Mientras tanto, Judas ha llegado a la casa de Caifás.
La luna creciente le alumbra el camino y sube decidido entre los olivos de la colina. Llega a la puerta y toca con tres golpes, un golpe, dos golpes…
La puerta se abre sin ningún obstáculo.
Judas entra y pregunta:
– ¿Están reunidos?
El portero contesta:
– Sí, Judas de Keriot. Creo que están todos.
– Llévame a donde están. Debo hablar de cosas importantes. ¡Pronto!
El Portero asegura la puerta y lo guía por una largo y semioscuro corredor.
Se detiene ante una puerta y llama.
El tumulto de voces se calla por dentro… Luego se escucha el sonido de la cerradura y la puerta se abre.
Simón Boeto dice:
– ¿Eres tú? ¡Entra!
Judas entra en la sala y la puerta vuelve a ser cerrada con llave.
Hay un momento de sorpresa al ver entrar a Judas…
Lo saludan en coro:
– La paz sea contigo, Judas de Simón.
Judas contesta:
– La paz sea con vosotros, miembros del Santo Sanedrín.
Sadoc pregunta:
– Acércate. ¿Qué se te ofrece?
– Hablaros… Hablaros del Mesías. No es posible que las cosas sigan así. No os puedo ayudar más si no os decidís a tomar las providencias extremas. Él ya sospecha…
Airados lo interrumpen.
Nahúm le grita:
– ¿Te has dejado descubrir, necio?
Judas contesta impaciente:
– No. Vosotros sois los necios. Por una prisa irrazonable cometisteis errores y más errores. Sabíais bien que podíais disponer de mí… Y sin embargo no os fiasteis.
Elquías, más serpentino que nunca, le apostrofa con ironía:
– ¡Tienes mala memoria, Judas de Simón! ¿No te acuerdas cómo nos dejaste la última vez?… ¿Quién iba a pensar que nos eras fiel a nosotros, cuando dijiste de ese modo que no podías traicionarlo?
El apóstol objeta excitado:
– ¿Y creéis que sea fácil engañar a un amigo? ¿Al único que verdaderamente me ama, que es Inocente?… ¿Creéis que sea cosa fácil decidirse por el Crimen?
Tratan de calmarlo. Lo lisonjean…
Doras le dice persuasivo:
– Lo que vas a hacer, no es ningún crimen. Es una obra santa para con la patria, a la que evitarás represalias de los dominadores, que empiezan a dar señales de intolerancia por estas continuas agitaciones y divisiones de partidos y de la plebe, en la provincia romana.
Sadoc agrega:
– ¡Y para con el Género Humano, si es que en realidad él está convencido de su Naturaleza Divina de Mesías y su misión espiritual!
Ismael ben Fabi:
– Si es verdad lo que dice… ¡Lejos de nosotros el creerlo! ¿Esto no te convierte acaso en colaborador de la Redención? Tu nombre irá asociado al suyo por los siglos y la patria te contará entre sus héroes.
Nahúm:
– Serás honrado con los cargos más altos. Ya tenemos preparado un asiento para ti, entre nosotros. Subirás, Judas. Dictarás leyes a Israel. ¡Oh!…
Ismael ben Fabi:
– ¡Nunca olvidaremos lo que hiciste en bien del Sagrado Templo, del Sagrado Sacerdocio, en defensa de la Ley Santísima, en bien de toda la nación!
Eleazar de Annás:
– Trata solo de ayudaros y te juramos… Te lo juro en nombre de mi poderoso padre y de Caifás que tiene el Efod, que serás el hombre más grande de Israel. Más que los tetrarcas. Más que mi mismo padre que es un pontífice depuesto.
Se te servirá y se te obedecerá como a un rey; como a un profeta.
Cananías:
En el caso de que Jesús de Nazareth no fuese sino un falso Mesías, aun cuando no fuese sentenciado a muerte, porque no ha cometido acciones que comete un ladrón; sino que son de un loco. Ten en cuenta que te recordamos las palabras del Sumo Pontífice Caifás…
Simón Boeto:
Y tú sabes que quién trae el Efod y el Racional, habla por inspiración divina y profetiza el bien y lo que ha de hacerse por el…
Félix:
Caifás dijo: ‘Está bien que un hombre muera por el pueblo y que no perezca toda la nación’ Fue una profecía…
Se eleva un coro de voces simultáneas:
– Así fue.
– El Altísimo habló por boca del Sumo Sacerdote.
– ¡Y que se le obedezca!
El Gran Consejo del Sanedrín, ha hablado.
Judas ha quedado sugestionado. Seducido… Pero un rayo de sentido común, si no de bondad hay todavía en él… Y lo detiene para no pronunciar las palabras fatales.
Todos lo rodean con deferencia. Con simulado cariño.
Todos insisten:
– ¿No nos crees a nosotros?
– Mira: somos los jefes de las veinticuatro familias sacerdotales.
– Los Ancianos del Pueblo. Los Escribas.
– Los más grandes Fariseos de Israel.
– Los sabios Rabíes.
– Los Magistrados del Templo.
Nahúm:
– También eres un levita. ¿Tienes veinticinco años?…
Judas:
– Sí. Los acabo de cumplir el verano pasado.
– Tienes la edad requerida, para entrar a ofrecer al Santuario… Pronto harás tu primer sacrificio… Aquí a tú alrededor está la Flor de Israel pronta a aclamarte y a una voz te ordena: ¡Hazlo porque es una cosa santa!
Judas protesta:
– ¿Dónde está Gamaliel? ¿Dónde José y Nicodemo? ¿Dónde Eleazar el amigo de José y dónde Juan de Galaad? No los veo.
Elquías contesta:
– Gamaliel está en gran penitencia. Juan, junto a su mujer que está encinta y que está sufriendo esta tarde. Eleazar… no sabemos por qué no haya venido. Un mal rato lo puede tener cualquiera. ¿No te parece? En cuanto a José y Nicodemo, no les avisamos de esta reunión secreta.
Todos:
– Y eso porque te amamos y nos preocupamos de tu honra…
– Porque desgraciadamente si todo fallase, no denunciarán tu nombre al Maestro.
– Velamos por tu fama…
– Te amamos, Judas.
– Nuevo Macabeo.
– Salvador de la Patria.
Judas objeta:
– El Macabeo peleó bravamente… Yo cometo una traición.
Cananías dice:
– No te detengas en las particularidades de tu acción, sino en la justicia del objetivo. Habla tú Sadoc, Escriba de Oro. Que tu boca vierta palabras preciosas. Si Gamaliel es docto, tú eres sabio, porque en tus palabras está la Sabiduría de Dios. Convence a este que titubea en defender al Templo de la más grave de las amenazas.
Sadoc se abre paso y dice con ademanes de un orador inspirado, mientras extiende con majestad el brazo derecho:
– ¡Escucha, oh, hombre de Dios!
Luego, levantando la cara y los dos brazos en alto, grita:
– ¡Yo te lo digo! ¡Te lo digo ante la altísima Presencia de Dios!
Todos se inclinan y se vuelven a enderezar, con los brazos cruzados sobre el pecho, mientras dicen a coro y con un eco perfecto:
– ¡Marán-Atá!
Sadoc continúa:
– Yo te lo digo: ¡Está escrito en las páginas de nuestra historia y de nuestro destino! ¡Está escrito en las señales y en las figuras que los siglos dejaron! ¡Está escrito en el rito que no cesa, desde la noche fatal para los egipcios! ¡Está escrito en la figura de Isaac! ¡Está escrito en la figura de Abel! Y lo que está escrito… ¡Que se cumpla!
Todos contestan y siguen el mismo ritual anterior:
– ¡Marán-Atá!
Esta insólita ceremonia tiene un tono lúgubre, sugestionante…
Con las caras de nuevo en alto y las lámparas encendidas en los ángulos de la sala, hace que esta reunión de hombres casi todos vestidos de blanco, parezca una reunión de espectros… Alucinante y macabra.
Sadoc continúa:
– La Palabra de Dios ha bajado sobre los labios de os profetas para confirmar este decreto: ¡Él debe morir! ¡Está dicho!
Todos repiten en coro:
– ¡Está dicho! ¡Marán-Atá!
Se vuelven a inclinar y a enderezar con los brazos cruzados sobre el pecho.
Cananías continúa como si fuese un ritual:
– ¡Debe morir! ¡Su suerte está echada!
Y todos responden con solemnidad:
– ¡Debe morir!
– ¡Marán-Atá!
– Está descrito hasta en sus pormenores, su destino fatal.
– ¡Marán-Atá!
– ¡Y la fatalidad no tiene remedio!
– ¡Marán-Atá!
– Hasta el precio simbólico que se hace al que hace de instrumento de Dios para la realización de la promesa, está indicado.
– ¡Marán-Atá!
– ¡Está señalado!
– ¡Marán-Atá!
– Sea el Redentor o un falso profeta, ¡Debe morir!
– ¡Marán-Atá!
– ¡Debe morir!
– ¡Marán-Atá!
– La Hora ha llegado.
– ¡Marán-Atá!
– ¡Yeové lo quiere!
– ¡Marán-Atá!
En esta increíble y lúgubre ceremonia aparecen de repente en la sala, el Sumo Sacerdote y Annás, que han entrado sin que nadie se percatara de su presencia…
Caifás interviene y dice:
– ¡Oigo su Voz!… A fuertes gritos ordena: ¡Que se cumpla!
Todos contestan:
– ¡Marán-Atá!
Annás:
– ¡El Altísimo ha hablado!
Todos:
– ¡Marán-Atá!
– ¡Que se cumpla!
– ¡Que se cumpla!
– ¡Marán-Atá!
Anás pone las manos sobre la cabeza de Judas y dice:
– Que el Cielo te dé fuerzas, como las dio a Yael y a Judith, que aunque eran mujeres, se comportaron como heroínas.
Como las dio a Jefté…
Que sacrificó a su misma hija, en aras de la patria…
Como las dio a David contra Goliat y realizó una hazaña que eternizará a Israel en el recuerdo de las naciones.
Caifás confirma:
– ¡Que el Cielo te dé fuerzas!
Todos:
– ¡Marán-Atá!
Caifás:
– ¡Sé un vencedor!
Annás:
– Sé un Vencedor.
Todos:
– ¡Marán-Atá!
La voz cascada de Cananías sube de tono:
– ¡El que titubea en cumplir la orden sagrada, está condenado a la deshonra y a la muerte!
Sadoc:
– Está sentenciado.
El coro:
– ¡Marán-Atá!
Annás y Sadoc:
– Si no escuchas la Voz del Señor Dios tuyo y no realizas sus órdenes y lo que por nuestra boca te manda, ¡Qué todas las maldiciones vengan sobre ti!
– Todas las maldiciones.
Todos:
– ¡Marán-Atá!
Caifás, Annás y Nahúm:
– ¡Qué te castigue el Señor con todas las maldiciones mosaicas!
– ¡Qué te haga desaparecer de entre las gentes!
– ¡Te castigue y te haga desaparecer!
Todos:
– ¡Marán-Atá!
Un silencio fatal envuelve esta escena de sugestión…
Parece que nada se moviera dentro de esta atmósfera de miedo glacial. Pasan unos minutos aterradores… Y luego…
Satanás comunica a Judas el Odio mortal que siente contra Jesús…
Vivo y activo dentro del sacerdote apóstata, cierra su garra opresora sobre el corazón del desgraciado e indefenso apóstol…
Y Judas se estremece por esta pasión avasalladora y mortífera…
Finalmente la voz de Judas retumba y es difícil reconocerla, por lo cambiada que está… Su bella y grave voz resuena con un timbre escalofriante y mortal…
Es una voz que tiene la resonancia del Infierno:
– Sí. Lo haré. La última parte de las maldiciones mosaicas me toca a mí… Y debo irme porque ya estoy retrasado. Me siento enloquecer al no gozar tregua ni descanso. Mi corazón tiembla de pavor… Mis ojos se oscurecen y mi alma se muere de tristeza… Tiemblo de que se me descubra y de que Él me fulmine, en éste mi juego doble.
No sé. No comprendo hasta dónde conoce mis intenciones. Veo que mi vida pende de un hilo. Mañana y noche suplico porque acabe esta hora que sumerge mi corazón en el terror: por el horrible crimen que debo realizar.
¡Oh! ¡Daos prisa! ¡Arrancadme de esta angustia que sufro! Que todo se cumpla, ¡Y al punto! ¡Ahora! ¡Qué me vea libre! ¡Vamos!…
Judas se calla. Su voz fue tomando fuerza a medida que hablaba. Sus movimientos, al principio inseguros y automáticos como los de un sonámbulo; poco a poco se hicieron más resueltos. Se endereza cuán alto es…
Y satánicamente bello, grita:
– ¡Qué desaparezcan las artimañas de un insensato terror! Me veo libre de una sujeción que infunde pavor… ¡Mesías…! ¡No te tengo miedo y te entrego a tus enemigos!… ¡Vamos!
Es el grito de un demonio victorioso.
Caifás y Anás se miran entre sí y sonríen…
Y mientras ellos desaparecen tras una pesada cortina… Judas sin esperar más se dirige hacia la puerta.
Los más encarnizados lo alcanzan y lo detienen.
Elquías y Sadoc preguntan:
– ¡Despacio! Todavía no terminamos…
– Primero respóndenos: ¿Dónde está Jesús de Nazareth?
Judas contesta:
– En casa de Lázaro, en Bethania.
Varios objetan:
– No podemos entrar en esa casa que defienden siervos muy adictos a su dueño.
– Es la casa de un protegido de Roma.
– Nos toparíamos con dificultades.
Judas:
– Mañana al amanecer vendremos a la ciudad. Poned guardias en el camino a Betfagé. Armad confusión y prendedlo.
– ¿Cómo sabes que viene por ese camino?
– Podría seguir otro…
Judas:
– No. Ha dicho a sus seguidores que por ese entrará a la ciudad. Por la Puerta de Efraín… Que lo esperen cerca de En Roguel. Si lo detuvierais antes…
Nahúm dice:
– No podemos. Tendríamos que entrar con Él entre los guardias y cada camino que trae a las puertas y cada calle de la ciudad están llenas de gente, desde que amanece hasta que anochece. Sucederá un tumulto y es lo que no queremos.
– Subirá al Templo. Llamadlo para interrogarlo en una sala. Llamadlo en nombre del Sumo Sacerdote. Irá, porque os respeta más que a su propia vida. Una vez que esté con vosotros… No os faltará el modo de llevarlo a un lugar seguro y condenarlo cuando llegue su Hora…
Sadoc objeta:
– No dejaría de haber tumulto. Deberías tener en cuenta que la plebe es fanática. Y no solo el pueblo, sino los grandes, lo mejor de Israel y también están los romanos…
Todos respaldan:
– Claudia y sus amigas parecen serle muy adictas…
– Gamaliel está perdiendo discípulos. Lo mismo Jonathás ben Uziel y otros más de los nuestros.
– Todos nos abandonan al sentirse seducidos.
– Hasta los paganos lo veneran o lo temen. Lo cual ya es una forma de veneración. Y están dispuestos a volverse contra nosotros, si le hiciéramos algún mal.
– Además, algunos de los ladrones que asalariamos, para que se fingiesen discípulos suyos y provocasen revueltas, fueron arrestados y hablaron esperando alcanzar clemencia.
– El Pretor lo sabe…
– Todo el mundo lo sigue y nosotros no logramos hacer nada.
Es necesario obrar con precaución, para que la plebe no se dé cuenta.
Nahúm confirma:
– ¡Tenéis razón! ¡Hay que tomar precauciones! Annás también lo recomienda. Nos dijo: “Que no se haga durante la Fiesta, para que la gente fanática no vaya a provocar algún tumulto” éstas son sus órdenes.
Eleazar ben Annás:
– Y también ordenó que se le trate reverentemente en el Templo y dondequiera. Que no se le moleste, para poder atraparlo.
Judas dice:
– Entonces, ¿Qué queréis hacer? Yo estaba dispuesto para esta noche y vosotros dudáis…
Elquías, Cananías y Doras contestan:
– Bueno. Tú deberías llevarnos cuando Él esté solo.
– Conoces su modo de obrar. Nos escribiste diciéndonos que te tiene cerca de Sí, más que a los demás.
– Debes estar enterado de lo que quiere hacer. Estaremos siempre listos.
– Cuando creas que sea el momento oportuno y sepas el lugar, ven e iremos.
Judas ya habla fríamente, como si estuviera haciendo una transacción comercial y declara:
– Contrato hecho. ¿Qué me daréis en recompensa?
Cananías responde:
– Lo que dijeron los profetas para que seamos fieles a la palabra inspirada: treinta denarios.
Judas grita:
– ¡Qué! ¿Treinta denarios por matar a un hombre y A Ese Hombre?… ¡Lo que cuesta un vulgar cordero en estos días de fiesta!¡Estáis locos!
No es que tenga necesidad de dinero. Tengo buenas provisiones. No vayáis a pensar que me convenceréis con el ansia de dinero… Es demasiado poco para compensar el dolor de traicionar al que siempre me ha amado.
Sadoc dice:
– Ya te dijimos lo que haremos contigo: ¡Gloria! ¡Honores! Lo que esperabas de Él y no has conseguido.
Nahúm:
– Nosotros te ungiremos rey, profeta y Santísimo Doctor de la Ley.
– Serás más grande y más respetado que Gamaliel…
Eleazar ben Anás:
– Te ungiremos Patriarca del Templo y serás obedecido por todo el Santo Consejo del Sanedrín. Serás más grande y más poderoso en Israel, que el mismo Herodes…
Nahúm:
– Sólo el Sumo Sacerdote estará a tu nivel… Pero eso sólo porque lleva el Efod.
Tú serás el mayor héroe de la Patria y el cargo será vitalicio. Tendrás toda la riqueza y el poder que esto representa…
Elquías:
– Nosotros curaremos tu desilusión. Pero el precio lo fijaron los profetas. ¡Oh! ¡No es más que una formalidad! ¡Un símbolo! ¡No más! Lo demás vendrá después…
Judas:
– Y el dinero ¿Cuándo?
Cananías replica:
– Si te refieres al pago por la entrega, en el momento en que nos digas: “Venid” No antes. Nadie paga hasta que no tiene la mercancía en las manos. ¿Acaso no te parece justo?
– Es lo justo. Pero triplicad la suma…
Todos:
– No. Así lo dijeron los profetas. ¡Je, je, je!
– Así debe hacerse. ¡Je, je, je!
– ¡Oh, que si sabemos obedecerlos! ¡Je, je, je!
– No dejaremos ni una tilde. ¡Je, je, je!
– Para que se cumpla lo que de Él está escrito. ¡Je, je, je!
– Somos fieles a la palabra inspirada. ¡Je, je, je!
La figura esquelética de Cananías se estremece con su risa hipócrita y venenosa. Muchos le imitan con sus risotadas lúgubres, llenas de rabia y de Odio.
Elquías dice:
– Hemos terminado.
Todos:
– Puedes irte. Esperamos el alba para entrar nuevamente en la ciudad por diversos caminos. Adiós.
– La paz sea contigo, oveja extraviada que regresas al redil de Abraham.
– ¡La paz sea contigo!
– ¡La paz sea contigo y con ella la gratitud de todo Israel!
– Cuenta con nosotros.
Nahúm:
– Cualquier deseo tuyo, es ley para nosotros.
Eleazar:
– ¡Qué Dios esté contigo, como lo ha estado con todos los siervos más fieles!
Doras:
– ¡Todas las bendiciones caigan sobre ti!
Lo acompañan a la salida con abrazos y protestas de Amor…
Lo ven alejarse por el corredor semioscuro. Oyen el ruido de los aldabones al abrir y cerrar.
Llenos de júbilo vuelven a entrar a la sala.
Los menos perversos dicen al mismo tiempo:
– ¿Y ahora?
– ¿Qué haremos con Judas de Simón?
– Sabemos muy bien que fuera de esos miserables treinta denarios, no podemos darle nada…
– ¿Qué dirá cuando se vea traicionado?
– ¿No habremos cometido un error más grande?
– ¿No contará al pueblo lo que hicimos?
– Todos sabemos que es un hombre voluble…
Cananías grita:
– ¡Sois muy ingenuos y además necios, al pensar en estas cosas y preocuparos por ellas! Ya determinamos lo que haremos con Judas. ¿Lo habéis olvidado?
Eleazar:
– Y no vamos a cambiar de plan.
Nahúm:
– Tan pronto acabemos con el Mesías, Judas morirá. Lo hemos decidido.
Ismael ben Fabi pregunta:
– ¿Y si lo revela antes?
Sadoc contesta:
– ¿A quién? ¿A los discípulos?… ¿Al pueblo, para que lo lapiden?
Elquías:
– Él no hablará. Su horrible acción es una mordaza.
Simón Boeto advierte:
– Podría arrepentirse más adelante. Tener remordimientos y hasta fingirse loco… Porque al darse cuenta, el remordimiento lo puede enloquecer.
Elquías dice lento, pero decidido:
– No tendrá tiempo para ello. Pensaremos antes. A cada cosa su hora. Primero el Nazareno y luego eliminaremos al que lo traicionó…
Nahúm advierte:
– Oíd. Ni una palabra a los que no vinieron. Conocen bastante nuestros planes. No confío en José, ni en Nicodemo. Y muy poco en los otros…
Doras pregunta:
– ¿Tienes sospecha de Gamaliel?
Nahúm responde:
– Hace meses que ya no viene con nosotros. Si el Pontífice no se lo manda expresamente, no tomará parte en nuestras sesiones.
Cananías:
– Dice que está escribiendo una obra con la ayuda de su hijo.
Elquías:
– Pero me refiero a Eleazar y a Juan.
Félix exclama con ira:
– ¡Esos nunca se han mostrado contrarios!
Cananías replica:
– ¡No es así! Se nos han opuesto demasiado poco y por eso conviene vigilarlos. ¡Je, je, je!
Sadoc:
– Muchas sierpes se nos han metido en el Sanedrín…
– Pero se les echará fuera… ¡Je, je je!…
Y encorvado y tembloroso, apoyado en su bastón, busca lugar en uno de los grandes y largos asientos, cubiertos de gruesos tapices que hay junto a las paredes de la sala. Contento, se tira sobre uno de ellos y pronto se duerme con la boca abierta, con una sonrisa maléfica, que refleja la maldad que hay en su corazón.
Lo ven los otros y…
Doras, el hijo de Doras, dice:
– Él tiene la satisfacción de ver este día. Mi padre lo soñó. Pero no pudo verlo. Pero en mi corazón llevaré este ideal, para que mi padre esté también presente cuando nos venguemos del Nazareno y también pueda alegrarse…
Nahúm:
– Recordad que tenemos que turnarnos y que debemos estar siempre en el Templo.
– Estaremos.
Elquías:
– Debemos dar órdenes de que a cualquier hora que venga Judas de Simón, se le lleve al Sumo Sacerdote.
– Así lo haremos.
Sadoc:
– Y ahora preparémonos para el Golpe Final.
Todos:
– ¡Estamos preparados!
– ¡Estamos preparados para todo!
– Astutamente.
– ¡Astutamente!
– Con perspicacia.
– ¡Con perspicacia!
– Para apartar cualquier sospecha.
– ¡Para engañar a cualquiera!
– Nadie reaccionará contra lo que diga o haga.
– ¡Así lo haremos!
– Nos vengaremos de una sola vez…
– ¡Así lo haremos!
– Y nuestra venganza será cruel.
– ¡Cabal!
– Completa.
– ¡Sin compasión!
Se sientan a descansar mientras llega el alba…
HERMANO EN CRISTO JESUS: