55.- LA REINA DE BELEN17 min read

Jesús y los suyos continúan conversando en la Gruta de la Natividad.

María de Alfeo, dice:

–                     Pero… ¡Partir así cuando se acercaba el momento! ¡Qué imprudencia! ¿Por qué no esperaron?… el decreto concedía un plazo largo de tiempo para casos excepcionales, como el nacimiento o la enfermedad… Alfeo me lo dijo.

Maria contesta:

–                     ¿Esperar? ¡Oh! ¡No! Aquella tarde, cuando José llevó la noticia, Tú y yo Hijo, saltamos de alegría. Era la llamada… Porque aquí, solo aquí debías nacer, como predijeron los profetas. Y aquel decreto imprevisto, fue como un cielo piadoso que borraba de José, aún el recuerdo de su sospecha.

Era lo que esperaba para Ti, para él, para el mundo judío y para el mundo futuro, hasta la consumación de los siglos. Estaba profetizado y así sucedió.  ¡Esperar! ¿Puede la novia poner obstáculos a su sueño de bodas? ¿Por qué esperar?

–                     Por todo lo que podía suceder… -vuelve a decir María de Alfeo.

–                     No tenía ningún miedo. Me apoyaba en Dios.

–                     Pero, ¿Sabías que todo sucedería así?

–                     Nadie me lo había dicho. Y de hecho no pensaba en ello. Tanto que para dar ánimos a José, permití que él y vosotros dudaseis de que el tiempo de su nacimiento no estaba cercano. Pero yo sabía que para la Fiesta de las Luces, nacería la Luz del Mundo.

Tadeo pregunta con tono de reproche:

–                     Más bien tú mamá, ¿Por qué no acompañaste a María y por qué no pensó en ello, mi padre? Deberíais haber venido vosotros hasta aquí. ¿No vinisteis todos?

–                     Tu padre había decidido venir después de las Encenias y lo dijo a su hermano. Pero José no quiso esperar.

–                     Pero tú al menos… -objeta Tadeo.

María dice:

–                      No le reproches, Judas. De común acuerdo encontramos que era justo poner un velo sobre el Misterio de este Nacimiento.

–                     ¿Sabía José qué sucedería con esas señales? Si tú no lo sabías, ¿Cómo podía saberlas él?

–                     No sabíamos nada. Excepto que Él debía nacer.

–                     ¿Entonces?

–                     Entonces la sabiduría divina nos guió, como era justo. El Nacimiento de Jesús. Su Presencia en el mundo, debía presentarse sin nada que fuese extraordinario; que pudiese incitar a Satanás.

Vosotros veis que el rencor que existe todavía en Belén contra el Mesías, es una consecuencia de su primera Epifanía. La envidia diabólica se aprovechó de la revelación para derramar sangre y odio. ¿Estás contento Simón de Jonás, que ni hablas y como qué ni respiras?

Pedro contesta:

–                     Muy contento. Tanto, que me parece estar fuera del mundo, en un lugar todavía más santo que si estuviese más allá que el velo del Templo, tanto… que ahora que te he visto en este lugar… Antes te trataba con respeto como a una mujer.

Ahora… ahora no me atreveré a decirte María. Para mí, antes eras la Mamá de mi Maestro. Ahora te he visto sobre la cima de esas ondas celestiales. Te he visto cual Reina y yo miserable, soy tu esclavo…

Y Pedro se arroja en tierra y besa los pies de María.

Jesús le dice:

–                     Levántate, Simón. Ven aquí, cerca de Mí.

Pedro va a la izquierda de Jesús, porque maría está a la derecha.

Jesús pregunta:

–                     ¿Quiénes somos ahora nosotros?

Pedro contesta:

–                     ¿Nosotros? Somos Jesús, María y Simón.

–                     Muy bien. Pero, ¿Cuantos somos?

–                     Tres, Maestro.

–                     Entonces, una trinidad. Un día en el Cielo, en la Divina Trinidad, afloró un pensamiento: ‘Ahora es tiempo de que el Verbo vaya a la Tierra’ Y en un palpitar amoroso el Verbo vino a la Tierra a trabajar. En el Cielo, el Padre y el Espíritu Santo ayudan a la Palabra que obra en la Tierra.

Llegará un día en que del Cielo se oirá una orden: “Es tiempo de que regreses porque todo está cumplido”  Y entonces el Verbo regresará a los Cielos. Así… (Jesús da un paso atrás, dejando a María y a Pedro donde estaban) Y de lo alto del Cielo contemplará las obras de los dos que han quedado en la Tierra, los cuales se unirán para cumplir el deseo del Verbo: “La Redención del Mundo, a través de la perpetua enseñanza de su Iglesia”

Y el Padre y el Espíritu Santo, entretejerán una cadena para escuchar a los dos que quedan en la tierra: a mi Madre el Amor y a ti el Poder. Debes tratar a María como a Reina; pero no como esclavo. ¿No te parece?

–                     Me parece todo lo que quieras. ¡Estoy anonadado! ¿Yo el Poder? ¡Oh! ¡Si debo ser el Poder, no me queda más remedio que apoyarme sobre Ella! ¡Oh, Madre de mi Señor! no me abandones jamás, jamás, jamás…

–                     No tengas miedo. Te tendré siempre de la mano, como hacía con mi Niño, hasta que fue capaz de caminar por sí solo.

–                     ¿Y luego?

–                     Luego te sostendré con mis plegarias. ¡Ea! Simón. No dudes jamás del poder de Dios. No dudé yo, ni tampoco José. Tampoco tú debes hacerlo. Dios ayuda hora tras hora, si permanecemos humildes y fieles…

venid ahora acá afuera, cerca del río. Comeremos antes de irnos.

Todos siguen a María y los apóstoles comentan.

Simón Zelote dice:

–                     ¡Cómo se percibe que desciende de David! ¡Qué sabiduría! ¡Qué poesía!

Interviene Judas de Keriot, que todavía bajo los sentimientos de días anteriores, habla poco, pero tratando de volver a ser el mismo de antes.

Dice:

–                     Pues bien. yo querría comprender porque tuvo que suceder la Encarnación. Sólo Dios puede hablar de modo que derrote a Satanás. Solo Dios puede tener el Poder de Redención, esto no lo dudo. Pero me parece que el Verbo no debía de haberse envilecido tanto; haciéndose como los demás hombres y sujetándose a las miserias de la infancia y las demás de la vida. ¿No habría podido aparecer con forma humana, ya adulto, en forma adulta? O si quería tener una madre, ¿Podía haberse buscado una adoptiva, así como lo hizo con su padre? Me parece que una vez se lo pregunté pero no me respondió muy ampliamente. O no lo recuerdo…

Tomás le dice:

–                     Pues de eso estamos hablando. Pregúntaselo.

–                     Yo no. Lo hice enojar un poco y no me siento perdonado. Pregúntaselo por mí.

Santiago de Zebedeo replica:

–                     ¡Oye!… Pero, perdona. Nosotros aceptamos todo, sin tener elucubraciones y ¿Debemos hacer la pregunta? ¡No es justo!

Jesús pregunta:

–                     ¿Qué no es justo?

Silencio.

Jesús mira a Judas y dice:

–                     No te guardo rencor. Esto ante todo. Hago las observaciones necesarias. Sufro y perdono. Esto, para quién tiene miedo, fruto todavía de su turbación. En cuanto a la Encarnación real que llevé a cabo, escuchad: es justo que así haya sido. En el futuro, muchos caerán en errores sobre mi Encarnación y me darán exactamente las formas erróneas que Judas querría que hubiese tomado. Hombre aparentemente con cuerpo, pero en realidad fluido, como un juego de luces; por lo cual sería y no sería carne real. Y sería y no sería verdadera, la maternidad de María.

En verdad Yo tengo un cuerpo real y María en verdad es la Madre del Verbo Encarnado. Si la hora del Nacimiento fue solo un éxtasis, la razón es porque Ella es la nueva Eva, sin peso de culpa y sin herencia de castigo.

¿Pero me envilecí al descansar en Ella? ¿Acaso el maná encerrado en el Tabernáculo se envileció? No. Antes bien, se honró con estar ahí. Otros dirán que no teniendo Yo cuerpo real, no padecí y no morí durante mi permanencia en la tierra.

No pudiendo negar que Yo existí, se negará mi Encarnación real o mi Divinidad verdadera.

En verdad os digo que Yo Soy Uno con el Padre, IN ETERNO. Y estoy unido a Dios como Hombre, porque en verdad ha acontecido que el Amor ha llegado a lo inimaginable en su Perfección, revistiéndose de carne para salvar la carne.

A todos estos errores responde mi vida entera que da sangre, desde mi nacimiento, hasta mi muerte. Y que se ha sujetado a lo que es común con el hombre, excepto el pecado.

Nacido sí, de Ella. Y para vuestro bien. Vosotros no sabéis como se ablanda la Justicia desde que tiene a la Mujer como colaboradora. ¿Estás contento ahora, Judas?

–                     Sí, Maestro.

–                     Haz lo mismo conmigo.

Judas inclina la cabeza avergonzado y emocionado ante una bondad tan grande.

Se quedan bajo el manzano por un tiempo más. Quien ronca. Quién duerme. María se levanta.  Vuelve a la cueva. Jesús la sigue…

Más tarde y después de haber reemprendido el camino, Jesús dice a los doce:

–                     Seguramente que los encontraremos si caminamos por un tiempo, por la vía nueva que va a Hebrón. Os lo pido. Id de dos en dos. En busca de ellos por los senderos de la montañas, de aquí a las Piscinas de Salomón. Os seguiremos. Es la zona en que apacientan.

Los apóstoles se apresuran a irse cada uno con su compañero preferido; pero la pareja inseparable Andrés y Juan; no se unen, porque ambos dicen a Judas:

–                     Voy contigo.

Judas dice:

–                     Sí. Ven Andrés. Es mejor así. Juan… tú y yo somos dos que conocemos a los pastores. Es mejor que vayas con otro.

Pedro dice:

–                     Entonces ven conmigo muchacho.

El niño se queda con Jesús y las Marías. El camino es fresco y hermoso, entre montes cubiertos de verdor. Se encuentran rebaños que van a los pastizales bajo la luz suave de la aurora.

A cada sonido de campanitas, Jesús deja de hablar y mira. Luego pregunta a los pastores, si Elías el pastor Betlemita, está por esos lugares. Pero nadie lo sabe. Responden deteniendo sus rebaños o dejando de tocar sus flautas rústicas.

Un pastor le regala a Marziam la flauta de su nieto y el niño se va contento con su instrumento, aunque no lo sabe usar.

María exclama:

–                     ¡Me gustaría tanto encontrarlos!

Jesús contesta:

–                     Ciertamente los encontraremos. En esta estación se encuentran siempre en Hebrón.

El niño se interesa por los pastores que adoraron a Jesús de Niño y hace muchas preguntas a María, que le da razón de todo, con paciencia y bondad.

–                     Pero, ¿Por qué los castigaron? ¡Sólo hicieron el bien! –concluye Marziam después de haber escuchado las desventuras de los pastores.

María dice:

–                     Porque muchas veces el hombre comete errores y acusa a los inocentes del mal que hizo otro. Pero como han sabido ser buenos y perdonar, Jesús los ama mucho. Es necesario saber siempre perdonar.

–                     Pero todos esos niños que fueron asesinados, ¿Cómo hicieron para perdonar a Herodes?

–                     Son pequeños mártires, Marziam. Y los mártires son santos. Ellos no solo perdonan a su verdugo, sino que lo aman, porque les abre el Cielo.

–                     ¿Están en el Cielo?

–                     No. Por ahora no. Están en el Limbo, para ser la alegría de los patriarcas y de los justos.

–                     ¿Por qué?

–                     Porque han dicho al llegar con su alma bañada en su sangre: “Mirad. Somos los heraldos del Mesías, Salvador. Alegraos vosotros que estáis esperando, porque Él ya está sobre la Tierra.” Y todos los aman porque han llevado esta Buena Nueva.

–                     Mi padre me dijo que la Buena Nueva, es la Palabra de Jesús. Entonces cuando mi padre vaya al Limbo, después de haberla predicado sobre la Tierra y cuando yo también esté allá, ¿Nos amarán?

–                     Tú no irás al Limbo, pequeñín.

–                     ¿Por qué?

–                     Porque Jesús ya habrá regresado a los Cielos y los habrá abierto. Y todos los buenos, a la hora de la muerte, irán al punto al Cielo.

–                     Te prometo que seré bueno. ¿Y Simón de Jonás? ¿También él? Porque no quiero ser huérfano por segunda vez.

–                     También él. Puedes estar seguro. Pero en el Cielo no hay huérfanos. Tendremos a Dios y Dios es todo. Ni siquiera aquí lo somos, porque el Padre está con nosotros.

–                     Pero Jesús en aquella Oración que tú me enseñaste: ‘Padre Nuestro que estás en el Cielo…’ Nosotros todavía no estamos en el Cielo. ¿Cómo pues, estamos con Él?

–                     Porque Dios está en todas partes hijo mío.

–                     ¿Aun cuando sea malo como Doras?

–                     Aunque lo sea.

–                     Pero Dios que es Bueno, ¿Puede amar a Doras que es muy malo y que hace llorar a mi viejo padre?

–                     Lo mira con desdén y dolor. Pero si se arrepintiese le diría lo que le dijo el padre de la parábola a su hijo arrepentido. Deberías rogar para que se arrepienta y…

El niño niega con ardor:

–                     ¡Oh, no! Madre. ¡Rogaré para que se muera!

Aunque esta salida de Marziam sea tan poco… angelical. Su pasión es tal y tan sincera, que los demás no pueden evitar reír.

María vuelve a tomar su dulce seriedad de Maestra:

–                     No, querido. Eso no debes hacer con un pecador. Dios no te escucharía y te miraría con enojo. Debemos augurar al prójimo aunque sea malo, el mayor bien. La vida es un bien porque concede al hombre conquistar méritos ante los ojos de Dios.

–                     Pero si uno es malo, conquista pecados.

–                     Si ruegas puede hacerse bueno.

El niño piensa, pero no puede digerir esta lección sublime y concluye:

–                     Doras no se hará bueno aunque yo ruegue. Es muy, muy malo. Ni siquiera aunque oren conmigo todos los niños mártires de Belén. ¿No sabes que un día golpeó a mi viejo padre con una varilla de hierro porque lo encontró sentado a la hora del trabajo? No podía levantarse porque se sentía mal… Y él lo golpeó dejándolo como muerto.

Luego le dio un puntapié en la cara. Y lo vi porque estaba escondido detrás de un matorral. Había ido hasta allá porque nadie me había dado pan desde dos días antes y tenía hambre.

Escapé para que no me descubrieran, porque lloraba al ver a mi padre así. Con sangre en la barba, caído por tierra, como muerto. Me fui llorando a pedir un pan, pero ese pan lo tengo siempre atorado aquí… -se señala la garganta- Tiene el sabor de la sangre y de las lágrimas de mi padre y mías. Y las de todos los que son torturados y que no pueden amar a quién los tortura.

Yo quisiera golpear a Doras, para que sienta que cosa es ser golpeado. Lo quisiera dejar sin pan, para que sepa lo que es el hambre. Lo quisiera hacer trabajar al sol en el lodo, con la amenaza del capataz y sin comer; para que sepa qué cosa es la que da a los pobres…

No puedo amarlo, porque él está matando a mi santo padre.  Y si yo no os hubiera encontrado, ¿Qué hubiese sido de mí?…

El niño, presa de un ataque de dolor grita, llora y tiembla. Golpea el aire con los pequeños puños cerrados, no pudiendo alcanzar a su verdugo.

Las mujeres están asombradas y conmovidas y tratan de calmarlo. Pero él se encuentra en una crisis de dolor y no escucha a nadie.

Grita:

–                     ¡No puedo! ¡No puedo amarlo y perdonarlo! ¡Lo odio! ¡Lo odio por todos!… ¡Lo odio!… ¡Lo odio!…

Verlo causa aflicción y miedo. Es la reacción de la criatura que ha sufrido mucho. Jesús dice:

–                     Este es el más grande crimen de Doras: hacer que un inocente llegue a odiar…

Toma al niño en sus brazos y le dice:

–                     Escúchame, Marziam, ¿Quieres ir un día con mamá, papá, tus hermanitos y el viejo padre?

–                     Siii…

–                     Entonces no debes odiar a nadie. Al Cielo no entra quién odia. ¿No puedes rogar por ahora por Doras? Está bien. no ruegues, pero no odies. ¿Sabes qué debes hacer? Ya no vuelvas a pensar en el pasado…

–                     Pero mi padre que sufre no es pasado.

–                     Es verdad. Pero mira, Marziam, trata de rogar así: “Padre Nuestro que estás en los Cielos, te entrego todo lo que siento. Piensa en lo que yo deseo…” Verás que el Padre te escuchará de la mejor de las maneras.

Aunque matases a Doras, ¿Qué conseguirías? Perder el amor de Dios, el Cielo, el reunirte con tu familia. Y no lograrías consolar a tu viejo padre que amas. Eres muy pequeño para poderlo hacer. Dios lo puede. Díselo a Él. ¡Él lo hará! y… ¿Cómo?  ¿Ya no quieres predicar la Buena Nueva? ¡Ella habla de Amor y de Perdón! ¿Cómo puedes decir a otro: “No odies? Perdona.” ¿Si tú no sabes amar, ni perdonar?  Deja al Buen Dios que obre y verás que bien dispone todo. ¿Lo harás?

–                     Sí. Porque te quiero mucho.

Jesús besa al niño y lo pone en el suelo. El episodio ha terminado… junto con el camino. La superficie de los tres grandes depósitos de agua excavados en la roca del monte; una obra verdaderamente grandiosa; resplandecen, lo mismo que el agua que desciende de uno a otro y luego forma un pequeño lago. Debido a la humedad del terreno todo es de una fertilidad admirable.

Tomás exclama:

–                     ¡Qué hermoso lugar! ¡Parece un jardín!

Judas se deja llevar por su innata arrogancia que prevalece en todo, aunque sean flores y hierbas y exclama:

–                     La tierra de Judea tiene estas maravillas…

Jesús contesta:

–                     En esta zona se encontraban los jardines de Salomón, célebres en el mundo; tanto como sus palacios. Tal vez aquí escribió su Cantar de los Cantares… Vamos hasta aquel rosal grande que ha formado una galería entre los árboles. Allí nos detendremos.

Marziam juega con la flauta que le regaló el pastor.

Jesús, rodeado de los suyos lo ve y dice:

–                     Cuanto dolor hay en la tierra y solo Dios puede aliviarlo. Satanás trabaja para aumentar el dolor y crear ruina. ¡Oh! Si el hombre buscase a Dios en su sufrimiento, encontraría el alivio en su dolor, su cansancio, su soledad; pues Dios le daría su paz.

Con el amor es posible olvidar el odio del mundo. El amor de Dios, elevado sobre todos y consolador como ninguno, pues es el compañero perfecto y el amor alivia el dolor y devuelve la alegría…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONOCELA

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