160.- CONTRA TODA ESPERANZA

ROMA IMPERIAL

A la hora sexta, (12.00P.M.) el camino de Bethania está lleno de gente. Poncio Pilatos y el gobernador de Siria, con un cortejo de dignatarios de diferentes países, todos van al entierro de su ciudadano más célebre.

El Sanedrín completo, está presente.

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Martha y María están agotadas recibiendo las condolencias. Escuchan las palabras de los visitantes. Lloran con los verdaderos amigos. Se inclinan ante los poderosos sinedristas que han venido más por ostentación, que por honrar al difunto. Y responden con cortesía a todas las preguntas.

Uno de los fariseos más crueles…

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El viejo Cananías, dice con escarnio:

–                       ¡Qué te parece María! ¡Vuestro maestro es el único ausente de los muchos amigos de tu hermano!

Y se escuchan las voces de todos los demás sinedristas:

–                       ¡Bonita amistad!

–                       ¡Tanto amor mientras Lázaro estuvo bien!

–                       ¡Indiferencia, cuando era la hora de demostrarlo!

–                       Todos han sido objetos de algún milagro, menos éste.

–                       ¿Qué dices a esto?

–                       ¡Qué bien te engañó!

–                       ¡Qué bien se comportó el hermoso Rabí de Galilea!

–                       ¡Je, je! ¿No decías que te ordenó que esperaras más allá de lo posible?

–                       ¿Y acaso no has esperado?

–                       ¿Sirve para algo esperar en Él?

–                       Dijiste que esperabas la vida.

–                       ¡Me lo imagino! ¡Él se llama la Vida!

–                       ¡Je, je, je! Pero allí dentro está tu hermano muerto.

–                       Y está lista y abierta la entrada al sepulcro.

–                       Mientras tanto, el Rabí está ausente. ¡Je, je, je!

Doras dice con burla:

–                       Él sabe dar muerte, pero no vida.

Realmente son una bandada de buitres alrededor de su presa…

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Martha se cubre la cara con las manos y llora con amargo dolor…

La realidad se impone. Su esperanza está fallida. El Rabí está ausente. No ha venido siquiera a consolarla y podía haberlo hecho.

María también llora. La realidad la tiene ante sus ojos. Ha creído…  Ha esperado más allá de lo posible… y nada ha sucedido.

Ya es viernes y todo tiene que terminarse a tiempo, para que los huéspedes puedan observar la ley del sábado que dentro de poco empezará…

María llora…Ha esperado mucho, siempre…  Todo lo puso en esta esperanza y se ha llevado un chasco…

Cananías y sus compinches insisten:

–                       ¿No me respondes?

–                       ¿Te persuades ahora de que es un impostor, que se aprovechó de vosotras y que os escarneció?

–                       ¡Pobres e ilusas mujeres!

Y todos mueven la cabeza.

Maximino se acerca:

–                       Es hora. Dad las órdenes.

Martha cae al suelo y empiezan los lamentos…

María, presa de la angustia, se aprieta las manos…

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Finalmente, Magdalena suplica:

–                       Un poco más. Un poco más. Mandad criados por los caminos a ver si ya viene…

Sadoc ríe burlón:

–                       Pero, ¿Todavía esperas, infeliz? ¿Quieres algo más para persuadirte de que os traicionó? ¿Qué os engañó, que se burló de vosotras, que os ha escarnecido?…

¡Es demasiado! Con la cara bañada en lágrimas, llena de dolor, pero siempre fiel en medio del círculo de huéspedes que están reunidos para ver salir el cadáver…

María grita:

–                       Si a Jesús de Nazareth, le ha parecido que está bien… ¡Está perfectamente bien! Su amor por todos  nosotros los de Bethania, es grande.

Todo es para la gloria de Dios y suya. Él afirmó que de esto vendría gloria al Señor; para que resplandezca completamente el poder de su Verbo. Vamos Maximino. El sepulcro no es un obstáculo al Poder de Dios.

