179.- EL PODER DE DIOS

1Cascadas-en-el-bosque

Todos siguen a Jesús en silencio. Salen de la ciudad y se dirigen hacia el noreste a través de la campiña.

Enón, más arriba hacia el norte, es un puñado de casas. En este lugar estuvo el Bautista, en una gruta rodeada por una espesa vegetación y un manantial que después forma un río que va hasta el Jordán.

Dos días después…

Jesús está solo, sentado afuera de la gruta donde se despidió de su primo Juan. La aurora empieza a teñir de rosa el oriente y la floresta despierta con el canto de los pajarillos. Por el sendero se oye el ruido de un rebaño de ovejas, guiado por un jovencito. Una cabra se acerca a Jesús y se reclina a sus pies, dejando que la acaricie en la cabeza que reclina sobre sus rodillas. Las otras dos cabras se ponen a pastar junto con las ovejas.

El pastorcillo pregunta:

–                       ¿Quieres leche? No he ordeñado a dos que si no están llenas, topan a quien trate de hacerlo. Iguales que su patrón, que si no se llena de ganancias, nos pega con el bastón.

–                       ¿Eres un pastor que trabaja para otro?

–                       Soy huérfano. Soy solo y soy siervo. Estuvo casado con la tía de mi madre. Mientras vivió Raquel… pero hace meses que murió y yo soy muy infeliz. Llévame contigo. Estoy acostumbrado a vivir con nada. Seré tu siervo… por paga me basta un poco de pan. Aquí tampoco tengo nada. Si me pagara, me iría. Pero dice: “Este es dinero tuyo. Pero me quedo con él, porque te visto y te doy de comer.” ¡Mírame! Estos golpes son mi pan de ayer…  -y le enseña a Jesús los cardenales que tiene en los brazos y en su flaquísima espalda.

–                       ¿Qué hiciste?

–                       Nada. Tus discípulos hablaban del Reino de los Cielos y me puse a escucharlos. Era sábado. Me pegó tanto y tan fuerte, que ya no quiero estar con él. Tómame contigo o me escaparé. Vine aquí a buscarte. Tenía miedo de hablar. Pero Tú eres bueno…

–                       ¿Y el ganado? No querrás llevártelo…

1rebanos-de-ovejas-

–                       Lo llevaré al redil. Dentro de poco mi patrón irá al bosque a cortar leña. Se lo devuelvo y me voy. ¡Oh! ¡Tómame contigo!

–                       ¿Sabes Quién Soy yo?

–                       ¡Eres el Mesías! El Rey del Reino de los Cielos. Quién te sigue es feliz en la otra vida. No he gozado jamás aquí. Pero no me rechaces.  –y llora a los pies de Jesús, cerca de la cabra.

–                       ¿Cómo me conoces tan bien? ¿Me has oído hablar alguna vez?

–                       No. Ayer hablaron de Ti, Matías, Juan y Simeón. Y dijeron que estabas donde estaba el Bautista. Y luego Isaac… En éste he encontrado de nuevo a mi padre y a mi madre… él pagó por mi libertad. El patrón aceptó el dinero para burlarse de tu discípulo.

–                       Sabes muchas cosas. ¿Sabes a donde me dirijo?

–                       A Jerusalén. Pero en mi cara no llevo escrito que soy de Enón.

–                       Voy más lejos. Pronto me iré. No te puedo llevar conmigo.

–                       Tómame aunque sea por poco tiempo.

–                       ¿Y luego?

–                       Luego lloraré con los de Juan. Su maestro vivió aquí. Ellos fueron los primeros en decirme que la alegría que los hombres no proporcionan en la tierra, la da Dios en el Cielo a quien haya tenido buena voluntad. Para tenerla he recibido tantos golpes. Y he pasado mucha hambre, pidiendo a Dios que me diese esta paz. ¿Ves que he tenido buena voluntad? Si me rechazas ahora, ya no tendré esperanzas…  -llora sin hacer ruido, suplicando a Jesús con los ojos, más que con los labios.

–                       No tengo dinero para rescatarte. Ni siquiera sé si tu patrón lo aceptaría.

–                       Pero ya pagaron por mí. Hay testigos. Los principales de Enón. Elí, Leví y Jonás, lo vieron. Y echaron en cara a mi patrón su acción.

_1pastor_

–                       Si es así… Levántate y vamos.

–                       ¿A dónde?

–                       A ver a tu patrón.

–                       Tengo miedo. Ve Tú. Está entre aquellos árboles. Yo te espero aquí.

–                       No tengas miedo. Mira. Ahí vienen mis discípulos. No te hará ningún mal. Levántate. Vamos a Enón a buscar a los tres testigos y luego iremos a verlo. Dame la mano. Te dejaré con los discípulos que conoces. ¿Cómo te llamas?

–                       Benjamín.

–                       Tengo otros dos pequeños amigos, que se llaman como tú. Serás el tercero.

–                       ¿Amigo? ¡Es demasiado! Soy siervo…

–                       Del Señor Altísimo. De Jesús de Nazareth eres amigo. Ven. Reúne el ganado y vámonos.

Jesús se levanta y mientras el pastorcito junta su rebaño, llama a los apóstoles que rápidos se acercan…

Bartolomé dice.

–                       Señor, ¿Te has hecho pastor de cabras? Samaría puede ser llamada cabra… pero Tú…

–                       Yo soy el buen Pastor… Y cambio los cabros en corderos. Los niños son todos corderitos y éste es poco más que un niño.

Mateo pregunta, mirándolo fijamente:

–                       ¿No es acaso el muchacho que ayer, aquel hombre se llevó de mala manera?

Pedro lo confirma:

–                       Creo que sí. ¿Eras tú?

–                       Sí.

Mateo dice:

–                       ¡Pobre muchacho! ¡Tu padre no te quiere!

Benjamín contesta:

–                       ¡Es mi patrón! Yo no tengo otro padre más que Él.  –y señala a Jesús.

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Jesús propone:

–                       Así es. Los discípulos de Juan lo instruyeron. Consolaron su corazón y en el momento preciso el Padre de todos, quiso que nos encontráramos. Vamos a Enón por los tres testigos… Y luego iremos a donde está su patrón.

Pedro observa:

–                       ¿Para qué nos entregue al muchacho? ¿Dónde está el dinero? María distribuyó entre los pobres, lo último que traía.

–                       No necesitamos dinero. No es esclavo y su patrón ya recibió el dinero para liberarlo. Isaac pagó por el niño.

–                       ¿Y por qué no se lo entregó?

–                       Porque hay muchos que se burlan de Dios y de su prójimo. Vámonos a Enón.

Todos van a Enón.

Entran a la casa del anciano Elí, guiados por el muchacho. Es un viejo de ojos nublados por los años. Pero todavía vigoroso.

Benjamín le dice:

–                       Elí. El Rabí de Nazareth me toma consigo, si…

Elí contesta:

–                       ¿Te toma? Es lo mejor que pudo suceder. Aquí terminarías por ser un malvado. El corazón se endurece cuando la injusticia es demasiada. Y es muy dura. ¿Lo encontraste? El Altísimo ha escuchado tu llanto; aun cuando eres un samaritano. Dichoso tú que puedes seguir la Verdad, sin que nadie te lo impida. Ni siquiera la voluntad de tus padres. Hoy se ve que es una providencia, lo que muchos años pareció un castigo. ¡Dios es bueno! pero, ¿Qué se te ofrece? ¿Mi bendición? Te la doy como el Anciano del lugar.

–                       Quiero tu bendición porque eres bueno. Vine también para que tú, Leví y Jonás fueseis con el Rabí, a ver a mi patrón, para que no pida más dinero.

–                       ¿Dónde está el rabí? Ya estoy viejo y casi no veo. No conozco al Rabí.

–                       Está aquí. Delante de ti.

–                       ¿Aquí? ¡Poder Eterno!  -el viejo se levanta y se inclina ante Jesús, diciendo- Perdona al viejo de ojos empañados. Te saludo porque hay un solo justo en  todo Israel. Y ése eres Tú. Vamos. Leví está en su huerto y trabaja en su lagar. Y Jonás en sus quesos.

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El viejo se levanta. Es alto como Jesús, no obstante que la edad lo ha encorvado. Empieza a caminar tentando las paredes y con la ayuda de su bastón.

Jesús lo saluda dándole la paz y lo ayuda a caminar.

Benjamín va a al redil.

El viejo dice:

–                       Eres bueno. Pero Alejandro es una bestia. Un lobo. No sé si… Yo soy rico y puedo darte el dinero suficiente en caso de que Alejandro quisiera más. Mis hijos no tienen necesidad de mi dinero. Casi voy a cumplir cien años y el dinero no sirve para la otra vida. Una acción buena, sí que tiene valor…

Jesús pregunta:

–                       ¿Por qué no la hiciste antes?

Elí contesta:

–                       No me lo reproches Rabí. Yo daba de comer al muchacho. Y lo consolaba, para que no se hiciese malo. Alejandro tiene un carácter que puede hacer feroz a una paloma. Pero nadie podía quitarle al muchacho…  Tú te vas lejos, pero nosotros nos quedamos aquí. Y todos tienen miedo a sus venganzas.  Un día, uno de Enón trató de defender al niño, porque cuando estaba borracho le pegaba y él,  no sé cómo; logró envenenar su ganado…

–                       ¿No es un prejuicio?

–                       No. Esperó muchos meses…  Cuando llegó el invierno y las ovejas estaban en el redil; envenenó el agua del depósito. Bebieron, se hincharon y murieron. Todas.

1pastores

Todos aquí somos pastores y comprendimos. Para estar seguros de que había pasado, dimos de comer unos pedazos de carne a un perro… y éste también se murió. Hubo quién vio a Alejandro entrar al redil… ¡Oh! ¡Es muy malo! Le tenemos miedo… Es muy cruel. Siempre está borracho por la noche. Es despiadado con todos los suyos. Ahora que todos ya murieron, tortura al muchacho…

–                       Entonces no vengas si…

–                       ¡No! Voy. La verdad hay que decirla… Oigo el golpear de un martillo, es Leví.  –y lo llama.

Un hombre menos viejo, se acerca. Lo saluda y…

Leví le pregunta:

–                       ¿Qué se te ofrece, amigo?

Elí contesta:

–                       Conmigo está el Rabí de Galilea. Vino a llevarse a Benjamín. Ven. Alejandro está en el bosque. Ven a dar testimonio de que él recibió ya el dinero, de manos de aquel discípulo…

–                       Voy. Yo sabía que el Rabí es bueno. ¡La paz sea contigo!  -deja el martillo y se va con ellos.

Pronto llegan al redil de Jonás. Lo llaman. Le explican… él también se agrega al grupo.

Elí dice a Jesús:

–                       ¡Con qué gusto te vería! Tu voz es dulce y suave como tu mano que guía a un viejo ciego. Suave y fuerte. Si tu aspecto es como tu mano, feliz quién te ve…

Jesús contesta:

–                       Es mejor oírme que verme. Hace que el espíritu sea más santo.

–                       Es verdad. He oído hablar de Ti…  Pero, ¿No es ése un ruido de sierras?

–                       Sí.

–                       Entonces no está lejos. ¡Llamadlo! quedaos aquí. Si puedo hacerlo por Mí mismo, no os llamaré. No os dejéis ver, si no os llamo.

Y Jesús se adelanta y con voz fuerte lo llama:

–                       ¡Alejandro!

El hombre contesta:

–                       ¿Qué cosa? ¿Quién eres? -Gritando…

Es un anciano de duro perfil, con tórax y musculatura de Gladiador. ¡Sus golpes han de ser brutales!

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Jesús dice:

–                       Soy Yo. Un Desconocido que te conoce. Vengo a tomar lo que es mío.

Alejandro se burla:

–                       ¿Lo tuyo? ¡Ja, Ja, ja!  ¿Qué tienes en este bosque, que es mío?

–                       Aquí nada. Benjamín que está en tu casa, es mío.

–                       ¡Estás loco! ¡Benjamín es mi siervo!

–                       Y pariente tuyo. Eres su verdugo. Un enviado mío te dio el dinero que pediste por el muchacho. Te quedaste con él y no le dejaste ir. Mi enviado, hombre de paz… No hizo nada. He venido para que se haga justicia.

–                       Tu enviado se habrá bebido el dinero. Yo no he recibido nada. Me quedo con Benjamín. Lo quiero mucho.

–                       No es verdad. Lo odias. Te quedaste con la herencia que le corresponde. No mientas. Dios castiga a los mentirosos.

–                       Que no recibí nada de dinero. Si hablaste con mi siervo, ten en cuenta que es un astuto mentiroso. Lo castigaré porque me ha calumniado. ¡Adiós!   -y le voltea la espalda e intenta irse.

–                       Cuidado, Alejandro. Que Dios está presente. No desafíes su bondad.

–                       ¡Dios! ¿Acaso es el encargado de cuidar mis bienes?  Soy yo quien los cuido y guardo.

–                       ¡Ten cuidado con lo que dices!

–                       ¿Quién eres, miserable galileo? ¿Cómo te atreves a regañarme? No te conozco.

–                       Me conoces. ¡Soy el Rabí de Galilea! Y…

–                       ¡Ah, sí! ¿Y crees infundirme miedo? ¡No temo a Dios, ni a Belcebú! ¿Y quieres que tema?…  ¿Qué tema a un loco? ¡Vete, vete!  Déjame en paz. Vete, te lo digo.  No me mires. ¿Crees que tus ojos me infundirán miedo? ¿Qué quieres ver?

1belcebu

–                       No tus delitos, porque los conozco todos. TODOS. Aun los que nadie conoce. Pero quiero ver si comprendes que esta es la última hora, que Dios te concede para que te arrepientas. Quiero ver si el remordimiento es capaz de partir tu corazón de piedra. Si…

Alejandro, que tiene en la mano el hacha, la lanza contra Jesús, que rápido se inclina. El hacha hace un arco sobre su cabeza y se clava en una tierna encina, que cae al suelo, espantando a los pájaros.

Los tres que estaban escondidos temen que Jesús haya sido golpeado y salen gritando.

Elí dice:

–                       ¡Quisiera ver! ¡Ver si realmente no está herido! Sólo para esto concédeme ver, ¡Dios Eterno!  -y se adelanta tropezando, porque pierde su bastón. ¡Llora!-    Un rayo de luz y luego las tinieblas. Pero ver sin esta neblina, que me impide ver los obstáculos…

Jesús lo consuela tocándolo y dejándose tocar:

–                       No me pasó nada padre.

Los otros dos empiezan a reprochar a Alejandro su modo violento. Sus injusticias. Sus mentiras y lo intiman a adorar al Mesías.

Éste responde:

–                       ¡Qué Dios me ciegue si miento y si he pecado! ¡Qué me ciegue antes que adorar a ese loco Nazareno! En cuanto a vosotros, me vengaré… Despedazaré a Benjamín como a esa planta…

Saca un cuchillo y se arroja para herirlos. Blasfemando de Dios, burlándose del ciego y atacando a los otros como bestia enfurecida…  Pero de repente tropieza y se detiene…

1ciegojerico

Se frota los ojos y grita:

–                       ¡No veo! ¡Auxilio! ¡Mis ojos!… ¡Oscuridad!… ¿Quién me salva?

También los otros gritan admirados:

–                       ¡Dios te escuchó! ¡Véngate ahora!

Jesús aconseja:

–                       No seáis como él. ¡No odiéis!

Y acaricia al viejo Elí, que lo único que le preocupa es que Jesús no esté herido.

Y para convencerlo dice:

–                       Levanta la cara, ¡Mira!

El milagro se realiza. Y se escucha un grito fuerte, lleno de felicidad…

El anciano Elí dice:

–                       ¡Veo! ¡Mis ojos! ¡La luz! ¡Bendito seas!

Y el anciano mira a Jesús con ojos brillantes. Y se postra a besarle los pies.

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Jesús dice:

–                       Nosotros dos nos vamos. Vosotros, llevad a ese pobre a Enón. Tenedle piedad, porque Dios lo ha castigado. Y es suficiente. Sea el hombre bueno en todo infortunio.

Alejandro exclama:

–                       Llévate al muchacho, las ovejas. Tómate el bosque, mi casa, mi dinero; pero devuélveme la vista. No se puede vivir así.

Jesús responde:

–                       No. Te dejo con todo lo que te hiciste malvado. Me llevo al inocente. Ya le hiciste padecer un martirio. Que en la oscuridad, tu alma pueda abrirse a la luz.

Jesús se despide y baja ligero con el viejo Elí, que parece haber rejuvenecido.

Y cuando llegan a Enón, toda la población se alegra con el milagro.

1pueblo

Jesús dice Benjamín:

–                       Ven. Vamos a Terza, donde nos esperan.

–                       ¿Estoy libre? Gracias, Elí.

Elí lo besa. Lo bendice y le dice:

–                       Perdona al infeliz.

–                       ¿Por qué? Perdonar, sí. ¿Pero por qué lo llamas infeliz?

–                       Porque blasfemó del Señor y la luz se apagó en sus ojos. Ya nadie le tendrá miedo. Está ciego e impotente. ¡Terrible es el poder de Dios!

Y se queda pensativo por lo que presenció…

Martha piensa en voz alta:

–                       Hay obstinados en el mal, que son indignos del perdón pues se burlan de él, como si fuera una debilidad.

Nique dice de improviso:

–                       Dentro de poco nos volveremos a encontrar a Judas de Keriot.  –y suspira.

Jesús se despide y el grupo continúa su camino a Terza; que está rodeada de olivares, viñedos y huertos.

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

 

 

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