N40 CONSAGRACIÓN AL SACRATÍSIMO CORAZÓN DE JESÚS18 min read

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Durante los próximos treinta días, deberemos hacerlo diariamente con una meditación diferente. Esto nos santificará, nos protegerá y nos fortalecerá. Y junto con el Santo Rosario; nos volverá capaces de responder amorosa y sabiamente a todo lo que se nos viene encima y para que podamos seguir siendo Luz para los que amamos y deseamos ver protegidos en Dios.

ÉSTE ES EL CORAZÓN QUE HA SANGRADO  POR TI Y POR TODA LA HUMANIDAD

JESÚS - SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - SacredHeartofJesus-4

3.08.2001

La paz esté contigo. Amada Mía, dime estas palabras en Mi Fiesta: 

«Atráeme, Amado mío, tras Tus Pasos, que exhalan un dulce perfume de mirra. Condúceme de la mano hasta Tu Cámara1 Rey mío, donde oiré en privado Tu regia Voz. Ilumina mi rostro con Tu sonrisa, oh Amante de la humanidad. Que Tu mirada de tierno amor, una mirada que supera a todas y que transciende todo sentido, se pose sobre mí.

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Si alguna vez Te fallé, o siquiera un solo instante Te hice levantar una ceja a causa de mi fragilidad, imploro a Tu Sacratísimo Corazón que tenga compasión de mí. Tú tienes el poder sobre la vida y la muerte, y ahora vengo a Ti para hallar mi refugio en Tu Sagrado Corazón, donde se encuentra la Vida y el descanso sempiterno»

Mira, éste es el Corazón que ha sangrado por ti y por toda la humanidad.

Éste es el Corazón del consuelo y de la misericordia. Este es el Corazón que te ha favorecido. Quienquiera que adore este Corazón será cubierto con el velo de la Sabiduría, que embellecerá vuestra alma para entrar, así adornada, en la semejanza de Mí Mismo.

¿Puedes decirme, hija, dónde naciste?

Nací en Tu Sagrado Corazón. 2

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¡Sí! Tú naciste en Mi Sagrado Corazón. Todos los que Me pertenecen han nacido en Mi Corazón. 

¿No has leído: «Él clamará hacia Mí: ‘¡Tú eres mi Padre, mi Dios, la Roca de mi salvación!’. Así pues, le haré Mi primogénito, el más elevado de los reyes de la tierra», puesto que su nobleza le vendrá del Rey de reyes y porque vivirá en las alturas entre los que Yo he deificado por Mi Divinidad. Los reyes de la tierra pertenecen a los elementos de la tierra, pero los que han nacido de Mí, tendrán un dominio superior en el cielo. La gente corriente es un mero soplo de viento. La gente importante, una ilusión. Pon juntas a ambas en la balanza y son un soplo de viento. 3

Por lo tanto, decid a vuestra alma Mis bienamados: «Descansa sólo en Dios, pues Él es la única fuente de tu esperanza».

Que vuestro corazón exulte y vuestra alma se renueve

porque en estos tiempos estoy derramando Mis gracias sobre la humanidad, como nunca antes en la historia. Ic.

1 El Sagrado Corazón 2 El Espíritu del Señor me dio estas palabras… 3 Sal 62, 9

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CONSAGRACIÓN AL SACRATÍSIMO CORAZÓN DE JESÚS

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tienes en vuestra Presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡Oh Buen Jesús! haberte ofendido; por ser Vos tan Bueno que no mereces tal ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y formar según ellas, nuestro pobre corazón. Amén.

DÍA DIECISEIS

EN EL SAGRADO CORAZÓN: HALLAREMOS LA FUENTE DE LA ALEGRÍA 

 Servid a Dios con alegría, dicen los Libros Santos. Y en efecto, la alegría del corazón ha sido siempre el distintivo de los verdaderos servidores de Dios. Los Santos, en medio de sus más rigurosas austeridades, han sido alegres. Nunca la tristeza fue virtud, sino más bien tentación y peligro para el alma cristiana. 

Pero ¿Dónde encontraremos verdadera alegría? Causas de turbación y tristeza las hallaremos por doquier y parece imposible substraerse a ellas. Vayamos a depositar nuestras congojas en el Corazón de Jesús y encontraremos en Él la fuente de la verdadera alegría. Descarguémonos allí del peso de nuestras inquietudes, por medio de una perfecta aceptación de la santa Voluntad de Dios. No tardaremos en oír resonar en el fondo de nuestro corazón aquellas dulces palabras que tan a menudo dirigía el Salvador a sus discípulos: “¡La paz sea con vosotros!”

¡Oh Jesús mío! Mi alma tiene necesidad de Ti para sacudir el peso abrumador de sus perpetuas tristezas. Tú lo has dicho en otra ocasión: “Alégrate, hijo de Sión, porque está en medio de ti el Santo de Israel”. Dame, ¡Oh Señor!, este don celestial con que favoreces a tus escogidos.

Medítese unos minutos  

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II 

 Todos buscamos la felicidad; pero erramos el camino para encontrarla. El mundo la  promete continuamente, pero bien sabe él que no la puede dar. Sus alegrías son ruidosas y alborotadas; pero ni llenan el corazón, ni duran más que breves momentos. El rostro de los mundanos es casi siempre una máscara alegre, que oculta un corazón devorado por el tedio y el desasosiego… por el remordimiento. El gozo interior es únicamente propiedad de la buena conciencia.

El alma de San Francisco Javier en medio de sus fatigas apostólicas se sentía tan inundada de él, que le obligaba a exclamar: “Basta, Señor, basta”. Cuando nos hallemos tristes, examinemos nuestro corazón y veremos que siempre nace nuestra tristeza de alguna secreta falta de virtud. Por ejemplo: Impaciencia y falta de perdón hacia el prójimo causante de nuestro dolor.  

¡Oh Divino Corazón, que eres en el cielo la alegría de los Ángeles y Santos y en este mundo la de todos tus amigos! Por Ti sonríen alegres en sus tormentos los mártires, en sus penitencias los anacoretas, en sus humillaciones los seguidores de tu santa ley. Por Ti espero conservar el gozo profundo de mi alma, Jesús amantísimo, hasta en las amarguras de mi última agonía. Habla, ¡Oh Dios mío!, a mi alma con aquella voz conmovedora y se estremecerán de júbilo mis entrañas. Y disfrutaré ya en este mundo anticipadamente las alegrías del paraíso.

Medítese, y pídase la gracia particular.

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ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN

Rendido a tus pies, ¡Oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de Amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón; te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo; para hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven. 

   ¡Mira que soy muy pobre, Dulcísimo Jesús! ¡Y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, ¡Oh Soberano Maestro! ¡Y necesito de tus divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil! ¡Oh Poderosísimo Amparo de los débiles, y caigo a cada paso! ¡Y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo, mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,… Aprended de Mí… Pedid, llamad…

A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, ¡Oh Señor! firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén. 

Rezar tres veces:

PATER NOSTER, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Amen

AVE MARIA, gratia plena, Dominus tecum. Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus. Sancta Maria, Mater Dei et Dea Mater Nostra, ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in hora mortis nostrae. Amen

GLORIA Patri, et Filio, et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio, et nunc, et semper, et in saecula saeculorum. Amen

En recuerdo de las tres insignias: cruz, corona y herida de la lanza; con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.

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DÍA DIECISIETE 

EN EL SAGRADO CORAZÓN:HALLAREMOS LA MÁS EFICAZ PROTECCIÓN 

Rodeados como estamos de enemigos, necesitamos a todas horas un celoso y vigilante protector. Y sobre todo porque son muchos esos enemigos; son poderosos y nos aborrecen de muerte. 

Todo lo que es enemigo de Jesucristo es por consecuencia enemigo de nosotros los cristianos. Tengo pues, enfrente de mí a todo el poder del Infierno y sirvo de blanco a sus ataques, tanto de persecución, como de seducción. El ejército del mal, que inspira invisiblemente Satanás y visiblemente acaudillan los representantes de éste en la tierra, llena el mundo; hay momentos en que ansioso se  pregunta el corazón si no es ya dueño enteramente de él.

Le sirven para la propaganda de sus ideas los medios y la elocuencia; ejecutan sus órdenes muchos gobiernos; le prestan ayuda muchos extraviados con sus talentos. No hay acontecimiento alguno de cuantos presenciamos, que no sea un hecho belicoso en favor o en contra de la causa de Dios… Y por consiguiente que no tenga pública o secreta relación con la suerte eterna de cada uno de sus amigos. Porque así como Dios todo lo ha puesto a mi servicio para salvarme; así todo lo pone en juego el Demonio, mi enemigo; para perderme.

Toda la rabia del Infierno, contra Dios y la descarga contra mí, imagen suya; ya que contra Dios se reconoce impotente. ¡Pobre de mí, hecho de continuo objeto de tan violentas arremetidas! ¿Hay esperanza de salvación para el hombre en medio de tan obstinado empeño para que la pierda? 

   Medítese unos minutos. 

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II 

   Sí, alma mía, tienes un Protector más fuerte que todos tus enemigos y es seguro que nada puede el Infierno entero, contra quien a tal amparo se sepa refugiar. Ampárate al Sagrado Corazón de Jesús. Tómale por escudo y avanza valerosa. Di con seguridad: «El Señor es mi Amparo; no temeré cualquier cosa que pueda hacer contra mí el enemigo. El Señor es mi Defensor; ¿Qué puede atemorizarme? Si se levantan contra mí armados ejércitos, no temerá mi corazón; si se libra contra mi dura batalla, en Él pondré mi confianza».  

   ¡Sagrado Corazón de Jesús! Mira cómo está mi alma de continuo asediada, víctima de constante persecución, vacilante y próxima a caer en manos de sus enemigos. ¡Dame fuerza, Sagrado Corazón! Están el mundo, el demonio y la carne contra mí. Pero sé que no estoy solo, no, sino Contigo, mi dulce bien, mi único amparo, mi protector y fortaleza. No les temo ya a los enemigos.

Ya se levanten en mi corazón tempestuosas pasiones; ya haga brillar el mundo a mi alrededor sus más poderosos atractivos; ya oiga zumbar sobre mi cabeza el continuo tiroteo de los que persiguen de muerte tanto a Ti, como a tu Iglesia y a tus amigos. A tu lado estoy y no desfalleceré. Caigan a mi derecha mil y diez mil a mi izquierda; no me tocarán a mí los dardos del perseguidor. Clamaré al Señor y me oirá; conmigo estará en el riguroso trance y me sacará a salvo… Y aun con eso mismo me glorificará. 

   Sí, dulce protector mío, bondadosísimo Corazón, en tu poder he puesto tal confianza y sé que no me fallará. 

   Medítese y pídase la gracia particular.

ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN

Rendido a tus pies, ¡Oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de Amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu Adorabilísimo Corazón; te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo; para hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.

¡Mira que soy muy pobre, Dulcísimo Jesús! ¡Y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, ¡Oh Soberano Maestro! ¡Y necesito de tus divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil! ¡Oh Poderosísimo Amparo de los débiles, y caigo a cada paso! ¡Y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo, mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,… Aprended de Mí… Pedid, llamad…

A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, ¡Oh Señor! firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

Rezar tres veces:

PATER NOSTER, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Amen

AVE MARIA, gratia plena, Dominus tecum. Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus. Sancta Maria, Mater Dei et Dea Mater Nostra, ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in hora mortis nostrae. Amen

GLORIA Patri, et Filio, et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio, et nunc, et semper, et in saecula saeculorum. Amen

En recuerdo de las tres insignias: cruz, corona y herida de la lanza; con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.

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DÍA DIECIOCHO 

EN EL SAGRADO CORAZÓN: HALLAREMOS LA MEJOR HONRA 

Se llaman ilustres y honrados según el mundo, los que obtienen por sus merecimientos o por su fortuna el favor de los personajes famosos y tienen libre entrada y valioso influjo en los palacios de los poderosos. A tales personas se los mira generalmente, con admiración mezclada de secreta envidia: más que por sus riquezas y poderío se les señala por la importancia que rodea su nombre; por el esplendor en que viven sus familias; por la consideración y respeto que les tienen sus conciudadanos… 

Y no obstante, ¡Qué fugaz y pasajera es esta gloria humana, qué fácilmente se cambia en olvido y quizá en espantosa desgracia! Llena está la historia de esas catástrofes de la humana vanidad; más de una vez se han tocado en un mismo día los extremos de la mayor elevación y de la mayor ignominia; el trono ayer y hoy el cadalso. 

   No es tal la gloria y el honor que a sus servidores concede el Sagrado Corazón de Jesús. Los predilectos y favoritos de este generoso Rey no pierden nunca la Gracia Real, si no renuncian a ella espontáneamente con un voluntario apartamiento.

Son admitidos a su más dulce intimidad y poseen cerca de Él la más absoluta influencia. De su recomendación pueden servirse para alcanzar del Padre cuanto les fuera conveniente para sí o para sus hermanos; ni se mostró más blando y generoso con los suyos aquel antiguo José, de lo que con nosotros quiere mostrarse nuestro hermano mayor Jesucristo.

A los que se hayan sometido fielmente a Él en vida, les promete el asiento junto a sí para juzgar al mundo en el supremo tribunal. A los que por suyo le hayan tenido acá entre los hombres, les promete Él reconocerles por suyos ante su Padre Celestial. 

   Medítese unos minutos.  

II 

   Si ambicionas gloria y honores y real preferencia, alma mía, ambiciona ésta que sólo puede darte el Sagrado Corazón. Oye lo que dijo a sus discípulos y en ellos a todos nosotros: “Ya no os llamo siervos; porque el siervo ignora lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos; porque os dí a conocer todo lo que oí de mi Padre”. ¿Qué príncipe de la tierra habló jamás así a un súbdito a quien quisiese honrar? 

   Así lo reconozco, Jesús mío y por esto en adelante no quiero ya otra gloria ni otro honor que los que resultan de servirte a Ti. Guárdense los reyes sus palacios, los notables su codiciado influjo, los poderosos los obsequios con que honran a sus amigos. Ténganse estos engañosos favores, que tan caros se compran y tan fácilmente se pierden. 

   No excitará ya mi codicia el brillo de los lujosos vestidos, de los elevados puestos, del ilustre renombre, de la fama popular incierta y veleidosa.  

   ¡Oh Jesús mío! Quien vive como Tú alcanza el mayor favor: quien puede llamarse tuyo, adquiere el más distinguido título de honor. Ni más deseo, ni quiero pasar por menos. Sea ésta mi principal nobleza. La cruz, la herida de la lanza y la corona de espinas que muestras en tu Corazón: He aquí mis blasones, únicos que me han de dar a conocer en el juicio por servidor de tu palacio. Ambicioso soy, Jesús mío y no me contento con menos que con reinar junto a Ti en la gloria que preparas a tus escogidos. Dame cada día más de esos verdaderos honores, y has que los alcance un día en tu reino celestial. 

   Medítese, y pídase la gracia particular.

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ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN

Rendido a tus pies, ¡Oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de Amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón; te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo; para hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.

¡Mira que soy muy pobre, Dulcísimo Jesús! ¡Y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, ¡Oh Soberano Maestro! ¡Y necesito de tus divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil! ¡Oh Poderosísimo Amparo de los débiles, y caigo a cada paso! ¡Y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo, mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,… Aprended de Mí… Pedid, llamad…

A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, ¡Oh Señor! firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

Rezar tres veces:

PATER NOSTER, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Amen

AVE MARIA, gratia plena, Dominus tecum. Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus. Sancta Maria, Mater Dei et Dea Mater Nostra, ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in hora mortis nostrae. Amen

GLORIA Patri, et Filio, et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio, et nunc, et semper, et in saecula saeculorum. Amen

En recuerdo de las tres insignias: cruz, corona y herida de la lanza; con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.

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