Han emprendido el regreso de la gira por tierras fenicias. Y la comitiva se interna en el bosque para atravesarlo y bajar al valle donde está el camino que los llevará a Judea. Se encuentran con peregrinos que van a Jerusalén, para la Fiesta de Pentecostés.
También con la caravana de una novia…
En un prado donde se detienen para comer, cerca del grupo apostólico; dos hombres conversan acerca de la riqueza que rodea al que será un fastuoso matrimonio, digno de la hija de un rey.
Cuando termina la comida…
Bartolomé refunfuña:
– A mí no me gustó ese hombre que hizo hablar a aquel tonto de allá. Tan pronto como supo lo que quería, se fue por el monte. Estos lugares son malos y es la ocasión oportuna para que los bandidos den un golpe… Noche de luna, calor que adormece; árboles llenos de verdor. ¡Umm! ¡No me gusta este lugar! ¡Sería mejor proseguir!
Pedro pregunta:
– ¡Y ése imbécil que ha hablado de tantas riquezas!… ¡Y el otro que la hace de héroe y de custodio!… Bueno, yo vigilaré las hogueras. ¿Quién viene conmigo?
Zelote responde:
– Yo, Simón. ¡Aguanto bien el sueño!
Pasan las horas y quién no ronca, cabecea. Jesús está en Oración.
El silencio es profundo. El perro que cuida los rebaños de unos pastores, gruñe. Otro se pone alerta y también gruñe. Un ruido imperceptible viene del bosque…
Simón dice a Pedro:
– Vamos por el Maestro.
El pastor despierta a sus compañeros y el perro está cada vez, más inquieto.
Todos se despiertan y se reúnen…
Jesús dice:
– Llamad a los que están durmiendo, a todos. Decidles que vengan aquí sin hacer ruido. Sobre todo a las mujeres y a los esclavos con los cofres. Decidles que tal vez se trata de bandidos; pero no lo digáis a las mujeres. A los hombres, nada más.
Los apóstoles se desparraman, obedeciendo al Maestro.
Jesús dice a los pastores:
– Echad mucha leña al fuego, para que se levante una buena llama. No tengáis miedo. No se os quitará ni siquiera un pelo de lana…
Llegan los mercaderes, echando improperios contra los gobernantes romanos y judíos; porque no limpian el mundo de ladrones. Llegan las mujeres, llorando aterrorizadas. Jesús los conforta a todos y trata de tranquilizarlos.
Pone a las mujeres en el centro, reducido de hombres y bestias espantadas.
Los asnos rebuznan. Los perros aúllan. Las ovejas balan. Los hombres maldicen y están más aterrorizados que las mujeres.
Jesús está tranquilo, como si nada pasara. El ruido del bosque no se puede escuchar en medio de este alboroto.
Que los bandidos están en el bosque; lo denuncian las ramas que se quiebran o las piedras que ruedan…
Jesús ordena:
– ¡Silencio!
Y lo dice en tal forma, que todos callan.
Jesús se va en dirección al bosque, donde termina el prado.
Y empieza a hablar:
“La maldita hambre del oro, empuja al hombre a los sentimientos más abyectos…
Un largo discurso y un llamado al arrepentimiento a ‘los hombres sin conciencia cuyas manos chorrean sangre fraterna’. Y que termina así:
– … Yo no os odio., ni os temo. Os extiendo la mano y por eso digo a éstos: “Regresad a donde estabais durmiendo, sin tener rencor contra vuestros hermanos. Rogad por ellos. Yo me quedo aquí a mirarlos con ojos de amor y os juro que nada os sucederá. Porque el Amor desarma a los violentos y harta a los avaros. Sea bendito el Amor. Fuerza verdadera del mundo. Fuerza desconocida y poderosa. Fuerza que es Dios.
Escondidos en el bosque, los hombres que esperaban obtener un buen botín, están totalmente desconcertados.
Gestas, el líder; está aterrorizado. Una fuerza desconocida lo tiene paralizado… Su miedo está lleno de ira. Pero no puede hacer nada.
Su segundo en la banda: Dimas… Ha inclinado la cabeza y está llorando. Cada una de las palabras de Jesús ha tocado su corazón y le ha revelado una gran verdad. Se siente avergonzado e infinitamente desdichado…
Y volviéndose a todos, Jesús termina diciendo:
– Volved. Volved. No tengáis miedo. Allí ya no hay bandidos, sólo hombres asustados y hombres que lloran. Quién llora no hace daño. Quiera Dios que así permanezcan, como ahora son. Sería su redención.
Los bandidos se retiran, como si una fuerza invisible los alejara de allí.
Los integrantes de la caravana vuelven a sus lugares. Todos reflexionan en lo que han escuchado…
Al día siguiente…
La comitiva apostólica sufre un cambio en su séquito. Ya no viene más el macho cabrío. Y en su lugar vienen trotando una oveja y dos corderillos. La oveja está gorda; las ubres llenas y los corderitos alegres.
Jesús dice:
– Os había dicho que quería la cabrita para Marziam, para que fuese un pequeño pastor. Pero en lugar de ella; porque a vosotros no os gustaba, tenemos ovejas blancas… ¡Eh! Tal cual la soñaba Pedro…
Pedro confirma:
– Tienes razón. Me parecía que el macho cabrío nos arrastraba en pos de Belcebú.
Judas dice irritado:
– Y de hecho, desde que estuvo con nosotros, nos pasaron cosas muy desagradables. Era el sortilegio que nos perseguía.
Juan contesta calmadamente:
– Entonces era un buen sortilegio. ¿No? Porque nada malo nos sucedió.
Zelote ratifica:
– Juan tiene razón.
Tadeo agrega:
– Parece que todo lo que hubiese sido malo se convirtió en un bien. –voltea hacia Jesús- Hermano, dime la verdad. ¿Tú sabías lo que nos iba a suceder?
Jesús contesta:
– Muchas veces os he dicho que leo en los corazones y que cuando el Padre no dispone de otro modo; no ignoro lo que debe suceder.
Judas de Keriot le pregunta:
– Entonces, ¿Por qué a veces cometes errores, como los de ir al encuentro de fariseos que son hostiles o de ciudadanos que no nos quieren?
Jesús lo mira fijamente y luego responde con calma:
– No son errores. Es algo inherente a mi misión. Los enfermos tienen necesidad del Médico y los ignorantes del Maestro. Algunas veces, unos y otros rechazan al Médico y al Maestro.
Vosotros querríais que donde me presente se desvanezca toda resistencia. Lo podría hacer. Pero no hago violencia a nadie. Persuado. La coacción se usa tan solo en casos muy excepcionales.
Pedro pregunta:
– ¿Cómo ayer noche?
Judas de Keriot dice con significativo desprecio:
– Los ladrones de anoche tuvieron miedo al vernos prontos a recibirlos.
Tomás objeta:
– No. Fueron persuadidos por sus palabras.
Santiago de Zebedeo, pregunta:
– Maestro, dime la verdad. Desde ayer te lo quería preguntar. ¿Fueron en verdad tus palabras o tu voluntad?
Jesús sonríe y calla.
Mateo responde:
– Yo creo que fue su voluntad la que venció la dureza de esos corazones, para paralizarlos y así poder hablarles y salvarlos.
Andrés dice:
– También yo digo lo mismo y por eso; Él se quedó allí, mirando al bosque. Los tenía subyugados con su mirada.
Se traba una discusión.
Iscariote apoyado ligeramente por Tomás, dice:
– No puedo creer que la mirada de un hombre tenga tanta fuerza.
Mateo replica:
– Esto y algo más. Yo me convertí al contacto, primero de su mirada que de sus palabras.
Pedro dice:
– ¡Está bien! pero esto lo decimos nosotros. Son ideas nuestras quiero saberlo del Maestro. La mirada de Jesús es diferente a la de cualquier hombre. ¿Es porque eres el Mesías? O ¿Por qué eres siempre Dios?
Jesús toma la palabra:
– En verdad os digo que no solo Yo; sino cualquiera que esté unido íntimamente a Dios con una santidad, una pureza, una fe sin tacha; podrá hacer esto y mucho más. La mirada de un niño, si su espíritu está unido a Dios; puede hacer que las fieras sean mansas.
Lo mismo que los hombres fieras, rechazar la muerte, derrotar las enfermedades del espíritu. Así como la palabra de un niño unido con el Señor e instrumento suyo, puede curar enfermedades. Hacer que las serpientes no sean venenosas. Obrar cualquier clase de milagros, porque Dios obra en él.
Pedro exclama:
– ¡Ah! ¡He entendido! –mira a Juan y luego concluye su razonamiento que tenía fermentando en su interior- ¡Cierto! Maestro, Tú lo has podido porque Eres Dios y porque Eres Hombre unido con Dios. Y lo mismo sucede con quién llega a estar unido con Dios. ¡He entendido bien! pero, ¿Cuál es la llave de esta unión? ¿Cuál es el secreto de este Poder? Una Oración o palabras secretas…
– Hace poco Judas culpaba a la cabra de todos los momentos desagradables que han ocurrido. Las bestias no traen ningún sortilegio consigo. Arrojad de vosotros esas supersticiones que huelen a idolatría y que pueden acarrear males.
Los brujos obran prodigios porque al ser posesos de Satanás, es el Arcángel caído que sigue siendo poderoso, el que obra los sortilegios.
Y así como no existen fórmulas para hacer brujerías, así tampoco existen para hacer milagros.
Tan solo existe el Amor. Si Dios está en vosotros y lo poseéis de un modo pleno, por medio de un amor perfecto; el ojo se convierte en fuego o en un arma que desarma. Y la palabra se hace poderosa.
Tratad de llegar a esto y pronto harás lo que hacen los hijos de Dios y los que lo llevan consigo. Y recordad que para juzgar una conversión o una santidad; debéis tener siempre por medida la humildad.
Si en alguien perdura el orgullo, no os hagáis ilusiones de que se haya convertido. Y si en alguien; aun cuando sea tenido por ‘santo’, reina la soberbia; estad seguros de que santo no es.
Podrá como charlatán e hipócrita, hacer de santo. Fingir milagros. Pero no es tal. La apariencia es hipocresía. Los prodigios, satanismo. ¿Habéis entendido?…
Para hacer milagros en nombre de Dios, es necesario estar unidos a Mí, como el sarmiento a la vid y participar de la santidad de Dios padre…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA