Archivos diarios: 8/01/13

201.- LA ÚLTIMA REYERTA

1CENACOLO

Mientras tanto en el cenáculo, los apóstoles se dan prisa en terminar los preparativos para la Cena.

Judas se subió sobre una mesa y revisa si hay suficiente aceite  en todos los mecheros del gigantesco candil que parece una flor luminosa. Después baja de un salto y ayuda a  Andrés a disponer la vajilla sobre la mesa, cubierta con un fino y hermoso mantel.

Andrés dice:

–                       ¡Qué lino tan rico!

Judas contesta:

–                       Uno de los mejores de Lázaro. Lo trajo Martha.

Tomás pregunta:

–                       ¿Ya vieron estas jarras y estas copas?  – admirando su propio reflejo en sus delgadas partes curvas y acaricia lentamente las asas labradas a cincel con su conocimiento experto.

Judas pregunta:

–                       ¿Cuánto costarán?

Tomás contesta:

–                       Es un trabajo a cincel. Mi padre moriría de gusto por verlas… El oro y la plata en lámina se doblan bien cuando están calientes. Pero tratados así… en un momento se puede echar a perder todo. Basta un golpe fallido… Se necesita tanto fuerza como habilidad. ¿Ves las asas? Las hicieron al mismo tiempo que el resto. No están soldadas. ¡Cosas de ricos!… Piensa que no se ve ni la limadura, ni el desbaste. No sí me comprendes…

–                       ¡Si te entiendo! Quieres decir que es algo así como quien hace una escultura.

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Todos admiran las jarras. Después regresan a sus respectivas  ocupaciones, para terminar los preparativos para la cena. Luego entran juntos Pedro y Simón.

Iscariote dice:

–                       ¡Oh, finalmente habéis regresado! ¿A dónde habéis ido otra vez?

Simón responde secamente:

–                       Teníamos algo que arreglar.

–           ¿Estás de malhumor?

–                       ¿Tú que piensas?

–                       Me parece que sí…

–                        Con lo que se ha oído en estos días y lo que han dicho bocas no acostumbradas a la mentira…

Pedro rezonga entre dientes:

–                       Y con el hedor de ese… Es mejor que te calles la boca, Pedro.

Judas le dice:

–                       ¡También tú!… Hace días que me parece que la cabeza no te funciona bien. tienes la cara de un conejo que siente al chacal tras de sí.

Pedro le replica:

–                       Y tú tienes el hocico de la garduña. ¡Miras en una forma!… Miras como de reojo. ¿Qué esperas o qué quieres ver? Te das importancia y lo quieres demostrar. Pero tambien parece que tuvieras miedo…

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–                       ¡Oh! ¡Claro que tengo miedo! Pero tú tampoco eres un héroe…

Juan interviene:

–                       Ninguno de nosotros lo es, Judas. Llevas el nombre del Macabeo, pero no lo eres. Yo digo con el mío: ‘Dios es favorable’ (Juan) Pero me siento como si estuviera en desgracia de Dios. Pedro, ‘la roca’ parece tan blando, como cera puesta al fuego; no puede controlarse más. Jamás lo vi que tuviera miedo, aún en las tempestades más furiosas. Mateo, Bartolomé y Felipe, parecen sonámbulos. Mi hermano Santiago y Andrés, no hacen más que suspirar. Mira a los dos primos, a quienes no solo el parentesco, sino el amor, lo unen con el Maestro. Parece que han envejecido. Tomás ha perdido su buen humor. Simón parece el leproso de hace tres años. Se le ve consumido por el dolor, lívido; sin fuerzas.

Iscariote observa:

–                       Tienes razón, Juan. A todos nos ha sugestionado con su melancolía.

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Santiago de Alfeo grita:

–                       Mi primo Jesús, mi Maestro y Señor como también lo es vuestro, no es un melancólico. Si eso lo dices porque está triste por el dolor que Israel le causa; de lo que somos testigos y por otro motivo que solo Él sabe, afirmo que tienes razón. Pero si con esa palabra insinúas que está loco, ¡Te lo prohíbo!

Iscariote replica:

–                       ¿Y no es locura una idea fija de melancolía? También yo he estudiado esas cosas. Las sé. Él dio mucho de Sí. Ahora es un hombre mentalmente cansado.

Tadeo, aparentemente muy tranquilo, le pregunta:

–                       Lo que significa que está loco, ¿No es verdad?

Iscariote responde con afectación llena de veneno:

–                       Así es. Tu padre comprendió bien las cosas. Tu padre, de santa memoria a quien te pareces tanto por tu rectitud y sabiduría…  Jesús, que es el triste destino de una casa demasiado vieja y castigada por la senilidad psíquica, ha tenido siempre tendencia a esta enfermedad. En los primeros días era dulce. Ahora se ha vuelto agresivo…

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Tú mismo viste como atacó a los fariseos, escribas, saduceos y herodianos. Se ha hecho la vida imposible y ha convertido su camino en un sendero cubierto de piedras puntiagudas. Y fue Él mismo, el causante… Nosotros… Lo amamos tanto, que el amor nos impidió ver. Pero los que no lo amaron idolátricamente, como tu padre, tu hermano José y sobre todo Simón. Ellos si que vieron las cosas en su punto justo…

Deberíamos prestar atención a sus palabras… Y no lo hacemos porque estamos sugestionados con su dulce fascinación de enfermo. Y ahora…

Judas se interrumpe abruptamente… Porque…

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Judas Tadeo que es casi tan alto como Iscariote, está enfrente de él y ha aparentado escucharlo calmadamente… Pero de pronto, le ha dado un soberbio puñetazo, que lo arroja sobre uno de los asientos.

Y con una cólera incontenible se inclina sobre él, lo agarra por el cuello y lo levanta hacia él… Hasta tenerlo con la cara tan cerca, que Iscariote puede sentir su respiración agitada… Y mientras le clava una mirada terrible, con voz ronca por la ira…

Tadeo le dice:

–                       Esto es por lo de la locura, ¡Reptil! Y solo porque Él está allí… -señala la otra habitación, donde Jesús está con María-  Y es la tarde Pascual, no te ahorco…  Pero, ¡Piénsalo bien! Si le pasa algo malo y no puedo controlar mi fuerza, nadie te salvará… ¡Levántate! ¡Enervado libertino! ¡Y toma tus providencias!

Judas se levanta pálido y sin reaccionar en lo más mínimo. Paralizado de miedo de que Tadeo pueda estar al tanto de su traición…

¡Y lo más notable, es que nadie protesta por lo que acaba de hacer Judas Tadeo a Iscariote! Al contrario… Todos lo aprueban y cada quién continúa haciendo su labor respectiva. Apenas se ha calmado el ambiente, cuando entra Jesús. Y abriendo los brazos, con su dulce pero triste sonrisa…

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Jesús saluda:

–                       La paz sea con vosotros.

Juan se le acerca y Jesús le acaricia su rubia cabeza.

Sonríe a su primo Santiago y le dice:

–                       Tu madre te ruega que seas afable con José. Hace poco que preguntó por Mí y por ti. Me desagrada no haberlo saludado.

Santiago contesta:

–                       Lo podrás hacer mañana.

–                       ¿Mañana?… Siempre tendré tiempo para verlo. ¡Oh, Pedro! Al fín podremos estar un poco juntos. Desde ayer, tú y Simón parecéis un fuego fatuo. Apenas si los he visto…

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Zelote contesta con seriedad:

–                       Nuestras canas que ya abundan, pueden asegurarte que no estuvimos ausentes porque tuviésemos hambre de carne…

Iscariote lo interrumpe de forma ofensiva:

–                       Aunque… Toda edad puede tenerla. ¡Los viejos!… ¡Peor que los jóvenes!

Simón lo mira y va a rebatirle, pero se detiene ante la mirada del Maestro…

Jesús pregunta a Iscariote:

–                       ¿Te duele alguna muela? Tienes la mejilla derecha hinchada y colorada.

Judas contesta:

–                       Sí. Me duele. Pero no es para tanto…

Nadie dice nada más y todos comienzan a comentar las actividades efectuadas.

Tomás dice:

–                       Me encontré con Nicodemo y José.

Iscariote, con un marcado interés, pregunta:

–                       ¿Los viste? Y… ¿Hablaste con ellos?

–                       Sí. ¿Qué tiene de extraño? José es un buen cliente de mi padre.

Judas trata de borrar la impresión causada con su pregunta y comenta con gran hipocresía:

–                       Nunca lo habías dicho. Por eso me sorprendí…

Bartolomé dice:

–                       Raro es que no hayan venido a presentarte sus respetos. Tampoco han venido Cusa, ni Mannaém… Y ninguno de los…

Iscariote lo interrumpe con una risilla llena de sarcasmo:

–                       El cocodrilo se mete en su guarida cuando llega la hora…

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Simón, en una forma insólita en él, con tono agresivo le pregunta:

–                       ¿Qué quieres decir? ¿Qué insinúas?

Jesús interviene con una  gran dulzura:

–                       ¡Paz, paz! ¿Qué os pasa? Nunca habíamos tenido un escenario tan digno para comer el cordero. Comamos la cena con espíritu de paz. Comprendo que os he turbado mucho con mis instrucciones en estas últimas noches. Pero ya hemos terminado. Juan, ve con alguien más a traer las jarras para la purificación y luego nos sentaremos a la mesa.

Juan, Andrés, Tadeo y Simón; traen lo requerido. Ponen agua en una gran palangana, ofrecen la toalla a Jesús y a los demás. Cuando terminan esto…

Jesús distribuye los asientos:

–                       Yo me siento aquí. A mi derecha Juan y a mi izquierda mi fiel Santiago. Los dos primeros discípulos. Al lado de Juan, mi fuerte Piedra. Al lado de Santiago, el que se parece al aire. No se le ve, pero siempre está presente y ayuda: Andrés. Junto a él, mi primo Santiago. No te lamentes querido hermano, si doy el primer lugar a los primeros. Eres el sobrino del Justo cuyo espíritu palpita y revolotea a mi alrededor esta noche, más que nunca. Tranquilízate, ¡Padre de mi debilidad de pequeño! Tú que fuiste la encina bajo cuya sombra encontramos protección mi Madre y Yo.

Junto a Pedro, Simón…Simón, ven un momento aquí. Quiero ver tu leal cara. Después no la veré tan claramente, porque otros me la ocultarán. Gracias, Simón. Por todo.  –lo besa.

Simón al regresar a su lugar se lleva las manos a la cara con un gesto de dolor.

Jesús continúa:

–                       Enfrente de Simón mi Bartolomé. Dos hombres honrados y sabios que se parecen mucho. Y cerca tú, Judas Tadeo, hermano mío. Así te puedo ver y me parece que estamos en Nazareth… Cuando alguna fiesta nos reunía alrededor de la mesa. También Caná estuvimos juntos, ¿Te acuerdas? Una fiesta de bodas… El primer milagro… el agua cambiada en vino…

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También hoy es una fiesta… También hoy habrá un milagro. El vino cambiará su naturaleza y será…

Jesús se absorbe en sus pensamientos. Con la cabeza inclinada, como aislado en su mundo secreto.

Los apóstoles lo miran sin hablar. La Ley prescribe que se debe comer en la Pascua el cordero, según el rito que el Altísimo había dado a Moisés. Y Jesús, Hijo verdadero del Dios Verdadero pese a ser Dios, no se siente exento de ella. Vive en la tierra. Es un Hombre entre los hombres y debe cumplir con su deber de israelita, mejor que todos los demás. Su misma perfección se lo exige…  Levanta su cabeza.

Mira detenidamente a Iscariote y dice:

–                       Te sentarás frente a Mí.

Judas pregunta:

–                       ¿Tanto me quieres? ¿Más que a Simón?

–                       Tanto te amo. Lo has dicho.

–                       ¿Por qué, Maestro?

–                       Porque eres el que más ha hecho para contribuir a esta Hora.

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Judas mira a Jesús con un dejo de compasión irónica y luego pasea sus ojos sobre todos sus compañeros, con aire de triunfo.

Jesús continúa:

–                       Junto a ti, de un lado Mateo y del otro, Tomás.

Judas dice:

–                       Entonces Mateo a mi izquierda y Tomás a mi derecha.

Mateo dice:

–                       Como quieras. Como quieras. Me basta con tener enfrente a mi Salvador.

Jesús agrega:

–                       Por último Felipe. ¿Veis? Quien no tiene el honor de estar a mi lado, lo tiene de estar frente a Mí.

Comienza el ritual.

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

200.- FRENTE AL PATÍBULO

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En la casa en donde se llevará a cabo la Cena Pascual, anexa al Cenáculo hay una amplia habitación, donde está María con todas las discípulas.

La Virgen se ve muy demacrada y como si hubiera envejecido de repente. Se le nota la tristeza aun cuando sonría con dulzura. Sus ademanes son los de una persona cansada, como si estuviera oprimida por una idea muy dolorosa…

Jesús llega a la casa con los apóstoles y saluda:

–                       La paz sea en esta casa.

Y mientras los apóstoles se dirigen hacia el Cenáculo, Él entra en la habitación en donde está la Virgen.

Las discípulas le saludan con profundo respeto y se retiran.

Jesús se abraza a su Madre y la besa en la frente.

María besa primero la mano de su Hijo, luego su mejilla derecha.

Jesús toma a María de la mano y hace que se siente, sin soltarla.

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También Él está absorto, pensativo y triste aun cuando se esfuerza por sonreír.

María ve con ansia su rostro. ¡Pobre Madre que por la Gracia y por el Amor, comprende que la Hora ha llegado! En su rostro destacan arrugas de dolor. Sus pupilas contemplan una realidad espiritual…

Pese a esto conserva su serenidad al igual que su Hijo que le habla, la saluda y se encomienda a sus oraciones…

Jesús dice:

–                       Madre, he venido para beber fuerzas y consuelo de ti. Soy como un pequeñín que tiene necesidad del corazón materno por su dolor y del seno de su madre para tener fuerzas. En estos momentos he vuelto a ser tu pequeño Jesús de otros tiempos.

No soy el Maestro, Madre. Soy solo tu hijo, como en Nazareth, antes de abandonar mi vida privada. Sólo te tengo a ti y no tengo nada más… Los hombres en este momento no son ni amigos, ni leales a tu Jesús. Ni siquiera tienen valor para seguir el bien. Sólo los malos son constantes y decididos en hacer lo que se proponen.

Pero tú me eres fiel y en esta hora eres mi fuerza. Sostenme con tu amor, con tus oraciones. Entre los que más o menos me aman, eres la única que en esta hora sabe orar… Orar y comprender. Los demás están en la fiesta, pensando en ella. Pensando en el crimen, mientras Yo sufro por tantas cosas…

Después de la Fiesta muchas cosas acabarán y entre ellas su modo humano de pensar. Sabrán ser dignos de Mí. Todos… Menos el que se ha perdido y a quién fuerza alguna puede llevarlo ni siquiera al arrepentimiento.

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Por ahora son todavía hombres lentos que esperan regocijarse creyendo que está muy cerca mi triunfo. No comprenden que estoy muriendo. Los hosannas de hace pocos días los han embriagado…

Madre, vine para esta hora. Y con alegría sobrenatural la veo aproximarse. Pero no dejo de temerla, porque este cáliz tiene dentro: traición, desilusiones, blasfemias, abandono… Sostenme Madre, como cuando con tus oraciones atrajiste sobre ti al espíritu de Dios, dando al Mundo por medio de Él, al Esperado de las gentes. Atrae ahora sobre tu Hijo la fuerza que me ayude a realizar la Obra para la que vine. Madre… Adiós. Bendíceme, Madre. También por el Padre. Perdona a todos. Perdonemos juntos desde ahora a los que nos torturan.

Jesús ha caído de rodillas a los pies de su Madre y la mira teniéndola abrazada  por la cintura. Reclinando la cabeza sobre sus rodillas y levantando su rostro para mirarla una y otra vez.

La luz de una lámpara de aceite de tres mecheros que está en la mesa, cerca de la silla de la Virgen, da de lleno en el rostro de Jesús. Su cabellera está dividida a la mitad de la cabeza. Le cae en largas guedejas onduladas que terminan en pequeños rizos sobre la espalda. Una frente muy amplia, lisa y con las sienes un poco hundidas, en las que se notan las venas bajo la piel de un blanco marfileño, un poco tostado por el sol.

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Su nariz larga y recta. Con una leve curvatura para arriba en el nivel de los ojos. Cejas y pestañas tupidas,  largas y de color castaño que hacen marco a sus ojos color zafiro muy oscuro. Su boca es regular de labios que no son gruesos ni delgados y muy bien delineados, con una bella curvatura en el centro. Sus dientes son regulares, fuertes, grandes y muy blancos. El rostro ovalado con pómulos perfectos.

La barba tupida en el mentón, está partida en dos y es de un color rubio cobrizo oscuro. Igual que los bigotes que apenas cubren el labio superior. El conjunto es armonioso y bellísimo. Jesús tiene la perfección de la belleza varonil, aunada a una dulzura y una bondad, que lo hacen irresistible.

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La Virgen es más blanca. Tal vez porque Ella no ha estado expuesta al sol como su Hijo. Su piel es de un blanco rosado y sus ojos azules, son más claros. Sus cabellos más rubios. Pero, ¡Cómo se parece a Jesús! Con una belleza perfecta, femenina y delicada.

María llora silenciosamente, con su rostro ligeramente alzado por la plegaria que desde su corazón eleva a Dios. Las lágrimas se deslizan abundantes por sus pálidas mejillas y caen sobre su pecho, sobre la cabeza de Jesús que la tiene apoyada contra Él. Luego le pone su mano blanca y pequeña sobre la cabeza, como para bendecirlo. Se inclina y lo besa entre los cabellos. Lo acaricia y se los acomoda. Los acaricia en su espalda, en sus brazos.

Le toma el rostro entre las manos y lo vuelve hacia sí. Se lo estrecha contra el corazón. Con los ojos llenos de lágrimas lo besa en la frente, una vez más en las mejillas y en sus ojos. Acaricia esa pobre y cansada cabeza, como si fuera la de un niño.

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Como lo hacía cuando Jesús era pequeño. Pero ahora no canta. Y con una voz que desgarra el corazón…

María sólo dice:

–                       ¡Hijo! ¡Hijo! ¡Jesús! ¡Jesús mío!

Jesús se levanta y se compone el manto. Queda de pie frente a su Madre que sigue llorando.

La bendice y…

Jesús antes de salir, le dice:

–                       Madre, vendré otra vez antes de terminar mi Pascua. Ruega por Mí.

Y se va hacia el Cenáculo…

¡El Poder de la Oración de María!…

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Jesús es un Dios hecho Hombre.

Un hombre que por no tener mancha alguna, posee la fuerza espiritual para domeñar la carne. ¡Y sin embargo invoca la ayuda de la Llena de Gracia! La cual en aquella hora de expiación también encontrará cerrado el Cielo, pero no en tal forma que no pueda obtener un ángel Ella su Reina, para que consuele a su Hijo.

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Oh! ¡No lo pide para Ella, pobre Madre! También Ella saboreó la amargura del abandono del Padre…

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

199.- LA TRAICION

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Al día siguiente…

El fresco amanecer de un nuevo día saluda a Jesús que camina lentamente hacia Jerusalén. Se oyen los balidos de un rebaño…

Al ver las ovejas, los apóstoles se acuerdan de la cena y preguntan a Jesús:

–                       ¿Dónde quieres celebrar la Pascua? ¿Qué lugar escoges? Dínoslo e iremos a preparar todo.

Judas de Keriot dice:

–                       Dame órdenes e iré.

Jesús contesta:

–                       Pedro, Juan, oídme.

Los dos apóstoles se acercan y Jesús se adelanta para darles instrucciones:

–                       Adelantaos y entrad por la Puerta de la Basura. Encontraréis un hombre que regresa de En Rogel con un ánfora llena de aquella sabrosa agua. Seguidlo… Cuando entre en una casa, preguntad al que vive en ella: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está la habitación donde pueda comer la Pascua con mis discípulos? Os mostrará una gran habitación ya aderezada. Preparad todo en ella. Id presto y luego reuníos con nosotros en el Templo.

Los dos se van a la carrera.

Jesús por su parte, continúa caminando lentamente.

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El aire está muy fresco y apenas si se ven peregrinos. Poco después que han cruzado la Puerta Dorada, se encuentran con un grupo de Fariseos y de escribas.

No se podrá decir jamás que los judíos no saben controlarse. Nadie molesta a Jesús, ni a sus discípulos. Aun los que más lo odian del Sanedrín, le presentan sus respetos más profundos y con una paciencia que ha aumentado desde la  exhortación de ayer. Es un doblarse en profundas inclinaciones, de cuerpos envueltos en amplios mantos, en ricas vestiduras con franjas y grandes capuchos.

Jesús saluda serio y pasa majestuoso con su vestido de lana púrpura y su manto más oscuro. El sol ilumina su cabellera que parece de oro y que le cae sobre los hombros.

Suben al Templo. Jesús va a adorar al Señor al Patio de los Israelitas. Se topan con otro nutrido grupo de fariseos, escribas y doctores, entre los que están Eleazar el hijo de Annás, Elquías y Sadoc. Lo saludan inclinándose profundamente.

Jesús los saluda y pasa majestuoso. Los cuerpos se levantan y lo miran alejarse. Y aparecen las caras de hienas hambrientas, listas para arrojarse sobre su presa.

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Judas de Keriot que miraba a su alrededor con su cara de Traidor, con la excusa de amarrarse bien una sandalia, se hace a un lado y se aparta del grupo apostólico. Hace una señal al hijo de Annás.

Finge amarrar la sandalia y luego se acerca rápido y le dice en voz baja:

–                       En la Bella a la hora sexta. Uno de vosotros.

Y parte veloz para alcanzar a sus compañeros. Sin ninguna turbación y sin sonrojo.

Cuando termina de adorar al Señor y regresan al Pórtico de los Gentiles, Jesús ordena a Bartolomé y a Simón que compren el cordero y pidan el dinero a Judas.

Judas replica:

–                       ¡Yo podía hacerlo!

Jesús responde:

–                       Tendrás otro empeño que hacer. Lo sabes. No me detendré mucho aquí. Hoy descansaré, porque quiero sentirme fuerte para esta noche y para mi Oración nocturna en Getsemaní.

Es la segunda vez que Jesús manifiesta sus intenciones para esta noche. Y Judas lo oye…

Jesús va con los enfermos y los cura. Son los últimos…

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Mañana ya no lo podrá hacer… La tierra perderá a su Benefactor. Pero la Víctima empezará desde su patíbulo, una serie ininterrumpida de curación y salvación de almas…

Jesús, como de costumbre, se ve rodeado por una multitud.

1jsanando

Muchos que han venido de la Diáspora, quieren conocer al Rabí de Nazareth y se abren paso diciendo a los demás:

–                       Vosotros siempre lo tenéis. Sabéis quién Es. Nosotros hemos venido de lejos y volveremos a nuestras patrias, después de cumplir el Precepto. Dejad que nos acerquemos a Él.

Cuando se acercan a Jesús, lo miran con cierta curiosidad.

Jesús los observa y luego se dispone a hablar:

–                       Escuchad. Se dijo de Mí, “Un retoño brotará de la raíz de Jesé…

Y Jesús va exponiendo una a una las profecías referentes a su Persona y a su Misión.

Finaliza diciendo:

–                       Pueblo mío, ¿Qué te he hecho? ¿En qué te he entristecido? ¿Qué cosa me faltó darte? He instruido tus intelectos. He curado tus enfermos. He hecho bien a tus pobres. He dado de comer a tus multitudes. Te he amado en tus hijos. Te he perdonado. He orado por ti. Te he amado hasta el Sacrificio. ¿Y tú qué vas a darle a tu Señor? una hora. La última que se te ha concedido, ¡Oh, Pueblo mío! ¡Oh, mi ciudad real y santa! Conviértete en esta hora al Señor Dios tuyo.

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Y abundan los comentarios entre la multitud:

–                       Ha estado en lo justo al haber dicho esto.

–                       Así está escrito. En verdad Él hace lo que dice.

–                       Como un pastor, ha tenido cuidado de todos.

–                       Como si fuéramos las ovejas dispersas, enfermas, que estuviésemos en la oscuridad, ha venido a llevarnos al camino recto, a curarnos el alma y el cuerpo, a iluminarnos…

–                       Verdaderamente toda la gente va a Él. ¡Ved como están admirados los gentiles!

–                       Ha predicado la paz.

–                       Nos ha amado.

–                       No puedo comprender que quiere decir con eso del sacrificio. Habla como si tuviese que ser matado.

–                       Si es el Hombre que vieron los profetas, si es el Salvador. Así es.

–                       Habla como si todo el pueblo lo fuese a tratar mal. Eso no sucederá jamás. Nosotros, el pueblo lo amamos.

–                       Es nuestro amigo. Lo defenderemos.

–                       Es Galileo y nosotros sus compatriotas, daremos la vida por Él.

–                       Es descendiente de David y los de Judea solo levantaremos nuestra mano para defenderlo.

–                       ¿Cómo podremos olvidarlo los de Perea, de la Auranítide, de la Decápolis, si nos amó tanto como a vosotros? Todos. Todos lo defenderemos.

Las alabanzas y los comentarios preñados de admiración se esparcen por el vasto Patio de los Gentiles, como oleadas que se juntan con las de los fariseos que tratan de neutralizar el entusiasmo y la aversión que el pueblo siente contra ellos…

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Diciendo:

–                       Delira.

–                       Está tan cansado que no sabe lo que dice.

–                       Ve persecución en donde solo hay honra.

–                       Es un sabio, pero lo mezcla con frases de uno que delira.

–                       Nadie le quiere hacer mal.

–                       Hemos comprendido que es…

Alguien se rebela:

–                       Él curó a mi hijo que estaba loco. Sé lo que es la locura. Un loco no habla de ese modo.

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Otros más:

–                       ¡Vanguardias del pueblo del Mesías!

–                       ¡Alerta!

–                       Cuando un enemigo acaricia, es porque tiene el puñal escondido en la manga y extiende su mano para golpear.

–                       ¡Ojos bien abiertos y corazón despierto!

–                       ¡Los chacales no pueden ser mansos corderitos!

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Y los comentarios son diversos y corren por todos lados.

Un nutrido grupo de gentiles y que en estos días han aumentado considerablemente, se quieren acercar a Él para hablarle y…

Se lo dicen a Felipe:

–                       Queremos ver de cerca de Jesús, tu Maestro. Queremos hablarle por lo menos una vez.

Felipe trasmite este deseo a través de los apóstoles y finalmente Andrés se lo dice a Jesús.

Jesús responde:

–                       Llévenlos a aquella esquina y Yo iré allí.

Los apóstoles hacen lo indicado.

Y después de abrirse paso entre los hebreos, Jesús llega con los gentiles.

Y les dice con dulzura:

–                       La paz sea con vosotros, ¿Qué se os ofrece?

Un patricio romano muy elegante, le responde:

–                       Verte. Hablarte. Queremos decirte que tus palabras nos llegaron al alma y nos han llenado de tristeza. Has hablado de muerte. Pero… ¿Es posible que los hebreos puedan matar a su mejor hijo? Nosotros somos gentiles y tu mano no nos ha brindado ningún favor. La fama de tu palabra ha llegado hasta nosotros y venimos a ofrecerte nuestro homenaje. Al honrarte nosotros, también lo hace todo el mundo, porque venimos de diferentes partes, algunas muy lejanas.

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Jesús contesta:

–                       Tenéis razón. Ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre, debe ser glorificado por los hombres y por los espíritus.

Nuevamente la gente se ha apiñado alrededor de Jesús, con la diferencia de que ahora son los gentiles, los que están más cerca de Jesús.  Y todos oyen el diálogo.

El romano continúa:

–                       Si ha llegado la hora de tu glorificación, no morirás como dices o como hemos entendido. Porque morir en el modo como dijiste, no es ser glorificado. ¿Cómo podrás reunir el mundo bajo tu cetro, si mueres antes de haberlo hecho? Si tu brazo se queda paralizado cuando mueras, ¿Cómo podrás triunfar y reunir a los pueblos?

La hermosa voz de tenor de Jesús, resuena como una trompeta:

–                       Muriendo daré vida. Muriendo construiré. Muriendo crearé un Pueblo Nuevo. La victoria está en el sacrificio. En verdad os digo que si el grano caído en tierra no muere, se queda infecundo. Pero si muere, entonces sí que produce mucho grano.

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Perderá su vida quién la ame. Quién desprecie su vida en este mundo, la reservará para la vida eterna. Además tengo el deber de morir para dar esta vida eterna a todos los que me siguieren, para servir a la Verdad. Quienquiera servirme, venga. Los lugares en mi Reino no están limitados a esta persona o a aquel pueblo. Quien quiera servirme, venga detrás de Mí. Y donde Yo estaré, ahí también estará él, mi siervo. Quien me sirva, será honrado por mi Padre; por el Dios Único, Verdadero Señor de Cielo y Tierra. Creador de todo cuanto existe. Pensamiento, Palabra, Amor, Vida, Camino, Verdad. Padre, Hijo, Espíritu Santo. Siendo Uno es Trino y Trino, siendo Uno, Solo, Verdadero Dios. Ahora mi corazón ha perdido la tranquilidad y ¿Qué diré? ¿Acaso: Padre, sálvame de esta Hora? ¡No! Para llegar a esta Hora, por esto he venido. Diré pues: ¡Padre, glorifica tu Nombre!

1jesus

Jesús abre los brazos en cruz.

Una cruz púrpura que tiene como fondo el blanco mármol del Portal. Levanta su rostro presentándose como Víctima. Orando. Subiendo con su alma al Padre…

Y una Voz más fuerte que el trueno. Que no es humana en el sentido de que no es semejante a la de un hombre, pero que todos los oídos perciben; llena el cielo sereno de la mañana de Abril. Y vibra más fuerte que cualquier órgano. Melódicamente bellísima…

Y responde:

–                       Lo he glorificado y nuevamente lo haré.

La gente se espanta. Esa Voz es tan fuerte que ha cimbrado el suelo. Esa Voz misteriosa que no puede compararse con ninguna otra. Que ha brotado de una fuente desconocida. Que ha llenado todo. Todos los rincones del soberbio y grandioso Templo de Jerusalén. Que ha infundido terror en los hebreos y sorpresa en los paganos.

Aquellos se echan por tierra, murmurando:

–                       ¡Ahora moriremos! ¡Hemos escuchado la Voz del Altísimo!  -y se golpean el pecho en espera de la muerte.

Los gentiles exclaman:

–                       ¡Un trueno! ¡Un trueno! ¡Huyamos! ¡La tierra ha bramado! ¡Ha temblado!

Pero es imposible huir, porque los que estaban afuera del muro del Templo, se precipitan dentro gritando:

–                       ¡Piedad de nosotros! ¡Aquí el lugar es santo! No se partirá el monte donde está el altar de Dios.

Y por lo tanto, todo el mundo se queda donde la multitud lo detiene o donde el miedo lo ha paralizado.

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Los sacerdotes acuden a las terrazas del Templo; al igual que los escribas y fariseos, que estaban dentro de la formidable construcción laberíntica; junto con los levitas, estrategas y guardias.

Todos están con las caras enrojecidas, sin comprender lo que pasa. Solo Gamaliel y su hijo descienden de las terrazas, con sus vestiduras resplandecientes a la luz del sol.

Jesús, al ver a Gamaliel que va a pasar cerca y como si hablase para todos, dice en voz alta:

–                       No por Mí, sino por vosotros es que vino esta Voz del Cielo.

Gamaliel detiene el paso. Se vuelve y mira con sus profundos ojos negros, con esa costumbre que el ser un maestro venerado le ha dado de mirar con severidad, directamente a los ojos azul zafiro, dulces y serenos de Jesús.

Jesús continúa:

–                       Ahora es el momento en que este mundo va a ser juzgado. Ahora el Príncipe de las Tinieblas va a ser arrojado fuera. Y cuando Yo sea levantado en alto, atraeré a todos hacia Mí. Porque este es el modo como el Hijo del Hombre salvará.

La multitud cobra ánimos.

Mientras Jesús sigue mirando con tranquilidad a los ojos a Gamaliel…

Alguien pregunta:

–                       Hemos aprendido de la Ley que el Mesías vive para siempre. Tú te llamas a Ti Mismo el Mesías y aseguras que morirás. Aún más: que eres el Hijo del Hombre y que salvarás al ser levantado. ¿Quién eres pues? ¿El Hijo del Hombre o el Mesías? ¿Quién es el Hijo del Hombre?

1hijodelhombre

–                       Soy una sola Persona. Abrid los ojos a la Luz. Por un poco, la Luz está todavía con vosotros. Caminad hacia la Verdad, mientras tenéis la Luz con vosotros a fin de que no os sorprendan de improviso la Tinieblas. Los que caminan en la oscuridad, no saben a dónde van a parar. Mientras tengáis la Luz con vosotros, creed en Ella, para que seáis sus hijos.

Jesús se calla.

La multitud se queda perpleja. Las opiniones se dividen. Algunos se retiran moviendo la cabeza. Otros miran la actitud de los jefes de los sacerdotes, los escribas, los fariseos, los doctores. Sobre todo… de Gamaliel. Y según lo ven, así reaccionan.

1gamaliel

Pero hay otros que asienten con la cabeza y se inclinan ante Jesús, con ganas de declararse públicamente a su favor. Pero no se atreven. Tienen miedo a los poderosos enemigos que los observan desde lo alto de las terrazas que dominan los grandiosos portales que hay alrededor de los patios del Templo.

También Gamaliel, después de quedarse pensativo por unos instantes en los que pareciera querer preguntar algo… Pero se dirige a la salida, sacudiendo la cabeza y los hombros… Y pasa derecho ante Jesús sin mirarlo una vez más.

Jesús lo mira con compasión… Nuevamente levanta su Voz, para que pueda oírse sobre el rumor y para que el gran escriba alcance a oírla. Y aun cuando parece que habla para todos, es indudable que se dirige  a él.

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–                       Quién cree en Mí, no cree en realidad en Mí, sino en Quién me ha enviado. Y el que me ve a Mí, ve al que me ha enviado; que no es otro que el Dios de Israel, porque no hay otro Dios fuera de Él. Por esto os digo, si no podéis creer en Mí, como el que es llamado hijo de José de la estirpe de David e Hijo de María de la misma estirpe. De la Virgen que vio el Profeta que nació en Belén, como las profecías lo declaran. A quién precedió el Bautista como desde hace siglos se dijo; creed por lo menos a la Voz de vuestro Dios, que os ha hablado desde el Cielo. Creed en Mí, como el Hijo del Dios de Israel. Si no creéis a Quien os ha hablado desde el Cielo, no me hacéis ninguna ofensa; sino a vuestro Dios de quién soy Hijo.

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          ¡No permanezcáis en las Tinieblas! He venido como Luz del Mundo; para que quien crea en Mí, no se quede en ellas. No queráis crearos remordimientos que después no podréis aplacar; cuando haya regresado de donde vine y que será un castigo muy duro de Dios, contra vuestra obstinación. Estoy pronto a perdonar mientras estoy entre vosotros, mientras el Juicio no sea hecho, quiero perdonar. Pero mi Padre piensa de manera diferente; porque Yo Soy la Misericordia y Él la justicia.

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     En verdad os digo que si alguien escucha mis palabras y luego no las observa, Yo no lo juzgaré. No he venido al mundo para juzgarlo, sino para salvarlo. Pero hay quién os juzga por vuestras acciones. Mi Padre que me envió, juzga a los que rechazan su Palabra. Quién me desprecia y no reconoce a la Palabra de Dios y no la acepta tiene quién lo juzgue en el último día, la misma Palabra que he pronunciado.

Está dicho: “Nadie se burla de Dios” El Dios de quién se hiciere befa, será terrible para quienes lo juzguen como loco y mentiroso.

Recordad todos vosotros que me habéis escuchado, que mis palabras son de Dios. No he hablado por Mí Mismo, sino que el Padre me envió. Él fue Quién me ordenó lo que tenía que decir y sobre lo que tenía que hablar. Obedezco su mandato porque sé que es justo. Hay vida eterna en cada orden de Dios. Yo vuestro Maestro os doy ejemplo de cómo obedecer las órdenes del Señor. Mi Padre es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El Dios de Moisés, de los Patriarcas y de los Profetas. El Dios de Israel, vuestro Dios.

¡Palabras luminosas que caen en las Tinieblas y se van apoderando poco de los corazones!

Gamaliel

Gamaliel, que se había detenido para escuchar con la cabeza inclinada, vuelve a caminar… Otros le siguen moviendo la cabeza o sonriendo maliciosamente.

Jesús dice a Judas de Keriot:

–                       Ve a donde tienes que ir.

Y volviéndose a los demás, agrega:

–                       Cada quién es libre de ir a donde quiera. Que se queden conmigo los pastores discípulos.

Esteban le pide:

–                       ¡Oh, permíteme quedarme contigo, Señor!

Jesús sonríe y dice:

–                       Vente.

Se separan.

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Judas de Keriot va hacia la Puerta Hermosa y sube varios escalones con su paso largo. Pasa del Atrio de los Gentiles y atraviesa el de las mujeres. Sube otros escalones. Da un vistazo en el Atrio de los Hebreos y con rabia golpea el suelo con su pie, al no encontrar a quien buscaba.

Regresa al interior y al ver a uno de los guardias del Templo, le dice con su acostumbrada arrogancia:

–                       Ve a buscar a Eleazar ben Annás. Que venga inmediatamente a la Puerta Hermosa. Dile que lo espera Judas de Simón, para asuntos importantes.

Se apoya contra una enorme columna a esperar.

Pero, ¿Quién es este hombre y qué hay en su corazón?…

Su alta figura vestida con suma elegancia, se recorta contra el blanco mármol. Su túnica amarilla hace resaltar su piel morena muy clara y sus cabellos castaños y rizados que no son largos, están cortados cuidadosamente alrededor de su cabeza. No usa barba; sus facciones masculinas son armoniosas y perfectas. Sus ojos gris oscuro serían muy hermosos, si no tuvieran esa mirada soberbia y llena de maldad.

Es una hermosura que no atrae, sino que repele y causa miedo. Seguro de sí mismo, le encanta sobresalir. Es convenenciero y está consciente de poseer una gran personalidad, pues también sabe ser maravillosamente encantador.

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A pesar de su juventud y de no ser virgen; casto no se volvió ni siquiera después de conocer a Jesús.

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Judas lleva en su corazón la concupiscencia del dinero, de la carne, del poder. La impureza impidió la obra de Dios en su corazón y favoreció la de Satanás, más que ninguna otra pasión.

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Es un hombre doble, astuto, ambicioso, lujurioso, ladrón, inteligente, culto, audaz… Lo suficientemente codicioso para ser  capaz de allanar el camino más difícil. Vanidoso, pretencioso y ostentoso. Su orgullo lo empujó a querer ser el ministro de un poderoso rey terrenal y ambicionando la gloria, se siente desilusionado en todos sus deseos y esperanzas humanas.

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Ahora está aquí, ansioso de recuperar el favor de los poderosos de Israel. ¡A cualquier precio!…

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Poco después, Eleazar hijo de Annás, Elquías, Simón Boeto, Doras, Cornelio, Sadoc, Nahúm y otros más, acuden con un gran revuelo de vestidos.

Judas habla en voz baja y precipitada:

–                       ¡Esta noche! Después de la cena. En Getsemaní. Id a aprehenderlo. Dadme el dinero.

Elquías dice con sarcasmo:

–                       No. Te lo daremos cuando vengas esta noche a llevarnos. No confiamos en ti. Queremos que vayas con nosotros. ¡Nadie sabe!…

Los otros lo secundan.

Judas se pone colorado de rabia por la insinuación y jura:

–                       ¡Juro por Yeové que digo la verdad!

Sadoc le responde:

–                       Está bien. Pero es mejor obrar así. Cuando sea la hora vas. Tomas a los que tienen que ir a capturarlo. Te vas con ellos, no vaya a suceder que  los estúpidos guardias aprehendan a Lázaro y nos metan en dificultades. Les indicarás con una señal, quién es…

Judas los mira asombrado y boquiabierto.

1hiena

Sadoc lo mira con su sonrisa de hiena y dice:

–                       ¡Compréndenos! Es de noche. No habrá mucha luz. Los guardias estarán cansados, somnolientos. Pero… ¡Si tú los guías! ¡Qué os parece!…  –el pérfido Sadoc de dirige a sus compañeros y luego agrega-  Yo propondría por señal un beso. ¡Sí! ¡Un beso! ¡Es la mejor señal para indicar al Amigo Traicionado! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

Todos lo imitan riéndose. Es en realidad un coro de demonios que se carcajea.

Judas está furioso, pero no se retracta. No retrocede. Sufre por lo que le hacen. Pero no por lo que él va a hacer…

Tanto es así que replica:

–                       Pero no olvidéis que quiero el dinero contante en la bolsa, antes de salir de aquí con los guardias.

Eleazar ben Annás le dice:

–                       Te lo daremos. Te lo daremos. También te obsequiaremos la bolsa, para que puedas conservar en ella las monedas, como reliquia de tu amor. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Hasta pronto víbora! Puedes retirarte.

fariseos (2)

Judas está pálido de rabia. Está ya lívido. Y no perderá ya este color, ni la expresión desesperada de terror… Escapa de prisa.

Cuando se va. Una algarabía de júbilo se desata entre todos los miembros del Sanedrín…

phariseeB

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA