Mientras tanto en el cenáculo, los apóstoles se dan prisa en terminar los preparativos para la Cena.
Judas se subió sobre una mesa y revisa si hay suficiente aceite en todos los mecheros del gigantesco candil que parece una flor luminosa. Después baja de un salto y ayuda a Andrés a disponer la vajilla sobre la mesa, cubierta con un fino y hermoso mantel.
Andrés dice:
– ¡Qué lino tan rico!
Judas contesta:
– Uno de los mejores de Lázaro. Lo trajo Martha.
Tomás pregunta:
– ¿Ya vieron estas jarras y estas copas? – admirando su propio reflejo en sus delgadas partes curvas y acaricia lentamente las asas labradas a cincel con su conocimiento experto.
Judas pregunta:
– ¿Cuánto costarán?
Tomás contesta:
– Es un trabajo a cincel. Mi padre moriría de gusto por verlas… El oro y la plata en lámina se doblan bien cuando están calientes. Pero tratados así… en un momento se puede echar a perder todo. Basta un golpe fallido… Se necesita tanto fuerza como habilidad. ¿Ves las asas? Las hicieron al mismo tiempo que el resto. No están soldadas. ¡Cosas de ricos!… Piensa que no se ve ni la limadura, ni el desbaste. No sí me comprendes…
– ¡Si te entiendo! Quieres decir que es algo así como quien hace una escultura.
Todos admiran las jarras. Después regresan a sus respectivas ocupaciones, para terminar los preparativos para la cena. Luego entran juntos Pedro y Simón.
Iscariote dice:
– ¡Oh, finalmente habéis regresado! ¿A dónde habéis ido otra vez?
Simón responde secamente:
– Teníamos algo que arreglar.
– ¿Estás de malhumor?
– ¿Tú que piensas?
– Me parece que sí…
– Con lo que se ha oído en estos días y lo que han dicho bocas no acostumbradas a la mentira…
Pedro rezonga entre dientes:
– Y con el hedor de ese… Es mejor que te calles la boca, Pedro.
Judas le dice:
– ¡También tú!… Hace días que me parece que la cabeza no te funciona bien. tienes la cara de un conejo que siente al chacal tras de sí.
Pedro le replica:
– Y tú tienes el hocico de la garduña. ¡Miras en una forma!… Miras como de reojo. ¿Qué esperas o qué quieres ver? Te das importancia y lo quieres demostrar. Pero tambien parece que tuvieras miedo…
– ¡Oh! ¡Claro que tengo miedo! Pero tú tampoco eres un héroe…
Juan interviene:
– Ninguno de nosotros lo es, Judas. Llevas el nombre del Macabeo, pero no lo eres. Yo digo con el mío: ‘Dios es favorable’ (Juan) Pero me siento como si estuviera en desgracia de Dios. Pedro, ‘la roca’ parece tan blando, como cera puesta al fuego; no puede controlarse más. Jamás lo vi que tuviera miedo, aún en las tempestades más furiosas. Mateo, Bartolomé y Felipe, parecen sonámbulos. Mi hermano Santiago y Andrés, no hacen más que suspirar. Mira a los dos primos, a quienes no solo el parentesco, sino el amor, lo unen con el Maestro. Parece que han envejecido. Tomás ha perdido su buen humor. Simón parece el leproso de hace tres años. Se le ve consumido por el dolor, lívido; sin fuerzas.
Iscariote observa:
– Tienes razón, Juan. A todos nos ha sugestionado con su melancolía.
Santiago de Alfeo grita:
– Mi primo Jesús, mi Maestro y Señor como también lo es vuestro, no es un melancólico. Si eso lo dices porque está triste por el dolor que Israel le causa; de lo que somos testigos y por otro motivo que solo Él sabe, afirmo que tienes razón. Pero si con esa palabra insinúas que está loco, ¡Te lo prohíbo!
Iscariote replica:
– ¿Y no es locura una idea fija de melancolía? También yo he estudiado esas cosas. Las sé. Él dio mucho de Sí. Ahora es un hombre mentalmente cansado.
Tadeo, aparentemente muy tranquilo, le pregunta:
– Lo que significa que está loco, ¿No es verdad?
Iscariote responde con afectación llena de veneno:
– Así es. Tu padre comprendió bien las cosas. Tu padre, de santa memoria a quien te pareces tanto por tu rectitud y sabiduría… Jesús, que es el triste destino de una casa demasiado vieja y castigada por la senilidad psíquica, ha tenido siempre tendencia a esta enfermedad. En los primeros días era dulce. Ahora se ha vuelto agresivo…
Tú mismo viste como atacó a los fariseos, escribas, saduceos y herodianos. Se ha hecho la vida imposible y ha convertido su camino en un sendero cubierto de piedras puntiagudas. Y fue Él mismo, el causante… Nosotros… Lo amamos tanto, que el amor nos impidió ver. Pero los que no lo amaron idolátricamente, como tu padre, tu hermano José y sobre todo Simón. Ellos si que vieron las cosas en su punto justo…
Deberíamos prestar atención a sus palabras… Y no lo hacemos porque estamos sugestionados con su dulce fascinación de enfermo. Y ahora…
Judas se interrumpe abruptamente… Porque…
Judas Tadeo que es casi tan alto como Iscariote, está enfrente de él y ha aparentado escucharlo calmadamente… Pero de pronto, le ha dado un soberbio puñetazo, que lo arroja sobre uno de los asientos.
Y con una cólera incontenible se inclina sobre él, lo agarra por el cuello y lo levanta hacia él… Hasta tenerlo con la cara tan cerca, que Iscariote puede sentir su respiración agitada… Y mientras le clava una mirada terrible, con voz ronca por la ira…
Tadeo le dice:
– Esto es por lo de la locura, ¡Reptil! Y solo porque Él está allí… -señala la otra habitación, donde Jesús está con María- Y es la tarde Pascual, no te ahorco… Pero, ¡Piénsalo bien! Si le pasa algo malo y no puedo controlar mi fuerza, nadie te salvará… ¡Levántate! ¡Enervado libertino! ¡Y toma tus providencias!
Judas se levanta pálido y sin reaccionar en lo más mínimo. Paralizado de miedo de que Tadeo pueda estar al tanto de su traición…
¡Y lo más notable, es que nadie protesta por lo que acaba de hacer Judas Tadeo a Iscariote! Al contrario… Todos lo aprueban y cada quién continúa haciendo su labor respectiva. Apenas se ha calmado el ambiente, cuando entra Jesús. Y abriendo los brazos, con su dulce pero triste sonrisa…
Jesús saluda:
– La paz sea con vosotros.
Juan se le acerca y Jesús le acaricia su rubia cabeza.
Sonríe a su primo Santiago y le dice:
– Tu madre te ruega que seas afable con José. Hace poco que preguntó por Mí y por ti. Me desagrada no haberlo saludado.
Santiago contesta:
– Lo podrás hacer mañana.
– ¿Mañana?… Siempre tendré tiempo para verlo. ¡Oh, Pedro! Al fín podremos estar un poco juntos. Desde ayer, tú y Simón parecéis un fuego fatuo. Apenas si los he visto…
Zelote contesta con seriedad:
– Nuestras canas que ya abundan, pueden asegurarte que no estuvimos ausentes porque tuviésemos hambre de carne…
Iscariote lo interrumpe de forma ofensiva:
– Aunque… Toda edad puede tenerla. ¡Los viejos!… ¡Peor que los jóvenes!
Simón lo mira y va a rebatirle, pero se detiene ante la mirada del Maestro…
Jesús pregunta a Iscariote:
– ¿Te duele alguna muela? Tienes la mejilla derecha hinchada y colorada.
Judas contesta:
– Sí. Me duele. Pero no es para tanto…
Nadie dice nada más y todos comienzan a comentar las actividades efectuadas.
Tomás dice:
– Me encontré con Nicodemo y José.
Iscariote, con un marcado interés, pregunta:
– ¿Los viste? Y… ¿Hablaste con ellos?
– Sí. ¿Qué tiene de extraño? José es un buen cliente de mi padre.
Judas trata de borrar la impresión causada con su pregunta y comenta con gran hipocresía:
– Nunca lo habías dicho. Por eso me sorprendí…
Bartolomé dice:
– Raro es que no hayan venido a presentarte sus respetos. Tampoco han venido Cusa, ni Mannaém… Y ninguno de los…
Iscariote lo interrumpe con una risilla llena de sarcasmo:
– El cocodrilo se mete en su guarida cuando llega la hora…
Simón, en una forma insólita en él, con tono agresivo le pregunta:
– ¿Qué quieres decir? ¿Qué insinúas?
Jesús interviene con una gran dulzura:
– ¡Paz, paz! ¿Qué os pasa? Nunca habíamos tenido un escenario tan digno para comer el cordero. Comamos la cena con espíritu de paz. Comprendo que os he turbado mucho con mis instrucciones en estas últimas noches. Pero ya hemos terminado. Juan, ve con alguien más a traer las jarras para la purificación y luego nos sentaremos a la mesa.
Juan, Andrés, Tadeo y Simón; traen lo requerido. Ponen agua en una gran palangana, ofrecen la toalla a Jesús y a los demás. Cuando terminan esto…
Jesús distribuye los asientos:
– Yo me siento aquí. A mi derecha Juan y a mi izquierda mi fiel Santiago. Los dos primeros discípulos. Al lado de Juan, mi fuerte Piedra. Al lado de Santiago, el que se parece al aire. No se le ve, pero siempre está presente y ayuda: Andrés. Junto a él, mi primo Santiago. No te lamentes querido hermano, si doy el primer lugar a los primeros. Eres el sobrino del Justo cuyo espíritu palpita y revolotea a mi alrededor esta noche, más que nunca. Tranquilízate, ¡Padre de mi debilidad de pequeño! Tú que fuiste la encina bajo cuya sombra encontramos protección mi Madre y Yo.
Junto a Pedro, Simón…Simón, ven un momento aquí. Quiero ver tu leal cara. Después no la veré tan claramente, porque otros me la ocultarán. Gracias, Simón. Por todo. –lo besa.
Simón al regresar a su lugar se lleva las manos a la cara con un gesto de dolor.
Jesús continúa:
– Enfrente de Simón mi Bartolomé. Dos hombres honrados y sabios que se parecen mucho. Y cerca tú, Judas Tadeo, hermano mío. Así te puedo ver y me parece que estamos en Nazareth… Cuando alguna fiesta nos reunía alrededor de la mesa. También Caná estuvimos juntos, ¿Te acuerdas? Una fiesta de bodas… El primer milagro… el agua cambiada en vino…
También hoy es una fiesta… También hoy habrá un milagro. El vino cambiará su naturaleza y será…
Jesús se absorbe en sus pensamientos. Con la cabeza inclinada, como aislado en su mundo secreto.
Los apóstoles lo miran sin hablar. La Ley prescribe que se debe comer en la Pascua el cordero, según el rito que el Altísimo había dado a Moisés. Y Jesús, Hijo verdadero del Dios Verdadero pese a ser Dios, no se siente exento de ella. Vive en la tierra. Es un Hombre entre los hombres y debe cumplir con su deber de israelita, mejor que todos los demás. Su misma perfección se lo exige… Levanta su cabeza.
Mira detenidamente a Iscariote y dice:
– Te sentarás frente a Mí.
Judas pregunta:
– ¿Tanto me quieres? ¿Más que a Simón?
– Tanto te amo. Lo has dicho.
– ¿Por qué, Maestro?
– Porque eres el que más ha hecho para contribuir a esta Hora.
Judas mira a Jesús con un dejo de compasión irónica y luego pasea sus ojos sobre todos sus compañeros, con aire de triunfo.
Jesús continúa:
– Junto a ti, de un lado Mateo y del otro, Tomás.
Judas dice:
– Entonces Mateo a mi izquierda y Tomás a mi derecha.
Mateo dice:
– Como quieras. Como quieras. Me basta con tener enfrente a mi Salvador.
Jesús agrega:
– Por último Felipe. ¿Veis? Quien no tiene el honor de estar a mi lado, lo tiene de estar frente a Mí.
Comienza el ritual.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA