104.- APOSTASÍA SACERDOTAL
Están en la sinagoga de Cafarnaúm. Jairo, el sinagogo está a un lado de Jesús, muy pensativo…
Jesús acaba de dar la enseñanza del “Pan Vivo bajado del Cielo” que ha escandalizado a muchos y ha hecho que lo abandonen… Abre los brazos en forma de cruz… Palidísimo.
Con un rostro en que está pintado un cruel dolor, exclama.
– ¡Acuérdate de Mí, Dios mío! ¡Y para bien mío! ¡Acuérdate también de ellos! ¡Yo los perdono!
Se vacía la sinagoga y se quedan los fieles a Jesús…
Hay un extranjero en un rincón. Es un hombre robusto que mira fijamente a Jesús, Tanto, que él siente esa mirada y le pregunta:
– ¿Quién eres?
– Nicolás, prosélito de Antioquia. Y voy a Jerusalén para la Pascua.
– ¿A quién buscas?
– A Tí, Señor. quiero hablar contigo.
– Ven.
Sale con él al huerto que está detrás de la sinagoga.
El hombre dice:
– Hablé en Antioquia con un discípulo tuyo de nombre Félix. Él me dijo dónde encontrarte… Estuve cerca de Ti, cuando llorabas en medio de tus oraciones, cerca de la fuente. Te amo, Señor; porque eres Santo y Bueno. Creo en Ti. ¡Recíbeme en lugar del que te abandona! Vengo a Ti con todo lo que tengo: mi vida, mis bienes, todo…
El hombre se ha arrodillado y Jesús lo mira fijamente.
Luego dice:
– Ven. De ahora en adelante serás de los míos. Vamos con tus compañeros.
Vuelven a la sinagoga donde discípulos y apóstoles discuten con Jairo.
Jesús dice:
– He aquí a un nuevo discípulo. El Padre me consuela. Amadlo como a un hermano. Vamos a compartir con él, el pan y la sal.
Cuando van a la playa para tomar las barcas, se encuentran con los enemigos de Jesús; que antes de alejarse le dicen palabras ofensivas y dan consejos subversivos a los discípulos fieles…
Jesús le dice al nuevo discípulo:
– ¿Lo estás viendo? Esto es lo que te espera si eres de los míos.
Nicolás contesta resuelto:
– Lo sé. Y por eso me quedo. Un día te vi en medio de la turba que delirante te aclamaba como su rey. Levanté mis hombros y me dije: ‘He ahí otro tonto. ¡Otra plaga para Israel!’ Y no te seguí, porque parecías un Rey. No volví a pensar en Ti. Ahora te sigo, porque veo en Ti al Mesías Prometido. En tus Palabras y en tu Bondad.
Jesús sonríe.
– En verdad que estás más adelantado en el camino de la Justicia, que muchos otros. Pero una vez más repito: Quién espere en Mí como un rey terrenal, que se retire. Quién crea que se avergonzará de Mí, ante el mundo acusador, que se vaya. Quién piense que se escandalizará al verme tratado como un malhechor, que me abandone.
Os lo digo mientras podéis hacerlo sin veros comprometidos a los ojos del mundo. Imitad a los que huyen en aquellas barcas. Si no os sentís con fuerzas de compartir conmigo mi suerte en el oprobio, para poder compartirla después en mi gloria.
Porque estos es lo que va a suceder: el Hijo del Hombre va a ser acusado y entregado en manos de los hombres. Los cuales lo matarán como a un malhechor y pensarán que lo habrán vencido. ¡Pero en vano cometerán éste crimen! Porque resucitaré después de tres días y triunfaré.¡Bienaventurados los que sepan estar conmigo hasta el fin!
Cuando llegan a la casa, Jesús confía a los discípulos al recién llegado y Él se va a la habitación superior. Donde se sienta pensativo…
Poco después, suben Judas y Pedro.
Éste dice:
– Maestro Judas me ha hecho ver las cosas.
Jesús pregunta:
– ¿Cuáles?
– Aceptas a este Nicolás que es un prosélito e ignoramos su pasado… Hemos tenido ya muchos problemas… Y no sabemos nada de él. ¿Podemos confiarnos? Judas tiene razón al decir que puede tratarse de un espía que los enemigos han enviado.
Judas confirma:
– ¡Claro! ¡Puede tratarse de un traidor! ¡No quiere decir de donde viene y quién lo ha enviado! Yo le pregunté y se limita a decir: “Soy Nicolás de Antioquia. Prosélito.” Tengo sospechas muy grandes…
Jesús responde:
– Vuelvo a repetir que viene a Mí, porque me ve traicionado.
Judas insiste:
– ¡Puede ser una mentira! ¡Una traición!
Jesús dice serio:
– ¡Quién ve por todas partes la mentira y la traición, es uno que es capaz de ello, porque mide según su propio patrón y como se es, se juzga!…
Judas grita enojado:
– ¡Señor! ¡Me ofendes!…
– ¡Déjame entonces y vete con quién me abandona!
Judas sale azotando la puerta.
Pedro dice:
– Pero Señor, ¡Judas no siempre está equivocado! Además, yo no quisiera que Nicolás vaya a hablar de Juan. No cabe duda que el hombre de Endor lo envió.
– Y así es. Pero Juan de Endor es prudente y ha tomado nuevamente su antiguo nombre. Puedes estar tranquilo. Un hombre que se hace discípulo, porque ve que mi causa humana está perdida; solo puede ser un hombre de corazón recto.
Todo lo contrario del que acaba de salir y que vino a Mí, porque esperaba ser el príncipe de un rey poderoso… Y no se persuade de que Soy Rey, pero de los corazones…
– ¿Sospechas de él, Señor?
– No sospecho de nadie. Pero en verdad te digo que a donde llegará Nicolás, discípulo y prosélito; Judas de Simón, apóstol, israelita y judío; no llegará.
– Señor, yo quisiera preguntar a Nicolás acerca de Juan.
– No lo hagas. Juan no le dio encargo alguno, porque es prudente. No seas un curioso.
– Está bien Señor.
– Vamos abajo para cenar. Partiremos a medianoche… Simón, ¿Me amas?
– ¡Oh, Maestro! ¡Qué pregunta!
– Simón. Mi corazón está más oscuro que el lago en una noche de tormenta. Y azotado por las olas, como él…
Pedro abre los brazos con impotencia:
– ¡Oh, Maestro mío! ¿Qué puedo decirte si yo estoy más… oscuro y agitado que Tú?… Te voy a decir una cosa. Aquí estoy. Si mi corazón puede darte algún consuelo, tómalo. Es lo único que tengo. Pero es sincero.
Jesús apoya por un momento su cabeza sobre el robusto pecho.
Luego bajan.
Horas después las barcas atracan y ellos desembarcan frente a Tariquea, donde desemboca el Jordán. Están en la Transjordania. La ciudad de Gadara se ve en lo alto de una verde colina.
Jesús pregunta:
– Conoces el camino más corto para ir a Gadara, ¿Verdad? ¿Te acuerdas?
Pedro responde:
– ¡Y cómo no! Cuando estemos en los manantiales calientes del Yarmoc, solo tendremos que seguir el camino.
Tomás pregunta:
– ¿Y dónde se encuentran los manantiales?
Pedro frunce la nariz y exclama:
– ¡Oh! ¡Basta con tener nariz para encontrarlos!…
Judas insinúa:
– ¡No sabía que habías padecido ciertos dolores!
– ¿Yo haber padecido dolores?… ¡Jamás!
– ¡Vamos! Si conoces también las aguas termales del Yarmoc es que debes haber estado allí…
– Nunca he tenido necesidad de aguas termales para estar bien. Los malhumores de los huesos me salieron con el sudor de mi honesto trabajo… Y como he trabajado más de lo que he gozado, todos los bichos que hubieran podido entrarme, han sido muy pocos.
Judas retoba inquieto:
– ¡Esto es por mí!… ¿Verdad? ¡Bueno! ¡Yo soy el culpable en todo y de todo!…
– Pero, ¿Qué te ha picado?… ¡Tú preguntas, yo contesto! Como habría contestado al Maestro o a cualquier compañero. Y creo que nadie se hubiera sentido ofendido. Ni siquiera, Mateo… ¡Que la pasaba bastante bien!…
– ¡Bueno! ¡Pero yo sí me he sentido ofendido!
– No creí que fueras tan delicado. Sin embargo acepta mis disculpas, por lo que hubiera podido sugerir. Por amor al Maestro, ¿Sabes? Por él que tiene tantas aflicciones de extraños y no está bien que le demos más… Míralo y verás que dejando a un lado tus quisquillas, tiene necesidad de paz y de amor.
Jesús no dice nada. Mira a Pedro y le sonríe agradecido.
Judas no dice nada. Está de mal humor, intranquilo. Quiere aparecer cortés, pero la inquina, el despecho, la desilusión que invaden su corazón salen a flote en su voz, en su expresión y hasta en su modo de caminar, dando fuertes pisadas… Tratando de desahogarse, para dar salida a lo que le bulle por dentro.
De la mejor manera que puede, con un gran esfuerzo por tratar de ser amable, pregunta a Pedro:
– ¿Entonces como conoces estos lugares? ¿Estuviste por causa de tu mujer?
Pedro contesta:
– No. Pasé por aquí, acompañando a la Madre del Maestro y a las discípulas, hasta las tierras de Cusa.
Judas pregunta con ironía:
– ¿Ibas tú solo?
– ¿Por qué? ¿Crees que yo no valgo nada cuando se me confía algo importante? ¿Y sobre todo cuando se hace por amor?
La ironía de Judas aumenta hasta convertirse en sarcasmo:
– ¡Oh! ¡Cuánta soberbia! ¡Me hubiera gustado verte!
Pedro replica:
– Habrías visto a un hombre serio que acompañaba a mujeres santas.
Judas lo mira fijamente y pregunta con voz escudriñadora:
– ¿Pero de veras ibas solo?
– ¡Iba con los hermanos del Señor!
– ¡Ah bueno!… ¡Ya empezamos a admitir algo!
– ¡Y empiezas a tirarme de los nervios! ¿Se puede saber qué te pasa?
Tadeo interviene:
– ¡Es verdad! ¡Y es una vergüenza!
Santiago de Zebedeo grita:
– ¡Es tiempo de acabar ya con todo esto!
Bartolomé le reprocha a Judas:
– ¡No te está permitido burlarte de Simón!
Zelote concluye:
– ¡Y debes recordar que es nuestro jefe!
Jesús no dice nada.
Judas hace cara de inocencia:
– ¡Oh! ¡Qué no me burlo de nadie! Y no me pasa nada. Sólo me gusta picarle un poco…
Tadeo grita enojado:
– ¡No es verdad!… ¡Mientes! ¡Haces preguntas astutas, para llegar a tus conclusiones! El mentiroso cree que todos lo son… Entre nosotros no hay secretos. Estuvimos todos. Hicimos lo mismo que todos. Lo que el Maestro nos había ordenado. Y no más. ¿Lo comprendes?
Jesús reprende severo:
– ¡Silencio! ¡parecéis mujercillas chismosas! ¡Todos estáis equivocados! ¡Siento vergüenza de vosotros!
Después de esto, un silencio profundo los invade, mientras se dirigen hacia la ciudad.
Pasa casi una hora y nadie dice nada…
Tomás rompe el silencio con:
– ¡Qué olor tan apestoso!
Pedro dice:
– Son los manantiales. Allá está el Yarmoc… y allá las termas romanas. Y pasadas hay un buen camino empedrado que lleva a Gadara. A los romanos les gusta viajar cómodos. ¡Es bella Gadara!
Mateo refunfuña entre dientes:
– Y lo será más porque aquí no encontraremos a ciertos tipos… Al menos no en abundancia.
Pasan el río sobre el puente, entre olores acres de aguas sulfurosas. Pasan las termas, las callejuelas romanas y entran a una carretera pavimentada con largas piedras, que lleva hacia la ciudad y que ya se ve con su muralla.
Juan se acerca al Maestro:
– ¿Es verdad que hace mucho tiempo, allí donde están esas aguas, se lanzó de cabeza un condenado? Cuando éramos pequeños nuestra madre nos lo decía, para hacernos comprender que no debíamos de pecar, porque el Infierno se abre bajo los pies de quién Dios maldice y se lo traga. Y que para recuerdo y aviso han quedado las grietas de donde sale ese olor, calor y aguas infernales. ¡A mí me daría miedo bañarme en ellas!
Jesús contesta:
– ¿Miedo a qué muchacho? ¡No te corromperías!… Es más fácil que a alguien lo corrompan los hombres que llevan dentro de sí el infierno y que despiden hedores y veneno. Solo se corrompen los que tienen tendencia a hacerlo.
– ¿Podría corromperme?
– No. Aunque te encontrases en medio de una turba de demonios.
Judas de Keriot pregunta al punto:
– ¿Por qué? ¿Qué cosa tiene él, que los demás no tengan?
Jesús responde:
– Lo que tiene, es que es puro en todos los aspectos y por eso ve a Dios.
Judas ríe maliciosamente…
– ¡Je! ¡Je! ¡Je!…
Una sombra pasa por sus pupilas y una mirada de odio, le relampaguea por un instante.
Juan vuelve a preguntar:
– ¿Entonces esos manantiales no son bocas del Infierno?
– No. Son cosas buenas que el Creador hizo para sus hijos. El Infierno no está encerrado dentro de la tierra. Está sobre ella, Juan.
Se alimenta y se hace fuerte, en el corazón de los hombres. Y se hace absoluto en el más allá.
Iscariote pregunta:
– Pero, ¿De veras existe el Infierno?
Todos sus compañeros se escandalizan y le echan en cara:
– ¿¡¡¡ Qué estás diciendo!!!?
Judas se defiende:
– Digo, ¿Es verdad? ¿No? No solo yo… Hay muchos otros que no creen y afirman rotundamente que el Infierno solo es una figura literaria. Una enseñanza doctrinal para moderar nuestra conducta.
Los apóstoles gritan horrorizados:
– ¡¡¡Pagano!!!
Judas afirma con altanería:
– No. Israelita… Muchos de nosotros en el Templo, no creemos en ciertas tonterías.
Casi todos le gritan al mismo tiempo:
– ¿Entonces cómo vas a creer en el Paraíso?
– ¿Y en la Justicia divina?
– ¿Dónde metes a los pecadores?
– ¿Cómo explicas la existencia de Satanás?
– ¿En dónde dejas la Misión Redentora del Mesías?
– ¡Estás borrando de un plumazo, todas las verdades de las Escrituras!
– ¿En dónde dejas el Pecado?
– ¿También vas a negar la Vida Eterna?
Judas replica:
– Digo lo que pienso. Hace poco se me echó en cara que era yo un mentiroso. Demuestro que soy sincero, aun cuando esto os escandalice y me haga odioso a vuestros ojos. Por otra parte, no soy el único en Israel, en creer de este modo.
Desde que se ha adelantado en el saber, con el contacto de los helenistas y los romanos. Ni el Maestro, cuyo juicio es el único que respeto puede reprocharme a mí o a Israel; pues Él protege y es amigo declarado de griegos y romanos…
Yo parto de este concepto filosófico: si Dios controla todo, todo lo que hacemos es por su voluntad y por esto debe premiarnos a todos de igual modo; porque todos somos autómatas suyos. Somos unos seres privados de voluntad. El Mismo Maestro lo anda diciendo para todo: ‘La voluntad del Altísimo. La Voluntad del Padre.’ Esta es en realidad la única voluntad.
Y es tan inmensa que aplasta y anula, la voluntad limitada de las criaturas. Por esto, tanto el bien como el mal que parece que realizamos, lo hace Dios; porque nos lo impone. Por eso no podrá castigarnos por el Mal. Y de este modo se ejercerá su Justicia.
Porque nuestras culpas no son voluntarias; sino que nos las impone quien quiere que las hagamos… Para que tanto el bien como el mal existan en la tierra.
Quién es malo, es el medio con el que expían los menos malos. Y sufre por sí, porque no se le puede considerar bueno y de este modo expía su parte de culpa.
Jesús lo ha dicho: ‘El Infierno está en la Tierra y en el corazón de los hombres.’ Yo no siento a Satanás. No existe. Hubo un tiempo en que creí que existía. Pero desde hace tiempo estoy convencido de que es un mito. Y creer de este modo, ayuda a tener paz.
Judas ha lanzado estas teorías suyas, con aire magistral; y de tal forma, que los demás se han quedado sin aliento…
Jesús no dice nada.
Judas lo provoca:
– ¿No tengo razón, Maestro?
Jesús contesta:
– ¡No! –es un ‘no’ rotundo y seco.
Judas no se amilana y agrega:
– Y sin embargo yo… Yo no siento que Satanás exista. Y no admito el libre albedrío, el Mal. Todos los Saduceos piensan como yo, así como también otros muchos de Israel. Está muy claro. ¡Satanás no existe!
Jesús lo mira…
Una mirada tan compleja, que no puede analizarse.
Es la mirada del Juez, del Médico, del Afligido, del asombro horrorizado… Del que no sabe qué hacer… Es todo…
Judas que se ha lanzado desbocado en su hablar, con la soberbia más absoluta y refinada, concluye:
– ¡Será porque soy mejor que otros! ¡Más perfecto! ¡Por eso he superado el terror que tienen los hombres por Satanás!…
Jesús callado.
Judas lo provoca:
– ¡Pero habla! ¡Di porqué yo no tengo miedo!
Jesús no responde.
– ¿No contestas, Maestro? ¿Por qué?
Jesús sigue callado.
Judas se acerca…
Una mirada de desafío, mezclada con otras cosas indescifrables le centellea, junto con una media sonrisa llena de irónico sarcasmo…
Y trata de abrazarlo diciendo sardónico:
– ¿Tienes miedo?
Jesús contesta tajante:
– No. Soy la Caridad. Y Ella no pronuncia su juicio hasta que se ve obligada a hacerlo… ¡Déjame y retírate!…
Y en voz baja, pues ha sido estrechado por los brazos del blasfemo, ordena:
– ¡Me causas asco!… ¡No ves ni sientes a Satanás, porque sois una misma cosa! ¡Apártate de Mí, Demonio!
Judas, con un descaro absoluto, lo besa…
Y se echa a reír, como si el Maestro, le hubiese dicho en secreto alguna alabanza. Regresa con sus compañeros que se han quedados paralizados por el horror y les dice:
– ¿Lo veis? Yo sé abrir el corazón del Maestro. Lo hice feliz porque le muestro mi confianza y mi sinceridad y así aprendo. Vosotros… ¡Al contrario! Jamás os atrevéis a hablar, porque sois soberbios. ¡Oh! ¡Yo seré el que sepa más de todos sus discípulos y podré hablar mejor!…
La oscuridad y la apostasía, en el alma del desgraciado apóstol es absoluta….
HERMANO EN CRISTO JESUS: