúm.
Pero en cierto punto, Pedro da vuelta al timón tan bruscamente, que la Barca se inclina de un costado.
Andrés pregunta:
– ¿Qué haces?
Pedro responde:
– Es la barca de uno de esos… Está saliendo de Cafarnaún. Tengo buenos ojos y desde ayer por la tarde lo estoy venteando. No quiero que nos vean. Regreso al río. Iremos a pie.
También la otra barca hace lo mismo y Santiago de Zebedeo, que es el que tiene el timón, dice a Pedro:
– ¿Por qué lo hiciste?
– Te lo diré. Sígueme.
Jesús que está sentado en la popa, cuando llega a la altura del Jordán, se sacude y pregunta a Pedro:
– ¿Qué estás haciendo, Simón?
– Aquí se baja… Hay un chacal cercano. Hoy no se puede ir a Cafarnaúm. Primero voy a tantear el terreno. Yo con Simón y Bartolomé. Tres personas honradas contra tres deshonestas… Si es que no nos salen más.
– No veas trampas por todas partes. ¿No es esa la barca de Simón el Fariseo?
– Exactamente… esa es.
– No fue a aprehender a Juan.
– Yo no sé nada.
– Siempre me respetas.
– Yo no sé nada.
– Me haces que parezca Yo un cobarde.
– Yo no sé nada.
Aun cuando Jesús no tenga ganas de reír, debe hacerlo ante la santa testarudez de Pedro.
Y dice:
– Tendremos que ir a Cafarnaúm. Si no hoy, más tarde…
– Te dije que primero voy a ver qué encuentro. Y… según… también aunque es una espina difícil de tragar… Pero lo haré por amor a Ti. Iré a la casa del centurión a pedirle protección…
– Pero, ¡Si no es necesario!…
La barca se detiene en la playa desierta, opuesta a Betsaida. Bajan todos.
Pedro dice:
– Vengan ustedes dos.- Simón y Bartolomé. Y agrega- También tú, Felipe. Vosotros los jóvenes, os quedáis aquí. Terminaremos pronto.
Jesús los despide:
– Adiós Simón. Vete, pero sé bueno; prudente y misericordioso. Ven a que te bese y bendiga.
Pedro no asegura que será bueno, ni paciente, ni misericordioso. Se calla. Besa a su vez, al Maestro. Lo mismo hacen Zelote, Bartolomé y Felipe.
Los dos grupos se dividen. Luego entran en Corozaím y el discípulo Elías los invita a su casa. La gente reconoce a Jesús y una mujer le pide que cure a su hija, enferma de fiebre.
Jesús pregunta:
– ¿Crees que lo pueda Yo?
– Hablé con Daniel, el pastor de Eliseo y me dijo: ‘Nuestro Niño, cura cualquier mal. Ve al Mesías.’ He venido desde Merón con ésta en los brazos en busca tuya.
Jesús hace el milagro y aumenta la admiración de la gente que se ha agolpado a su alrededor. Le piden que hable. Y aunque no tiene muchas ganas de hacerlo, adolorido como está, por la aprehensión del Bautista y por el modo en que sucedió; se rinde.
Y a la sombra de los árboles, comienza a hablar:
– En este hermoso tiempo de trigo que despunta, os quiero proponer una parábola tomada del trigo. Oídla… (Y Jesús cuenta la Parábola del Sembrador)
Más tarde, cuando Jesús se ha vuelto a quedar a solas con sus apóstoles, les dice:
– Os explicaré el sentido completo de la Parábola, que dará respuesta a muchas preguntas que os hacéis. Sobre todo desde ayer noche. Os preguntáis: ‘Luego, ¿Entre el número de los discípulos puede haber traidores?’ Y os horrorizáis dentro de vuestro corazón. Y os llenáis de pavor. Pueden haber. Existen.
El Sembrador desparrama la buena semilla. En este caso más que esparcir se podría decir que ‘recoge’. Pues el Maestro, bien sea Yo… bien el Bautista; escogimos a los discípulos. ¿Cómo pues, se extraviaron?
Dije mal al llamar semilla a los discípulos. Los llamaré ‘campo’. Tantos discípulos, tantos campos que escogió el maestro, para establecer la zona del Reino de Dios: los Bienes de Dios. El maestro trabaja en ellos para cultivarlos, a fin de que produzcan el ciento por ciento. No ahorra trabajos. Lo hace con toda paciencia, amor, sabiduría, fatiga, constancia. Considera también sus inclinaciones perversas. Su sequedad y ambición. Su testarudez y sus debilidades.
Pero siempre espera y fortalece su esperanza, con la Oración y la Penitencia, porque los quiere llevar a la perfección.
Pero los campos están al descubierto. No son un jardín cerrado, cuyo Único Dueño sea el Maestro y dónde sólo Él pueda penetrar. Están al descubierto; colocados en medio del mundo; donde TODOS pueden penetrar en ellos. La cizaña, puede ser el símbolo de la ligereza amarga del espíritu mundanal.
Allí nacen todas las otras semillas que arroja el Enemigo:
Las ortigas. Son los espíritus punzadores. Indomables que hieren con sobreabundancia de venenos y causan mucho fastidio.
La grama. Son los parásitos que acaban con el Maestro a fuerza de hacer cumplidos y de aprovecharse del trabajo de Él. Y causan daño a los que tienen voluntad de producir mayor fruto; si el maestro no los turbase y distrajesen los espíritus de grama.
La cizaña, es la que no se levanta de la tierra sino con el esfuerzo de los demás.
Las cuscutas, son dolor en el ya doloroso camino del maestro. Y tormento para los fieles discípulos que lo siguen. Se enganchan se clavan, hieren, rasgan. Introducen desconfianza y sufrimiento.
Los venenos. Los delincuentes entre los discípulos. Los que llegan a traicionar y a apagar la vida; como una cicuta y otras plantas venenosas. ¿Habéis visto que bellas son sus florecitas, que se convierten en bolitas blanquecinas; rasadas, azul violeta? ¿Quién podría creer que sus frutitas que son una delicia para los pajaritos y los niños; cuando están maduros, pueden causar la muerte? Y los inocentes caen. Creen que todos son buenos, como ellos… Las recogen y mueren.
¡Creen que todos son buenos como ellos! ¡Oh! ¡Una gran verdad que ensalza al maestro y condena al traidor! ¡Cómo! ¿La bondad no desarma? ¿No hace al malvado inofensivo? ¡NO! NO LO HACE. Porque el hombre caído, presa del Enemigo; es insensible a todo lo que es superior.
Y toda cosa superior cambia para él de aspecto. La bondad se convierte en debilidad, que piensan que es lícito pisotear y aviva su mala voluntad. Igual que en una fiera el deseo de destrozar, se hace más fuerte con el olor de la sangre.
También el maestro es un inocente… Y deja que su traidor lo envenene; porque no puede pensar que un hombre llegue a ser homicida de quién es inocente.
A los discípulos, los campos del maestro; vienen los enemigos. Son muchos… El primero es Satanás y luego sus siervos…
O sea: los hombres, las pasiones, el mundo, la carne. Y he aquí que al discípulo que más fácil golpean; es al que no está muy cerca del maestro, sino que está indeciso entre él y el mundo. Porque no ha sabido y no quiere separase de todo lo que es mundo, carne, pasiones y demonio; para ser todo de quién lo lleva a Dios. Y sobre este discípulo esparcen sus semillas el mundo; la carne, las pasiones y el demonio: el oro, el poder, las mujeres, el orgullo; el miedo de que el mundo piense mal de él y el espíritu de utilitarismo: ‘Los grandes son los más fuertes.Y yo les sirvo para tenerlos por amigos’ ¡Y por estas miserables cosas se cometen crímenes y se condena el hombre!…’
¿Por qué el maestro que ve la imperfección del discípulo, aun cuando no quiere aceptar el pensamiento: ‘Este será mi asesino’, no lo extirpa de sus filas? Esto es lo que os preguntáis.
Y Yo os respondo: ‘Porque es inútil hacerlo.’ Si lo hiciese no impediría que se convirtiese en doble enemigo suyo. Doblemente rabioso: o por el dolor de ser descubierto o por el de haber sido expulsado. DOLOR, SI. Porque a veces el discípulo perverso, no se da cuenta de que lo es. Es tan sutil la obra del Demonio, que él no la advierte. Y pasa a ser presa del demonio, sin sospechar que está bajo su poder.
El discípulo se llena de furia. Sí… Rabia porque es conocido tal cual es; cuando está consciente del trabajo de Satanás y de sus adeptos: los hombres que tientan al débil en sus debilidades. Para que se quite del mundo al santo que les echa en cara, con su bondad, sus malas acciones.
Y entonces el santo ora y se pone en manos de Dios: ‘Lo que permites que se haga, que sea hecho’, dice. Tan solo añade esta cláusula. ‘Con la condición de que sirva para tus fines’
El santo sabe que llegará la hora en que sea expulsado de su mies, la mala cizaña. ¿Quién la expulsará? Dios Mismo que no permite más de lo que no sea útil, para el triunfo de su Voluntad Amorosa.
Mateo dice:
– Pero si admites que siempre es Satanás y sus adeptos… me parece que la responsabilidad del discípulo disminuye…
Jesús contesta:
– No te lo imagines. Si existe el Mal, también existe el Bien. Y existe en el hombre el discernimiento y con él, la libertad.
Judas interviene:
– Tú dices que Dios no permite más de lo que le es útil. Si Él lo permite y sirve para el triunfo de la Voluntad Divina…
Jesús concluye:
– Y tú arguyes como Mateo… Que esto justifica el delito del discípulo. Dios había creado al león sin su ferocidad y a la serpiente sin veneno. Ahora aquél es feroz y ésta venenosa. Pero Dios; por esta razón las alejó del hombre…
Medita esto y aplícatelo… Parece que viene la tempestad…
HERMANO EN CRISTO JESUS: