181.- CREPÚSCULO MEFÍTICO
Es una hermosa mañana de Abril. La tierra y el cielo despliegan toda su belleza. Es una sinfonía de luz, canto, perfume. Por la noche llovió poco y en el camino no hay polvo, pero tampoco lodo. De las riberas del Jordán sube mucha gente.
Una gran cantidad de pastores con sus corderos que llevan para el sacrificio, se mezclan con peregrinos y mercaderes. Cuando reconocen a Jesús lo saludan.
Un pastor se postra y dice:
– ¿Puedo ofrecerte el cordero?
Jesús contesta:
– No te prives de él. Es tu recompensa.
– ¡Mi agradecimiento! Soy uno que curaste. Me soldaste el hueso del muslo, que nadie había podido curar. Te doy con gusto el cordero. Es el más hermoso. Te lo doy para el banquete de alegría. Sé que estás obligado a gastar para el holocausto. Es para el banquete de alegría… Tómalo, Maestro.
Judas propone:
– Sí, tómalo ahorraremos. O mejor, podremos comerlo, porque con todas tus prodigalidades ya no tengo dinero.
Mateo protesta:
– ¿Prodigalidades? ¡Si desde Siquém no se ha gastado un céntimo!
– En resumidas cuentas, ya no tengo dinero. Lo último lo di a Merode, la mujer de Terza.
Para callar a Judas, Jesús dice al pastor:
– Por ahora no voy a Jerusalén y no puedo llevar conmigo al cordero. De otro modo lo aceptaría con gusto.
– Pero después irás a las Fiestas. Tendrás un lugar donde quedarte. Dímelo y lo entregaré a tus amigos…
– En Nobe tengo un amigo pobre y viejo. Escúchame bien: al día siguiente del Sábado Pascual, al amanecer irás a Nobe y dirás a Juan el anciano de allí: ‘Este cordero te lo manda Jesús de Nazareth, tu amigo. Para que te prepares un banquete de alegría, porque mayor alegría no puede haber para los amigos del Mesías’ ¿Lo harás?
– Si así lo quieres, lo haré.
– Y me sentiré feliz. No antes del día siguiente al Sábado. Acuérdate bien. y acuérdate de mis palabras. Ahora vete y la paz sea contigo. Conserva tu corazón firme en la paz, en los días que están por venir. Esto también recuérdalo y sigue creyendo en mi verdad. Adiós.
Tadeo dice a Nique:
– ¿Repartisteis mucho en Siquém, después de que partimos?
– ¿Por qué?
– Porque Judas no tiene ni un céntimo. No tendrás sandalias, Benjamín. Mala suerte. Tendrás que entrar en Jerusalén así…
Martha dice con una sonrisa:
– Antes está Bethania.
Nique agrega:
– Y antes Jericó y mi casa.
María Magdalena interviene:
– Y antes de todo esto, estoy yo. Lo prometí y lo haré. Éste es un viaje de experiencias. He visto lo que significa no tener ni un didracma. Y ahora veré lo que es vender algo por necesidad.
Martha le pregunta:
– ¿Y qué quieres vender si no traes tus joyeles?
– Traigo muchas horquillas de plata. Para sujetarme el cabello, bastan de hierro. Las venderé. Jericó está lleno de gente que compra estas cosas.
– ¡Pero hermana…!
– ¿Qué? ¿Te escandalizas de que vayan a pensar que soy tan pobre, que venda hasta las horquillas de plata? ¡Hubiera querido darte siempre esta clase de escándalos! Era peor cuando sin necesidad me vendía al vicio, a mí misma.
Martha ordena:
– ¡Silencio! ¡Qué Benjamín no sabe nada!
– Todavía no. Pero mañana lo sabría de labios de quién me odia y con detalles que no existieron. Es mejor que lo sepa por mí misma. Y vea cuan poderoso es el Señor, que lo recogió. De una pecadora, hizo una arrepentida. De un muerto, un resucitado.
A mí me resucitó en el espíritu, a Lázaro en su cuerpo. Somos dos seres que vivimos gracias al Rabí. Benjamín, recuérdalo siempre y ámalo con todas tus fuerzas. Porque verdaderamente es el Hijo de Dios. Ya casi entramos en Jericó… Ven conmigo Benjamín. Iremos de compras…
Encuentran una rica caravana que parece venir de muy lejos.
Se separa un joven en su camello; lo hace arrodillar, baja de su silla, le entrega las riendas a un siervo y se dirige hacia donde está Jesús. Cuando está frente a Él se postra. Lo saluda y después, con una profunda inclinación…
El joven rico dice:
– Soy Felipe de Canata, hijo de verdaderos israelitas. Fui discípulo de Gamaliel hasta que la muerte de mi padre, me obligó a hacerme cargo de sus negocios. Varias veces te he escuchado. Quiero alcanzar la Vida Eterna que prometes a quién crea en sí, tu Reino. Dime Maestro bueno, ¿Qué debo hacer para obtener la Vida Eterna?
Jesús pregunta:
– ¿Por qué me llamas Bueno? Sólo Dios lo es.
– Tú Eres el Hijo de Dios; Bueno como tu Padre. ¡Oh! ¿Dime qué debo hacer?
– Para entrar en la Vida Eterna, observa los Mandamientos.
– ¿Cuáles, Señor mío? ¿Los antiguos o los tuyos?
– En los antiguos están ya los míos, pues no los cambian. Si haces así, alcanzarás la Vida Eterna.
– Maestro, desde mi niñez he observado todas estas cosas.
Jesús lo mira con mucho amor…
Y dulcemente le pregunta:
– ¿Y no te parece suficiente?
– No, Maestro. El Reino de Dios en nosotros y en la otra Vida, es una cosa muy grande. Dios que se nos da, es un Don Infinito. Pienso que todo lo que hagamos es poco y creo que se debe conseguir con cosas mayores que las que se nos mandan, para mostrarle nuestra gratitud.
– Dices bien. para ser perfecto te falta una cosa. Si quieres ser perfecto como quiere nuestro Padre Celestial, ve a tu casa y vende todo cuanto posees. Dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el Cielo, donde el Padre te amará. Luego, ven y sígueme.
El joven se entristece. Piensa…
Se pone de pie y dice:
– Tendré presente tu consejo…
Y se aleja lleno de tristeza, pues es un hombre muy rico.
Judas sonríe irónico y murmura:
– ¡No soy el único que ama el dinero!
Jesús se vuelve, lo mira… luego mira a los que lo rodean…
Suspira y dice:
– Cuán difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos; cuya puerta es estrecha y el camino es áspero. No pueden caminar por él, no pueden entrar el ella, los que vienen cargando grandes fardos de riquezas. Para entrar allá arriba, sólo hacen falta tesoros de virtudes. Y saber separarse de todo lo que es apego a las cosas del mundo y vanidad.
Jesús está muy triste.
Los apóstoles se miran de soslayo entre sí…
Jesús, al ver la caravana del joven rico que se aleja, añade:
– En verdad os digo que es más fácil que un camello pase por el agujero de una aguja, a que un rico pueda entrar en el Reino de Dios.
Los apóstoles protestan:
– ¿Entonces, quién podrá salvarse? La miseria frecuentemente empuja al pecado, porque se tiene envidia o no se respeta lo que es del otro. O se desconfía de la Providencia… La riqueza sirve de obstáculo para la perfección… ¿Entonces quién podrá salvarse?
Jesús los mira y contesta:
– Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios porque Él todo lo puede…
Y Jesús les da una amplia explicación sobre las riquezas y la pobreza de espíritu.
Y siguen caminando.
Jesús va con las discípulas platicando de cosas diversas…
Judas de Keriot que aún en los momentos buenos, es violento e imperioso, dice:
– Espero al menos que vayamos a Jerusalén. Porque ahora lo dudo, después de lo que Jesús dijo a aquel pastor…
Pedro pregunta:
– ¿Y a dónde quieres que vayamos, sino allá?
Judas responde:
– ¡Bueno! No lo sé. Lo que hacemos es tan irreal desde hace algunos meses. Tan contrario a lo previsible; al buen sentido, aún a la justicia, que…
– ¡Oye! ¡Aunque te vi beber leche en Doco, estás hablando como un ebrio! ¿En dónde encuentras cosas contrarias a la justicia?
Santiago de Zebedeo lo mira con ojos amenazadores y le dice:
– ¡Basta de reprochar al Justo! ¿Lo has comprendido? No tienes ningún derecho a reprocharle nada. Nadie lo tiene por ser perfecto. Ninguno de nosotros lo es y tú, menos que nadie.
Tomás pierde la paciencia…
– ¡Cierto! Si estás enfermo, cúrate, pero deja de fastidiarnos con tus quejas. Si eres un lunático, allí está el Maestro; dile que te cure y ten paz.
Jesús se adelanta con Tadeo y dice a Juan:
– Quédate con ellas si quieres. Voy a responder a Judas que está irritado y a poner paz.
Jesús llega hasta donde ya se estaba prendiendo la disputa y dice:
– Tranquilízate Judas. No haremos nada de irreal. Como nunca lo hemos hecho. Tampoco ahora estamos haciendo algo imprevisible. Todos saben que cualquier verdadero israelita que no está enfermo o impedido por causas muy graves, sube al Templo. Y nosotros iremos.
Judas dice con un tono francamente insoportable:
– No todos. Marziam, según he sabido, no vendrá. ¿Acaso está enfermo? ¿Quieres substituirlo por el samaritano?
Pedro dice entre dientes:
– ¡Oh, Prudencia, amárrame la lengua! -y aprieta los labios para no agregar más.
Sus ojos tienen una mirada conmovedora, por el esfuerzo que hace para refrenar su ira y su aflicción.
La presencia de Jesús impide que nadie hable.
Pero Él si lo hace:
– Venid adelante un poco, para que no oigan las mujeres. A ellas dejémoslas tranquilas… Os diré la razón por la cual Marziam no estará con nosotros, ni tu madre, Judas de Keriot. Ni tus hijas, Felipe. Ni las discípulas de Galilea con Áurea. Hay cosas que no todos pueden soportar. Yo como Maestro sé qué cosa es buena, para mis discípulos. Y cuánto pueden o no pueden soportar.
Tampoco vosotros sois fuertes, para soportar la prueba. Pero vosotros debéis continuarme y debéis saber cuán débiles sois para que seáis misericordiosos con los débiles. Tenéis que probaros a vosotros mismos. El que se cree el último, está para brillar con su formación, como una estrella del cielo.
Los hechos hablarán muy claro. Por ahora no podéis comprender. Pero muy pronto os acordaréis de mis palabras y las comprenderéis.
Ved, subimos a Jerusalén para la Pascua y allí se cumplirán todas las cosas que dijeron los profetas respecto al Hijo del Hombre. El Cordero de Dios está para ser Inmolado y su sangre bañará los pilares de los corazones.
El Ángel de Dios pasará sin hacer daño a los que estén sellados y amen la Sangre del Cordero Inmolado, que pronto será levantado como la serpiente de metal en el palo trasversal para que sea la señal, para los que la serpiente Infernal hirió, para que sea salvación de los que lo miren con Amor.
El hijo del Hombre, vuestro Maestro Jesús, pronto será entregado en las manos de los príncipes de los sacerdotes, de los escribas y de los ancianos; que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que sea escarnecido.
Será abofeteado, herido, escupido, arrastrado por las calles como un harapo inmundo.
Y los gentiles, después de haberlo flagelado y coronado de espinas, lo condenarán a morir en una cruz, como en la que mueren los malhechores. El pueblo hebreo reunido en Jerusalén, pedirá su muerte, en lugar de la de un ladrón.
Y el Hijo del Hombre así será matado. Pero así como está escrito en las profecías, después de tres días Resucitará.
Esta es la prueba que os espera y que demostrará vuestra formación. En verdad os digo a todos vosotros que os creéis perfectos, que despreciáis a los que no son de Israel… En verdad os digo que seréis presas del miedo y os desbandaréis huyendo de los lobos que os atacarán por todas partes, como si os fuesen a desgarrar.
Pero os digo de antemano, no temáis. No os quitarán ni un solo cabello. Yo bastaré para saciar a los lobos feroces… Ha llegado la Hora. Voy para ser entregado a mis enemigos e Inmolado para la salvación de todos… -Jesús señala una flor del camino- Esta flor todavía conservará algunos de sus pétalos, cuando Yo ya habré muerto.
Los apóstoles escuchan impactados. Algunos se llevan las manos a la cara. Otros lloran como si hubiesen sido heridos.
Iscariote está, literalmente lívido…
El primero que se sobrepone es Tomás, que promete:
– Esto no te sucederá porque te defenderemos. O moriremos contigo. Y así demostraremos que alzamos tu perfección. Que éramos perfectos en el amor a Ti…
Jesús lo mira sin responder…
Después de unos minutos, el pensativo Bartolomé dice:
– Dijiste que serás entregado… ¿Pero quién puede entregarte a tus enemigos? Eso no está escrito en las profecías. No. No está dicho. Sería una cosa horrible que un amigo tuyo, discípulo o seguidor; aunque fuese el último de todos, te entregase en manos de los que te odian.
¡No!… Quien te haya oído con amor aunque haya sido una sola vez, no puede cometer semejante crimen. No son bestias feroces, ni Satanás. Son hombres… ¡No! ¡Señor mío! Ni siquiera los que te odian; lo podrían hacer. Tienen miedo del pueblo y… ¡El Pueblo estará todo a tu alrededor!
Jesús mira a Nathanael, pero no le contesta.
Pedro y Zelote hablan animadamente entre sí. Santiago de Zebedeo regaña a su hermano porque lo ve tranquilo.
Juan le responde:
– ¡Es que ya hace tres meses que lo sé! -y las lágrimas resbalan por el rostro de Juan.
Andrés se vuelve a Iscariote:
– Tú que tienes tantos amigos en el Templo…
Judas rebate:
– Juan también conoce a Annás. ¿Qué quieres que se haga? ¿Qué puede valer la palabra del hombre, si así está sellado?
Tomás y Andrés pregunta al mismo tiempo:
– ¿De verdad lo crees?
Judas responde:
– No. Yo no creo nada. Son alarmas inútiles. Ha dicho bien Bartolomé. Todo el pueblo estará con Jesús. Será un triunfo. Esto puede verse en los que nos encontramos. Veréis que será así.
Jesús se ha detenido a esperar a las mujeres y Andrés pregunta señalándolo:
– Entonces ¿Por qué Él?…
Judas dice muy seguro:
– ¿Qué por qué lo dice? Porque está sugestionado. Porque nos quiere probar. Pero no sucederá nada. Yo iré por mi parte…
La conversación se interrumpe pues los apóstoles se han detenido y Santiago y Juan de Zebedeo, que venían atrás con su madre, alcanzan a Jesús.
Salomé se postra indicando que quiere decir algo.
Jesús le pregunta:
– ¿Qué quieres Salomé?
Salomé contesta:
– Un favor antes de que te vayas, como dices.
– ¿Cuál es?
– La de ordenar que estos dos hijos míos, que por ti han dejado todo, se sienten, uno a la derecha y otro a la izquierda, cuando hayas entrado en tu Reino y te hayas sentado en tu trono.
Jesús mira a Salomé y luego a sus dos apóstoles…
Y dice:
– Vosotros habéis sugerido estas cosas a vuestra madre, interpretando muy mal mis promesas de ayer. No conseguiréis en un reino terrenal el céntuplo por lo que habéis dejado. ¿También vosotros sois rapaces y necios? Pero no tenéis la culpa. Es el crepúsculo mefítico de las Tinieblas que avanza: el aire putrefacto de Jerusalén que se aproxima, os corrompe, os ciega… yo os digo que no sabéis lo que pedís. ¿Podéis acaso beber del cáliz que voy a beber?
Santiago y Juan contestan:
– Lo podemos, Señor.
– ¿Cómo podéis afirmarlo, si todavía ignoráis su amargura? No solo será la amargura de la que os hablé, mi amargura de hombre fustigado de dolor. Sufriré torturas que aun cuando os las describiese, no seríais capaces de comprenderlas. Sin embargo, aun cuando parecéis dos niños que no saben lo que piden, porque sois dos corazones buenos y que me amáis; ciertamente que beberéis de mi cáliz.
Pero el que os sentéis a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a Mí concederlo. Ello ha sido concedido a quienes ha destinado mi Padre.
Mientras Jesús está hablando, los demás apóstoles no dejan de mostrar su disgusto por la petición de los hijos de Zebedeo y su madre.
Pedro dice a Juan:
– ¡Y eso tú! ¡No puedo reconocerte!
Iscariote, con su sonrisa diabólica:
– ¡Verdaderamente que los primeros son los últimos! Tiempo de sorpresas y de noticias…
Y su risa burlona es indescriptible…
Felipe los interpela:
– ¿Acaso hemos seguido al Maestro por honores?
Tomás dice a Salomé:
– ¿Por qué mortificar a tus hijos? Deberías haber reflexionado antes de hablar…
Tadeo confirma:
– Es verdad. Nuestra madre, no lo hubiera hecho.
Bartolomé no habla, pero en su cara está pintado el descontento.
Simón Zelote trata de calmar os ánimos:
– Todos podemos equivocarnos.
Mateo, Andrés y Santiago de Alfeo no hablan; pero se ve que sufren, porque se ha manchado la bella perfección de Juan.
Jesús hace señal para que se callen.
Luego dice:
– ¿De un error cometido tienen que nacer otros? Vosotros que airados os reprocháis, ¿No estáis viendo que también vosotros cometéis pecado? Dejad en paz a estos hermanos vuestros. Mi regaño fue suficiente. Estáis viendo su humillación.
Su arrepentimiento es humilde y sincero. Debéis amaros. Sosteneros mutuamente. Y así como el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida. Para que muchos sean redimidos. Así deberéis comportaros, si queréis ser como Yo y para que estéis donde estoy Yo.
Siguen caminando…
HERMANO EN CRISTO JESUS: