En la casa en donde se llevará a cabo la Cena Pascual, anexa al Cenáculo hay una amplia habitación, donde está María con todas las discípulas.
La Virgen se ve muy demacrada y como si hubiera envejecido de repente. Se le nota la tristeza aun cuando sonría con dulzura. Sus ademanes son los de una persona cansada, como si estuviera oprimida por una idea muy dolorosa…
Jesús llega a la casa con los apóstoles y saluda:
– La paz sea en esta casa.
Y mientras los apóstoles se dirigen hacia el Cenáculo, Él entra en la habitación en donde está la Virgen.
Las discípulas le saludan con profundo respeto y se retiran.
Jesús se abraza a su Madre y la besa en la frente.
María besa primero la mano de su Hijo, luego su mejilla derecha.
Jesús toma a María de la mano y hace que se siente, sin soltarla.
También Él está absorto, pensativo y triste aun cuando se esfuerza por sonreír.
María ve con ansia su rostro. ¡Pobre Madre que por la Gracia y por el Amor, comprende que la Hora ha llegado! En su rostro destacan arrugas de dolor. Sus pupilas contemplan una realidad espiritual…
Pese a esto conserva su serenidad al igual que su Hijo que le habla, la saluda y se encomienda a sus oraciones…
Jesús dice:
– Madre, he venido para beber fuerzas y consuelo de ti. Soy como un pequeñín que tiene necesidad del corazón materno por su dolor y del seno de su madre para tener fuerzas. En estos momentos he vuelto a ser tu pequeño Jesús de otros tiempos.
No soy el Maestro, Madre. Soy solo tu hijo, como en Nazareth, antes de abandonar mi vida privada. Sólo te tengo a ti y no tengo nada más… Los hombres en este momento no son ni amigos, ni leales a tu Jesús. Ni siquiera tienen valor para seguir el bien. Sólo los malos son constantes y decididos en hacer lo que se proponen.
Pero tú me eres fiel y en esta hora eres mi fuerza. Sostenme con tu amor, con tus oraciones. Entre los que más o menos me aman, eres la única que en esta hora sabe orar… Orar y comprender. Los demás están en la fiesta, pensando en ella. Pensando en el crimen, mientras Yo sufro por tantas cosas…
Después de la Fiesta muchas cosas acabarán y entre ellas su modo humano de pensar. Sabrán ser dignos de Mí. Todos… Menos el que se ha perdido y a quién fuerza alguna puede llevarlo ni siquiera al arrepentimiento.
Por ahora son todavía hombres lentos que esperan regocijarse creyendo que está muy cerca mi triunfo. No comprenden que estoy muriendo. Los hosannas de hace pocos días los han embriagado…
Madre, vine para esta hora. Y con alegría sobrenatural la veo aproximarse. Pero no dejo de temerla, porque este cáliz tiene dentro: traición, desilusiones, blasfemias, abandono… Sostenme Madre, como cuando con tus oraciones atrajiste sobre ti al espíritu de Dios, dando al Mundo por medio de Él, al Esperado de las gentes. Atrae ahora sobre tu Hijo la fuerza que me ayude a realizar la Obra para la que vine. Madre… Adiós. Bendíceme, Madre. También por el Padre. Perdona a todos. Perdonemos juntos desde ahora a los que nos torturan.
Jesús ha caído de rodillas a los pies de su Madre y la mira teniéndola abrazada por la cintura. Reclinando la cabeza sobre sus rodillas y levantando su rostro para mirarla una y otra vez.
La luz de una lámpara de aceite de tres mecheros que está en la mesa, cerca de la silla de la Virgen, da de lleno en el rostro de Jesús. Su cabellera está dividida a la mitad de la cabeza. Le cae en largas guedejas onduladas que terminan en pequeños rizos sobre la espalda. Una frente muy amplia, lisa y con las sienes un poco hundidas, en las que se notan las venas bajo la piel de un blanco marfileño, un poco tostado por el sol.
Su nariz larga y recta. Con una leve curvatura para arriba en el nivel de los ojos. Cejas y pestañas tupidas, largas y de color castaño que hacen marco a sus ojos color zafiro muy oscuro. Su boca es regular de labios que no son gruesos ni delgados y muy bien delineados, con una bella curvatura en el centro. Sus dientes son regulares, fuertes, grandes y muy blancos. El rostro ovalado con pómulos perfectos.
La barba tupida en el mentón, está partida en dos y es de un color rubio cobrizo oscuro. Igual que los bigotes que apenas cubren el labio superior. El conjunto es armonioso y bellísimo. Jesús tiene la perfección de la belleza varonil, aunada a una dulzura y una bondad, que lo hacen irresistible.
La Virgen es más blanca. Tal vez porque Ella no ha estado expuesta al sol como su Hijo. Su piel es de un blanco rosado y sus ojos azules, son más claros. Sus cabellos más rubios. Pero, ¡Cómo se parece a Jesús! Con una belleza perfecta, femenina y delicada.
María llora silenciosamente, con su rostro ligeramente alzado por la plegaria que desde su corazón eleva a Dios. Las lágrimas se deslizan abundantes por sus pálidas mejillas y caen sobre su pecho, sobre la cabeza de Jesús que la tiene apoyada contra Él. Luego le pone su mano blanca y pequeña sobre la cabeza, como para bendecirlo. Se inclina y lo besa entre los cabellos. Lo acaricia y se los acomoda. Los acaricia en su espalda, en sus brazos.
Le toma el rostro entre las manos y lo vuelve hacia sí. Se lo estrecha contra el corazón. Con los ojos llenos de lágrimas lo besa en la frente, una vez más en las mejillas y en sus ojos. Acaricia esa pobre y cansada cabeza, como si fuera la de un niño.
Como lo hacía cuando Jesús era pequeño. Pero ahora no canta. Y con una voz que desgarra el corazón…
María sólo dice:
– ¡Hijo! ¡Hijo! ¡Jesús! ¡Jesús mío!
Jesús se levanta y se compone el manto. Queda de pie frente a su Madre que sigue llorando.
La bendice y…
Jesús antes de salir, le dice:
– Madre, vendré otra vez antes de terminar mi Pascua. Ruega por Mí.
Y se va hacia el Cenáculo…
¡El Poder de la Oración de María!…
Jesús es un Dios hecho Hombre.
Un hombre que por no tener mancha alguna, posee la fuerza espiritual para domeñar la carne. ¡Y sin embargo invoca la ayuda de la Llena de Gracia! La cual en aquella hora de expiación también encontrará cerrado el Cielo, pero no en tal forma que no pueda obtener un ángel Ella su Reina, para que consuele a su Hijo.
Oh! ¡No lo pide para Ella, pobre Madre! También Ella saboreó la amargura del abandono del Padre…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA