la noche, Jesús se retira al Monte de los Olivos a orar. Se ve extenuado, como si un gran peso lo agobiara. La luz de la luna ilumina su hermoso rostro. Y se ven las lágrimas que corren por sus mejillas, sin que se oiga ni un sollozo…
Es la tercera vez que llora en este día.
La primera, ante la tumba de Lázaro al comprobar la ruina a la cual Satanás llevó al hombre al seducirlo al mal… Ruina cuya condición humana es el dolor y la muerte. La muerte física. Emblema y símbolo vivo de la muerte espiritual que el pecado infiere en el alma, sumergiéndola en las tinieblas infernales… A ella, que estaba destinada a vivir como reina en el Reino de la Luz.
La segunda… Ante la persuasión de que ni siquiera este milagro tan portentoso, puesto como corolario sublime de tres años de evangelización, convencería al mundo judío de la Verdad de la que Jesús es portador… Es demasiada la Soberbia que impide reconocer y amar a Dios. En lugar de amarlo, prefieren odiarlo y…
¡Oh! El Dolor de estar próximo a morir por tan pocos…
La tercera, ahora…
¿Por qué llora Jesús?
Tiene ante sus ojos, la visión mental de su próxima muerte. Es el Hombre Dios. Y para ser Redentor, debe sentir el peso de la Expiación y por lo tanto, el horror de la muerte.
¡Y de una muerte tan atroz!…
Él se siente vivir. Tiene treinta y tres años. Está sano y sin embargo piensa…
“Pronto moriré. Pronto estaré en el sepulcro como Lázaro. Pronto la agonía más atroz será mi compañera. Debo morir. La Bondad de Dios libra al hombre del conocimiento del porvenir. Yo estoy viendo…
¡Oh!… ¡Madre! ¡Madre! ¡Madre mía!
¡Eterna Dulzura Mía! ¡Oh, Madre, cómo quisiera tenerte junto a Mí!”
Es un llamado que brota desde lo más profundo de su corazón.
Y continúa llorando con infinito dolor, por largo rato… Después deja de llorar, pero sigue oprimido por un sufrimiento muy grande.
Luego se pone de pie y parece responder a Alguien:
– Soy Hombre, Padre. Soy el Hombre. La virtud de la amistad que he conservado se ve herida, traicionada. Se retuerce, se lamenta dolorosamente…
– …
– Sé que debo sufrir todo. Como Dios lo sé. Como Dios lo quiero para bien del Mundo. También como Hombre lo sé, porque mi espíritu divino lo comunica a mi humanidad. También como hombre lo quiero para bien del Mundo. Pero ¡Qué dolor, Padre mío! Esta hora me es más dolorosa que la que tuve contigo y con mi espíritu en el desierto. Y la actual tentación de no amar. De no tolerar más a mi lado, al hombre sucio y falaz que se llama Judas…
– …
– Padre. Lo estoy sintiendo. Cada vez te muestras más severo con tu Hijo. Cuanto más me acerco al fin de mi expiación por el linaje humano; tanto más se aleja de Mí tu dulzura. Y aparece tu Rostro severo ante mi espíritu, que cada vez más busca un refugio en su profundidad. Allá, donde la humanidad que recibió tu castigo, gime desde hace miles de años. ¡Oh, Padre! ¡Mis fuerzas se encuentran cansadas por la falta de Amor!…
Yo sabía que en el desierto
Satanás, después de terminada la Tentación, se iría como lo hizo. Y que los
ángeles vendrían a consolar a tu Hijo por ser Hombre… Por ser objeto de las
tentaciones del Demonio. Pero ahora no cesará. Vendrá el Mundo con su Odio, con
sus burlas, con su incomprensión. Vendrá y será cada vez más tortuoso, más pérfido
y más sagaz en el traidor. El vendido a Satanás…
¡¡¡Padre!!!…
Es un grito preñado de dolor, de miedo. Un grito que ruega, que implora…
– …
– ¡Padre! Lo sé. Lo veo. Mientras sufro aquí y sufriré… Yo te ofrezco mis sufrimientos por su conversión. ¡Oh, Padre mío! Yo lo amo. Todavía lo amo…
Es un hombre. Es uno de aquellos por los cuales te dejé… Por mi humillación, sálvalo… ¡Déjame que lo redima Señor Altísimo! Esta penitencia es más por él, que por los demás…
¡Es demasiado doloroso el ver que se pierda uno de mis consagrados!.. ¡No puedo soportar saber que se va a condenar en el horroroso Abismo del Infierno!… ¡Oh, no!… ¡Eso no! ¡Padre mío, eso no!… Déjame salvarlo, por favor… ¡No!… ¡Oh, no! ¡No! ¡Satanás lo posee de manera absoluta!..
¡Oh! Comprendo que es inútil lo que te pido. Sé todo lo que hay… Pero Padre, por un momento no veas en Mí a tu Verbo. Contempla solo mi humanidad de un hombre justo… Permite que por un instante pueda ser solo el hombre en tu Gracia. El hombre que no conoce el futuro. Que puede engañarse…
El hombre que ignorando el hecho que no puede esquivarse, puede orar con esperanza absoluta, para obtener de Ti el milagro. ¡Un milagro! ¡Un milagro para Jesús de Nazareth!
¡Para Jesús, el hijo de María de Nazareth, nuestra Eterna Amada! ¡Un milagro que borre lo escrito y lo anule! ¡La salvación de Judas!…
– …
Ha vivido a mi lado. Ha bebido mis palabras. Ha partido conmigo el pan. Se ha recostado sobre mi pecho… ¡Que no sea él mi traidor! No te pido que no sea Yo traicionado.
Esto tiene que ser así… Y lo será… Para que por medio de mi dolor de un traicionado, se cancelen todas las mentiras. Como por el de verme vendido, toda avaricia. Como por la angustia de que me blasfemen, sean reparadas todas las blasfemias. Y por el dolor de no haberme creído, se dé Fe a los que viven sin ella. Como por mis tormentos, sean lavadas todas las culpas del hombre…
Puesto que debo morir a manos de los hombres, concédeme Padre que no sea él, a quién he llamado amigo y a quién he amado como a tal, que sea el Traidor.
– …
Padre! ¡Padre mío!… ¡Multiplica mis tormentos, pero dame el alma de Judas! Esta plegaria la pongo en el altar de mi Persona Víctima. ¡Padre acógela!…
– …
– ¡Oh!… ¡No!… ¡Oh!… ¡El Cielo está cerrado!… ¡Está mudo!… ¿Este es el horror que me acompañará hasta la muerte?
¡El Cielo no responde!… ¡El Cielo está cerrado!… ¿Será acaso éste, el silencio y la cárcel en que expirará mi último aliento?…
¡El Cielo sigue mudo! ¡Sigue cerrado!… ¿Será este mi supremo tormento?…
¡Padre! Hágase tu voluntad y no la mía… Pero por mis dolores…
Jesús poco a poco se ha ido arrodillando. Ahora llora con el rostro pegado al suelo y ruega mientras la luna ilumina su figura postrada…
HERMANO EN CRISTO JESUS: