26.- CORREO EPISTOLAR18 min read

Tito Petronio     a     Marco Aurelio Petronio:

Salve.

Eladio es de mi absoluta confianza envíame con él tu respuesta a esta carta. Cuando me vine para Anzio te dejé sobre una buena pista y lleno de esperanza. Espero que ya hayas calmado tu pasión en brazos de Alexandra, ¡Mi carísimo Marco Aurelio! Que la rubia Afrodita te guíe y que tú seas el spintria (Tiberio llamaba así a los maestros en la lujuria) de esa alba Alexandra que escapa del amor.

Recuerda que el mármol aún el más precioso, no es nada por sí mismo y no adquiere valor hasta que la mano del escultor lo transforma en una obra maestra.

No basta amar. Es necesario saber amar y saber enseñar a amar. La plebe y los animales experimentan placer; pero el hombre verdadero se distingue por su aptitud para hacer de ese placer un arte lleno de nobleza apreciándolo como un don divino.

Y no solo experimentarlo, sino saber compartirlo. Así pues, sé tú el escultor de Alexandra y desea no solo su cuerpo, sino también su corazón. Y ámala.

Con frecuencia pienso en la vanidad,  la incertidumbre y el fastidio de nuestra vida. Y me pregunto si no has tomado tú la mejor parte y si la guerra y el amor no son las dos cosas por las cuales vale la pena haber nacido. En la guerra tú has sido afortunado y has sido un valiente guerrero. Y en el amor, conoces la dicha y la agonía…

Si sientes curiosidad por saber lo que ocurre en la corte de Nerón, te diré:

aún lloramos a la pequeña Claudia Augusta. Cantamos himnos de nuestra composición y nuestro dolor aún no se calma. Y podemos exhibirlo en todas las actitudes que enseña la escultura. Todos los augustanos están aquí, incluyendo las quinientas burras de cuya leche se sirve Popea para sus baños.

¡Ay Querido! Nos estamos modernizando tanto en el teatro, que ahora hacemos las cosas con el mayor realismo y Enobarbo se encarga de que las emociones sean siempre  más trepidantes en unos escenarios también cada vez más insólitos.

Nos hemos salido del anfiteatro e ignoro que siga la próxima vez. Pienso que nosotros moriremos como bufones o comediantes. Nerón representó una comedia de Afranio el dramaturgo titulada “El Incendio” y entregó a los actores al pillaje de una casa que se incendió a propósito.

A Barba de Bronce esto le produjo un placer enajenante y creció su inspiración y su deleite por la actuación. Esto se tradujo en generosos regalos para todos nosotros, en nombramientos  para muchos otros y en que al verlo tan feliz, por fin puedo estar un poco más tranquilo respecto a seguir manteniendo nuestras cabezas en su lugar. Porque otros no han sido tan afortunados:

Salvidieno Orfito, el pobre ni siquiera sospecha que su muerte haya sido decretada ¿Y sabes por qué? ¡Porque alquiló a unos diputados tres habitaciones de su casa cerca del Foro! A Casio Longino, por haber conservado entre sus antiguos retratos de familia, el de Cayo Casio, uno de los asesinos de César ¡Y está ciego! Pero eso no le importa a Nerón, cuando tiene sed de destruir…

¡Sólo por eso no hay salvación para ellos! ¡Pero éste es nuestro mundo!

Vamos a tener una lidia de gladiadores. El actor Dato representó a Edipo y le pedí que me contestara como judío que es, (su verdadero nombre es Nazario), si los cristianos y los judíos son una misma cosa.

Me contestó que los judíos tienen una religión eterna, pero que los cristianos forman una nueva secta que se ha formado recientemente en Judea. Que en tiempos de Tiberio los sacerdotes de Jerusalén, crucificaron a cierto Hombre cuyos prosélitos aumentan diariamente y a quién los cristianos adoran como Dios.

Parece que se niegan a reconocer a otros dioses y especialmente a los nuestros. No se me ocurre que daño les puede suceder si también los adoraran… en fin…

Tigelino me demuestra abiertamente su envidia y su odio… Y yo ni siquiera puedo considerarlo mi adversario. Solo me aventaja en dos cosas: tiene más apego que yo a la vida y al mismo tiempo es un canalla supremo. Y esto lo une más a Nerón.

Ellos acabarán por entenderse perfectamente, junto con Haloto que está lleno de violencia y es el hombre más cruel que el mundo haya conocido jamás. Este trío es el castigo de la humanidad. ¿Cuándo? No lo sé. En realidad poco importa la fecha, pero llegará.

 Mientras tanto yo me estoy divirtiendo como nunca. La vida sería muy aburrida si no fuera por nuestro Augusto Mono. Yo comparo la adquisición de sus favores a una carrera en el circo, con la cual la victoria solo halaga el amor propio.

En este aspecto a veces creo que me parezco un poco a Prócoro Quironio. Cuando éste ya no te sirva, mándamelo. Le he tomado gusto a su conversación cínica y sugestiva. Presenta mis saludos a tu divina cristiana… Y dime cómo te encuentras de salud. Háblame de tu amor. Dime cómo estás y cómo te sientes. Adiós.

Marco Aurelio estaba muy deprimido cuando recibió esta carta y la contestó inmediatamente.

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Marco Aurelio Petronio     a     Tito Petronio:

Salve.

No se ha sabido nada de Alexandra. Si no fuese por la esperanza de encontrarla pronto, no recibirías esta carta. Quise comprobar que Prócoro no me engañaba. Me envolví en un capote militar y lo seguí a él y a Dionisio, el esclavo que mandé con él.

Atestigüé la entrega y me regresé, porque sentí el impulso de ir hacia ellos y prometer recompensa a quién entregase a Alexandra. Pero tuve miedo de malograr el trabajo de Prócoro y contra mi voluntad mejor me retiré. Prócoro ha venido varias veces, pero dice que no ha podido encontrarla.

Los cristianos se aman y se ayudan tanto, que va a tardar un poco dar con su paradero. Pero es mejor ir con paso seguro para no cometer errores. En cuanto suceda algo interesante te lo comunicaré. Adiós.

Marco Aurelio, además de sentirse herido en su orgullo; no logra comprender la oposición y la resistencia de Alejandra. Su misma fuga es un enigma que le tortura el cerebro y no encuentra respuesta.

Sabe que Actea ha dicho la verdad y que ella no era indiferente a su amor. Es más, ella aseguró que lo amaba. Entonces ¿Por qué había huido?

Lo único que logra entender es que entre Alexandra y él hay un abismo que los separa y que tiene que ver, con el mundo romano que él conoce y el mundo cristiano en el que ella se desenvuelve.

Pensar en esto lo llena de desaliento y lo único que le queda es renunciar a ella. Y esta idea lo desquicia, porque contra sí mismo y con inmenso dolor, ve que ya no puede vivir sin ella. Y pensar que era correspondido y que ella podía colmar sus más fervientes anhelos, hace que se apodere de él una angustia cruel.

Y mientras su corazón desborda una inmensa ternura que lo envuelve como una poderosa ola y le hace exclamar en medio de las lágrimas:

–      ¿Dónde estás amada mía? ¿Por qué te fuiste y me abandonaste con tanta crueldad?…

Se siente verdaderamente enfermo y desgraciado. Anhela su amor tanto… Que hay instantes en que desearía matarla, para así acabar con su sufrimiento. Pero luego se dice a sí mismo, que si le dieran a elegir entre ser esclavo de Alexandra y no volver a verla jamás; preferiría ser su esclavo.

En estas alternativas de tortura, cavilación, incertidumbre y sufrimiento, está perdiendo la salud y su varonil hermosura…

Después de largas semanas de expectativa, un día llegó Prócoro y se presentó ante Marco Aurelio con el semblante muy contrariado.

El joven tribuno se puso pálido y saltando de su asiento, preguntó:

–           ¿Qué pasó? ¿No está Alexandra entre los cristianos?

El griego contestó:

–          Sí está, señor. Pero también está Mauro y yo no me puedo acercar a donde está ella.

–           ¿De qué estás hablando y quién es Mauro?

Prócoro no supo cómo contestar y Marco Aurelio perdió la paciencia. Enojado, repitió la pregunta.

El griego contestó levantando su mano:

–           Según parece señor, has olvidado al hombre con el que viajé a Roma. Y en cuya defensa perdí estos dedos, mutilación por la que no puedo escribir. Los ladrones que le arrebataron a su mujer y a su hijo, le hirieron con un puñal. Yo le dejé agonizante en una fonda y le había llorado por muerto. Más ¡Ay! Ahora estoy convencido de que está vivo y en Roma pertenece a la comunidad cristiana.

Marco Aurelio no entiende nada.

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Lo único que le queda claro es que Mauro es el obstáculo que lo separa de Alexandra. Y por lo mismo, controlando su ira dijo:

–           Si todo sucedió como dices, él debiera estar agradecido y ayudarte ahora.

Prócoro respondió:

–          ¡Ah, noble tribuno! Ni los dioses suelen ser agradecidos. Pero por desgracia es un viejo senil y está confundido, porque según supe por sus correligionarios, me acusa de ser cómplice de los ladrones. Y me considera el causante de sus infortunios. ¡Así me paga la pérdida de mis dedos!

–           ¡Bribón! Estoy seguro de que las cosas pasaron como Mauro las refiere.

–          Entonces sabes más que él mismo, señor. Porque él solo tiene sospechas. Lo cual no le impide vengarse de mí cruelmente. Y ya lo hubiera hecho si conociera mi nombre. En el lugar donde nos encontramos no se fijó en mí. Pero yo lo reconocí de inmediato. Y ahora debo tener más cuidado con lo que hago. Cuando pregunté por él a conocidos suyos, me declararon que era el hombre que había sido traicionado por su compañero de viaje y por eso me enteré de semejante historia.

El tribuno contestó fastidiado:

–           ¿Y qué me importa a mí todo eso? Dime que noticias me tienes.

Prócoro replicó:

–          Cierto es señor, que a ti no te importa, pero a mí me va en ello la vida. Y en el deseo de que mi sabiduría sobreviva, prefiero renunciar a la recompensa que me has ofrecido, antes que exponerme por el simple lucro.

Entonces Marco Aurelio se le acercó y con mal reprimida cólera, le dijo:

–         ¿Quién te ha dicho a ti que la muerte te va a llegar por medio de Mauro, antes que por mis  propias manos? ¿Qué sabes tú perro, si dispongo de tu vida y se me antoja enterrarte en mi propio jardín?

Y Prócoro que es un cobarde, miró a Marco Aurelio y comprendió al instante que no es una broma. Una sola imprudencia más y estará perdido…

Y entonces exclamó:

–           ¡La buscaré, señor y la encontraré! ¡Te lo prometo!

Hubo un largo silencio.

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Y cuando el griego comprendió que la cólera del patricio disminuía, dijo:

–           Un tiempo dudaste de la existencia de Félix y te convenciste de que te dije la verdad. Ahora tienes sospechas de que miento acerca de Mauro. ¡Ah! Si ésta fuese una mentira, yo podría mezclarme entre los cristianos sin peligro y si él me hubiese reconocido, no estaría yo hoy aquí. Y entonces ¿Quién te ayudaría a encontrar a la doncella?

            Marco Aurelio le ordenó que le dijera detalladamente todo lo que había hecho, en qué había empleado el tiempo y lo que había descubierto.

Pero Prócoro no tenía mucho que contar. Había montado vigilancia y no había rastros de Alexandra.

Y solamente agregó:

–           Hay un hombre. Un sacerdote al que ellos llaman Pontífice, que se llama Pedro y que fue discípulo directo de Cristo y ahora es su apóstol. Los cristianos le guardan una gran veneración. Van a tener una reunión muy importante y yo buscaré la forma de asistir y ver si puedo llevarte sin peligro. Es casi seguro que ella también asistirá y nosotros podremos verla.

Los cristianos son personas pacíficas y ordenadas. ¡Y me sorprendí mucho, porque todas las acusaciones que les hacen son calumnias! Ellos no hacen nada de lo que la gente cree. No son licenciosos y todos son muy virtuosos. Su religión no incita al crimen y por el contrario, manda perdonar y amar a los enemigos.

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Marco Aurelio recordó lo que Fabiola le había dicho en la casa de Actea.

Y por lo general, le complacieron bastante los informes de Prócoro. Aun cuando los sentimientos que Alexandra le inspira son bastante tormentosos, sintió alivio al oír que la religión que ella profesa no es criminal, ni repulsiva.

Pero al mismo tiempo intuyó que es precisamente el amor reverencial a este Cristo desconocido y misterioso, el que ha levantado una muralla entre él y Alexandra. Y empezó a tener prevenciones contra esa nueva religión.

Pero a Prócoro lo que le interesa es huir de Mauro. De lo que narró a Marco Aurelio la verdad es que fue él, el que traicionó a Mauro. Le robó todo. Lo vendió a unos traficantes y le privó de su familia, vendiéndolos como esclavos. Apuñaló a Mauro y le dejó medio muerto en el campo, creyendo que no sobreviviría al asalto.

Lo que nunca esperó fue que pudiera curarse de sus heridas y llegara hasta Roma. Ahora tiene miedo de encontrarlo de nuevo. Sin embargo más terror le infunde Marco Aurelio…  Y comprendió que la persecución y venganza de un poderoso patricio que tiene otro aliado más grande todavía: Petronio, no le deja ninguna alternativa.

Todas estas consideraciones le impulsan a jurar:

–           Por Zeus te prometo, ¡Oh, señor! Que iré a averiguar más lo más pronto posible.

Más tarde…

rollos pergamino

Casi al mismo tiempo que el griego se fue, llegó un correo con una carta de Petronio y Marco Aurelio se metió en la biblioteca a leerla.

Después de romper el sello, extendió la  vitela:

Tito Petronio               a          Marco Aurelio Petronio:

Salve.

Tu caso es muy malo, ‘carísimo’. Con bastante claridad veo que Eros ha perturbado tu cerebro y no piensas en otra cosa, más que en el amor. Por tu contestación a mi carta veo que sigues obsesionado con Alexandra. ¡Por Zeus! Encuéntrala pronto o perderás la razón.

Y por favor ten presente esto: Bernabé, el esclavo de Alexandra es un hombre de una fuerza poco común y por lo mismo será mejor que te lleves a Atlante, cuando decidas rescatarla. No esperes que los cristianos te la entreguen fácilmente. Atlante será un auxiliar muy útil para enfrentarte con Bernabé, cuando trate de defenderla.

No te dejes saquear por Prócoro, pero tampoco economices tratándose de Atlante. De todos los consejos que mi cariño puede darte, éste es el mejor.

Aquí ya dejaron de decir que la Infanta pereció por causa de un maleficio. Desde que nos trasladamos a Nápoles, nos han atacado los remordimientos por los recuerdos de Agripina. Pero ¿Sabes hasta donde ha llegado Enobarbo? Pues a esto: Aún el asesinato de su madre se ha convertido tan solo en un tema para versos y un motivo para escenas trágico bufas.

Antes tenía verdaderos remordimientos y le temía como el cobarde que es. Pero ahora se siente intocable.

Y como ningún dios se prepara  a tomar venganza, finge remordimientos para hacer escenas de teatro y ver cómo reaccionan los demás. También representó personajes de tragedia y exigió que las máscaras de los dioses, los héroes y las heroínas, se parecieran a él y a Agripina.

 Luego cantó: Panacea en el Parto; Orestes asesino de su madre; Edipo Ciego y Hércules Furioso. Estas son las novedades de nuestro regio histrión.

A veces me parece que de verdad odia a Roma. Busca los aplausos, la admiración y la aprobación de los griegos. Y a cada momento dice:

–      ¡Mira lo que son los griegos!

Y su proverbio favorito que repite siempre es: ‘La música no es nada, si se la mantiene oculta.’

En su greco-manía, la plebe aullaba cada vez más y nuestro histrión estaba eufórico. Cierto es que los aullidos y los aplausos se traducen en distribuciones al pueblo de provisiones y regalos: pájaros exóticos por millares. Manjares, bonos pagaderos en trigo, trajes, oro, plata, piedras preciosas, perlas, cuadros, esclavos, fieras domesticadas, naves, islas, tierras, casa, banquetes, billetes de lotería y una nueva exhibición  del Bufón Imperial.

Y no deben extrañar los aplausos, pues semejante espectáculo no habrá sido visto nunca antes. Para Nerón lo más importante es su canto y la acogida que le hace el público como artista. Cree que su voz es un don de los dioses y no pierde oportunidad para mostrarla.

Sin  embargo tiene dudas de lo que dirá el pueblo romano a causa de su prolongada ausencia por la falta de los acostumbrados juegos y las distribuciones de cereales. Y aun así, vamos a Benevento a la chapucera exhibición que Haloto tiene preparada a nuestra llegada. Y de allí seguiremos hasta Grecia.

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Por lo que a mí respecta, pienso que cuando un hombre se halla entre locos, loco se vuelve él también y encuentra cierto encanto en las extravagancias de los insanos. Grecia y el viaje de mil buques, es una especie de entrada triunfal de Baco, entre ninfas y bacantes. ¿Y creerás que yo que tengo buen sentido, me he dejado arrastrar por sus fantasías? Y lo hago porque al menos son grandiosas y exentas de vulgaridad.

Pero Barba de Bronce no logrará sus planes, porque en su fabuloso reino poético de oriental poderío, no ha dejado sitio para la traición, la vileza y la muerte. Y porque entre sus actitudes de poeta, se advierte al detestable cómico, al torpe auriga y al frívolo tirano.

Entretanto estamos matando a todo aquel que en una forma u otra nos causa desagrado. El pobre Salvidieno Orfito ya es solo una sombra. Se abrió las venas hace unos días. El viejo Trhaseas está sentenciado, porque tiene la osadía de ser honrado y tener cara de pedagogo.

Tigelino todavía no alcanza la suficiente autoridad, para condenarme a mí. Me necesitan todavía para el éxito de la expedición a Acaya. Mientras llega para mí ese fatídico momento, he decidido que Nerón no tendrá mi vaso mirrino: ese que tú conoces y que tanto admiras. Si estás cerca de mí te lo daré, pero si estás lejos lo haré pedazos.

Cuídate y llévate a Atlante, de otra forma perderás otra vez a Alexandra. Cuando Prócoro Quironio ya no te sea útil, envíamelo. Cuando encuentres a tu amada, házmelo saber. Adiós.

Lo que Petronio no dijo a Marco Aurelio, fue que Eros también lo había herido profundamente y que al terminar de escribir la carta que el tribuno acaba de leer, compuso unos versos para Aurora en un poema que trató de ocultar, como lo haría un tímido adolescente.

Pero Aurora lo encontrará después, al limpiar la biblioteca y ordenar las cosas de la mesa del escritor, tareas que no permite que nadie más haga. Ella lo adora en silencio y admira su trabajo, atesorando todas y cada una de las palabras que él escribe.

Y cuando lea el pequeño pedazo de pergamino, su corazón estallará llenándola de una alegría tan inmensa  que la hará llorar de felicidad…

El orgulloso augustano se niega a reconocer su amor por una esclava y trata de luchar contra su corazón. Está empleando todos los medios para mantener la distancia entre los dos, pero es una batalla que ya tiene perdida, porque finalmente se ha rendido al avasallador  sentimiento que lo invade, pues escribió:

Ofrenda a Aurora

En mi mente deifico la figura

De tu porte radiante de belleza

Porque tienes del alba la pureza

Y de flor en capullo la frescura.

Nunca pudo jamás con su hermosura

Competir a tus dones la realeza

De la grácil Helena que grandeza

Y atractivos aunaba en su estructura.

Yo te ofrezco de mi alma la ternura

La ilusión de mi ser, si lo prefieres.

Puedo darte también si acaso quieres

De mi vida la negra desventura.

En mi mente ha quedado bien grabada

La silueta de tu alma y compendiada

De tu faz la exquisita lozanía

Y contento he mirado virgen bella

Que refulges lo mismo que una estrella

En el cielo sutil del alma mía.

El caudal de mi amor será muy tuyo

Incluyendo con él, mi grande orgullo

Que jamás he querido quebrantar

Y anhelante le ofrezco a tu belleza

Todo el ser que me dio naturaleza

Porque quiero saber lo que es amar.

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA

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