196.- EL MANDAMIENTO MÁS GRANDE
Es una esplendorosa mañana primaveral llena de colorido y el miércoles anterior a la Pascua, el Templo está más lleno de gente que en los días anteriores. Es muy temprano y hace bochorno.
Jesús entra con su túnica blanca de lino y llega hasta el Atrio de los Israelitas, para adorar. Lo sigue mucha gente. Unos se quedan bajo los portales esperándolo y hay una enorme cantidad de gentiles. Cuando Jesús termina su oración, escucha los que le preguntan. Los consuela, los aconseja, los absuelve y los cura.
Los fariseos tienen una pequeña discusión porque el escriba Yoel Alamot, quiere ir a hacer una pregunta a Jesús…
Pero ellos se oponen diciendo:
– No. Sabemos que eres favorable al Rabí, aunque trates de disimularlo. Deja que vaya Urías…
Otro joven escriba objeta:
– Urías no. Es muy descuidado al hablar. Voy yo.
Y se va rápido a donde está el Maestro.
Jesús, que lo tiene a su espalda, se vuelve a mirarle… Un asomo de sonrisa ilumina su rostro. Mira a la gente que lo rodea. A los fariseos y a los doctores. Al escriba que primero había querido ir a preguntarle… Su sonrisa se amplía y es como si lo acariciara…
Luego baja su mirada sobre el escriba de pequeña estatura que acaba de preguntarle:
– Maestro, ¿Cuál es el mayor de los Mandamientos de la Ley?
Jesús responde:
– El primero de todos los Mandamientos es: “Escucha ¡Oh, Israel! El Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor Dios tuyo, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Con todo tu ser.” Este es el primero y principal Mandamiento. El segundo es semejante a éste: “Amarás a tu prójimo, como a ti mismo.” No hay otros mandamientos mayores que éste. Encierran en sí, toda la Ley y los profetas.
– Maestro, has respondido sabia y justamente. Así es. Dios es Único y no hay otro Dios fuera de Él. Amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia; con toda el alma; con todas las fuerzas y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que cualquier holocausto y sacrificio. Pienso mucho en esto cuando recuerdo las palabras de David: “A Ti no te agradan los holocaustos. El sacrificio grato a Dios es el espíritu compungido.”
– No estás lejos del Reino de Dios, pues has comprendido cuál es el holocausto que agrada a Dios.
El escriba pregunta rápido y en voz tan baja, que es casi como si hablase en secreto:
– ¿Cuál es el más perfecto?
En el rostro de Jesús brilla el amor que deja caer como perla, en el corazón de este escriba que lo abre a su doctrina, a la Doctrina del Reino de Dios y…
Jesús responde:
– El holocausto perfecto es amar como a nosotros mismos a los que nos persiguen y nos guardan rencor. Quién haga esto, poseerá la paz.
Está dicho, los mansos poseerán la tierra y gozarán de abundancia de paz. En verdad te digo que el que sabe amar a sus enemigos, llega a la perfección y posee a Dios.
El escriba se despide con deferencia. Y vuelve a su grupo, que en voz baja le reprocha el haber alabado al Maestro…
Y airadamente le preguntan:
– ¿Qué le dijiste en secreto?
– ¿Eres también uno de los engañados?
El escriba contesta:
– Me ha parecido oír que el Espíritu de Dios hablase por sus labios.
– Estás loco. ¿Acaso crees que sea el Mesías?
– Lo creo.
– Realmente dentro de poco veremos que nuestras clases se vacían de nuestros escribas y que éstos como perros irán detrás de Él. ¿Pero en qué ves que Él sea el Mesías?
– No lo sé. Pero sí siento que lo es.
– ¡Loco!
Y enojados le vuelven la espalda.
Jesús ha estado observando y no ha perdido ni un detalle.
Y cuando los fariseos le pasan por delante en un grupo compacto, para alejarse.
Jesús los llama diciendo:
– Escuchadme. Quiero haceros una pregunta: ¿Qué pensáis vosotros del Mesías? ¿De quién es Hijo?
Nahúm responde por todos:
– Será Hijo de David.
Ha puntualizado la palabra ‘será’, para darle a entender que Él no es el Mesías.
– Entonces, ¿Por qué David, inspirado por Dios lo llama Señor cuando dijo: ‘El Señor ha dicho a mi Señor, siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies.?’ Si David llama al Mesías Señor ¿Cómo puede ser su hijo?
No sabiendo qué responderle, se alejan masticando el odio que los satura.
Jesús los ve y se retira hacia donde están los buzones del tesoro, junto al gazofilacio.
En esta parte todavía hay sombra y están los rabinos hablando con grandes aspavientos a los hebreos que los escuchan, esforzándose por destruir lo que Jesús enseñado en los días anteriores.
¡Es un Rey tan majestuoso! Con su vestido de lino blanquísimo y su manto color rojo oscuro. Se apoya sobre una columna cuadrada en su base, que sostiene un arco del Pórtico y mira detenidamente a la gente que va pasando.
Una pobre viejecita, sube apuradamente los escalones y alarga su mano para echar su óbolo, en el hocico abierto de un león de piedra.
Jesús la mira con compasión y dulzura.
Y cuando pasa cerca de Él, le dice:
– La paz sea contigo, mujer.
Sorprendida, ella levanta su cabeza y no sabe qué contestar.
Jesús repite:
– La paz se contigo. El Altísimo te bendice.
La mujer se queda como extática por un momento; luego saluda a Jesús y se va.
Jesús sale de su silencio, diciendo:
– En medio de su desdicha es feliz. Ahora es feliz, porque la bendición de Dios la acompaña. Escuchadme todos los que me rodeáis… ella no dio más que dos céntimos. Y sin embargo ha dado más que todos, desde que el Templo abrió sus puertas al amanecer…
He visto a varios ricos introducir en esos hocicos, enormes cantidades de dinero, con visible satisfacción. Pero en verdad os digo que nadie ha dado más que ella, porque su óbolo ha sido la caridad y la generosidad pura. Ha dado todo lo que tenía. Ha hecho un sacrificio… Esa mujer hoy no va a comer, porque no tiene nada.
Deberá trabajar primero, para apagar su hambre. No tiene riqueza, ni familiares que trabajen por ella. Está sola. Dios se ha llevado sus parientes, marido e hijos. Los hombres le quitaron los bienes que le habían dejado. Esa mujer ha comprendido mejor la Ley que los mismos sabios. Y es bendita porque dentro de su pobreza ha dado a Dios todo…
Mientras que otros dan de lo que les sobra y lo dan para que aumente su estimación ante los ojos de los hombres. Sé que me odiáis por hablar así. Unid el odio que me tenéis, al desprecio que sentís por esa pobrecita a quién he alabado.
Pero no vayáis a pensar que podréis hacer de estas dos piedras, un doble escalón para vuestra soberbia… Será la piedra de moler que os triturará.
Vámonos. Dejemos que las víboras se muerdan aumentando su veneno… Quien sea limpio de corazón, bueno, humilde, contrito y quiera conocer el verdadero rostro de Dios, que me siga…
Jesús continúa curando, consolando, aconsejando, enseñando…
Pasan las horas…
Jesús regresa al Primer Patio donde se siente un poco de fresco, porque el día es bochornoso. Había empezado a hablar con una voz normal y la ha ido aumentando cada vez más, hasta que parece un toque de trompeta. Su hermosa voz de tenor se expande y tanto israelitas como gentiles, lo escuchan con atención.
Si aquellos aplauden cuando Jesús recuerda la patria y los nombres de los extranjeros que la han subyugado y hecho sufrir, éstos admiran la forma oratoria del larguísimo discurso y la maravillosa sabiduría que contiene…
Jesús continúa:
– Escuchad. Cuando terminó el destierro en Babilonia, eran triste para la patria aquellas horas. Había sido reconstruida la nación, gracias a la magnanimidad de Ciro.
Los jefes del pueblo sintieron la necesidad de reconstruir también el culto y el conocimiento de la Ley. Porque, ¡Ay de aquel pueblo, que no dispone de ellos como defensa! De guía y sostén contra los enemigos más poderosos de una nación y que son la inmoralidad de sus ciudadanos; el rebelarse contra las autoridades; la desunión contra las diversas clases y partidos; los pecados contra Dios y el prójimo. La irreligiosidad. ¡Todos estos son elementos que disgregan por sí mismos y que provocan los castigos celestiales!
El pueblo hablaba caldeo, herencia del duro destierro y ya no comprendían el hebreo. Así nacieron los escribas y los fariseos, para ayudar a los sacerdotes a enseñar a la gente y entregados a honrar al Señor; llevando a los hombres a que lo conociesen. Si se han vuelto reprobables; no toca a los hombres insultarlos, ni mucho menos hacerlos desaparecer. Hay Quién lo hará: Dios y su Enviado.
Yo hablo por mandato divino y puedo hablar porque no tengo ninguno de los pecados que os escandalizan, cuando veis que los cometen los escribas y los fariseos. Os he recordado cual fue la razón por la que nacieron los escribas y los fariseos y cómo y porqué se han sentado en la cátedra de Moisés. Cómo y porqué hablan y sus palabras no son vanas. Haced lo que dicen, pero no los imitéis en sus acciones; porque enseñan de una manera y luego actúan al revés.
Su regla de vida, es ser vistos, celebrados y aplaudidos en razón de sus obras; que las realizan de modo que todos los vean y las alaben. Exigen de sus discípulos, el título de maestro y un culto que ellos no tributan a Dios. Se creen dioses en sabiduría y poder. Se creen superiores al padre y a la madre, porque quieren estar en el corazón de sus discípulos y pretenden que su doctrina, sea superior a la de Dios.
Son unos herejes, creyendo como los paganos, en la trasmigración de las almas y algunos de ellos en la fatalidad.
No imitéis a los escribas y fariseos, que están divididos entre sí, aunque aparenten no estarlo. Vosotros, discípulos del Mesías, estad verdaderamente unidos. Estad prontos a morir si no queréis traicionar el llamamiento que Dios ha puesto en vosotros, de ser ciudadanos del Reino de Dios, que he venido a establecer. Estad verdaderamente unidos en el amor por Mí y por mi Doctrina. La divisa del cristiano, que tal será el nombre que se dará a mis súbditos, sea el amor y la unión. La igualdad entre vosotros en la comunidad de bienes, en la fraternidad de los corazones. Todos para uno, uno para todos.
Quien tenga que dé sin ostentación. Quien no tiene, acepte con humildad su pobreza. Recordad que se dará una recompensa a quien es misericordioso y que es mejor dar que recibir. Encuentre el pobre la fuerza de pedir sin sentirse humillado, pensando que Yo lo hice antes que él. Encuentre por su parte el rico la generosidad de dar sus riquezas, pensando que el vil y odioso dinero que Satanás presenta, es causa del noventa por ciento de las desgracias acaecidas en el mundo.
Y cuando se da por amor, se cambia en joya inmortal, en el Paraíso.
Vestíos de vuestras virtudes, pero que solo Dios las conozca. No hagáis como los Fariseo, que llevan las filacterias más largas y las franjas más anchas. Que les gustan los primeros lugares en las sinagogas y los honores en las plazas y quieren que el pueblo los llame: ‘Rabí’ Uno solo es el Maestro, Yo. Amaos como verdaderos hermanos y el que quiera ser el mayor entre vosotros, que se haga vuestro esclavo.
Ser siervo de los siervos de Dios no es humillarse, sino imitarme a Mí; que he sido bondadoso y humilde; siempre pronto a amar a mis hermanos y ayudarlos con el poder que tengo como Dios.
No he rebajado lo divino al servir a los hombres; porque el verdadero rey es el que sabe dominar no solo a los hombres sino las pasiones, entre las cuales la primera está la soberbia necia. Recordad que quién se humilla será exaltado y quién se exalta será humillado.
La Mujer de la que en el Génesis habla el Señor; la Virgen a quien alude Isaías; la Madre-Virgen de Emmanuel, profetizó ésta verdad, cuando dijo: ‘El Señor arrojó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes’ La Sabiduría de Dios habló por los labios de la que ha sido Madre de Gracia y Trono de Sabiduría.
Repito la palabras inspiradas que me exaltaron en unión al Padre y al Espíritu Santo, cuando Yo el Hombre me formaba en su seno, sin dejar de ser Dios. Que sirvan de modelo a las que quieran hacer que el Mesías nazca en sus corazones y que pretendan llegar al Reino.
¡Ay de vosotros; escribas y fariseos hipócritas! No habrá Jesús, esto es: Salvador, ni Mesías… O sea, Señor… Ni habrá Reino de los Cielos para los soberbios, para los fornicadores idólatras, ni para los que se adoran a sí mismos y a su propia voluntad.
Por esto, ¡Hay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Que creéis poder cerrar el Cielo a los hombres que levantan su espíritu, para encontrar fuerza en su penosa jornada terrena. ¡Ay de vosotros que no entráis; que no queréis entrar; porque no aceptáis la Ley el Reino Celestial y no permitís que entren los demás que están a la puerta, que con intransigencias reforzáis con cerrojos que Dios no ha puesto!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! ¡Qué devoráis las propiedades de las viudas, con el pretexto de que recitaréis largas oraciones! ¡Por eso vuestro juicio será duro!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas que andáis por mar y tierra sin gastar de vuestros bienes, para hacer un solo prosélito y cuando lo conseguís, los hacéis dos veces más dignos del Infierno que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos! ¡Necios y ciegos!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Que decís: ‘Si uno jura por el Templo, su juramento no vale nada. Pero si jura por el oro del Templo. Entonces queda obligado a su juramento.’ ¡Necios y ciegos! ¿Qué vale más? ¿El oro o el Templo que santifica el oro? Vosotros que andáis diciendo: ‘Si uno jura por el altar, su juramento no tiene valor; pero si jura por la oferta depositada sobre el altar, entonces su juramento es válido y queda obligado a él.’
¿Qué es mayor, la oferta o el altar que la santifica? Quién jura pues sobre el altar; por él jura y por cuanto hay sobre él. Quien jura por el Templo, por él jura y por quien habita en Él. Y quién jura por el Cielo, jura por el Trono de Dios y por Quién en él está sentado.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Que pagáis los diezmos de la menta y de la ruda; del anís y del comino. Y luego os despreocupáis de los preceptos más graves de la Ley: de la justicia, de la misericordia y de la fidelidad.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! ¡Qué laváis lo exterior de la copa y del plato; pero por dentro estáis llenos de rapiña e inmundicia! Ciego fariseo, lava primero el interior, para que también lo exterior quede limpio.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que voláis como los murciélagos en la oscuridad, debido a vuestras obras pecaminosas! Y os codeáis con paganos, ladrones y traidores. Y al día siguiente por la mañana, borradas las señale de vuestros negocios ocultos, ¡Subís al Templo con hermoso ropaje!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Que enseñáis las leyes de la caridad y de la justicia contenidos en el Levítico y luego no sois más que unos ambiciosos, ladrones, falsarios, calumniadores, opresores, injustos, vengativos, odiosos. Que acabáis con el que os causa molestia, aun cuando sea de vuestra propia sangre.
Que rechazáis a la mujer que siendo doncella. Se casó con vosotros y que repudiáis los hijos obtenidos de ella, porque son desventurados. Y acusáis de adulterio a vuestra mujer que no os agrada más o de enfermedad inmunda, para libraros de ella. ¡Vosotros que tenéis un corazón inmundo! ¡Un corazón libidinoso; aun cuando no lo demostréis a los ojos de la gente que ignora vuestras acciones!
Sois semejantes a los sepulcros blanqueados que por fuera parecen hermosos; pero por dentro están llenos de huesos muertos y de podredumbre. ¡Eso sois! ¡Y no más! ¡Por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis reventando de hipocresía e iniquidad!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Que erigís suntuosos mausoleos a los profetas y embellecéis las tumbas de los justos, diciendo: ‘Si hubiéramos vivido en tiempos de nuestros padres; no habríamos sido cómplices y participantes de quienes derramaron la sangre de los profetas.’ Y por otra parte, colmáis la medida de vuestros padres… ¡Oh, serpientes! ¡Oh, raza de víboras! ¿Cómo podréis escapar a la condenación del Gehenna?
Por eso Yo, Palabra de Dios os digo: ‘Yo Dios, os enviaré profetas, sabios y nuevos escribas. A algunos de ellos mataréis. A otros crucificaréis. A otros, flagelaréis en vuestros tribunales; a otros perseguiréis de ciudad en ciudad, hasta que caiga sobre vosotros toda la sangre de los hombres justos derramada sobre la tierra. Así es. Odiaréis a los que quieren vuestro bien os recuerdan vuestro pecado y con amor os invitan a que volváis a los senderos de Dios.
En verdad os digo que todo está por caer. Tanto el crimen como sus consecuencias. En verdad os digo que todo se cumplirá sobre esta generación… ¡Oh, Jerusalén! ¡Jerusalén! ¡Jerusalén que lapidas a los que se te envían y matas a tus profetas! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos; como la gallina reúne a sus pollitos bajo sus alas y no has querido!
Así, pues, escucha; ¡Oh, Jerusalén! Escuchad vosotros que me odiáis y odiáis lo que viene de Dios. Escuchad los que me amáis y os veréis envueltos en el castigo reservado a los perseguidores del Mesías.
Escuchad también vosotros que no pertenecéis a este pueblo; pero que os preguntáis Quién Soy y que predice si necesidad de estudiar el vuelo y el canto de los pájaros; los fenómenos celestes; las entrañas de los animales sacrificados. La llama o el humo de los holocaustos. Porque el futuro está presente ante El que os está hablando.
Esta casa vuestra quedará desierta. Yo os digo, dice el Señor: ‘Que no me veréis hasta que no digáis: ‘Bendito el que viene en el Nombre del Señor.’
Jesús está realmente cansado y acalorado. Además de lo largo de su discurso, por lo bochornoso del día en el que no sopla nada de viento. Estrechado contra el muro por la multitud, recibiendo las miradas de miles de ojos y sintiendo todo el Odio que respiran los que le han escuchado bajo el Pórtico de los Gentiles. Y todo el amor y la admiración de los que no lo odian.
Dice a los suyos:
– Salgamos del templo y vayamos al campo, entre los árboles. Quiero sombra, silencio, frescura. En verdad que este lugar parece que arde bajo el poder de la Ira Celestial.
Salen por la puerta más cercana.
A cierta distancia, los discípulos miran la cúpula del Templo, que resplandece bajo la luz del sol y admiran su grandiosa construcción.
Jesús dice:
– Aún así, de todo eso no quedará piedra sobre piedra.
Muchos preguntan al mismo tiempo:
– ¿No?
– ¿Cuándo?
– ¿Cómo?
– ¿Por qué?
Jesús no contesta.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
195.- LA HIGUERA SECA
Al día siguiente, Jesús se dirige a la ciudad por el mismo camino del día anterior. Intenta entrar por la Puerta de las Ovejas. Pero al tratar de cruzar el puente del Cedrón, muchos de los setenta y dos discípulos, ya lo están esperando.
Apenas le ven aparecer entre los olivos con su vestido de color púrpura, corren a su encuentro.
Pedro ve entre el verde frescor de la pendiente, un montón de hojas marchitas que se balancean, sobre el río. Las hojas están mustias y secas, como si la plaga las hubiese consumido, dan la impresión de una planta a la que hubiesen secado las llamas del fuego. La brisa de vez en cuando arranca una de ellas y la arrastra en la corriente…
Pedro grita:
– ¡Esa era la higuera de ayer! ¡La higuera que maldijiste! -y señala la planta seca.
Todos corren, menos Jesús.
Los apóstoles cuentan a los discípulos lo sucedido el día anterior. Han sido testigos de miles de milagros obrados en los hombres y con los elementos, pero éste los sacude como ningún otro.
Y también hay otro hecho extraño: en el huerto que circunda la higuera, no hay una sola flor. Es primavera… ¿Qué es lo que está sucediendo?…
Jesús los alcanza y mira las caras espantadas y sorprendidas.
Jesús pregunta:
– ¿Y qué? ¿Tanto os extraña que mi Palabra haya secado la higuera? ¿No me habéis visto acaso resucitar muertos, curar leprosos, dar la vista a ciegos, multiplicar el pan, calmar tempestades, apagar el fuego?… ¿Y os sorprende que una higuera se haya secado?…
– No es por ella. Es que ayer, cuando la maldijiste estaba verde y ahora está… ¡Mírala! Seca como la hojarasca. Sus ramas no tienen vida. Mira. Se hacen polvo.
Y Bartolomé con sus dedos, reduce a polvo unas ramillas con hojas, que con facilidad ha cortado.
Zelote dice:
– No tienen más vida. Lo dijiste. La muerte asoma cuando adentro no hay savia.
Jesús declara:
– Se trate de una planta como de una nación o de una religión. Cuando solo hay una corteza dura, ramaje inútil, crueldad y exterioridad hipócrita. La savia que está dentro llena de linfa corresponde a la santidad, a la espiritualidad. La corteza dura y el ramaje inútil, se refieren a la humanidad privada de vida espiritual y justa.
¡Ay de aquellas religiones que se hacen humanas porque sus sacerdotes y fieles ya no tienen un espíritu vital! ¡Ay de las naciones cuyos jefes son brutalidad y un grito clamoroso sin ideas fructíferas! ¡Ay de los hombres en quienes falta la vida del espíritu!
Satanás no puede contenerse…
Iscariote dice sin acritud, pero con tono de maestro:
– Si dijeses esto a los grandes de Israel, aun cuando tus palabras son muy exactas; no serías prudente. No te hagas ilusiones de que te hayan dejado hablar. Tú mismo has dicho que no se han convertido sus corazones, sino que actuaron por cálculo. Procura también estimar el valor y las consecuencias de tus palabras…
Porque además de la sabiduría del espíritu, existe la del mundo. Y conviene echar mano de ella, por interés propio… Porque debes recordar que todavía estamos en el mundo y no en el Reino de Dios…
Jesús replica:
– El verdadero sabio, es el que sabe ver la realidad sin que las sombras de su sensualidad y cálculo frío, se la cambien. De mi parte diré siempre la verdad de lo que veo.
Felipe dice:
– Bueno. Esta higuera está seca del todo, porque la maldijiste. Se trata de alguna señal… de algo… No sé cómo explicarme…
Jesús contesta:
– Es como acabas de decir. Pero lo que he hecho; también vosotros podréis hacerlo, si llegáis a tener una fe perfecta… Tened en el Altísimo, esa confianza ciega. Y cuando la tuviereis, Yo os digo que podréis hacer esto y hasta más… En verdad os aseguro que si alguien llegare a tener una confianza tan perfecta, nacida de la Oración y de la Bondad en el Señor, podrá decir a este monte: ‘Quítate de aquí y arrójate al mar’ Y si al decirlo no dudare en su corazón, sino que creyere que cuanto ordena puede ser realizado; se verificará.
Lucifer siente hervir su envidia y su odio por este poder divino prometido a los cristianos y que significa que será mucho más grande, que el que fue concedido a él como arcángel… Y esto es mucho más de lo que puede soportar…
Satanás-Iscariote moviendo la cabeza:
– Y pareceremos magos. Y nos apedrearán, cómo se manda que se haga con quién practica la magia… ¡Sería un milagro bastante necio que nos acarrearía daño!
Tadeo le refuta:
– ¡El Necio eres tú, que no has comprendido la parábola!
Jesús habla a todos:
– Yo os digo: Y es una vieja lección que os repito ahora: ‘Cualquier cosa que pidiereis por medio de la Oración, confiad en que la obtendréis… Si antes de orar tuviereis algo contra alguien, perdonad antes y haced las paces, para que vuestro Padre que está en los Cielos os sea favorable. Vuestro Padre que tanto os perdona, que con tantos bienes os colma, desde que nace el sol hasta que se pone. Desde la aurora hasta el anochecer…
Entran en el Templo.
Los soldados de la Torre Antonia los ven pasar.
Se dirigen a adorar al Señor.
Luego regresan al Patio donde enseñan los rabinos.
Antes de que la gente lo rodee, se acercan a Jesús los saforines con los doctores de Israel y algunos herodianos.
Con hipócritas inclinaciones, le dicen:
– Maestro. Sabemos que eres sabio y veraz. Que enseñas el camino de Dios, sin tener en cuenta cosas o personas. Que solo tienes ante tus ojos, la verdad y la justicia. Que te preocupas poco de lo que los demás piensen de Ti. Que lo único que te importa, es llevar a los hombres al bien. dinos pues. ¿Es lícito pagar el tributo al César? ¿Tú que piensas?
Jesús los taladra con una de esas miradas de suprema intuición y…
Jesús responde:
– ¿Por qué queréis hacerme caer, hipócritas? ¡Aún entre vosotros sabéis que a mí no me seducen con adulaciones! Mostradme la moneda que empleáis para pagar el tributo.
Le muestran una moneda. La observa por los dos lados. Y teniéndola en la mano de la mano izquierda, señalando con el dedo índice de la derecha…
Jesús pregunta:
– ¿De quién es esta imagen y qué dice esta inscripción?
– La imagen es de César. Y la inscripción lleva su nombre, el actual emperador de Roma: Cayo Tiberio César.
– Devolved entonces a César lo que es del César y dad a Dios, lo que es de Dios.
Les devuelve la moneda y les da la espalda.
Y se acerca a los peregrinos, los escucha, los absuelve y los cura.
Pasa todo el día en el Templo. No muestra señal de cansancio. La gracia y la sabiduría manan de sus manos que coloca sobre los enfermos. Parece como si quisiera consolar a todos, curar a todos; antes de que no pueda hacerlo más…
El sol camina hacia su ocaso.
Los apóstoles cansados, están sentados en el suelo bajo el pórtico. Ven que se acercan a Jesús a varios ricos y…
Mateo advierte a los demás:
– Vienen varios saduceos. No permitamos que insulten al Maestro, ni que le hagan ningún mal.
Se levantan todos y lo rodean al punto.
Entre las peculiaridades de los saduceos, la más importante está en que defienden la doctrina de la reencarnación…
Los saduceos saludan muy ceremoniosos y dicen:
– Maestro, respondiste tan sabiamente a los herodianos que queremos participar de un rayo de tu luz. Moisés ha dicho: ‘Si alguien muere sin hijos, su hermano tome por esposa a la viuda, para que le dé descendencia’ Ahora bien, había siete hermanos. El primero tomó por mujer a una doncella y murió sin dejar prole. La viuda se convirtió en esposa del hermano. También el segundo murió, sin dejar prole. De igual modo el tercero. Y de este modo, hasta el séptimo. Finalmente, la mujer; que había sido esposa de los siete, murió… Respóndenos…
Cuando resuciten los cuerpos… Si es verdad, que así fuere y que el alma sobreviva y se reúna al cuerpo en el último día, reconstruyendo los seres vivientes, ¿Cuál de los siete hermanos tendrá por esposa a la mujer, ya que en la tierra fue de los siete?
Jesús responde:
– Estáis equivocados. No sabéis comprender ni las Escrituras, ni la potencia de Dios. La vida actual será muy diferente de la otra. En el reino Eterno, no existirán las necesidades de la carne, como acá en este suelo. Porque en verdad después del Juicio Final, resucitarán los cuerpos y se reunirán cada uno con su alma inmortal, reconstruyendo todo el ser que se encontrará en mejores condiciones de las que nos encontramos ahora Yo y vosotros. Pero no estará sujeto a las leyes y sobre todo, a los estímulos y abusos que predominan ahora.
Cuando llegue la resurrección no se casarán más los hombres y las mujeres, sino que serán semejantes a los ángeles de Dios que están en el Cielo; quienes no se casan, aun cuando viven en un ambiente de pleno amor espiritual y divino.
Por lo que se refiere a la resurrección de los muertos, ¿No habéis leído como Dios habló a Moisés desde la zarza? ¿Qué le dijo el Altísimo? “Yo Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob” No dijo ‘Yo fui’ Dijo ‘Yo Soy’, porque Abraham, Isaac y Jacob existen. Son inmortales como todos los demás hombres en su alma y cuando resuciten, lo serán también con su cuerpo por toda la eternidad. Existen los justos, como también existen todos los muertos en culpa mortal. Dios no es Dios de los muertos, sino de los vivos.
Los saduceos se han cansado de aparentar ser buenos. Y la rabia que sienten por dentro, ya no pueden contenerla más.
Le preguntan para tentarlo:
– ¿También tú morirás y seguirás viviendo?
– Yo Soy el Viviente y mi Carne no probará la destrucción. El arca fue apresada y la actual también lo será como símbolo… El tabernáculo fue apresado y será destruido.
Pero el verdadero Templo de Dios, no podrá jamás ser arrebatado y destruido. Cuando sus adversarios lo creyeren, entonces será la hora en que se establecerá en la verdadera Jerusalén, en toda su gloria. Adiós.
Y se va ligero al Patio de los israelitas, porque las trompetas de plata han anunciado el sacrificio vespertino.
Después de asistir a él, Jesús se retira del Templo y ocurre un incidente ocasionado por la furia homicida que sienten los enemigos de Jesús y que hubiera sido muy penoso, si no hubieran intervenido los apóstoles…
En el anochecer de este martes…
Jesús dice a sus apóstoles:
– Vosotros oísteis hablar a los gentiles y a los judíos. Y visteis como aquellos se inclinaron ante Mí y éstos por poco me matan. Sadoc, con su risa sarcástica, quiso echarme encima su carro y…
Pedro, por poco te lías a golpes al ver que intencionalmente, me echaron encima los corderos, los cabros y los becerros, para tumbarme entre los excrementos.
Simón aun cuando eres muy prudente, respondiste al insulto que me lanzaron los miembros más feroces del Sanedrín, cuando me gritaron: ‘Hazte a un lado, demonio; mientras pasan los enviados de Dios…’
Tú Tadeo como primo mío y tú Juan mi predilecto, rápidos me librasteis del peligro.
Tú Judas, agarraste las riendas del caballo y tú Juan, al ponerte delante de Mí, fuiste golpeado en mi lugar. Os agradezco las pruebas de amor que os hace levantaros en defensa del Inerme…
Pero veréis otras cosas peores. Cuando esta luna vuelva a rielar por el firmamento otras dos veces más a partir de hoy, las ofensas de palabra se convertirán en acciones, más tupidas que las flores que hay ahora en los árboles frutales.
Visteis y os habéis quedado sorprendidos: una higuera seca y un huerto sin flores. La higuera como Israel; no dio nada al Hijo del Hombre y ha muerto en su pecado.
El huerto como los gentiles espera la hora de la que hablé hoy, para florecer y borrar el último recuerdo de la ferocidad humana, con la dulzura de las flores derramadas sobre la cabeza y a los pies del Vencedor.
Mateo pregunta:
– ¿Cuál Hora, Maestro? Hoy hablaste de tantas cosas, que apenas puedo recordarlas. Quisiera tener presente todo. ¿Se trata de la hora cuando regrese el Mesías?
Tomás exclama:
– ¡No es así! El maestro habla como si la conjura que lo aguarda, estuviese ya muy cercana. ¿Cómo puede entonces suceder lo que ha dicho que debe preceder a su regreso?: Guerras, destrucciones, esclavitudes, persecuciones; Evangelio predicado a todo el mundo. Abominación en la Casa de Dios y luego…
Terremotos, pestes y falsos profetas, señales en el sol y las estrellas…. ¡Eh! ¡Se necesitan siglos para todo esto! ¡Se las vería buenas el dueño del huerto si tuviese que esperar a que floreciese!
Jesús confirma:
– Como dije, así sucederá. Pasarán muchos siglos hasta el triunfo definitivo y mi regreso…
– ¿Y entonces, cuál es la hora?
Juan responde llorando:
– ¡Oh, yo la sé! Yo la sé y será después de tu muerte y resurrección. –y se abraza de Jesús.
Judas de Keriot lo provoca:
– ¿Y te pones a llorar porque resucita?
– Lloro porque antes tiene que morir. No te burles de mí, demonio. Yo sé y no puedo… No soporto pensar en esa hora.
Judas dice a Jesús:
– Maestro, me llamó demonio. Ha faltado contra el compañero.
Jesús le dice:
– Judas, ¿Estás seguro de no merecerlo? Si es así. No te preocupes. También Yo he sido llamado ‘demonio’ y lo repetirán.
– Pero Tú has dicho que quién insulta a su hermano es culpable…
– ¡Silencio! Ante la muerte, que se acaben de una vez estas acusaciones odiosas, estas disputas y mentiras. No turbéis a quien muere…
Juan murmura:
– Perdóname, Jesús. Sentí algo dentro de mí, al ver que se reía… y no pude controlarme.
– No llores. Te comprendo; déjame hablar. –y dirigiéndose a todos- El Padre Santo que es mío y vuestro. Hasta ahora me ha custodiado bajo la sombra de su mano, porque todavía no había llegado la Hora de la Expiación. Ahora me deja ir. La flecha de su Divina Aljaba, después de que ha herido para curar a los hombres y abrir brecha en los corazones a la Palabra y a la Luz de Dios; ahora vuela rápida para herir a la Segunda Persona, al Expiador, al Obediente; por el desobediente Adán…
Y como un guerrero herido, caigo diciendo a muchos: ‘En vano me he fatigado’ En vano, para no alcanzar nada. Inútilmente he gastado mis fuerzas. ¡Pero no! Todo lo hice por el Eterno Señor, que no hace nada sin motivo… -Y se interrumpe.
Jesús mira con severidad, hacia… Alguien que no son sus apóstoles.
En realidad el Viviente, con todos sus sentidos corporales y espirituales alerta, está viendo frente a Sí al Arcángel Rebelde, Príncipe del Mundo y de la Creación…
El Amo del Averno, en todo su esplendor angelical y satánico lo mira con triunfo y con su escalofriante voz gutural…
Lucifer dice:
– Ha llegado la Hora Nazareno. Estás a mi merced y si no recapacitas, voy a destruirte por manos de los mismos hombres que estás tan empecinado en salvar… Son tan desagradecidos que aunque saben que eres Dios, ya te han entregado en mis manos… Eres menos importante para ellos que los verdaderos ladrones y asesinos y lo confirmarás muy pronto… Todavía estás a tiempo de salvar tu vida. También soy magnánimo y puedo darte otra oportunidad…
Cometiste un fatal error al Encarnarte… Como Arcángel soy muy superior a Ti pues ahora no eres mi Dios; sino que al hacerte hombre, estás sometido a mis leyes en este mundo que me pertenece totalmente, así como los hombres que lo habitan y por tu voluntad elegiste ser también mi súbdito…
Tú creaste todas las cosas buenas para el hombre y ellos… ¡Ni siquiera las aprecian!… -Mira a Jesús con una sonrisa de maligna crueldad y añade- Te hiciste Hombre y no has querido conocer a la más sorprendente de todas tus creaturas, ni el incomparable deleite que proporciona una mujer… ¿Entonces para qué la creaste tan perfecta?
Debe ser terrible haber creado algo tan maravillosamente bello, ¡Y ni siquiera poder admirarlo!…
Y luego, te gustan tanto los niños… ¡Serías un padre maravilloso! ¿Estás seguro de que no deseas casarte?… Con la exuberancia de amor de Magdalena, ¡Ella tiene la esperiencia para hacerte el hombre más felíz de la tierra y sería una madre magnífica!… ¿Por qué no formas una familia como en la que creciste?
Es una mujer hermosísima y ahora que la has convertido en un ser angelical, sería una esposa maravillosa, ¿No lo has pensado?… ¡Tienes derecho a gozar de lo que Tú Mismo proyectaste desde el principio! La santidad de un hogar pleno… Con un montón de juguetones niños a tu alrededor; engendrados por Ti y haciéndote sentir la plenitud de ser un hombre plenamente realizado… ¡Tendrías la felicidad perfecta!
Jesús aumenta la severidad en su mirada, pero continúa en silencio y sin moverse…
Lucifer cambia de estrategia…
– Te comprendo… Sólo piensas en tu Misión… Te comprendo muy bien… El tiempo se te ha terminado y… ¡Hay tantos enfermos que curar y tantos milagros que seguir realizando… ¡Todo podría ser tan diferente si Tú quisieras!… ¡Cuántos beneficios podrías agregar a los que has hecho! Y cuantos infelices esperan el amor que podrías derramar sobre ellos!…
Pero tus sacerdotes arden por el deseo de eliminarte… ¡Lástima que ya no te permitan hacerlo, cómo Tú lo anhelas!… ¡Curar a todos! ¡Sanarlos a todos! ¡Beneficiarlos a todos! Conozco tu Amor y, ¡Qué pena que ese torrente infinito tengas que reprimirlo; porque están tan celosos de Ti, que ya no te soportan más!…
Te lo dije antes y te lo repito: ¿Para qué te sacrificas por estos bastardos ingratos? Si tomas en cuenta mis consejos, podrás seguir ejerciendo tu ministerio sin problemas, por muchos lustros más…
Yo soy el fuerte, el invencible, el Potente en este mundo que me pertenece totalmente, porque Adán me lo entregó… Entre los hombres yo reino y seguiré reinando… Soy la Fuerza y por ser el Primer Arcángel, soy mucho más poderoso que Tú…
Yo puedo darte el triunfo más resonante o la muerte más infamante… Puedo apresarte y enclavarte en un madero, porque soy el Regente del Mundo… Y aunque Tú no quieras, soy tu vencedor y tu rey…
Ni siquiera imaginas lo que te espera, si insistes en ser mi oponente.
Porque después de los tormentos que te tengo preparados, terminarás por claudicar y me pedirás clemencia. ¿Por qué mejor no hacerlo ahora que todavía estás sano?…
Te ayudaré a vencer a todos tus enemigos y te entregaré el Templo para que lo reformes… Así podrás llevar tu Evangelio por toda la Tierra sin obstáculos.
Te prometo que pondré todas mis legiones a tu servicio y mis ángeles te ayudarán… Será un éxito total y el mundo tendrá la paz y la concordia que deseas. El Padre te perdonará al ver que los hombres vivirán en paz y amándose como Él lo desea, pues ya no los incitaré a que se destruyan…
Honraré mi palabra que ahora te doy, en recuerdo de cuando eras mi Dios y yo te adoraba… Antes de que me negara a servirte como Hombre…
Yo soy el dueño de tu destino… Lo estás viendo… El apóstol que más amas ya te traicionó…-Y voltea a mirar a Judas con una mirada espeluznante.
El apóstol-sacerdote-renegado y Traidor se sonroja… Y baja la mirada paralizado por el terror…
Lucifer continúa:
Igual que lo harán muchos más en la nueva jerarquía sacerdotal que pretendes formar y que sabes que también terminará por ser mía. Yo me sentaré en el trono de ella y gobernaré… Me obedecerán y profanaré todo lo que inicies en tus nuevos planes…
Igual que ahora me apoderé de tus sacerdotes en tu Tabernáculo. ¿Todavía no te basta, cuanto te odian tus propios ministros? Ni siquiera te escuchan y ya quieren matarte…
Aunque ahora adoctrines personalmente nuevos sacerdotes… Tú sabes que terminarán por ser míos totalmente, igual que los que en este momento quieren deshacerte de Ti… ¡Ni siquiera te han reconocido a pesar de todos tus Profetas!… Prefieren adorar tu Arca de metal áureo…
¡Qué pena! Hiciste un gran sacrificio al venir a ponerte a mi alcance… Totalmente inerme… ¡A nadie le importas!… ¡Qué gran catástrofe!… El Dios que adoran, el Dios Creador de todo cuanto existe y… ¡Ni siquiera lo dejan predicar en su Templo!
Porque si ahora que estás junto a ellos, Uno ya me pertenece totalmente y los demás… ¡Es cuestión de tiempo y astucia! También serán míos y lo sabes…
Jesús palidece y rápido se pone de pie, pues estaba sentado sobre una roca en el olivar.
Los apóstoles lo miran sorprendidos…
Judas de Keriot, el único que puede verlo también; pues sus sentidos espirituales fueron despertados por sus prácticas esotéricas… Se asombra aun más; pero se sobrepone enseguida y no manifiesta el verdadero motivo de su sorpresa…
Jesús levanta su mano derecha en señal de rechazo y grita:
– ¡Basta! ¡Adorarás al señor Dios tuyo y a Él sólo servirás!… ¡Atrás! ¡Atrás Satanás, que quieres que me entregue al desconsuelo y me tientas para que no obedezca!.. Desde el principio de mi Ministerio y hasta el fin de él, has venido y vienes. ¡Mira! Me pongo en posición de lucha.
¡Te desafío! Lo juro por Mí Mismo, que te venceré. No es orgullo decirlo, es la verdad. El Hijo del hombre será vencido en su Cuerpo por el hombre. Por el miserable gusano que muerde y envenena con su fétido fango.
Pero el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Inefable Trinidad, no será vencido por Satanás…
Tú eres el Odio. Eres poderoso en medio de él y en su malicia de tentador. Pero conmigo… Seré para ti una Fuerza que se te escapará de entre las manos, porque no podrás ni apresarla, ni enclavarla. El Amor está conmigo.
No ignoro el tormento que me espera; ni nada de lo que sucede a mí alrededor… Hay otro tormento… que no causan la lanza, ni los palos, las burlas y las bofetadas que recibirá el Hijo del Hombre. Sino Dios Mismo…
Tormento que muy pocos conocerán en su real atrocidad… En aquella tortura en que serán dos los principales verdugos: Dios con su Ausencia y tú Demonio, con tu presencia. La Víctima tendrá consigo al Amor que vive en Mí y que es la primera fuerza de mi resistencia a la Prueba.
Y al Amor que encontraré en el Consolador espiritual que bate ya sus alas de oro, por el ansia de bajar a secar mis sudores y que recoge ya todas las lágrimas de los ángeles en el cáliz celestial que deslíe la miel de los nombres de mis redimidos y amantes, para templar con esa bebida la sed del Torturado y su ilimitada amargura…
Serás vencido, Demonio. Un día, cuando saliste de un poseso me dijiste: “Espero vencerte cuando seas una piltrafa de carne ensangrentada” y te respondo: ‘No te apoderarás de Mí. Yo venzo. Mi fatiga ha sido santa. Mi causa está ante mi Padre. Él defiende lo que hizo su Hijo y no permitirá que su espíritu se extenúe.’
Jesús levanta los brazos y la cara hacia el Cielo y ora:
– Padre, desde este momento, antes que llegue esa atroz hora, te digo: ‘En tus manos encomiendo mi espíritu.’
Lucifer se estremece por la Ira… Sus ojos relampaguean con un Odio sobrenatural y escalofriante, que puede sentirse con una realidad pavorosa…
Su rabia la desquita en una amenaza mortal:
– Acabaré contigo y te destruiré totalmente, por manos de los mismos que tanto amas y has venido a querer salvar… ¡JA! ¡JA! ¡JA!
Su carcajada aterradora RETUMBA por todo el monte y hace que un viento gélido, recorra la ladera moviendo súbitamente las ramas de los olivos que lucen sus flores rosadas y de todos los árboles de la ladera del monte, en esta primavera crucial…
Jesús se dirige a sus apóstoles:
– Juan, no te vayas. Todos los demás podéis iros. La paz del Señor esté, donde Satanás no se hospeda. Hasta pronto…
Y Jesús se interna en el monte, acompañado por el Predilecto y los dos se van subiendo por una ladera llena de olivos.
Los Once que han quedado, se miran consternados entre sí…
Pedro dice:
– No. Mientras yo viva, no dejaré que lo aprehendan. Mañana…
Iscariote pregunta:
– ¿Qué vas a hacer mañana?
– ¿Qué haré? Estoy hablando conmigo mismo. Es tiempo de conjuras. Ni siquiera al aire confiaré mi plan… Y tú que has dicho tantas veces que eres tan poderoso, ¿Por qué no buscas protección para Jesús?
– Lo haré, Pedro. Lo haré. No os sorprendáis de que algunas veces no esté con vosotros. Trabajo para Él, pero no se lo digáis.
– Pierde cuidado. Y que seas bendito. Algunas veces he desconfiado de ti, pero te pido perdón… Veo que eres mejor que nosotros cuando llega la oportunidad… Tú obras. Yo no sé más que hablar por hablar. –dice Pedro humilde y sinceramente.
Judas ríe contento con la alabanza.
Y los apóstoles salen de Getsemaní…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
194.- EL DISCÍPULO MÁS AMADO
Entre los olivos del monte, alcanza a Judas de Keriot, que camina veloz entre el campo que despierta.
Judas da un brinco de susto al encontrarse frente a Jesús, que lo mira fijamente sin decirle nada. Luego…
Judas dice:
– Fui a llevar comida a los leprosos. Pero me encontré a dos en Innón y cinco en Siloán. Los demás están curados. Me rogaron que lo dijese al sacerdote. Vine apenas se veía algo, a fin de estar libre después. Esto va a provocar una gran resonancia. ¡Un número tan grande de leprosos curados por Ti! ¡Y a la presencia de todos!
Jesús no responde. Lo deja hablar… Luego siguen caminando en silencio.
Pero se detiene de pronto y mirando fijamente al apóstol…
Jesús le pregunta:
– ¿Y bien? ¿Qué provecho se saca de haberte dejado libre y con la bolsa del dinero?
Judas se desorienta:
– ¿Qué quieres decir?
– Que si te has hecho santo desde que te devolví la libertad y el dinero. Tú me comprendes… ¡Ah, Judas recuérdalo! ¡Recuérdalo siempre: tú has sido a quién más he amado y tú has sido el que menos me ha amado! Antes bien, me has odiado más, que el más feroz de los fariseos.
Y recuerda también que ni siquiera pese a esto, te odio. Sino que en lo que toca a Mí, Hijo del Hombre, te perdono. Vete ahora. No hay nada que añadir entre tú y Yo. Todo está terminado…
Judas quisiera decir algo.
Pero Jesús, con un gesto imperioso, le hace señal de seguir adelante.
Judas inclina la cabeza y sigue a Jesús, que avanza rápido hasta el campo de los galileos, donde los reciben los apóstoles y dos siervos de Lázaro…
Que preguntan:
– ¿Dónde estuviste, Maestro?
– ¿Y tú Judas?
– ¿Habéis estado juntos?
Jesús se adelanta a la respuesta de Judas:
– Tenía que decir unas palabras a alguien que sufre. Judas fue con los leprosos… Todos menos siete, están curados.
Zelote dice:
– ¡Oh! ¿Por qué no me avisaste? Yo también quería ir…
Jesús responde por él:
– Para estar libre de venir con nosotros. Vámonos. Entremos a la ciudad por la Puerta de los Peces. Démonos prisa.
Encabezando la comitiva pasando entre los olivos, a la mitad del camino entre Bethania y Jerusalén cerca del río, se ve una higuera que se balancea sobre él.
Jesús se dirige a ella y busca entre sus hojas algún higo maduro. Pero no hay más que hojas.
Y Jesús dice:
– Eres como muchos corazones en Israel. No tienes ninguna dulzura para el Hijo del Hombre, ni compasión. ¡Qué jamás vuelva a nacer en ti fruto alguno, ni de ti lo coma nadie!
Los apóstoles se miran.
La ira del Jesús contra el árbol que no tiene frutos, los sorprende muchísimo. Pero no dicen nada.
Sólo más tarde, después de pasar el Cedrón…
Pedro pregunta:
– ¿Dónde comiste?
Jesús contesta:
– En ninguna parte.
– ¡Oh! ¡Entonces tienes hambre! Allí está un pastor con algunas cabras. Voy a pedirle leche.
Pedro se va y regresa con una escudilla llena de leche.
Jesús la bebe y luego continúan su camino. Entran en la ciudad. Suben al Templo. Después de haber adorado al Señor, Jesús regresa al Patio en donde enseñan los rabinos. La gente lo rodea, cura a un pequeño niño ciego…
Y empieza a hablar:
– Un hombre compró un terreno y lo plantó con vides. Construyó una casa para los arrendatarios, una torre para los vigilantes, bodegas y lagares. Y lo entregó para que trabajasen en él los arrendatarios en quienes confiaba. Luego se fue. Cuando llegó el tiempo en que los viñedos fructificarían, el dueño del viñedo envió unos criados para que los arrendatarios le entregasen los intereses.
Pero ellos los tomaron. A unos los apalearon, a otros los arrojaron a pedradas. A unos los hirieron y a otros, los mataron. Los que pudieron regresar vivos, contaron al dueño lo que había pasado. Éste los curó y los consoló. Luego envió a otros siervos más numerosos. Los arrendatarios los trataron como a los anteriores.
Entonces el dueño de la viña dijo: ‘Enviaré a mi hijo amado. Lo respetarán, pues es mi heredero.’ Los arrendatarios, tan pronto como vieron que se acercaba y sabedores de que era el heredero, se dijeron entre sí: ‘Juntémonos todos. Echémoslo fuera, a un lugar retirado y matémoslo. Su herencia será nuestra.’
Lo acogieron con honores ficticios, lo rodearon como para festejarlo, le dieron el beso amigo y luego lo ataron. Le maltrataron, lo condujeron entre insultos al lugar del suplicio y lo mataron.
Decidme ahora vosotros, cuando ese dueño sepa que su hijo y heredero no regresa y descubra que sus siervos-arrendatarios a quienes había prestado una tierra fértil, para que la cultivasen en su nombre y tomasen lo que era de ellos y lo que era justo le diesen a él. ¿Qué les hará cuando sepa que mataron a su hijo?…
Jesús traspasa con sus ojos de zafiro encendidos como soles, a los diversos grupos reunidos, sobre todo a los fariseos y escribas esparcidos entre la multitud…
Nadie le responde.
Jesús insiste:
– ¡Contestad! Por lo menos vosotros, rabinos de Israel. Pronunciad una palabra recta que persuada al pueblo a la justicia. Yo podría decir algo que según vosotros no estuviese bien. Hablad pues, para que el pueblo no caiga en error.
Los escribas, como obligados, responden:
– Castigará a los criminales y los hará perecer de un modo atroz. Entregará su viña a otros arrendatarios que además de que se la cultiven, le darán lo que le pertenece.
– Habéis respondido bien. En la Escritura está dicho: ‘La Piedra que los constructores hicieron a un lado, se ha convertido en la Piedra Angular. Esta es obra que hace el Señor y es una maravilla ante nuestros ojos.’ Así está escrito y vosotros lo sabéis. Habéis contestado rectamente al decir que los criminales serán castigados duramente, porque mataron al hijo heredero y al afirmar que la viña será entregada a otros arrendatarios que la cultiven como se debe.
Por esto os digo: El Reino de Dios os será quitado y será dado a gente que produzca sus frutos… Quién cayere contra esta piedra, se despedazará y sobre quién cayere, quedará desmenuzado.
Los príncipes del Sanedrín, los jefes de los sacerdotes, los fariseos y escribas; con un gesto verdaderamente… heroico… ¡No reaccionan!… ¡Tanto puede la voluntad del hombre, cuando se propone algo!
Anteriormente, por cosas menores se le habían opuesto abiertamente. Pero hoy que Jesús acaba de decirles públicamente que se les quitará el poder; no prorrumpen en improperios, no realizan ningún acto de violencia. No amenazan. ¡Falsos corderos, bajo una piel hipócrita de mansedumbre, en la que esconden un cruel corazón de lobo! Se limitan a acercarse a Él, que empieza a caminar sanando enfermos y aconsejando…
No muestra señal de cansancio. La Gracia y la Sabiduría manan de Él. Parece como si quisiera consolar a todos, curar a todos antes de que no pueda hacerlo más…
Uno de tres hermanos le pregunta sobre una cuestión difícil en una herencia, que ha provocado divisiones y mala voluntad entre los diversos herederos, debido a que un hermano de ellos nació de una esclava, aunque su padre lo adoptó.
Los hijos legítimos no lo quieren admitir consigo, ni repartirle bienes. No quieren tener nada en común con el bastardo. Y no saben cómo resolver el caso, porque su padre los hizo jurar antes de morir, que así como siempre había tratado a todos por igual; así el bastardo debe recibir la herencia que le toca, según justicia.
Jesús contesta al que le preguntó:
– Privaos todos de un pedazo de tierra cuyo valor equivalga a la quinta parte del valor total de todos los bienes y vendedlo. Tomad ese dinero y dadlo al ilegítimo diciéndole: ‘Esta es tu parte. No se te ha quitado nada de lo tuyo; ni tampoco hemos contrariado la voluntad de nuestro padre. Vete y que Dios sea contigo.’ Sed generosos y dadle aún más del valor estricto que le corresponda.
Llamad a hombres probos como testigos. Y nadie podrá reprocharos algo. Habrá paz entre vosotros y en vosotros, pues no tendréis el remordimiento de haber desobedecido a vuestro padre y de que no estará entre vosotros el que fue causa de intranquilidad, aunque inocente. Algo así como un ladrón que se hubiese metido en casa.
El hombre responde:
– El bastardo nos arrebató realmente la paz en la familia. Nuestra madre murió de dolor por su causa.
– Él no es culpable, sino el que lo engendró. Él no pidió nacer, para llevar sobre sí la marca de bastardo. Fue la pasión de vuestro padre, que lo engendró, para hacerlo y haceros sufrir. Sed pues rectos para con el inocente, que paga tristemente una culpa que no es suya.
No os irritéis contra el espíritu de vuestro padre, pues Dios ya lo ha juzgado. No son necesarios los rayos de vuestras maldiciones. Honrad a vuestro padre siempre. Aun cuando sea culpable. No por tratarse de él; sino porque representó en la tierra a vuestro Dios que os creó por su decreto y fue el dueño de vuestra casa. Después de Dios, vienen inmediatamente los padres. Recordad el Decálogo. No pequéis. Idos en paz.
Los sacerdotes y escribas se le acercan para decirle:
– Te hemos escuchado. Ha sido realmente justa tu sentencia. Un consejo tan sabio que ni siquiera lo hubiera dado el mismo Salomón. Pero respóndenos: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿De dónde te viene este poder?
Jesús los mira fijamente… Sin ser agresivo, ni despectivo; pero sí muy majestuoso…
Jesús responde:
– También Yo tengo una pregunta que haceros y si me la respondéis, os diré con qué autoridad Yo, hombre sin autoridad de cargo y pobre; hago estas cosas. Porque esto es lo que insinuáis.
Decidme: ¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del Cielo? ¿De quién lo impartía? Respondedme: ¿Con qué autoridad, Juan lo administró; si él era más pobre y menos instruido que Yo, sin cargo de ninguna clase y que vivió desde su niñez en el desierto?
Los escribas y sacerdotes se consultan entre sí.
La gente espera… pronta a protestar si los escribas atacan al Bautista e insultan al Maestro o a aclamar si la pregunta del Rabí de Nazareth los derrota.
El silencio es total.
Ellos no se resuelven a responder.
Jesús está apoyado en la columna, con los brazos cruzados sobre el pecho, mirándolos fijamente.
Finalmente ellos contestan:
– Maestro, nosotros no sabemos con qué autoridad obraba Juan, ni de dónde venía su bautismo. A nadie se le ocurrió preguntárselo cuando vivía y él nunca lo dijo.
Jesús responde con firmeza:
– Tampoco Yo os diré con qué autoridad hago tales cosas.
Y les vuelve la espalda.
Llama a los Doce. Se abre paso entre la multitud que lo aclama y sale del Templo. Cuando están más allá de la Puerta Probática…
Bartolomé dice a Jesús:
– Tus adversarios se han hecho más prudentes. Tal vez se están convirtiendo…
Mateo agrega:
– Es verdad. No discutieron ni tu pregunta, ni tu respuesta.
Jesús responde:
– No os hagáis ilusiones. Esa parte de Jerusalén, jamás se convertirá. No respondieron de otro modo, porque tuvieron miedo de la gente. Leí sus pensamientos, aunque no oí lo que entre sí cuchicheaban.
Pedro pregunta:
– ¿Y qué decían?
– Os lo diré para que los conozcáis a fondo y podáis ofrecer a los discípulos venideros, una descripción exacta de los corazones de los hombres de mi tiempo. No me respondieron, porque entre sí se decían: “Si respondemos, el bautismo de Juan vino del Cielo, el Rabí nos replicará: ‘Entonces, ¿Por qué no creísteis al que vino del Cielo y amonestaba a que nos preparásemos para la era mesiánica?” Si contestamos: ‘Del hombre’ Entonces la multitud se rebelará diciendo: ‘Entonces, ¿Por qué no habéis creído en lo que Juan nuestro profeta dijo de Jesús de Nazareth?’ Lo más cómodo es decir: ‘No sabemos’ Yo tampoco quise aclarar con qué autoridad hago lo que hago.
Muchas veces lo he dicho, dentro de los muros del Templo y por toda Palestina. Mis milagros hablan más elocuentemente que todas mis palabras. Ya no hablaré más. Dejaré que hablen los profetas, mi Padre y las señales del Cielo. Porque ha sonado la hora de que se cumplirán todas las señales. Y pronto les daré también la señal de Jonás y que espera Gamaliel.
Más tarde y rodeado de sus apóstoles…
Bartolomé dice:
– La ciudad está a reventar de gente, porque parece como si todo Israel y hasta el más lejano prosélito, hubiese venido para la Fiesta.
Jesús lo mira…
Y como si recitase un Salmo, dice:
– Juntaos. Apresuraos de todas partes. Venid a Mí, Víctima que Inmolo por vosotros. Llegaos a la Gran Víctima Inmolada sobre los Montes de Israel; para que comáis su Carne y bebáis su Sangre.
Bartolomé replica:
– ¿Cuál es esa víctima? Parece como si tuvieras una Idea fija. No hablas más que de muerte. Y nos apesadumbras…
– ¿Me lo preguntas tú, que ya eras docto en la Escritura, antes de que te llamase por medio de Felipe? Yo Soy la Palabra. Durante siglos he hablado, a través de los labios humanos y seguiré hablando. Qué debo hacer todavía, ¡Oh, mundo! ¿Que no haya hecho? Vine. ¡Oh, tierra mía! Vine porque te amaba. Mis palabras se convirtieron en espada que te mata, porque las aborreciste.
¡Oh, Mundo que matas a tu Salvador; creyendo obrar justamente! Estás tan poseído de Satanás que no eres ni siquiera capaz de comprender, cual sea el sacrificio que Dios exige. ¡La Inmolación de tu mala voluntad al Dios Verdadero!
Y en una larga disertación, Jesús sigue citando las profecías que se refieren a su muerte… Cuando termina…
Jesús pregunta:
– ¿Reconocéis las palabras eternas?
Los apóstoles contestan:
– Las reconocemos Señor nuestro.
– Créenos que nos sentimos apaleados.
– ¿No es posible desviar el destino?
Jesús:
– ¿Lo llamas destino, Bartolomé?
– No conozco otra palabra…
– Reparación. Ese es su nombre. Si se ofende al Señor, hay que reparar la ofensa. El primer hombre, ofendió al Dios Creador. Y desde entonces la Culpa ha seguido aumentando. Las aguas del Diluvio no sirvieron para nada; así como tampoco el fuego que llovió sobre Sodoma y Gomorra, para que el hombre fuese santo.
Ni el agua, ni el fuego. La Tierra es una Sodoma ilimitada, por donde se pasea libremente Lucifer, su rey. Es necesario para purificarla, tres cosas: el fuego del amor. El agua el dolor. La Sangre de la Víctima. Este es mi Don, ¡Oh, Tierra! Para eso vine. Para dártelo. ¡No puedo huir! Es Pascua. No se puede huir.
Zelote exclama:
– ¿Por qué no vas a casa de Lázaro? Nadie te tocaría si estás allí.
Judas de Keriot se echa a los pies de Jesús y grita:
– Simón dice bien. ¡Te suplico que lo hagas, Señor!
Juan y los demás comienzan a llorar silenciosamente…
Jesús dice imperioso:
– ¿Crees que Yo sea el Señor? ¡Mírame!
Jesús penetra con su mirada la cara angustiada de Iscariote, que está realmente afligido. No finge.
Tal vez sea la última batalla de su alma contra Satanás.
Jesús lo escudriña. Sigue esa lucha como un médico sigue la crisis de su enfermo… Luego se aparta bruscamente y…
Jesús dice agitado:
– ¿Para hacer arrestar también a Lázaro? Doble presa y por lo tanto doble alegría. NO. Lázaro servirá al Mesías Futuro. Al Mesías Triunfante… Sólo uno será arrojado fuera de la vida y no regresará. Lázaro se queda. Tú… Tú qué sabes tanto. También sabes esto.
Aquellos que esperan conseguir doble ganancia, al cazar al águila con su aguilucho en el nido y sin ningún trabajo; deben convencerse de que el águila tiene ojos para todo y que por amor a su aguilucho. Irá lejos de su nido; para que al ser capturada ella; se salve él.
El Odio me está matando y con todo, sigo amando. Váyanse. Me quedo a orar. Nunca como ahora siento el anhelo de elevar mi alma al Cielo. Váyanse a descansar… ¡Déjenme olvidar por una hora a los hombres! Quiero estar en contacto con los ángeles de mi Padre. Que la paz del Señor venga sobre cada uno de los que no son oprobio a sus ojos. Hasta pronto.
Y Jesús se interna en el huerto…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
193.- PAZ EN LA GUERRA
Todos duermen. La luz de la luna que poco a poco avanza, baña los árboles y las pendientes del Monte de los Olivos, así como la ciudad que duerme y las tiendas de los Galileos.
De una de ellas, sale Jesús sin hacer ruido y desciende veloz por los escabrosos senderos que llevan a Getsemaní. El Cedrón parece una cinta plateada, Jesús pasa sobre un puentecillo que lo cruza y llega hasta la Puerta Estercolaría o de la Basura, que está cerca del Valle de Inón y es custodiada por los legionarios.
Cuatro soldados están sentados sobre grandes piedras y hablan entre sí. Se calientan al calor de la hoguera que ilumina sus corazas y sus yelmos. Uno de ellos descubre la alta figura de Jesús y toma su lanza que tenía apoyada contra el muro.
Toma su actitud militar y grita:
– ¿Quién va? -Y sin dar tiempo a que responda Jesús agrega- No se puede entrar. ¿No sabes que está por acabarse la segunda vigilia?
Jesús contesta:
– Soy Jesús de Nazareth. Mi Madre está en la ciudad y voy a verla.
El legionario se admira:
– ¡Oh! ¡El hombre que resucitó al muerto de Bethania!… ¡Por Júpiter! ¡Hasta que por fin lo veo!
Se le acerca. Da vueltas a su alrededor como para asegurarse de que es algo real, de que es un hombre como todos.
Y prorrumpe:
– ¡O, dioses! ¡Es hermoso como Apolo, pero en lo demás es como nosotros! ¡No trae bastón, ni birrete, ni cosa alguna que demuestre su poder! –y se queda perplejo.
Jesús le mira dulcemente.
Se acerca parte de la decuria que está de guardia y…
Los otros dicen:
– Ojala hubiera estado aquí a la mitad de la primera vigilia, cuando llevaron al sepulcro a la hermosa muchacha que murió esta mañana. ¡La habríamos visto resucitar!…
Jesús repite suavemente:
– ¿Puedo ir a ver a mi Madre?
Los cuatro soldados parecen volver en sí.
El de mayor edad responde:
– En verdad que la orden es de que no puedes pasar, pero de todos modos lo harías… Quien obliga a que se abran las puertas del Hades, puede abrir las puertas de una ciudad cerrada.
Tú no eres un hombre que provoque sediciones, por lo tanto, no podemos prohibirte el paso. Solo procura que no te sorprendan las rondas. –Se vuelve hacia el soldado de la puerta- Marco Grato abre.
Y agrega diciendo a Jesús:
– Pasa sin hacer ruido. Somos soldados y debemos obedecer.
– No te preocupes. Vuestro bello gesto no recibirá ningún castigo.
El legionario abre cuidadosamente la puertecilla que hay en el gigantesco portón y dice:
– Pasa pronto. Dentro de poco termina el turno y nos relevarán otros.
– La paz sea con vosotros.
– Somos hombres de guerra.
– También en la guerra permanece la paz que Yo doy, porque es paz del alma.
Jesús se adentra en la oscuridad del arco abierto a través del muro. Sin hacer ruido pasa ante el cuerpo de guardia y se adentra en la ciudad. Los soldados lo ven alejarse…
El más joven dice:
– No se le ve más… ¿Qué habrá querido decir con esas palabras? Me hubiera gustado saberlo…
– Se lo hubieras preguntado. No nos desprecia. Es el único hebreo que no nos hace el feo.
– No me atreví. Soy un campesino de Benevento. Y ¿Cómo iba a hablar con uno que dicen que es Dios?
– ¡Un Dios montado en un asno! Me imagino que ni siquiera bebe el mulsium. ¿No ves que pálido está?
– Y con todo, los hebreos…
– Esos sí que beben aunque finjan no hacerlo. Se embriagaron con los vinos de estas tierras. Y con su cerveza han visto a su Dios dentro de un hombre. Créemelo. Los dioses son un cuento. En el Olimpo no hay nadie y la tierra no los conoce.
– ¡Si te oyesen!…
– ¿Eres tan niño para ser tan inocente? ¿No sabes que el mismo César no cree en los dioses; como tampoco creen los pontífices, los augures, los arúspices, los arvalos y las vestales?
– Y entonces ¿Por qué?
– ¿Por qué las ceremonias? Porque le gustan al pueblo. Se sirven de ellas los sacerdotes y el César para que se le obedezca como a un dios terrenal. Tengo mucha experiencia, mis cabellos se van haciendo blancos y mi inteligencia es cada vez más madura. El sentido y la razón, no son suficientes para convencernos de poder conocer la verdad. Y la vida y la muerte tienen el mismo valor porque no sabemos qué cosa sea el vivir; así como ignoramos qué es morir. –dice con afectación filosófica.
El otro lo mira sin saber que responder. Piensa…
Luego dice:
– Por mi parte creo. Me gustaría saber… Saber de aquel Hombre que acaba de pasar. Él ciertamente sabe la Verdad. Algo extraordinario mana de Él. Algo así como una luz que te penetra…
– ¡Qué Esculapio te salve! ¡Estás enfermo! Se comprende. Viniste con la legión de Longinos… Acabas de llegar y estás delirando… Ven. No hay más que vino caliente y aromas para quitar con el sudor, el veneno de la fiebre Jordánica…
Pero el otro protesta:
– No estoy enfermo. No quiero vino caliente y drogado. Quiero seguir vigilando y esperar a ese hombre que se llama Jesús.
– Si esperar no te disgusta… Como quieras. Voy a despertar a aquellos para el relevo. Nos vemos luego…
Haciendo ruido entra donde está el cuerpo de guardia y despierta a sus compañeros diciendo:
– Ya es hora. Arriba flojos. Despertad… Estoy cansado. –da un fuerte bostezo y maldice porque dejaron apagar el fuego y se han bebido todo el vino caliente: ‘Tan necesario para secarse del rocío palestinense…’
El joven legionario, apoyado sobre la muralla que la luna baña con sus luces, espera a que Jesús regrese. Las estrellas le hacen compañía…
Mientras tanto, Jesús ha llegado a la casa que Lázaro tiene en la colina de Sión y llama a la puerta.
Leví sale a abrirle.
– Maestro, ¿Tú? ¿Cómo pasaste?
Jesús contesta:
– Soy Jesús de Nazareth. Los legionarios me permitieron pasar. Pero no lo digas a otros, Leví.
– No lo diré. ¡Son mejores que muchos de nosotros!
– Llévame a donde está mi Madre y no despiertes a nadie más.
– Como órdenes, Señor. Lázaro nos ha ordenado obedecerte en todo, sin discusión, ni tardanza. Nos lo mandó decir por medio de un siervo a todas las casas suyas. Obedecer y callar. Lo haremos. Nos devolviste a nuestro dueño…
El mayordomo se adelanta por los largos corredores que son como galerías, en el hermoso palacio que Lázaro tiene en la colina de Sión.
La luz de la lámpara que lleva en las manos, dibuja espectrales figuras sobre todo lo que alumbra.
El hombre se detiene ante una puerta cerrada y dice:
– Aquí está tu Madre.
Jesús contesta:
– Puedes irte.
– ¿No quieres la luz? Yo puedo regresar a oscuras. Conozco bien esta casa. Nací aquí.
– Déjala. No quites las llaves de la puerta. Salgo pronto.
– Sabes dónde estoy. Cerraré por precaución; pero te abriré en cuanto te oiga llegar.
Jesús se queda. Llama suavemente. Tan suave, que solo que quién está despierto puede oír.
Adentro se oye el ruido de una silla que es apartada a un lado y se escuchan los pasos suaves.
Una voz femenina pregunta:
– ¿Quién es?
Jesús contesta:
– Yo, Mamá. Ábreme.
Al punto se abre la puerta. La luz de la luna ilumina la habitación y el lecho en el que todavía nadie se ha acostado. Hay una silla junto a la ventana abierta…
– ¿Aún no te duermes? ¡Ya es tarde!
– Estaba orando… Ven Hijo mío. Siéntate aquí. –y señala la silla.
– No puedo quedarme. Vine para que fuéramos a la casa de Elisa en el barrio de Ofel. Analía ha muerto. ¿No lo sabías?
– No. ¿Cuándo sucedió?
– Después de que pasé.
– ¡Después de que pasaste! Fuiste para ella el Ángel Liberador. ¡Para ella la tierra era una prisión! ¡Dichosa! ¡Quisiera estar en su lugar! Murió…
– Murió por el gozo de amor. Lo supe cuando estaba cerca del Templo. Ven conmigo, Mamá. No tenemos miedo de profanarnos al consolar a una madre que tuvo entre sus brazos a su hija muerta, por una alegría sobrenatural…
Nuestra primera discípula virgen. La que fue a Bethania a buscarme y a pedirme esta alegría… ¡Días lejanos y tranquilos!
– El otro día estuvo cantando como una curruca enamorada y me besó diciendo: ‘¡Soy muy feliz!’
Y moría de ansias por saber algo de Ti. Cómo se formó Dios. Cómo me eligió.
Mis recuerdos de cuando consagré la virginidad… Ahora comprendo… Estoy pronta, Hijo.
Mientras hablaba, ha vuelto a recoger sus trenzas, que le caían sobre la espalda y la hacen parecer más joven…
María se pone el velo y el manto. Salen haciendo el menor ruido posible…
Leví está cerca del portón y dice:
– Preferí hacer así… Por mi mujer. Las mujeres son curiosas. Me hubiera hecho miles de preguntas. Así está mejor…
Abre la puerta para que ellos salgan.
Jesús le dice:
– Dentro de esta misma vigilia traeré otra vez a mi Madre.
– Estaré alerta. No te preocupes.
– La paz sea contigo.
Caminan por las calles silenciosas, vacías.
Todavía se ven flores tiradas sobre los escalones de las casas. Llegan a la casa de Analía…
Jesús llama a la puerta. Se oye el ruido de una ventana y una voz que pregunta:
– ¿Quién es?
María responde:
– María y Jesús de Nazareth.
– ¡Oh! ¡Voy al punto!…
Esperan muy poco. Se oyen como corren los cerrojos. Se asoma el rostro triste de Elisa, que apenas logra sostenerse.
Cuando María entra y le abre los brazos, Elisa se echa en ellos sollozando y sin decir nada.
Jesús cierra y espera a que su Madre tranquilice aquella ansiedad. Hay una habitación cerca de la puerta. Entran.
Jesús trae la lámpara que Elisa había dejado sobre el piso, antes de abrir la puerta…
Elisa sigue gimiendo… Entre sollozos roncos habla a María…
Jesús de pie, calla.
Elisa no puede comprender por qué murió su hija de este modo.
Y en medio de su sufrimiento acusa a Samuel de ser el causante, porque la engañó.
Se lamenta:
– ¡Se me ha muerto! No sabes lo que significa haber perdido a una hija. Dos veces lo he probado. La lloraba cuando tu hijo me la curó. Pero ahora, ¡Él no volvió! No ha tenido compasión. Mi hija está en la tumba. ¿Sabes lo que significa ver agonizar a un hijo? ¿Saber que debe morir? ¿Verlo muerto cuando se le creía sano y fuerte?
No lo sabes. No puedes hablar sobre esto… Era hermosa como una rosa que abre el primer rayo de sol.
Quiso ponerse el vestido que le había tejido para sus bodas. Quiso llevar su corona de flores como una novia. Luego deshizo la guirnalda para arrojar las flores a tu Hijo. ¡Cantaba! ¡Cantaba! Su voz llenaba la casa. Era linda como la primavera y quedó blanca como un lirio.
Se dobló sobre mi pecho como un tallo cortado… Estaba hermosa como un ángel de Dios pero sin vida. Tú no sabes…
Tú que estás contenta con el triunfo de tu Hijo, que está sano y fuerte, ¡Qué cosa es mi dolor! ¿Por qué no volvió? ¿Por qué no tuvo piedad de mi plegaria?
María responde:
– ¡Elisa! ¡Elisa, no hables así!… El dolor te ciega y te hace sorda… Elisa, no conoces mi sufrir. No conoces el mar profundo en el que se convertirá mi sufrimiento. La viste plácida y bella… Entre tus brazos.
Yo… hace más de seis lustros que contemplo a mi Hijo. Y más allá de su cuerpo que contemplo y acaricio… Veo las llagas del Hombre de Dolores en que se convertirá.
Dices que no sé lo que significa ver a un hijo ser devorado por la muerte dos veces y la segunda que quede en paz. ¿Pero sabes que es para una madre tener ante sus ojos esta visión por tantos años?
¡Mi Hijo! Míralo. Está vestido de rojo, como si hubiese salido de un baño de sangre. Y dentro de poco; cuando todavía la cara de tu hija no se habrá afeado… Lo veré bañado con su Sangre Inocente.
Con la sangre que le di. Si tú tuviste a tu hija contra el pecho; ¿Comprendes cual será mi dolor cuando vea morir a mi Hijo, como un malhechor sobre la Cruz?
Míralo. Es el Salvador de todos. Tanto del cuerpo, como del alma.
Porque los cuerpos salvados por Él serán incorruptos y bienaventurados en su Reino. Mírame. Mírame a mí que hora tras hora, acompaño y conduzco ¡Oh, yo no lo detendría ni siquiera un paso! Al Sacrificio.
Puedo comprenderte. ¡Comprendes tú a mi corazón! No te irrites contra mi Hijo. ¡Analía no hubiera soportado ver la agonía de su Señor! Él ha hecho que se fuera feliz en una hora de regocijo.
Al oír estas palabras, Elisa ha dejado de llorar… Mira a María en cuyo rostro de mártir, se ven lágrimas silenciosas. Mira a Jesús que la mira con piedad… Cae a los pies de Él, llorando…
Jesús le dice:
– Tu hija vive para siempre, porque creyó en la Vida. Pronto dirás lo que te mandé decir esta mañana: ‘Realmente su muerte, fue una gracia de Dios’ Créelo, Elisa. El horror se va a apoderar de este lugar… Vendrá el día en que las madres que han sufrido una desgracia como la tuya, dirán: ‘Gracias a Dios que libró a nuestros hijos para que no contemplasen estos días.’
Créelo mujer. Cree a mis palabras. No levantes entre ti y Analía la verdadera valla que divide: la de no tener la misma Fe. ¿Ves? Podía Yo no haber venido, tú sabes cuánto me odian y como me rodean sus asechanzas. ¡No te hagas ilusiones de este triunfo momentáneo! Vine a consolarte y a traer a tu alma la paz.
Elisa responde:
– ¡Oh, gracias Señor! Por dar la paz al corazón de esta madre angustiada… -y llora, pero más suavemente.
Jesús dice:
– Así sea. La paz sea contigo. –le impone las manos bendiciéndola y orando en silencio.
María se arrodilla junto a Elisa y la abraza.
Jesús dice:
– Adiós Elisa. Me voy… Vámonos Madre.
María responde:
– Hijo mío, si me lo permites, me quedo un poco más con ella. El dolor es como una ola que regresa después de que se alejó el que había dado la paz. Entraré a la hora de prima. No tengo miedo de andar sola. Sabes también que sería capaz de atravesar un ejército enemigo, para ir a consolar a un hermano en Dios.
– Haz como quieras. Yo me voy. Dios esté con vosotras.
Y sale sin hacer ruido, cerrando tras de Sí, la puerta de la habitación y luego la de la casa. Se dirige a la muralla. Las calles están envueltas en la penumbra. El cielo está lleno de estrellas…
Y el joven soldado que lo estaba esperando, en cuanto ve a Jesús que se acerca, le sale al encuentro y…
Le dice dudoso:
– Salve. Te estaba esperando…
Jesús le contesta:
– Habla sin temor. Que se te ofrece.
– Quisiera saber. Dijiste: ‘La paz que Yo doy, permanece aún en la guerra, porque es paz del alma’ Quisiera saber que es paz y que es el alma. ¿Cómo puede el hombre que está en guerra, estar en paz? Cuando se abre el templo de Jano, se cierra el de la paz. Ambas cosas no pueden coexistir en el mundo.
Jesús sonríe:
– Tienes razón. En el mundo no pueden coexistir la paz y la guerra. Una excluye a la otra. Pero en el hombre de guerra, puede haber paz, aun cuando pelee. Puede existir mi paz; porque ella viene del Cielo y no le hace ningún daño el fragor de la guerra y la ferocidad de la batalla. Siendo algo divino, penetra en lo divino que tiene el hombre, lo que se llama alma.
¿Es divina mi alma? Divino es César. Yo soy hijo de campesinos. Soy todavía un legionario sin grado. Si soy valiente, llegaré a ser centurión; pero divino, no.
– Hay algo divino en ti: el alma que viene de Dios. Del Dios Verdadero. Por esto es divina. Es una joya preciosa que vive en el hombre, que se alimenta de cosas divinas. Que vive de la Fe, de la Paz, de la Verdad.
La guerra no la turba. La persecución no le hace ningún daño. La muerte, no la mata. Solo el Mal; esto es, hacer lo que no está bien, la hiere o la mata. Y hasta la priva de la paz que Yo le doy. Porque el Mal separa al hombre de Dios.
– ¿Y qué es el Mal?
– Estar en el paganismo y adorar los ídolos; una vez que la bondad del Dios Verdadero ha dado a conocer que Él existe. No amar a los padres, a los hermanos, al prójimo. Robar, matar. Ser rebelde, lujurioso, falso. He ahí el Mal.
– ¡Ah! ¡Entonces yo no puedo tener tu paz! Soy soldado y se me han dado órdenes de matar. Entonces, ¿Para nosotros no hay salvación?
– Sé justo en la paz, como en la guerra. Cumple tu deber sin crueldad y sin ambición. Mientras combates y conquistas, recuerda que el enemigo es semejante a ti. Que en cada ciudad hay madres e hijas, como tu madre y tus hermanas. Sé valiente, sin ser un hombre desenfrenado. Así no saldrás de los límites de la justicia y de la paz. Y mi paz estará contigo.
– ¿Y luego?
– ¿Qué quieres decir con luego?
– ¿Después de la muerte? ¿Qué pasa con el bien que hice y con mi alma, que dices que no muere si no se hace el Mal?
– Seguirá viviendo del bien hecho. En medio de una paz gozosa, mayor que la que disfrutó en la tierra.
– Entonces en Palestina, sólo uno hizo el bien. ¡Comprendido!
– ¿Quién?
– Lázaro de Bethania. ¡Su alma no murió!
– Realmente él es un hombre justo. Pero hay muchos semejantes a él, que mueren sin resucitar, pero que su alma vive en el Dios verdadero. Porque el alma tiene una mansión en el Reino de Dios y quién cree en Mí, entrará en ese Reino.
– ¿También yo que soy romano?
– También tú, si creyeres en la Verdad.
– ¿Qué es la Verdad?
– Yo Soy la Verdad; el Camino para llegar a Ella. Soy la Vida y la doy a quién acepta la Verdad.
El joven soldado piensa… Luego levanta su cara, en sus ojos brilla una mirada límpida y con una sonrisa juvenil y serena dice:
– Procuraré no olvidar nunca esto y trataré de saber un poco más. Me gusta… Yo quiero creer en Ti… ¿Cómo le hago?
– Invoca mi Nombre… Soy JESÚS de Nazareth… Dios te dará la Luz para aprender mi doctrina. ¿Cómo te llamas?
– Vital de Benevento. De la campiña de la ciudad.
– Recordaré tu nombre. Haz que tu espíritu sea verdaderamente vital… Alimentándolo con la Verdad. Adiós. La Puerta va a abrirse. Me voy.
– ¡Ave!
Jesús atraviesa ligero la puerta y se va rápido por el camino que lleva al Cedrón, al Getsemaní y de aquí, al Campo de los Galileos.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA