228.- LAS PRIMICIAS DE ROMA
Es la hora tercia de la mañana del Domingo… En una rica habitación de su palacio, está llorando amargamente Juana, apoyada sobre el respaldo de un asiento que está junto a un lecho bajo, cubierto de hermosas y finas mantas. Su llanto es abundante y su cuerpo se sacude con los sollozos…
Como tiene la frente apoyada sobre su brazo, no ve cuando un rayo de sol que se filtra por la cortina del ventanal, repentinamente se vuelve más luminoso y aparece Jesús… Que se le acerca sin hacer ruido, le toca los negros cabellos con una caricia muy delicada y con mucha dulzura…
Jesús le pregunta:
– ¿Por qué lloras Juana?
Está tan abismada en su dolor que ni siquiera levanta la cabeza para mirar a quien le ha preguntado y…
Con un sollozo desgarrador, Juana contesta:
– Porque ya no tengo ni siquiera el Sepulcro del Señor para ir a bañarlo con mis lágrimas y no estar sola…
– Ya Resucitó… ¿No estás feliz?
¡Oh, sí! Todos lo han visto, menos Martha y yo. Martha lo verá sin duda en Bethania… Porque esa casa ha sido siempre amiga de Él. La mía… La mía ya no lo es… Todo lo he perdido con su Pasión… A mi Maestro y el amor de mi esposo… y su alma… Porque no cree… No cree. Se burla de mí… Me obliga a que ni siquiera venere la memoria de mi Salvador… Para no perjudicarse… Para él es más importante el respeto humano…
Yo… yo no sé si seguir amándolo o no. No sé si seguiré obedeciéndolo como mujer que soy suya. O no… Como lo quisiera mi corazón, para que mi alma se pueda unir al Mesías a quién sigo siendo fiel… Yo quisiera saber… ¿Pero quién puede aconsejarme si ya no puedo verlo? ¡Oh! ¡Para mi Señor sus sufrimientos han terminado! Pero para mí, empezó el viernes y continúa…¡Oh, que soy tan débil y no tengo fuerzas para soportar esta cruz!
– ¿Si Él te ayudase, la llevarías por su Amor?
– ¡Claro que sí! Con tal de que me ayudara… Él sabe qué cosa significa llevar la cruz… ¡Oh! ¡Piedad de mi desventura!…
Sí. Yo sé lo que significa llevar uno solo la cruz. Por esto he venido y estoy a tu lado Juana, ¿Sabes Quién te está hablando? ¿Tu casa ya no es más amiga para el Mesías? ¿Por qué? Si tu esposo terrenal es como un planeta al que oculta una nube de miasmas humanos, tú siempre eres la Juana de Jesús. El Maestro no te ha abandonado. Jesús jamás abandona a las almas que se han unido a Él. Es siempre el Maestro, el Amigo, el Esposo, también ahora que es el Resucitado. Levanta tu cabeza Juana. Mírame.
En estos momentos en que nadie oye lo que te digo tendrás mayor gozo que si me hubiera aparecido como a las otras, pues voy a decirte cual sera tu conducta en lo futuro. La que será de tantas hermanas tuyas. Ama con paciencia y sumisión a tu vacilante esposo. Aumenta tu dulzura cuanto más el fomenta dentro de sí la amargura de miedos humanos. Aumenta tu luminosidad espiritual, cuanto más el proyecta sombras de intereses terrenales. Sé fiel por los dos. Sé fuerte en tu desposorio espiritual…
¡Cuántas en lo porvenir tendrán que escoger entre la voluntad de Dios y la de su esposo! Pero serán grandes cuando sobre el amor y la maternidad, seguirán a Dios. Tu padecer ha empezado. Pero ten en cuenta que el padecer desemboca en la resurrección.
Juana ha estado escuchando y poco a poco ha ido levantando su cabeza. Sus sollozos se mitigan. Mira… Y cae de rodillas…
Adorando y murmurando:
– ¡El Señor!
Sí. Soy el Señor. Ves que no me he comportado con nadie, como contigo. Yo veo las necesidades particulares y sé la ayuda que tengo que dar a las almas que lo esperan. Sube tu calvario de mujer casada con la ayuda de mi caricia y la de tu inocente hijito… Ha entrado conmigo en el Cielo y me encargó que te diera sus caricias… Te bendigo, Juana. Ten Fe. Te he salvado. Salvarás a otros, si tienes Fe.
Juana sonríe y se atreve a preguntar:
– ¿No vas dónde los niños?
– Al amanecer los he besado, cuando todavía dormían en sus camas y me tomaron por un ángel. Puedo besar a los inocentes cundo quiero. Pero no los desperté para no turbarlos demasiado. Su alma conserva el recuerdo de mi beso… Y a su tiempo lo trasmitirá a la inteligencia. Nada de lo que es mío se pierde. Sigue siendo para con ellos madre y para con mi Madre, hija. No te separes jamás de Ella. Con una dulzura maternal, conservará lo que fue nuestra amistad. Llévale los niños. Los necesita para sentirse menos sola, ahora que ya no tiene a su Hijo.
– No lo permitirá Cusa.
– Si lo permitirá.
– ¿Me repudiará, Señor?- Es un grito de dolor.
– Es un planeta envuelto en la niebla. Llévalo a la Luz con tu heroísmo de esposa y de creyente. Adiós. Fuera de mi madre, a nadie más digas que te he venido a ver. También las revelaciones se hacen a quién es justo hacerlas.
Jesús la bendice y con una hermosísima sonrisa… Desaparece.
Juana se levanta aturdida, en medio de la alegría y el dolor. Entre el temor de haber soñado y la certeza de haber visto. Pero lo que siente dentro de sí, la serena. Va a donde están jugando los pequeños en la terraza superior y los besa.
La pequeña María ya no es la niña flacucha de otros tiempos… Sino una esbelta, gentil y hermosa criatura; espléndidamente vestida y peinada.
Le pregunta tímidamente:
– ¿No lloras más, mamá?
Matías, moreno y elegante; con su exuberancia de pequeño hombrecito…
Le asegura:
– Dime quién te hace llorar. Que me las va a pagar…
Juana los estrecha contra su corazón y hablando sobre sus cabecitas, responde:
– No lloro más. Jesús ha resucitado y nos bendice…
María pregunta:
– ¡Oh! ¿Entonces no sangra más? ¿Ya no sufre?
Matías dice:
– ¡Necia! Di más bien que ya no está muerto… ¡Ah! ¡Entonces ahora es feliz! Porque estar muerto es algo feo…
María vuelve a preguntar:
– ¿Entonces ya no vas a llorar más, verdad mamá?
Juana responde:
– No. Vosotros inocentes, alegraos con los ángeles.
María dice:
– Los ángeles… Esta noche, no sé qué vigilia fue… Sentí una caricia muy suave y más dulce que la tuya y cuando abrí los ojos, sólo vi una gran luz y pensé: ‘Mi ángel me ha besado, para consolarme por el gran dolor que tengo de que haya muerto el Señor…’
Matías agrega:
– También yo. Pero como tenía mucho sueño solo dije: ¿Eres tú? Pensé que era mi ángel custodio y quería decirle: ‘Ve a besar a Jesús y a Juana, para que ya no tengan miedo.’ Pero no pude, seguí durmiendo y soñando que estaba en el cielo. Luego sentí el terremoto y me desperté asustado, pero Esther me dijo: ‘No tengas miedo. Ya pasó.’ Y volví a dormir.
Juana los besa una vez más y los deja para que sigan jugando. Ella sale y se va al Cenáculo.
Pregunta por la Virgen y cuando está con Ella en su habitación…
Juana exclama:
– Lo he visto. Te lo anuncio. Me siento consolada y feliz. Ámame, porque Él me mandó que estuviese unida a ti.
María responde:
– Ya te había dicho desde el sábado que te amo. Desde ayer, porque ayer… Parece tan lejano aquel día de lágrimas y tinieblas y fue apenas anteayer… Y este día tan lleno de luz y de sonrisas…
– Sí. Me lo habías dicho, ahora recuerdo lo que Él me ha repetido. Me habías dicho: “Nosotras las mujeres debemos hacer algo, porque nos hemos quedado solas y los varones han huido… Es siempre la mujer la que procrea…” ¡Oh, Madre, ayúdame a dar a la vida a Cusa! Él ha huido de la fe… –Y Juana se pone a llorar.
María la toma en sus brazos y la acaricia como si fuera una niña…
Le dice:
– Más fuerte que la Fe, es el Amor… Es la virtud más activa. Con él crearás el alma nueva de Cusa. No tengas miedo. Yo te ayudaré…
Mientras tanto en el monte de los Olivos…
Los pastores van bajando para entrar a la ciudad y llegar hasta el Cenáculo…
Tambien ellos caminan ligeros y hablan llenos de gozo, porque ya supieron la noticia de la Resurrección… Y la creen totalmente, aunque ellos no lo han visto.
Elías dice:
– Diremos a Pedro que lo mire bien, para que nos diga cuán hermoso es ahora su rostro…
Isaac:
– Por mi parte, por más bello que sea; no puedo olvidar cómo fue atormentado…
Leví pregunta:
– Yo recuerdo la forma en que fue levantado en la Cruz. ¿También vosotros?
Daniel:
– Perfectamente. Todavía se podía distinguir. Después, con estos ojos tan viejos, ya no podía verlo bien…
José:
– Yo sí lo vi hasta que murió. Pero hubiera preferido ser ciego para no verlo…
Juan el pastor lo consuela:
– Ahora ha resucitado. Esto es lo que importa y lo que debe hacernos felices…
Jonathás:
– Y el recuerdo de que no lo dejamos, sino para hacer una caridad.
Matías murmura:
– Pero nuestro corazón se quedó allá arriba.
Benjamín:
– Sí, allá siempre. Tú que ya lo viste en el Sudario dinos: ¿Cómo estaba? ¿Se parece?
Isaac responde:
– Cómo si hablase.
Varios preguntan:
– ¿Veremos ese velo?
– Sí. Su Madre lo enseña a todos. Ciertamente lo veréis. Pero da tristeza verlo… Sería mejor ver… –Se interrumpe y grita- ¡Oh, Señor!
Todos se detienen de repente, porque Jesús está frente a ellos con los brazos abiertos, como si los abrazara…
Y les dice:
– Siervos fieles, vedme aquí… –su sonrisa es indescriptible- Id. Os espero dentro de pocos días en Galilea. Quiero deciros que os sigo amando. Jonás está feliz, con los demás en el Cielo y os mandan sus bendiciones…
Todos exclaman:
– ¡Señor! ¡Señor!
– La Paz sea con vosotros, siervos de buena voluntad.
Jesús desaparece en medio de un rayo esplendoroso de sol meridiano. Él se ha ido, pero a ellos les queda la alegría de haberlo visto glorioso…
Están transfigurados de alegría. Llevados de su humildad, no conciben haber sido dignos de haberlo visto y dicen:
– ¡A nosotros!
– ¡A nosotros!
– ¡Qué bueno es nuestro Señor!
– Desde su Nacimiento, hasta su Triunfo…
– Siempre humilde y bueno para con sus pobres siervos.
– ¡Y qué bello es!
– ¡Oh! ¡Nunca había sido tan Hermoso!
– ¡Qué majestad!
– ¡Parece más alto y entrado en años!
– ¡Es un hombre en la plenitud de su juventud y madurez!
– ¡Realmente es el Rey!
– ¡Lo llamaron el Rey Pacífico! Pero también es el Rey Terrible para los que deben tener miedo de su Juicio.
¿Vieron que rayos despedía su Rostro?
– ¡Y qué mirada la de sus bellísimos ojos!
– Yo no me atreví a mirarlo fijamente… Creo que asi es cómo debe estar en el Cielo. ¡Es Dios! Quiero conocerlo para no tener miedo.
– No debemos temer si seguimos siendo sus siervos.
– Oísteis: ‘Quiero deciros que os sigo amando. La paz sea con vosotros, hombres de buena voluntad’ Ni una palabra más. Pero aprueba lo que estamos haciendo.
– Entonemos el canto de nuestra alegría…
Matías, el anciano discípulo de Juan el Bautista, se pone a la cabeza de todos cantando con júbilo y los otros le siguen en coro:
– “Gloria a Dios en los Cielos altísimos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Verdaderamente el Señor ha Resucitado, ¡Aleluya! Ha perdido con su Sangre, todo cuanto el beso de un hombre le inyectó de corrupción…
Y limpio como el altar de su Cuerpo Santísimo, ha tomado la inefable Belleza de Dios. ¡Aleluya!… Antes de subir a los Cielos, se ha mostrado a sus siervos. ¡Aleluya! Vayamos cantando la Eterna Juventud de Dios. Vayamos anunciando a las gentes, que Él ha Resucitado, ¡Aleluya! Del sepulcro el Inmortal ha salido, el Vencedor ha vencido a la Muerte, ¡Aleluya! El Justo, el Santo, el Rey ha Resucitado, ¡Aleluya! El hombre justo con Él ha resucitado. En el Pecado como en una gruta, estaba encerrado el corazón del hombre. Murió, para decir: ¡Resucitad! Y los que estaban dispersos, con Él han resucitado. ¡Aleluya! Abiertas las puertas de los Cielos, a los elegidos ha dicho: ‘Venid’ Que nos conceda por su santa Sangre que también nosotros subamos, ¡Aleluya!
Y con júbilo santo, los pastores marchan danzando a través del bosque de olivos en flor…
Cuando están a punto de llegar a la Puerta de los Peces…
Jonathás dice:
– Porque dije que había nacido, perdí mi patria y mi casa. Y por causa de su Muerte, he perdido la nueva casa donde treinta años trabajé como un hombre honrado. Pero aun cuando perdiese la vida por su causa, moriría alegremente. No guardo rencor al que no me quiere por su causa. Mi Señor me ha enseñado la perfecta mansedumbre, con su muerte.
Tampoco me preocupa el mañana. Mi morada está en el Cielo. Viviré en la pobreza que Él tanto amó y le serviré hasta el momento en que me llame… Sí… Le ofreceré también la renuncia a mi patrona, la señora Juana a la que quiero como una hija… Esto es la espina que más me punza… Ahora que he visto el Dolor del Mesías y su Gloria… No debo aquilatar mi dolor; sino esperar la gloria celestial… Vamos a decir a los apóstoles que Jonathás es el siervo de los siervos del Mesías…
Y sigue cantando con júbilo…
Al mediodía, la casa del Cenáculo está llena de gente y del bullicio y la alegría de una fiesta. Están todos los apóstoles, menos Tomás. Llegaron los pastores y todas las discípulas. Todos están llenos de gozo e intercambian sus impresiones y las noticias de sus experiencias con el Resucitado.
Martha, junto con Marcela, Nique y Susana, van y vienen preparando la comida de los ‘siervos del Señor’ como se ha dado en llamar a los apóstoles. Todos parecen niños que llenos de ansiedad esperan ‘algo’ y al mismo tiempo les infunde un poco de temor.
Los que aparentan estar más dueños de sí, son los apóstoles; pero también son los más temerosos cuando como ahora, se oye que tocan el portón. Todos se callan y los corazones se aceleran…
Magdalena mira por la ventanilla y con un ¡Oh! de sorpresa y admiración abre la puerta y recibe al grupo de las mujeres romanas que vienen acompañadas por Longinos y por el centurión Octavio, que están vestidos de civiles.
Plautina pregunta:
– ¿Podemos entrar un momento para anunciar nuestra alegría a la Madre del Salvador?
Magdalena responde:
– Pasad. Allí está. Venid.
Longinos y Octavio se quedan en un rincón del vestíbulo, aislados; porque los miran con cierto recelo…
Las mujeres llegan con María… Se arrodillan y la saludan:
– ¡Ave Domina!
Plautina dice:
– Si antes admirábamos la Sabiduría, ahora queremos ser hijas del Mesías. Te lo decimos a Ti, Domina. Porque eres la única que puedes hacer que los hebreos no desconfíen de nosotras… Vendremos a Ti para que nos instruyas, hasta que esos (Y señalan a los apóstoles que están agrupados en la entrada del Cenáculo) nos permitan llamarnos seguidoras de Jesús.
María sonríe dichosa y contesta:
– Pido al Señor que purifique mis labios como al profeta, para poder hablar dignamente de mi Señor… ¡Sed benditas, primicias de Roma!
También Longinos y Octavio desearían… Dicen que sintieron algo en su corazón, cuando cielos y tierra se abrieron al grito de Dios. Si nosotras no sabemos gran cosa, ellos nada… Fuera de que Él era el Santo de Dios y que ya no quieren permanecer en el error.
– Les dirás que vayan a los apóstoles.
– Allí están. Pero no les tienen confianza…
María se levanta y se dirige hacia dónde están los dos soldados…
Los apóstoles la ven y tratan de adivinar lo que quiere hacer… Ella los llama con un gesto. Y rápido se acercan…
Los militares se arrodillan y la saludan:
– ¡Ave, Domina!
María dice:
– Dios os lleve a la Luz, hijos. Venid a conocer a los siervos del Señor…
Ellos se ponen de pie y María pone su mano en el hombro de Juan mientras dice:
– Este es Juan. Ya lo conocéis. Este es Simón Pedro, a quién mi Hijo y Señor, eligió para que sea cabeza de sus hermanos. Este es Santiago y este Judas, primos del Señor. Este es Simón y este Andrés, hermano de Pedro. Este es Santiago, hermano de Juan. Estos son Felipe, Bartolomé y Mateo. Falta Tomás que no ha venido; pero lo introduzco, como si estuviese presente. Todos ellos son los elegidos para una misión especial.
María señala a los pastores y continúa:
– Aquellos que humildes están en la sombra, son los primeros por su heroísmo en amar. Hace más de seis lustros que hablan del Mesías.
Ni las persecuciones que han padecido, ni los padecimientos que soportó mi Hijo; han hecho bambolear su Fe. Pescadores, pastores y vosotros patricios; recordad que en el Nombre de Jesús, no hay distinción. El amor por el Mesías hace que todos seáis iguales y hermanos. Mi amor os llama hijos, aun a vosotros que sois de otras naciones.
Más bien puedo decir que os he vuelto a encontrar, después de haberos perdido; porque estuvisteis junto a mi Hijo en los momentos en que moría. Longinos, no olvidaré tu buen corazón… Ni tampoco tus palabras Octavio.
Yo parecía morir, pero todo lo observaba. No tengo con qué recompensaros. Y en verdad que al tratarse de cosas santas, no hay dinero que valga. Tan solo el amor y la oración. Esto os prometo hacer ante Jesús, para que os lo recompense…
Longinos contesta:
– Ya lo hizo Domina. Por esto, hemos tenido el valor de venir. Nos reunió un impulso común. La Fe que ha arrojado ya su lazo para unir los corazones…
Todos se acercan impulsados por la curiosidad…
Y hay quien superando la sospecha e incluso la antipatía al contacto pagano, se anima…
Y pregunta:
– ¿En qué forma?
Longinos contesta:
– Lo vi en la mañana… Es un Rey muy majestuoso… Me mostró la herida de su costado que yo le hice… De ella manaba muchísima Luz…Y me dijo: ‘Ven a Mí’
Octavio dice:
– Yo estaba en los establos, cepillando mi caballo y pensando en Él… Cuando de repente lo vi frente a Mí, con una Majestad incomparable… Y me dijo: ‘Si me crees el Santo, cree en Mí’
Plautina agrega:
– Esta mañana nosotras estábamos hablando de Él, cuando de pronto Valeria se detuvo y se postró a la entrada de la terraza…
Y con una luz maravillosa, Él se materializó en medio de nosotras. Nos sonrió con infinita dulzura y nos dijo que nos amaba. Nos mostró su corazón… Y su Rostro se imprimió en el nuestro… Él nos dio las gracias por ser fieles y no abandonarlo en el Calvario. Y nos bendijo.
Desde ese momento lo unico que deseamos fue venir a deciros: ‘No nos rechacéis’
Claudia Prócula se descubre la cabeza y muestra su cara ante el estupor general…
Se arrodilla mientras suplica:
– Por favor. Queremos ser vuestras hermanas en Cristo. Y yo seré tu sierva, Madre de mi Señor…
Es impactante ver a la poderosa nieta de Augusto y esposa del Procónsul, arrodillada y humilde, ante la Reina del Cielo.
María se inclina y la besa en la frente. Luego la levanta y…
La abraza diciendo:
– Bienvenidas sean, hijas de mi Señor… Y de mi Corazón Inmaculado…
Claudia le dice en voz baja:
– Madre, necesito preguntarte algo…
María le contesta:
– Ven, conmigo. – y la toma de la mano como si fuera una niña y la lleva consigo a su habitación…
Se forma una confusión y se entrecruzan los comentarios. Los romanos son aceptados y la conversación se generaliza… Todos repiten como lo vieron…
Los apóstoles mortificados, se quedan callados. Para no aparecer menos por no haber recibido su saludo, preguntan a las mujeres hebreas, si a ellas también les dieron su regalo de Pascua.
Elisa responde:
– Me ha quitado la espada de dolor que sentía por la muerte de mi hijo.
Ana:
– He escuchado su promesa de que los míos gozan de la salvación eterna.
Sira:
– Yo recibí una caricia.
Marcela:
– Yo vi el resplandor y oí su voz que me dijo: ‘Persevera’
Como Nique está muy callada, le preguntan:
– ¿Y tú Nique?
Otros contestan por ella:
– Ella ya tuvo el suyo, en el Velo.
Nique responde:
– No. He visto su Rostro y me ha dicho: ‘Para que en tu corazón se imprima éste.’ ¡Qué hermoso es!
Martha va y viene muy solícita, pero no dice nada.
Magdalena le pregunta:
– ¿Y tú hermana? ¿No te ha dado algo a ti? No dices nada, pero sonríes. Y es demasiado dulce tu sonrisa, para no tener de qué alegrarte.
Martha, que está ocupada en poner los manteles sobre la mesa, no quiere que se sepa nada de su feliz secreto. Pero María no la deja en paz…
Entonces se ruboriza toda y dice:
– Me ha dado cita para la hora de mi muerte y de los esponsalicios realizados… –Y su cara se enciende de un rojo vivo y su sonrisa le ilumina con una felicidad total.
Mientras tanto en la habitación de María…
Claudia dice mortificada…
– ¡Oh, Madre! Yo me enteré de que habías mandado a buscar al Traidor para perdonarlo… ¿Es verdad que…?
Maria contesta muy triste:
– Sí. Pero no pude hacer nada para salvarlo… Ya se había suicidado…
– Nosotros supimos que se ahorcó en un olivo y que hay un gran alboroto en el Templo por su cadáver… No entiendo… Judas vendió a tu Hijo…
Cuando Satanás se apodera de las almas, las lleva a cometer los más horrendos crímenes… Pero ahora, la Sangre de Jesús es el más poderoso antídoto, para el veneno satánico… Judas pudo haber sido sanado y salvado…
Si no se hubiera suicidado, yo habría impetrado el Perdón del Padre… Y con mi perdón y mis lágrimas, él hubiese sido el joyel de la Redención…
– Cuando Juana nos lo dijo, una luz de esperanza se encendió en mi corazón… Yo he tenido pesadillas muy dolorosas y Poncio está muy atormentado desde el viernes… No duerme y yo no le he dicho todavía que el Maestro Jesús Resucitó; porque primero quería preguntarte…
Amo a mi esposo y quiero que me acompañe, en el nuevo camino que voy a emprender como cristiana, pues quiero que él tambien sea ciudadano del Reino de Jesús… –Claudia mira a la Virgen con ojos suplicantes- ¿Es posible que también él sea perdonado por haber sentenciado al Señor?
– ¡Claro que sí! ¿No recuerdas que Él desde la Cruz pidió al Padre el perdón, ‘Porque no saben lo que hacen…’?
– Y tú Madre, ¿Nos perdonas a los dos y a Roma, por haberlo sentenciado?… –Y Claudia termina con un amargo sollozo, mientras cae postrada y llorando, a los pies de la Virgen…
María se sienta en la silla junto a la mesita y Claudia sigue llorando sobre sus rodillas, como si fuera una niña pequeña… Le toma el rostro con sus dos manos y…
Le dice:
– Hija, mírame.
Claudia levanta su cara llena de lágrimas…
María le dice con ternura maternal:
– Yo perdoné desde que dí al ángel mi ‘Fiat’… Desde hace más de tres décadas, antes que todo se realizara… Cuando estábamos en el Calvario, ¿Recuerdas?… En Juan, yo recibí de Jesús a toda la Humanidad… Poncio también es mi hijo y lo amo. Oraremos juntas para que él encuentre la Luz y reciba la salvación, que la Redención de mi Hijo le ha alcanzado…
– ¡Oh, Madre!…
Claudia la mira llena de admiración y agradecimiento…
Y exclama:
– ¡Oh! Ayúdame a ser como tú, Santísima Madre de Dios y Madre nuestra…
María la besa una segunda vez en la frente y la consuela:
– Te enseñaré y te ayudaré… El Paráclito te fortalecerá… Y a tu esposo, el Buen Pastor lo llamará al redil y él se volverá a Dios, como el hijo pródigo… Y tú con tu amor de esposa santa, lo santificarás… Ya lo verás…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA