En medio de un terrible temporal, Jesús y el grupo apostólico regresan a Bethania. Avanzan por un camino lleno de lodo que hace su caminata dura y pesada.
Los discípulos van muy fastidiados.
Jesús hace como si no oyera.
Bartolomé dice:
– ¡Oh, pobre de mí! Con esta humedad que se me seca en la espalda, me siento mal. Ya estoy viejo. No tengo treinta años.
Mateo refunfuña:
– ¿Y entonces yo? Estaba acostumbrado… Cuando llovía en Cafarnaúm, tú lo sabes, Pedro, no salía de casa. Mandaba a algunos de mis criados a cobrar los impuestos y me traían a los que tenían que pagar. Había organizado un buen servicio para tales casos. ¡Bueno!… ¡Quién iba a andar fuera con mal tiempo! ¡Uhm! Alguno que sentía la tristeza y no más. Los negocios y los viajes se hacen cuando el tiempo es bueno…
Juan dice:
– ¡Callaos que os oye!
Tomás replica:
– ¡Qué va a oír!
Bartolomé:
– Piensa…
Mateo:
– Y cuando es así…
Felipe:
– Es como si no existiéramos.
Judas de Keriot agrega:
– Y cuando se le clava alguna cosa, no se la quita ninguna reflexión justa. Hace lo que quiere. No se fía más que de Sí Mismo. Será su ruina… Si se aconsejase un poco conmigo… ¡Sé taaantas cosas! …
Judas lo ha recalcado con su aire de sabiondo, que se sabe y se siente superior a los demás, en todos los niveles humanos.
Pedro le pregunta colorado como un gallo:
– ¿Qué sabes tú?… ¡Todo lo sabes!… ¿Qué amigos tienes?… ¿Eres acaso uno de los grandes de Israel?… ¡Quién te lo va a creer! También tú eres un pobre hombre como yo y como los demás. Un poco más bello… ¡Pero belleza de juventud es flor que dura un día! También yo era bonito…
Una fresca carcajada de Juan rompe el aire.
También los demás sueltan la risa y se burlan cariñosamente de Pedro, por sus arrugas y sus piernas curvas como las de los marinos.
Pedro replica:
– Ríanse, pero es así. Y además no me interrumpáis… Dinos Judas, ¿Qué amigos tienes? ¿Qué sabes? Para saber lo que dejas entender, debes tener amigos entre los enemigos de Jesús… Y quién es así; es un traidor. ¡Eh, muchacho! ¡Ten cuidado si crees que eres bonito!… Aunque es verdad que yo ya no lo soy; todavía soy fuerte para romperte los dientes y para apagarte un ojo sin mucho esfuerzo.
Judas responde con un desprecio principesco:
– ¡Qué moditos de hablar!… ¡Propios de un vulgar pescador!
– Sí, señoriíto… Y me glorío de ello. Pescador, pero sincero y claro como mi lago, que cuando quiere envolverse en tempestades, lo grita. Tú te pareces a este lodo que parece sólido y ¡Mira!…
Dando una fuerte pisada, el lodo salpica hasta arriba y baña toda la cara de Judas. El siempre distinguido y elegante apóstol, orgulloso de su fina apariencia; queda salpicado de lodo de la cabeza a los pies y se mira horrorizado…
Andrés y Simón exclaman:
– Pero, ¡Pedro!…
– ¡Estos son unos modales indignos de…!
Y Judas le replica a Pedro, con soberbia e ira:
¡Qué buen provecho te hacen las palabras del Maestro sobre la Caridad!…
Pedro prosigue implacable:
– Y también sobre la humildad y la sinceridad. ¡Adelante! ¡Escupe lo que sabes!… ¿Qué sabes? ¿Es verdad que sabes o solo presumes el tener amigos poderosos?… ¡Pobre gusano que eres!
– Lo que sé, lo sé. Y no te lo voy a decir, para que no te rías como quisieras… ¡Pedazo tonto de Galileo! Repito que si el Maestro fuese menos testarudo y menos violento, le iría mejor. Hay que ser diplomáticos. La gente empieza a cansarse de verse ofendida…
– ¿Violento?… Si lo fuera, te echaría a volar sobre el río, pero ¡Ya!… En un vuelo directo sobre aquellos árboles. ¿Ves? De este modo te quitarías el lodo que te ensucia tu linda cara… ¡Ojala sirviera para que te lavaras el corazón! ¡Que si no me equivoco, lo debes tener más costroso que mis pies sucios de lodo!
Mateo interviene:
– Bueno, tranquilizaos los dos… Dejad ya de pelear…
Juan se adelanta y se pone al lado de Jesús, rogando en su corazón que no haya oído y no se entere de la disputa.
Al sentirlo junto a sí, Jesús le sonríe con amor a su predilecto y mira los dos caballos y las dos figuras que esperan en el sendero…
Y pregunta:
– ¿Pero no es aquella una mujer?… ¡Oh! ¡Es María de Teófilo! ¿Qué querrá? –y grita- ¡María!…
Ella reacciona:
– ¡Rabonní! ¿Eres Tú?… –y espoleando su caballo- ¡Alabado sea el Señor que te encontré!…
Cuando llega a donde está Jesús, cae a sus pies sin preocuparse por el lodo, jadeante pero feliz.
Jesús le pregunta:
– ¿Qué pasa María? ¿Por qué no estás en Bethania?
Magdalena contesta:
– Sí. Estoy con tu madre y con las mujeres como había dicho. Pero vine a encontrarte… Lázaro no ha podido porque sufre mucho. Está cada vez más enfermo… Entonces decidí venir con el criado…
Jesús dice admirado:
– ¡Tú sola con ese muchacho y con este temporal!
– ¡Oh, Rabonní! ¡No pensarás que voy a tener miedo! No lo tuve cuando hacía el mal… Mucho menos ahora qué hago el bien.
– ¿Y entonces a qué has venido?
– Para avisarte… En aquella parte te esperan para hacerte daño. Lo supe por un herodiano que en otro tiempo me amó. Y me dijo que en la Judea te están esperando para apresarte. Hice algunas averiguaciones y supe que era verdad… Entonces tomé dos caballos y me vine sin decir nada a tu Madre, para no causarle aflicción. También Herodes te busca… ¡Vete! ¡Vete, por piedad!
Y a Magdalena se le quiebra la voz y sus ojos se llenan de lágrimas.
¡No llores, María!…
– Tengo miedo, Maestro.
– ¡No! ¿Miedo tú, qué tuviste el valor de pasar el río crecido y de noche?
– Pero eso es un río y aquellos son hombres… Son tus enemigos y te odian. Tengo miedo de ese odio… Porque te amo, Maestro.
– No tengas miedo. No me arrestarán. No ha llegado mi tiempo. Pero haré cómo quieres…
Judas murmura algo entre dientes y Jesús responde:
– Es verdad Judas, exactamente como dices. Pero solo la primera parte de la frase… Le doy la razón a ella. Sí. Se la doy. Pero no porque es mujer como insinúas… Sino porque ha hecho un largo y arriesgado camino porque me ama.
Me iré por Galilea. –Y volviéndose a Magdalena dice- ¡Vete en paz, bendita! Dios está contigo.
Jesús le pone la mano en la cabeza, en señal de bendición.
María tomas las manos de Jesús y se las besa. Y montando de nuevo su cabalgadura, se va.
Jesús ordena a todos los demás:
– Ahora vámonos. Quería que descansarais. Pero no es posible… Debo preocuparme porque nada os pase; aun cuando Judas piense de otro modo… Y creedme que si caéis en manos de mis enemigos, os irá peor que con el agua y el fango…
Todos bajan la cabeza al comprender el velado reproche. Y reciben la respuesta a sus conversaciones anteriores…
La semana siguiente…
Jesús está ya muy cerca de Jerusalén y avanza cantando Salmos con el grupo apostólico, entre la multitud que va a celebrar la Pascua.
Algunos lo saludan reverentes. Otros se limitan a una sonrisa respetuosa. Otros son irónicos y despreciativos. Y no faltan los de mala voluntad, que la muestran abiertamente, insultantes…
Pedro dice:
– Aquellos son prosélitos que vienen de tierras lejanas y quieren hablarte. Quieren oír tu Palabra y que cures algunos de ellos. Son de la Diáspora y vienen empujados por la Fe que tienen en Ti.
Jesús dice:
– Marziam. Ve a decirles que me sigan al Templo. Tendrán la salud del alma con mi Palabra. Y también la salud de sus cuerpos por haber sabido creer.
El muchacho corre ligero, para cumplir el encargo.
Pero de los Doce, brota un coro de descontento por la ‘imprudencia’ de Jesús, que quiere dejarse ver en el Templo…
Jesús declara:
– Vayamos para mostrarles que no les tengo miedo. Para demostrarles que ninguna amenaza puede hacerme que desobedezca el Precepto. ¿No habéis comprendido aún su jugada?… Todas estas amenazas y supuestos consejos benévolos, tienen por objetivo el hacerme pecar para poder tener un motivo verdadero de acusación. ¡No seáis cobardes!… Tened Fe. No ha llegado mi Hora.
Judas, el gran manipulador, pregunta:
– ¿Por qué no vas antes a tranquilizar a tu Madre que te está esperando?
Jesús responde:
– No. Primero al Templo. Que hasta que llegue el momento que el Eterno ha señalado, es su Casa. Mi Madre sufrirá menos esperándome, que si supiera que no prediqué en el Templo. De este modo honro a mi Padre y a mi Madre. ¡Vamos! ¡No tengáis miedo! Pero si alguien lo tiene… Que vaya a Getsemaní, a ocultarlo entre las mujeres.
Los apóstoles, heridos con estas últimas palabras, no protestan más.
Todos avanzan en silencio hasta llegar al recinto del Templo. Y en la Puerta de Damasco encuentran a Mannaém.
El hermano de Herodes se arrodilla ante Jesús, besa la orla de la vestidura de Jesús, lo saluda y dice:
– Señor. Pensé en mejor mostrarme, para quitar cualquier duda sobre la situación. Te aseguro que fuera de la mala voluntad de los fariseos y escribas, no existe ningún peligro para Ti. Puedes ir tranquilo.
Jesús le contesta:
– Lo sabía ya, Mannaém. Pero de todos modos te lo agradezco. Ven conmigo al Templo, si no tienes alguna objeción…
– ¿Objeción?… ¿Dificultad, yo?… ¡Oh, mi Señor! ¡Por Ti soy capaz de desafiar al mundo entero!… ¡Vamos!
Y Mannaém avanza airoso al lado de Jesús. Entran en el recinto del Templo… Y avanzan entre el ruido poco sagrado que hay en los patios donde están los mercaderes y los cambistas. Jesús mira y siente un dolor profundo en el alma…
Se pone pálido… Luego se yergue y parece crecer en estatura, con su paso majestuoso y severo.
Una sombra pasa por la mirada de Judas… Se acerca a Jesús y con voz llena de hipocresía, Iscariote lo tienta:
– ¿Por qué no repites aquel gesto santo? ¿Lo ves? ¡Lo han olvidado!… Y la profanación existe de nuevo en la Casa de Dios. ¿No te llenas de Ira?… ¿No saldrás a defender la santidad del Templo?
La hermosa y falaz cara de Judas llena de ironía, aunque trate de disimularlo… Es la de un zorro que escudriña el rostro de Jesús.
Jesús responde secamente:
– No es la Hora. Pero todo será purificado… ¡Y para siempre!…
Judas contesta con una sonrisa irónica:
– ¡El para siempre de los hombres!… ¡Je, Je, Je!… ¡Cosa precaria, Maestro! ¡Lo estás viendo!…
Jesús no replica porque está saludando de lejos a José de Arimatea, que pasa con un grupo de seguidores.
Cruzan el Patio de los Israelitas y llegan hasta donde los hombres pueden adorar junto al Lugar Santísimo…Cumplen con las oraciones rituales y regresan al Patio de los Gentiles, donde hay mucha gente.
Jesús va hasta su lugar preferido y enseña el “Padre Nuestro…” a la multitud.
La gente sigue atentamente la solemne Oración.
Después el Maestro les enseña la parábola de los hijos y finaliza diciendo:
– … El Reino de os Cielos es de quién sabe renovarse, acogiendo la Verdad y el Amor. -Jesús se vuelve hacia donde están los enfermos y pregunta con voz fuerte- ¿Podéis creer en todo lo que he dicho?
Un coro le responde:
– ¡Sí, Señor!
Jesús pregunta:
– ¿Queréis aceptar la Verdad y el Amor?
– Sí, Señor.
– No os dije más que estas palabras… ¿Estáis contentos?
La multitud responde:
– ¡Señor! Tú sabes qué es lo que más necesitamos.
– ¡Danos sobre todo la Paz y la Vida Eterna!
Jesús ordena radiante:
– ¡Levantaos e id a alabar al Señor!… Estáis curados por su Santo Nombre.
Y antes de que nadie reaccione, rápido se dirige ligero a la primera puerta que encuentra, mezclándose entre la multitud que llena Jerusalén.
Él ha desaparecido mucho antes de que la admiración y el estupor que hierve en el Patio de los Gentiles, se cambie en gritos clamorosos de:
– ¡Hosanna!…
– ¡Bendito sea el Mesías!
– ¡Gloria a Dios ¡
– ¡Bendito sea Jesús, el hijo de David!
– ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Los apóstoles lo pierden de vista.
Y sólo Marziam que no ha soltado la punta de su manto, corre a su lado.
Entran en el plácido Huerto de los Olivos. Cuando se detienen a esperar a los apóstoles; Marziam hace un gesto significativo, como respondiendo a un pensamiento interior.
Jesús lo ve y le dice:
– ¿Por qué ese gesto? Habla sin miedo…
El niño contesta:
– Acabas de decir que a los sacerdotes siempre debe escuchárseles, con respeto y en silencio… Me preguntaba si Dios también estará en los labios y en el corazón, de los sacerdotes de ahora…
Jesús dice:
– Dios siempre está en sus consagrados.
– ¿En todos?
– En todos.
– Y los futuros, ¿Serán iguales?… Porque muchos sacerdotes hacen del Señor una figura muy fea… Claro que también yo he pecado… ¡Pero ellos son tan malos y odiosos! Tan secos que…
Jesús interrumpe muy serio:
– No juzgues… Pero no olvides esto que te disgusta. Tenlo presente para el porvenir, cuando tú mismo te hayas consagrado… Y trata con todas tus fuerzas de no ser como los que te desagradan. Haz que el mal, sirva al bien. Cualquier acción y cualquier conocimiento, debe de cambiarse en algo bueno.
Marziam suspira profundamente y luego pregunta:
– Cuando los sacerdotes hablan de Dios y de la religión, siendo lo que son. Y me refiero a los que son malos… ¿También deben ser escuchados?
Jesús dice muy despacio:
– Siempre, hijo mío. Por respeto a su misión. Cuando ejercen su ministerio, distínguelo siempre de su pobre fragilidad humana… Además, ningún hombre es completamente bueno, ni completamente malo. Y nadie es tan bueno que pueda juzgar a sus hermanos… Hasta ahora no he encontrado un hombre que sea completamente malo.
Marziam insiste:
– ¿Ni siquiera Doras, Señor?
– Ni siquiera él.
– Pero era un hombre muy malo… ¿En qué era bueno?
– Era un marido honrado y un padre cariñoso.
– ¿Sólo en eso era bueno? No importa que…
– Pero fuera de eso, no era más que un hombre débil; utilizado por Satanás con su dureza de corazón.
– ¿Y cómo sacerdote tambien era bueno, aunque fuera malo?
– Así es. Pero en este punto no era tan malo. Por lo tanto, no era completamente malo.
– ¿Ni siquiera Judas es malo?
– Ni siquiera él.
– Pero no es bueno.
– No lo será completamente. Como tampoco lo es del todo malo… ¿No te convence lo que te estoy diciendo?
– Estoy convencido de que Tú Eres absolutamente Bueno… -lanza un profundo suspiro- Pero cuando hay pruebas tan claras… No es fácil dejarlas pasar…
Marziam ha bajado la cabeza.
Jesús lo mira atentamente.
Y le dice:
– Marziam, levanta la cara. Mírame… Respóndeme… ¿Cuáles son las pruebas que es difícil dejar pasar?
El niño se pone colorado.
Y balbucea:
– Hay… muchas… Señor…
Jesús le pone una mano sobre la espalda y con la otra lo sujeta en el hombro e insiste:
– ¿Por qué nombraste a Judas? ¿Por qué es una ‘prueba’?… Tal vez la más difícil de vencer… ¿Qué te ha hecho Judas?… ¿En qué te ha escandalizado?…
Marziam está totalmente rojo y lo mira con ojos brillantes por las lágrimas.
Luego se zafa y escapa gritando:
– ¡Es un profanador!… No puedo decirlo… ¡No me preguntes más, Señor!…
Y se mete en el bosque, llorando… Y se va, dejando a Jesús solo…
Jesús lo ve alejarse y expresa en voz alta su pensamiento… Hay una gran severidad en su voz:
– Cualquier palabra sería inútil. Y no encontraría una, para excusar al que ha intentado violar su inocencia… ¡Ay Judas! ¡Judas! ¡Judas!…
La última palabra es casi un gemido de dolor… Y el llanto brota incontenible….
Luego Jesús dice como para Sí Mismo:
– ¡Y habrá tantos que repetirán su mismo sacrilegio!… ¡Oh, Padre Mío este pecado es insoportable!… ¡Me quiebra! ¡Me aplasta! ¡Me aniquila totalmente!… ¡Oh!… ¡Si tan solo reflexionaran y se arrepintieran!…
¡El Infierno los está llamando!… –Su voz se convierte en un grito angustioso- ¡Padre Santísimo!… ¡No permitas que los pierda!… ¡Son mis consagrados! ¡Los amo y también por ellos pagaré!… ¡Oh, no!… ¡El Cielo se ha cerrado!…
El Maestro tiene que apoyarse sobre el tronco de un olivo, porque ésta última reflexión la siente tan insoportable, que un ronco sollozo brota de su garganta y por un momento pareciera el Hombre Abatido, que en este mismo lugar sudará sangre por la agonía, en la madrugada del Viernes Santo…
Más tarde…
Jesús con paso ligero va a Bethania con Zelote y con Marziam. Que están felices de haber sido los elegidos para esa ocasión.
Marziam, que ya está sereno del todo; hace muchas preguntas y ha vuelto a ser el niño grandote que es.
Llegan a la casa de Lázaro y se encuentran con José y con Nicodemo.
Hablan de los acontecimientos de esa mañana, ante Lázaro; que al oírlos, parece olvidarse de su dolor.
José de Arimatea pregunta:
– ¡Pero ese Gamaliel, Señor! ¡Lo oíste!
Nicodemo por su parte, dice:
– ¡Ese Judas de Keriot, Señor! Después de que partiste, lo encontré vociferando como un demonio, en medio de un grupo de levitas alumnos de los rabíes. Te acusaba y te defendía al mismo tiempo…
Estoy seguro de que estaba convencido de que hacía bien… Aquellos trataban de encontrar en Ti, alguna culpa… Sin duda, acicateados por sus maestros. Combatía las acusaciones con ardor inmenso, diciendo: “Sólo una culpa tiene mi Maestro: la de no hacer ostentación de su poder. Deja escapar la hora oportuna. Cansa a los buenos con demasiada bondad. ¡Es Rey! ¡Y como tal debe obrar!
Vosotros lo tratáis como a un siervo, porque es Bueno. Él se arruina por no ser más que esto. Vosotros, cobardes y viles, no merecéis sino el fuete del poder. De un Poder absoluto, violento. ¡Oh! ¡Que si pudiera yo hacer de Él, un Saúl violento!
Jesús mueve su cabeza sin comentar nada.
Nicodemo exclama admirado:
– ¡Y con todo, te ama a su modo!
Lázaro añade:
– ¡Qué hombre tan desconcertante!
Zelote confirma:
– Sí. Has dicho bien… Después de dos años que vivimos juntos, no lo puedo comprender todavía…
Magdalena se levanta con aire de reina y con voz clara, dice:
– Yo lo he comprendido mejor que todos: es el Oprobio junto a la Perfección. No hay nada que agregar.
Y sale llevándose consigo a Marziam.
Lázaro dice:
– Tal vez María tenga razón.
José de Arimatea, corrobora:
– Lo mismo pienso yo.
Simón pregunta:
– ¿Y Tú, Maestro? ¿Qué dices?
Jesús responde:
– Digo que es un ‘hombre’ como cualquier otro. Como lo es Gamaliel. El hombre es tan estrecho en su manera de pensar. Obstinado, terco. Tal vez por fidelidad a lo que más llamó su atención una vez.
En el fondo Gamaliel tiene una Fe como pocos en Israel: en el Mesías, que entrevió y reconoció en un niño. Y es fiel a las palabras de ese Niño…
Lo mismo sucede con Judas.
Saturado de la idea mesiánica como ningún otro en Israel, la cultiva y se confirma en ella, con el recuerdo de mi primera manifestación que contempló. Y ve o quiere ver en Mí al rey… A un rey temporal, poderoso… ¡Y es fiel a esta idea suya!
¡Cuántos en el porvenir encontrarán su ruina, por la concepción de una fe equivocada; cerrada a cualquier razonamiento!
A Gamaliel se le concedió una de las primeras manifestaciones del Mesías y por esto se hace sordo a mi Voz que lo llama…
A Judas se le concedió ser apóstol: uno de los Doce, entre millares de hombres de Israel… Esto debiera ser su santificación… Pero, ¿Qué será?… ¡Amigos míos, el hombre es el eterno Adán!… él poseía todo, menos una cosa. Y la quiso… Tiene todo, menos la divinidad.
Y ésta es la que ambiciona. Quiere lo sobrenatural para llamar la atención, para ser aclamado; temido, conocido, afamado…
Y para poder poseer algo que solo Dios puede dar gratuitamente, se abraza a Satanás… Quien como el eterno mono imitador, finge conceder dones sobrenaturales… ¡Qué triste suerte espera a los ensatanizados!
Os dejo, amigos… Me retiro por unos momentos. Tengo necesidad de recogerme en Dios…
Jesús sale del salón muy perturbado.
Lázaro, José, Nicodemo y Zelote; se miran entre sí….
José pregunta en voz baja a Lázaro:
– ¿Viste lo turbado que se puso?
Lázaro contesta perplejo:
– Lo vi.
Zelote dice:
– Me pareció ver algo horrendo…
Nicodemo pregunta:
– ¿Qué ideas le bullirán en el corazón?
José contesta:
– Solo Él y el Eterno, lo saben. ¿Tú sabes algo, Simón?
Zelote contesta:
– No. Pero lo cierto es que desde hace algunos meses parece muy afligido…
Los dos sinedristas dicen:
– ¡Qué Dios lo ampare!
– ¡El Odio sigue creciendo!
Lázaro confirma:
– Tienes razón José. Sigue creciendo…
Simón dice:
– Pienso que pronto vencerá al Amor.
Lázaro exclama:
– ¡No lo digas, Simón! Si esto sucediese, no pediré más que se me cure. Es mejor morir antes que asistir a la más terrible de las equivocaciones.
José corrige:
– ¡De los sacrilegios dirás, Lázaro!
Nicodemo suspira y dice:
– Y con todo… Israel es capaz de ello. Se siente con fuerzas para repetir el gesto de Lucifer, declarando la guerra al Señor.
Un silencio lleno de dolor cubre a los cuatro y parece oprimir sus gargantas…
HERMANO EN CRISTO JESUS: