2.- EL JURAMENTO23 min read

1JERUSALEN

Los apóstoles avanzan a través de las calles de Jerusalén. El sol en su zenit la ha convertido en un desierto, porque da la impresión de que la tierra arde como un horno y se levanta un calor tan ardiente, que quema hasta los pulmones al respirar. Cuando llegan al otro lado de la muralla, se acercan al Cedrón y entran en sus aguas.

Beben y mojan sus mantos y capuchas, en un vano intento por refrescarse. Se quitan las sandalias  y entran en el agua, pero no es más que un alivio transitorio. El agua está tan caliente, como si la hubieran puesto en el fogón.

Luego empiezan a subir al Gólgotha donde el implacable sol ha quemado hasta los últimos vestigios de la hierba que había, hace tan solo quince días.  El único que ha subido al monte Calvario es el más joven y…

Juan pregunta:

–           ¿Queréis recorrer el camino largo o el corto?

Excepto Zelote y Santiago de Alfeo, todos los demás…

Acalorados y jadeantes protestan:

–           ¡El más corto!

–           ¡El más corto!

–           ¡Pronto!

–           ¡Aquí se muere uno de calor!

Juan dice:

–           Bien. ¡Sigamos!

Las piedras del camino están que arden… Y después de algunos metros, empiezan las objeciones…

–           ¡No se puede caminar aquí!

–           ¡No!

–           ¡No se puede!

Juan empezó a llorar desde que empezaron a subir. Se detiene…

Y dice sollozando:

–           Y sin embargo el Señor subió cargando la cruz, hasta allí donde están aquel montón de zarzas… ¡Y venía herido!  Y…  ¡Torturado después de la Flagelación!

3camino al calvario

Los apóstoles se paralizan. Piensan… Deciden continuar. Pero luego caen en tierra, desvanecidos y jadeantes. Los mojados capuchos ya se secaron y en cambio sus vestidos, están empapados por el sudor.

Bartolomé, jadeando dice:

–           ¡El camino es muy pendiente y muy abrasador!

Mateo, coloradísimo confirma:

–           Sí. Demasiado.

Juan los incita:

–           En cuanto al sol, siempre será el mismo. –Extiende el brazo señalando- Tomemos aquel otro sendero que es más largo, pero menos fatigoso. Longinos lo escogió para que el Señor pudiera subir. ¿Veis aquella piedra de allá?… Allí cayó el Señor… Es dónde está aquel recodo, antes de que la pendiente se haga más áspera… Nosotros estábamos en la parte norte. Y los que lo vimos, pensamos que había muerto…

SEGUNDA CAIDA

No se movía para nada. ¡Oh! ¡El grito de su Madre, todavía me parece oírlo! ¡Jamás olvidaré ese grito! Nunca olvidaré uno sólo de sus gemidos… Hay cosas que hacen envejecer a uno en una hora. Y le hacen sufrir todo el dolor del mundo. ¡Ea! ¡Seguid! ¡El Señor se detuvo menos que vosotros!

Se levantan atolondrados y lo siguen hasta el cruce con el sendero que en forma de espiral, rodea el calvario…

Definitivamente es menos áspero… Pero, ¡Qué sol! Y el calor es más fuerte, porque reverbera mucho más la parte lateral del monte.

Golgotha_and_the_Holy_Sepulchre,_Seen_from_the_Walls_of_the_Judicial_Gate_-_James_Tissot

Todos se lamentan y refunfuñan dentro de sí:

–           ¿Por qué debemos de subir a esta hora?

–           ¿No podíamos venir al amanecer, cuando apenas hay luz para que viéramos dónde pisar?

–           Estábamos fuera de los muros y podíamos venir sin esperar a que abriesen las puertas.

Son hombres todavía muy humanos, después de la Tragedia del Viernes Santo; que es tragedia de la humanidad orgullosa y cobarde. Todavía no reflexionan en la Tragedia de Jesús que fue siempre heroica; siempre victoriosa aun en su muerte.

Ellos, humanos como antes, cuando se embriagaban con los gritos de los hosannas de las multitudes y se enorgullecían pensando en las fiestas y en los fastuosos banquetes en la casa de Lázaro… Sordos, ciegos y atontados a todas las señales y advertencias, de la Tempestad que se aproximaba…

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Santiago de Alfeo y Zelote lloran en silencio.

Después de las últimas palabras de Juan, Andrés no se lamenta más.

Y como si fuera el sabio consejero hermano…

Juan dice:

–           Es la hora en que Él subió… Había caminado desde que fue aprehendido… Y desde que salió de la casa de Annás a la de Caifás; del palacio de Herodes al de Pilatos… Torturado  y herido… ¡Puedo decir que desde que salió del Cenáculo, no tuvo descanso alguno! ¡Y qué calor hacía aquel día! Se sentía el bochorno de tempestad… ¡Él moría de fiebre! Nique dice que cuando tocó su Rostro con el lienzo de lino, le pareció que tocaba fuego.

4consuelo

Por aquí fue donde estaban las mujeres… Nosotros que estábamos de aquel lado, no vimos cuando se encontraron… Pero como me dijeron Nique y las demás… ¡Ea! ¡Sigamos hacia arriba! Pensad que Claudia y las romanas acostumbradas a la litera; recorrieron a pie este mismo sendero bajo el sol, desde la hora tercia que fue cuando lo condenaron… ¡Oh! ¡Siguieron adelante y mandaron a sus esclavos a dar aviso a las demás, que por algún motivo se habían rezagado!…

Los cansados y acalorados apóstoles continúan. Pero caminan cada vez más despacio… ¡Es un verdadero martirio el camino! Y sienten que se van a desvanecer…

Pedro grita:

–           Si Él no obra un milagro, caeremos bajo el sol.

Mateo confirma:

–           Es verdad. Siento como si el corazón se me fuese a salir.

Bartolomé no habla, pero camina como si estuviese ebrio.

Juan lo toma por el brazo, lo levanta y  lo ayuda, como hiciera con la Virgen el Viernes Santo. Y…

1 Golgotha

Juan lo consuela:

–           Dentro de poco habrá un poco de sombra. A donde llevé a su Madre, allí descansaremos…

Continúan cada vez más despacio. Llegan al peñasco donde estuvo María…  Hay un poco de sombra, pero el aire no se mueve y se respira ardiente, quemando la garganta y los pulmones, como si fuese plomo derretido…

Tomás gime:

–           Si hubiese al menos algún ramito de anís, una hoja de menta, una ¡Una hierba!… Mi boca parece pergamino sobre el fuego… ¡No más!… –Y las venas del cuello las trae hinchadas, igual que las de la frente.

Santiago de Zebedeo dice:

–           ¡Daría lo que me queda de vida por una gota de agua!

Camino-del-Calvario-Golgota-Simon-of-Cyrene

Judas Tadeo prorrumpe en llanto y grita:

–           ¡Pobre hermano mío, cuánto sufriste! Había dicho… Había dicho… ¿Lo recordáis? Que moría de sed… ¡Ahora comprendo! Porque no había comprendido el alcance de sus palabras… ¡Moría de sed! Y no hubo quién se la mitigara, cuando podía haber bebido algo… Y además de eso: ¡La fiebre y el sol!

Andrés dice:

–           Juana había traído algo en una jarra, para darle fuerzas…

Juan exclama:

–           ¡Pero ya no podía beber! No podía hablar más… Cuando se encontró con su Madre allá, a diez pasos de nosotros, sólo pudo decir: “¡MAMÁ!” Y ni siquiera pudo darle un beso. Y eso que simón de Cirene lo había dejado libre de la cruz. Tenía los labios duros por los golpes y quemados…  Yo pude verlo desde las filas de los legionarios, porque no pude pasar hasta aquí… ¡Hubiera tomado su cruz, si me hubiesen dejado pasar! Pero desconfiaron de mí y de la multitud que nos quería lapidar…

Caida en el camino del Calvario - Giandomenico Tiepolo - 1772

No podía hablar… Ni beber… Ni besar… No podía ni siquiera mirar con sus ojos cerrados bajo los coágulos de sangre que bajaban de su frente… Su vestido en la rodilla estaba roto. Se le veía abierta y sangrando. Tenía las manos hinchadas y heridas… Tenía herido el mentón y una mejilla… La cruz le había hecho una llaga en la espalda, que ya le habían abierto los golpes del flagelo… Tenía heridas en la cintura, que le habían hecho las cuerdas… Traía los cabellos chorreando sangre por las espinas… traía…

Incapaz de soportar más, Pedro grita como si lo atormentasen:

–           ¡Cállate! ¡Cállate! ¡No podemos oírte! ¡Cállate! ¡Te lo pido y te lo mando!

Juan contesta:

–              ¡No me queréis oir! ¡No podéis! Pero yo tuve que ver y oir todo en medio de sus congojas. ¿Y su Madre? ¿Y su Madre qué no habrá sufrido?

martirio

Todos bajan su cabeza, sollozando… Y continúan caminando. Ya no se lamentan. Y lloran al pensar en los dolores de Jesús…

Llegan a la cima. La primera plazoleta parece una parrilla de fuego… Y con el reverbero, todo parece danzar, como se ve en los desiertos…

Juan reanuda su relato:

–           Venid. Subamos por acá. Por aquí nos hizo pasar Octavio. Pensaba que yo era hijo de María. Las mujeres estuvieron allí y los pastores allá.-Va señalando cada lugar- En aquel lado estaban los judíos. Y la plebe cubría todo aquello, hasta llegar al valle y la calle. También estaban sobre las murallas; sobre las terrazas cercanas y hasta donde ya no podía distinguirse. Lo vi desde que el sol empezó a nublarse. Primero estaba como ahora y no podía distinguir nada…

La fuerte luz hace que Jerusalén sea como un espejismo que se mueve allá abajo y es como un sutil velo la difuminara…

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Juan agrega:

–           Allá se ven los restos ennegrecidos de las casas que destruyeron los rayos… Las casas de los más culpables… ¡Ved!…

Juan mide los pasos y reconstruye la escena… Relata todo lo que sucedió en la crucifixión y cuando finaliza, se arrodilla y adora…

Todos caen de bruces, besando aquel polvo que ahora bañan con sus lágrimas…

Juan continúa con los detalles que narra en su Evangelio y cuando dice de su Agonía:

–           … Con el alma en los umbrales de la muerte por el dolor y su resignación y abandono en Dios. De su horrible y última convulsión que fue acompañada por el grito que hizo estremecer al mundo. Y el grito de María cuando lo vio muerto…

Pedro grita como si la lanza también a él lo atravesara.

credo de los apostoles

Y junto con él, todos los demás suplican:

–           ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Oh! ¡Cállate!

Juan contesta:

–           No tengo más que añadir. El Sacrificio había terminado… ¡Nuestra congoja! ¿Merece acaso compasión?… Con todas nuestras fuerzas huimos del dolor, de la fatiga, del sufrimiento, del abandono… Dejándolo todo a Él. En realidad que somos discípulos indignos. Que lo amamos por el gozo de ser amados; por el orgullo de ser grandes en su Reino; pero que no lo supimos amar cuando sufrió…

Ahora no debe repetirse. No más… Esto es un altar y aquí debemos jurar ante el Cielo y la Tierra: que no sucederá más. Que ahora a Él se le dé la alegria y a nosotros la Cruz.

JURÉMOSLO. De esta forma nuestras almas encontrarán la calma. Aquí murió Jesús de Nazareth, el Mesías, el Señor; para ser el Salvador y Redentor. Que aquí muera el hombre que somos y se levante el verdadero discípulo. ¡Levantaos! Juremos en el Santo Nombre de Jesucristo; de que queremos abrazar su Doctrina, hasta poder morir por la Redención del Mundo.

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Juan parece un serafín. Mientras hablaba se le ha caído el capucho y su rubia cabellera resplandece al sol. Se ha subido sobre las piedras que sirvieron para apuntalar las cruces de los ladrones y de manera inconsciente ha tomado la actitud de Jesús cuando enseñaba con los brazos abiertos y sobre todo, cuando estaba en la cruz.

Los otros lo miran asombrados… Es bello, entusiasta, el más joven de todos y sin embargo espiritualmente, el Calvario lo ha vuelto el más maduro…

Todos lo comprenden y gritan:

–           ¡¡¡LO JURAMOS!!!

–           Pidamos ahora al Padre que de valor a nuestros juramentos: “Padre Nuestro…”

Las once voces de los apóstoles, conforme van cantando, van adquiriendo seguridad.

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Pedro se golpea el pecho cuando dicen:

–           “Perdónanos nuestras ofensas…”

Y todos se arrodillan cuando hacen la última súplica:

–           “Líbranos del Mal”

Y se quedan así, inclinados, meditando…

De repente Jesús aparece en medio de ellos. Resplandece de Amor en medio de la fuerte luz meridiana. Y…

Jesús dice:

–           Quien permanece en Mí, el Maligno no le hará ningún daño. En verdad os digo que los que estén unidos a Mí, en servir al Altísimo Creador que desea que todos los hombres se salven; podrán arrojar demonios; hacer que no hagan ningún daño los reptiles y los venenos; pasar entre fieras y llamas sin que les pase nada; hasta tanto Dios quiera que estén en la tierra para servirle.

daniel y el horno de fuego

DANIEL EN EL HORNO DE FUEGO

Sin dejar su posición de arrodillados, con las cabezas inclinadas en profunda adoración…

Los once apóstoles preguntan:

–           ¿Cuándo llegaste Señor?

Jesús contesta:

–           Vuestro juramento me llamó. Y ahora qué los pies de mis apóstoles han pisado este suelo, bajad prontos a la ciudad, al Cenáculo. Por la noche partirán las mujeres de Galilea con mi Madre- Se vuelve hacia zelote y agrega- Tú y Juan iréis con ellas.  Nos reuniremos todos en Galilea, en el monte Tabor.

Pedro pregunta:

–           ¿Cuándo señor?

–           Juan lo sabrá y os lo dirá.

Todos suplican:

–           ¿Nos dejas Señor?

–           ¿No nos bendices?

–           Tenemos mucha necesidad de tu bendición.

Jesús ordena:

–           Aquí y en el Cenáculo os la daré. ¡Postraos!

Los bendice y el fulgor del sol lo envuelve, como en la Transfiguración… Sólo que aquí lo esconde. Y ya no se ve más que la tierra que arde y el sol que quema…

transfiguracion

Ellos suspiran y dicen con tristeza:

–           ¡Levantémonos y vayámonos!

–           Ya se fue…

–           Cada vez está menos tiempo con nosotros…

Tadeo pregunta a su hermano Santiago:

–           Pero hoy estuvo más contento que ayer noche. ¿No crees hermano?

Pedro contesta abrazando a Juan:

–           Lo llenó de alegría nuestro juramento. Que Dios te bendiga Juan, que hiciste que juráramos.

Empiezan a bajar y cuando llegan a la segunda plazoleta, encuentran a una mujer que viene por la parte abrupta del sendero y parece buscar algo…

Tomás, con su vozarrón, le pregunta:

–           Mujer, ¿Qué has perdido?

Ella llora bajo el velo y contesta:

–           Nada. Busco el lugar donde estuvo la Cruz del Señor. Un hermano mío está agonizando y el Buen Maestro ya no está sobre la tierra… ¡Los hombres le arrojaron fuera!

–           Ha Resucitado mujer. ¡Jesús está Vivo!

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–            Sé que vive porque es Dios y Dios nunca muere. Pero ya no vive entre nosotros. El mundo no lo quiso y él se ha ido. Los hombres lo rechazaron. Hasta sus discípulos lo abandonaron… Vine a buscar un poco de su Sangre. Tengo fe que curará a mi hermano, mejor que la imposición de manos de sus discípulos; porque no creo que puedan ya hacer prodigio alguno, después de que le fueron infieles.

Juan agrega:

–           Hace poco acaba de estar aquí el Señor, mujer. Ha resucitado en cuerpo y alma y todavía está entre nosotros. El perfume de su bendición, todavía está sobre nosotros. Mira, aquí estaba de pie…

Ella se inclina hasta el suelo mientras contesta:

–           No. Yo quiero una gotita de su sangre.  No estuve aquí y no conozco el lugar…

–           Aquí estuvo su Cruz. Yo sí estuve.

–           ¿Estuviste? ¿Eras amigo o verdugo? Dicen que uno de sus discípulos estuvo con Él. No quiero hablar con ninguno de los que lo crucificaron…

–           No fui uno de ellos, mujer. Mira… Aquí donde estuvo la Cruz, hay todavía tierra enrojecida con su Sangre. Fue tanta la que perdió, que penetró hondo. Ten. Que tu fe obtenga su premio…

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Juan ha excavado en el  lugar donde estuviera la Cruz de Jesús y saca un poco de tierra rojiza que la mujer pone en un pedazo de lino. Ella le da las gracias y se va feliz con su tesoro.

Ellos caminan detrás, bajando por la pendiente. Y aunque es más fácil bajar, el sol es abrasador y cuando llegan al pie del Gólgota, están acalorados y muertos de sed… Junto a riachuelo encuentran un  rebaño de ovejas y su pastor. El agua está turbia y no puede beberse. La sed es tal que Bartolomé se dirige hacia el pastor…

Le pregunta:

–           ¿Tienes un trago de agua en tu odre?

El pastor le mira con ojos duros y no responde.

Bartolomé insiste:

–           Entonces un poco de leche de tus ovejas. Te la pagamos.

El pastor responde con desprecio:

–           No doy leche ni agua a quienes abandonaron a su Maestro. Os he reconocido. Y no os vi cuando encontré a los que arrastraban al Maestro.  Para Él no hubo agua y tampoco para vosotros la habrá.

pastor

Silva a su perro, junta a sus ovejas  y se va hacia el bosque de olivos.

Los apóstoles lo miran irse… Están completamente abatidos…  

Atraviesan el puente y entran en la ciudad. Para colmo, en un cruce donde hay una fuente, se encuentran con un grupo de escribas y uno de ellos llama a la gente que está reunida allí…

Con un grito de escarnio y de burla:

–           ¡Vedlos ahí! ¡Ahí tenéis los restos del gran rey! Héroes imberbes. Los discípulos del seductor. ¡Que sobre ellos caiga el desprecio, la befa y la compasión que se experimenta por los locos!

Les sobreviene una lluvia de insultos… Y de blasfemias…

Y la multitud pregunta:

–           ¿Dónde estabais cuando moría?

–           ¿Estáis convencidos ahora de que era un falso profeta?

–           En vano lo habéis hurtado y escondido.

–           Sus ideas han muerto con Él.

–           El Nazareno ha muerto.

–           El Galileo fue fulminado por Yahvé.

–           Y vosotros con Él.

Alguien dice compasivo:

–           No los molestéis. Han recapacitado y se han arrepentido. Aunque tarde, pero siempre a tiempo para huir en el momento oportuno.

Las mujeres toman partido por los apóstoles.

escribas

Y los incansables escribas continúan:

–           Vosotros que dudáis todavía de nuestra justicia, que os sirva de guía el comportamiento de los seguidores más fieles del Nazareno.

–           Si fuera Dios, los hubiera fortificado.

–           Si ellos lo reconocieran como Mesías verdadero, no hubieran huido; pues hubieran pensado que ninguna fuerza humana podía prevalecer contra Él.

–           En vano robaron su cuerpo, después de atacar a los guardias que se habían dormido.

–           ¡Tomad las piedras!

–           ¡Oh, pueblo santo!

–           ¡Lapiden a estos fuera de los muros!

Esto es demasiado para el malparado valor de los apóstoles que se han pegado más hacia los muros, para no incitar a sus acusadores.  Pero ahora, más que la prudencia los invade el miedo y salen huyendo en dirección a la Puerta Judiciaria.

Los dos Santiagos, con Juan, Pedro y Zelote; con más calma y control de sí mismos, siguen a sus compañeros sin correr. Y los alcanzan las piedras y los excrementos que les arrojan los enfurecidos judíos.

Los guardias salen e impiden que se les persiga más allá de las murallas. Y ellos siguen corriendo hasta ir a refugiarse en el Huerto de José de Arimatea, donde está el santo sepulcro…

El lugar está tranquilo y silencioso y los árboles son un refugio verde, donde se detienen jadeantes a descansar…

Santo Sepulcro1

En el fondo trabaja un hortelano, ayudado por un joven. Cuando el hombre  los descubre detrás de la valla junto al pozo, les pregunta:

–           ¿Qué estáis haciendo aquí? José no quiere a nadie cerca de donde fue sepultado el Señor.

Juan se levanta y responde sin miedo:

–           Somos los apóstoles del Señor. Yo soy Juan. El Señor nos  dijo que fuéramos al Gólgotha y así lo hicimos. Luego nos ordenó que fuéramos a donde está su Madre, pero la gente nos ha perseguido. Entramos aquí para esperar el anochecer…

–           ¡Oh, estás herido! y… –Mira a todos los demás y exclama-  ¡Todos vosotros también! ¿Tenéis sed? También estáis fatigados. –Y ordena al joven que lo ayuda- Pronto, tú mete el cántaro. Dales de beber y lava esas lechugas… ¡Oh, que no tengo otra cosa que daros!

Los apóstoles protestan:

–           Debemos ir a donde el Señor. Dios te lo pague.

Beben y dejan que los cure. ¡Excelente puntería tienen los judíos! Todos traen chichones o heridas en la cabeza. Luego los conduce al otro extremo del huerto para salir por otra puerta.

Mientras caminan, el hombre dice:

–           ¡Eh! ¡Todos faltamos! También yo he tenido miedo. ¡Por causa de su Nombre, todos somos odiados! También José. Pero, ¡Qué importa! Dios está con nosotros. Las hienas incitan a la plebe…

hiena-sangre-boca

¡Están furiosos porque ha Resucitado! Ellos pagan bien a los que afirman que ustedes robaron el cuerpo, cuando estaba ya corrompido…

Cuando llegan a la Puerta de Sión, el hombre dice:

–           De allá podéis ir a casa. Está cerca.

Pedro dice:

–           Conocemos el camino. Que Dios esté contigo por tu bondad…

–           Para mí sois siempre los santos del Maestro. Hombres como yo. Sólo Él que era más que un Hombre, fue un Héroe al vencer el miedo. Sé comprender y compadecer. Os aseguro que vosotros que hoy sois débiles, mañana seréis fuertes con Él. La paz sea con vosotros.

Ellos le devuelven el saludo y se despiden. Corren ligeros hacia las calles que los llevarán al Cenáculo.

Pero los incidentes del día no han terminado.

Se cruzan con un grupo de legionarios que los ven y uno de ellos los señala a sus compañeros. Todos sueltan la carcajada.

Cuando los abatidos discípulos se ven obligados a pasar junto a ellos…

Uno de los soldados de la puerta los apostrofa:

–           ¡Ea! ¿No os ha lapidado el Calvario, ni la gente? ¡Por júpiter, os creía más valerosos! Que no tendríais miedo de nada, ni de nadie, porque estabais con Él. ¿Las piedras del monte nos os acusaron de que sois unos cobardes? ¿Tantas ganas teníais de subir allá? He visto siempre que los culpables huyen de los lugares que les recuerdan su crimen. Es indudable que Némesis los persigue. Tal vez os arrastró allá para haceros temblar de horror… Hoy… Porque en aquel día no quisisteis temblar de compasión.

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Una mujer con cara de libertina, se asoma a la puerta y se carcajea.

Luego grita:

–           ¡Mujeres hebreas, ved lo que parís! ¡Cobardes y perjuros es lo que salen de sus madrigueras, cuando el peligro ha desaparecido! El vientre romano sí concibe héroes. Venid vosotros a beber a la salud, de la grandeza de Roma. Buen vino y hermosas mujeres… ¡Venid!

Y desaparece tras la puerta, seguida por los soldados…

Entre las hebreas, algunas los miran con compasión…

Una anciana se acerca y dice:

–           Se equivocaron. Pero todo un pueblo ha hecho lo mismo. – Se dirige a ellos y  los saluda. Y agrega- La paz sea con vosotros. Nosotras no olvidamos. Por favor decidnos: ¿Ha resucitado el Maestro?

Los apóstoles contestan:

–           Sí. Lo juramos.

–           Entonces no tengáis miedo. Él es Dios y Dios vencerá. La paz sea con vosotros hermanos. Pedid al Señor que perdone a este pueblo…

Pedro contesta:

–           Y vosotras rogad porque el pueblo nos perdone y olvide el escándalo que le dimos. Mujeres, yo Simón-Pedro os pido perdón- Y se echa a llorar amargamente.

–           No te preocupes. Somos madres y esposas. Tu pecado es el de nuestros hijos, hermanos y esposos.  Que de todos tenga piedad el Señor.

Los acompañan hasta la casa y llaman a la puerta.

Jesús la abre, llenando el espacio oscuro con su Persona Glorificada.

Y dice:

–           La paz sea con vosotras, mujeres compasivas.

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Ellas se quedan estupefactas hasta que la puerta vuelve a cerrarse detrás de los apóstoles y del Señor.

Entonces se desata la algarabía y el júbilo.

Dicen:

–           ¿Lo vieron?  ¡Era Él!

–           ¡Hermoso! Más que antes.

–           ¡Y Vivo! No es un fantasma…

–           Un Verdadero Hombre. ¡Su Voz! ¡Su sonrisa!

–           Movía las manos. ¿Vieron qué rojas sus heridas?

–           ¡Yo vi cómo latía su pecho…!

–           ¡Ah! ¡Qué no nos vuelvan a decir que no es verdad…!

–           ¡Vamos a decirlo a todos!

El grupo se aleja comentando.

Mientras tanto dentro de la casa del Cenáculo, Jesús está con sus apóstoles que se sientan cansados y en silencio. Más que cansados, están muy afligidos…

Él los mira sonriente y les dice con dulzura:

–           Os tardasteis.

Silencio.

–           ¿No me contáis algo? Hablad. Soy siempre Jesús. ¿Ya se acabó el entusiasmo del día?

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Pedro cae de rodillas y grita:

–           ¡Oh, Maestro! ¡Oh, Señor! No se ha acabado nuestro entusiasmo, pero nos mata comprobar el daño que hemos hecho a tu Doctrina. ¡Estamos aplastados!

Jesús declara:

–           Muere el orgullo. Nace la humildad. Surge el conocimiento. Crece el amor. No temáis. Ahora os estáis convirtiendo en Apóstoles.  Esto es lo que quería.

Todos están angustiados:

–           ¡No podremos nunca hacer algo!

–           El pueblo nos befa y tiene razón.

–           Hemos destruido tu Obra.

–           Destruida tu Iglesia.

Jesús guarda una calma solemne.

Y dice:

–           ¡Calma! ¡Calma! ¡Ni siquiera el Infierno destruirá mi Iglesia! Vosotros lo haréis bien, porque con humildad reconocéis lo que sois. Porque ahora sois sabios con una gran sabiduría: La de saber que cada acción tiene repercusiones muy extensas. A veces incalculables. Y que quien está arriba tiene la obligación de ser más perfecto que los de abajo.

¡Jesús resucitado!

¿Veis que lo que realiza un simple fiel, es diferente cuando lo realiza un sacerdote? Vuestro futuro borrará vuestro pasado. No os dije nada en el Gólgota, pero dejé que el mundo hablase. Os consuelo. No lloréis. Descansad y dejad que os cure. Así.

Les toca levemente las heridas.

Tadeo dice en voz baja:

–           Señor, el mundo no cree que hayas resucitado.

Jesús dice:

–           Convenceré al mundo. Os ayudaré a vencerlo.  Permanecedme fieles. No os pido más. Bendecid a los que os humillan porque os santifican. Sed paternales con todos los creyentes.  En el porvenir haced el Camino al Calvario, meditando y haciendo meditar. Por esto os he salvado, no para la gloria presente…

Los apóstoles se sienten temblorosos, porque están junto al Santo de los santos…

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

 

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