Se hace a un lado y da la señal.

El cadáver envuelto en vendas sale de la habitación. Atraviesa el jardín flanqueado por la gente, entre lamentos.

María intenta ir detrás pero vacila. Cuando todos se dirigen al sepulcro ella también va y alcanza a ver como el cadáver desaparece dentro del sepulcro, que está excavado hacia abajo, en el terreno rocoso.

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Los siervos ponen la piedra sellando el sepulcro, porque el sol comienza a bajar y baja más aprisa en invierno.

María grita con profundo dolor. Pronuncia el nombre de Lázaro y luego el de Jesús. Parece como si le arrancaran el corazón. Los sigue repitiendo hasta que escucha el ruido de la roca puesta para sellar la entrada de la tumba…

Se desmaya y los siervos la llevan dentro de la casa.

Maximino se queda a despedir a los asistentes. Todos le dicen que regresarán diariamente para los pésames…

Lentamente se van. Los últimos son José, Nicodemo, Eleazar, Juan, Joaquín y Josué y en el cancel se encuentran a Sadoc que junto con Uriel y Elquías, están riendo maliciosamente y llenos de felicidad.

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Sadoc dice:

–                       ¡Su apuesta!…

Y los demás confirman:

–                       ¡Y pensar que tuvimos miedo de ella!

–                       ¡Oh! ¡Está bien muerto!

–                       ¡Cómo apestaba pese a los perfumes!

–                       ¡No hay duda! ¡No la hay!

–                       No era necesario quitar el sudario.

–                       Creo que ya estaba lleno de gusanos.

José los mira con severidad. Y su dura mirada les trunca la sonrisa y las burlas…

Todos se apresuran a regresar a la ciudad, antes del crepúsculo.

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Y transcurre el sábado…

El domingo por la noche en el huerto de la casa de Salomón: Los árboles, los perfiles de las casas que están al otro lado del camino, el camino mismo que se adentra en el bosque y el río… Van desapareciendo lentamente entre las sombras que se hacen cada vez más oscuras conforme la luz se desvanece…

En el firmamento palpitan las estrellas y la luna baña con su luz plateada todo lo que sus rayos tocan.

Jesús y los apóstoles están alrededor de la mesa empezando la cena.

Jesús, después de ofrecer y bendecir, distribuye el pescado. Parece como si fuera un padre entre sus hijos; aun cuando Bartolomé, Zelote y Felipe, parecen padres de Él.

Mateo y Pedro pueden pasar como sus hermanos mayores. Todos los demás son más jóvenes.

Comen hablando de lo sucedido en el día.

Juan se ríe de buena gana por lo enojado que se puso Pedro con un pastor que insistía en que Jesús fuera a bendecirle su ganado.

Pedro explica:

–                       No hay porqué reírse. El asunto no tiene nada de gracioso. Mientras él me dijo: ‘tengo mis ovejas enfermas y si se mueren estoy arruinado’ Lo compadecí. Es como si a nuestra barca la acabase la polilla. No se puede pescar, ni tampoco comer. Y todos tenemos el derecho a comer.

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Pero cuando dijo: ‘Las quiero ver curadas porque quiero hacerme rico y llamar la atención de la gente, por la dote que le daré a Esther. Y por la casa que me haré’ Entonces me enojé y le dije: ¿Y para esto has venido desde tan lejos? ¿No piensas en otra cosa más que en la dote, en riquezas y en tus ovejas? ¿No tienes un alma? Me respondió: ‘Para el alma hay tiempo. Ahora me urgen las ovejas y las bodas, porque es un buen partido y Esther empieza a envejecer.’

Entonces, si no me hubiera acordado de que Jesús dice que debemos ser misericordiosos con todos, me las hubiera pagado. Le dije unas cuantas palabras, como cuando empieza a bramar la tempestad…

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Santiago de Zebedeo observa:

–                       Y parecía que no querías terminar, pues ni siquiera respirabas. Las venas del cuello se te hincharon y parecían dos bastoncitos…

Tomás añade:

–                       El pastor se alejaba y tú seguías predicando. Menos mal que dices que no sabes hablar a la gente.  –y lo abraza diciendo- ¡Pobre Simón, qué furioso te pusiste!

Pedro replica:

–                       ¿Pero no tenía yo razón? ¿Qué es el Maestro? ¿El constructor de fortunas de todos los imbéciles de Israel? ¿El Paraninfo de las bodas de otros?

Mateo bonachonamente lo reprende:

–                       No te enojes, Simón. El pescado te va a hacer daño si lo comes con ese veneno.

Pedro responde:

–                       Tienes razón. Me parece gustar todo el sabor que tienen los banquetes de los fariseos, cuando como pan con miedo y carne con ira.

Todos se ríen.

Jesús sonríe y calla.

Terminan de cenar y Jesús dice:

–                       Y sin embargo hay que partir.

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Pedro pregunta:

–                       ¿A dónde Señor? ¿Con el hombre de las ovejas?

Jesús responde:

–                       No, Simón. A la casa de Lázaro. Regresamos a Judea.

Pedro exclama:

–                       Maestro, recuerda que los judíos te odian.

Santiago de Alfeo advierte:

–                       Hace poco querían apedrearte.

Mateo protesta.

–                       Pero, Maestro. ¡Esto es una imprudencia!

Judas de Keriot pregunta:

–                       No somos nada. ¿Verdad?

Tadeo dice:

–                       ¡Oh! ¡Maestro y hermano mío! Te conjuro en nombre de tu Madre y en nombre de la Divinidad que hay en Ti, que no permitas que los satanaces pongan su mano sobre tu persona, para impedirte hablar. Estás solo. Demasiado solo contra todo un mundo que te odia  y que en la tierra es poderoso…

Juan exclama:

–                       ¡Maestro! ¡Cuida tu vida! ¿Qué sería de mí, de todos; si no te tenemos más?  -y tiene los ojos agrandados de un niño que tiene miedo y sufre.

Todos opinan que Jesús no debe estar cerca de Jerusalén y el amor los impele a impedir que se regrese a Bethania…

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Jesús dice.

–                       ¡Calma! ¡Calma! Sé lo que hago porque la Luz está en Mí. Tened en cuenta que mientras no llegue la hora de las tinieblas, nada me puede pasar. Cuando llegue esa hora; nada me podrá salvar de las manos de los judíos.

Ni siquiera los ejércitos e César. Porque lo que está escrito debe cumplirse y las Fuerzas del Mal ya están trabajando para cumplir su obra. Dejadme hacer lo que quiero: Hacer el bien mientras tengo las manos libres.

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Llegará la hora en que no podré mover un dedo, ni decir una palabra para hacer un milagro. El mundo se encontrará sin mi fuerza, lo que será una hora horrible y de castigo para el hombre. No para mí…  Para el hombre que no habrá querido amar. Hora que se repetirá por voluntad del hombre que habrá rechazado a la Divinidad hasta convertirse en un sin-Dios.

01 - MAYAS

Hora que vendrá cuando esté próximo el Fin del Mundo. La falta de fe activa, hará que no pueda hacer milagros.

No porque me falte el Poder, sino porque no se puede otorgar ningún milagro donde no hay Fe, ni voluntad de conseguirlo. Ahora todavía puedo hacer milagros y dar Gloria a Dios…

Vamos pues a casa de nuestro amigo Lázaro, que duerme. Vamos a despertarlo de su sueño, para que esté listo y pronto para servir a su Maestro.

Varios dicen:

–                       Si está dormido está bien.

–                       Terminará por curarse.

–                       El sueño es un buen remedio.

–                       ¿Para qué despertarlo?

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Jesús aclara:

–                       Lázaro ha muerto. Esperé a que muriera para ir allá…  No por sus hermanas, ni por él. Sino por causa vuestra. Para que creáis. Para que crezcáis en la   Fe. Vamos a la casa de Lázaro.

Tomás dice con tono fatalista:

–                       ¡Está bien! ¡Vamos pues! Moriremos todos como él. Y como Tú, que también quieres morir.

–                       ¡Tomás! ¡Tomás! Y todos los que estáis murmurando y protestando… Quien quiera seguirme no debe tener ansias por la vida, ni miedo a perderla. Os voy a decir cómo se conquista el Cielo. ¿Pero cómo podréis imitarme, si tenéis miedo de ir a Judea, vosotros a quienes no pasará nada? Sois libres de abandonarme…

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Pero si queréis quedaros, debéis aprender a desafiar al mundo, sus críticas, sus asechanzas, sus burlas, sus tormentos, para conquistar mi Reino.

Vamos pues a sacar de la muerte a Lázaro que ya tiene tres días durmiendo en el sepulcro, habiendo muerto la noche del jueves, cuando vino el criado de Bethania.

Habrá mucha gente. Los corazones quedarán conturbados. Lo prometí y mantengo mi palabra…

Santiago de Alfeo, pregunta temeroso:

–                       ¿A quién?

–                       A quién me odia y a quién me ama de un modo absoluto.  ¿No recordáis la disputa con los escribas en Cedes?…  Tuvieron la arrogancia de llamarme mentiroso, porque resucité a una hija apenas muerta y a un difunto de un día. Dijeron: “Pero no ha logrado rehacer a uno que esté ya descompuesto….

Y es verdad que solo Dios puede sacar del fango a un hombre. Y de la corrupción, rehacer un cuerpo.” Lo haré.

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En el mes de Casleu recordé a los escribas este desafío. Esto para quien me odia. Por otra parte a las hermanas les prometí absolutamente que premiaría su Fe, si continuaban esperando aún contra lo posible.

Las he probado en muchas cosas y han sufrido mucho. Soy el único que conozco sus sufrimientos en estos días. Y su perfecto amor.

En verdad os digo que merecen un gran premio, porque les angustia menos el no ver a su hermano resucitado, que el que me escarnezcan.

Vosotros creíais que Yo estaba absorto, cansado y triste… Estaba con ellas con mi espíritu. Oía sus gemidos y contaba sus lágrimas. ¡Pobres hermanas!

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¿Lloras, Simón? Sí. Tú y yo somos los más grandes amigos de Lázaro. Lloras de dolor por Martha y María. Por la muerte del amigo y también por la alegría de saber que pronto volveremos a verlo. Vamos a preparar las alforjas…

Zelote exclama:

–                       ¡Ya tiene varios días muerto!

Tomás grita:

–                       ¡Esto es un milagro!

Andrés:

–                       ¡Quiero ver que inventarán ahora, para seguir dudando!

Judas pregunta:

–                       ¿Cuándo vino el criado?

Pedro responde:

–                       La noche anterior al viernes.

–                       ¿Sí? ¿Y por qué no lo habías dicho?

–                       Porque el Maestro ordenó que no dijese nada.

–                       Así pues… Cuando lleguemos, ¿Serán ya cuatro días que esté en el sepulcro?

–                       Así es. Viernes tarde, un día. Sábado tarde, dos días. Esta tarde tres días. Mañana, cuatro… Bethania, cuatro días y medio…

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Mateo y los demás exclaman:

–                       ¡Poder Eterno!

–                       ¡Va a estar hecho pedazos!

–                       Estará…

–                       Deshecho por la corrupción…

–                       Quiero ver esto también y luego…

Santiago de Alfeo pregunta:

–                       ¿Luego qué Simón Pedro?

Pedro contesta muy ceremonioso:

–                       Y luego si Israel no se convierte, ni siquiera Yeové con sus rayos podrá convertirlo.

Sigue un largo silencio…

Luego se ponen a arreglar todo para la partida…

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

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