49.- ARCOIRIS DE PAZ
Salen de Betania a la primera sonrisa de la aurora. Jesús se dirige a Belén con su Madre, con María de Alfeo y con María Salomé. Les siguen los discípulos. Marziam encuentra por todas partes motivos para alegrarse: las mariposas que despiertan, los pajaritos que cantan o caminan por el sendero, las flores que resplandecen con las perlas del rocío, la aparición de un rebaño en que hay muchos corderitos que balan.
Pasado el río que está al sur de Betania, que se deshace en espumas, la comitiva se dirige a Belén en medio de dos series de colinas verdes con sus olivares y viñedos, con campos en los que apenas se ven las mieses doradas. El valle es fresco y el camino bastante bueno.
Simón de Jonás se adelanta, llega al frente grupo y pregunta:
– ¿De acá se puede ir a Belén? Juan dice que la otra vez fuisteis por otro camino.
Jesús responde:
– Es verdad. Pero es porque veníamos de Jerusalén. Por acá es más breve. Nos separaremos como habéis decidido, en la tumba de Raquel que las mujeres quieren ver. Luego nos reuniremos en Betsur donde mi Madre quiere detenerse.
– Así es… Pero sería muy hermoso que estuviésemos todos… Tu Madre especialmente… Porque finalmente Ella es la Reina de Belén y de la gruta. Y Ella sabe todo muy bien… Si lo oyese de sus labios… sería diferente… Eso es todo.
Jesús sonríe al mirar a Simón que ha insinuado dulcemente su deseo.
Marziam pregunta:
– ¿Cuál gruta, padre?
Pedro contesta:
– La gruta en donde nació Jesús.
El niño exclama alborozado:
– ¡Oh! ¡Qué bien! ¡También yo voy!…
María de Alfeo y Salomé exclaman:
– ¡Sería muy hermoso en realidad!
– ¡Oh, sería maravilloso!
María coincide:
– ¡Muy hermoso! … Sería regresar al pasado… Cuando el mundo te ignoraba es verdad, pero que no te odiaba todavía… Sería encontrar otra vez el amor de los sencillos que no supieron dudar y amaron con humildad y fe… Para mí sería lo mismo que quitar este peso de amargura que me taladra el corazón desde que sé que te odian… Y ponerlo allí, en el lugar en donde naciste… Aun debe quedar ahí la dulzura de tu mirada, de tu respiración, de tu sonrisa vaga, allí… Y me acariciarían el alma que está tan amargada… María llora quedito, con recuerdos y con tristeza.
Jesús confirma:
– Si es así iremos, Mamá. Hoy tú eres la Maestra y Yo el niño que aprende.
– Oh, ¡Hijo! ¡No! Tú siempre eres el Maestro…
– No, Mamá. Simón de Jonás dijo bien. En la tierra de Belén tú eres la Reina. Es tu primer castillo. María, de la descendencia de David. Guía a este pequeño pueblo a su morada.
Iscariote hace intento de hablar, pero se calla.
Jesús que lo ve y comprende, dice:
– Si alguien por cansancio o por otra razón no quiere venir, que prosiga hasta Betsur.
Judas piensa y prefiere callarse. No tiene ganas de regresar a ver una cueva llena de estiércol. Pero tampoco desea provocar una disputa. Y como nadie dice nada. Y todos prosiguen por el camino del valle que lleva de Jerusalén a Belén.
Cuando el sol alcanza su cenit, se detienen a la sombra de una arboleda para comer y descansar. Inmediatamente todos rodean a Jesús y a María y les piden que les relaten la historia de la Encarnación…
Dice Jesús:
Faltaban tres dias para que finalizara la Fiesta de los Tabernáculos y fuera de los muros de Jerusalén, sobre las colinas y entre los olivos estaban asentadas como siempre; las tiendas de los galileos.
Una fuerte voz masculina dice:
– ¡Este mes de octubre es hermoso como pocos lo han sido!
Joaquín; un hombre con su cabeza completamente blanca y unos bondadosos ojos azules como turquesas, asiente con gravedad:
– Así es. Parece como si la naturaleza estuviera dando un anuncio celestial.
De una de las fogatas, regresa Anna…
Una mujer alta y majestuosa, de cabellos plateados, que tiene alrededor de sesenta años. Sus facciones son armoniosas y sus ojos negros y refulgentes, son muy parecidos a los del Bautista…
Cuando llega junto a Joaquín lo saluda amorosa:
– Perdona que te haya hecho esperar, Joaquín. Me entretuve con una pobre mujer que tiene seis hijos varones. ¡Figúrate!… Y dentro de poco tendrá otro más… –un largo suspiro es el único gesto de su aflicción interior.
También Joaquín suspira… Trata de consolarla, le pone la mano sobre sus cabellos encanecidos y le dice:
– Hay que esperar todavía. Dios todo lo puede… Mientras uno viva, el milagro puede suceder; sobre todo cuando se le ama y se nos ama.
Joaquín ha recalcado las últimas palabras.
Anna guarda silencio desconsolada. Y las lágrimas descienden silenciosas a lo largo de sus marfileñas mejillas.
y Joaquín le dice con ternura:
– ¡No llores Anna! Somos igualmente felices. Al menos yo lo soy, porque te tengo a tì…
Anna protesta:
– También yo lo soy por ti; pero no te he dado ni un hijo… Pienso en qué habré desagradado al Señor, porque me ha secado las entrañas…
– ¡Oh, mujer! ¿En qué cosa puedes haberlo desagradado, tú que eres tan buena! Vamos a seguir suplicándole al Señor… Puede que te suceda lo que sucedió a Sara… Cómo a Anna, la mujer de Elcana.
Joaquín es un hombre un poco más bajo que su mujer y ve las lágrimas que siguen rodando por las mejillas de su esposa. Se las enjuga con una caricia llena de ternura y continúa:
– Sí… Todavía puede suceder así. Por mucho tiempo, Elcana y Anna esperaron y pensaron que Dios ya no los amaba, porque eran estériles. Pero ya ves. En los Cielos de Dios, se preparaba un hijo santo… Sonríe esposa mía. Tu llanto me causa más dolor que el que no tengamos hijos… Llevaremos al pequeño Alfeo y haremos que él pida… Es un inocente de cinco años y Dios aceptará su plegaria junto con la nuestra y nos escuchará…
Anna concede:
– De acuerdo. Prometeremos al Señor que si nos concede un hijo se lo consagraremos a Él… ¡Oh! Oír qué me llamen ¡Mamá!…Lo vale todo.
La noche está tapizada de estrellas y de antorchas que son cada vez más numerosas en la campiña. Conforme los peregrinos cenan y se van a dormir, se van apagando poco a poco el murmullo de las conversaciones y algunas luces…
Al día siguiente, Anna arrulla en sus brazos a Alfeo, su pequeño amiguito de la tienda contigua.
Y dice a su esposo:
– Anoche soñé que el año que viene, vendré a la Ciudad Santa por dos motivos especiales, en vez de por uno… Uno será la ofrenda al Templo del ser que engendraré… ¡Oh, Joaquín!
Joaquín contesta:
– Ten paciencia Anna. ¿No oíste algo más?… ¿No te ha dicho el Señor algo en el corazón?
– Nadamás… Fue tan solo un sueño.
– Mañana es el ultimo dia de oracion. Se han presentado ya todas las ofrendas. Pero de nuevo las renovaremos y como mejor podamos… Nos ganaremos a Dios con nuestro amor y fidelidad. Yo siempre pienso que te pasarà como a la mujer de Elcana…
– Dios te oiga… Si hubiere alguien que me dijese: “Vete en paz. El Dios de Israel te ha concedido la gracia que le has pedido.”
– Si. La gracia viene… Te lo dirà el ser que lata en tu seno, cuando lo sientas vivir. Y serà la voz de un inocente y por lo tanto, la Voz de Dios.
Los justos siempre son sabios, porque son amigos de Dios; viven en su compañía y por lo tanto El los instruye. El que es la Sabiduria infinita. Mis abuelos eran justos y por eso poseían la sabiduría. Anna la hija de Aaron fue la mujer fuerte de la que habla nuestro abuelo en el libro de los Proverbios. Y Joaquin de la estirpe del rey David, no habia buscado ni la belleza, ni las riquezas, sino la virtud… Y Anna estaba llena de virtudes. Era la esposa santa cuyas caricias conservaban el fresco encanto de la primera noche nupcial y envolvían dulcemente su amor. Por esto en su mutua aflicción trataban siempre de consolarse.
El Espiritu Santo iluminò estos ‘sueños’ con una promesa de gloria que ni siquiera imaginaban…
La primavera siguiente, los ramos de flores que han sido podados de los arboles del huerto; adornan la casa de una manera muy singular.
Anna esta en el telar, tejiendo primores y cantando mientras lleva el compás con su pie… Canta y sonríe. Con un ritmo alegre y contagioso:
“Gloria al Señor Omnipotente que ha amado a los hijos de David. ¡Gloria al Señor! Su gran bondad desde el cielo me ha visto, la vieja planta ha dado un ramo nuevo ¡Y soy feliz! La esperanza en la Fiesta de las Luces arrojò su semilla y la fragancia de Nisan la ve ahora germinar. Mi cuerpo cual almendro en primavera, se siente tambien florecer. El siente por las noches que lleva consigo el fruto. En aquella rama hay una rosa. Hay una manzana dulcísima. Hay una estrella brillante. Un pequeñin inocente. Esta la alegria de la casa, del esposo y de la esposa. Sea alabado mi Dios, mi Señor que tuvo piedad de mi. Su Luz me lo dijo: ‘Una estrella de ti vendrá.’ ¡Gloria! ¡Gloria! ¡El fruto de esta planta, tuyo serà! El Primero y el Ultimo que es santo y puro; cual don recibido del Señor; tuyo sera y por su medio sobre la tierra, vengan la alegria y la paz. Vuela lanzadera. El hilo es para la tela del ser que nacerà. ¡Nace!… A Dios llegue gozoso el canto de mi corazòn.
Es un cántico inspirado por el Espiritu Santo, que ha preparado la llegada al mundo de su Esposa Santisima… La verdadera Arca Viviente de la Nueva Alianza…
Y cuando Anna va a repetir por cuarta vez su cantico, entra Joaquin y dice:
– ¡Estas contenta Anna! Pareces un pajarillo que se alegra en la primavera. ¡Que clase de canto es ese? Nunca lo habia oído. ¿De donde lo sacaste?
Anna se pone de pie y se dirige hacia su esposo rebosante de alegría. Se ha rejuvenecido y luce mucho más bella.
Ella le contesta amorosísima:
– De mi corazón, Joaquín.
Joaquín la mira con admiración y adoración mientras le dice:
– No sabía que fueras poeta.
No parece que sean dos esposos ya muy entrados en la tercera edad. Pues tanto en sus actitudes como en su jovialidad, parecen muy jóvenes.
Joaquín continúa:
– Desde el huerto te oí cantar y vine a ver. Desde hacía años no escuchaba tu voz de tórtola enamorada. ¿Quieres repetirme ese cántico?
– Te lo cantaría aunque no me lo pidieses. Los hijos de Israel siempre han puesto en el canto los ímpetus más sinceros de sus esperanzas, de sus alegrías, de sus dolores. Al canto he encomendado que me diga y que te comunique una gran alegría. Porque nos comunica a los dos algo tan grande, que todavía me parece que es un sueño…
Y empieza nuevamente a cantar…
Y al llegar a las palabras: “Hay una rosa en aquella rama, hay una manzana dulcísima, hay una estrella…” Su hermosa voz de contralto se hace trémula y luego se quiebra.
Con un sollozo de alegría mira a Joaquín y levantando los brazos dice:
– ¡Soy madre, querido mío!
Joaquín está pasmado y automáticamente abre los brazos y luego los cierra sobre la esposa llena de alegría, que se ha estrechado contra su corazón. En un abrazo casto y lleno de ardiente ternura…
Y un dulce reproche se oye entre los cabellos plateados de Anna:
– ¿Y por qué no me lo habías dicho?
Brota la dulce confesión:
– Porque quería estar segura… Pues ya estoy vieja… ¡Soy una anciana y saber qué soy madre!… No podía creer que fuese cierto. Y no quería causarte una desilusión más amarga que todas las demás. Desde fines de Diciembre, siento que algo se mueve en lo más profundo de mis entrañas y que producen como digo, una nueva rama. Y ahora en esa rama hay un fruto… ¿Comprendes?… Esta tela que estoy tejiendo, es para el nuevo ser que vendrá…
– ¿No es el hilo que compraste en Jerusalén, en Octubre?
– ¡Sí! Lo torcí mientras esperaba… Porque el último día mientras oraba en el Templo, lo más cerca que se permite a una mujer acercarse a la Casa de Dios y ya era tarde. En la sombra que bajaba hasta el Lugar Sagrado, mientras yo imploraba al Señor por su favor; ví que de una de las estrellas preciosas que están a los pies de los querubines, se desprendía una chispa de luz hermosísima, que atravesó el Velo sagrado… Al mismo tiempo que parecía como si de la otra parte del velo sagrado, de la Gloria misma del Santo de los santos, saliese una llama de fuego dirigida hasta mí. Y mientras cortaba el aire, cantó con Voz Celestial: “Hágase lo que has pedido…” Y por esto canto: ‘Una estrella de ti vendrá’…
– ¿Qué hijo será el nuestro; que se muestra como una estrella en el Templo y qué dice: “Yo estoy” en la Fiesta de las Luces?
Joaquín está boquiabierto y no sabe qué contestar.
Anna continúa:
– ¿Acaso tuviste razón al compararme con Anna de Elcana? ¡Y cómo llamaremos a nuestro hijo, qué dulce como el canto del arroyo, oigo que me habla en el seno; con su pequeño corazón que palpita como el de una tortolita?
Joaquín recupera la voz:
– Si es varón lo llamaremos Samuel. Si es mujer, será Estrella. La palabra que ha formado tu canto, para darme esta alegría de que soy padre. Y también la forma que tomó para manifestarse, en medio de la sagrada sombra del Templo…
Anna murmura con una gran alegría:
– ¡Estrella! Nuestra Estrella porque siento que será una niña. Me parece que caricias tan dulces, no pueden venir sino de una hija amadísima. Porque yo no soy la que la llevo. No me causa ninguna molestia. Es Ella la que me lleva por una senda verde y florida… Es como si los santos ángeles me sostuviesen y la tierra estuviese lejos de mí. Es un éxtasis continuo. Las mujeres siempre me han dicho que el perder la virginidad, concebir y el llevar un ser, es doloroso. Pero yo no siento ningún dolor. Me siento fuerte, joven, lozana. Mucho más que cuando te entregué mi virginidad hace tantos años.
Hija de Dios más que de nosotros, porque nace de un tronco seco. A su madre no causa ninguna molestia; solamente me trae paz y bendición; los frutos de Dios, su verdadero Padre…
– Entonces la llamaremos María. Estrella de nuestro mar, perla, dicha. El nombre de la primera mujer grande de Israel. Pero ésta jamás será infiel al Señor y sólo para Él cantará, porque a Él se le consagra: una hostia desde antes de nacer.
– Sí. A Él se le consagra. Sea varón o mujer. Después de que haya estado con nosotros tres años, lo entregaremos al Señor. Y también nosotros junto con Ella seremos hostias; para la Gloria de Dios.
Jesús añade:
– La Sabiduría, después de haberlos iluminado con sueños, descendió… ‘Emanación de la Virtud de Dios. Emanación de la Gloria del Omnipotente’ y se convirtió en Palabra para la estéril. Yo veía que se acercaba el tiempo para redimir. Yo nieto de Anna, casi cincuenta años después; mediante la palabra obraría milagros en las estériles, en las enfermas, en las poseídas, en las abandonadas… En todas las miserias de la tierra.
Pero entretanto la alegría de tener una Madre, murmuró palabras arcanas en la sombra del Templo que encerraba las esperanzas de Israel. Del Templo cuya vida tenía las horas contadas… Porque el Nuevo y Verdadero Templo, que no encerraba más las esperanzas de un Pueblo; sino la certeza de un Paraíso, para los pueblos de Toda la Tierra; por los siglos de los siglos, hasta el Fin del Mundo, estaba por venir a la tierra.
Esta Palabra realiza el Milagro de hacer fecundo lo que no era; de darme una Madre que no solo fue lo óptimo, porque nació de dos santos. Qué no tuvo solo un alma buena, como muchos en la tierra todavía la tienen. Ni siquiera por haber hecho crecer esta bondad con el poder de su voluntad, ni porque al tener un cuerpo sin mancha; fue la única entre todas las creaturas, que tuvo un espíritu inmaculado.
Cuando Dios proyectó la belleza de esta alma, que sería su Sagrario Viviente y delicia de la Santísima Trinidad. Pensad en cuál sería la belleza con la que adornó a la creó para ser el alma de la Madre de Dios…
Todo el Cielo se alegró cuando el pétalo de rosa empírea, bajó a animar un cuerpo muy diferente de los demás… Con un Fuego tan poderoso, que la Culpa no pudo contaminarla cuando se encerró en un seno santo. La tierra tenía ya su flor, pero no lo sabía. La flor maravillosa que compendiaba todas las flores. La única y verdadera Flor en la que están todas las virtudes. La Rosa de Dios estaba desconocida…
La más bella de todas las flores, había empezado a florecer para Dios en el secreto del vientre materno; porque mi Madre amó desde que fue concebida. Pero sólo cuando la vida; para ser vino y el olor del mosto azucarado y fuerte, llena las eras y el olfato; perfuma todo en su entorno.
Ella sonrió primero a Dios y luego al mundo, diciendo con una sonrisa plena de inocencia: ‘Ved que la vid que dará el racimo que será exprimido en la prensa para ser medicina Eterna a vuestros males, ya está entre vosotros…
Una calurosa tarde de verano, aunque el huerto está lleno de sombra; el aire quema, ahoga. Las cosechas de trigo ya han sido levantadas y la tierra está reseca por la falta de lluvia.
Joaquín está junto a una hilera de árboles y de olivos cargados de frutos, trabajando con un vigor juvenil junto con otros dos hombres, abriendo pequeñas zanjas en los bordes del campo, para llevar agua la tierra sedienta y a los grandes sarmientos cargadísimos, donde las abejas rezumban alrededor de las doradas uvas.
Lentamente, Anna llega hasta la sombra del emparrado… Está en la última etapa de su embarazo.
Joaquín la ve y se apresura a ir a su encuentro:
– ¡Has venido hasta aquí!
Anna contesta casi sin aliento:
– La casa está que arde como un horno.
– Y te hace mal.
– El único sufrimiento de estas horas antes de que dé a luz, es el sufrimiento de todos: de hombres y de bestias. No te expongas mucho al sol, Joaquín.
– Desde hace tres días debió haber llovido y los campos se queman. Tenemos suerte de que el manantial esté cercano y hemos abierto zanjas para traer el precioso líquido.
– Regresemos a casa. Tampoco aquí hay aire fresco y creo que estaremos mejor adentro…
– ¿Sufres?
– No. Siento esa gran paz que experimenté en el Templo, cuando se me concedió lo que pedía y que experimenté una vez más, cuando supe que iba a ser madre. Es como un éxtasis. Un suave adormecimiento del cuerpo, mientras mi alma se alegra. Y no sé por qué, pero desde que tengo esta pacífica alegría, tengo el cántico de Tobías en mi corazón.
No te rías de mí, pero cuando pienso que Dios reedificará en Jerusalén su Tabernáculo y será en lo que está por nacer… No en su Ciudad santa; sino en lo que va a nacer de mí. Fue una profecía: “Resplandecerás con una Luz brillante. Todos los pueblos de la tierra se postrarán ante ti. Las naciones vendrán trayéndote dones. Adorarán en ti al Señor y tendrán como santa tu tierra; porque dentro de ti invocarán el Gran Nombre.
Serás feliz en tus hijos, porque todos serán benditos y se reunirán junto al Señor, ¡Bienaventurados todos los que te amen y gocen de tu paz!… Y la primera en gozar de Ella soy yo, su madre dichosa…
Anna cambia de color. Se pone colorada como una granada y luego palidece al decir estas palabras. Lágrimas suaves y dulces, corren por sus mejillas al decir estas palabras. Luego sonríe llena de alegría y es conducida por un esposo pensativo y silencioso, hasta el umbral de la casa. Se apresuran a entrar porque un viento fuerte, empuja las nubes a través del firmamento y la llanura se oscurece por un temporal que se acerca… Un relámpago ha surcado el cielo y el rumor del primer trueno acompaña las primeras gotas que caen sobre la tierra reseca.
Anna se retira a su habitación y Joaquín recibe a los trabajadores que regresan corriendo.
De repente se ha desatado una violentísima tempestad, con rayos y nubes preñadas de granizo. Los trabajadores temen por las uvas y las aceitunas. Y Joaquín por su esposa, que está a punto de dar a luz… Aunque sus parientas la asisten, él no sabe qué hacer. Llega el aguacero torrencial, con mucho viento y rayos; pero el granizo se descarga en otras partes. Es verdaderamente una tromba, la que el cielo descarga.
Uno de los trabajadores observa:
– Parece como si Satanás esté tan furioso, que haya salido del Infierno.
Y los demás comentan:
– ¡Mira que negras nubes! Miren cómo huele a azufre y cómo se oyen como silbidos que parecen gritos de lamento; gritos que maldicen…
– Si es él; verdaderamente esta noche estará muerto de rabia.
Otro trabajador se ríe y dice:
– Se le habrá escapado una gran presa o tal vez Miguel le ha arrojado nuevos rayos, que le han quebrado los cuernos y le han cortado la cola.
– O tal vez un nuevo Fuego lo está haciendo arder de rabia.
Una mujer pasa corriendo con una jofaina y toallas calientes desde la cocina. Y grita:
– ¡Joaquín! ¡Está por nacer! ¡Todo va bien! -y desaparece rumbo a la habitación de Anna.
El temporal cesa igual de rápido que cómo empezó; después de un relámpago tan fuerte, que arroja contra la pared a los tres hombres… Y delante de la casa, en el huerto; queda como recuerdo un hueco negro que despide humo.
Mientras tanto un grito que parece el lamento de una tórtola, se escucha desde la puerta del cuarto de Anna.
En el huerto, un hermoso arcoíris se levanta glorioso y muy ancho, desde la cresta del Hermón, por toda la llanura hasta el horizonte, donde una cordillera impide la vista más allá…
Todos están admirados…
Porque aun cuando el sol todavía no se pone, una estrella brilla como si fuera un gigantesco diamante; junto a una luna llena que apenas se levanta por el lado contrario. ¡Es un espectáculo increíble!
En ese preciso momento, las mujeres llegan felicísimas a donde está Joaquín, para mostrarle un hermoso bebé color de rosa, envuelto en blancos lienzos.
¡Es María, la Mamá! ¡La Reina de Belén! Una María pequeñita y con unas facciones tan delicadas, cinceladas por el más portentoso de los artistas: ¡Dios!
Es la Virgen santa e Inmaculada, a la que ningún hombre verá jamás desnuda. Ha heredado de su padre, los ojos azules, los cabellos rubios, la sonrisa, la mirada, los ademanes, el donaire y la estatura.
María no tendrá el aire grandioso de Anna; una palma alta y flexible, que heredará a su nieto: Jesús. Así cómo también el tinte marfileño de su piel.
También las mujeres hablan de la tempestad y del prodigio de la luna, de la estrella y del inmenso arcoíris.
Y entran con Joaquín a donde está la madre sonriente y felicísima, para devolverle a su criaturita.
Como los comentarios llegaron hasta la parturienta, Anna sonríe ante sus propios pensamientos y dice:
– Es la estrella. Su señal está en el cielo… ¡María. Arco de Paz! ¡María, Estrella mía! ¡María, Luna brillante! ¡María, Perla nuestra!
Una de sus parientas pregunta:
– ¡¿La llamas María?!
Anna contesta dichosa:
– ¡Sí! ¡María! Estrella, Perla, Luz, Paz…
– Pero también significa “Amargura”… ¿No tienes miedo de pronosticarle desventuras?
– Dios está con Ella. Es suya desde antes de que existiese. Él la conducirá por sus caminos y toda amargura se cambiará en miel del Paraíso. –Estrecha a la bebita contra su corazón y le dice- ¡Ahora eres de tu mamá!… Por un poco de tiempo… ¡Antes de que seas toda de Dios!…
Y Anna se duerme junto con la recién nacida…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA