9.- EL REHÉN
En la casa de Petronio en un extremo del pórtico, hay una habitación muy amplia que da al triclinium. A través de unos ventanales puede verse el jardín. Por otros, el bosque. Y justo debajo de las ventanas frontales, hay un estanque tan agradable a la vista, como al oído es el susurro del agua; que cayendo de la parte superior como en una cascada, vierte su espuma en la piscina de mármol.
Cerca del baño, hay unas escaleras conducen a una galería porticada que lleva a una hermosa terraza con jardín, desde donde se aprecia la pista de equitación.
En el unctorium de los baños, están Petronio y Marco Aurelio conversando. Y éste dice a su tío:
– Yo te quiero mucho. Tú has sido siempre bueno conmigo. Voy a ordenar que coloquen tu estatua entre mis lares (dioses domésticos) Mi Lararium se adornará con una tan hermosa como ésta y colocaré una ofrenda ante ella.- y señala una que adorna la entrada y en la cual se ve a Petronio montado sobre un caballo.
Luego exclama- ¡Por Júpiter! No tienes nada que envidiarle a Apolo. Las mujeres te deben sobrar. Verdaderamente no entiendo cómo es que no te has casado.
Y en esta exclamación hay a la vez tanta sinceridad como elogio, porque Petronio aunque es mayor y de cuerpo menos atlético, es mucho más señorial que el propio Marco Aurelio. Las mujeres de Roma admiran en él no solo su belleza apolínea; también su ingenio, su aguda inteligencia, su elegancia y su gusto exquisito.
Y esta admiración se trasluce en los ojos de Aurora, una de las doncellas que se ocupa en arreglar los pliegues de su toga y que le ama en silencio. Pero… ¡Es solamente una esclava y el patricio es tan orgulloso, que ni siquiera se ha fijado en ella!
Petronio se limita a responder:
– Y también los hombres… Pero ese es un territorio que no me interesa… Y no he conocido a ninguna mujer que me haya hecho desear el renunciar a mi soltería. Todavía no me enamoro a ese grado. Me siento muy cómodo así.
Cuando terminan de ataviarse, el tío pone una mano sobre el hombro de su sobrino y lo conduce al triclinium.
Después del almuerzo dieron un paseo por el pórtico y llegaron hasta el último jardín, que termina donde comienza el pequeño lago.
– Se me ocurre… –dijo Petronio pensativo- Que si tu diosa incomparable no es una esclava, podrías llevarla a tu casa para colmarla de amor y de riquezas.
Marco Aurelio movió la cabeza negando.
Petronio preguntó:
– ¿No lo crees? ¿Por qué?
– Tú no conoces a Alexandra. Ella jamás lo consentiría.
– Tu relación con ella… ¿Ha sido solo de vista o le has hablado? ¿Le has confesado tu amor?
Marco Aurelio confiesa:
– La vi por primera vez en el estanque. Después me la encontré en dos ocasiones. La víspera del día que anuncié mi partida, me encontré con ella en la cena. Pero no le pude decir ni una palabra, porque Publio estuvo hablando de su estancia en Asia con Poncio Pilatos, para reforzar la pacificación de los judíos.
Luego la volví a encontrar en el puentecillo que une el estanque con el jardín… Llevaba en la mano una caña de pescar. ¡Por Pólux!…Te juro que las rodillas no me templaron tanto, cuando las legiones de partos cayeron como nubes sobre nosotros, lanzando terribles aullidos de guerra.
Pero en la cisterna me estremecí de tal forma, que pensé que no podría sostenerme en pie…Y entonces, más confundido que un adolescente, hice lo más tonto de mi vida: me sentí tan turbado… Tanto, que lo único que pude hacer fue implorarle compasión con los ojos, porque me fue imposible decir una sola palabra.
¡Me quedé mudo! ¿Puedes creerlo?…
Petronio le contempló casi con envidia y exclamó:
– Aunque el mundo y la existencia fueran peores de lo que son ¡Eres dichoso! Pues tienes algo muy bueno: ¡La juventud y el amor!- después de un breve silencio, preguntó.- ¿Y no le hablaste?
– Cuando logré recuperarme un poco y pude dominar mis emociones, le dije que había regresado del Asia. Que me había dislocado un brazo y había sufrido cruelmente; pero que en el instante de abandonar tan hospitalaria casa, comprendía que el sufrimiento en ella era más deseable, que el placer en otro lugar. Que la enfermedad allí, era preferible a la salud en otra parte.
Confusa, ella a su vez me escuchaba con la cabeza inclinada, mientras que trazaba algo en la arena con la caña de pescar. Después levantó la cara, me miró y enseguida volvió a observar las líneas trazadas en el suelo. Luego volvió a mirarme a los ojos con una mirada interrogante, que no supe cómo interpretar.
Por último huyó de repente, como una ninfa que estuviese delante de un fauno estúpido.
Petronio detuvo el paseo y después de una pausa, dijo:
– Deben ser muy bellos sus ojos.
Marco Aurelio respondió lacónico:
– Tienen una mirada profunda y misteriosa como el océano. – un suspiro profundo y agregó- Y como en el mar, me he ahogado en ellos. Créeme Petronio. Enseguida vino el pequeño Publio y me hizo una pregunta. Pero no entiendo por qué, ya no lo oí y menos lo entendí.
Petronio exclamó:
– ¡Oh, Minerva! Arranca de los ojos de este hombre la venda que Eros ha puesto sobre ellos. Si no, se romperá la cabeza contra las columnas del templo de Venus. – Luego preguntó con interés- Dime Marco Aurelio, ¿Qué fue lo que ella trazó en la arena?
– Un pescado.
– ¡¿Qué dijiste?!
– Lo que oyes. Un pescado. Así:
Uniendo la acción a la palabra, Marco Aurelio lo dibuja a su vez con el dedo, sobre la tierra del jardín donde pasean.
Y luego pregunta:
– ¿Sabes lo que significa este emblema?
Petronio contestó perplejo:
– ¿Yo?… ¡Oh, no! Pregúntale a Plinio. Él sabe de pescados, pues le fascina la naturaleza y está escribiendo un tratado sobre eso. Creo que ya es hora de irnos.
Petronio ha mirado que el mayordomo viene hacia ellos y anuncia que el cisio per volare (Carro ligero tirado por un caballo) los espera…
Y Petronio ordena que los lleven a la casa de Publio Quintiliano.
Cuando llegaron a ésta, un joven y fornido portero los recibió y fue a llamar al tribuno. Mientras esperan, un loro encerrado en una jaula les dio una chillona bienvenida, gritando la palabra ‘¡Salve!’.
En el camino al atrium, Marco Aurelio dijo:
– ¿Has notado que el portero de esta casa no lleva grilletes?
Petronio, mirando a su alrededor con asombro, contestó:
– Esta es una casa admirable.
Los rayos de sol penetran por el lucernario y se rompen en una miríada de destellos sobre el impluvium (fuente con estatuas) que se encuentra en el centro de una plazoleta rodeada de columnas muy altas, que recibe la lluvia que penetra desde lo alto cuando hace mal tiempo y en cuyo estanque hay una gran cantidad de lirios y anémonas.
Es evidente que los dueños de esta casa sienten una preferencia por los lirios pues hay grandes grupos blancos, rojos y gladiolos azules, cuyas hojas están salpicadas por las gotas de la fuente. Entre el húmedo musgo hay macizos de violetas de diferentes colores y en medio se alzan pequeñas estatuas de bronce que representan niños, delfines y aves acuáticas.
En un extremo, un cervatillo está inclinado como para beber. El pavimento es de mármol gris y rosado. Los muros de mármol rojo y en parte de madera, sobre los cuales hay pinturas de mosaico con aves, peces y escenas familiares, de bellos colores y armoniosos contrastes que atraen la vista y reflejan la hermosura de la naturaleza.
También hay muchos adornos de carey y de marfil. Y a pesar de que no hay derroche, ni ostentación; es una casa hermosa, elegante y extrañamente acogedora; con una atmósfera de paz realmente invitadora.
Y Petronio que vive en una forma mucho más lujosa, se sorprende de que en aquella aparente austeridad, no haya nada que menoscabe su elegante y refinado gusto.
El portero regresó y los llevó al tablinum (sala de recibo) desde el cual pudieron observar por una ventana en el primer peristilo, a una niña que alimentaba las palomas.
Luego oyeron los pasos que se acercaban y vieron a Publio que venía hacia ellos.
Es un hombre con la cabeza completamente blanca y un rostro sin arrugas todavía joven y enérgico, un tanto serio. Sus ojos tienen una mirada inteligente, que en este momento llenan su semblante con una expresión mezcla tanto de asombro, como de un velado recelo a causa de la inesperada visita del compañero, amigo y consejero de Nerón.
Petronio es demasiado perspicaz para no darse cuenta de ello.
Y por eso, después de las primeras frases de saludo; se apresura a aclarar con toda desenvoltura:
– El único móvil de nuestra visita, estimado general; es agradecerte los cuidados que prodigaste en esta casa a mi querido sobrino Marco Aurelio.
Publio, respira profundamente y declara con evidente alivio:
– Tú siempre serás un huésped bienvenido. Fue una alegría ayudar a Marco Aurelio en tan penoso trance y en cuanto a gratitud, yo también me alegro por la oportunidad que me brindas, para manifestarte a mi vez mi profundo agradecimiento; aunque estoy seguro de que tú ni siquiera adivinarías la causa…
Petronio lo mira a su vez completamente sorprendido, pues está verdaderamente perplejo y no tiene la menor idea de lo que habla Publio. No recuerda haberle prestado ni el más mínimo servicio, aun ni siquiera involuntariamente.
Publio sonrió y le dijo:
– Era yo un tribuno muy joven, cuando me enviaron a Palestina con Poncio Pilatos. En Tiberiades te ví y te ganaste mi respeto y mi admiración, por la forma como manejaste el asunto de las estatuas de Calígula en el Templo de Jerusalén.
Petronio abrió asombrado sus grandes ojos gris acero. Y como un relámpago llegó una avalancha de recuerdos… Suspiró y dijo:
– ¿Tú estabas allí?
Publio confirmó:
– Estuve ahí. Comandaba una legión para Pilatos. Además, quiero mucho a mi amigo Vespasiano, cuya vida salvaste cuando tuvo la desgracia de dormirse mientras escuchaba los versos de Nerón.
Petronio soltó una sonora carcajada y luego dijo:
– Ese incidente estuvo a punto de tener un desenlace fatal. Barba de Bronce había decidido enviarle un centurión portador de una orden para que se abriera las venas.
Publio hizo eco de la risa y luego contestó:
– Lo sé, conozco bien al César y sé que ese descuido de Tito, pudo haberle costado la vida. Pero tú le hiciste desistir de su empeño, haciendo mofa del asunto. Vespasiano me lo relató: dijiste a Nerón que si Orfeo hacía dormir con su canto a las bestias feroces, el triunfo suyo era igual puesto que había logrado adormecer a Vespasiano.
Petronio contestó reflexivo:
– A Enobarbo puede censurársele a condición de que a una ligera crítica, se le agregue una gran lisonja. Nuestra graciosa augusta Popea, sabe hacer esto a la perfección.
– ¡A qué tiempos hemos llegado! Estamos gobernados por un bufón.
Esta sinceridad le dio la medida a Petronio, del respeto que Publio le manifestaba al no considerarlo un delator y por lo mismo era posible hablar con él en la más absoluta seguridad.
Aun así, consideró conveniente cambiar de tema:
– Tienes una casa muy hermosa. Y aunque aquí también se observa que mantienes tu austeridad militar, la has decorado con elegancia y buen gusto. – y empezó a elogiar los detalles que preponderaban en ella.
El general replicó:
– Es una domus ancestral en la que no se ha hecho ningún cambio desde que la heredé.
Al oír unas risas juveniles que llegan hasta el atrium, Publio ve la expresión inquisitiva en el rostro de Petronio y dice:
– Son mis hijos que están jugando con la pelota. Venid. Os presentaré a mi familia.
Y conversando animadamente, recorren toda la casa hasta llegar al jardín que está bordeado de altísimos árboles que forman un bosquecillo en tres de sus lados.
Hay también un arroyuelo cuyas orillas están bordeadas por setos de flores diversas; que desemboca en una hermosa fuente y luego en un pequeño lago de agua cristalina con peces de colores, variadas especies de aves y bordeado por juncos.
En medio del parque, una docena de alegres adolescentes, juegan con una pelota que se lanzan unos a otros.
Cuando ellos llegan, un niño se separa del grupo y corre a saludar a Marco Aurelio con entusiasmo. Como hijo de militar, admira las hazañas de su padre y le encantan las anécdotas del joven tribuno y de su estancia en Armenia.
Pero éste mira absorto a una de las jóvenes que están allí y la saluda con una inclinación de cabeza y casi sin prestar atención a las palabras del niño.
A Petronio, esto no le pasa desapercibido y le dirige una mirada rápida a una doncella que está de pie, con una pelota en la mano y el cabello negro en completo desorden; anhelante por la agitación del juego y con las mejillas arreboladas.
En el triclinium del jardín, que está en un quiosco sombreado por una vid y madreselvas con hiedras alrededor de las columnas, está sentada Fabiola y se acercan a saludarla.
Petronio la conoce porque la ha visto en casa de Séneca y la admira por su bello semblante, dulce y apacible; por la dignidad y la elegancia de su porte y sus ademanes y palabras, siempre suaves y pausadas. Sin saber por qué, ella lo perturba a tal grado, que este hombre corrompido, despreocupado y cínico; en presencia de Fabiola no solo se siente inclinado a estimarla, sino que le trastorna el dominio de sí mismo, que es su cualidad más sobresaliente.
Y esto es lo más incomprensible para Petronio. Ahora, al agradecerle las atenciones que ha prodigado a Marco Aurelio la llama ‘domina’ (señora) cosa que jamás haría con ninguna otra de las mujeres de la alta sociedad que frecuenta.
Después del intercambio de saludos, Petronio preguntó:
– Muy raramente se te ve. Ni siquiera en el circo o el anfiteatro. ¿Tampoco visitas ya la casa de Séneca?
Ella pone cariñosamente la mano sobre la de su esposo y contesta:
– Estamos llegando a viejos y ambos de día en día, nos apegamos más a nuestro reposo doméstico.
Publio agregó:
– Y cada día nos sentimos más extranjeros en un pueblo que da nombres griegos a nuestras divinidades romanas.
Petronio replica con aire negligente:
– Desde hace algún tiempo, los dioses han llegado a convertirse en meras figuras de retórica. – Y mirando significativamente a Fabiola, agregó- Cierto es que se envejece rápidamente. Pero hay personas tan privilegiadas que en sus rostros pareciera que Saturno los hubiera relegado al olvido.
Petronio dijo estas palabras con sinceridad; porque Fabiola, aunque es mayor que él; conserva todavía una frescura juvenil en sus facciones delicadas.
Mientras tanto Publio se ha alejado para llamar a los jóvenes.
Todos acuden y son presentados a sus visitantes.
Luego el general les dice amoroso:
– Vamos hijos míos. Vuelvan a lo que estaban haciendo.
Ellos se retiran; menos Margarita la mayor, que se dirige al interior de la casa, para traer agua fresca y frutas.
Entonces el pequeño Publio que se ha hecho gran amigo de Marco Aurelio, se aproxima al joven tribuno y le pide que juegue con ellos; él se levanta y lo sigue, para integrarse al equipo.
Alexandra también entró en el triclinium detrás de Paulina, la más pequeña de toda la familia. Y bajo la enredadera llena de flores, con los destellos de luz que iluminan su rostro y su figura, a Petronio le parece mucho más hermosa que a primera vista.
Y comprendió porqué su sobrino está locamente enamorado de tan primaveral belleza.
Como hasta ese momento no le había hablado; se levantó, inclinó ante ella la cabeza y en vez de dirigirle las usuales palabras de cortesía, pronunció éstas que fueron con las que Ulises saludara a Nausica:
– Te suplico ¡Oh, reina! ¡Que me digas si eres diosa o mortal! Y si eres una de las hijas de los hombres que en la tierra moran, sean tres veces bendecidos tu padre y tu madre.
La exquisita cortesía de este hombre de mundo, es grata aún a la misma Fabiola. En cuanto a Alexandra, se ruborizó intensamente y quedó confundida por un instante, sin atreverse a levantar la mirada. Pero de pronto una sutil sonrisa asomó a sus labios y su rostro delató la lucha entre la timidez y el deseo de dar una respuesta.
Triunfó éste último y mirando a Petronio con sus bellísimos ojos de color verde-azul, que destellan con una aguda inteligencia; le contestó con las mismas palabras de Nausica, repitiéndolas de un tirón y con una entonación encantadora:
– Extranjero, no pareces ni hombre avieso, ni de juicio escaso.- Se dio la vuelta de repente y corrió veloz como una gacela.
Esta vez fue Petronio el que quedó totalmente asombrado, pues no esperaba escuchar versos de Homero en los labios de la doncella. Se volvió con una mirada interrogante a Fabiola.
Pero ésta miraba sonriente a su esposo, en cuyo rostro había una expresión de orgullo, que le fue imposible ocultar.
Su satisfacción era inmensa. Primero porque amaba muchísimo a Alexandra, con un afecto paternal. Y segundo, porque dominar el griego era la cumbre del pulimento social. Y el que la joven respondiera en este idioma a este hombre de tan exquisita cultura, tanto en las letras como en sus modales, le hizo sentir muy complacido.
Y Publio replicó con sencillez:
– Tenemos en casa un pedagogo griego que da lecciones a nuestros hijos.
Petronio miró a través de las ramas de la madreselva al grupo que estaba jugando…
Marco Aurelio se había quitado la toga, quedando solo con la túnica y le lanzaba la pelota a Alexandra.
Petronio la observó detenidamente y aquilató sus dones…
Es bella como la aurora. No hay nada de vulgar en aquella criatura: su piel es tersa y muy blanca. Sus mejillas sonrosadas y sus labios tan perfectamente dibujados, que parecen reclamar un beso… El incomparable color de sus ojos, su frente lisa y alta, la nariz perfecta.
Su abundante cabellera negra y ondulada; aún despeinada, es un gran marco para su rostro perfecto y su cuello es largo sobre su talle flexible. Su alta figura, grácil como una palmera y fascinante como la estatua de una diosa griega; tiene toda la frescura y el esplendor de las flores recién abiertas.
Él aprecia todas estas perfecciones con ojos expertos. Y como adorador de la belleza, vio en aquella virgen incomparable, todos los dones de Afrodita.
Y algo más misterioso, aumenta el encanto de aquella criatura: un alma radiante que destella a través de su cuerpo de rosa en plenitud, como la llama a través del cristal de una lámpara.
– Marco Aurelio tiene razón.-pensó- Todo lo vale por obtenerla.
Y entonces volviéndose hacia Fabiola y señalando hacia el jardín, dijo:
– Comprendo ahora domina, porqué tú y tu marido prefieren esta casa al circo y a las fiestas del Palatino.
Fabiola contestó sonriente, mirando con amor hacia donde juegan los jóvenes:
– Sí. -Este es el mundo que yo amo.
El viejo general comenzó a contar la historia de cómo la familia del rey Vardanes I, había perdido su patria y había llegado finalmente hasta él. Sus seis miembros, con el transcurso del tiempo, se integraron a sus propios hijos y ya no había ninguna diferencia para los amos de la casa.
Los amaban por igual y todos eran parte de su hogar. Dos ya se habían casado y habían formado su propia familia, al igual que tres de sus propios hijos. Quedaban solamente los que estaban en edad casadera y los dos más pequeños: Publio de diez años y Paulina de ocho.
En el jardín, tres jugadores decidieron terminar el juego y se dirigieron hacia el lago; paseando por los senderos a cuya vera está una muralla de mirtos y cipreses.
Alexandra lleva de la mano a Paulina y los tres se sientan en una banca cercana al estanque. Luego llega el pequeño Publio y los dos niños se ponen a jugar con los peces de colores que nadan en el agua transparente.
Marco Aurelio aprovecha la inesperada privacidad y en voz baja, temblorosa y suave, dice a Alexandra:
– Sí. Apenas dejé la pretexta (vestidura talar adornada en su parte inferior con una tira púrpura, que llevan en Roma los jóvenes nobles de ambos sexos hasta la edad de diecisiete años) cuando fui enviado a las legiones de Asia. Y con los entrenamientos y la vida complicada por los rebeldes, no hubo mucho tiempo para profundizar en frivolidades. Sé de memoria un poco de Anacreonte y de Horacio, pero no puedo como Petronio, repetir versos.
Cuando la inteligencia está obnubilada por la admiración, es incapaz de encontrar siquiera las palabras precisas para expresar los sentimientos…
Cuando era niño aprendí que la felicidad consiste en desear y alcanzar lo que los dioses desean y que por lo mismo, ello depende de nuestra voluntad. Creo sin embargo que existe algo mejor que eso. Algo más precioso y de mayor magnitud, que no está subordinado a la voluntad. Que brota desde lo más profundo del corazón, algo que solo el amor puede conquistar. Los dioses mismos persiguen esa felicidad y es algo que yo también anhelo fervientemente.
¡Oh, Alexandra! Hasta hoy yo no había conocido el amor. Y también yo trato de alcanzar lo que ha de darme la verdadera felicidad…
Marco Aurelio calla.
Por unos momentos solo se escucha el ruido del viento que ulula suave entre los árboles, el canto de las aves y las piedrecillas que los niños arrojan al lago.
Después de un rato, Marco Aurelio dice con voz aún más baja y contenida:
– Pero tú conoces a Tito, el hijo de Vespasiano ¿Verdad? Dicen que era muy joven cuando se enamoró de Berenice de tal forma que se sentía morir. También yo podría amar así… ¡Oh, Alexandra!
¡La fortuna, la gloria, el poder, son tan solo humo y vanidad! Porque, ¿Quién podría experimentar deleite mayor o mayor felicidad que la del instante en que se puede estrechar contra el pecho y sentir el latido del corazón del ser amado? ¿O beber de sus labios el aliento perfumado, que es más necesario que el aire que da la vida?
Por eso el amor nos hace iguales a los dioses. ¡Oh, Alexandra!…- y su voz se desvanece en un suspiro anhelante y la mira con sus ojos torturados e interrogantes.
Ella lo ha escuchado con asombro y cierta alarma. Al mismo tiempo el sonido de sus palabras, ha sido como una arrobadora armonía que Marco Aurelio ha estado entonando con un canto maravilloso que se infiltraba a través de sus oídos, estremeciendo todo su ser; corriendo por toda su sangre y agitando su corazón en un loco golpeteo que la hace sentir al mismo tiempo, desmayo y temor.
Es un maravilloso deleite apenas comprensible y que no había experimentado jamás. Le parece que Marco Aurelio le está cantando algo que también existe dentro de ella, pero que no comprende totalmente y al darse cuenta de lo que está despertando en su alma; que como un nebuloso ensueño se le presenta con formas más definidas y maravillosamente encantadoras, la cautiva y la hace estremecer.
El hermoso crepúsculo del atardecer tiñe de rojo el horizonte. Y con los últimos rayos del sol que iluminan todo a su alrededor, el tiempo parece haberse detenido…
Alexandra levanta hacia Marco Aurelio, su bello rostro fascinado. Y él se inclina hacia ella y la mira con una súplica silenciosa.
Ella lo contempla su vez, a través de los reflejos de la tarde y le parece el más perfecto de los hombres. Es más bello que todos los dioses griegos o romanos, cuyas estatuas ha visto en las fachadas de los templos.
Marco Aurelio le oprime ligeramente el brazo. Con los dedos alrededor y más arriba de la muñeca…
Ansioso, le pregunta:
– ¿No adivinas lo que te estoy diciendo Alexandra?…
Ella contesta con un murmullo que él apenas alcanza a oír:
– No.
Marco Aurelio toma la mano de la joven e iba a ponerla sobre su corazón, el cual bajo la influencia de los deseos despertados por aquella doncella de hermosura inigualable, palpita fuertemente como el golpeteo de un martillo.
Y un torrente de frases llenas de fuego para expresarle su apasionado amor, es detenido en ese instante…
Cuando Publio Quintiliano aparece de repente y dice:
– Se está poniendo el sol. No hay que jugar con Proserpina. (La muerte)
Y el encanto quedó roto…
– ¿No tienes frío?
– No.-contestó Marco Aurelio- Por eso no me he puesto la toga.
Publio dice, señalando hacia el firmamento:
– Pero mirad… Apenas si se ve ahora la mitad el disco solar tras la colina. Esto me recuerda el suave clima de Sicilia, donde las gentes se reúnen en la plaza al atardecer y se despiden del agonizante Febo con un canto coral.
Y olvidando que hasta hace un momento, acaba de ponerlos en guardia contra Proserpina; sigue hablando de Sicilia, donde posee extensas propiedades; con campos cultivados por los que siente un gran apego.
Concluye diciendo:
– Estoy pensando en trasladarme a vivir allá. Para terminar apaciblemente mis días, disfrutando con toda mi familia de la belleza espectacular del paisaje, el mar y la isla.
Marco Aurelio le pregunta súbitamente alarmado:
– ¿Pronto dejarás Roma?
– Sí. Desde hace mucho tiempo quiero hacerlo, porque en Sicilia está uno más tranquilo y más seguro. –y de nuevo empezó a elogiar, añorando sus ganados, huertos y hortalizas; sus colmenas y su villa junto al mar con sus bellos jardines, oculta entre el verde de las colinas…
Pero Marco Aurelio ya no le presta la menor atención. Un solo pensamiento le domina y lo tiene aterrorizado: ¡Puede perder a Alexandra! Y con solo imaginarlo, se siente morir. Voltea su rostro hacia donde está su tío. Dirige miradas llenas de ansiedad y de angustia a Petronio, implorándole en silencio una ayuda urgente.
Petronio mientras tanto, sentado cerca de Fabiola; mira alternativamente el espectáculo de la puesta de sol, los jóvenes que juegan y el pequeño grupo que está junto al estanque.
En el firmamento, las postreras luces del atardecer; dan reflejos áureos, purpúreos y violetas, cambiantes como un ópalo.
Las siluetas oscuras de los cipreses se van haciendo más pronunciadas cada vez. En las personas, en los árboles, en toda la atmósfera del jardín, hay ahora una dulce calma vespertina.
El augustano se siente impresionado por la paz que reina en esta casa y por algo que sus habitantes irradian y que no sabe cómo definir. Con gran asombro, piensa que podría existir una belleza cuya emanación misteriosa, no había conocido hasta entonces. Y sin poder contenerse dice a Fabiola:
– Estoy considerando cuán diferente es este mundo vuestro, del mundo que gobierna nuestro Nerón. Hasta el aire que se respira aquí, es diferente.
Ella alzó su bello semblante y contestó con suavidad:
– No Nerón, sino Dios; es quién gobierna al mundo.
– ¡Oh! Pero entonces… ¿Tú si crees en los dioses, Fabiola?
– Creo en Dios. QUE ES UNO, BUENO, SANTO Y TODOPODEROSO. – Y desviando la conversación, empieza a hablar de los goces que representa el tener una familia unida y regida por el amor.
Más tarde…
Cuando se encuentran de nuevo en el cisio para el regreso, los dos conversan sobre lo sucedido.
Petronio dice a su sobrino:
– Ella cree en Dios, que es Uno, Todopoderoso y Justo. –aspira profundamente y agrega con impotencia- Yo me considero en dialéctica, igual que Sócrates. Y en cuanto a las mujeres ¡Es imposible entenderlas! Yo deseaba hablar con ella y con Publio de otro asunto… –Petronio está realmente enojado- ¡Por Zeus! Si les hubiera manifestado abiertamente cuál era el objeto de nuestra visita, estoy seguro de que su virtud hubiera armado un escándalo.
¡Y no me atreví a decírselo! ¿Puedes creerlo? ¡No me atreví, Marco Aurelio! Temí un estallido que hiciera un fiasco con nuestras intenciones. Pero debo hacerte el cumplido elogio de tu elección. Ella es una verdadera manifestación de Venus y realmente no me sorprende tu anhelo. Pero debes saber que te has enamorado de un imposible, porque tanto Fabiola como Publio, te destrozarán antes que dártela.
Sigue un largo silencio, en el que Marco Aurelio se queda con la cabeza inclinada. Y en su mente recuerda la imagen de la doncella amada…
Luego dice apasionado:
– La deseo ahora, mucho más que nunca. Cuando la tomé del brazo me sentí envuelto en llamas. Es necesario que sea mía. Si yo fuera Júpiter, caería sobre ella convertido en lluvia, como lo hizo con Dánae. ¡Y la besaría en los labios hasta que éstos le dolieran!
¡Cómo quisiera hacerla gemir de pasión entre mis brazos, hasta hacerla desfallecer de amor y tenerla aprisionada contra mi pecho sin soltarla jamás! No podré dormir esta noche ¡Oh! ¡Cómo quisiera hacer desaparecer a Publio y a Fabiola!…
– ¡Tranquilízate! No has de manifestar tus anhelos como una bestia.
– ¡Yo quiero que Alexandra sea mía! Te busqué para que me ayudes. Publio la ama como a una hija ¿Cómo podría yo considerarla como una esclava? Y sin embargo, si no hay otro remedio… ¡Me casaré con ella!
Petronio lo reprende con ímpetu:
– ¡Cálmate! ¡Insensato descendiente de cónsules! No traemos a los bárbaros atados detrás de nuestros carros de victoria, para hacer de sus hijas nuestras esposas. Aunque sea la hija de un rey, no olvides que los de su dinastía fueron rehenes de Augusto. No exageres. Agota primero los medios naturales. Dame tiempo para poder hacer lo necesario y lograr nuestro objetivo.
También Silvia me pareció en algún tiempo hija de Venus y sin embargo, no me casé con ella; de la misma forma que Nerón no se casó con Actea, aunque fuera la hija del rey Átalo. ¡Relájate! Piensa que si Alexandra por amor a ti, desea abandonar a Publio, éste no tendrá derecho alguno para retenerla. Además, no solo eres tú el que está ardiendo en el fuego del amor. Eros ha encendido también en ella la amorosa llama.
Yo he visto eso y harás bien en creerme. Ten paciencia, siempre hay una forma para realizar las cosas. Pero hoy he pensado demasiado y me siento fatigado. Mañana me preocuparé por tu amor y te prometo que descubriré el medio más conveniente para que Alexandra esté contigo.
Los dos quedan silenciosos y pensativos por largo rato. Mientras avanzan despacio por las hermosas avenidas de Roma, hacia la casa de Petronio.
Solo se escucha el golpeteo de los cascos del caballo sobre el pavimento. Y solo cuando falta poco para llegar, Petronio dice con aire reflexivo:
– Me parece que ya tengo un plan y es infalible…
Marco Aurelio se sobresalta y se le enciende una luz de esperanza en su mirada.
Y al punto dice con anhelo:
– ¡Oh! Te escucho hombre sabio… ¡Y que los dioses sean pródigos contigo!
Con firme decisión, Petronio declara:
– Pues bien. Dentro de pocos días tu divina Alexandra compartirá contigo en tu casa, el grano de Deméter. Pero primero tengo que hacer algo…
– ¡Ay Petronio! ¡Te lo voy a agradecer toda la vida! –replicó Marco Aurelio lleno de entusiasmo.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
8.- LA SINFONIA DE LA CREACION
En la Puerta del Cielo, Víctor admira aquella regia mansión tan magníficamente bella y en la cual todas las fuentes están decoradas con figuras de niños, delfines, pescados, palomas, ciervos, etc. En ninguna parte hay estatuas de dioses.
Y aunque la decoración es muy rica, variada y hermosa; tampoco hay escenas lúbricas, ni de faunos o ninfas.
Leonardo por su parte, está concentrado en sus propios pensamientos, mientras su mirada vaga absorta contemplando todo lo que le rodea.
Diego y Adrián conversan con Ariadna junto a una fuente.
Los dos ríen felices y entusiasmados, mientras ella los mira entre seria y divertida.
Curiosa pregunta:
– ¿Quién de los dos mandó a Marte?
Adrián se ruboriza:
– Yo. Pero no sirvió de nada. Tampoco cuando su comandante general Lucifer, se ofreció a hacerlo personalmente, funcionó. Estaba muy enojado y ahora sabemos por qué…
Ariadna siente un escalofrío al recordar lo que la hizo sufrir y también sus amenazas al dejarla antes de huir…
Ella sabe que su hora de la muerte depende de Jesús y eso es lo importante. Confía en Él y en su Amor. Por ahora lo único que importa es que ha ganado las almas de sus astutos atormentadores y poder entregárselas a Jesús es suficiente recompensa.
Adrián agrega:
– Evidentemente, el incomparable Apolo tampoco logró nada…
Ariadna contesta:
– Ellos son potestades y principados, no dioses. Nosotros los conocemos como ángeles caídos y no pueden medirse con su Creador.
– ¿Entonces son solo creaturas?
– Así es. Pero rebeldes a Dios. Dominan a quien no los conoce y a quién no ama a Jesús, ni lo reconoce como Dios.
Diego dice:
– Tratamos de conquistarte con hechizos y sortilegios y siempre fracasamos. Ahora comprendemos porqué. Jesucristo el Crucificado es el más Poderoso y venció siempre a los demonios y a nuestras artes mágicas.
Adrián suplica:
– Ariadna, te hemos perdido a ti, pero queremos ganar a Dios. Queremos ser cristianos para servirlo y adorarlo sólo a Él.
Diego agrega:
– Pedro dijo que tú nos enseñarías lo que es el alma…
Ariadna mueve la cabeza asintiendo y su sonrisa se vuelve luminosa.
Diego y Adrián la miran fascinados.
Leonardo está curioso y sorprendido. Ahora va a conocer los secretos de la religión por la cual Sofía se le resiste tanto…
Cuando todos están cómodamente instalados, la voz de Ariadna llega a los oídos que la escuchan con expectación:
“La Sinfonía de la Creación”
YAHVE (Yeové) significa: YO SOY.
En el verdadero contexto de la palabra hebrea, tiene un significado más amplio: el que ES, siendo; Crea, creando; Existe, existiendo. En una palabra que expresa movimiento continuo e infinito.
El ES el que está en el trono de su Reino Celestial, en donde los ángeles le sirven. Y vive rodeado de los justos que forman la Gran Familia de los Hijos de Dios. Él, es el Padre Celestial. El Altísimo Señor del Universo. El Santísimo Creador.
“En el principio creó Dios el cielo y la tierra… Y el Espíritu del Señor se movía sobre las aguas.”
Estas son las primeras palabras de la maravillosa Historia de la Creación.
Ya era Dios. Siempre Él Fue. Y por su SER podía crear de la nada, el todo; del desorden, el orden; de lo informe, lo completo; lo formado con leyes de sabiduría potentísima. Del Caos, surge el Universo.
De los vapores cargados de moléculas confusas; de la anarquía de los elementos creó el cielo y la tierra. Y poco a poco las sucesivas obras de la Creación, que fueron cada vez más portentosas. Del caos que se separa y ordena; partes sólidas con partes sólidas para formar el planeta Tierra. Partes húmedas con partes húmedas para formar sucesivamente los mares, los lagos, los ríos y los arroyos a la luz. La primera de las cosas no solo ordenada con elementos ya existentes en el Caos; sino creada con poder propio, de la nada.
Y poco a poco, las sucesivas obras de la Creación se cumplieron. El Espíritu del Señor se movía sobre ellas con sus leyes y providencias.
Del Caos, Dios creó el Universo, ordenando las caóticas materias y los elementos, en aquella perfección de mundos que han durado millones de siglos. Cuando se observa meditando, lo creado; se puede ver como la Creación es igual a una escala ascendente; en un canto que sube siempre más; de nota a nota, hasta tocar la nota perfecta y sublime. Como es igual a un generarse de vidas cada vez más completas y perfectas, hasta alcanzar la perfección total.
De las primeras moléculas sólidas, de los vapores y fuegos desordenados que eran la nebulosa primitiva, se formaron la tierra y las aguas. Cuando el Creador creó la tierra, la sacó de la Nada. Reuniendo el gas del éter ya creado y revolviendo el firmamento, en una masa que rotando se solidificó como avalancha meteórica, que crecía siempre más; alrededor de un núcleo primitivo, con la fuerza centrípeta.
La tierra formándose así; en su recorrido de proyectiles nebulares que se solidifican a través de los espacios, debía por fuerza arrebatar a esas emanaciones, los elementos provenientes de otras fuentes.
Los cuales quedaron encerrados en ella bajo la forma de fuegos volcánicos, azufres, aguas minerales diversas, las cuales afloran a la superficie testimoniando su existencia y misterios…
¡Cuántas fuerzas buenas ignora todavía el hombre y que conocería si tuviera la humildad necesaria para reconocer al Creador Eterno!
Tres Días para preparar la tierra para ser habitada. Y en el tercer Día, la vistió de hierba y plantas, para que pudiera recibir semillas y hacerlas vegetales útiles. Entonces sobre la tierra, en la cual ya había luz, agua, aire; encendió la fuente de calor y con el sol perfeccionó la luz. Con las estrellas y la luna que regula las mareas y las ondas de los vientos y las aguas celestes; la tierra está lista para recibir a los animales.
Dios Creador es ilimitado en su poder. Dios Creador, es Perfecto en su crear. Dios Creador es Previdente en su crear. Hizo diversidad en las especies vegetales, no solamente de las que tienen frutos. Y ha unido las plantas de deleite, las flores, las plantas medicinales y con diferentes utilidades para el ser humano.
Hizo las diferentes especies de animales, no solo las que son fáciles de domesticar. Sino también las que en su vida salvaje son útiles a la limpieza del campo. Inclusive la maldita serpiente cargada de veneno y de gran utilidad, porque este veneno cura algunas de las más penosas enfermedades.
Y todas estas especies obedecen a la razón para la que fueron creadas, al orden que les fue dado. Desde el sol hasta el mosquito, no hay ninguno que diga: “yo quiero hacer lo que me parezca”. Y con su vida ordenada el fin para el que fueron creados, cantan loas y reflejan la gloria de su Creador. Por lo tanto en los animales está ya representado y perfeccionado, lo que se encuentra en los reinos inferiores: los minerales y los vegetales.
“Y vio Dios que lo hecho estaba bueno.”
Dios creó el Universo para el deleite del hombre y lo llama a través de la grandeza que reflejan las obras de Dios.
Por último en la tierra, completada de todos los bienes, creó al hombre y lo colocó como rey de cuanto había hecho.
“Y vio Dios que lo que había hecho, era muy bueno”
Un artista no se siente complacido hasta que contempla su obra maestra.
En la escala ascendente, la nota se hace más alta y pura. Más completa, más magníficamente divina. HE AQUÍ AL HOMBRE.
El hombre en el cual están los tres reinos precedentes.-privado de linfa el primero; de movimiento, el segundo; de razón, el tercero.- y adjunto el cuarto reino: aquel de la criatura razonable; dotado de palabra, de inteligencia y de razón. Razón que regula los instintos. Inteligencia que abre los pensamientos a comprensiones y visiones que son infinitamente superiores a aquellas que se dan a los animales: capacidad de pensar en un bien material.
Palabra que lo hace capaz de expresar sus necesidades y sus afectos; entendiendo a aquellos de sus iguales. Y sobre todo, de alabar a Dios su Creador y orar. O de evangelizar al que lo ignora. En el hombre están el reino mineral, el vegetal, el animal, el humano y perfección de perfecciones: el espiritual.
He aquí la escala que del desorden del Caos, sube al orden sobrenatural, pasando por el natural. He aquí a la criatura en la cual están reunidos y en síntesis, todos los elementos y caracteres de las otras creaciones; reunidas y perfeccionadas.
A la criatura hecha de fango; o sea, con el polvo en el cual están desmenuzadas las sales minerales en el elemento agua. Dotado de calor (elemento fuego) y de respiración (elemento aire) De vista natural e intelectual (elemento luz) De sangre, humores, glándulas y órganos reproductores (linfa) de instintos, pensamientos, movimientos, libertad, voluntad, Dios infunde su “soplo o espíritu de vida.”
Cuando Dios creó al primer hombre, infundió en él más que la vida de la materia hasta entonces inanimada, también la vida del espíritu. De otra manera no habría podido decir que lo había hecho a imagen y semejanza suya. El hombre fue creado a imagen y semejanza.
Y une en sí y en perfecta armonía: cuerpo, alma y espíritu. Lo creó inmortal para que viviera una sola vez. El orden en la vida humana es éste: que un cuerpo se una a un espíritu para volver al hombre en similitud con Dios; el cual no es carne, sino Espíritu. No animal, sino sobrenatural. Cada hombre y cada obra tienen su sello diferente: Dios jamás se repite. Cada hombre es único.
Por eso los ángeles tienen diferentes habilidades y competencias: unos son custodios, otros heraldos y otros, serafines adorantes. Cada uno tiene su función. El Creador proveyendo el resguardo de la Humanidad; su mente santísima la diversificó por el bien de la tierra y según las necesidades, dotó a cada hombre de las habilidades necesarias según las circunstancias.
Y le dio el ingenio para que creara a su vez. Por eso es la diferencia de caracteres y de temperamentos.
Para el Creador, su obra Maestra fue el hombre. Y su mayor satisfacción, el fin para el que lo creó. Cuando la mente divina concibió la idea de crear al hombre, su amor pensó en la criatura humana como un dios, hijo de Dios. Y el Padre en verdad puso el sello de su Paternidad en su hijo: en el espíritu.
La capacidad de conocer y amar a Dios tanto en esta como en la otra vida. Así pues creo al hombre compuesto de dos sustancias: una material llamada cuerpo, creada inicialmente en el lodo y procreada subsiguientemente con la carne y la sangre del hombre. La otra inmaterial: compuesta por el alma y el espíritu.
Sin el alma el hombre sería una criatura animal guiada por los instintos y las facultades naturales. Y sin el cuerpo el hombre sería una criatura espiritual, con dotes sobrenaturales de inteligencia, voluntad y gracia, igual que los ángeles.
Dios a esta Obra Maestra representada por el hombre, en el cual se encuentran unidas las dos criaturas: la animal y la espiritual, formando una sola unidad. Le dio su imagen y semejanza en sus pensamientos, en sus afectos, en sus actos, en sus impulsos, en sus deseos y sentimientos.
El Sexto Día fue creado el Hombre. Verdadero anillo de conjunción entre la Tierra y el Cielo. Verdadero punto de unión entre el mundo espiritual y el material. El ser en el cual la materia es tabernáculo del espíritu. El ser en el cual el espíritu anima la materia, no solo por la vida limitada y mortal; sino por la vida inmortal después de la resurrección final.
El hombre, la criatura en la cual habita el Espíritu Creador. El hombre, la maravilla de la potencia de Dios, al que infunde parte de Sí Mismo Infinito. El polvo elevado a la potencia de Hombre y Mujer.
Y unidos a ellos la Gracia, que eleva la potencia del hombre-animal, a la potencia de la vida y condición de criatura sobrenatural deificándola, convirtiéndola en hijo de Dios por participación de naturaleza.
Haciéndolo capaz de entrar en relación directa con Él. Disponiéndolo a comprender al Incomprensible. Haciéndole posible y lícito amar a Aquel a quién sin su Divino Don, no podría el hombre por su sola capacidad, ni siquiera desear amar.
El hombre, hecho triángulo que apoya la base (la materia) sobre la tierra de la que fue extraído y que tiende con sus facultades intelectuales, a ascender al conocimiento de Aquel al que se asemeja y toca con su vértice (el espíritu del Espíritu, la parte electa del alma) EL CIELO; perdiéndose en la contemplación de Dios Caridad, accesible por la unión con Dios y lo deifica.
EL CUERPO.
El cuerpo humano es una obra maestra que compendia las artes y las ciencias. El Divino Escultor proyectó en él, una maravilla arquitectónica y un prodigio de ingeniería, que contiene el más portentoso laboratorio químico y el más asombroso y perfecto conjunto de armonía, belleza y funcionalidad. Creado originalmente inmortal, fue destinado a ser un Templo Viviente para que Dios lo habitase. Lavado por el Bautismo convierte al hombre en Templo del Espíritu Santo.
La belleza es un atributo de Dios y fue uno de los dones que dio a los progenitores. Los cuerpos humanos creados por Dios, eran perfectamente hermosos y reflejaban la perfección del que los había creado. Dios es un Espíritu Purísimo. Y el hombre testimoniaba con la perfección de un cuerpo armónico y bellísimo, vasos vivos para contener el Espíritu del cual provenían.
El cuerpo humano profanado y corrupto no puede contener al Espíritu de Dios y es invadido por Satanás. Cuando Satanás toma posesión, inocula la corrupción en todas sus formas. Y el hombre satanizado es un demonio con todos los desenfrenos de su amo. Un Satanás que va contra la Ley divina y humana. Que viola hasta las normas más elementales del vivir como hombres racionales.
El cuerpo es solamente la vestidura del alma y por el pecado ha quedado sujeto a la corrupción, a la muerte, a la enfermedad, al dolor.
EL ALMA Y EL ESPIRITU.
“El Altísimo no habita en templos hechos por la mano del hombre.”
Estas palabras fueron dichas por el Templo de Salomón, la más suntuosa casa que el hombre haya elevado en honor de Dios. Porque Dios Mismo al crear al hombre, se hizo con infinita potencia una morada digna de Sí, en el espíritu del hijo fiel; espíritu que es una partícula de Sí Mismo.
El espíritu del hombre vivo por la Gracia, convertido en Templo del Espíritu Santo, cierra el círculo del amor: Dios conteniéndose a Sí Mismo.
El alma es el cofre, el arca santa, el nutriente que contiene al espíritu que es la gema salida de la Mano de Dios, de los infinitos tesoros de su YO para ponerla dentro de la criatura; signo innegable del origen divino del hombre, que certifica su filiación con su Creador.
Como la sangre en las venas, está el espíritu en el interior del alma. Y así como la sangre da vida al cuerpo para vivir la jornada terrena; así el espíritu da la vida al alma, para vivir los días que no tienen fin.
El alma espiritual es la que diferencia al hombre de los animales. Y ésta viene de Dios y todas sus potencias tienden hacia Él. Dios es Luz y es el Padre de la Luz y de las luces. A la tierra, su primera criatura, concede y dona la Luz.
Así como al hombre, perfección de la Creación y última de las Seis Obras de las seis jornadas divinas; después de las cuales Dios reposó, concede el atributo que lo hace a Él semejante: el espíritu inmortal. Libre, el hálito suyo divino, infuso en la materia para que sea animado por Dios y tenga derecho al Cielo y a la morada del Padre.
El cuerpo del hombre es animado por el soplo de Dios. Por esto en todo hombre y en cada hombre, se extiende y penetra el Espíritu de Dios con derecho de Rey y con su amor de Padre Creador.
Porque ¿En donde reposa Dios? En el espíritu de los justos. ¿Qué es el espíritu? Es la parte superior del alma humana. ¿Cuándo deja de ser trono de Dios? Cuando la concupiscencia la trastorna…
¿Cómo estamos hechos?
LA PERFECCION DE ADAN.
La perfección de la obra regia de Dios en Adán y en la cual Dios puso su inteligencia creadora, estaba en su espíritu. El semen de Adán si Adán hubiese sabido permanecer Rey cual Dios lo hizo, hubiera sido un semen de perpetua perfección.
El espíritu es el Tabernáculo de Dios. El hombre fue creado para ser un templo viviente para que Dios lo habitase. Para el espíritu no hay limitaciones, no hay obstáculos, no hay límites, no hay privaciones, no hay necesidades.
Él es poderoso, libre, instantáneo y como está formado de luz, cuando se une a la Luz, está pleno de Sabiduría Divina. (Esto explica porque a los incultos, Dios los convierte en doctos sin haber estudiado)
El altar del espíritu es el corazón. Y el sagrario es el punto en el cual Dios puso en el hombre la necesidad de adoración. Y esta adoración se alimenta de amor y de necesidad de amar. Dios hizo este altar precioso y sagrado. Lo hizo para estar formado del amor y de la unión con Él.
Y de la generosidad en el amor incorruptible a las acciones perjudiciales de los sentidos, de las tentaciones, de las insidias, de las tres carcomas del alma. Porque el amor generoso y la unión con Él, hacen a las fibras del corazón incorruptible a las acciones disgregadoras que vienen del exterior.
Por eso el hombre ha hecho a este órgano, sede de los sentimientos y trono y asilo de las pasiones predominantes. Y éstas se custodian con cada latido del corazón. Y en el fondo la gema que esplende, amigable y santa o flameantemente engañosa y malvada: su tesoro es el sentimiento que la domina.
El altar original perfumaba con su amor la santidad de Dios y cantaba su armonía, amándolo y adorándolo sobre todas las cosas porque en todas las cosas estaba el sello innegable del Amor Divino, que las había hecho perfectas y maravillosas para el gozo de su criatura. El amor es el término de la perfección humana: el Amor Total.
El amor es una fuerza absoluta y el alimento de la vida. El amor es el culto de adoración a Dios, porque el que crece en el amor, crece en perfección.
El hombre está obligado a conocer a Dios por gratitud y por respeto a su propia inteligencia. Y su propia naturaleza le exige la necesidad de amar, porque aquel que ama es nacido de Dios y por la caridad es semejante a Dios.
El Sexto Día fue creado el hombre siguiendo el fin para el que fue creado: amar y servir a su Señor durante la vida terrena, conocerlo en su Verdad y después gozar de Él para siempre en la Vida Eterna.
Fue creado el único hombre del cual debía venir toda la Humanidad y del cual fue tomada la mujer, compañera del hombre y para el hombre, con el cual poblará la tierra, reinando sobre todas las criaturas inferiores.
Fue creado el Único Hombre, aquel que como padre habría trasmitido a sus descendientes todo cuanto había recibido: vida, sentidos, aptitudes materiales; así como inmunidad a todo sufrimiento, razón, intelecto, ciencia, integridad, sabiduría, inmortalidad y el Don de dones: la Gracia.
El hombre era un semidiós por la Gracia y por la Fe. Cuando el hombre se despertó de su primer sueño y encontró a su lado a la compañera, sintió que la felicidad que Dios le había dado era completa. Era ya tan grande desde antes.
Todo en Adán y en torno a Adán fue hecho para que él gozase de una felicidad completa, sana, santa y la delicia; o sea, el Edén no era solamente en torno, sino también adentro de Adán.
Lo circundaba un jardín pleno de bellezas vegetales, animales y minerales. Pero dentro de él, un jardín pleno de bellezas espirituales, florecía con virtudes de todo género, prontas a madurarse en frutos de santidad perfecta; perteneciente a la ciencia apropiada a su estado y que los hacía aptos para la vida sobrenatural, la Gracia.
Como criatura física, gozaba de esto que veía: la belleza de un mundo virgen, testimonio salido del querer de Dios. Gozaba de esto que podía: su señorío sobre las criaturas inferiores. Todo había sido hecho por Dios para el servicio del Hombre: desde el sol hasta los insectos, para que todo le fuese una delicia.
Como criatura sobrenatural gozaba, -un éxtasis radiante y suavísimo- de la compañía de la Esencia de Dios: el Amor. De los raptos de amor entre el Infinito que se donaba y la criatura que lo amaba adorándolo.
El Génesis encubre esta facultad y este comunicarse con Dios en la frase: “Habiendo oído la Voz de Dios que se paseaba en el fresco de la brisa de la tarde.”
Por cuanto el Padre había dado a sus hijos una ciencia proporcionada a su estado, aun así, Él Mismo los instruía. Porque Infinito es el Amor de Dios y después de haber dado, anhela nuevamente dar y tanto más da, en cuanto más la criatura desea serle hija. Dios se da siempre a aquel que a Él se le da generosamente.
Cuando el hombre se despertó y vio a la mujer, su igual y su complemento; sintió que su felicidad de criatura era total, teniendo el todo humano en plenitud y el todo sobrehumano colmado por el amor dado al amor del hombre.
EL ALMA.
¿Cómo es? ¿Cuáles son sus atributos?
Los Progenitores, además de la Gracia Santificante y la Inocencia, tuvieron en su creación otros dones de su Creador.
La Inmortalidad: atributo divino.
La Inmunidad: de todo dolor y miseria.
La Integridad: la perfecta sujeción de los sentidos a la razón.
La Razón: Es más grande que el instinto.
La Ciencia: ilumina el saber y regula el amor, sujetándolo al orden hacia las criaturas y hacia Dios. Adán estaba formado de carne más que de espíritu. Pero no era carnal en cuanto a que sobre la materia, señoreaban el espíritu y la razón. Y el espíritu inocente y pleno de Gracia, tenía semejanza admirable con su Creador y por lo tanto era inteligente y sabía comprender.
La Libertad: majestad dominante sobre el ‘yo’.
La inteligencia: perfecta e iluminada por la Caridad. Plena de sabiduría y de ciencia divina. Dios dio al hombre la inteligencia unida a la libertad de pensamiento.
¿Qué es el pensamiento? Es al alma de la palabra. La facultad de comprender y conocer expresando las ideas y comunicarlas a los demás, es una cualidad humana. Los pensamientos brotan en la profundidad de la mente y esto es lo que distingue al hombre de los brutos, en los cuales los movimientos mentales se limitan a los más rudimentarios para vivir.
El hombre piensa y del pensamiento nacen obras de arte, de genio, de belleza. El hombre piensa y en este su pensar tiene un íntimo amigo que le sirve de compañía en su soledad. El pensamiento del hombre viaja, espiritual como es, por todo el Universo. Se sumerge en los recuerdos y emerge en la previsión de los tiempos futuros.
Estudia, contempla y medita, las admirables obras de Dios en la Creación. Reflexiona los misterios de los hombres. Cada hombre es un misterio encerrado en su vestidura mortal. Luminoso u oscuro según sea su ánimo, santo o satánico. Misterio solo conocido por Dios para el que no hay nada oculto.
Y de la contemplación de las cosas y de los hombres, sube a la contemplación de Dios. Como el águila que cada vez más alto asciende hacia el sol, así el pensamiento humano puede elevarse y sumergirse en la luminosidad de Dios, después de haber meditado en la capacidad humana.
En la Inmensidad divina después de haber reflexionado en la relatividad humana. En la eternidad divina, después de haber contemplado la efímera temporalidad humana. La Perfección, después de haber mirado sin soberbia que ciega, la imperfección humana.
La Mente: humana es perfecta e imperfectísima. Iluminada por Dios es perfecta. Sin Él cae en el error.
La Razón: debe estar motivada por la bondad. Solo así las acciones humanas obtienen frutos de santidad. Y la razón si es humilde cae de rodillas en obsequio del Dios Infinito e Incomprendible, que solo se vuelve accesible a través de la FE. Solo la fe ilumina la ciencia y la ayuda a comprender.
El conocimiento de la Esencia de Dios se encuentra en la sabiduría. Y la sabiduría se encuentra en el luminoso y ardiente centro que es la Caridad. Porque fe es religión y la religión permite a la criatura inteligente pero limitada, comprender al Perfecto e Infinito.
La Memoria: el hombre fue creado para amar y adorar a Dios. Y sufre porque desea a Dios. Y este sufrimiento lo provoca el vacío interior que existe en el hombre que vive alejado de Él. Porque hay en el hombre un ansia de creer que es más grande que su necesidad de respirar.
Por eso tiene hambre de Dios y experimenta una necesidad instintiva de buscar la Verdad, que se convierte en un acicate doloroso, porque el hombre se engaña voluntariamente en su deseo, se crea ídolos para aliviar su necesidad espiritual y el alma recuerda a Dios con nostalgia por el momento en que fue creada.
Instante fugaz frente a Él, pero que produce un sello indeleble en lo más íntimo de su ser. Su recuerdo se vuelve borroso porque el cuerpo que habita y al que gobierna una mente pagana, llena de ídolos, vive una vida que la enferma y con su espíritu muerto, su sufrimiento aumenta. Porque ella sabe que su cuerpo es perecedero y está unido a algo que es inmortal.
El hombre se pierde en marasmos filosóficos y aún quién dice que no cree en nada, en alguna cosa cree. El que afirma “No creo en Dios” presupone otra fe. Tal vez en sí mismo o en su inteligencia soberbia. Es como el pensamiento “no quiero pensar”, por el hecho de expresarlo, está manifestando que está pensando.
La Voluntad: de los atributos del alma, si la voluntad no es usada con sagacidad para manejar la inteligencia, ésta se vuelve como las medicinas peligrosas: en lugar de sanar matan. La voluntad es la soberana del alma. Dios la respeta y da las fuerzas necesarias para ‘una buena voluntad’ con las virtudes que la hacen inclinarse hacia Él. Pero “No querer ser esclavo del mal”, debe salir del hombre.
La Libertad de Arbitrio: el libre albedrío es el regalo más grande que Dios otorgó a la inteligencia humana. Dios ama a los hombres y les concede la libertad de arbitrio, para que por ella se perfeccionen en la virtud y se hagan más semejantes a Él.
Cuando el libre albedrío no está sostenido por el amor, la voluntad se debilita, muere poco a poco porque el libre albedrío se ha dejado seducir y se hace esclavo del Mal. Dios lo hizo libre y el hombre lo convierte en esclavo de las pasiones. El Demonio, el Mundo, la Carne, en un libre albedrío desordenado conducen al Egoísmo desenfrenado que da la muerte al espíritu.
La inteligencia del egoísta queda obnubilada para Dios y sus verdades. La soberbia ensombrece con su humo al egoísta y le ofusca la Verdad. Comienza el proceso de los ‘¿Por qué?’ de estos se pasa a la duda. A la separación no solo de Dios y la confianza en Él, sino también de su justicia, del temor de Dios y de su castigo.
Este es el motivo por el cual se explica, porqué tan fácilmente se peca. La mala voluntad en el pecar, es lo único que Dios, NO perdona.
Cuando el alma posee un libre albedrío que vive dentro del orden, en obediencia hacia Dios y siendo heroicamente fiel al Bien, el hombre se eleva y el alma se deifica al tomar la semejanza con Dios. Cuando es el Mal el que lo embrutece; esta semejanza es casi borrada totalmente y la degradación espiritual es tal, que se hace semejante al Demonio. Todo está en la voluntad con que se hace cada acción, ya sea virtuosa o pecaminosa. Porque ES la voluntad la que da valor a nuestros actos.
QUERER ARREPENTIRSE. QUERER CONVERTIRSE. QUERER OBEDECER. QUERER VENCER. QUERER PERDONAR. QUERER AMAR.
QUERER SER FIEL. QUERER TRIUNFAR SOBRE SÍ MISMOS Y SOBRE EL MAL. QUERER SER HÉROES. QUERER. QUERER. QUERER.
El que NO se quiere salvar teniendo los medios…
ES PORQUE QUIERE CONDENARSE.
Hasta el último momento, Dios respeta el libre albedrío y la voluntad, reina y soberana del alma. También la voluntad es el factor fundamental en la RECREACIÓN DEL ALMA. Toda la Creación natural y sobrenatural, es obra del amor. Todas las providencias, las leyes físicas, morales, espirituales, son obras del Amor.
El Intelecto:
Es capaz de distinguir lo que está bien y lo que está mal. Y amaestra sobre el cómo y el porqué, se puede y se debe querer hacer el bien y no querer hacer el mal.
La Conciencia: su voz podría llamarse la Voz del Mismo Dios, hablando en el interior del hombre. Es otra ayuda no-solo en empujar la voluntad a acciones buenas y en detener la misma para acciones malvadas. Sino en hacer que surja el arrepentimiento y empujar a la reparación de un mal cometido, para que el hombre vuelva a encontrarse en Gracia de Dios, cuando la ha perdido pecando.
LA Intuición: es una ayuda que Dios da a la inteligencia debilitada en la comprensión. La lucidez de la inteligencia ayuda poderosamente a recibir y comprender las enseñanzas que la Ciencia Eterna, en las lecciones que Dios quiere que sean guía y consuelo en la hora que vivimos, para que el mundo no se embrutezca totalmente, pues las palabras de la justicia no son más que sonidos que repercuten en las orejas y a veces ni siquiera se perciben: no se hacen alimento de Vida.
Dios crea las almas por amor. Y para que ellas puedan alcanzarLe y poseerLe, después de haberse esforzado en amarLe y conocerLe, las ha llenado de dones. El alma viene de Dios y todas sus potencias físicas, morales y espirituales tienden hacia Él.
El alma originalmente dada al hombre se recrea y se supera en grados inimaginables, a través de grandes sufrimientos y tribulaciones, haciéndola apta para reposar en Dios. El espíritu vivo se funde en Dios y el alma se convierte en Templo Viviente del Espíritu Santo, porque Dios vive en ellas y las funde con Él.
Y es de suma importancia para el alma que quiere avanzar en la vía del Cielo, ser robusta y tener todas sus potencias firmes en Dios. Cuando esto sucede el alma está segura. Cuando las potencias del espíritu están fijas en Él, ninguna fuerza la puede quitar de ahí.
El alma viva tiene tal repugnancia al mal, porque Jesús está en ella y el alma percibe lo que siente Él. El mérito del alma es uno solo: aquel de su buena voluntad de querer tenerlo a Él y aferrarse a Él. Todo otro pensamiento sería soberbia y vanidad espiritual.
Las almas que están fijas en Dios, no deben tener nunca miedo a nada. Solo a pecar.
EL ESPÍRITU
El espíritu es un Templo. El ángel custodio de cada criatura, adora en la misma, al Dios que la habita si está en Gracia del Señor.
El espíritu es un Rey. La infinita misericordia del Dios Único y Trino, ha dado a nuestro espíritu todas las ayudas para permanecer dominador. Los sentimientos pueden ser domados, entregándolos a Dios y pidiéndole que nos llene de su Amor. Es el alma lo que da al hombre el derecho a decir: “Padre mío…”
Cuanto más el alma es hija de Dios, tanto más pronta se siente para seguir los consejos del Espíritu Santo. El alma hija de Dios toma de su Padre esta característica divina: la solicitud pronta y alegre de hacer todo aquello que es bien.
La medida de la filiación alcanzada, la da la prontitud con la que el alma secunda las divinas inspiraciones, sin pararse a considerar lo que ellas puedan exigir de esfuerzo por parte de la criatura humana; ni del peligro que hayan de suponer para el individuo carnal.
Y el alma espiritual es la que distingue al hombre de los animales y lo hace dios sobre todos los otros seres creados: dios-rey que domina y somete; comprende, instruye, provee y lo hace dios por su origen y destino futuros.
Es el alma aquella que iluminada por su divino origen, sabe, quiere, puede con fuerza ya semidivina. Fuerza que Dios potentemente sostiene y ayuda, cuanto más el alma se eleva en la justicia y el hombre se diviniza con una vida de justicia.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
7.- ENTRE LA CRUZ Y LA MAGIA
En la casa de Adrián, éste está sentado con Diego en una de las bancas del jardín más próximas a su cubículum (dormitorio) Hasta allí se escuchan unos gritos. Una especie de gruñidos, alaridos y rugidos, unidos en una sola y escalofriante mezcla.
Diego muestra preocupación en su mirada mientras pregunta:
– ¿Sigue igual?
Adrián mueve la cabeza de un lado para otro y contesta con tristeza:
– No. Está peor. Por eso te mandé llamar. Ningún médico comprende lo que le pasa. Lo único que saben decir es que está loco. Se retuerce, echa espuma, blasfema de los dioses del Olimpo y hemos tenido que encadenarlo porque se ha vuelto más agresivo, desde que lo llevamos al templo de Esculapio.
– Te veo mal. ¿Estás enfermo?
– Mi madre llora sin consuelo y nada me ha funcionado con los sortilegios, ni con los consejos de mi espíritu guía y protector. Y si a esto le agregas el dolor que me abruma a causa de Ariadna. ¿Qué te puedo decir, amigo mío?
Diego suspira y luego comenta:
– Te comprendo demasiado bien. También yo estoy muy apesadumbrado por causa de ella. Tal parece que cargamos con una maldición.
– Hemos sido amigos desde niños ¿Por qué teníamos que enamorarnos de la misma mujer?
– Eros se está divirtiendo con nosotros.
– Ayer tuve una experiencia muy curiosa. Por la tarde yo estaba en el triclinium del jardín, pensando angustiado en todo lo que me estaba sucediendo. Mi hermano Víctor se puso peor que nunca y yo no sabía cómo consolar a mi pobre madre. Adela mi aya, nos llevó unos refrigerios y tratando de consolarme me dijo: “Amito Adriano, ¿Me permitirías llamar a Miriam? Es la ayudante en la cocina. Ella tiene algo muy importante que deciros, si consientes en escucharla unos momentos. ¿Lo harás?”– y me miró con unos ojos tan suplicantes, que no supe que me pasó y le dije: “Está bien. Que venga.”
Estuve a punto de arrepentirme en consentir hablar con los esclavos. ¡Y menos con una judía! Cuando regresaron las dos, yo seguía allí, sintiéndome cada vez más desgraciado. ¡Fíjate cuán grande sería mi desesperación, que hasta invoqué al Dios Desconocido de los griegos y le prometí una ofrenda si me ayudaba!
Cuando Myriam llegó, le ordené: “Habla”
Al principio con timidez y luego con gran seguridad, me contó esta historia:
“Cuando el rey de Siria estaba listo para hacer la guerra a Israel, había en su corte un hombre valioso y respetado de nombre Naamán, el cual estaba leproso. Había también una esclava israelita que habían robado los sirios y ésta les dijo: “Si llevasen a mi señor al profeta que hay en Samaría, ciertamente lo limpiaría de la lepra.” Naamán le pidió permiso al rey y siguió el consejo de la joven.
El rey de Israel se enojó mucho y exclamó: ‘¿Soy acaso Dios para que el rey de Siria me mande sus enfermos? Esta es una trampa para que haya guerra.’ Más el profeta Eliseo cuando se enteró, dijo: “Que venga a mi casa el leproso, lo curaré y sabrá que en Israel hay un profeta.” Naamán fue a ver a Eliseo, pero éste no lo recibió; tan solo le mandó decir: “Lávate siete veces en el río Jordán y quedarás limpio.” Naamán se fastidió y pareciéndole que para nada había venido de tan lejos y caminado tanto, trató de regresar. Sus siervos le dijeron: ‘Solo te pidió que te lavaras siete veces y aunque te hubiese mandado muchas más, deberías hacerlo porque él es el profeta.’
Entonces Naamán reflexionó, se levantó, fue y se lavó. Y quedó curado. Lleno de gozo, fue a casa del siervo de Dios y le dijo: “Ahora sé la verdad. No hay otro Dios sobre la Tierra, sino solo el Dios de Israel.” Y como Eliseo no aceptara dones, le pidió que cuando menos le permitiera llevar tanta tierra como para hacer un altar en el que él pudiera sacrificar para El Dios Verdadero, sobre tierra de Israel.” Y Miriam calló.
Algo se removió dentro de mí y le pregunté: ¿Qué tratas de decirme?
Y entonces Adela intervino y me contestó:
– Si tú lo quieres, mi amo. Pasado mañana, estará aquí en Roma un profeta más grande que Eliseo, porque es un Apóstol del Dios Único y Verdadero. Y él puede curar a Víctor y hacer que regrese la felicidad a esta casa.
Yo me sorprendí mucho, pero una luz de esperanza prendió en mi corazón y le contesté:
– ¡Claro que quiero! Llévame con él.
Adrián hace una pausa y luego pregunta a Diego:
– Te mandé llamar para invitarte ¿Te gustaría acompañarnos?
– ¡Claro que sí! Por nada me pierdo semejante portento… -y agregó dubitativo- Oye, ¿Y si no pasa nada?
Adrián dice esperanzado:
– Algo me dice que no será así. Presiento… no sé… Pero tengo necesidad tanto de comprobarlo, como de que mi hermano se cure.
La tarde declina y pronto será de noche. Los dos amigos se quedan hablando de aquella insólita aventura.
Mientras tanto en otra casa del Vicus Patricius…
En el pórtico que circunda un enorme jardín, en donde se escucha el murmullo del agua que lanzan los surtidores de una bella fuente, Leonardo da largos paseos con las manos unidas a su espalda. Su ceño fruncido, su ira contenida y su furiosa concentración, hablan de un humor que no debe ser perturbado. Sus pisadas son fuertes y enérgicas. Después de hablar con su “espíritu guía”, está más confundido que nunca.
Tres días antes, uno de los informantes que había distribuido en todos los lugares donde puede averiguar algo de Sofía, le avisó que había regresado a su casa. Él fue inmediatamente a buscarla…
Y al recordar la entrevista que tuvieron, su rostro se ensombreció más todavía…
Estaba más bella que nunca. Alta, morena clara, con un cuerpo escultural que se dibujaba a través de los pliegues de su vestido color malva. Sus cabellos negros y ondulados, peinados con una diadema que por detrás tiene un velo como de seda en un tono rosa muy tenue. Su rostro de finas y armoniosas facciones, tiene una mezcla de dulzura a pesar de su severidad.
Están sentados en el atrium y hacen una hermosa pareja. Leonardo tiene una sonrisa forzada que lo hace lucir poco agradable. Pareciera que bajo una capa de benevolencia, late una voluntad turbia y oscura. Él hace grandes protestas de afecto a la joven, declarándose listo para hacer de ella una esposa feliz; reina de su corazón y de su casa.
Pero ella rechaza sus ardientes declaraciones de amor, con serena firmeza.
Leonardo insiste:
– Pero tú podrías hacer de mí, un santo de tu Dios, Sofía. Porque tú eres cristiana y yo lo sé. Pero no soy enemigo de los cristianos. Tampoco soy un incrédulo sobre las verdades de ultratumba. Creo en la otra vida y en la existencia del espíritu. También creo que seres espirituales velan sobre nosotros y se manifiestan si los invocamos para ayudarnos. Yo he recibido su guía y su auxilio.
Como puedes ver, creo cuanto tú crees. No podría nunca acusarte, porque sería como acusarme a mí mismo por tu mismo delito. No creo como los demás, que los cristianos sean personas que ejercen una magia malvada. Y estoy convencido de que nosotros dos estando unidos, haríamos grandes cosas.
Inconmovible, ella responde:
– Leonardo, por favor no insistas. Yo no discuto tus creencias. Yo también quiero creer que unidos, haremos grandes cosas. Ni siquiera niego que soy cristiana. Y quiero admitir que tú eres amigo de los cristianos. Rogaré a Dios por ti para que tú los llegues a amar a tal punto, que tú te conviertas en un campeón entre nosotros. Entonces si Dios lo quiere, estaremos unidos en una misma suerte.
Pero sería un destino totalmente espiritual. Pues de otro tipo de uniones yo soy esquiva, porque he decidido reservarme a mí misma con todo mi ser, para entregarme al Señor y Dios mío. Voy a conseguir aquella Vida en la cual también dices que crees, alcanzando la amistad de los que tú también admites que están sobre nosotros; protegiéndonos vigilantes y operantes en el Nombre Santísimo del Señor, obrando para nuestro bien.
Leonardo exclama exasperado:
– ¡Basta, Sofía! Mi espíritu protector es muy poderoso y te doblegará hasta que te sometas a mis deseos.
– ¡OH, NO! Si él es un espíritu celestial, sólo querrá lo que la Voluntad de Dios quiera. Dios para mí, quiere la virginidad. Y yo espero el martirio. Y por lo mismo, tu protector no logrará inducirme a hacer ninguna cosa contraria al querer de Dios. Y si es un espíritu que no viene del Cielo, entonces absolutamente nada podrá sobre mí.
Porque sobre él levantaré en mi defensa el Signo de la Victoria que tengo en la mente, en el corazón en el espíritu, sobre mi cuerpo. Grabado como un tatuaje vivo, que nos vuelve victoriosos sobre cualquier voz que no sea la de mi Señor. Vete en paz hermano y que Dios te ilumine para que conozcas la Verdad. Yo rogaré para que su luz llegue a tu alma.
Leonardo deja la casa refunfuñando amenazas. Y Sofía lo ve partir con lágrimas de compasión.
Sus padres están alarmados y la joven los tranquiliza diciendo:
– No temáis. Dios nos protegerá y hará nuestro a Leonardo. Orad vosotros también y Tengamos fe en nuestro Señor Jesucristo.
Y Sofía se retira a su cubículum y ora postrada delante de una cruz desnuda, sostenida entre dos ventanas y sobrepuesta en la figura labrada del Cordero Místico.
Su oración es ferviente y hay un momento en que sobre ella; suspendida en el aire aparece una luminosidad que poco a poco toma la forma incorpórea de un ser angélico, que la envuelve totalmente con su luz.
Mientras tanto, a la misma hora en la casa de Leonardo. En una estancia privada, en la que hay instrumentos y signos cabalísticos y mágicos; el joven patricio trabaja alrededor de un trípode, sobre el cual lanza sustancias resinosas que hacen que se levanten densas volutas de humo; al mismo tiempo que traza sobre él signos, murmurando palabras que siguen un oscuro ritual.
El ambiente se satura de una niebla azulada que vela el contorno de las cosas y hace que parezca que el cuerpo de Leonardo, está en una lejanía de aguas trémulas. Entonces se forma un punto fosforescente que va creciendo poco a poco, hasta alcanzar la forma y el volumen de un cuerpo humano.
Enseguida los dos establecen un diálogo incomprensible a nadie más. Leonardo se arrodilla y da muestras de veneración, al mismo tiempo que ruega al que parece considerar alguien muy poderoso.
Luego, la niebla desaparece lentamente y Leonardo queda nuevamente solo…
Entonces en la estancia de Sofía sucede un cambio. Ella continúa orando. Un punto fosforescente y danzante, como una bola de fuego envuelve a la joven orante. Es la hora de la tentación para Sofía.
Y la luz de fuego se transforma en un ángel maligno. El cual con visiones mentales, trata de suscitar sensaciones para hacer caer a la virgen consagrada a Dios y persuadirla a través de los sentidos.
Ella sufre intensamente y cuando está a punto de ser dominada…
Supera la durísima prueba con el signo de la cruz que ella traza con su mano en el aire, mientras lleva su otra mano hacia su cuello, a otra cruz que cuelga de una fina cadena de oro. La saca de su pecho y la levanta, mientras dice con voz autoritaria:
– ¡Retírate Satanás! Yo soy de Dios y nada en mí te pertenece.
Pero el Adversario no se da por vencido. Le muestra a Sofía escenas de una vida familiar idílica, con un esposo rendido y apasionado.
A la tercera vez, la tentación es tan fuerte y el ataque es tan violento; que Sofía se abraza a la gran cruz que está suspendida y agarrada sobre el muro. Ella alza delante de sí la otra pequeña cruz.
Parece un combatiente aislado que se defiende a la espalda con un firme refugio y al frente, con un escudo invencible. La luz fosforescente NO RESISTE aquella doble señal y desaparece.
Al día siguiente, Leonardo regresa a la casa de la joven que lo tiene obsesionado y trata de convencerla una vez más con sus reiteradas promesas de amor.
– Te estoy proponiendo que seas mi esposa, Sofía. La reina de mi hogar y la madre de mis hijos. Estoy siendo honesto y no te pido nada indebido. ¿Por qué te sigues negando? –Suplica exasperado- Por favor recapacita y cambia tu decisión.
Sofía replica inconmovible:
– No soy yo quién debo cambiar de pensamiento, sino tú el tuyo, Leonardo. Si te liberas de la esclavitud a que te somete ese espíritu malvado, tu alma será salvada. Yo ahora más que nunca, permanezco fiel a Dios en el cual creo. Y a Él todo lo sacrifico por el bien de todos. Y ya verás que el poder de mi Dios es infinitamente superior al de vuestros dioses y al del Maligno que en ellos adoráis.
Leonardo se retira desilusionado una vez más; colérico y decidido a no renunciar a ella. “Tiene que ser mía.” Piensa mientras vuelve a su casa a repetir el ritual del día anterior.
Y nuevamente una jovencita sola, con una cruz en las manos y otra adosada al muro de su habitación, entabla un combate feroz.
Es una doncella convencida del Poder de la Cruz, que se ha refugiado en ella para vencer.
En su lucha hay un hombre cuyo contubernio con Satanás, lo hace rico de todos los vicios capitales y tiene como aliado al Amo del Infierno, con todo su poder y sus seducciones.
Éste está furioso porque a pesar de haber desencadenado todas las fuerzas del Mal, para destruir y hacer perecer; no solo ha sido vencido por la joven virgen, sino que también es doblegado y obligado por la fuerza invencible de Dios.
De esta forma, Satanás debe confesar la verdad y perder a su discípulo:
“El Dios Crucificado es más poderoso que todo el Infierno junto. Siempre me vencerá. Quién cree en Él, está a salvo de cualquier insidia. LA FE ES LA CUESTIÓN VITAL.”
La respuesta de su “protector” ha sido la causante de la ira del patricio. Y es lo que más lo abruma en su paseo.
Finalmente se sienta en el triclinio y con su mentón apoyado sobre su puño izquierdo cerrado, piensa por largo rato. Siguiendo el hilo de sus pensamientos, levanta su mano derecha y traza en el aire, con el dedo una cruz… Y se queda inmóvil por unos segundos.
Luego se refleja en su semblante una firme determinación. Se levanta. El razonamiento que lo ha decidido ha sido éste: “Ya que Jesucristo el Crucificado es el Dios Todopoderoso y nada puede contra Él, me convertiré en cristiano y voy a adorarlo.”
Parece una magnífica estatua. De su semblante desaparece el aire torvo y sombrío. En ese momento llega un esclavo y le avisa que ha llegado un mensajero de la casa de Adriano, con una carta para él. Leonardo la lee…
Y a la mañana siguiente se une a la comitiva que se dirige a la Puerta del Cielo.
Cuando cruzan el atrio de la regia mansión, Leonardo se fija en el Lararium (especie de oratorio donde se adoran los dioses domésticos): lo único que tiene es una enorme cruz desnuda hecha de mármol que parece suspendida con lazos invisibles, con un gran lienzo blanco y plegado que cuelga de uno a otro de sus brazos y un letrero en un pedestal que en latín y en griego dice: “JESÚS ESTA VIVO”
Al lado izquierdo se lee: “Si quieres alcanzar la perfección, aprende la ciencia de VIVIR MURIENDO Y MORIR AMANDO.”
En el lado derecho está escrito: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con todo tu ser, sobre todas las cosas. Y a tu prójimo como a ti mismo…”
Adela, la aya de Adriano, dice unas palabras al que los ha recibido. Este asiente con la cabeza y luego se dirige a todos:
– Bienvenidos, hermanos. Que la Paz de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros. No temáis. Todo estará bien. Traigan al enfermo.
Cuatro africanos gigantescos llevan al enfermo amarrado como un bulto, hasta un salón anexo al atrium y que en otros tiempos funcionó como taberna para los invitados.
Luego todos los demás son conducidos al jardín posterior, donde Pedro está hablando en el salón porticado a una gran cantidad de personas reunidas:
“Os hablo una vez más de esta Cena en que antes de ser Inmolado por los hombres, Jesús de Nazaret, llamado el Nazareno, el Hijo de Dios Vivo y Verdadero. Y Salvador nuestro, como hemos creído con todo nuestro corazón e inteligencia. Porque en creerlo está nuestra salvación. Se inmoló por su propia voluntad y por su gran amor, se dio a Sí Mismo en comida y bebida a los hombres, cuando tomó un pan entero y lo puso sobre una copa llena de vino. Los bendijo y los ofreció a Dios Padre.
Luego partió el Pan en trece pedazos y dio uno a cada uno de los apóstoles, reservando uno para su Madre Santísima. Y dijo: “Tomad y comed. Esto es mi Cuerpo. Haced esto en recuerdo de Mí, que me voy”… Después tomó el Cáliz y dijo: “Tomad y bebed. Esto es mi Sangre. Este es el Cáliz del Nuevo Pacto sellado en mi Sangre y por mi Sangre que será derramada por vosotros, para que se os perdonen vuestros pecados y para daros la Vida. Haced esto en recuerdo mío.”Y es lo que estamos haciendo. Así como nosotros sus testigos creemos que en el Pan y en el Vino, ofrecidos y bendecidos como Él lo hizo, en memoria suya y por obedecerle, están su Cuerpo Santísimo y su Sangre Preciosa, Poderosa y Adorable. Este Cuerpo y esta Sangre que son del Dios Encarnado, Hijo del dios Altísimo. Sangre que fue derramada y Cuerpo que fue crucificado por amor y para dar Vida a los hombres. Así también a vosotros que habéis entrado a formar parte de la Iglesia verdadera, inmortal, que predijeron los profetas y que fundó Jesús, debéis creerlo.
Creed y bendecid esta señal como perdón suyo. Pues nosotros, si no fuimos sus crucificadores materiales, si lo fuimos moral y espiritualmente, principalmente por nuestros pecados. Por nuestra debilidad en servirlo. Por nuestra ceguera en comprenderlo. Por nuestra cobardía en abandonarlo, huyendo en su hora postrera y ¿Qué puedo deciros de mi personal traición? Pues lo negué por miedo y cobardía.
Negué que era su discípulo aun cuando me había elegido para ser el primero entre sus siervos.- gruesas lágrimas corren por sus mejillas y bañan todo su rostro- Poco antes de la hora Prima allá, en el patio del Templo.
Creed y bendecid al Señor, todos los que no lo conocieron cuando era el Nazareno y permite que ahora lo conozcan como el Verbo Encarnado. El Cordero que ha sido Inmolado. Rey de Reyes, Sacerdote y Dios, Hijo del Dios Altísimo; Hombre Verdadero y Dios Verdadero. Maestro, Salvador y Redentor nuestro, que murió Crucificado y Resucitó de entre los muertos. Y ahora ha regresado al Cielo, para estar glorioso con el Padre. “Venid y Tomad” Él lo dijo: “Quién come mi Carne y bebe mi sangre, tendrá Vida Eterna.”
Él creó vuestras almas y las redimió con su Vida y con su Sangre Santísima. Él os está llamando para ser ovejas de su Rebaño. El Buen Pastor está buscando a la oveja perdida. Y os llama para salvaros. Él ha redimido vuestras almas y las espera para darles la Vida Eterna.
Pedro calla.
Después de unos momentos, dice:
– Vayamos ahora a los enfermos…
Celina se acerca y le dice algo en voz baja. Pedro sonríe y se dirige hacia donde está el grupo de Adriano. Los saluda:
– Paz a ustedes, hermanos.
– Salve.- contestan todos.
Y mientras caminan al lugar en que dejaron a Víctor, Adrián dice:
– Está loco por un mal misterioso. Nadie ha podido curarlo. Es mi hermano, -señalando a la mujer que llora con profundo dolor, agrega.- y ella es mi madre. Hemos venido…
Adrián ya no sabe que decir y baja la cabeza apesadumbrado.
Pedro trata de consolarlo:
– Ahora se le pasará.
Y Pedro se dirige al hombre que pese a que está amarrado fuertemente, da unos saltos con unos rugidos escalofriantes que aumentan a medida que el apóstol se va acercando.
Todos miran asombrados al enfermo que se agita siempre más.
Adrián advierte:
– Ten cuidado. Es muy agresivo.
Pedro llega hasta el hombre que a pesar de sus ataduras, pareciera a punto de soltarse; mientras gruñidos espeluznantes rugen en forma sobrehumana de su garganta.
El apóstol declara tranquilamente:
– Vosotros le creéis loco. Dices que ningún médico puede curarlo. Es verdad. Ningún médico porque no está loco; sino que uno de los inferiores como ustedes los conocen, ha entrado en él…
Adrián replica:
– Pero no tiene el espíritu de Pitón. Al contrario. Solo dice incoherencias.
Pedro explica:
– Nosotros lo llamamos “Demonio” no Pitón. Hay el que habla y el que es mudo. El que engaña con razones aparentes de verdad y suele pasar desapercibido. Es el más peligroso. Y hay el que produce solo un desorden mental. El primero de los dos es el más completo y entre menos se advierte su presencia, más destrucción produce. Tu hermano tiene el segundo, pero ahora saldrá de él.
– ¿Cómo?
– Él mismo te lo dirá.
Entonces, dirigiéndose al enfermo, Pedro ordena:
– ¡En el Nombre de Jesucristo deja a este hombre y regresa a tu Abismo!
El hombre lanza un alarido escalofriante y grita:
– ¡Me voy! Contra ti y por Él, mi poder es demasiado débil. Me arrojas y me amordazas. ¿Por qué siempre nos vences?
El espíritu que habló por boca de Víctor, sale con un alarido más fuerte. Y el hombre se desploma como si se hubiera desmayado.
Pedro dice:
– Está curado. ¡Soltadlo sin miedo!
Varias voces dicen al mismo tiempo:
– ¿Curado?… ¿Estás seguro?… Pero…
Adrián intenta postrarse, al mismo tiempo que exclama:
– ¡Yo te adoro!
Pero Pedro lo detiene inmediatamente:
– ¡No lo hagas! Yo soy solo un hombre como tú. Levanta tu alma. En el Cielo está Dios. A Él adórale. Y dirige tus pasos hacia Él.
– Entonces permite que te trate como a los sacerdotes de Esculapio. Permite que te oigamos hablar y ver como curas a los enfermos.
– Hazlo. Y trae a tu hermano.-y dirigiéndose al grupo, los invita – Si queréis, todos podéis pasar.
Mientras tanto, Víctor está sorprendido. Y mirando a todos pregunta:
– ¿Pero dónde estoy? Esto no es Ostia. ¿Dónde está el mar?
Adrián contesta:
– ¡Estabas…!
Pedro lo interrumpe al hacer una señal con la que impone silencio y dirigiéndose a Víctor le dice:
– Tenías una fiebre muy alta y te han traído a Roma. Ahora estás mejor. Ven.
Dócilmente, el hombre se levanta y camina junto al apóstol. Todos los siguen conmovidos, sorprendidos y sin comprender cabalmente lo que ha sucedido.
Adrián no puede contenerse y adelantándose llega hasta Pedro y le pregunta:
– Dijiste levanta tu alma. ¿Qué cosa es el alma? ¿De quién viene? ¿Dónde está?
– Seguidme y lo sabréis…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
6.- ARBITER ELEGANTIARUM
En una villa ancestral que en su mayor parte está orientada hacia el sur. Hay un pabellón apartado que está rodeado por un patio al que dan sombra muchas palmeras; varios robles, sauces llorones, cedros, fresnos y cuatro plátanos. En el centro, una fuente derrama su agua en una pila de mármol y salpica suavemente los plátanos que la rodean y las plantas que éstos cobijan. En este pabellón está ubicado un dormitorio que no permite entrar la luz del día, ni escuchar el ruido. A un lado está el triclinium (comedor)
Existe también una habitación sombreada por el verdor del plátano más cercano, decorada con una espléndida pintura que representa a unos pájaros posados sobre las ramas de unos árboles. Aquí se encuentra una pequeña fuente con una pila rodeada por unos surtidores que emiten un susurro muy agradable.
Es el refugio de un escritor. Y sobre la mesa de trabajo se puede ver un fragmento de su última obra literaria, en la que está desarrollando su talento. Al acercarse se puede leer: “La Cena de Trimalción…” El autor trabaja en ella por las mañanas, cuando se lo permiten las fiestas de Nerón…
Ahora, después del banquete de la víspera que se prolongó más de lo acostumbrado; Tito Petronio se levantó tarde sintiéndose sumamente fastidiado…
En su travesía por los baños recuperó su ingenio y complacido, se sintió rejuvenecer. Rebosante de vida, de energía y de fuerza; cuando estaba sumergido en el agua tibia, le avisaron que su sobrino Marco Aurelio acaba de llegar a visitarlo.
Petronio ordena que lo conduzcan al jardín adyacente para conversar plácidamente y sale del agua poniéndose una bata de lino suave.
Marco Aurelio es hijo su hermano Publio, el mayor y más querido. Y ha estado sirviendo bajo las órdenes de Corbulón en la guerra contra los partos. Es su sobrino predilecto. Un hombre íntegro; que ha heredado de su tío el gusto por el placer, el arte, la belleza y la estética; cualidades que Petronio valora sobre todo lo demás. No por nada le han apodado el “Árbitro de la Elegancia.”
Toma una manzana del platón que está en la mesa más cercana y está a punto de morderla, cuando entró un joven con pasos largos y flexibles exclamando:
– ¡Salve Petronio! Que te sean propicios todos los dioses.
Petronio sonríe y contesta:
– ¡Salve Marco Aurelio! Te doy la bienvenida a Roma. Espero que disfrutes de un merecido descanso después de las fatigas de la guerra. ¿Qué noticias traes de Armenia?
Mientras el joven se sienta en una banca a su lado, exclama con cierto fastidio:
– De no ser por Corbulón, esta guerra sería un desastre.
– ¡Es un verdadero Marte! ¿Sabes que Nerón le teme?
Marco Aurelio lo mira sorprendido y pregunta:
– ¿Por qué?
– Porque si quisiera, podría encabezar una revuelta.
– Corbulón no es ambicioso hasta ese grado.
Petronio sentencia:
– Si quitáramos la ambición y la vanidad ¿Dónde quedarían los héroes y los patriotas?
– Lo conozco bien y sé que no debéis temer nada de él. Hablas como Séneca.
– Se puede apreciar el carácter de un hombre en la forma como recibe la alabanza. Y tienes razón. Séneca es un maestro al que hay muchas cosas que aprenderle. Es uno de los pocos hombres que respeto y admiro.
Petronio cerró los ojos y Marco Aurelio se fijó en el semblante un tanto demacrado de su tío y cambiando el tema, le preguntó por su salud.
El augustano hizo un mohín, antes de replicar:
– ¿Salud? No lo sé. Mi salud no está como yo quisiera. Trato de ser fuerte y aparento estar perfectamente. Pero empiezo a sentir un cierto cansancio que… Considerando las circunstancias, creo que estoy bien. ¿Y tú cómo estás?
– Las flechas de los partos respetaron mi cuerpo, pero… un dardo de amor acaba de herirme y ha acabado con mi tranquilidad. Estoy aquí para pedirte un consejo.
Petronio lo miró sorprendido y dijo:
– Te puedes casar o quedarte soltero. Pero te aseguro que te arrepentirás de las dos cosas.- luego lo invitó – Vamos a sumergirnos en el agua tibia y me sigues platicando. ¿Qué te parece?
Marco Aurelio aceptó encantado:
– Vamos.
Los dos regresan al frigidarium. Marco Aurelio se desnuda y Petronio contempla el cuerpo vigoroso de su sobrino. Le recuerda las estatuas de Hércules que adornan el camino al Palatino. Es un atleta pleno de vigor juvenil. Y en el armonioso rostro que completa la apolínea belleza masculina, hay un gesto de sufrimiento reprimido. El joven se lanza al agua, salpicando el mosaico que representa a Perseo liberando a Andrómeda.
Petronio admira todo esto con los ojos regocijados del artista embelesado con la auténtica belleza…
Y después de lanzarse al agua, dice:
– En la actualidad hay demasiados poetas. Es una manía de los tiempos que vivimos. El césar escribe versos y por eso todos lo imitan. Lo único que no está permitido es escribir mejores versos que él… Hace poco hubo un certamen y Nerón leyó una poesía dedicada a las transformaciones de Niobe. Los aplausos de la multitud cubrieron la voz de Nerón; pero en aquellas muestras de forzado entusiasmo faltaba el acento de la espontaneidad que nace del corazón.
Luego Lucano declamó otra, celebrando el descenso a los infiernos de Orfeo. Cuando se presentó, el respeto y el temor contenían a los oyentes… Más por uno de esos triunfos del arte que parecen milagrosos, el poeta logró suspender los ánimos; los arrebató y consiguió que se olvidaran de sí y del emperador. Y le decretaron unánimes el laurel de la gloria y el codiciado premio. ¿Te imaginas lo que sucedió después?…
Imposible que Nerón consintiese un genio superior a su inspiración. Se salió despechado del certamen y prohibió a Lucano que volviese a leer en público sus versos. Por eso yo escribo en prosa.
– ¿Para ti no ambicionas la gloria?
– A nadie ha hecho rico el cultivo del ingenio.
– ¿Qué estás escribiendo ahora?
– Una novela de costumbres: las correrías de Encolpio y sus amigos Ascilto y Gitón. Ya casi la termino. Estoy en el convite ridículo de un nuevo rico. Lo he titulado “La Cena de Trimalción”
– ¿El libro?
– No. El capítulo. El libro es una sorpresa. Espera un poco… – se queda pensativo un momento. Y luego añade- Enobarbo ama el canto. En particular el suyo propio. Dime ¿Tú no haces versos?
Marco Aurelio lo mira sorprendido… y luego responde firme:
– No. Jamás he compuesto ni un hexámetro.
– ¿Y no tocas el laúd, ni cantas? – insiste Petronio.
– No. Me gusta oír a los que sí saben hacerlo.
– ¿Sabes conducir una cuadriga?
– Lo intenté una vez en Antioquia, pero fui un fracaso.
– Entonces ya no debo preocuparme por ti. Y ¿A qué partido perteneces en el hipódromo?
– A los azules; porque los únicos que me entusiasman son Porfirio y Scorpius.
– Ahora sí ya estoy del todo tranquilo. Porque en la actualidad hacer cualquiera de estas cosas es muy peligroso. Tú eres un joven apuesto y tu único peligro es que Popea llegue a fijarse en ti. Pero no… Esa mujer tiene demasiada experiencia y le interesan otras cosas. ¿Sabes que ese estúpido de Otón, su ex marido? ¿Todavía la ama con locura? Vaga por la España, borracho y descuidado en su persona.
– Comprendo perfectamente su situación.- suspiró Marco Aurelio.
Petronio movió la cabeza. Y siguieron conversando…
Cuando más tarde salieron del Thepidarium, dos bellas esclavas africanas, con sus perfectos cuerpos como si fueran de ébano, los esperan para ungirlos con sus esencias de Arabia…
Al terminar, otras dos doncellas griegas que parecen deidades, los vistieron.
Con movimientos expertos adaptaron los pliegues de sus togas. Marco Aurelio las contempló con admiración y exclamó:
– ¡Por Júpiter! ¡Qué selecciones haces!
Petronio sentenció:
– La belleza y la rareza fija el precio de las cosas. Prefiero la calidad óptima. Toda mi “familia” (Un amo con sus parientes y sus esclavos) en Roma, ha sido seleccionada con el mismo criterio.
– Cuerpos y caras más perfectos no posee ni siquiera el mismo Barba de Bronce.- alaba Marco Aurelio mientras aspira los aromas con deleite.
– Tú eres mi pariente.- aceptó Petronio con cariño. Y agregó- Y yo no soy tan intolerante como Publio Quintiliano.
Marco Aurelio al escuchar este nombre se queda paralizado. Olvidó a las doncellas y preguntó:
– ¿Por qué has recordado a Publio Quintiliano? ¿Sabías que al venir para acá una serpiente asustó a mi caballo y me derribó? Pasé varios días en su villa fuera de la ciudad. Un esclavo suyo, el médico frigio Alejandro, me atendió. Precisamente de esto era de lo que quería hablarte.
– ¿Por qué? ¿Acaso te has enamorado de Fabiola? En ese caso te compadezco. Ella es muy hermosa pero ya no es joven. ¡Y es virtuosa! Imposible imaginar peor combinación. ¡Brrr!.- Y Petronio hace un cómico gesto de horror.
– ¡De Fabiola, no! ¡Caramba!
– ¿Entonces de quién?
– Yo mismo no lo sé. Una vez al rayar el alba la vi bañándose en el estanque del jardín, con los primeros rayos del sol que parecían traspasar su cuerpo bellísimo. Te juro que es más hermosa que Venus Afrodita. Por un momento creí que iba a desvanecerse con la luz del amanecer… Y desde ese momento me enamoré de ella con locura.
– Si era tan transparente, ¿No sería acaso un fantasma?
– No me embromes Petronio. Te estoy abriendo mi corazón. Después volví a verla dos veces más. Y desde entonces ya no sé lo que es tranquilidad. Ya no me interesa nada de lo que Roma pueda ofrecerme. Ya no existen para mí otras mujeres… Ni vino, fiestas o diversiones. Me siento enfermo. Traté de indagar de mil maneras sutiles y creo que se llama Alexandra. No estoy muy seguro… Pero solo la quiero a ella.
No se aparta de mi mente un solo instante. Te lo digo con sinceridad Petronio, siento por ella un anhelo tan vehemente, que he perdido el apetito. En el día me atormenta la nostalgia y por las noches no puedo dormir. Y cuando consigo hacerlo, solo sueño con ella. Y así transcurre mi vida, con este torturante deseo…
Petronio lo mira con conmiseración… Y luego dice con determinación:
– Si es una esclava, ¡Cómprala!
Marco Aurelio replica con desaliento:
– No es una esclava.
– ¿Es acaso alguna liberta perteneciente a la casa de Quintiliano?
– No habiendo sido jamás esclava, tampoco puede ser liberta.
– ¿Quién es entonces?
– ¡No lo sé!… No pude averiguar mucho. Por favor escúchame. Es la hija de un rey, creo. –Y añade desesperado- O algo por el estilo…
Petronio lo mira interrogante. Y cuestiona lentamente:
– Estás despertando mi curiosidad, Marco Aurelio.
Su sobrino lo mira con impotencia y explica:
– Hace tiempo el rey de Armenia invadió a los partos, mató a su rey y tomó como rehenes a su familia, a algunos principales de su nuevo territorio y los entregó a Roma. El gobernador no sabía qué hacer y el César los recibió junto con el botín de guerra que enviaron como regalo. Luego los entregó a Publio Quintiliano, ya que no pueden considerarse como cautivos y se desconoce el motivo que lo impulsó a entregarlos a él. Pero el tribuno los recibió muy bien. Y en esa casa en la que todos son virtuosos, la doncella es igual a Fabiola.
– ¿Y cómo estás tan enterado de todo esto?
– Publio Quintiliano me lo refirió. Esto pasó hace quince años. Y también te digo que a mi regreso de Asia, pasé por el templo de Delfos a fin de consultar a la sibila. Y Apolo se me apareció… y me anunció que a influjos del amor, se operaría un cambio trascendental en mi existencia…
– ¿Y qué quieres hacer?
– Quiero que Alexandra sea mía. Deseo sentirla entre mis brazos y estrecharla contra mi corazón. Deseo tenerla en mi casa hasta que mi cabeza sea tan blanca, como las nieves de la montaña. Deseo aspirar su aliento puro y extasiarme mirando sus ojos bellísimos. Si fuera una esclava, pagaría por ella lo que fuera. Pero ¡Ay de mí! No lo es…
– No es una esclava pero pertenece a la familia de Quintiliano. ¿Por qué no le pides que te la ceda?
– ¡Cómo si no los conocieras!…Tú sabes que Publio es muy diferente a las demás personas y en ese matrimonio, ambos la tratan como si fuera su verdadera hija.
Petronio se queda reflexivo, se toca la frente y luego dice con impotencia:
– No sé qué decirte, Marco Aurelio mío. Conozco a Publio Quintiliano, quién aun cuando censura mi sistema de vida; en cierto modo me estima y me respeta más, pues sabe que no soy como la canalla de los íntimos de Enobarbo; exceptuando dos o tres como Séneca y Trhaseas… –levanta las manos con desconcierto y agrega- Si crees que algo puedo hacer acerca de este asunto, estoy a tus órdenes.
– Creo que sí puedes… Tienes influencia sobre Publio y además tu ingenio te ofrece inagotables recursos. ¡Si quisieras hacerte cargo de la situación y hablar con él!
– Tienes una idea exagerada de mi ingenio y de mis recursos. Pero si no deseas más que eso, hablaré con Publio lo más pronto posible. Yo te avisaré…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
5.- TRES HECHICEROS ENAMORADOS
En el eloethesium (Parte de los baños en donde se untan el cuerpo con aceite) en sendas mesas de ciprés cubiertas con lienzos egipcios, están tendidos tres hombres desnudos. A cada uno en sus cuerpos atléticos y bien formados, dos enormes masajistas que han sumergido las manos en aromáticos aceites, les frotan hábilmente todos los músculos con masajes expertos.
Ellos disfrutan de esto que junto con el calor del sudadero, reaniman todas sus energías. Cuando los esclavos terminan su trabajo, se dirigen al Thepidarium.
Sumergidos en el estanque de agua tibia, los tres amigos empiezan a conversar:
– ¡El gran Leonardo! Bendecido por los dioses con todos los dones: eres rico, noble, poderoso y bello como Apolo. ¿Qué más puedes pedir? ¿Tu hermosa Sofía ya aceptó ser tu esposa?
El aludido hace un gesto de fastidio y sus armoniosas facciones se contraen con profundo enojo, antes de decir:
– ¡Ni siquiera sé en donde está!… Parece como si se la hubiera tragado la tierra.-luego comenta con fingido desprecio- ¡Bah! Nadie me quiere decir su paradero. ¿Y ustedes? – pregunta con una sonrisa llena de ironía- También vosotros tenéis los mismos dones qué me habéis atribuido ¿A cuál de los dos la regia Ariadna le ha dado el ‘SÍ’?
Y efectivamente, tanto Diego como Adrián son hombres en la plenitud de su juventud y su gallardía varonil, pues los tres tienen alrededor de veinticinco años. Se hacen los desentendidos y con el dedo trazan figuras imaginarias en el agua.
Leonardo los mira… Y no puede resistir el impulso de picarlos:
– ¿Y bien? ¿Qué pasó? – insiste más burlonamente.
Los dos suspiran, levantan el rostro, miran en silencio a su interlocutor. Luego se miran mutuamente… Sus caras son todo un poema de fracaso y decepción.
Finalmente Diego, con un suspiro ruidoso dice:
– Estamos igual que tú. Tampoco sabemos en dónde está. Ni siquiera con los sortilegios hemos logrado nada…
Leonardo pregunta mordaz:
– ¡Oh! ¡Cómo es posible! ¿Acaso están perdiendo sus poderes?
Los dos exclaman al mismo tiempo:
– ¡¡ NO!!
Adrián dice con frustración:
– Algo muy poderoso la protege.
Diego confirma:
– No sabemos lo que es. Pero no nos daremos por vencidos. Cuando la encontremos la seguiremos y seremos como su sombra. Y descubriremos por qué no nos hace caso. ¿Y tú?
La voz de Leonardo truena con un juramento:
– Sofía tiene que ser mía. ¡Y por Júpiter que lo será!
Cuando salen de los baños, vigorizados y elegantemente ataviados, se dirigen hacia el Fórum. Detrás de ellos otro hombre joven ha salido de las termas, pero no está contento. Está concentrado en un pensamiento y un sufrimiento que lo atormentan. De pronto, parece tomar una decisión y dando media vuelta, se dirige al lado contrario y se encamina al Vicus Patricius, hacia la casa de Petronio.
Mientras tanto en la Puerta del Cielo…
En un área en donde hay muchas galerías construidas en círculo una con otra y donde hay grandes aposentos; en el centro de un prado, sentadas en bancas de mármol con cojines, un grupo de doncellas conversa animadamente. Sus risas pletóricas de alegría, su juventud y su belleza, coronan el esplendor del magnífico paisaje que las rodea.
La mayor de todas tiene veintidós años. Es Celina, la hija espiritual de Pedro. Su primera conquista romana y la que lo consuela con su respetuosa y amorosa devoción, de todos los dolores de su evangelización en Roma.
Pedro por amor a Jesús, dejó casa y familia en Israel. Pero Dios le hizo encontrar en Celina y en su casa ayuda, hospitalidad y sobre todo, amor. Cuando era niña conoció el amor de Jesús y su inocencia ha fructificado en un alma llena de virtudes, que ama a Dios con todo su ser.
La poliomielitis la dejó paralítica y su vida había estado llena de dolor. Pero el Dueño del milagro le devolvió la salud y Celina la ha usado para servir a los intereses de Dios. Ahora en la Iglesia, es la encargada del grupo de las vírgenes.
El grupo de jovencitas conversa animadamente…
Ximena suspira antes de decir:
– El gobernador Santino no se da por vencido y me ha ofrecido todo para que lo acepte. La última vez que me negué, se enojó mucho, pero lo disimuló. Y aunque él no creyó que lo oyese, lo escuché cuando murmuró y juró que doblegaría mi voluntad o se vengaría. Rogué a mis padres que me dejasen venir a Roma para ver si con el tiempo se le apagan sus ardores. Seguramente ahora está más enojado y no solo me buscará en Catania, sino en toda Sicilia; porque más que enamorado, está encaprichado conmigo.
Sarah, levanta su cabeza coronada por una trenza muy rubia y dice:
– Yo también soy de Sicilia y tengo el mismo problema que tú. Allá dejé a mi madre para alejarme de un hombre despechado. Mi ex-novio está muy enojado porque no quise casarme y terminé nuestra relación. Sospecha que soy cristiana. Mi madre me aconsejó que viniera a Roma. Es verdad que Santiago y yo ya estábamos comprometidos; pero desde muy joven decidí ser virgen consagrada y él ya no acepta mi negativa. ¿Por qué será que los hombres no saben aceptar un “NO” como respuesta?
Diana exclama:
– ¡Los hombres! ¡Hummm! Paganos, presuntuosos y soberbios. Algunos tan poderosos como vengativos. A veces son tan encantadores que se convierten en una verdadera tentación para nuestros votos. Nos catalogan como dementes porque no los aceptamos. ¡A ellos, que se consideran un regalo de los dioses para nosotras! –lo ha dicho con tanta gracia, que todas sueltan la carcajada.
Entonces Jazmín extiende sus blancas manos y dice con impotencia:
– El mundo en el que vivimos no puede comprender como unas jóvenes como nosotras, a nuestra edad no solo no estemos casadas; sino que no nos interesa el estado matrimonial y constantemente rechazamos a pretendientes obsesionados con nosotras ¿Cómo explicarles por qué no nos interesa el matrimonio?
Carolina interviene:
– Para que el mundo comprenda porqué es tan importante para nosotros el vivir castos, necesitaríamos explicarles el valor de la Pureza y eso solo un cristiano lo entiende y lo valora. Para los demás, es un asunto de risa.
Fernanda dice suavemente:
– Mi matrimonio ya había sido concertado por mis padres y ¿Sabéis que la semana pasada, Nicolás me confirmó que quiere que sea su esposa y yo acepté?
Varias voces escandalizadas se elevan al mismo tiempo:
– ¡¡¡ Fernanda!!!
Ximena exclama con asombro y un velado reproche:
– ¡Pero eres una virgen consagrada! ¿Cómo te atreviste a hacer eso?
Fernanda replica:
– Lo único que os pido queridísimas hermanas es que oréis junto conmigo y me ayudéis a resolver este problema. Es todo lo que necesito: un milagro…
Todas se miran desconcertadas y Sarah expresa el sentir general:
– Creo que te has vuelto loca. ¿Cómo vas a conciliar una cosa con la otra?: ¡¡Una virgen casada!! Pero está bien. Oraremos. Aunque no entiendo como lograrás obtenerlo…
Jocelyn dice pensativa:
– ¿Qué será lo que nos espera? El mensaje de la Madre Celestial hace parecer que la persecución es inminente… – y un escalofrío la estremece.
Fátima, la más jovencita, responde con aplomo:
– ¿Para qué te preocupas? Del tamaño de la prueba será la fortaleza. Yo estoy segura de que Dios no nos abandonará. ¿Acaso no somos sus vírgenes?
Celina responde con expresión reflexiva:
– El Señor es todo en mi vida. Prefiero morir antes que perderlo. Narciso está tan obsesionado conmigo, que ya no sé qué sea peor: un futuro peligroso y anunciado. O un hombre despechado que se convierte en tu peor enemigo.
Sofía da un profundo suspiro antes de decir:
– Pues yo tengo uno que está haciendo uso de la magia para tratar de seducirme. Y no os podéis imaginar lo difícil que es lidiar con Satanás haciendo de cupido.
Entonces se levanta Ariadna. Es una joven muy bella. Alta, majestuosa, de grandes ojos castaños. Se parece a ciertas estatuas de hermosas emperatrices romanas. Volviéndose hacia Sofía le responde:
– Creedme que te comprendo perfectamente porque yo tengo el mismo problema, pero duplicado. Tengo que lidiar con dos brujos enamorados y… ¡Vaya que es bastante complicado!– da un profundo suspiro y agrega – Como sabéis, mi madre Faustina fue curada por N. S. Jesucristo cuando vivió con mi abuela Valeria en Palestina. Su esposo había sido enviado por Tiberio con el Procurador Poncio Pilatos y allá conoció a nuestro Salvador.
Desde entonces nuestra familia ha sido cristiana. Esta casa que pertenecía a mi tío Séneca, será un refugio seguro para quién desee quedarse y para quién invitéis. Aquí todos somos una familia. Algunas de vosotras regresaréis a Roma a trabajar en la Viña del Señor y estaremos unidas con la oración. Recuerden que vivimos tiempos difíciles…
HERMANO EN CRISTO JESUS: