206.- EL CRIMEN PERFECTO
Pero María que ha estado orando sin cesar, se da cuenta que se han ido…
¡El Poder de la Oración de María! Jesús lo conoce y por eso, a pesar de ser Dios hecho Hombre en su vientre purísimo, ha invocado su ayuda…
Y Ella ha obtenido la promesa de un consuelo para su Hijo.
Todos los sufrimientos de Jesús, están entrelazado íntimamente con los de su Madre… Como se entrelazan y se cruzan las enredaderas en las selvas tropicales. No se puede cortar una rama sin cortar otra. Algo así como no se puede hacer morir a una madre embarazada, sin que muera el hijo.
María estuvo unida a Jesús, no solo durante los nueve meses de gestación, sino durante toda su vida…
Sus corazones están unidos por fibras espirituales y siempre palpitan al unísono.
No hay lágrima de María que no moje a Jesús.
Y no hay lamento del Hijo que no encuentre un eco fortísimo, en el Corazón Inmaculado de María. Pues desde que lo concibió y aceptó ser la Madre del Redentor, supo que Jesús sería condenado a muerte. Y cuando besaba los tiernos miembros de su cuerpecito de Niño, sabía que serían destrozados por el flagelo.
María habría muerto un millón de veces, con tal de impedir que llegara esta Hora: cuando Jesús adulto debe ser inmolado.
Las profecías son muy explícitas y Ella sabe que debe desear esta Hora, para aceptar plenamente la Voluntad de Dios. Para Gloria de Él y para beneficio del Linaje Humano.
No existió una alegría más larga y culminada en un Dolor más grande, que la de la Madre de los Pecadores.
¡Pobre Madre! También Ella está saboreando la amargura del abandono del Padre. Por este dolor tan inmenso y que se agudiza al oír que su Hijo va al encuentro de su destino… Se dobla hasta que su cara toca el piso y ofrece este dolor por la Redención. Este ofrecimiento obtiene para Jesús el poder superar la Angustia en el Huerto de los Olivos y llevar a cabo la Pasión, bajo todas sus múltiples durezas… Destinadas cada una de ellas a lavar y reparar, tanto cualquier forma de pecado, como sus medios para cometerlo… ¡Cuánto cuesta devolverle los hijos al Padre Celestial!
Mientras tanto en la ciudad…
El silencio nocturno sólo es roto por el chorro de una fuente que cae en el hueco de una piedra. La luna brilla sobre los techos de las casas, pero bajo los puentes que unen casa con casa, hay una oscuridad completa.
Bajo la luz de la antorcha que lleva Simón, se ve el rostro majestuoso y tranquilo de Jesús; que sin embargo revela un cierto cansancio y marca en él, líneas que nunca había tenido.
Juan que va a su lado, lanza una mirada dolorosa a todo lo que ve. Parece un muchacho aterrorizado buscando ayuda.
Simón, que va al otro lado de Jesús, tiene una expresión airada que revela dolorosos pensamientos. Después de Jesús, es el que se mantiene más digno.
Los otros divididos en dos grupos, se cambian frecuentemente y son un fermento. De vez en cuando la voz ronca de Pedro o la de barítono de Tomás, resuenan de un modo extraño. Discuten sobre lo que tiene que hacerse y todos proponen distintas soluciones.
Pedro dice furioso:
– Me lo hubieran dicho antes.
Tomás truena amenazador:
– Yo presentía que algo andaba mal. Lo dije: ‘Vayamos a morir con el Maestro’ ¿Recordáis? Pero, ¡Por nuestro Santísimo Dios! Si hubiera sabido que Judas de Simón era…
Bartolomé lo interrumpe:
– ¿Y qué hubieras querido hacer?
– ¿Yo? Lo mismo que ahora si me ayudáis.
– ¿Qué? ¿Irías a matarlo? Y ¿A dónde?
– No. Me llevaría al Maestro. Es más sencillo.
– No aceptaría.
– No se lo pediría. ¡Lo robaría como se rapta a una mujer!
Pedro exclama:
– ¡No sería mala idea!
E impulsivo como es, regresa y se mete en el grupo de los dos hijos de Alfeo, que junto con Mateo y Santiago de Zebedeo, hablan en voz baja como conjurados.
Pedro les dice:
– Oíd. Tomás dice que se lleva a Jesús. Todos juntos, se podría… De Getsemaní a través de Betfagé hasta Bethania y de allí… A cualquier otra parte… Lo esconderemos… ¿Lo hacemos? Lo ponemos a salvo. Luego regresamos y acabamos con Judas.
Santiago de Alfeo replica:
– Es inútil. Todo Israel es una trampa.
Mateo confirma:
– Y está a punto de cerrarse. Ya se presagiaba… ¡Tanto Odio!
Pedro le apostrofa:
– Pero Mateo, ¡Me das rabia! ¡Tenías más valor cuando eras pecador!… –se vuelve hacia el otro apóstol que camina silencioso y dice- ¡Felipe, di algo!
Felipe que camina solo y parece hablar consigo mismo, alza la vista y se detiene.
Pedro le da alcance y hablan entre sí, en voz baja. Después se juntan con el grupo anterior.
Felipe propone:
– Yo diría que el mejor lugar es el Templo.
Los primos protestan:
– ¿Estás loco?
Mateo:
– Pero, ¡Si es allí donde lo quieren muerto!
Santiago de Zebedeo:
– ¡Pss! ¡Qué tontería!
Felipe confirma:
– Yo sé lo que digo. Lo buscarán por todas partes, menos allí. Tú y Juan tenéis buenos amigos entre los criados de Annás. Se da un buen bocado de oro… ¡Y todo está hecho! ¡Creedme! ¡El mejor lugar para esconder a un perseguido es en la casa del carcelero!
Santiago de Zebedeo protesta:
– Yo no lo hago. Pide el parecer de los demás. Primero el de Juan. ¿Y si después lo arrestan? No quiero que se vaya a decir que he sido yo el traidor…
Pedro se queda aniquilado…
Y dice:
– En esto no había pensado… ¿Y entonces?
Tadeo propone:
– Diría que solo hay una cosa piadosa. La única que podemos hacer. Llevarnos a la Madre…
– ¡Exacto! Pero ¿Quién va? ¿Qué se le dirá? Ve tú. Eres su pariente.
– Yo me quedo con Jesús. Es mi obligación. Tú ve.
Pedro dice excitado:
– ¿Yo? Me he armado con una espada. Para defender a mi Jesús y heriré sin compasión. Si me matan no importa. Lo habré defendido.
Felipe pregunta a Tadeo:
– Pero, ¿Estás seguro de que es Judas de Keriot?
Tadeo responde:
– Lo estoy. Ninguno de nosotros tiene corazón de víbora. Sólo él… Ve tú Mateo a donde está María y dile…
Mateo protesta:
– ¿Yo? ¿Engañarla? ¿Verla a mi lado ignorante de todo y después…? ¡Ah, no! Estoy dispuesto a morir, pero no a traicionar a aquella paloma…
Las voces entretejen un susurro…
Simón dice a Jesús:
– ¿Oyes? Maestro, nosotros te amamos.
Jesús contesta:
– Lo sé. No tengo necesidad de esas palabras, para saberlo. Y si me brindáis paz en el corazón, me hieren el alma.
– ¿Por qué, Señor mío? Son palabras de amor.
– De un amor completamente humano. En verdad que en estos tres años no he logrado nada. Porque sois tan humanos como al principio. Se revuelven en vosotros, todos los miasmas. Pero no es vuestra culpa…
Juan implora:
– ¡Sálvate, Jesús!
– Me salvo.
Juan se reanima:
– ¿De veras? ¡Oh, Dios mío, Gracias! ¿A dónde vamos?
– Yo la muerte. Vosotros a la Fe.
El predilecto pierde el ánimo:
– ¿Pero no acabas de decir que te salvarías?
Jesús dice con firmeza:
– Me salvo. En verdad que me salvo. Si no obedeciese al Padre, me perdería. Por esto, me salvo. ¡Pero no llores así! Tienes menos valor que los discípulos de aquel filósofo griego, de quién te hablé un día. (Sócrates) Estuvieron junto al maestro que moría con la cicuta y lo confortaban con su valor varonil. Tú… tú pareces un chiquillo que hubiera perdido a su padre.
– ¿Y no es así? Más que si perdiera a mi padre. ¡Te pierdo a Ti!…
– No me pierdes porque sigues amándome. Se pierde al que se separa de nosotros por el olvido de la tierra y por el juicio de Dios en el más allá. Pero nosotros nunca estaremos separados. Jamás. Ninguna cosa nos separará.
Pero Juan no entiende razones.
Simón se acerca más a Jesús y en voz baja y en tono confidente, le dice:
– Maestro, yo y Simón Pedro esperábamos haber hecho una cosa buena… Pero Tú qué sabes todo, dime: ¿Dentro de cuantas horas crees que vas a ser capturado?
Jesús contesta:
– Cuando la luna apenas haya llegado a su centro.
Simón da muestras de dolor y de impotencia.
Dice con rabia:
– Entonces todo fue inútil… Maestro. Ahora te lo explico. La noche del lunes, impresionado por tus palabras; Pedro fue a donde yo estaba durmiendo y me dijo: ‘Yo confío en ti. Tú y yo debemos hacer algo por Jesús’ También Judas dijo que quería ocuparse de ello. ¿Cuándo te diste cuenta de que Judas era el Traidor?
– Siempre lo he sabido. Aún antes de que fuese uno de los discípulos. Y para que su crimen no fuese perfecto, tanto en el aspecto humano como en el divino, traté en todas las formas de alejarlo de Mí. Yo no le pedí que me siguiera. Tú lo sabes. Él insistió a pesar de que al principio lo rechacé.
Los que quieren que yo muera son los verdugos de Dios. Él, mi discípulo y amigo es también el Traidor. El Verdugo del Hombre. Es mi primer verdugo; porque me mató con el esfuerzo de tenerlo a mi lado y de tener que protegerlo conmigo Mismo, contra vosotros.
– ¿Y nadie lo sabe?
– Juan. Se lo dije ya casi al final de la cena. ¿Pero qué hicisteis?
– ¿Y Lázaro? ¿De veras que no sabe nada Lázaro? Hoy estuvimos en su casa, porque vino muy de mañana, hizo el sacrificio y regresó sin detenerse ni siquiera en su palacio. Tampoco fue al Pretorio. Él siempre va allí, por costumbre heredada de su padre. Pilatos lo sabe. Se encuentra en la ciudad en estos días…
– Sí. Todos están presentes. Está Roma la nueva Sión, con Pilatos. Está Israel con Caifás y Herodes. Está todo Israel, porque la Pascua ha convocado a todos los hijos de este pueblo, al altar de Dios. ¿Has visto a Gamaliel?
– Sí. ¿Por qué esta pregunta? Mañana lo veré otra vez…
– Gamaliel se encuentra esta noche en Betfagé. Lo sé. Cuando hayamos llegado a Getsemaní, irás a su casa y le dirás: ‘Dentro de poco tendrás la señal que durante veinte años has estado esperando.’ Nada más. Después regresarás con tus compañeros.
– Pero cómo sabes, ¡Oh, Maestro mío! ¡Pobre Maestro que no tiene siquiera el consuelo de ignorar las obras de los demás!
– Dices bien. ¡El consuelo de ignorar! ¡Pobre Maestro! Porque las obras malas son más que las buenas. Pero también veo las buenas y me regocijo.
– Entonces Tú sabes que…
– Simón. Es la hora de mi Pasión. Para hacerla más completa, el Padre me retira la luz conforme se aproxima la hora. Dentro de poco no tendré más que Tinieblas y el espectáculo de lo que son las tinieblas: que son todos los pecados de los hombres. No puedes… No podéis comprenderlo.
Nadie, a no ser que Dios lo llame a una misión especial; comprenderá esta pasión dentro de la Gran Pasión. Y dado que el hombre es material, aun cuando ama y reflexiona, habrá alguien que llorará y sufrirá por los golpes que Yo reciba.
Por los tormentos que soportaré, pero no se podrá igualar esta tortura espiritual, que creedlo vosotros que me estáis escuchando, será la más atroz…
Habla pues, Simón. Guíame por el sendero a donde te trae la amistad que sientes por Mí, porque yo soy un pobre que enceguece y ve fantasmas de cosas que no son reales…
Juan se pega Jesús y le pregunta:
– ¿Qué? ¿No ves más a tu Juan?
– Te veo. Pero los fantasmas surgen de las tinieblas de Satanás. Visiones de pesadillas y de dolor. Todos estamos envueltos esta noche en estos miasmas del Infierno. En Mí trata de crear cobardía, desobediencia y dolor.
En otros, aun cuando no son miedosos ni criminales, fomentará la delincuencia y el pavor. En otros que son ya de Satanás, fomentará la perversión sobrenatural…
Digo esto porque su perfección será a tal grado, que supere las posibilidades humanas y alcance la cumbre de lo sobrehumano.
Simón dice:
– Sí. Desde el martes caminamos mucho para informarnos, para prevenir, para buscar ayuda.
Jesús pregunta:
– ¿Y qué pudisteis hacer?
– Nada. O muy poco.
– Y lo poco será ‘nada’ cuando el pavor paralice los corazones…
– Me he disgustado aún con Lázaro. Es la primera vez que me sucede. Me disgusté porque me parece que no hace nada… él podría hacer algo. Es amigo del Gobernador. ¡Es el hijo de Teófilo!
Desechó todas mis propuestas… Lo dejé, gritándole: ‘Pienso que el amigo de quién habla el Maestro, seas tú. ¡Me causas horror!’ Y no quise regresar a su casa… Esta mañana me llamó y me dijo: ¿Puedes todavía creer que yo sea el Traidor?
Había yo visto antes a Gamaliel, a José y a Cusa. A Nicodemo, a Mannaém y a tu hermano José. Y le dije: ‘Perdona Lázaro, siento que la cabeza me da más vueltas que cuando yo era leproso’ Y así es, Maestro. Siento que yo no soy más yo… Pero, ¿Por qué sonríes?
– Porque eso viene confirmar lo que te dije antes. La neblina de Satanás te envuelve y te turba. ¿Qué respondió Lázaro?
– Dijo: ‘Te comprendo. Ven hoy con Nicodemo. Tengo necesidad de verte.’ Y fui, mientras Simón Pedro fue con los Galileos. Porque tu hermano José, estaba junto con la familia de Caná.’ Pues bien, José supo por un amigo suyo que es pariente político de uno del Templo, que tu captura estaba decidida y dijo a Pedro: ‘Siempre he estado en desacuerdo con Él, pero ha sido por amor. Hasta el momento en que todavía era el Fuerte. Pero ahora que parece un niño en manos de sus enemigos… Y soy su pariente y siempre lo he amado. Estoy con Él. Es deber de sangre y de corazón.’
Jesús sonríe, recordando por un momento, un rostro sereno de aquellas horas de alegría…
Zelote continúa:
– Y José dijo a Pedro: ‘Los fariseos de Galilea son unos áspides, como todos los demás fariseos. Pero la Galilea no es toda farisaica. Aquí hay muchos galileos que lo aman. Vamos a decirles que se reúnan para defenderlo. No tenemos más que puñales. Pero dado el caso, los bastones son armas, si se les maneja bien. Y si no llegan los soldados romanos, habremos dado cuenta de esa vil canalla que son los esbirros del Templo.’
Pedro fue con él y yo fui a la casa de Lázaro, para que viniese con nosotros y abriese su casa para estar contigo. Nos dijo: ‘Debo obedecer a Jesús y estar aquí a sufrir el doble…’ ¿Es verdad?
Jesús confirma:
– Es verdad. Yo le di esas órdenes.
– Pero me dio dos espadas. Son suyas. Una para Mí y otra para Pedro. También Cusa quería darme espadas. Pero… ¿Qué son dos pedazos de hierro contra todo el mundo?
Cusa no puede creer que sea verdad cuanto Tú dices. Jura que no sabe nada y que en la corte no hay otro deseo, más que el gozar de la Fiesta… Un pasatiempo más, como de costumbre. Tanto es así, que dijo a Juana que regrese a una de las casas que tienen en Judea. Pero Juana quiere quedarse aquí. Encerrada en su palacio, como si no estuviese presente. No se va.
Y con ella están Plautina, Ana, Nique y dos romanas de la casa de Claudia: Valeria y Plautina. Ruegan, lloran y hacen rogar a los niños inocentes. Pero no es tiempo de oraciones. Lo es de sangre. Siento que retorna en mí el Zelote y ardo en deseos de matar, por venganza…
Jesús se muestra muy severo:
– ¡Simón! Si hubiera querido dejarte morir como un maldito, no te hubiera sacado de la desolación.
Zelote se muestra compungido y dice:
– ¡Oh! ¡Perdón Maestro, perdón!… Estoy como borracho. Como uno que delira.
– ¿Qué dice Mannaém?
– Que no puede ser verdad. Y que si lo fuese. Te seguirá hasta el suplicio.
– ¡Ved como todos vosotros confiáis en vosotros mismos!… ¡Cuánta soberbia hay en el hombre! Nicodemo y José. ¿Qué saben?
– No más que yo. Tiempo hace que en una asamblea, José se puso en mal con el Sanedrín porque los llamó ‘Asesinos. Pues quieren matar a un inocente’ y les dijo: ‘Aquí todo es contra la Ley. Él dice bien. la Abominación está en la Casa el Señor. Este altar va a ser destruido porque ha sido Profanado’
No lo lapidaron porque se trata de él. Pero desde entonces le han ocultado todo. Tan solo Gamaliel y Nicodemo siguen siendo amigos suyos. Pero Gamaliel no habla y Nicodemo… Tanto él como José no fueron llamados al Sanedrín, para las resoluciones definitivas.
Ellos se reúnen ilegalmente en diferentes casas, a diversas horas por el miedo que sienten por sí mismos y de Roma. ¡Ah! Me olvidaba… Los pastores. También ellos están con los Galileos. ¡Pero somos tan pocos!… ¡Si Lázaro hubiera querido escucharme y hubiera ido al Pretor! Pero no nos escuchó… Dijo que todo era inútil…
– ¿Qué dijo el rabí?
– Dijo: “No conozco exactamente los intentos de Caifás. Pero os digo que la profecía se refiere tan sólo al Mesías. Y como yo no reconozco en este profeta al Mesías, no encuentro por qué deba uno excitarse.
Un hombre bueno, amigo de Dios será matado. Pero, ¿De cuántos semejantes a Él, Sión no ha bebido su sangre?” Y como insistiéramos en tu Naturaleza Divina, repitió terco: “Cuando vea la Señal, creeré” Y prometió abstenerse de votar contra Ti y así tal vez persuada a los demás a que no te condenen. ¡No cree, no cree!… Si se pudiese llegar a mañana… ¡Oh! ¿Qué haremos?
Simón está desconsolado.
Jesús ordena:
– Tú irás a la casa de Lázaro y tratarás de llevarte contigo a los más que puedas. No sólo de los apóstoles, sino también de los discípulos que entraréis extraviados en los campos. Procura ver a los pastores y dales esta orden: la casa de Bethania es la casa de la buena hospitalidad. Quién no tenga el valor de enfrentarse al odio de todo un pueblo, que se refugie allí a esperar…
– Pero nosotros no te dejaremos.
– No os separéis. Divididos no valéis nada. Unidos seréis todavía una fuerza. Simón: prométeme esto. Tú eres sereno, leal; eres un hombre de palabra y tienes preponderancia sobre Pedro. Tienes conmigo una gran deuda. Te lo recuerdo por primera vez, para obligarte a obedecerme. Mira: estamos ya en el Cedrón. De allí viniste a Mí, leproso y de allí saliste limpio. Por lo que Yo te di, da al Hombre. Ahora el leproso soy Yo…
Los dos discípulos gimen al mismo tiempo:
– ¡Nooo! ¡No lo digas!
– ¡Así es! Pedro y mis hermanos serán los que más anonadados se sentirán. Mi honrado Pedro se sentirá como un criminal y no tendrá paz. Y mis hermanos no tendrán valor para mirarse, ni mirar a mi Madre… Te los encomiendo.
Juan dice:
– ¿Y yo, que seré, Señor? ¿No piensas en mí?
Jesús dice con mucha dulzura:
– ¡Oh, pequeñito mío! Tú estás confiado al Amor. Y es tan robusto que te guiará como una madre. Te dejo sobre las aguas del amor, que son tranquilas y profundas y no me hacen dudar nada de tu futuro.
Se vuelve a su otro apóstol y agrega:
– Simón. ¿Has entendido? ¡Prométeme! ¡Prométeme!… ¡Antes de vengan los demás!…
Parte el corazón ver a Jesús tan angustiado.
Zelote contesta afligido:
– Te lo prometo, Señor.
– ¡Oh, gracias! ¡Seas bendito!
Se reúne todo el grupo.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
205.- VOSOTROS SERÉIS DIOSES
Felipe dice:
– Señor, muéstranos al Padre, seremos como ellas y eso nos basta.
– Hace tiempo que estoy con vosotros y tú Felipe, ¿Todavía no me has conocido? Quién me ve a Mí, ve a mi Padre. ¿Cómo puedes decir muéstrame al Padre? ¿No logras creer que Yo estoy en mi Padre y el Padre en Mí?
Las palabras que os digo, no las digo por Mí. El Padre que mora en Mí, lleva a cabo cada obra mía. Os lo digo y os lo afirmo: Quien cree en Mí, realizará las obras que Yo hago y hará mucho mayores; porque me voy donde el Padre. Y todo cuanto pidiereis al Padre en mi Nombre, lo haré Yo, para que el Padre sea glorificado en su Hijo.
Haré todo lo que me pidiereis en mi Nombre. En virtud de este Nombre, todo es posible. Quien piensa en mi Nombre me ama y me alcanza. Pero no basta amar. Hay que observar mis órdenes, para alcanzar el verdadero Amor. Las obras son las que dan testimonio de los sentimientos.
Si ustedes me aman, guardarán mis Mandamientos y Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador que permanecerá siempre con vosotros. A quién Satanás y el Mundo no podrán hacer daño alguno. Este es el Espíritu de Verdad que el mundo no puede recibir, que no puede hacerle mal, porque no lo ve y no lo conoce.
Se burlará de Él. Pero Él está muy por arriba, de tal modo que la befa no le llegará. Mientras que Misericordiosísimo sobre toda medida, estará siempre con quien lo amare; aun cuando sea pobre y débil. Vosotros lo conoceréis; porque está ya viviendo con vosotros y pronto estará en vosotros. Y permanecerá siempre con vosotros.
No os dejaré huérfanos. Regresaré a vosotros. Dentro de poco el Mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; porque Yo vivo y vosotros vivís. Porque viviré y vosotros también. En ese día conoceréis que estoy en mi Padre y vosotros en Mí y Yo en vosotros.
El que ama, es el que acepta mis preceptos y los observa. El que me ama será amado por mi Padre y poseerá a Dios, porque Dios es Caridad. Y quién ama tiene a Dios en sí. Yo lo amaré porque veré en él a Dios y me manifestaré haciéndome conocer en los secretos de mi Amor, de mi sabiduría, de mi Divinidad Encarnada.
Estos serán los modos como regresaré entre los hombres a quienes amo. Aunque sean débiles, aunque sean mis enemigos. Éstos serán sólo débiles. Los robusteceré. Diré: ‘¡Levántate!’, gritaré: ‘¡Sal fuera!’, ordenaré: ‘¡Sígueme!’, Mandaré: ‘¡Oye!’, avasallaré: ‘¡Escribe!’… y entre éstos estáis vosotros.
Tadeo pregunta:
– ¿Por qué Señor, te manifestarás a nosotros y no al mundo?
– Porque me amáis y observáis mis palabras. Quien hiciere así, mi Padre lo amará. Vendremos a él y haremos en él nuestra mansión. El que no me ama no guarda mis palabras y obra según la carne y el mundo. Cuando venga a vosotros el Consolador. El Espíritu Santo que el Padre mandará en mi Nombre, entonces comprenderéis y Él os enseñará todo y os traerá a la memoria cuanto os he dicho.
Os dejo mi Paz. Os doy mi paz. Os la doy, no como la da el mundo. La paz que os doy es más profunda. Yo me comunico a Mi Mismo en este adiós a vosotros. Os comunico mi Espíritu de Paz, como os he entregado mi Cuerpo y mi Sangre; para que en vosotros exista una gran fuerza, en la batalla que se acerca.
Satanás y el Mundo han declarado la Guerra contra vuestro Jesús. Es su Hora. Conservad en vosotros la Paz, mi Espíritu, que es espíritu de Paz, porque Yo Soy el Rey de la paz. Tenedla para que no os encontréis muy abandonados. Quién sufre teniendo la Paz de Dios en sí; sufre pero no blasfema, ni se desespera.
No lloréis. Si me amaseis más allá de lo que veis en Mí, os alegraríais inmensamente, porque regreso al Padre, después de un largo destierro. Voy a donde está El que es Mayor que Yo y que me ama.
Os lo digo ahora… Antes de que se realice. Así como os he contado los sufrimientos del Redentor antes de salir a su encuentro; para que cuando todo se cumpla, creáis más en Mí. ¡No os conturbéis de este modo! ¡No perdáis los ánimos! Vuestro corazón tiene necesidad de control… ¡Hay tantas cosas que quisiera deciros!…
Llegado al término de mi evangelización, me parece que falta mucho por hacerse. ¿Acaso no he cumplido con mi oficio? ¿Dudaré?… ¡No! Pongo mi confianza en Dios y a Él os confío, amados amigos. Él completará la Obra de su Verbo. No soy como un padre que está por morir y a quién no le queda otra luz, más que la humana.
Yo tengo mi esperanza en Dios. Y me dirijo tranquilo a mi destino. Sé que está por bajar otra lluvia sobre las semillas arrojadas en vosotros, que hará que germinen todas. Luego vendrá el sol del Paráclito y se convertirán en un poderoso árbol…
El Príncipe de este Mundo está por venir. Aquel con quien no tengo nada que ver. No podría nada sobre Mí, si no fuese por la razón de querer redimiros. Esto sucede porque quiero que el mundo conozca que amo al Padre. Y lo amo hasta obedecerlo en la Muerte. Y de este modo cumplo lo que me ha mandado.
Es hora de irnos. Oíd las últimas palabras. Yo soy la Vid verdadera. El Padre, es el agricultor. A todo sarmiento que no produce fruto, Él lo corta. Y poda al que produce, para que produzca más. Os habéis ya purificado con mi Palabra. Permaneced en Mí y Yo estaré en vosotros, para que lo sigáis estando. El sarmiento que ha sido separado de la Vid, no puede producir fruto. De igual modo vosotros si no permanecéis en Mí. Yo soy la Vid y vosotros los sarmientos.
El que permanece unido a Mí, produce muchos frutos. Pero si uno se separa, se convierte en rama seca, que se arroja al fuego, para que se queme. Permaneced pues en Mí y que mis palabras queden en vosotros. Luego, pedid cuanto queráis, que se os dará. Mi Padre será cada vez más glorificado, cuanto más produzcáis frutos y seáis mis discípulos.
Como el Padre me ha amado, así también Yo a vosotros. Permaneced en mi Amor que salva. Si me amáis, seréis obedientes y la obediencia aumenta el amor recíproco. No digáis que estoy repitiendo lo mismo. Conozco vuestra debilidad. Quiero que os salvéis. Os digo esto para que la alegría que os quise comunicar, exista en vosotros y sea perfecta. ¡Amaos! ¡Amaos! ¡Este es mi nuevo mandamiento!
Amaos mutuamente, más de lo que cada uno se ama a sí mismo. El amor del que da su vida por sus amigos, es mayor que cualquier otro. Vosotros sois mis amigos y doy mi vida por vosotros. Haced lo que os he enseñado y mandado. No digo que sois mis siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su dueño. Entretanto que vosotros sabéis lo que hago.
Todo lo sabéis respecto a Mí. Y fui quién os eligió y lo hice para que vayáis entre los pueblos y produzcáis frutos en vosotros y en los corazones de los evangelizados; vuestro fruto permanezca y el Padre os conceda lo que pidáis en mi Nombre.
No digáis: “Si Tú nos has escogido, porqué escogiste a un traidor. Si todo lo sabes, ¿Por qué lo hiciste? ” No preguntéis ni siquiera quién sea ese tal. No es un hombre. Es Satanás. Lo dije a mi fiel amigo y permití que lo dijese. Es Satanás.
Si Satanás el Eterno Comediante, no se hubiera encarnado en un cuerpo mortal; este hombre poseído no habría podido escapar a mi poder. He dicho ‘poseído’. No. Es algo mucho más: es un entregado a Satanás, por su propia voluntad.
Santiago de Alfeo pregunta:
– ¿Por qué Tú que has arrojado demonios, no lo libraste de él?
Jesús contesta:
– ¿Me lo preguntas porque amándome tienes miedo de ser tú? No temas.
Varios preguntan al mismo tiempo:
– Entonces, ¿Yo?
– ¿Yo?
– ¿Yo?
Jesús ordena:
– Callaos. No diré su nombre. Tengo misericordia. Tenedla también vosotros.
Tomás pregunta:
– ¿Pero por qué no lo venciste? ¿No pudiste?
– Podía. Pero si hubiera impedido a Satanás que se encarnara para matarme, habría tenido que exterminar a la raza humana, antes de su Redención. Y entonces, ¿Qué habría redimido?
Pedro se arrodilla y sacude frenéticamente a Jesús, como si estuviese bajo el influjo de un delirio:
– Dímelo, Señor. Dímelo. ¿Soy yo? ¿Soy yo? Me examino… No me parece. Pero Tú dijiste que te negaré… Yo tiemblo de miedo… ¡Oh, qué horror que sea yo!…
Jesús niega:
– No Pedro. No eres tú.
– ¿Entonces quién?
Tadeo grita sin poder contenerse más:
– ¡Quién otro, sino Judas de Keriot! ¿No lo has comprendido?
Pedro grita:
– ¿Por qué no lo dijiste antes? ¿Por qué?
Jesús ordena:
– Silencio. Es Satanás. No tiene otro nombre. ¿A dónde vas, Pedro?
– A buscarlo.
– Deja inmediatamente tu manto y esa espada. ¿O quieres que te arroje de Mí y te maldiga?
– ¡No, no! ¡Oh, Señor mío! Pero yo… pero yo… ¿Deliro acaso? ¡Oh! ¡Oh!…
Pedro se ha postrado en tierra y llora a los pies de Jesús.
Jesús dice terminante:
– Os ordeno que os améis. Que perdonéis. ¿Habéis comprendido? Si en el mundo existe el Odio, en vosotros sólo debe existir el Amor. Un amor para todos. ¡Cuántos traidores encontraréis por vuestro camino! Pero no deberéis odiarlos y devolverles mal por mal. De otro modo el Padre os odiará… Antes que vosotros he sido objeto de odio y se me ha traicionado.
Y sin embargo lo estáis viendo, no odio. El mundo no puede amar lo que no es como él. Por esto no os amará. Si fueseis suyos os amaría. Pero no lo sois, porque os tomé de en medio de él y éste es el motivo por el cual os odia.
Os he dicho: el siervo no es más que el patrón. Si me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. Si me hubieran escuchado, también a vosotros os escucharían. Pero todo lo harán por causa de mi Nombre; porque no conocen y no quieren conocer, al que me ha enviado.
Si Yo no hubiera venido y no les hubiese hablado, no serían culpables. Pero ahora su pecado no tiene excusa. Han visto mis obras, oído mis palabras… Con todo, me han odiado y además a mi Padre, porque Yo y el Padre somos una sola unidad con el Amor. Está escrito: ‘Me odiaron sin motivo alguno’
Pero cuando venga el Consolador, el Espíritu de Verdad que procede del Padre, dará testimonio de Mí y también vosotros, porque desde el principio habéis estado conmigo.
Esto os lo he dicho para que cuando llegue la hora; no quedéis acobardados, ni escandalizados. Pronto va a llegar el tiempo en que os arrojarán de las sinagogas y cuando el que os matare, pensará dar culto a Dios con lo que hace.
No han conocido, ni al Padre, ni a Mí. Esa es la única razón que puede excusarlos. Antes no os lo había dicho tan claro, porque erais como niños recién nacidos. Ahora vuestra madre os deja. Me voy. Debéis acostumbraros a otra clase de alimento. Quiero que lo conozcáis.
Ninguno me pregunta de nuevo ¿A dónde vas? La tristeza os ha vuelto mudos. Y con todo es bueno que me vaya, de otro modo el Consolador no vendrá. Os lo mandaré. Y cuando venga, por medio de la sabiduría y de la palabra; de las obras y del heroísmo que os infundirá; convencerá al mundo de su pecado deicida y de mi verdadera santidad.
El mundo se dividirá claramente en dos partes: la de los réprobos, enemigos de Dios y en la de los creyentes. Estos serán más o menos santos según su voluntad. Pero se juzgará al Príncipe del Mundo y a sus secuaces. No puedo deciros más, porque por ahora no lo podéis comprender. Cuando venga el Paráclito os lo dirá.
Todavía nos veremos un poco. Después no me veréis más. Y poco después, de nuevo me veréis.
Dentro de vosotros mismos estáis dialogando. Oíd una parábola. La última que os dice vuestro Maestro: cuando una mujer está encinta y llega la hora del parto, se encuentra en medio de una gran aflicción, sufre y llora. Pero cuando nace el pequeño, lo estrecha contra su corazón. Todo dolor desaparece. Su tristeza se cambia en alegría, porque ha venido al mundo un nuevo ser.
Así también vosotros. Lloraréis y el mundo se reirá de vosotros. Pero después vuestra tristeza se cambiará en alegría, una alegría que el mundo jamás conocerá. Ahora estáis tristes, pero cuando me volváis a ver, vuestro corazón se llenará de una alegría tal, que nadie podrá arrebatárosla. Una alegría tan completa que no tendréis necesidad de pedir para la mente, el corazón y el cuerpo. Os alimentaréis solo con verme, olvidando cualquier otra cosa.
Pero por esto mismo podréis pedir todo en mi Nombre y el Padre os lo dará, para que vuestra alegría sea siempre mayor. Pedid. Pedid y recibiréis.
Ya llega la hora en que os podré hablar abiertamente del Padre. Porque permaneceréis fieles en la prueba y todo será superado. Vuestro amor será perfecto porque os habrá ayudado en la prueba. Y lo que os faltare lo daré al tomarlo de mi inmenso tesoro, diciendo: “Padre, mira. Estos me han amado creyendo que vine de Ti” Bajé al Mundo, ahora lo dejo. Voy al Padre y rogaré por vosotros.
Los apóstoles exclaman:
– ¡Oh!
– ¡Ahora te explicas!
– Ahora comprendemos lo que quieres decir y entendemos que sabes todo y que respondes sin que nadie te haya preguntado.
– ¡Verdaderamente has venido de Dios!
Jesús dice:
– ¿Creéis ahora? ¿En los últimos momentos? ¡Hace tres años que os estoy hablando!, Pero ya ha empezado a obrar en vosotros el Pan que es Dios y el Vino que es Sangre que no ha brotado de algún hombre y os causa el primer estremecimiento de ser divinos.
Llegaréis a ser dioses si perseveráis en mi amor y en ser míos. No como lo dijo Satanás a Adán y a Eva.
Sino como Yo os digo. Es el verdadero fruto del Árbol del Bien y de la Vida. Quién se alimenta de él, vence al Mal y la Muerte no tiene poder. Quien coma de él, vivirá para siempre y se convertirá en ‘dios’ en el Reino Divino. Vosotros seréis dioses si permanecéis en Mí.
Y sin embargo… aun cuando tenéis en vosotros este Pan y esta Sangre, está llegando la hora en qué seréis dispersos. Os iréis por vuestra cuenta y me dejaréis solo… NO. No lo estoy. Tengo al Padre conmigo. ¡Padre! ¡Padre, no me abandones! Os he dicho todo… para que tengáis paz… Mi Paz. Una vez más os veréis atribulados. Pero tened confianza que Yo he vencido al Mundo.
Jesús abre los brazos en forma de cruz y recita al Padre con el rostro radiante, la sublime plegaria:
Padre, ha llegado la Hora. ¡Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te de Gloria a Ti!
Tú le diste poder sobre todos los mortales y quieres que comunique la Vida Eterna a todos aquellos que le encomendaste. Y esta es la Vida Eterna.Conocerte a Ti, único Dios Verdadero y al que Tú has enviado, Jesús el Cristo.
Yo te he glorificado en la Tierra y he terminado la Obra que me habías encomendado. Ahora Padre, dame junto a Ti la misma Gloria que tenía a tu lado antes de que comenzara el Mundo.
He manifestado tu Nombre a los hombres. Hablo de los que me diste, tomándolos del mundo. Eran tuyos y Tú me los diste y han guardado tu Palabra. Ahora reconocen que todo aquello que me has dado, viene de Ti. El mensaje que recibí, se los he entregado y ellos lo han recibido. Y reconocen de verdad que Yo he salido de Ti y creen que Tú me has enviado.
Yo ruego por ellos, no ruego por el Mundo. Sino por los que son tuyos y que tú me diste. Pues todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Yo ya he sido glorificado a través de ellos.
Yo ya no estoy en el Mundo. Pero ellos se quedan en el Mundo; mientras Yo vuelvo a Ti. Padre Santo, guárdalos en ese Nombre tuyo que a Mí me diste, para que sean uno como nosotros.
Cuando estaba con ellos Yo los cuidaba en tu Nombre. Pues Tú me los habías encomendado y ninguno de ellos se perdió; excepto el que llevaba en sí la perdición. Pues en esto debía de cumplirse la Escritura. Pero ahora que voy a Ti y estando todavía en el mundo, digo estas cosas para que tengan en ellos la plenitud de mi alegría.
Yo les he dado tu mensaje y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo. Como tampoco Yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo.
Conságralos mediante la Verdad: Tu Palabra es Verdad. Así como Tú me has enviado al mundo. Así también los envío al mundo. Por ellos ofrezco el Sacrificio, para que también ellos sean consagrados en la Verdad.
No ruego solo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en Mí por su palabra. Que todos sean uno, como Tú Padre estás en Mí y Yo en Ti. Que ellos también sean uno en nosotros; para que el mundo crea que Tú me has enviado.
Yo les he dado la Gloria que Tú me diste, para que sean uno como nosotros somos Uno. Yo en ellos y Tú en Mí. Así alcanzarán la perfección en la unidad y el Mundo conocerá que Tú me has enviado y que Yo los he amado a ellos, como Tú me amas a Mí.
Padre, ya que me los has dado, quiero que estén conmigo, donde Yo estoy y que contemplen la Gloria que Tú ya me das; porque me amabas antes de que comenzara el Mundo.
Padre Justo, el mundo no te ha conocido. Pero Yo te conocía y éstos a su vez han conocido que Tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se los seguiré dando a conocer; para que el amor con que Tú me amas esté en ellos y también Yo esté en ellos. +
Se oyen los sollozos de todos los apóstoles. Cantan un himno.
Jesús los bendice y luego dice:
– Tomemos los mantos y vámonos. Andrés, di al dueño de la casa, que deje todo así, porque es mi voluntad. Mañana os dará júbilo volver a ver este lugar.
Jesús mira lentamente a su alrededor. Parece bendecirlo todo en este Cenáculo que será la primera Iglesia Cristiana…
Luego se echa encima el manto y sale seguido de sus discípulos. A su lado va Juan, sobre el que se apoya… éste le pregunta:
– ¿No te despides de tu Madre?
– No. Ya lo hice. Ahora no hagáis ruido.
Simón, con la antorcha que ha encendido, ilumina el ancho corredor que lleva hasta la puerta. Pedro abre con cuidado el portón, salen todos a la calle.
Y con la llave la cierra por fuera. Se ponen en camino y atraviesan por el puentecillo el torrente del Cedrón…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA