Archivos diarios: 27/10/12

90.- ENVIADOS A ANTIOQUÍA

El sol ya está en su cenit, cuando Pedro llega solo y sin que nadie lo espere a la casa de Nazareth. Viene cargado de canastos y paquetes.

María lo recibe alegremente y Pedro la saluda muy respetuoso.

Luego pregunta:

–                     ¿Dónde están el maestro y Marziam?

María contesta solícita:

–                     Están por el borde, arriba de la gruta. Como quién va a la casa de Alfeo. Creo que Marziam está cortando uvas y Jesús está meditando. Ahora los voy a llamar.

Pedro dice:

–                     Yo lo hago.

–                     Entonces quítate eso de encima. Vienes cargadísimo de cosas.

–                     No, no. Es una sorpresa para el niño. Me encanta ver su cara de asombro, cuando registra con ansia… y su dicha. ¡Oh, pobre niño mío!

Y se va con premura hacia el huerto.

Grita a todo pulmón:

–                     La paz sea contigo, Maestro. ¡Marziam!

Marziam lo escucha sorprendido y dice a Jesús:

–                     ¡Maestro! Creo que mi padre nos está llamando.

Jesús se sorprende y dice:

–                     Yo no oí nada.

Pedro vuelve a gritar y Marzíam corre a recibirlo pleno de júbilo.

Pedro lo encuentra y lo levanta en el aire, mientras todos los demás ríen al presenciar el cariñoso abrazo. Y luego se acercan.

Marziam pregunta:

–                     ¿Y mamá?

–                     Esa Porfiria no dejaba de decirme: ‘Vete a ver a Marziam’ y te mandó un montón de cosas… Se levantó muy temprano a cocinarte las empanadas que tanto te gustan… Con miel y…

Marziam exclama:

–                     ¡Oh, las empanadas!…  –Pero al punto guarda silencio.

Pedro confirma:

–                     Sí. Porfiria las preparó con higos secos al horno, mantequilla, aceitunas y manzanas. También te manda un pan con mantequilla, quesos de tus ovejitas y te tejió un vestido que no deja pasar el agua… ¿Por qué lloras?

Marziam dice sollozando:

–                     Porque hubiese preferido que ella viniese… La quiero mucho, ¿Sabes?

–                     ¡Divina Misericordia! ¡Si ella lo oyese, se derretiría cómo la manteca!… ¿Quién lo hubiera imaginado?

María dice:

–                     Marziam tiene razón. Podías haberla traído. Hace tiempo que quiere verla. Nosotras las mujeres somos así con nuestros hijos…

Pedro exclama:

–                      ¡Iré por ella! Descansaré un poco… ¡E iré por ella!…

Marziam dice:

–                     ¡Qué bonito! ¡Estaré con mis dos mamás!

Todos entran en la casa y Pedro descubre sus tesoros:

–                     Pescado seco en escabeche y fresco. Le gustará a María… Este queso suave que te gusta mucho, Maestro. Estos huevos los traje de Caná para Juan.

Y también hay uvas que me dio Susana, donde pernocté. –Abre un tarrito de miel- ¡Y también esto! Mira Marziam, qué color dorado tan hermoso. Parece como si hubiera sido hecho con los cabellos de María… –y levanta la miel que corre en dorados hilillos.

María dice:

–                     ¿Por qué tantas cosas? ¡Te has sacrificado Simón!

Pedro protesta:

–                     ¿Sacrificado? ¡No! He tenido buenas pescas y nada cuesta cuando se causa alegría al dar algo…  Además, las Encenias ya están a la puerta y debemos hacer un banquete. Es la costumbre, ¿No? –Mira a Marziam y dice- ¿No quieres probar la miel?

Marziam contesta muy serio:

–                     No puedo.

–                     ¿Por qué? ¿Estás enfermo?

–                     No. Pero no puedo comérmela.

–                     Pero, ¿Por qué?

El niño se pone rojo, pero no contesta. Mira a Jesús y no dice una palabra.

Jesús sonríe y dice:

–                     Marziam hizo un voto, para obtener un favor.  Durante cuatro semanas, no puede probar la miel.

–                     Está bien. Se la comerá después. Da lo mismo. Toma el tarro… Pero mira. Apenas si lo puedo creer…

El niño lo toma entre sus manos y se va, con su tarrito.

Jesús dice:

–                      Ha sido muy generoso Simón. Quién desde su niñez se habitúa a la penitencia, encontrará fácil el camino de la virtud durante toda su vida.

Pedro le mira alejarse. Está sorprendido. Luego pregunta:

–                     ¿No está simón Zelote?

–                     Está en casa de María de Alfeo. Pronto regresará. Esta noche dormiréis juntos en el taller de mi padre José. Ven conmigo, Simón Pedro.

Jesús se lo lleva hacia el huerto, mientras Síntica y María guardan todos los envoltorios traídos por Pedro.

Pedro dice a Jesús:

–                     Maestro, vine a verte a Ti y al niño. He pensado mucho desde que llegaron a Cafarnaúm tres zánganos venenosos… A los que dije más mentiras, que peces hay en el mar. Ahora deben estar llegando a Getsemaní, pensando que se encontrarán con Juan de Endor.  Y luego irán a casa de Lázaro para encontrar a Síntica y a Ti. ¡Qué les aproveche la caminata!… Pero luego regresarán y…  ¡Maestro! Te quieren dar unos dolores de cabeza, por estos infelices…

Jesús contesta tranquilo:

–                     Desde hace meses preví esto. Cuando regresen, éstos ya no estarán aquí; ni en ningún lugar de Palestina. ¿Ves estos cofres? Son para ellos. Mira esos vestidos doblados cerca del telar que hice para Síntica. También son para ellos. ¿Te sorprende?

Pedro mira a Jesús totalmente asombrado.

Y exclama:

–                     Sí, Maestro. Pero, ¿A dónde los mandas?

–                     A Antioquía.

Pedro lanza un chiflido que es más que elocuente…

Y luego pregunta:

–                     ¿A casa de quién? ¿Cómo se irán?

–                     A una casa de Lázaro. La última que tiene allí, donde su padre gobernó en nombre de Roma. Se irán por mar…

–                     Está bien. Porque si Juan tuviese que irse por sus propios pies…

–                     Por mar. También yo tengo mucho gusto en hablarte de ello. Escucha. Dos o tres días después de la Fiesta de las Encenias, partiremos sin que nadie lo note junto con algunos de los apóstoles: Yo, tú; Andrés, Santiago, Juan y mis primos; acompañando a Síntica y a Juan de Endor.

Iremos a Ptolemaide. De allí en barca los acompañaras a Tiro. En ese lugar subiréis a algún barco que vaya a Antioquía, cómo si fueseis prosélitos que regresan a su casa. Luego regresaréis y me encontraréis en Aczib. Estaré arriba del monte diariamente. Por lo demás, el Espíritu Santo os guiará…

–                     ¿Cómo? ¿No vienes con nosotros?

–                     Lo sabrían todos al punto. Quiero que el corazón de Juan esté tranquilo.

–                     ¿Y cómo lo voy a hacer? Jamás he ido hasta allá…

–                     No eres un niño. y dentro de poco tendrás que ir mucho más allá de Antioquía. Confío en ti. Mira cuánto te aprecio…

–                     ¿Y Felipe y Bartolomé?

–                     Nos saldrán al encuentro en Jotapata. Evangelizando mientras llegamos. Les escribiré y les llevarás la carta.

–                     Y esos dos, ¿Saben ya su destino?

–                     No. Quiero que disfruten la fiesta tranquilamente.

–                     ¡Hum! ¡Pobrecitos! Piensa que si a uno lo tienen que perseguir criminales de corazón…

–                     No te ensucies la boca, Simón de Jonás.

–                     Está bien maestro. Oye… ¿Pero cómo voy a hacer para llevar estos cofres? ¡Y también llevar a Juan! Me parece que está muy enfermo…

–                     Alquilaremos un asno.

–                     Dirás una carreta.

–                     Sí. Una carreta estará bien.

–                     ¿Y quién la guiará?

–                     Si Judas de Simón aprendió a remar; Simon de Jonas aprenderá a guiar. No creo que sea tan dificil guiar a un asno con la rienda. En la carreta pones los cofres y a los dos que enviaras. Y nosotros iremos a pie… Sí. de este modo hay que hacerlo, créemelo.

–                     Y ¿Quien nos proporciona la carreta? Ten en cuenta que no quiero que nadie note la partida…

Pedro se pone a pensar…  Y encuentra la solución…

Pregunta:

–          ¿Tienes dinero?

–          Si. Todavía queda mucho de las perlas de Misace.

–          Entonces todo esta arreglado. Dame un poco de dinero. Encontrare un asno y una carreta. Luego regalaremos el asno a algún pobrecito y venderemos la carreta. ¿Deberé volver por mi mujer?

–          Si. Es lo mas conveniente.

–          Asi se hara. ¡Y esos dos pobrecitos!  Me desagrada que Juan se vaya… ¡Es tan poco lo que va a durar! Hubiera podido morir aquí como Jonas…

–          No se lo habrían permitido… El mundo odia a quien se redime…

–          Se va a apenar mucho…

–          Yo inventare una excusa para que su partida no sea dolorosa…

–          ¿Cuál?

–          La misma que sirvió para enviar lejos a Judas de Simon: la de trabajar para Mi.

–          ¡Ah! Solo que en Juan hay santidad y en Judas, una grandiosa soberbia.

–          Simon, no murmures.

–          ¡Mas difícil que hacer cantar a un pescado! Es verdad, Maestro. No es murmuración… pero creo que ya estoy oyendo que llego Simon Zelote con tus primos… Vamos a saludarlos.

–          Vamos y ¡Cuidado con chistar algo a alguien!

–          ¿Me lo pides? No puedo guardar la verdad cuando hablo. Pero se callar completamente cuando quiero.  Y ahora quiero. Lo juro por mi mismo. Ire hasta Antioquia, ¡A la punta del mundo! ¡Oh! ¡No veo la hora de estar de regreso! No dormire hasta que todo haya concluido.

Mas tarde, estan todos sentados a la mesa, terminando de comer. Sintica se levanta y trae la fruta para terminar la cena: manzanas, nueces, uvas y almendras. Las lámparas estan encendidas, pues ya ha anochecido.

Pedro mira a Marziam y dice:

–          Este año prenderemos una mas. Por ti, hijo mio. Es la primera vez que la encenderemos por un niño. Traeré a Porfiria y sera muy feliz…

Zelote dice:

–          El año pasado pasado era yo quien suspiraba, junto con Maria de Alfeo y Salome. Y la madre de Tomas y Maria de Simon en la casa de Keriot… ¡Oh, la madre de Judas! Este año tendra a su hijo… pero tal vez no sea feliz… Bueno. No hablemos de esto… Nosotros estuvimos en la casa de Lazaro… ¡Cuantas luces! Parecia un cielo de oro y fuego… Este año Lazaro tiene a su hermana… Se que ellos estan suspirando pro ti, Jesus… Y el año que viene, ¿En donde estaremos?…

Juan de Endor, en voz muy baja dice:

–          Yo estare muy lejos…

Pedro se voltea a mirarlo, porque lo tiene a su lado. Pero Jesus lo esta mirando…  Se refrena y es Marziam el que pregunta:

–          ¿Dónde estaras?

Juan de Endor  contesta:

–          Por la misericordia de Dios, espero estar en el seno de Abraham.

–          ¿Quieres morirte? ¿No quieres evangelizar? ¿No te desagrada morir sin haberlo hecho?

–          La Palabra del señor debe salir de labios santos.  Mucho ha sido el que se me permitiese oírla y que ella me redimiese. Me habría gustado… Pero es muy tarde…

Marziam pregunta a Maria:

–          ¡Por que mama no has puesto en la mesa las empanadas con miel? A Jesus le gustan y a Juan le harian mucho bien para su garganta. Y tambien a mi padre le gustan mucho…

Pedro concluye:

–          Y tambien a ti…

–          Para mi… es como si no existiesen… Lo prometi…

Maria lo acaricia y dice:

–          Por eso no las puse…

El niño objeta:

–          No, no. Las debes traer y dárselas a todos.

Sintica toma una bandeja y las trae de la cocina. Marziam toma la bandeja y empieza a distribuir. La mas bonita y dorada, que es una obra de arte de la pastelería, la da a Jesus. La segunda a la Virgen. Despues a Pedro y luego a Simon. Y finalmente a Sintica.

Cuando le toca a Juan de Endor, que esta enfermo y ha sido su pedagogo, le dice:

–          A ti te doy la tuya y la mia. Y además un beso, por todo lo que me enseñas. –Regresa a su lugar y se cruza de brazos.

Pedro, al ver que su hijo adoptivo no toma nada para si;  dice feliz:

–          Me muero de alegria con esto. –y le ofrece a Marziam un pedacito mientras dice- Toma al menos esto. ¡Vamos! Es de la mia, para que no te mueras de ganas. Sufres mucho… Lo veo… Y Jesus te lo permite…

Marziam contesta muy serio:

–          Si no sufriese, no tendría merito. Como sabia que me costaría mucho; por eso lo ofreci como sacrificio. Y por otra parte estoy muy contento. Desde que lo hice, me parece que estoy lleno de miel… Siento su sabor por todas partes… hasta me parece que respiro su olor por el aire…

–          Aunque te mueras de ganas…

–          No. Es porque se que Dios me dice: ‘Haces bien, hijo mio’

–          El Maestro te ama tanto, que te habría contentado aunque no hubieras hecho este sacrificio…

–          Si. Pero no es justo. Porque El me ama, no debo aprovecharme de ello… Si en el Cielo habrá una recompensa por cada vaso de agua ofrecido en su Nombre, tambien lo sera por cada empanada y un poco de miel que me privo en favor de un hermano, ¿Verdad Maestro?

Jesus responde:

–          Hablas como un sabio. Hubiera concedido lo que me pediste por la pequeña Raquel, sin que hubieras ofrecido ningún sacrificio; porque era cosa buena y mi Corazon lo deseaba. Pero lo hice con mas alegria con tu ayuda… La Comunión de  los Santos es este obrar continuo para ayudar a los hermanos. Todo sacrificio ofrecido puede traer paz  o servir para un milagro, para alguien que no conocemos; pero que Dios conoce y al que su amor Infinito quiere ayudar… Nada se pierde en la Economia del Amor Universal…

Marziam contesta resuelto:

–          Entonces no esta mal que yo haga siempre sacrificios, para cuando seamos perseguidos.

Pedro pregunta alarmado:

–          ¿Perseguidos?

–          Si. No recuerdas que Jesus un dia dijo: ‘Sereis perseguidos por mi causa’ Tu tambien me lo dijiste, cuando por primera vez viniste a evangelizar a Betsaida, en el verano.

Pedro comenta admirado:

–          Este muchacho se acuerda de todo.

Terminan de cenar y Jesus se pone de pie. Ora por todos, bendice y da gracias. Las mujeres ponen todo en orden y Jesus empieza a tallar un pedazo de madera que ante los ojos admirados de Marziam, se va convirtiendo en un cordero…

Dos semanas después…

La mañana invernal se baña en el agua que cae del cielo. Jesús está en su taller trabajando en pequeños objetos que complementan un telar, magníficamente provisto.

María entra con un tarro lleno de leche espumosa y dice:

–           Bébela Hijo. Hay mucha humedad y mucho frío. Y estás trabajando desde la madrugada…

Jesús se sienta en al banco y bebe la leche que le ha traído su Madre…

Y comenta:

–           Sí. Pero ya terminé todo. Estos ocho días de fiesta no me dejaron trabajar como lo hubiese deseado…

María acaricia el telar  y Jesús le pregunta sonriente:

–           ¿Lo bendices, Mamá?

María responde:

–           No. Lo acaricio porque Tú lo hiciste. Al modelarlo lo has bendecido, desde que lo creaste en tu pensamiento. Le servirá mucho a Síntica, es muy experta en tejer y con él atraerá a mujeres casadas y solteras jóvenes. ¿Qué otra cosa hiciste? Veo virutas de olivo cerca del horno…

Jesús contesta:

–           Algo que le servirá mucho a Juan de Endor. Es un cofrecito para sus stylus y una pequeña mesa para escribir. Y estos pequeños armarios, para que ponga en ellos sus libros… Los hice porque Simón de Jonás va a traer una carreta y podremos cargar con ellos cuando se vayan… Y así podrán comprobar en todas estas pequeñas cosas, cuanto los he amado…

–           Sufres mucho al desprenderte de ellos y alejarlos… ¿Verdad?

–           Sufro. Infinitamente… Por Mí y por ellos…  Es un sufrimiento que está clavado en mi corazón y que me entristeció, aún la Fiesta de las Luces… Es un sufrimiento que hubiese preferido experimentar Yo sólo…

Jesús llora amargamente…

María lo acaricia en su mano para consolarlo…

Jesús continúa:

–           Cómo Dios, fueron mis primeras conquistas paganas… ¡Los amo!… Y tengo que desprenderme de ellos por… –un sollozo corta la frase.

María lo observa impotente y las lágrimas también ruedan por sus pálidas mejillas…

Sigue un prolongado silencio interrumpido solo por los sollozos angustiosos de los dos…

Luego Jesús pregunta:

–           ¿Ya se levantó Juan?

María responde:

–           Sí. Lo oí que tosía. Tal vez está en la cocina bebiendo su leche. ¡Pobre Juan!

Todavía no lo sabe, ¿Verdad?

Jesús se yergue:

–           Voy a decírselo… Debo decírselo. Con Síntica será más fácil. Pero para él… Mamá… Vete con Marziam. Despiértalo y orad juntos, mientras hablo con él… Será como si le estrujara las entrañas… Puedo matarlo o paralizarlo en su vida espiritual… –La voz se le apaga. Y se dobla sobre Sí Mismo. Implora- ¡Padre mío!… ¡Qué dolor, Padre mío! Voy…

Y Jesús sale verdaderamente abatido.

Encuentra a Síntica que viene hacia la cocina con un haz de leña para alimentar el fuego y que le saluda sin imaginar nada del drama de su Maestro.

Jesús responde a su saludo de manera automática… Pero inmediatamente se yergue majestuoso y recupera su donaire natural. Camina resuelto hasta la puerta de la habitación que fuera de José y se asoma preguntando:

–           ¿Puedo entrar?

Juan de Endor contesta afable:

–           ¡Maestro! ¡Siempre lo puedes! Estaba escribiendo lo que dijiste ayer sobre la prudencia y la obediencia. Quiero que lo veas, por si olvidé algo… Mi memoria está cada vez peor y…

Jesús toma los pergaminos y los lee…

Luego dice:

–           Lo transcribiste perfecto… No te has equivocado en nada. Posees la prudencia y Yo también… Por esto te aparté de las fatigas del apostolado que sobrellevan los otros discípulos y te traje aquí; para que estés descansado y en paz…

–           Gracias, Maestro. Espero no decir una barbaridad… En esta casa he experimentado lo que es el Cielo… Tu Madre es la Esposa de Dios y una verdadera diosa… Ella está llena de la Gracia de Dios y es la Mujer Perfecta… Su bondad y su Pureza, transfunden todo lo que toca…

–           Lo sé. Ella fue mi Maestra y es mi jardín de delicias… Es la Dulzura de Dios en este planeta lleno de tanta amargura y dolor…

Todas tus discípulas son maravillosas y me han hecho reconciliarme con la mujer. Te confieso que a Síntica es a la que más quiero, porque además de su sabiduría perfecta, comparto con ella igualdad de condición: ella esclava y yo galeoto. Esto me permite una confianza que no puedo tener con las demás. Ella es un refugio, un descanso…

Ya soy viejo y la respeto y la admiro. La amo como a la hija inteligente y estudiosa que me hubiera gustado tener. Su afecto maternal me consuela y me cura de todo el mal que por la mujer llegó a mi vida. Sobre mi alma que va al encuentro con la muerte, siento el rocío de su amor y capto en ella la perfección de la mujer. Y por esto perdono todo el mal que de la mujer me vino… Siento que por ella perdonaría inclusive a la desventurada que fue mi esposa y a la que maté, junto con su amante: el romano que era mi amigo y que me traicionó…

–           Me alegro que hayas encontrado todo esto en Síntica. Será una buena compañera tuya para el resto de la vida… Y juntos haréis mucho bien, porque Yo os uniré…

Jesús escudriña de nuevo a Juan.

Y éste sonríe mientras dice:

–           Señor, trataremos de servirte lo mejor que podamos.

–           Estoy seguro de que lo haréis, no importa el lugar a donde os envíe y aunque no os agradase…

Juan se sobresalta. Palidece. Y su único ojo se clava escudriñador en Jesús…

Que lo abraza y lo mantiene junto a sí, cómo suele hacer con Juan el apóstol…

Jesús, pálido por el dolor que sabe que va a proporcionar, dice:

–           También ahora Dios te confía una misión delicada y santa. Una misión que es una señal de su amor y que tú eres el único que sería capaz de llevar a cabo. Cualquier otro la rechazaría y tampoco tendría las cualidades para realizarla. Tu nombre es Juan y como tal, eres precursor de mi doctrina… Prepararás los caminos de tu Maestro y serás cómo Él…

Juan se estremece e intenta zafarse del abrazo de Jesús para mirarle a la cara. Pero no lo logra porque Jesús lo retiene suave pero firmemente, mientras el Maestro continúa diciendo:

–           Yo no puedo ir tan lejos… Hasta Siria… Hasta Antioquía…

Juan se zafa de los brazos de Jesús  y grita:

–           ¡Señor!… ¡Hasta Antioquía!… Dime que he entendido mal… ¡Dímelo por favor!

Está de pié… Con una súplica reflejada en su único ojo que resalta en su cara de color ceniciento y en sus labios y en sus manos que también están extendidas y temblorosas…  Mientras su cabeza se inclina doblegada por la fatal noticia…

Jesús también se levanta y abre sus brazos para acoger al viejo pedagogo, mientras confirma:

–           Hasta Antioquía, en casa de Lázaro… Con Síntica, partiréis mañana…

Juan, con un desconsuelo absoluto,  con su flaca cara bañada de lágrimas, exclama sollozante:

–           ¡¿Ya no me quieres más contigo?! ¿Qué fue lo que hice que te pudo haber desagradado tanto, Señor?…

Y su voz se rompe en un estallido de sollozos que destrozan su corazón y rompen las entrañas, mientras se interrumpen por los accesos de tos; que ni siquiera las caricias de Jesús logran consolar…

El pobre viejo exclama:

–           ¡Me arrojas! ¡Me hechas fuera! ¡No te veré más!…

Jesús está sufriendo visiblemente y con el rostro desencajado ora ferviente… Sale despacio y ve en la puerta de la cocina a María y a Marziam, que está espantado por el llanto dolorosísimo de Jesús…

Más allá, también está Síntica, sorprendida y asustada…

Jesús dice:

–           ¡Madre! Ven aquí… Un momento…

María se acerca ligerita y pálida…

Y los dos se acercan y se inclinan sobre el pobre Juan de Endor que llora como si fuese un niño indefenso…

Y que clama angustiosamente:

–           ¡Me echa fuera!… ¡Moriré sólo y lejos!… ¿Por qué no esperar otro mes y dejarme morir aquí?… ¿Por qué este castigo? ¿¡Qué pecado cometí!? ¿Qué molestias te causé? ¿Por qué darme esta tranquilidad y luego condenarme?…

Y Juan se retuerce sobre la mesa llorando y jadeante…

Jesús le pone la mano sobre su flaca espalda y le dice sollozando:

–           ¿Y puedes creer que si Yo hubiera podido, no te hubiera mantenido junto a Mí?…  ¡Oh, Juan! En los caminos del señor se encuentran necesidades absolutas. Yo soy el primero en sufrir por esto. Yo que llevo conmigo mi dolor y el de todo el Mundo… Mírame Juan… Yo no te odio, ni estoy cansado de ti… Ven a mis brazos y siente cómo palpita de dolor mi corazón…

Escúchame Juan…

Es la última expiación que Dios te impone para abrirte las Puertas del Cielo… –Jesús lo levanta y lo abraza- Escucha… Mamá… Sal un momento…

María se retira y Jesús continúa:

–           Ahora que estamos solos, escúchame Juan… TU SABES QUIEN SOY… ¿Crees firmemente que sea Yo el Redentor?…

Juan suspira y responde:

–                       ¿Y cómo no voy a creerlo? Por esto querría estar contigo siempre, hasta la muerte…

Jesús confirma:

–           Hasta la muerte… ¡Horrible será!…

–           Lo he dicho por la mía… ¡La mía!

–           La tuya será placentera. La consolaré con mi Presencia… Que te infundirá la        certeza de que Dios te ama; de que te ama Síntica; además de la alegría de haber preparado el triunfo del Evangelio en Antioquía. ¡Pero mi muerte! Me verías reducido a un montón de carne llagada, escupida, abandonada al ludibrio de una multitud feroz. Me verías morir suspendido en una Cruz, como si fuera un criminal… ¿Podrías soportarlo?

Juan, a cada palabra de Jesús grita:

–           ¡No! ¡No! ¡NO!…

Su ‘No’ es duro, sin réplica… Y añade:

–           Volvería a odiar al hombre…  Más entonces ya estaré muerto; porque Tú eres joven y…

–           Y solamente veré otras Encenias más…

Juan lo mira aterrado…

Jesús continúa:

–           Te lo he dicho en secreto para explicarte y una de las razones por las que te mando lejos es ésta…  No serás el único a quién trataré así… A todos a los que no quiero que lleguen a sentirse inferiores ante la realidad; los alejaré de antemano.  ¿Te parece que esto no sea una prueba de amor?…

No. Mi Dios Mártir… Pero entretanto yo debo dejarte y… Moriré lejos…

–           por la Verdad que Soy Yo, te prometo que estaré inclinado sobre tu almohada, cuando llegue tu agonía…

–           Pero, ¿Cómo va a ser esto, si estaré muy lejos? Y Tú estás diciendo que no puedes ir hasta allá… Lo dices para consolarme y que me vaya tranquilo…

–           Juana de Cusa que estaba agonizando a los pies del Líbano, me vio y Yo estaba muy lejos… Ella no me conocía… Y con todo, la volví a traer a esta pobre vida  de la tierra…

Tú eres una alegría mía y llevarás el encargo de decir a los vivientes en el seno de Abraham: “La Hora de señor ha llegado. Así como ahora viene la Primavera sobre la Tierra, así también ahora despunta la del Paraíso.”

Iré varias veces a ti, antes de esto. Me sentirás siempre junto a ti… Puedo hacerlo y lo haré… Tendrás al Maestro en ti, como ni ahora lo tienes…  porque el Amor puede comunicarse a quien ama… Y tan sensiblemente que llegará no sólo al corazón; sino a los mismos sentidos… ¿Te sientes ahora más tranquilo, Juan?

–           Sí, Señor mío. ¡Pero qué dolor!

–           No te rebelas. ¿Verdad?

–           ¿Rebelarme? Jamás. Te perdería completamente. Solamente digo: “Padre mío. Hágase tu voluntad”

–           Sabía qué me ibas a comprender.

Jesús lo besa en las mejillas flacas y bañadas por las lágrimas, que no han dejado de manar…

Y Juan dice:

–           ¿Me permites hablar con el niño? Lo quiero mucho…

–           Sí. Lo llamaré al punto. También llamaré a Síntica. Va a sufrir muchísimo… Debes ayudarla, tú que eres el hombre…

–           Sí Señor. Lo haré…

Jesús sale y llama a Marziam y a la joven griega…

Cuando la doncella entra, lo ve llorando y Juan le dice:

–           Nos mandan lejos. ¿No lo sabías? Nos mandan a Antioquía.

Síntica responde con serenidad:

–           ¿Y qué? ¿Acaso no ha dicho que donde hay dos o tres reunidos en su Nombre, también Él estará en medio de ellos? ¡Ánimo, Juan! Posiblemente hasta ahora siempre has elegido tu suerte y por esto te asusta que alguien te imponga su voluntad.

Por mi parte, estoy acostumbrada a aceptar la voluntad de otros…  Jamás me rebelé contra la esclavitud déspota, sino hasta cuando quisieron esclavizar mi alma. ¿Acaso podría rebelarme contra esta dulce esclavitud de amor que no daña; sino que nos eleva y nos da el título de siervos suyos?

¿Tienes miedo del mañana porque estás enfermo? Yo trabajaré por ti. ¿Tienes miedo de quedarte solo?  Jamás te abandonaré. Puedes estar seguro de ello. No tengo otro objetivo en mi vida que amar a Dios y al prójimo.  Tú eres el prójimo que Dios me confía… ¡Piensa ahora si no te voy a querer!

Jesús dice:

–                      No tendréis necesidad de trabajar para vivir, porque estaréis en una casa de Lázaro. Os aconsejo que busquéis un modo de enseñar, para que os atragáis a la gente.

Tú como maestro y tú cómo mujer, con quehaceres de tu sexo. Esto servirá al apostolado y para que paséis felices el día.

Síntica responde con firmeza:

–           Así se hará Señor.

Juan pregunta:

–           ¿Cómo iremos a Antioquía?

Jesús contesta:

–           Por mar. ¿Tienes miedo?

–           No, Señor. Tú nos mandas y eso nos protegerá.

–           Iréis con los dos Simones, mis hermanos y los hijos de Zebedeo, Andrés y Mateo. Hasta Ptolemaide en carreta, con los cofres y el telar que te hice Síntica y con algunos objetos que serán muy útiles a Juan.

Un sollozo contenido rompe la voz de Síntica al decir:

–           ¿Cuándo partiremos?

–           En cuanto lleguen los apóstoles. Tal vez mañana.

Síntica se dobla por la ola de dolor que la envuelve… Pero se levanta con heroísmo y dice con serenidad:

–           Me había imaginado algo, al ver los cofres y los vestidos… Y preparé mi corazón para la separación…  ¡Era un sueño demasiado hermoso el vivir aquí!…  Entonces si me permites, voy a poner en orden todo lo necesario en los cofres… Dame tus libros, Juan…

Juan de Endor responde:

–           Tómalos… Pero dame ese pergamino que está amarrado con el cordón azul…

En ese preciso instante, entra Marziam con su tarro de miel y le dice al anciano maestro:

–           Ten Juan… Te la comerás por mí.

Juan protesta:

–           Pero, ¡No muchacho! ¿Por qué?

Marziam dice muy serio:

–           Porque Jesús dijo que una cucharada de miel ofrecida en sacrificio, puede traer paz y esperanza a un afligido. Tú lo estás. Te doy toda la miel para que te consueles…

Es un gran sacrificio jovencito.

–           ¡No lo es! En la Oración que Jesús nos enseñó, decimos: ‘No nos lleves  a la tentación; sino líbranos del Mal.’ Este vaso es una tentación para mí y puede ser un mal; porque por él puedo quebrantar mi promesa. Si ya no lo veo… Será mucho más fácil y Dios me ayudará por este nuevo sacrificio.  Pero ya no lloréis… Ni tú tampoco Síntica…

De hecho, la griega ha estado llorando silenciosamente, mientras recoge los libros de Juan. Ella sale con los pergaminos y María con el tarro de miel.

Juan se queda con Jesús, que sentado a su lado y con el niño en los brazos, está calmado pero totalmente abatido.

Juan extiende un pergamino hacia Marziam y dice:

–           Mira jovencito. Estas son las palabras del Maestro que dijo cuándo no estabas presente y algunas otras… Las estuve copiando para ti; porque tienes toda la vida por delante y siempre podrás evangelizar…  Yo ya no puedo hacerlo más… Me quedaré sin sus palabras… – Un sollozo dolorosísimo corta la frase y el hombre vuelve a llorar desconsolado.

Marziam, dulce y virilmente, le abraza por el cuello y le dice:

–           Ahora seré yo quien escriba por ti y te las mandaré… ¿Verdad Maestro?

Jesús confirma.

–           Así será. Y será una gran caridad hacerlo.

–           Lo haré. Y cuando yo no esté, Simón zelote lo hará, porque me quiere y también a ti te quiere mucho. No llores más. Luego iré a verte… En realidad, no estarás tan lejos…

–           Estaré demasiado lejos… Nos separarán demasiadas millas… Pronto moriré…

–           Nos escribiremos…  Cuando se leen las páginas sagradas es como estar con  Dios. Será cómo cuando se lee una carta de la persona que más amamos…

Y Marziam junto con Jesús, se esfuerzan en consolar al anciano exgaleote…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA