88.- EL MAYORDOMO DE HERODES11 min read

Y dice:

–                     Venid, niños. Pronto tendréis casa y pan.

Andrés toma en sus brazos a la niña cansada y la cubre con su manto. Jesús abraza al niño y se van por el oscuro sendero, con su carga que ya no llora más.

Pedro dice:

–                     ¡Maestro! ¡Qué suerte tuvieron éstos de que llegaras a tiempo! Pero para Jacob… ¿Qué le vas a hacer, Maestro?

Jesús responde terminante:

–                     Justicia. No conocerá el hambre, porque tiene repletas sus trojes por mucho tiempo. Pero sí la tristeza de ver que sus tierras no producirán nada. Éstos inocentes recibieron el pan, no de Mí, sino del Padre. Él les dio la fruta a estos huerfanitos, porque también es su Padre y los ama.

Al día siguiente…

Jesús navega con los apóstoles en las barcas, en el lago de Tiberíades. Las barcas se deslizan suavemente. Las velas no se hinchan para nada y hay que remar.

Pedro grita:

–                      ¡Hermoso bogar! – a los de la otra barca en la que Judas de Keriot hace cuarto remero. Y lo hace tan bien que Pedro lo alaba.

Santiago le responde:

–                     ¡Apúrate simón! ¡Apúrate o te ganamos!  Judas es tan fuerte como uno de los de las galeras. ¡Bravo Judas!

Pedro dice:

–                     Sí. Te haremos jefe de la tripulación. ¿A dónde vamos, Maestro?

–                     Al puerto de Cusa. –y a los niños les dice- vuestra mamá os trajo a Mí. Y Yo os llevo a una mamá que no tiene niños. Estará contentísima de teneros, en lugar del único que tuvo y que está donde está vuestra mamita. También ella ha llorado, ¿Saben? Se le murió su hijito. Así como a vosotros se os murió mamá.

La niña contesta:

–                     ¡Oh! Entonces vamos a donde está ella. Y él irá donde está mamá.

–                     Exactamente así y estaréis todos contentos.

Los pequeños quieren saber:

–                     ¿Cómo es esa mujer?

–                      ¿Qué hace?

–                     ¿Es campesina?

–                     ¿Tiene un buen patrón?

Jesús les dice:

–                     No es campesina, pero tiene un jardín lleno de rosas. Y es buena como un ángel. Tiene un buen marido y también él os va a querer mucho.

Mateo pregunta un tanto incrédulo:

–                     ¿De verdad lo crees, Maestro?

–                     Estoy seguro. Os convenceréis. Hace tiempo que Cusa quería hacer de Marziam un caballero.

Pedro grita:

–                     ¡Ah! ¡Eso no se va a poder!

Jesús dice:

–                     Marziam será un caballero del Mesías y no otra cosa, Simón. No te preocupes.

Cuando llegan a su destino atracan en el pequeño muelle. Se bajan y Juan corre a avisar a los jardineros.

Los niños espantados, jalan el vestido a Jesús y dicen:

–                     ¿Pero de veras será buena?

Jesús dice a todos:

–                     Esperad aquí.

Y Jesús se adelanta y entra a los jardines.

Cusa corre y se postra saludándolo con la mayor reverencia. Luego acompaña a Jesús, que camina lentamente hacia el interior.

Cusa está muy contento por tenerlo como huésped.

Y le dice:

–                     Mi Juana se sentirá feliz y yo también. Me contó lo del viaje. ¡Qué triunfos, Señor mío!

Jesús le pregunta:

–                     ¿No te sentiste mal?

–                     Juana es feliz. Yo soy feliz al verla contenta. Podía desprenderme de ella por un mes, Señor.

–                     Podías… Te la restituí. Procura ser agradecido con Dios.

Cusa lo mira un poco turbado…

Luego dice en voz baja:

–                     ¿Es un reproche, Señor?

–                     No. Un consejo. Sé bueno, Cusa.

–                     Maestro, soy siervo de Herodes…

–                     Lo sé. Pero tu alma, de ningún otro es sierva; sino solo de Dios, si lo quieres.

–                     Es verdad, Señor. Me enmendaré. Algunas veces me dejo llevar por el respeto humano…

–                     ¿Lo habrías tenido el año pasado cuando querías salvar a Juana?

–                     ¡Oh, no! Aunque hubiese perdido todos los honores, me hubiese dirigido a quién hubiese podido salvármela.

–                     Haz lo mismo con tu alma. Vale más que Juana. Mira, ahí viene.

Ella lo saluda:

–                     Maestro mío. No esperaba volver a verte tan pronto. ¿Qué bondad tuya te trae a tu discípula?

–                     Una necesidad, Juana.

–                     Una necesidad, ¿De qué se trata? Habla y si podemos te ayudaremos. –dicen ambos esposos conjuntamente.

–                     Ayer encontré por un camino, solos a dos pobrecitos. Una niña y un niño. Descalzos, con los vestidos rotos, hambrientos, abandonados. Y vi como un hombre de corazón de hiena, los echaba fuera como si fuesen perros. A ese hombre el año pasado le brindé favores.

Y él negó un pan a dos huérfanos que estaban desamparados, en medio del mundo cruel. Ese hombre recibirá su merecido. ¿Queréis tener mi bendición? Os tiendo la mano. Yo mendigo amor por unos huérfanos sin hogar. Vestido, comida, amor. ¿Queréis ayudarme?

Cusa dice impetuoso:

–                     Pero Maestro, ¿Lo preguntas? Di qué quieres. ¿Cuánto quieres? Dilo todo.

Juana no habla. Tiene las manos puestas sobre su corazón. Una lágrima se desprende de sus ojos. Una sonrisa de anhelo se dibuja en sus rojos labios. Espera. No habla; pero su silencio es todo un discurso…

Jesús la mira y sonríe:

–                     Quisiera que esos niños tuviesen una mamá. Un papá. Una casa. Y que la mamá se llamase Juana…

Aún no termina Jesús de pronunciar la última palabra, cuando se oye el grito de Juana, como el de un encarcelado que obtiene su libertad.

Se postra a los pies de Jesús, para besarlos adorándolo.

–                     ¿Y tú Cusa, qué dices? ¿Acoges en mi Nombre a estos dos seres a quienes amo mucho más que a joyas preciosas?

Cusa dice tembloroso de emoción:

–                     Maestro, ¿Dónde están? Llévame a donde están. Y bajo mi palabra te juro que desde que l momento en que ponga mi mano sobre sus inocentes cabecitas, los amaré como si fuese su verdadero padre, en tu Nombre.

–                     Venid, pues. Sabía que mi venida no iba a ser inútil. Venid. Son campesinos llenos de miedo, pero buenos. Confiad en Mí que veo los corazones y el futuro. No solo ahora, sino en el porvenir.

Os volveréis a encontrar en vuestro amor. Sus inocentes abrazos serán el mejor lazo en vuestras vidas. El Cielo estará siempre sobre vosotros; benigno, misericordioso, por esta caridad vuestra. Están afuera del cancel. Venimos desde Betsaida.

Juana no espera más. Se adelanta corriendo, llevada de su manía de acariciar a los niños. Llega, se arrodilla para abrazar a los dos huerfanitos a quienes besa en sus caritas demacradas.

Mientras ellos espantados miran a la hermosa señora de ricos vestidos y a Cusa, que los acaricia y que toma en sus brazos al pequeño Matías. Miran al espléndido jardín y a los siervos que acuden presurosos. Miran la casa que abre sus salas llenas de riquezas; a Jesús y a sus apóstoles.

Miran asombrados a Esther, que los aplasta con una avalancha de besos.

El mundo de los sueños se ha abierto para los pequeños extraviados…

Jesús contempla a todos y sonríe.

Una semana después…

En un atardecer del mes de Noviembre, las dos barcas atracan en la pequeña playa de Mágdala.

Jesús dice:

–                     Judas de Simón y Tomás, venid conmigo.

Los dos acuden.

–                     Os quiero encomendar algo que al mismo tiempo que es señal de confianza, os dará alegría… El encargo es el siguiente: acompañaréis a las hermanas  de Lázaro a Bethania. Con ellas irá Elisa. Os estimo mucho, para confiaros a las discípulas. Llevaréis una carta mía a Lázaro. Terminada vuestra misión, podréis ir a vuestra casa para las Encenias… No interrumpas Judas.

Todos celebraremos las Encenias en nuestras casas, este año. Está lloviendo mucho para poder viajar. Aprovechemos pues, para descansar y dar contento a nuestras familias. Os espero en Cafarnaúm, para Scebat.

Tomás pregunta:

–                     ¿Estarás en Cafarnaúm?

–                     Tengo conmigo a mi Mamá y estaremos aquí y allá. No estoy cierto todavía.

Judas dice:

–                     Prefiero estar contigo en las Encenias.

–                     Lo creo. Pero si me quieres obedece. Necesito que ustedes como hermanos mayores ayudéis a los discípulos en su formación y debéis estar contentos que os los confío. Es una señal de que estoy contento con ustedes.

Tomás dice:

–                     Muy bien Maestro. Por mi cuenta trataré de hacer ahora lo mejor. Me desagrada dejarte, pero pronto pasará. Mi viejo padre estará contento de tenerme para la Fiesta. Y también mis hermanas…

Por su parte, Judas comienza a hacer planes. No se acuerda para nada que se separa de Jesús y que hace poco protestó con fuerza, cuando le dijo que tenían que separarse por algún tiempo. Ya no piensa más en que verdaderamente Jesús está tratando de alejarlo.

Ha olvidado todo y está feliz de que Jesús lo haya tomado en cuenta para un encargo de importancia.

Promete:

–                     Te traeré mucho dinero para los pobres. –saca la bolsa- Toma esto. Es lo que tenemos. No hay más. Dame Tú lo necesario para nuestro viaje desde Bethania, hasta nuestra casa.

–                     ¡Oye! Si no vamos a partir esta tarde.

–                     No importa. No es necesario el dinero en casa de María. Es mejor no tener que manejarlo. Cuando regrese traeré a tu Mamá semillas de flores, que le pediré a la mía. También le quiero traer un regalo a Marziam… -está entusiasmadísimo.

Jesús lo mira…

Llegan a la casa de María de Mágdala y más tarde, después de la cena, cuando los apóstoles cansados, se han ido a dormir.

Jesús, que está sentado en una sala, en medio de las discípulas. Les da a conocer su deseo de que partan lo más pronto posible. No protestan. Dicen que sí y salen a preparar sus maletas.

Jesús llama a Magdalena, que ya está en el umbral.

–                     Bueno María, ¿Por qué me dijiste al oído cuando llegué: ‘Tengo algo que comunicarte en secreto?’

–                     Maestro. Vendí las piedras preciosas en Tiberíades. Las vendió Marcela con la ayuda de Isaac. Tengo el dinero en mi habitación. No quise que Judas se diera cuenta…

Magdalena se pone muy colorada.

Jesús la mira fijamente, pero no le dice nada. Ella va a traer una grande y pesada bolsa y la entrega  Jesús.

–                     Aquí está. Fueron bien pagadas.

–                     Gracias, María.

–                     Gracias, Rabonní. (Maestro mío) Porque tuviste a bien pedirme este favor. ¿Se te ofrece algo más?

–                     No. ¿Tienes algo más que decirme?

–                     No, Señor. Dame tu Bendición, Maestro.

–                     Sí, María. ¿Estás contenta de regresar con Lázaro?

–                     Sí, Señor. Pero…

–                     Termina maría. No tengas reparo en decirme lo que estás pensando.

–                     Regresaría más contenta si en lugar de Judas de Keriot, viniese Simón Zelote, que es un gran amigo de la familia.

–                     Lo necesito para un encargo.

–                     Entonces tus hermanos o Juan, el de corazón de paloma. En una palabra: cualquiera, menos él. Señor… No me mires enojado. Quién ha comido de la lujuria, siente su cercanía.

No le tengo miedo. Sé tener a raya a cualquiera. Y mucho más a Judas… siento miedo de no ser perdonada. Es mi propia persona. Es Satanás que da vueltas a mí alrededor. Es el Mundo. Pero si María de Teófilo no tiene miedo de nadie…

María de Jesús siente asco por el vicio que la tenía esclavizada y la… Señor… El hombre que busca solo los sentidos me causa vómito…

–                     No vas sola en el viaje, María. Acuérdate que debo hacer partir a Síntica y a Juan para Antioquia. Y que no debe saberlo uno que es imprudente…

–                     Es verdad. Bueno, me voy.

–                     Vete en paz. Te bendigo esta noche. Ya cada noche te bendeciré, igual que a tus hermanos.

María se inclina a besar los pies de Jesús y se va…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

 

 

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