Jesús continúa instruyendo a su recién nacida Iglesia. En el Monte Carmelo, los discípulos escuchan muy atentos, la enseñanza de su Maestro Resucitado…
Jesús dice a Pedro:
– Pastor y navegante para los tiempos borrascosos, recoge, guía, levanta alto Mi Evangelio, porque es en él y no en otra ciencia que se encuentra la salvación.
Luego se dirige a todos:
– Llegarán días en que como nos sucede a los de Israel y peor todavía, el Sacerdocio creerá ser una clase selecta porque conoce lo superfluo y no lo indispensable. O lo conoce como una letra muerta, con que los sacerdotes actuales, conocen la Ley: por su forma exterior, por sus vestidos cargados de franjas y filacterias; pero la desconocen en su espíritu.
Vendrán días en que todos los libros substituirán al Libro, que se le usará como algo que es obligatorio emplear y lo usarán de forma mecánica. Igual como un agricultor ara, siembra, recoge, sin meditar en la maravillosa providencia que hay en esa nueva multiplicación de semillas que sucede todos los años: una semilla arrojada a la tierra removida, que se hace tallo y espiga, luego harina y luego pan por paterno amor de Dios.
¿Quién al llevarse a la boca un trozo de pan alza el espíritu hacia Aquel que creó la primera semilla y desde siglos la hace renacer y crecer, distribuyendo con medida las lluvias y el calor para que germine y se alce y madure sin que se ponga lacia o se queme? De igual modo llegará el tiempo en que será enseñado el Evangelio científicamente bien, pero espiritualmente mal.
Porque, ¿Qué es la ciencia a la que falta la sabiduría? Es paja. Paja que hincha, pero que no nutre. Y en verdad os digo que llegará un tiempo en el cual, demasiados Sacerdotes serán semejantes a hinchados pajares. Soberbios pajares, que se mostrarán arrogantes con su orgullo de estar muy llenos; como si a sí mismos se hubieran proporcionado esas espigas que coronaron las caña y creerán ser todo por tener toda esa paja, en vez del puñado de mies, del verdadero alimento que es el espíritu del Evangelio. Y cosecharán solo paja… ¡Un montón de paja! Pero ¿Puede ser suficiente sólo la paja?
Ni siquiera para la barriga del asno basta, si el dueño no vigoriza al animal con cereales, forraje fresco y otros alimentos. El asno que es nutrido sólo con paja, se debilita e incluso muere.
Pues bien, os digo que llegará el momento en que los Sacerdotes, olvidando que con pocas espigas e instruído sus corazones en la Verdad… Y olvidando tambien lo que ha costado a su Señor ese Pan Verdadero del espíritu; que mana sólo de la sabiduría divina, que se llama Palabra Divina, la cual es majestuosa en su estilo doctrinal.
Que al repetirse es siempre nueva y siempre milenaria. Que si se le repite, es para que no se pierdan las verdades.
Palabra que es humilde por la forma en que se presenta, sin oropeles de ciencia humana; sin añadiduras históricas o geográficas.
Esos sacerdotes se preocuparán, no del espíritu de la Palabra, sino sólo del revestimiento con el que puedan ostentar su conocimiento a las multitudes, con el que presumirán cuantas cosas saben. El espíritu del Evangelio desaparecerá bajo la avalancha de una ciencia humana.
Pero, si no lo poseen, ¿Cómo pueden transmitirlo? ¿Qué darán a los fieles estos pajares hinchados? ¡Nada sino paja! ¿Qué alimento podrán tener los corazones de los fieles? El suficiente para arrastrar una vida lánguida. ¿Qué fruto producirán de esta enseñanza y de este conocimiento imperfecto del Evangelio? Un enfriamiento de los corazones.
Una infiltración de doctrinas heréticas en vez de la Única y verdadera Doctrina. Una preparación del terreno para la Bestia, para su fugaz reino de hielo, tinieblas y horror.
En verdad os digo que de la misma manera que el Padre y Creador multiplica las estrellas para que el cielo no se quede sin alguna de ellas, cuando han terminado su ciclo de vida y perecen; De igual manera, Yo tendré que evangelizar muchísimas veces a discípulos a los que distribuiré entre los hombres y a lo largo de los siglos.
Y también en verdad os digo que el destino de éstos será como el mío: es decir, la sinagoga y los soberbios los perseguirán como me han perseguido a Mí. Pero tanto Yo como ellos tenemos nuestra recompensa: la de hacer la Voluntad de Dios y la de servirle hasta la muerte de cruz; para que su gloria resplandezca y el conocimiento de Él no se apague.
Pero tú Pontífice y vosotros Pastores, en vosotros y en vuestros sucesores; velad para que no se pierda el espíritu del Evangelio. Rogad sin cesar al espíritu Santo, para que se renueve en vosotros un constante Pentecostés.
Ahora no sabéis lo que estoy diciendo, pero pronto lo sabréis… De forma que podáis comprender todos los idiomas y discernir y saber escoger mis voces, de las del Eterno Simio de Dios: Satán. Y no dejéis que caigan en el vacío mis voces futuras. Cada una de ellas es un acto de misericordia mía para ayudaros… Y esas voces, tanto más numerosas serán, cuanto juzgue Yo por razones divinas, que el Cristianismo las necesita para superar y vencer las borrascas que con el paso de los siglos, más numerosas serán.
¡Pastor y nauta, Pedro! Pastor y nauta. Llegará el día en que no te bastará con ser pastor, si no eres nauta; ni con ser nauta, si no eres pastor. Ambas cosas deberás ser: para mantener congregados a los corderos.
Esos corderos que tentáculos y garras feroces tratarán de arrebatarte o que falaces melodías de promesas imposibles te seducirán.
Y para llevar adelante la barca, esa barca que será embestida por todos los vientos: de Septentrión y Meridión, de Oriente y Occidente; azotada y sacudida por las fuerzas del abismo; asaeteada por los arqueros de la Bestia; lamida por el aliento de fuego del dragón, que barrerá sus bordes con su cola, de tal forma que los imprudentes sufrirán el fuego y perecerán cayendo a las enfurecidas olas.
Pastor y nauta en los tiempos tremendos… Tu brújula, el Evangelio. En él están la Vida y la Salvación. Y todo está dicho en él. Todos los artículos del Códice Santo, todas las respuestas para los múltiples casos de las almas están en él. Y haz que de él no se separen ni los Sacerdotes ni los fieles. Haz que no vengan dudas sobre él, ni alteraciones a él, ni sustituciones ni sofisticaciones.
El Evangelio… Soy Yo mismo el Evangelio. Desde Mi nacimiento hasta la muerte. En el Evangelio está Dios. Porque en él aparecen manifiestas las obras del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. El Evangelio es amor. Yo he dicho: “Mi Palabra es Vida”. He dicho “Dios es caridad”. Que conozcan pues, los pueblos mi Palabra y tengan en ellos el amor. O sea, a Dios.
Para tener el Reino de Dios. Porque el que no está en Dios no tiene en sí la Vida. Porque los que no reciban la Palabra del Padre, no podrán ser una sola cosa con el Padre, conmigo y con el Espíritu Santo en el Cielo. Y no podrán pertenecer a ese único Redil que es santo como Yo quiero que lo sea. No serán sarmientos unidos a la Vid, porque quien rechaza en su totalidad o parcialmente mi Palabra es un miembro por el que ya no circula la savia de la Vid.
Mi Palabra es savia que nutre y hace crecer y fructificar.
Todo esto lo haréis en recuerdo de Mí, que os lo he enseñado. Mucho más podría deciros sobre estas cosas. Pero me he limitado a echar la semilla.
El Espíritu Santo la hará germinar. He querido daros Yo la semilla, porque conozco vuestros corazones y sé cómo titubearíais a causa del miedo, por indicaciones espirituales, inmateriales. El miedo a caer en engaño paralizaría vuestra voluntad. Por eso os he hablado Yo primero de todas las cosas. Luego el Paráclito os recordará mis palabras y os las ampliará detalladamente. Y no temeréis porque recordaréis que la primera semilla os la di Yo.
Dejaos guiar por el Espíritu Santo. Si mi Mano os ha guiado con dulzura, su Luz es dulcísima. Él es el Amor de Dios. Así Yo me marcho contento, porque sé que Él ocupará mi lugar y os guiará al conocimiento de Dios.
Todavía no lo conocéis, a pesar de que os haya hablado mucho de Él. Pero no es culpa vuestra. Vosotros habéis hecho de todo por comprenderme y por eso estáis justificados, a pesar de que hayáis comprendido poco en tres años.
La falta de la Gracia ofuscaba vuestro espíritu. Ahora también comprendéis poco, aunque la Gracia de Dios haya descendido de mi cruz sobre vosotros. Tenéis necesidad del Fuego.
Un día hablé de esto a uno de vosotros, yendo por los caminos de las orillas del Jordán.
La hora ha llegado. Vuelvo a mi Padre, pero no os dejo solos, porque os dejo la Eucaristía, o sea: a vuestro Jesús hecho alimento para los hombres.
Y os dejo al Amigo: al Paráclito. Él os guiará. Paso vuestras almas de mi Luz a su Luz y Él llevará a cabo vuestra formación.
Todos están desolados y dicen:
– ¿Nos dejas ahora?
– ¿Aquí?
– ¿En este monte?
Jesús contesta:
– No. Todavía no. Pero el tiempo vuela y pronto llegará ese momento.
Isaac extiende sus manos y suplica de rodillas:
– ¡No me dejes en la Tierra sin ti, Señor! Te he querido desde tu Nacimiento hasta tu Muerte, desde tu Muerte hasta tu Resurrección y siempre. Pero ¡Demasiado triste sería saber que no estuvieras ya entre nosotros! Escuchaste la oración del padre de Eliseo. Has acogido las peticiones de muchos. ¡Acoge la mía, Señor!
– La vida que todavía podrías tener sería predicación de mí, quizás gloria de martirio. Supiste ser mártir por amor a mí cuando era niño, ¿Temes ahora serlo por amor a mí glorioso?
– Mi gloria consistiría en seguirte, Señor. Soy pobre e ignorante. Todo lo que podría dar lo he dado con buena voluntad. Ahora lo que querría sería seguirte. Pero hágase como Tú quieres, ahora y siempre.
Jesús pone su mano sobre la cabeza de Isaac y la mantiene haciendo una larga caricia mientras dice a todos los presentes:
– ¿No tenéis preguntas que hacerme? Son las últimas lecciones. Hablad a vuestro Maestro… ¿Veis como los pequeños tienen confianza conmigo?
En efecto, también hoy Marziam apoya la cabeza en el cuerpo de Jesús, pegándose fuertemente a Él e Isaac tampoco ha mostrado reticencia en exponer su deseo.
Pedro dice:
– La verdad… Sí… Tenemos preguntas que hacerte…
– Os escucho. Preguntad.
– Sí… Ayer al declinar del día cuando nos dejaste, estuvimos hablando entre nosotros sobre lo que habías dicho. Ahora otras palabras se acumulan en nosotros por lo que acabas de decir. Ayer y también hoy, si lo pensamos bien, has hablado como si fueran a surgir herejías y divisiones y pronto además. Esto nos hace pensar que tendremos que ser muy prudentes con los que quieran incorporarse a nosotros. Porque está claro que en ellos estará la semilla de la herejía y de la división.
– ¿Lo crees? ¿Y no está dividido ya Israel respecto a venir a mí? Tú quieres decir que el Israel que me ha querido nunca será hereje y nunca estará dividido. ¿No? Pero, ¿Acaso ha estado unido alguna vez desde hace siglos?, ¿Acaso estuvo unido incluso, en los momentos de su antigua formación? ¿Y ha estado unido en seguirme? En verdad os digo que está en él la raíz de la herejía.
Pero…
– Pero es idólatra y vive en la herejía desde hace siglos, bajo apariencia externa de fidelidad. Ya conocéis sus ídolos y sus herejías. Los gentiles serán mejores. Por eso, Yo no los he excluido y os digo que hagáis lo que Yo he hecho.
Esta será para vosotros una de las cosas más difíciles. Lo sé. Pero, traed a vuestra memoria a los profetas. Profetizan la vocación de los gentiles y la dureza de los judíos (Isaías 45, 14-17; 49, 5-6; 55, 5; 60: Jeremías 16, 19-21; Miqueas 4, 1-2; Sofonías 3, 9-10; Zacarías 8, 20-23. Y profetizan le dureza de los judíos; por ejemplo, en: Éxodo 32, 7-10; 33, 5; 34, 8; Deuteronomio 9, 1- 14; 31, 24-27; 2 Crónicas 30, 7-8; 36, 14-16; Jeremías 3, 6-25; 4, 1-4; 7, 21-28; Ezequiel 2, 3-8; 3, 4-9; 6, 11-14; 7, 15-27; 8,- 11, 2-12; 20; 22). ¿Qué razón tendríais para cerrar las puertas del Reino a los que me aman y se acercan a la Luz que su alma buscaba?
¿Los creéis más pecadores que vosotros porque hasta el momento no han conocido a Dios; porque han seguido su religión y la seguirán hasta que no se vean atraídos por la nuestra? No debéis hacerlo. Yo os digo que muchas veces son mejores que vosotros; porque profesando una religión que no es santa, saben ser justos.
No faltan los justos en ninguna nación ni religión. Dios observa las obras de los hombres, no sus palabras.
Y si ve que un gentil por justicia de corazón, hace naturalmente lo que la Ley del Sinaí manda, ¿Por qué debería considerarlo abyecto? ¿No es aún más meritorio el que un hombre que no conoce el mandato de Dios de no hacer esto o aquello, porque está mal; se imponga por sí mismo un imperativo de no hacer lo que su razón le dice que no es bueno y lo siga fielmente?…
¿No es esto mayor respecto al mérito relativo de aquel que, conociendo a Dios, fin del hombre, y conociendo la Ley, que permite conseguir este fin, haga continuos compromisos y cálculos para adecuar el imperativo perfecto a la voluntad corrompida?
¿Os parece que Dios tenga en cuenta las tretas que Israel ha puesto a la obediencia, para no tener que sacrificar mucho su concupiscencia? ¿Os parece bien que cuando un gentil sale del mundo y aparece justo ante la Presencia de Dios, por haber seguido la ley que su conciencia le dictaba, se le tenga por un demonio?
Os digo que Dios juzgará las acciones de los hombres y YO el Juez de todas las gentes, premiaré a los que sintieron el anhelo en su alma cual ley íntima, para llegar al fin último del hombre, que es reunirse nuevamente con su Creador, con el Dios Desconocido para los paganos; pero que piensan que es el Dios Verdadero y Santo; que vive más allá del escenario en que aparecen los dioses falsos del Olimpo.
Procurad no ser un escándalo para los gentiles. Muchas veces el Nombre de Dios ha sido objeto de befa entre ellos a causa de las obras de los hijos del Pueblo de Dios. No os creáis tesoreros absolutos de mis dones y mis méritos. He muerto por judíos y gentiles. Mi Reino será para todas las gentes. No abuséis de la paciencia con que Dios os ha tratado hasta este momento diciéndoos a vosotros mismos: “A nosotros todo nos está permitido”.
No. Os lo digo: Ya no existe éste o aquel pueblo.
Existe mi Pueblo. Y en él tienen el mismo valor los vasos que se han gastado en el servicio del Templo y los que ahora se colocan en las mesas de Dios. Es más, muchos vasos gastados en el servicio del Templo, pero no de Dios serán arrinconados y en vez de ellos; sobre el altar serán colocados los que ahora no conocen ni incienso ni aceite ni vino ni bálsamo, pero están deseosos de llenarse de esto y de ser usados para la gloria de Dios.
No exijáis mucho a los gentiles. Basta con que tengan la fe y con que obedezcan a mi Palabra. Una nueva circuncisión toma el lugar de la antigua. De ahora en adelante, la circuncisión del hombre es la del corazón; la del espíritu… Mejor aún que la del corazón; porque la sangre de los circuncisos, que significa purificación de aquella concupiscencia que excluyó a Adán de la filiación divina, ha quedado sustituida por mi Sangre purísima; la cual es válida en el circunciso y en el incircunciso en cuanto al cuerpo, con tal de que tenga mi Bautismo y de que renuncie a Satanás, al mundo y a la carne por amor a Mí.
No despreciéis a los incircuncisos. Dios no despreció a Abraham, a quien, por su justicia y antes de que la circuncisión mordiera su carne, eligió como jefe de su Pueblo. Si Dios estableció contacto con Abraham (Génesis 12, 1-3.7) para transmitirle sus preceptos cuando era incircunciso vosotros podréis establecer contacto con los incircuncisos para instruirlos en la Ley del Señor. Considerad cuántos pecados han cometido y a qué pecado han llegado los circuncisos. No seáis pues, intransigentes con los gentiles.
– ¿Pero tenemos que decirles a ellos lo que Tú nos has enseñado? No comprenderán nada, porque no conocen la Ley.
– Vosotros lo decís. Pero, ¿Acaso ha comprendido Israel, que conocía la Ley y los Profetas?
– Es verdad.
– De todas formas, estad atentos. Diréis lo que el Espíritu os sugiera que digáis con toda exactitud; sin miedos, sin querer obrar por propia iniciativa. Y cuando de entre los fieles surjan falsos profetas, los cuales manifestarán sus ideas como si fueran ideas inspiradas y serán los herejes, pues combatid con medios más estables que la palabra sus doctrinas heréticas. Pero no os preocupéis. El Espíritu Santo os guiará. Yo nunca digo nada que no se cumpla.
¿Y qué vamos a hacer con los herejes?
– Combatid con todas las fuerzas la herejía en sí misma; pero tratad con todos los medios, de convertir para el Señor a los herejes. No os canséis de buscar las ovejas descarriadas para conducirlas de nuevo al Redil. Orad, sufrid, incitad a orar y a sufrir. Id pidiendo sacrificios y sufrimientos a los puros, a los buenos, a los generosos, porque con estas cosas se convierten los hermanos.
La Pasión de Cristo continúa en los cristianos… No os he excluido de esta gran obra que es la Redención del mundo. Sois todos miembros de un único cuerpo. Ayudaos entre vosotros y quien esté sano y sea fuerte, que trabaje para los más débiles. Y quien esté unido que extienda las manos y llame a los hermanos que están lejos.
– ¿Pero los habrá, después de haber sido hermanos bajo un mismo techo?
– Los habrá.
– ¿Y por qué?
– Por muchas razones. Llevarán todavía mi Nombre. Es más, se gloriarán de él. Trabajarán por extender el conocimiento de mi Nombre. Contribuirán a que Yo sea conocido hasta en los últimos confines de la Tierra.
No se lo impidáis, porque os recuerdo que el que no está contra Mí está de mi parte. Pero… ¡Pobres hijos! Su trabajo será siempre parcial; sus méritos, siempre imperfectos. No podrán estar en Mí, si están separados de la Vid. Sus obras serán siempre incompletas.
Vosotros, digo “vosotros” y hablo a los que os sucederán; id a donde estén ellos, no digáis farisaicamente: “No voy para no contaminarme” o perezosamente: “No voy porque ya hay quien predica al Señor” o temerosamente: “No voy para no ser repelido por ellos”.
Id. Id, os digo. A todas las gentes. Hasta los confines del mundo. Para que sea conocida toda mi Doctrina y mi única Iglesia. Y las almas tengan la manera de entrar a formar parte de ella.
¿Y diremos o escribiremos todas tus acciones?
– Os he dicho que el Espíritu Santo os aconsejará sobre lo que conviene decir o callar según los tiempos. Ya veis que todo lo que he realizado es creído o negado y que algunas veces blandido por manos que me odian, se toma como arma contra Mí.
Me han llamado Belzebú cuando, como Maestro y en presencia de todos, obraba milagros. ¿Qué dirán ahora, cuando sepan que tan sobrenaturalmente he obrado? Seré blasfemado más aún. Y vosotros seríais perseguidos antes de su momento. Por tanto, callad hasta que llegue la hora de hablar.
– ¿Pero y si esa hora llegara cuando ya nosotros, testigos, hubiéramos muerto?
– En mi Iglesia habrá siempre sacerdotes, doctores, profetas, exorcistas, confesores, obradores de milagros, inspirados: todo lo que ella requiere para que las gentes reciban de ella lo necesario. El Cielo la Iglesia triunfante, no dejará sola a la Iglesia docente y ésta socorrerá a la Iglesia militante. No son tres cuerpos. Son un solo Cuerpo.
No hay división entre ellas, sino comunión de amor y de fin: amar la Caridad y gozar de la Caridad en el Cielo, su Reino. Por eso, también la Iglesia militante deberá con amor, aportar sufragios a la parte suya que, destinada ya a la triunfante, todavía se encuentra excluida de ésta por razón de la satisfactoria reparación de las faltas absueltas pero no expiadas enteramente ante la perfecta divina Justicia.
En el Cuerpo Místico todo debe hacerse en el amor y por amor, porque el amor es la sangre que por él circula. Socorred a los hermanos que purgan. De la misma manera que he dicho que las obras de misericordia corporales os conquistan un premio en el Cielo, también he dicho que os lo conquistan las espirituales. Y en verdad os digo que el sufragio para los difuntos, para que entren en la paz, es una gran obra de misericordia, por la cual Dios os bendecirá y os estarán agradecidos los beneficiarios del sufragio.
Os digo que cuando en el día de la resurrección de la carne, estéis todos congregados ante Cristo Juez, entre aquellos a quienes bendeciré estarán los que tuvieron amor por los hermanos purgantes ofreciendo y orando por su paz.
Ninguna buena acción quedará sin fruto y muchos resplandecerán vivamente en el Cielo sin haber predicado, ni administrado, ni realizado viajes apostólicos, sin haber abrazado especiales estados, sino solamente por haber orado y sufrido por dar paz a los purgantes, por llevar a la conversión a los mortales.
También estas personas: sacerdotes a quienes el mundo desconoce, apóstoles desconocidos, víctimas que sólo Dios ve, recibirán el premio de los jornaleros del Señor, pues habrán hecho de su vida un perpetuo sacrificio de amor por los hermanos y por la gloria de Dios. En verdad os digo que a la vida eterna se llega por muchos caminos y uno de ellos es éste… Y muy apreciado por mi Corazón. ¿Tenéis alguna otra cosa que preguntar? Hablad.
– Señor, ayer y no sólo ayer, pensábamos que habías dicho: “Os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel”. Pero ahora somos once…
– Elegid al duodécimo. Es tarea tuya, Pedro.
– ¿Mía? ¡Mía no, Señor! Indícalo Tú.
– Yo elegí a mis Doce una vez y los formé. Luego elegí a su cabeza. Luego les di la Gracia e infundí en ellos el Espíritu Santo. Ahora es tarea suya andar, porque ya no son lactantes incapaces de caminar.
Pedro pide:
– Pero dinos, al menos, dónde debemos poner nuestros ojos…
Jesús señala a los setenta y dos que están en círculo alrededor…
Y dice:
– Mirad, ésta es la parte selecta del rebaño.
Ellos suplican:
– Nosotros no, Señor.
– Nosotros no.
– El puesto del traidor nos da miedo.
– Tomamos a Lázaro. ¿Quieres, Señor?
Jesús calla.
– ¿José de Arimatea?
– ¿Nicodemo?…
Jesús calla.
– ¡Claro, Lázaro!
Jesús dice:
– ¿Y al amigo perfecto queréis darle el lugar que vosotros no queréis?
Zelote dice:
– Señor, quisiera decir algo
– Habla.
– Lázaro, por amor a Ti estoy seguro de ello, tomaría incluso ese lugar y lo ocuparía de una manera tan perfecta, que haría olvidar de quién fue ese puesto. Pero por otros motivos, no me parece conveniente hacerlo. Las virtudes espirituales de Lázaro están en muchos de entre los humildes de tu rebaño.
Y creo que sería mejor dar a éstos la prioridad, para que los fieles no digan que se buscó sólo el poder y las riquezas, cosa de fariseos, en vez de la virtud a secas.
– Bien has hablado, Simón. Y más aún considerando que has hablado con justicia sin que la amistad con Lázaro te pusiera obstáculos.
– Pues hacemos a Marziam el apóstol duodécimo. Es ya un jovencito.
Marziam contesta:
– Yo para borrar ese vacío horrendo, aceptaría; pero no soy digno. ¿Cómo podría hablar yo siendo sólo un jovencito, a un adulto? Señor, di si no tengo razón.
– Tienes razón. De todas formas, no tengáis prisa. Llegará el momento y os asombraréis entonces de tener todos, un pensamiento común. Orad, mientras tanto Yo me marcho. Retiraos en oración. Me despido de vosotros por ahora. Y esmeraos en estar todos para el decimocuarto de Ziv en Bethania.
Jesús se levanta. Y todos se arrodillan, se postran rostro en tierra, entre la hierba. Los bendice.
Entonces la luz, servidora suya que lo anuncia y precede cuando viene y lo envuelve cuando se marcha, lo abraza y oculta absorbiéndolo una vez más.
HERMANO EN CRISTO JESUS: