Archivos diarios: 19/11/12

122.- NON LICET

El grupo apostólico deja la llanura y suben a un camino montañoso. Atraviesan un pequeño valle, abundante en agua y flores. Y no faltan los olorosos lirios del valle que llaman la atención a Tadeo. Y alaba su frágil belleza y su fuerte fragancia, pese a su delicadeza.

Tomás advierte:

–                       Pero son lirios al revés. En lugar de para arriba, están para abajo.

Judas aplasta un montón de muguetes en flor y dice:

–                       ¡Y qué chiquitos! Tenemos flores más galanas que éstas. No comprendo por qué deban alabarlos…

Andrés interviene en defensa de las pobres florecillas:

–                       ¡No! ¿Por qué? ¡Son tan hermosos! –y se inclina a recogerlas.

Judas dice con desprecio:

–                       Solo parecen paja. Es más hermosa la flor del Agave, que es majestuosa, imponente, digna de Dios y de brindar sus flores a Dios.

Andrés levanta un ramito y dice:

–                       Yo veo más bien a Dios en estos cálices pequeños. ¡Mira qué hermosura! Parecen de alabastro. Y cuantos detalles tan exquisitos. Parecen obra de unas manos pequeñísimas… ¡Y con todo, ha sido el Infinito, el que las creó! ¡Oh, Poder de Dios!… –Andrés está extasiado al contemplar las florecitas y al pensar en la Perfección Creadora.

Judas con su sonrisa maligna, por molestarlo le dice:

–                       ¡Pareces una mujercilla enferma de los nervios!…

Tomás le replica:

–                       No es eso. Realmente yo soy del mismo parecer. Soy orfebre y entiendo muy bien de esto. Estos tallos son de una perfección… Y son muy difíciles de labrarse en metal.

Más difíciles que el agave. Porque debes saber amigo mío, que lo infinitamente pequeño, manifiesta la capacidad del artífice. Dame un tallo Andrés… y tú, ojo de buey que ve solo lo grande, ven y mira…

¡Qué magnífico artífice pudo hacer estas copas tan ligeras, tan perfectas y adornarlas con ese minúsculo topacio que está en el fondo! Y unirlas al pecíolo con este tallo de filigrana, que está encorvado tan sutil… ¡Es una maravilla!

Judas con tono burlón dice:

–                       ¡Oh! ¡Qué poetas hay entre nosotros! Hasta tú Tomás…

–                       Oye. Ten en cuenta que no soy una mujercilla, ni un tonto; sino un artista. Y un artista que comprende la belleza, admirando a su Creador. De ello me glorío… – Tomás se vuelve hacia Jesús y pregunta-  Maestro, ¿Te gustan estas flores?

–                       Jesús. que había estado escuchando sin hablar, contesta:

–                       Toda la Creación me gusta. Pero éstas me gustan más.

Varios preguntan al mismo tiempo:

–                       ¿Por qué?…

Y simultáneamente Judas:

–                       ¿También te gustan las víboras?

Jesús contesta:

–                       También. Son útiles…

–                       ¿Para qué?  -preguntan casi todos.

Judas responde con mucho sarcasmo:

–                       Para morder… ¡Ja, ja, ja!

Tadeo replica mordaz:

–                       ¡Entonces a ti deben gustarte muchísimo!  – y con ello le arrebata la risa de los labios.

Ahora son los demás los que se ríen de la pedrada que recibió Judas.

Jesús no se ríe.

Más bien está pálido y triste. Mira a sus Doce y sobre todo a los dos Judas, que son como dos enemigos que se miran con ira y con rencor.

Y les contesta a todos:

–                       Si Dios las hizo es porque para algo sirven. No hay nada inútil. Nada nocivo, en la Creación.  Sólo el Mal es nocivo, ¡Y ay de aquellos que se dejan que los muerda! Una de las consecuencias de su mordisco, es la incapacidad de distinguir el Bien del Mal.

Las otras: la  desviación de la razón y la conciencia pervertida, con cosas que no son buenas. La ceguera espiritual por la que,  ¡Oh, Judas de Simón! No se puede ver resplandecer la Potencia de Dios en las cosas, aunque sean pequeñas.

En esta flor la Potencia de Dios está escrita con su belleza, con su perfume, con su forma única y diferente de las otras flores. Con esta gota de rocío que resplandece en el minúsculo pétalo de color de cera, que parece una lágrima de agradecimiento al Creador que todo lo ha hecho bien, útil, variado.

Todo fue bello a los ojos de los primeros padres, mientras no tuvieron las cataratas del Pecado…  Todo les hablaba de Dios, mientras el veneno del Enemigo no les había dañado, lo que les impidió ver a Dios… Aún en estos momentos, cuanto más se manifiesta Dios; tanto más el espíritu es soberano en el hombre mismo…

Judas dice:

–                       Salomón cantó las maravillas de Dios, igual que David. Y ciertamente no fueron soberanos de su corazón, Maestro. Esta vez sí te he sorprendido en falso.

Bartolomé le grita:

–                       ¡Eres un necio! ¡Cómo te atreves a decir esto!

Jesús continúa:

–                       Déjalo que hable… No me preocupo de ello. Son palabras que el viento arrastra y de las que ni hierbas, ni árboles se escandalizarán. Nosotros, los únicos que las hemos escuchado, les damos el valor que se merecen. ¿No es verdad? Y no vamos a acordarnos más de ellas.

La juventud frecuentemente es irreflexiva, Bartolomé. Ten compasión… Al que preguntó por qué prefiero el Lirio de los Valles, respondo: Por su Humildad. Todo en él habla de la figura de mi Madre, esta florecilla, ¡Tan pequeña! Y oled que hermoso perfume…  También mi Madre es humilde y no le gustan las alabanzas. Quiso pasar por desconocida… Sin embargo su perfume de santidad, fue tan fuerte que atrajo el Cielo…

–                       ¿Ves en esta flor un símbolo de tu Mamá?

–                       Sí, Tomás. Si tuviese que cantar sus alabanzas, la llamaría Lirio del Valle y Olivo de Paz.

Y su rostro se ilumina al pensar en su Madre…  Y se adelanta para estar solo y seguir avanzando, porque en el valle hay muchos árboles que protegen del sol.

Minutos después Pedro aprieta el paso y alcanza al Maestro.

Pedro en voz baja dice:

–                       Maestro mío.

Jesús sonríe al jefe de sus apóstoles:

–                       ¡Pedro!

–                       ¿Te molesto si me vengo contigo?

–                       No, amigo mío. ¿Qué quieres decirme?

–                       Una cosa… Maestro, yo soy muy curioso.

Jesús amplía su sonrisa y pregunta:

–                       ¿Y luego?…

–                       Y me gusta saber todas las cosas.

–                       Eso es un defecto, Pedro.

–                       Lo sé… Pero ésta vez no creo que sea un defecto. Si quisiera enterarme de cosas malas; de las sinverguénzadas, para criticar a quién las hizo, entonces sería un defecto. Tú ves que no te he preguntado si Judas tuvo que ver algo, con el llamado que te hicieron en Béter, ni por qué…

–                       Pero te morías de ganas por saberlo…

–                       Es verdad. Pero ha sido un mérito mayor… ¿O no?

–                       Fue mérito mayor. Cómo lo es también dominarse a sí mismo. Esto demuestra que quién lo hace, ha avanzado espiritualmente.  Que tiene un verdadero interés en aprender y asimilar las lecciones del Maestro.

–                       ¿De veras? ¿Y estás contento con ello?

–                       ¿Me lo preguntas, Pedro? Me siento feliz.

–                       ¿De veras? ¡Oh, Maestro mío! ¿Entonces es el pobre Simón el que te hace que seas así de feliz?

–                       Sí. ¿Pero no lo sabías ya de antemano?

–                       No me atrevía a creerlo. Pero al verte ayer tan contento, hice que te preguntasen; porque pensaba que podía ser también Judas… Que avanzaba espiritualmente…  Aunque no tenía pruebas de ello… Yo puedo equivocarme. Juan me dijo, que le dijiste que eres feliz, porque hay uno que se está haciendo santo.  Me acabas de decir que estas contento conmigo, porque estoy mejorando.

Ahora comprendo más lo que te hace feliz y me alegro de ello, yo el pobre Simón… Pero quisiera que mis sacrificios, lograsen cambiar a Judas. No soy envidioso. Me gustaría que todos fuesen perfectos, para que Tú seas feliz del todo…  ¿Lo lograré?

–                       Ten confianza, Simón. Ten confianza y persevera.

–                       ¡Qué si lo haré! Lo haré por Ti… Y también por él… Porque ciertamente no podemos continuar así.  Hablando en serio… Podría ser mi hijo….  Aunque pensándolo bien… ¡Uhmm!… Prefiero ser padre de Marziam. Pero voy a hacer las veces de padre suyo, trabajando por darle un corazón digno de Ti.

–                       Y también de ti, Simón.

Y Jesús se inclina y besa a su primer Pontífice, sobre su cabeza plateada por las canas.

Pedro está que no cabe en sí de contento.

Y luego pregunta:

–                       ¿Y ya no me dices nada?  ¿No hay otra cosa? ¿Alguna flor, que entre las espinas, hayas encontrado?

–                       Sí. Un amigo de José que se acerca a la Luz.

–                       ¡Oh! ¿De veras? ¿Un sinedrista?

–                       Sí. Pero no hay que decirlo. Mejor hay que rogar por él. Sufrir por este motivo… ¿No me preguntas quién es?

–                       ¡Vaya que siento curiosidad! Pero no te pregunto su nombre… ¡Voy a hacer un sacrificio por este desconocido!

–                       Bendito seas, Simón. Hoy me has hecho muy feliz. Continúa así y te amaré siempre más… Y Dios te amará siempre más.  Ahora esperemos a los otros…

Cuando el grupo se reúne, Jesús da las instrucciones, porque están a punto de llegar a la ciudad de Jerusalén… Llegan a una casa amiga. Después de un baño reparador, se cambian de vestidos y se preparan a entrar en el recinto del Templo… La ciudad está llena de gente por la Fiesta de Pentecostés.

Jesús entra al Templo y hace la ofrenda. En el lugar de Oración, permanece largo rato. Lo ven los buenos y los malos… El murmullo vuela como el viento, que se mete por todas partes. Cuando termina de orar, se vuelve para continuar su camino y trata de alejarse. Pero tanto los buenos, como los que lo odian; lo siguen a través de los atrios y pórticos, hasta que lo rodean completamente y le piden que les hable.

Los escribas, fariseos, doctores y sus discípulos se mofan abiertamente de Él y sus burlas sarcásticas llegan hasta la gente del pueblo y reaccionan contra los enemigos de Jesús, astutos e hipócritas, de tal forma… Que éstos comprenden y no solo se callan; sino que tratan de alejarse…

Jesús habla en un largo discurso del Profeta Jeremías que dijo que somos como el barro en manos del Alfarero…

Y exhorta:

–                       Israel no se ha arrepentido y por esto las amenazas de Dios se han recrudecido una y diez veces más contra él.

Y ni siquiera así se arrepiente ahora que ya no un profeta; sino El que Es más que un profeta le habla… Y Yo que soy la Misericordia; aun cuando sepa que inútilmente levanto mi Voz, grito a Israel: “Deje cada uno de seguir su camino perverso y regrese. Cada uno rectifique su conducta… Rectifique sus inclinaciones. Para que por lo menos, cuando el designio de Dios se realice sobre la nación culpable; los mejores de ella, en medio de la pérdida general de los bienes: de la libertad; de la unión; tengan su conciencia libre de culpa, unida a Dios.  Y no pierdan los bienes eternos; así como perderán los terrenales…  

Las visiones de los profetas, tienen siempre un objetivo: el de avisar a los hombres lo que puede suceder… Bajo la figura de la jarra de arcilla quebrada bajo los ojos del pueblo, se anuncia lo que espera a la ciudad y a los reinos que no se sujeten al Señor y…

Por las instrucciones dadas por Caifás,la alarma ha sido dada a los guardias del Templo… Y éstos se aproximan hasta la columna donde Jesús ha estado hablando, en el Patio de los Gentiles.

Pero la barrera de los oyentes es tan compacta, que el capitán que los comanda no puede avanzar más allá de cierto límite y tiene que gritar:

–                       ¡Lárgate o haré que mis soldados te arrojen fuera del recinto!…

La rechifla no se hace esperar.

La multitud  vocifera:

–                       ¡Uuh, uuh, los moscones verdes!

–                       ¡Los héroes contra los corderos!

–                       ¡Vosotros que no sois capaces de meter en prisión a los que convierten a Jerusalén en un lupanar y al Templo en un mercado, porque sois unos cobardes que huyen ante la verdadera autoridad, sois muy valientes contra el Santo!

–                       ¡Gallinas! ¡Lárguense de aquí y no molestéis al Mesías!

–                       ¡Si no os largáis y dejáis de molestar al Maestro, los quitaremos!

–                       ¡Sois una lacra, como vuestros jefes!

–                       ¡Detened a los verdaderos delincuentes!

–                       ¡Uuh, uuh, uuh!

Y les llueven tal cantidad de injurias, que el capitán del destacamento, se ve obligado a disculparse:

–                       Obedezco órdenes recibidas…

La multitud responde furiosa:

–                       ¡Estás obedeciendo a Satanás!

–                       ¿Y no te has dado cuenta?

–                       Arrodíllate y pide perdón al Maestro…

–                       ¡No te atrevas a amenazarlo, ni a insultarlo!

–                       ¡Al Maestro no se le toca! ¡Entendido!…

–                       Sois nuestros opresores y Él es Amigo de los pobres…

–                       ¡Vosotros sois nuestra ruina y nuestros destructores!

–                       ¡Él es nuestra salvación y vosotros sois unos pérfidos!

–                       ¡Id a arrestar a los sacerdotes que son unos delincuentes!

–                       Él es Bueno. ¡Largo o haremos lo que Matatías hizo en Modín!

–                       ¡Os arrojaremos por la pendiente del Moria, cómo a otros tantos ídolos!

–                       ¡Y haremos la limpieza lavando con vuestra sangre, el Lugar Profanado!

–                       ¡Y los pies del Único santo en Israel, pisotearán esa sangre; para ir al Santo de los santos!

–                       ¡E imperar! ¡Pues Él lo merece!

–                       ¡Largo de aquí, vosotros y vuestros dueños!

–                       ¡Largo esbirros que servís a vuestros iguales!

La gente habla y hace sus comentarios. Con ellos sepultan a los teócratas de Israel.  Las palabras del Rabí de Galilea, son la verdad pura…

Sigue un tumulto que infunde pavor…

De la Torre Antonia, acuden guardias romanos, comandados por el tribuno Publio Quintiliano…

Éste se conduce enérgico y determinado.

Y con la autoridad de la Roma Imperial grita:

–                       ¡Haceos a un lado, apestosos! ¿Qué pasa? ¿Os estáis despedazando por uno de vuestros roñosos corderos?

El capitán de los guardias del Templo, intenta explicar:

–                       Es que no nos obedecen…

Publio Quintiliano exclama exasperado:

–                       ¡Por Marte invencible! ¿Éstos son soldados? Parecéis una caterva de rufianes… ¡Oh! O vas a ir a hacer la guerra a los escarabajos… ¡Tú eres un guerrero de cantina!…  –Se dirige hacia la gente y dice- ¡Hablad vosotros!…

Los que están en primera fila contestan:

–                       Querían imponer silencio al Rabbí de Galilea…

–                       Querían arrojarlo…

–                       Quieren apresarlo…

El tribuno cuestiona:

–                       ¿Al Galileo…? Non Licet… –contesta en latín.

Uno dice:

–                       Lo odian y quieren suprimirlo…

El general romano se vuelve hacia el capitán de los guardias del Templo y dice:

–                       ¡Ah, ha! ¡Márchate a tu cubil con tus mequetrefes! Y avisa que tus mastines se queden en su cueva. La loba sabe muy bien a quién despedazar… Y este Hombre, ¡No está entre ellos! ¡Entendido!…  Sólo Roma tiene el derecho de sentenciar. – Se vuelve hacia Jesús-  Y Tú Galileo, puedes seguir contando tus fábulas. ¡Ah, ah!

Se voltea y su coraza resplandece con los rayos del sol. Y se va…

Los apóstoles dicen:

–                       Cómo a Jeremías…

–                       Mejor dicho, como a todos los profetas…

–                       Pero de todos modos, Dios triunfa…

–                       Maestro, termina de hablar…

–                       Las víboras ya se fueron…

Se acerca un grupo de Fariseos…

Alguien, notoriamente un personaje importante, dice:

–                       Dejadlos que se vayan. Para que no regresen con refuerzos y lo encarcelen los nuevos Fassures…

Judas corrobora:

–                       No hay peligro… Mientras retumbe el rugido del león, no saldrán las hienas…

Se acerca un grupo de Fariseos y dignatarios del Templo.  Y enseguida, Gamaliel con sus levitas… Cuando llega a donde están los doctores, escribas, fariseos; muy cerca de donde está Jesús…

Gamaliel dice:

–                       Tenéis razón. Los higos, casi siempre son dulces… Pero si son agrios o muy maduros, son ásperos y ácidos. –levanta su cara hacia el cielo y agrega- Vosotros sois de éstos; cómo aquellos muy malos del cesto del profeta Jeremías…

La gente asiente, habla y hace sus propios comentarios…

Los fariseos y todos los dignatarios del Templo, se tragan el golpe sin reaccionar… Y Gamaliel se retira con su gran dignidad, seguido por sus discipulos.

Después de unos minutos de silencio expectante…

Los escribas y fariseos dicen:

–                       Os engañáis.

–                       Os equivocáis.

–                       No debéis creer que unos cuantos, representen una casta.

–                       ¡Je, je, je! Buenos y malos se encuentran dondequiera.

Y con una magistral demostración de hipocresía llena de una dulzura mayor, se dirigen al Maestro… Uno de ellos se adelanta y hace de vocero…

Elquías el Fariseo, (Al que se le quemó el bosque)  con una voz tan meliflua que se oye ridícula, dice:

–                       ¡Espléndido tema para tu sabiduría! Háblanos Rabí, sobre ello. Tus explicaciones son tan nuevas… Tan doctas… Las saboreamos con hambre sin igual.

Jesús lo mira fijamente y responde:

–                       También tienes otra hambre que no confiesas, Elquías. Y que tienen también tus amigos. Pero también se os dará esa comida… Y más agria que los higos, os echará a perder vuestro interior, como los higos agrios hacen con el estómago.

–                       ¡No, Maestro! ¡Te lo juro en Nombre del Dios Vivo! Yo y mis amigos no tenemos otra hambre que la de oírte hablar… Dios está viendo que…

–                       ¡Basta! El honrado no tiene necesidad de juramentos. Sus acciones le sirven además de testigos…

–                       ¿Por qué, Maestro? ¿Tienes miedo de que los hechos contradigan a tus explicaciones?

–                       ¡Oh, no! ¡Al revés!

–                       ¿Entonces nos prevés matanzas; oprobios; la espada; la peste; el hambre…?

–                       Esto y algo más…

–                       ¿Algo más? ¿Acaso Dios ha dejado de amarnos?

–                       Tanto os ama que ha cumplido con su Promesa.

–                       ¿Tú? ¿Eres Tú la promesa?

–                       Lo soy Yo.

–                       ¿Cuándo fundas tu Reino?

–                       Sus fundamentos ya están echados.

–                       ¿En dónde?

–                       En el corazón de los buenos.

–                       ¡Ah! ¡Pero eso no es un reino! Es una enseñanza…

–                       Mi reino, siendo espiritual, tiene por súbditos a los corazones. Y éstos no necesitan de palacios. Sólo conocer la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Lo que ya está sucediendo entre los buenos.

–                       Pero, ¿Puedes Tú acaso decir esta palabra? ¿Quién te autoriza para ello?

–                       El hecho de que la poseo.

–                       ¿Qué posees?

–                       La Palabra. Doy lo que Soy… Yo Soy la Palabra. Y el amor me incita a dar a conocer el Pensamiento del Altísimo, que es mi Padre.

–                       ¡Ten cuidado son lo que dices, son palabras audaces! ¡Podrías hacerte daño a Ti Mismo!

–                       Más me lo haría si mintiese, porque sería lo mismo que desconocer mi Naturaleza y renegar de Aquel de Quien procedo.

–                       Luego, ¿Tú Eres Dios, el Verbo de Dios?

–                       Sí.

–                       ¿Y tan frescamente lo dices? ¿Ante tantos testigos que podrían denunciarte?

–                       La Verdad, no miente.  La Verdad no hace cálculos. La Verdad es heroica.

–                       ¿Y esto es verdad?

–                       La Verdad es el que os habla. Porque el Verbo de Dios traduce el Pensamiento de Dios y Dios es Verdad.

La gente escucha atentamente. El silencio es profundo. Centenares de caras que rebosan  el Patio de los Israelitas, tienen sus ojos y sus oídos,  fijos en un solo punto.

El sinedrista  Elquías y sus compinches miran a su alrededor…  comprenden que llevan las de perder…   Y se controlan.

Calascebona, el viejo doctor de la Ley, pregunta con exagerada cortesía:

–                       ¿Y para evitar los castigos que prevés, que se debería hacer?

Jesús contesta:

–                       Seguirme y sobre todo, creer en Mí. Y todavía más: amarme.

–                       ¿Eres un amuleto que traiga fortuna?

–                       No. Soy el Salvador.

–                       Pero no tienes ejércitos…

–                       Me tengo a Mí Mismo… Acordaos de las palabras dichas a Moisés y a Aarón cuando todavía estabais en Egipto…La Pascua celebra el ‘pasar al otro lado del Señor…’  Ahora en el nuevo ‘pasar’ de Dios, el realmente verdadero; porque Dios está pasando entre vosotros de una manera visible.

Tanto que podéis reconocerlo por sus señales; se salvarán los que estén señalados con la Sangre del Cordero; porque sólo los que amen al Cordero y amen su Señal, obtendrán la Salvación por medio de esa Sangre. Para los demás no será más que la marca de Caín…

–                       También Ezequiel habla de la Tau… ¿Crees que tu señal sea la Tau de Ezequiel?

–                       Es esa.

–                       ¡Ah! ¿Nos acusas entonces de que en Jerusalén haya abominaciones?

–                       No quisiera hacerlo, pero así son las cosas.

–                       Y entre los señalados con la Tau, ¿No hay pecadores?  ¿Puedes jurarlo?

 

–                       No juro nada. Pero os aseguro que si entre los señalados hubiere pecadores su castigo será peor; porque los adúlteros del espíritu, los renegados, los asesinos de Dios; serán los más grandes en el Infierno, pues le sirvieron a Satanás en la tierra.

–                       Pero los que no puedan creer que Tú Eres Dios. No tendrán ningún pecado. Serán justificados…

–                       No. Si no me hubierais conocido, ni podido comprobar mis obras. Si no hubierais podido examinar mis palabras, no tendríais culpa. Por esto no seréis justificados de no haberme conocido. Me habéis odiado. Demasiadas abominaciones… Demasiados ídolos… Demasiadas fornicaciones hay donde sólo Dios debería estar.

Y por eso donde vosotros asesináis o tratáis de hacerlo; seréis asesinados. Y por eso seréis sentenciados a muerte en los límites de Israel…

–                       ¿Por qué hablas de esta forma, Señor? ¿Estás irritado?

–                       Digo la Verdad. Soyla Luz.  ¿Qué necesidad hay de perecer en las Tinieblas, cuando el que es todo Bondad os ha enviado la Luz y la Medicina para que os curéis?

Todavía no es demasiado tarde… venid. Todavía tenéis tiempo. Venid a la Luz, a la Verdad, a la Vida. Acercaos a vuestro Salvador que os tiende los brazos; que os abre el corazón; que os suplica que lo acojáis para vuestro bien eterno…

Jesús tiene una actitud suplicante, amorosa. No respira más que amor…

Aún las fieras más ebrias de Odio, sienten el Amor. Sus armas se doblegan y el veneno pierde su fuerza…

Se miran.

Luego Elquías en nombre de todos, dice:

–                       Has hablado bien, Maestro. Te ruego que aceptes el banquete que te ofrezco para honrarte.

–                       No exijo otra honra que la de conquistar vuestras almas. Déjame en mi pobreza.

–                       No creo que vayas a insultarme con no aceptar.

–                       No te ofendo. Te ruego que me dejes con mis amigos.

–                       También ellos están invitados. ¡Es un gran honor para mi casa! ¡Vas también a la casa de otros poderosos! ¿Por qué no a la mía; a la de Elquías?

–                       Está bien. Iré. Pero ten en cuenta de que en privado no podré hablar de otro modo, del que te he hablado aquí entre la gente.

–                       ¡Ni tampoco yo! ¡Ni Tampoco mis amigos! ¿Acaso lo dudas?

Jesús lo mira fijamente. Y luego añade:

–                       No ignoro el pensamiento de los hombres… Vamos.

Y al lado de Elquías, sale fuera del Templo. Lo siguen sus apóstoles, que no tienen ganas de ir, mezclados con los amigos de Elquías.

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA