223.- CALVARIO DE LA VIRGEN MADRE16 min read

calvario

El sol corre hacia su ocaso. Nicodemo y José de Arimatea corren apresurados  a la Torre Antonia, para solicitar de Pilatos el Cuerpo de Jesús y se encuentran con el siguiente espectáculo…

Por el campo, por el monte, muros y más allá… Muchos vagan en medio de un aire pesado, algunos con cara de estúpidos… Hay gritos, gemidos, lamentos…

Entre los del Sanedrín…

Cananías grita:

–                       ¡Su Sangre se convirtió en fuego para nosotros!

Eleazar ben Annás:

–                       ¡Se apareció en medio de los rayos Yeové, para maldecir el Templo!

Doras, llorando:

–                       ¡Los sepulcros! ¡Los sepulcros!

José al entrar a la ciudad agarra a uno que se está dando golpes contra la muralla. Es Simón Boeto…

Lo sacude y le pregunta:

–                       Simón, ¿Qué estás haciendo? ¿Qué deliras?

El Fariseo, con la mirada extraviada por el terror, contesta:

–                       ¡Déjame! ¡También tú, eres un muerto!  ¡Todos los muertos!… ¡Todos están afuera!… ¡También mi padre!… ¡Y me cubren de maldiciones!

1rmuertos

Nicodemo dice:

–                       Ha enloquecido.

Lo dejan y siguen aprisa hacia el Pretorio.

La ciudad es presa del terror. Mucha gente va de un lado para otro, golpeándose el pecho. Muchos dan un salto para atrás y se vuelven espantados al oír voces o pasos.

En una vuelta de una calle, Nicodemo se encuentra con otro Fariseo que primero al verlo intentó huir. Luego lo reconoció e impelido por un sentimiento extraño. Se le colgó del cuello llorando histérico…

José exclama:

–                       Pero, ¡Si es Simón de Cafarnaúm!

El hombre aúlla aterrorizado:

–                       ¡No me maldigas! ¡Mi madre se salió de la tumba diciéndome: ‘Eres un maldito para siempre!’ –y se encorva estremecido por los sollozos gritando-  ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo!…

Tanto José como Nicodemo dicen al mismo tiempo:

–                       ¡¡Todos están locos!!

Llegan al Pretorio. Mientras esperan a que el Procónsul los reciba, se enteran del porqué de tanto miedo…

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Por la fuerza del movimiento telúrico, muchos sepulcros se abrieron y hay quienes juran haber visto esqueletos que por momentos parecían seres humanos íntegros e iban acusando a los culpables del Deicidio y los maldecían…

Los dos amigos entran en el atrio del Pretorio sin escrúpulo alguno de contaminación y hablan con Poncio Pilatos…

Mientras tanto en el Calvario, Gamaliel va subiendo casi sin aliento los últimos metros antes de llegar a la meseta de la cima. Sigue angustiado, golpeándose el pecho y cuando llega a la primera de las dos plazoletas, se postra sobre la tierra. La blancura de sus vestiduras sacerdotales, contrasta con lo amarillento del suelo.

Y entre sollozos suplica:

–                       ¡La Señal!  ¡La Señal! ¡Dime que me perdonas! ¡Un gemido! ¡Tan sólo un gemido! ¡Para decirme que me escuchas y me perdonas!…

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Un oficial romano le pega con un asta. Es el centurión Octavio…

Y le ordena con  severidad:

–                       ¡Levántate y deja de hablar!  ¡De nada sirve ya!… Deberías haberlo pensado antes. ¡Está muerto!

Yo pagano, te lo aseguro que Éste, a quién habéis Crucificado; era realmente el Hijo de Dios.

Gamaliel levanta su cara angustiada y aterrorizada. Quiere ver más allá de lo que le permite la luz crepuscular y…

Gamaliel exclama:

–                       ¿Muerto? ¿Has muerto? ¡Oh!…

Mira hacia el cadalso. Se convence de que Jesús ha muerto.

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Ve el grupo piadoso que trata de consolar a María.  A Juan, llorando de pie, a la izquierda de la Cruz.  A Longinos de pie a la derecha, muy respetuoso…

Gamaliel se arrodilla. Extiende sus brazos, lloroso y…

El gran doctor de Israel exclama:

–                       ¡Eras Tú! ¡Eras Tú! Ya no podemos esperar perdón.  Pedimos que tu Sangre cayese sobre nosotros. Y ahora grita al Cielo y él nos maldice. Pero Tú eres la Misericordia. Yo te lo digo. Yo, el rabí envilecido de Judá: ‘Que tu Sangre, por piedad, caiga sobre nosotros.

Rocíanos con ella porque es la única que puede alcanzarnos el Perdón…Llora. Luego confiesa su secreto tormento:Jesus-muere-centurion-velo-templo (2)

Tengo la señal pedida. Pero siglos y siglos de ceguera espiritual se yerguen contra mi vista interior. Y contra mi voluntad de ahora, se levanta la voz de mi pensamiento soberbio de ayer… ¡Piedad de mí! Luz del Mundo. De las tinieblas que no te comprendieron.

Envíame un rayo tuyo. Soy el viejo judío fiel, con lo que creí que era justicia. Pero era error. Soy ahora un desierto desnudo, sin ninguno de los antiguos árboles de esa fe. Sin ninguna semilla o tallo de la Fe nueva. Soy un desierto seco.

Haz el milagro de que nazca una flor que tenga tu Nombre, en el pobre corazón de este terco, viejo israelita. Penetra Tú, en mi pensamiento esclavo de las fórmulas. Tú que Eres el Libertador.

Isaías lo dijo: “…Pagó por los pecadores y tomó sobre Sí, los pecados de muchos.” ¡Oh! ¡También los míos, Jesús de Nazareth!…

Se levanta. Mira la Cruz que se ve cada vez más clara, porque la luz está poco a poco, más fuerte…

Y se va encorvado. Envejecido. Aniquilado…

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Vuelve el silencio al Calvario, apenas interrumpido por el llanto de la Virgen. Regresan aprisa Nicodemo y José, diciendo que tienen el permiso de Pilatos.

Longinos manda a Octavio, para cerciorarse de lo que debe hacer con los dos ladrones. Éste parte al galope y después regresa con la orden de que se debe entregar el cuerpo de Jesús a los judíos que traen el permiso y de hacer el crurifragio en los otros.

Longinos llama  los verdugos y ordena que los acaben a golpes de cachiporra. Éstos obedecen.

Dimas no dice nada. Se le golpea en las rodillas y luego en el corazón. En medio de ambos golpes, pronuncia el Nombre de Jesús y muere pronunciando este Nombre…

Gestas el otro ladrón, continúa con sus maldiciones y así lo hace hasta morir con un lúgubre estertor…

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Mientras tanto José y Nicodemo, junto con Juan, desclavan el Cuerpo de Jesús y lo bajan de la Cruz. Lo entregan en brazos de su Madre, que lo recibe sobre sus rodillas.

Parece un niño cansado que durmiera sobre el pecho maternal. María, lo llama con una voz desgarradora. Lo llena de besos y lágrimas que derrama sobre sus múltiples heridas.

Le arregla la barba con cuidado y trata de arreglarle los cabellos, que también están pegajosos de sangre. Al hacerlo se encuentra espinas y se pica al querer quitar la corona. Y no permite que le ayuden.

muerto

Parece que tuviera entre sus manos la cabeza de un recién nacido. Tanta es la delicadeza y la ternura con que lo hace.

Cuando logra quitar la corona, se inclina a besar las heridas que las espinas produjeron. Con mano temblorosa separa los cabellos desordenados y llora, con un llanto casi silencioso que es más impresionante. Sus lágrimas caen sobre el Cuerpo de su Hijo, que está helado y ensangrentado…

Lo acaricia delicadamente en todos esos miembros heridos y tan amados… Y lo baña con sus lágrimas. Una y otra vez, lo llena de besos, de lágrimas y de caricias.

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Toca con tanto amor su rostro, los agujeros de sus manos. Las rodillas y las piernas. El tórax. Y al hacerlo, su mano encuentra el desgarro del costado.

La pequeña mano delgada entra casi toda en la amplia abertura de la herida. María se inclina y ve el pecho abierto y el corazón de su Hijo. Grita como si una espada le hubiera atravesado el corazón.

Y se tumba sobre el cuerpo de su Hijo. Parece como si Ella también hubiera muerto.

La socorren. La consuelan. Quieren quitarle el cadáver…

María grita:

–                       ¿Dónde te pondré, Hijo mío? ¿Dónde, dónde… que esté seguro y que sea digno de Ti?

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José de Arimatea se inclina profundamente ante Ella y le dice con la mano sobre su pecho y…

Con mucha reverencia:

–                       ¡Consuélate! Mi sepulcro es nuevo y digno de un noble. Se lo entrego a Él. Y mi amigo Nicodemo que ya está en el sepulcro, ha traído los aromas que él ofrece de su parte. Te ruego que nos permitas hacerlo porque ya es la Parasceve. ¡Permítenoslo! ¡Oh, Mujer Santa!

María consiente. Y en los mantos que sirven de camilla, los tres varones de la pequeña comitiva, trasladan el Cuerpo de Jesús.

Todos van al sepulcro.

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En el Calvario quedan las tres cruces. La de en medio ya no tiene el cuerpo. Las otras dos tienen su vivo trofeo que muere.

El sepulcro es un lugar excavado en la piedra. En el extremo de un huerto en flor. La cámara sepulcral tiene varios nichos vacíos. Anterior a ésta hay una cámara preparatoria, que no es muy grande. Y tiene en el centro una mesa de piedra para la unción. Sobre ella colocan a Jesús.

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En un ángulo hay otra mesa más pequeña y sobre ella; mientras Nicodemo y José preparan los aromas, María no se cansa de acariciar los miembros fríos y rígidos de Jesús. Vuelve  ver la herida que le hicieran con la lanza y ahora sobre la mesa, se aprecia mejor la punta del corazón que aparece clara, entre el esternón y el arco izquierdo de las costillas.

Y la cortada hecha con la punta de la lanza, en el pericardio y cardio como de un centímetro y medio de largo. Un grito ahogado la dobla sobre el cadáver y la retuerce en su Dolor.

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¡Pobre Madre! ¡Cuántos besos llenos de lágrimas da sobre la herida de unas tres pulgadas, que está en el costado exterior derecho!

El Corazón  de Jesús, atravesado por la lanza, es la prueba irrefutable que su Hijo murió… y llora.

Llora con un lamento desgarrador:

–                       ¿Qué te han hecho, Hijo mío?…

No soporta verlo así: desnudo y tieso sobre la mesa de piedra. Lo arrulla como lo hacía en la gruta de Belén. Y en un coloquio maternal con el alma de su Hijo, expresa todo su Dolor y todo su amor…

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Luego, Nicodemo y José se acercan trayendo todo lo que han preparado y una Sábana limpia. Una aljofaina con agua y lienzos para secarlo. Ponen todo en un extremo de la piedra.

María los ve y en voz alta, pregunta:

–                       ¿Qué pretendéis? ¿Queréis prepararlo? ¿Para qué? Dejadlo en el regazo de su Madre. Si logro darle calor, resucitará antes. Si logro consolar al Padre y a Él, por el Odio Deicida, el Padre perdonará cuanto antes. Y Él también, cuanto antes resucitará.

Vosotros no creéis en su Resurrección. ¿Para qué preparasteis los aromas? Pensáis que es solo un pobre cadáver, hoy frío y mañana corrupto, ¡Y por esto queréis embalsamarlo! Dejad vuestras cosas.

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Venid a adorar al Salvador, con el corazón puro de los pastores betlemitas. ¡Mirad! Sólo es un Niño grande que duerme. Los pastores adoraron al Salvador durmiente. Vosotros adoráis al Salvador en su sueño de Vencedor de Satanás.

Como los pastores, id a decir al Mundo: “¡Gloria Dios! ¡El Pecado ha muerto! ¡Satanás ha sido vencido! ¡Paz hay en la Tierra y en el Cielo; entre Dios y el hombre!

Preparad el camino para su regreso. Os lo mando. Yo, a quién la Maternidad hace sacerdotisa del Rito. Soy la Madre de la Iglesia.”

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Id. He dicho que no quiero que… Lo he lavado con mis lágrimas. Basta. No es necesario lo demás. Le será más fácil resucitar, libre de esas fúnebres e inútiles cosas. ¿Por qué me miráis así?

¿No os acordáis? “A esta generación malvada y adúltera que pide una señal, no se le dará más que la de Jonás… Así el Hijo del Hombre estará tres días y tres noches, en el corazón de la tierra.” ¿No os acordáis?

Tercer día.” “El Hijo del Hombre está para ser entregado en las manos de los hombres que lo matarán; pero resucitará al tercer día.” ¿No recordáis? “Destruid este Templo del Dios Verdadero y en tres días lo levantaré.”

El Templo es su Cuerpo, ¡Oh, hombres!…

¿Sacudes la cabeza? ¿Me compadeces? ¿Me tomas por una loca? Pero, ¿Cómo? ¡Resucitó a los muertos! ¿Y no podrá resucitarse a Sí Mismo? ¿Juan?…

juan (2)

El apóstol responde:

–                       ¡Madre!

María lo cuestiona:

–                       Sí. Llámame ‘madre’ No puedo vivir sin que así se me llame. Juan, tú estuviste presente cuando resucitó a la hija de Jairo y al Joven de Naím. Estaban muertos, ¿No es verdad? No se trataba de un sopor profundo, ¿Verdad? Responde.

Juan confirma:

–                       Estaban muertos. La niña había muerto dos horas antes. Daniel, un día y medio.

–                       ¿Y resucitaron a su mandato?

–                       Resucitaron.

–                       ¿Habéis oído vosotros dos?  ¿Por qué movéis la cabeza? Mi Niño es el Inocente. ¡Mi Hijo es Dios!

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María mira con sus ojos inundados por la aflicción y la fiebre a los dos sacerdotes  que están abatidos, pero preparan inexorables, los lienzos mojados en los aromas. Pone delicadamente a su Hijo sobre la piedra.

Luego camina dos pasos y se inclina a los pies del lecho fúnebre, dónde adora de rodillas Magdalena. La toma por la espalda y la sacude…

La llama:

–                       María, responde. Estos piensan que Jesús no podrá resucitar porque es un hombre y está muerto. ¿Tu hermano no es mayor que Él?

Magdalena responde:

–                       Sí.

–                       ¿No estaba podrido antes de bajar al sepulcro?

–                       Sí.

–                       ¿Y no resucitó, después de cuatro días de asfixia y putrefacción?

–                       Sí.

–                       ¿Y entonces?

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Un silencio profundo. Muy largo…

Luego un grito aterrador de María.

Ella vacila y se lleva una mano al corazón. Y parece rechazar a alguien que solamente Ella ve…

Todos la miran asombrados ante lo que creen un delirio por la fiebre y el dolor. Intentan acercarse para sostenerla…

Pero ella grita con autoridad:

–                       ¡Atrás! ¡Atrás, Cruel! ¡No esta venganza!

Lucifer insiste:

–                       No resucitará.

–                       ¡Cállate! ¡No te quiero oír! ¡Cállate!

–                       Ningún profeta lo ha dicho…

–                       ¡Vete! ¡En mí no hay nada que te pertenezca!

–                       En las Escrituras no existe esa profecía…

–                       ¡Nada! ¡Cállate!

–                       Te estás engañando… La muerte no lo devolverá…

–                        ¡Ah que me muerde el corazón!

Juan pregunta:

–                       ¿Quién Madre?

María contesta:

–                       Satanás. Satanás está aquí y me dice: “No resucitará. Ningún profeta lo ha dicho.”

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–                       ¡Oh, Dios Altísimo! Ayudadme todos. ¡Vosotros, espíritus buenos! ¡Mi razón vacila! No recuerdo más.

¿Qué dicen los profetas?  ¿Qué dice el Salmo? ¿Quién me repite las palabras que se refieren a mi Jesús?

Magdalena recita el Salmo 21 que se refiere a la Pasión del Mesías.

La Virgen llora más fuerte, sostenida por Juan.

Luego con voz entrecortada dice:

–                       María, David no dice… ¿Conoces a Isaías?

1redencion2

Magdalena repite el Cap. 52 y 53 y termina con un sollozo:

–                       … Entregó su vida a la muerte y fue contado entre los malhechores; Él que quitó los pecados del Mundo y rogó por los pecadores”

María le grita al Jeque Árabe que sólo Ella ve:

–                       ¡Oh, cállate! ¡Muerte no! No entregado a la muerte.

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Lucifer continúa implacable:

–                       Fue entregado a la Muerte. No volverá… Está muerto…

–                       ¡No, no! ¡No te escucharé! ¡Mi Hijo es Dios! ¡Es el Profeta Supremo!

¡Yo creo y creeré siempre a las palabras que Él dijo!

¡Glorifica mi alma al Señor…!

Y se entrega a la Alabanza… El Magnificat resuena glorioso en sus labios decididos a cantarlo como un himno triunfal, mientras las lágrimas descienden por sus pálidas mejillas…

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Satanás huye furioso y derrotado…

Luego María dice:

–                       ¡No entregado a la muerte! ¡Él vencerá a Muerte! ¡Oh, qué vuestra falta de Fe, unida con la Tentación de Satanás, me mete dudas en el corazón! ¿Y no creeré, Hijo? ¿No creeré a Palabra Santa? ¡Dilo a mi corazón!

Habla desde las riberas lejanas a dónde has ido a liberar a los que esperaban tu llegada. Envía tu voz a mi alma, que está ansiosa de recibirla. Di a tu Madre que regresas. Di: “Al Tercer resucitare”

¡Te lo suplico, Hijo y Dios! Ayúdame a proteger mi Fe. Satanás la envuelve en su espiral para ahogarla. Satanás ha quitado su boca de sierpe de la carne del hombre, porque Tú le arrebataste esta presa.

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Y ahora ha clavado sus dientes venenosos en la carne de mi corazón: paraliza sus movimientos, la fuerza, el calor. ¡Dios, Dios, Dios! ¡No permitas que yo desconfíe! ¡No permitas que la Duda me hiele!

¡No permitas a Satanás que me lleve a la desesperación! ¡Hijo, Hijo, introduce tu mano en mi corazón, para que arroje a Satanás! Introdúcela en mi cabeza. Os devolverá la Luz. Santifica con una caricia mis labios, para que fuertes digan: “¡Creo!” Creo aún contra todo un mundo que no cree.

¡Oh, qué dolor es no creer! ¡Padre! ¡Hay mucho que perdonar a quién no cree!  Porque cuando no se cree más… Cuando no se cree más… Es muy fácil caer en cualquier error. Lo digo porque estoy probando este tormento.

¡Padre! ¡Ten piedad de los que no tienen Fe! Dales, Padre Santo. Dales. Por esta Hostia Sacrificada y por mí, hostia que ahora se sacrifica… ¡Da tu Fe a los sin-fe!

Sigue un prolongado silencio…

José y Nicodemo hacen una señal a Juan y a Magdalena. Éstos tratan de llevarla fuera del sepulcro.

1maria luto

María se yergue majestuosa y dice:

–                       Hacedlo. Pero Él resucitará. Inútilmente desconfiáis de mis palabras y no abría los ojos a la verdad que Él os dijo. Inútilmente trata Satanás de poner asechanzas a mi Fe.

Para redimir al Mundo es necesaria aún la tortura, con la que Satanás Vencido, atormenta mi corazón. La sufro y la ofrezco por los que vendrán…

¡Adiós Hijo! ¡Adiós Amado mío! ¡Adiós Niño mío! Adiós Santo. Bueno. Amadísimo. Hermosura. ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Señor, ten piedad de mí!

sepultura

Y el tormento continuó hasta el Alba del Domingo.

En su Pasión, Jesús fue tentado una sola vez.

Pero María expía por la mujer, culpable de todos los males…

Con ataques periódicos, Satanás con centuplicada ferocidad ataca a la Vencedora, en el corazón y el espíritu de la Madre; muchas veces. Quiere que dude y que no crea.

Pero es la única que continúa creyendoporque quiere creer y vencer al Padre de la Mentira y el Engaño…

1lucifer

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

 

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