A45 EL PERDÓN ABSOLUTO20 min read

perdon otorgadoEn los últimos Mensajes recibidos, nuestro Padre Celestial nos ha puntualizado una indicación muy importante: SU PERDÓN ABSOLUTO A TODOS LOS PECADORES, que queramos acogernos a su Infinita Misericordia, antes de la Avalancha de su Santa Justicia sobre toda la Humanidad.

Los que lo amamos, estamos conscientes que vamos a ser envueltos por la Furia Destructiva del Adversario y sufriremos los Acontecimientos junto con nuestros hermanos rebeldes, que no aceptan las verdades reveladas.

La única diferencia es que nosotros además, tenemos la responsabilidad de mantenernos como columnas fortalecedoras de los que van a ser arrollados y ni siquiera se enteran de lo que verdaderamente está sucediendo.

En la santidad express que nuestro ABBA provee para nuestra absoluta miseria, este Perdón Absoluto tiene dos signos visibles: uno finaliza el 20 de Noviembre (dentro de cuatro meses) y el otro nos lo explicará Nuestro Padre Santísimo en un mensaje que publicaremos próximamente y que tiene relación con este artículo.

También para que nos PREPAREMOS Y AL COMULGAR EL LUNES 01 de AGOSTO IMPLOREMOS EL SELLO, los que no lo hayamos hecho y lo hagamos extensivo a los seres que amamos y que nos preocupan, porque se sienten fastidiados con nuestros ‘delirios apocalípticos’.  

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Ahora amados y benditísimos hermanitos, enterémonos juntos de esto, que Nuestro Abba proveyó para estos Últimos Tiempos, HOY hace exactamente Ocho Centurias…

INDULGENCIA

La Doctrina de las Indulgencias es un concepto de la teología católica estrechamente ligado a los conceptos de Pecado, Penitencia, Remisión y Purgatorio. En su formulación actual consiste en que ciertas consecuencias del pecado, como la pena temporal del mismo, puedan ser objeto de una remisión o indulgencia (del latín  indulgentia: ‘bondad, benevolencia, gracia, remisión, favor’) concedida por determinados representantes de la Iglesia y bajo ciertas condiciones.

Esta institución se remonta al cristianismo antiguo y tanto su práctica como su formulación, han evolucionado a lo largo del tiempo. La doctrina protestante no la acepta por considerar que carece de fundamento bíblico. Por tal razón a partir de la Reforma, solo fue objeto de desarrollo en el ámbito de la Iglesia católica.

almas del purgatorio

En la doctrina católica la indulgencia, a diferencia del Sacramento de la Penitencia o Reconciliación, NO perdona el pecado en sí mismo, sino que exime de las penas de carácter temporal que de otro modo los fieles deberían purgar, sea durante su vida terrenal o luego de la muerte en el Purgatorio.

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La indulgencia no es un sacramento como la Penitencia. Puede ser concedida por el Papa, los obispos y los cardenales, a quienes recen determinada oración, visiten determinado santuario, utilicen ciertos objetos de culto, realicen ciertos peregrinajes o cumplan con otros rituales específicos.

Aunque se trata de un concepto teológico secundario, las indulgencias jugaron en su momento un rol central en la historia del cristianismo. En el siglo XVI, los abusos y el tráfico económico al que dieron lugar, constituyeron el motivo principal que indujo a Martín Lutero a enfrentarse con la Iglesia Católica.

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EL CRISTIANISMO ANTIGUO

Los primeros antecedentes de la práctica de indulgencias se remontan al siglo III. En el cristianismo antiguo, la penitencia impuesta a los pecados confesados era severa. Y la correspondiente a los pecados considerados especialmente graves como la apostasía o el homicidio, además era pública. En los casos más graves, el pecador pasaba a formar parte del llamado ordo poenitentium y estaba entre otras cosas, obligado a vestirse sólo con pieles de cabra para ser objeto de oprobio y ridículo frente a la comunidad.

Debía además, portar el cilicio para infligirse mayor sufrimiento. Esta situación ultrajante que podía durar largos años, no facilitaba ni la rehabilitación, ni el reingreso a una vida normal.

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Posteriormente, surgieron prácticas tendentes a reducir el rigor de dicha pena para facilitar el reingreso en la comunidad a miembros que habían cometido apostasía en razón de persecuciones: los llamados lapsi (‘los caídos, los que han tropezado’).

Así surgió la costumbre de visitar a confesores apresados que esperaban el martirio solicitándole que intercedieran en su favor frente al obispo. Si el futuro mártir estaba de acuerdo, le otorgaba una carta denominada libellum pacis, para que en virtud del sacrificio que iba a tener lugar, el obispo redujese por razones piadosas la pena del requirente. En esta fase, la indulgencia no era dependiente de una acción o prestación que el pecador debía realizar, sino de una especie de compensación mística de los sufrimientos de uno, contra la remisión de la pena por los pecados de otro.

Las indulgencias subsisten tanto en la doctrina católica como en la práctica. En particular, el cánon 992 del Código de Derecho Canónico define la indulgencia en los siguientes términos:

«La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones, consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los Santos».

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Indulgencia del Jubileo de la Misericordia

Carta del Santo Padre «Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión. Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares.

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Es importante que este momento esté unido ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia. Será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo».

Como obtener la Indulgencia Jubilar

Es necesario realizar los siguientes pasos (1-8):

Para obtener cualquier indulgencia es necesario: Sacramento de reconciliación (hasta 20 dias antes o después de la Obra de indulgencia); Y en el día en que se ha hecho (o se va a hacer la Obra), recibir la Eucaristía, decir un padrenuestro y un avemaría por el Santo Padre.

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1) Reconciliación – reconciliación con rechazo, o sea, es necesario tener la intención de no repetir los problemas (hacer esa intención, mentalmente o vocalmente, al decir cada uno de los pecados);

2) Eucaristía – es preferible, antes de la Eucaristía, tener en mente la intención de recibirla para ganar la Indulgencia;

3) Oración por el Santo Padre. Decir un Padrenuestro y un Avemaría por él;

Para obtener la Indulgencia Jubilar, además de eso (1-3), el mismo día de la Obra (el día de la peregrinación hasta la Puerta), es necesario (4-8);

4) Decir la profesión de fé; (CREDO)

5) Oraciones por el Santo Padre;

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6) Oración por las intenciones del Santo Padre «para el bien de la Iglesia y de todo el mundo». Es necesario verificar cuales son las intenciones que el Santo Padre ya dejó planeadas para cada mes (Intención Universal e Intención por la Evangelización – los sitios del Apostolado de la Oración suelen disponibilizarlas);

7) Hacer una un reflexión personal sobre la Misericordia. Hay textos que pueden ayudarnos a comenzar. Por ejemplo el Salmo 135 («eterna es su misericordia») o el Diario de Santa Faustina en el 949 («Las letanías a la Divina Misericordia»).

8) Hacer la Obra – Hacer la peregrinación hasta la Puerta «como signo del deseo profundo de auténtica conversión». Caminar hasta la Puerta…

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SAN FRANCISCO Y LA PORCIÚNCULA:

Sepa cómo obtener Indulgencia Plenaria

REDACCIÓN CENTRAL, 01 Ago. 13 / 04:34 pm (ACI).- Cada año todos los fieles que visiten una iglesia franciscana en cualquier lugar del mundo desde el mediodía de hoy 01 de agosto y todo el 02 de agosto, podrán obtener la llamada Indulgencia Plenaria de la Porciúncula. Este don requiere además las condiciones habituales de Confesión Sacramental, Comunión Eucarística y la Oración por las intenciones del Papa.

En declaraciones para ACI Prensa, el Hno. Gonzalo Cateriano, exprovincial de los Franciscanos Capuchinos en el Perú, resaltó el «gran deseo de San Francisco de Asís de que todas las almas se salven» y que los fieles «con piedad y devoción» reciban la Indulgencia cumpliendo las disposiciones de la Iglesia.

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Señaló además que «antiguamente era muy difícil que la Iglesia conceda indulgencias» ya que solo se obtenían en peregrinación a algunos lugares como Tierra Santa, por tanto es un gran regalo que San Francisco obtuvo por su amor a las almas.

«Ahora el Perdón de Asis se puede obtener en todas las iglesias franciscanas del mundo desde la víspera de la fiesta central» e invitó que todas las personas se acerquen para recibirla.

En 1966 el Papa Pablo VI publicó la Carta Apostólica «Sacrosancta Portiunculae ecclesia» con ocasión del 750º Aniversario de la concesión de la Indulgencia de la Porciúncula, donde expresó que «la institución de esta indulgencia sea celebrado de manera que verdaderamente la Porciúncula sea aquel lugar santo donde se consigue el Perdón Total y se hace estable la Paz con Dios».

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La pequeña iglesia conocida como Porciúncula que San Francisco de Asís dedicó a Santa María de los Ángeles, se encuentra dentro de la gran Basílica que lleva el mismo nombre de esta Advocación mariana.

En Julio de 1216, Francisco pidió en Perusa a Honorio III que todo el que contrito y confesado, entrara en la iglesita de la Porciúncula, ganara gratuitamente una Indulgencia Plenaria, como la ganaban quienes se enrolaban en las Cruzadas y otros que sostenían con sus ofrendas, las iniciativas de la Iglesia.

  1. S. Benedicto XVI
    Ángelus del Domingo 02 de agosto de 2009
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    EL «PERDÓN DE ASÍS»

…Hoy contemplamos en san Francisco de Asís el ardiente amor por la salvación de las almas, que todo sacerdote debe alimentar constantemente: en efecto, hoy se celebra el llamado «Perdón de Asís», que obtuvo del Papa Honorio III en el año 1216, después de haber tenido una visión mientras se hallaba en oración en la pequeña iglesia de la Porciúncula.

Apareciéndosele Jesús en su gloria, con la Virgen María a su derecha y muchos ángeles a su alrededor, le dijo que expresara un deseo. Y Francisco imploró un «perdón amplio y generoso» para todos aquellos que, «arrepentidos y confesados», visitaran aquella iglesia. Recibida la aprobación pontificia, el santo no esperó ningún documento escrito, sino que corrió a Asís y al llegar a la Porciúncula, anunció la gran noticia: «Hermanos míos, ¡Quiero enviaros a todos al paraíso!».

SAN FRANCISCO DE ASIS

A partir de entonces, desde el mediodía del 01 de Agosto hasta la medianoche del 02, se puede lucrar, con las condiciones habituales, la Indulgencia Plenaria también por los difuntos, visitando una iglesia parroquial o franciscana.

HISTORIA DE LA INDULGENCIA DE LA PORCIÚNCULA

El sábado 16 de julio de 1216, Jacobo de Vitry llegaba a Perusa, donde temporalmente residía la Corte pontificia.

«El Papa que acaban de elegir -escribe Jacobo de Vitry- es un anciano excelente y piadoso, un varón sencillo y condescendiente, que ha dado a los pobres casi toda su fortuna».

Francisco debió de alegrarse al saber la elección de un Papa renombrado por su piedad y amor a los pobres. Quizás pensó que Dios mismo tomaba en sus manos la causa del Santo Evangelio y un día del verano de 1216, el Pobrecillo partió para Perusa, acompañado del hermano Maseo.

La noche anterior, Cristo y su Madre, rodeados de espíritus celestiales, se le habían aparecido en la capilla de Santa María de los Ángeles:

Y el Señor le dijo:

— Francisco, pídeme lo que quieras para gloria de Dios y salvación de los hombres.

Francisco respondió:

— Señor, os ruego por intercesión de la Virgen aquí presente Abogada del género humano, concedáis una Indulgencia a cuantos visitaren esta iglesia.

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La Virgen se inclinó ante su Hijo en señal de que apoyaba el ruego, el cual fue oído. Jesucristo ordenó luego a Francisco se dirigiese a Perusa, para obtener allí del Papa el favor deseado.

Ya en presencia de Honorio III, Francisco le habló así:

— Hace poco que reparé para Vuestra Santidad una iglesia dedicada a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios. Ahora vengo a solicitar en beneficio de quienes la visitaren en el aniversario de su dedicación, una Indulgencia que puedan ganar sin necesidad de abonar ofrenda alguna.

El Papa observó:

— Quien pide una indulgencia,  conviene que algo ofrezca para merecerla… ¿Y de cuántos años ha de ser esa que pides? ¿De un año?… ¿De tres?…

— ¿Qué son tres años, santísimo Padre?

— ¿Quieres seis años?… ¿Hasta siete?

— No quiero años, sino almas.

— ¿Almas?… ¿Qué quieres decir con eso?

— Quiero decir que cuantos visitaren aquella iglesia, confesados y absueltos, queden libres de toda culpa y pena incurridas por sus pecados.

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— Es excesivo lo que pides. Y muy contrario a las usanzas de la Curia romana.

— Por eso santísimo Padre, no lo pido por impulso propio, sino de parte de nuestro Señor Jesucristo.

— ¡Pues bien, concedido! En el nombre del Señor, hágase conforme a tu deseo.

Al oír eso, los cardenales presentes rogaron al Papa que revocara tal concesión, representándole que la misma desvaloraría las indulgencias de Tierra Santa y de Roma, que en adelante serían tenidas en nada.

Mas el Papa se negó a retractarse. Le instaron sus consejeros que al menos restringiera todo lo posible tan desacostumbrado favor.

Dirigiéndose entonces a Francisco, Honorio le dijo:

— La indulgencia otorgada es valedera a perpetuidad, pero sólo una vez al año. Es decir, desde las primeras vísperas del día de la dedicación de la iglesia hasta las del día siguiente.

Ansioso de despedirse Francisco inclinó reverente la cabeza y ya se marchaba, cuando el Pontífice lo llamó diciendo:

— Pero, simplote, ¿Así te vas sin el diploma?

San Francisco de Asís

— Me basta vuestra palabra, santísimo Padre. Si Dios quiere esta Indulgencia, él mismo ya lo manifestará si fuere necesario. Que por lo que me toca, la Virgen María es mi diploma, Cristo es mi notario y los santos Ángeles son mis testigos.

Y con el hermano Maseo se puso en camino para la Porciúncula.

Una hora habrían andado, cuando llegaron a la aldea de Colle, situada sobre una colina, a medio camino entre Asís y Perusa. Allí se durmió Francisco, rendido de fatiga; al despertar tuvo una revelación que comunicó a su compañero:

— Hermano Maseo, has de saber que lo que se me ha concedido en la tierra, acaba de ratificarse en el Cielo.

Celebróse la dedicación de la capilla el día 02 del siguiente Agosto.

La liturgia de la fiesta, con las palabras que Salomón pronunciara en la inauguración del templo de Jerusalén (1 Re 8,27-29.43), parecía como hecha para aquella circunstancia.

Desde un púlpito de madera, en presencia de los obispos de Asís, Perusa, Todi, Spoleto, Gubbio, Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia:

– Quiero mandaros a todos al paraíso -exclamó-, anunciándoos la Indulgencia que me ha sido otorgada por el Papa Honorio. Sabed pues que todos los aquí presentes, como también cuantos vinieren a orar en esta iglesia, obtendrán la remisión de todos sus pecados. Yo deseaba que esta Indulgencia pudiese ganarse durante toda la octava de la dedicación, pero no lo he logrado sino para un solo día. 

SAN FRANCISCO DE ASIS 11

Tal es el Origen del famoso Perdón de Asís.

LA INDULGENCIA DE LAS ROSAS
por Emilia Pardo Bazán

…Corría el tiempo sin que Honorio, ocupado en atender a las Cruzadas, a la lucha con los maniqueos y a la pacificación de Italia, formalizase los despachos autorizando la proclamación de la otorgada indulgencia; el retraso atribulaba a Francisco.

En mitad de una fría noche de enero se encontraba abismado en rezos y contemplaciones. Impensadamente le asaltó una sugestión violentísima; pensó que obraba mal, que faltaba a su deber trasnochando, macerándose y extenuándose a fuerza de vigilias, siendo un hombre cuya vida era tan esencial para el sostenimiento y prosperidad de su Orden.

Discurrió que tanta penitencia pararía en enflaquecer y enajenar su razón, tocando en las lindes del suicidio y le entró congoja. Para desechar esta tentación, nacida quizás del propio cansancio y debilidad de su cuerpo, se levantó, se desnudó el hábito, corrió desde su celda al obscuro monte y no pareciéndole mortificación bastante el frío cruel, se arrojó sobre una zarza, revolcándose en ella.

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Mientras manaba sangre de su desgarrada piel, se cubría el zarzal de blancas y purpúreas rosas, fragantes, turgentes, frescas, como las de mayo. Exhalaba suave aroma la mata recién florida y las hojas verdes, salpicadas con la sangre del Santo, se tachonaban de pintas bermejas o gotas de carmín.

Una zona de blanca y fulgurosa luz radió disipando las tinieblas y Francisco se encontró rodeado de innumerables ángeles:

— Ven a la iglesia. Te aguardan Cristo y su Madre -cantaban a coro sus inefables voces.

Francisco se levantó transportado y caminó entre un ambiente luminoso. En torno suyo revoloteaban como mariposas de fuego los serafines y esplendían cual luciérnagas magníficas, las aladas cabezas de los querubines. El monte se abrasaba todo sin consumirse en aquel sobrenatural foco de luz y resonaban acordes de deliciosa melodía. El suelo estaba cubierto de ricas alfombras y tapices de flores, sedas y oro. Sobre su propio cuerpo veía Francisco una veste cándida, transparente como el cristal, relumbradora como los astros.

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Cogió Francisco de la zarza florida doce rosas blancas y doce rojas, entrando en la capilla. También deslumbraba el humilde recinto. Le bañaban ríos de claridad semejantes a oro líquido; envueltos en aureolas más inflamadas aún y en brillantes nubes de gloria, estaban Cristo y su Madre, con innumerables milicias celestiales, constelaciones de espíritus.

Francisco cayó de rodillas, y fijo el pensamiento en sus constantes ansias, impetró la realización de la suspirada indulgencia, como si la vista de las hermosuras del cielo le impulsase a desear con más ardor que se abriesen sus puertas para el hombre.

María se inclinó hacia su Hijo y éste habló así:

— Por mi Madre te otorgo lo que solicitas; y sea el día aquel en que mi apóstol Pedro, encarcelado por Herodes, vio milagrosamente caer sus cadenas [01 de agosto].

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— ¿Cómo, Señor -preguntó Francisco-, haré notoria a los hombres tu voluntad?

— Ve a Roma -repuso- como la primera vez. Notifica mi mandamiento a mi Vicario; llévale por vía de testimonio rosas de las que has visto brotar en la zarza. Yo moveré su corazón y tu anhelo será cumplido.

Francisco se levantó; entonaron los coros de ángeles el Te Deum y con un último acorde de vaga y deleitosa armonía se extinguió la música, desvaneciéndose la aparición.

Fue Francisco a Roma con Bernardo de Quintaval, Ángel de Rieti, Pedro Catáneo y fray León, la ovejuela de Dios. Se presentó al Papa llevando en sus manos tres rosas encarnadas y tres blancas de las del prodigio, número designado en honra de la Trinidad. Intimó a Honorio de parte de Cristo que la indulgencia había de ser en la fiesta de San Pedro ad Víncula. Le ofreció las rosas, frescas, lozanas y fragantes, que se burlaban del erizado invierno.

Se reunió el Consistorio y ante las flores que representaban en enero la material resurrección de la primavera, fue confirmada la Indulgencia, resurrección del espíritu regenerado por la gracia.

RESURRECCION ESPIRITUAL

Escribió el Papa a los obispos circunvecinos de la Porciúncula, citándoles para que se reunieran en Asís el primer día de Agosto, a fin de promulgar la Indulgencia solemnemente. «En el día convenido -escribe uno de los cronistas del suceso-, concurrieron allí puntuales. Con ellos gran multitud de las regiones comarcanas acudió también a la solemnidad.

Apareció Francisco en un palco prevenido al efecto, con los siete obispos a su lado. Y después de ferviente plática sobre la indulgencia obtenida, terminó diciendo que en el mismo día y todos los años perpetuamente; quien confesado y contrito entrase en aquella iglesia, lograría plena remisión de sus pecados.

Oyendo los obispos a Francisco anunciar indulgencia semejante, se indignaron exclamando que si bien tenían orden de hacer la voluntad de Francisco, no lograban creer que fuese la intención del Papa promulgar el Indulto Perpetuamente.

En consecuencia se adelantó el obispo de Asís resuelto a proclamarlo, sólo por diez años.Pero en vez de esto repitió involuntariamente las palabras mismas que Francisco había pronunciado. Unos después de otros, pensando cada cual corregir al anterior, reprodujeron los obispos el primer anuncio. De esto fueron testigos muchos, tanto de Perusa cuanto de las inmediatas villas.

San Francisco de Asis

Así quedó solemnemente publicada y promulgada la gran indulgencia de la Porciúncula, rival por el concurso y la importancia de los más célebres jubileos de la Edad Media.

Por muchos años, fue sólo conocida oralmente la indulgencia de la Porciúncula. Y hasta medio siglo después del tránsito de Francisco hallamos el primer documento auténtico de Benito de Arezzo, que dice así:

«En el nombre de Dios, Amén. Yo fray Benito de Arezzo, que estuve con el beato Francisco mientras aún vivía, y que por auxilio de la divina gracia fui recibido en su Orden por el mismo Padre Santísimo; yo que fui compañero de sus compañeros, y con ellos estuve frecuentemente, ya mientras vivía el santo Padre nuestro, ya después que se partió de este mundo, y con los mismos conferencié frecuentemente de los secretos de la Orden…

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declaro haber oído repetidas veces a uno de los susodichos compañeros del beato Francisco, llamado fray Maseo de Marignano, el cual fue hombre de verdad y clarísimo en su vida, que estuvo con el hermano Francisco en Perusa, en presencia del señor papa Honorio, cuando el santo pidió la Indulgencia de todos los pecados para los que, contritos y confesados, viniesen al lugar de Santa María de los Angeles (que por otro nombre se llama Porciúncula) el primer día de las calendas de agosto, desde las vísperas de dicho día hasta las vísperas del día siguiente.»

La cual indulgencia, habiendo sido tan humilde como eficazmente pedida por el beato Francisco, fue al cabo muy liberalmente otorgada por el Sumo Pontífice, aunque él mismo dijo no ser costumbre en la Sede Apostólica conceder tales indulgencias.

Y así fue como conmovió el Anuncio del Perdón, a toda la cristiandad.

Fuente: http://www.franciscanos.org/enciclopedia/indulgencia.htm

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3 comentarios

  1. quiero saber si para este año en curso 2016,esa dicha indulgencia Franciscana,se puede hacer acá en Medellin en cualquiera de las iglesias Franciscanas que hay en esta ciudad? o solo se podrá recibir la indulgencia de la misericordia?,la verdad es que aun tengo muchas dudas sobre como acceder acá en Medellin a la Indulgencia,me puedes dar mayor claridad? gracias por su respuesta y también por este blog magnifica forma de evangelización. Dios los bendiga.Amen.

    1. De acuerdo a lo expresado por el Papa Benedicto XVI en el Angelus del Domingo 02 de Agosto de 2009, entre otras cosas dijo: “A partir de entonces, desde el mediodía del 01 de Agosto hasta la medianoche del 02, se puede lucrar, con las condiciones habituales, la Indulgencia Plenaria también por los difuntos, visitando una iglesia parroquial o franciscana…”
      De esta forma estas palabras se han convertido en un Decreto Papal para toda la Iglesia Católica y su significado es inequívoco: “VISITANDO CUALQUIER IGLESIA PARROQUIAL O FRANCISCANA”
      Bendita y Alabada sea la Misericordia de nuestro Abba Santísimo que pone a nuestro alcance hasta en el más pequeñito templo, en el sitio más remoto, su Bondad Maravillosa.
      Que la Paz del Señor se quede en tu corazón y el de los tuyos. Amén

  2. De acuerdo a lo expresado por el Papa Benedicto XVI en el Angelus del Domingo 02 de Agosto de 2009, entre otras cosas dijo: “A partir de entonces, desde el mediodía del 01 de Agosto hasta la medianoche del 02, se puede lucrar, con las condiciones habituales, la Indulgencia Plenaria también por los difuntos, visitando una iglesia parroquial o franciscana…”
    De esta forma estas palabras se han convertido en un Decreto Papal para toda la Iglesia Católica y su significado es inequívoco: “VISITANDO CUALQUIER IGLESIA PARROQUIAL O FRANCISCANA”
    Bendita y Alabada sea la Misericordia de nuestro Abba Santísimo que pone a nuestro alcance hasta en el más pequeñito templo, en el sitio más remoto, su Bondad Maravillosa.
    Que la Paz del Señor se quede en tu corazón y el de los tuyos. Amén

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