46.- LA FE VERDADERA Y SOBRENATURAL I
Séneca no podía disimular lo divertido que estaba.
Ni Marcial la admiración que le despertaron los cristianos.
Tanto Ethan como Acacio, no solo son sabios, sino ingeniosos. Y esa combinación les encantó a los demás.
Todos se quedaron reflexionando, en lo que acaban de escuchar con el debate.
Minutos después, Trhaseas dijo:
– A mí me gustaría saber cómo se construye una fe. Si nuestras creencias son vanas, entonces nos quedamos sin nada…
Lucano confirmó:
– Yo quisiera creer igual que ustedes.
Y el poeta Marcial, preguntó a todos y a ninguno:
– ¿Cómo se puede llegar a tener Fe?
Leonardo se levanta como impulsado por un resorte y dice con alegría:
– Tomemos el ejemplo de los templos. Esos edificios sagrados verdaderamente bellos que tienen un solo defecto y es que están dedicados a la nada.
Dios estaba presente en el genio del hombre que hizo y que decoró el Partenón. Porque Él está dondequiera que hay vida o manifestación de ella. Ya sea mineral, vegetal o animal.
Él, el Creador del Universo y de todos los hombres, aunque no lo reconozcan, ni lo amen. Está en los astros, en los mares, en los vientos. En los vuelos de las águilas, en los zumbidos del mosquito. En todo está el Altísimo Creador. Dios Único y Trino.
Si la Fe se construye como se construyen los Templos, hay que buscar el espacio para que quede libre y en alto. Esto se hace, queriendo creer.
Cuando nuestra voluntad está inclinada a querer creer, el siguiente paso es muy simple: la Fe es una virtud que Dios nos regala como un don; para que podamos creer en Él y amarlo.
Cuando Dios se vislumbra y se desea conocerlo. ¡Simplemente hay que decirlo!: ‘Señor, enséñame a conocerte y a amarte.’
Y Él se encargará de traer nuestras almas a la Luz, por medio de la Fe.
La voz de Leonardo, está llena de emoción al continuar:
¿QUÉ ES LA FE?
El hombre experimenta una necesidad instintiva por buscar la Verdad.
Esta necesidad es un acicate del alma que vive y está presente en todos los hombres aunque sean paganos; pero sufre en ellos, porque tiene hambre en su nostalgia del Dios Verdadero.
El alma lo recuerda en el cuerpo que habita y al que gobierna una mente pagana. Pues el hombre no es solo carne y el cuerpo perecedero, está unido al alma que es inmortal.
LA NECESIDAD DE CREER ES MÁS IMPERIOSA, QUE LA DE RESPIRAR.
Aún quién dice que no cree en nada. En alguna cosa cree.
Tan solo el hecho de decir: ‘No creo en Dios’ presupone otra Fe. Tal vez en sí mismo o en su inteligencia soberbia.
Aunque el hombre se niegue a reconocerlo, el alma sufre porque recuerda a Dios.
Su inteligencia desea al Dios Verdadero de quién viene y tiene hambre de Él. Y trata de acercarse a Él cuando lo percibe.
LA FE ES LA QUE CONSAGRA EL ALTAR DEL CORAZÓN A DIOS.
LA Fe Verdadera y las virtudes, hacen del hombre un hijo de Dios al deificar el alma.
Y por eso hay que buscar la ciencia que no yerra y que está contenida en la Doctrina Cristiana.
Ella es la que nos guía y nos vuelve capaces de conquistar el Cielo.
La Fe, es el fundamento de la santidad. Una luz especial del Cielo con la que el alma ‘ve a Dios’ en este mundo.
Es un rayo de luz que hiriendo el rostro de Dios, lo hace visible para el alma.
Es la Vida y Fortaleza del espíritu. Es el sol que lo calienta y lo ilumina, haciéndolo crecer siempre más en perfección y santidad.
La Fe es Fruto del Espíritu Santo.
Es una luz oscura que arrastra al hombre hacia Dios por medio de la humildad y es indispensable para la salvación.
La Fe, es la Prueba que Dios exige a la soberbia y a la inteligencia del hombre, el cual para caminar por ella, debe postrar su orgullo y su propio juicio.
La Fe es el farol luminoso que alumbra el camino oscuro del espíritu y es un Caos donde el soberbio se hunde y el orgulloso se estrella…
LA FE ES EL PRECIO DEL CIELO
Desata las manos del Omnipotente. Aplaca la Justicia Divina. Arranca gracias al Eterno. La Fe santifica y salva. Da valor a los actos más sencillos y los lleva sobrenaturalizados a Dios.
La Fe es la confianza ciega y el lazo de luz que une al Cielo con la Tierra, porque es un lazo de comunicación que une al hombre con el Cielo y con Dios.
Solamente con ella, el hombre puede caminar firme en medio de los escollos y las espinas de la vida de perfección. Consiste esta luz en traspasarlo todo, fijando la mirada en un solo punto: Dios.
Y jamás separarse de Él en ninguna circunstancia de la vida, ni de la muerte.
La Fe sana el cuerpo, el alma y el corazón, porque el espíritu se acerca a Dios y deja de odiar para aprender a amar.
El alma nace de nuevo y la paz y el gozo la acompañan siempre.
Son necesarias la Fe y la humildad, para reconocer a Dios.
La Fortaleza da el poder para conservar la Fe que lo ha encontrado. La Fortaleza impide que las asechanzas del Demonio aplasten la Fe. Quién se instruye en la Verdad encuentra a Dios y la Fe llena de vigor a la Perseverancia, que es indispensable para NO decaer en el Camino de la Cruz.
Ahora podemos tener el Reino de Dios, porque Jesús lo consiguió con su muerte.
Él nos ha comprado con sus Dolores y NADIE debe pisotear la Gracia que es el Precio de la Vida y la Sangre de Dios.
Solo el que ama como un niño, cree y espera como un niño.
Los párvulos aman sencilla y escuetamente. Dios ama a los niños porque tienen aquella Fe, fidelidad y confianza propia de ellos, que cree con tenacidad. Cree sin titubear. Creen a pesar de las pruebas tremendas, porque aman con la mente, con el corazón, con todas las fuerzas, al Señor su Dios.
Los niños eran la alegría del Hombre-Dios. Para el Maestro que tenía en ellos su alivio alegre sobre la Tierra, tan llena de amargura para Él.
Eran las flores llenas de pureza, amorosos y sin malicia.
El Reino de los Cielos es para quién sabe tener el alma de niño y acoger la Verdad, con la confianza y la presteza de los niños.
Creen con simplicidad, porque tienen su alma virgen de racionalismo, de desconfianza y de soberbia de la mente. Los niños tienen la virginidad del espíritu.
Creer no quiere decir ser crédulos. Creer es aceptar y comprender, siguiendo la luz de la inteligencia, cuanto ha sido dicho por los patriarcas y los santos de Dios.
Creer es entender a la luz de la Gracia, cuanto todavía queda oscuro a la inteligencia. Creer es amar.
La credulidad es estupidez. El creer es santo, porque es tener el espíritu obediente a los misterios del Señor.
La fe Verdadera es la que hace resurgir como hijos del Altísimo.
EL PODER DE LA FE
La belleza, la potencia, la fuerza de la Fe, son tales; que la plenitud de la misma, solo podrá ser entendida en el Cielo.
Aquí no es más que un pálido reflejo, aún en las almas más penetradas de Fe. Pero este reflejo es tan poderoso, que basta para dar orientación a toda una vida y conducirla directo hacia Dios.
¿Qué aseguraba la fe de los antiguos antepasados? La llegada del Mesías.
Hecho que bastaba por sí solo para tener la seguridad en un Dios, Padre del Género Humano.
Aseguraba la Vida Eterna a todos aquellos que mueren en el Señor. Y anunciaba el eterno castigo a los trasgresores a su Ley.
Aseguraba la Trinidad de Dios. Aseguraba la existencia del Espíritu Santo, del cual vienen todas las luces espiritualmente sobrenaturales.
¿Qué asegura la Fe de los cristianos?
LAS MISMAS COSAS.
Jesús no modificó la Fe. Al contrario. La ha confirmado y la ha construido alrededor de una roca fuerte: su Iglesia, depositaria de la Verdad por Jesús Mismo.
Para los que dicen que el mundo evoluciona y debe cambiar, debiera ser más fácil creer; porque la Ciencia está comprobando las verdades aseveradas por Dios.
La alegría más grande de Dios, se la damos cuando lo dejamos salvar nuestra alma a través de la Fe.
Y el dolor más grande es cuando el hombre quiere perder su alma, al rechazar su Don de Salvación.
La Fe verdadera se encuentra en la Doctrina Cristiana, tal y como Jesús la ha dado.
La Fe no es solamente esperanza de cosas creídas. LA FE ES REALIDAD DE VIDA. Vida que comienza aquí, en esta quimera de la vida humana y terrenal y que se completa en el más allá. En el vivir eterno que nos está esperando.
El hombre quiere hacerlo todo por sí mismo. Le cuesta mucho depender de Dios y por eso es hombre de poca fe.
Porque el que cree de verdad, se abandona sin cuestionarse nada más. No hay que desconfiar de Dios.
No hay que tener miedo del mañana. Dios siempre provee lo necesario.
La gente del Mundo siempre se afana por atesorar objetos de los que no puede gozar.
La única preocupación debe ser siempre el Reino de Dios y su Justicia.
Las añadiduras las provee el Padre Celestial que ama a sus hijos y NO los desampara nunca.
Muchos rechazan creer. ¡Y no quieren creer porque tienen pavor de hacerlo!
Implica un cambio radical que NO están dispuestos a hacer.
No hay que olvidar que Dios mira las obras de los hombres y no sus palabras. El que rehúsa aceptar a Jesús como Salvador, deberá aceptarlo forzosamente como Juez.
Hay que consumir el viejo ‘yo’ en el fuego del Dolor, para que la Fe pueda ser traducida, concretada y actuada en la vida diaria.
La Fe debe bañar todas nuestras acciones y sólo entonces se vuelve práctica.
La Fe sin obras es vana y las obras sin Fe, NO sirven para nada.
La verdadera Fe, cree ciegamente que Jesús es Dios, el Salvador. Que su Palabra dice la verdad y AMA OBECIÉNDOLA.
Cree firmemente en la esperanza de alcanzar la vida Eterna y ama a Dios a través de los velos de la Fe.
Dios regala esta virtud a las almas y es de una fuerza tal, que el hombre no puede arrancarla de su corazón.
Muchas almas la enlodan, la ensucian, la pisan, la desprecian; pero en el fondo se convierte en un tormento para los malos y les repite que hay un Dios justo.
Y nunca pueden callar esta voz dulce para los buenos y terrible para los pecadores obstinados.
Vivir sin creer es imposible. Quién NO cree en Dios, en el Dios Verdadero; creerá por fuerza en otros dioses.
Quién NO CREE EN NINGÚN DIOS, creerá en los ídolos: los placeres, el dinero o la fuerza de las armas. Pero sin creer en NADA, NO pueden estar.
Peor que la Oscuridad que envuelve al ciego, es la Oscuridad del Alma que NO TIENE FE en ninguna cosa humana o sobrehumana. No les queda más que matar al alma y al cuerpo con la muerte violenta.
Cuando Judas dejó de creer en Jesús, en la satisfacción del dinero, en la ambición del poder y en la protección humana, se suicidó.
No fue por el remordimiento de su delito. Después de su Traición, todo quedó claro ante sus ojos y se dio cuenta de que NADA de esto lo hacía feliz.
De la oscuridad de su desesperación que lo tenía en la nada, se arrojó en la oscuridad del Infierno.
EL ABSOLUTISMO DE LA FE
SE CREE O NO SE CREE…
Porque NO es posible creer a medias. La esencia de la Fe es un círculo maravilloso que NO conoce interrupción y ciñe con un abrazo vital.
Creer es aceptar con simplicidad de párvulos, lo que la Bondad Divina dice que hay que creer. Por eso es necesaria la Fe Absoluta.
Pues basta rechazar una parte de la Verdad, para hacer un caos en el alma. Basta con acoger una verdad de menos en la Doctrina Cristiana, para hacer tambalear todo el edificio de la Fe.
Se cree TODO o NO SE CREE EN NADA. Se acepta TODO o NO se acepta nada.
Jesús lo dijo más conciso: “el que NO está conmigo, está contra Mí.” Por eso es necesario ser fieles, aceptando su Palabra sin quererla censurar.
Y en donde nuestra debilidad NO pueda entenderla, ¡Hay que preguntarle al Maestro que las dijo!
Él es la Luz del Mundo y ama Enseñar al que con humildad y amor le pide ser aceptado como discípulo. Él NO quiere nuestra ruina, sino nuestra salvación.
Un ejemplo de fe limitada y las consecuencias de esto, lo tenemos en Pedro.
Pedro en su pesantez humana, NO tenía todavía al Espíritu Santo con la plenitud de Pentecostés.
Era un hombre bueno que NO quería aceptar totalmente la Palabra de Jesús, en lo que era inconcebible para él: la Pasión de su Maestro.
Su mismo gran amor por Jesús, lo lleva a rechazar aquella verdad sangrienta que Él anunciaba que le estaba reservada. ‘Señor, que esto NO suceda nunca.’ Había dicho una vez.
Y después de la reprensión de Jesús, NO lo volvió a repetir.
Pero en el interior de su corazón se rebelaba ante la idea de que a su Señor le esperaba una suerte tan horrenda.
Juan por el contrario, aceptaba todo.
Su corazón de niño se trituraba con las palabras que oía decir a quién amaba y sabía que era la Verdad Absoluta.
Juan, el puro y amoroso creyente, permaneció FIEL al pie de la Cruz.
Pedro, que quiso acoger de la Verdad, aquellas verdades que lo seducían... LO RENEGÓ…
Y su culpa de aquella hora, fue una falta de valor; pero más que nada, una falta de Fe.
Si hubiera creído en Jesús con absoluta fidelidad, hubiera entendido que Jesús nunca fue más Rey, Maestro y Señor, que en aquella hora en que parecía un vulgar Delincuente.
Fue precisamente en aquel momento, en que las Enseñanzas del Maestro DEJARON DE SER UNA TEORÍA,
Para convertirse en hechos verdaderos.
Fue entonces cuando Jesús afirmó el Reino para todos aquellos que habían de compartirlo, asumiendo con Él la Púrpura y la Corona, que más espléndidos NO podían ser.
Porque la primera, era dada por la Sangre de un Dios y la segunda era el Testimonio de la Potencia que alcanza el Amor de Dios por los hombres…
De un Dios que sufrió la Muerte con el Martirio, para elevar mártires eternos de entre los hombres…
Ha sido entonces cuando Jesús ha recuperado plena y completa, su Vestidura de Señor del Cielo y de la Tierra.
Los que tienen una fe limitada, pretenden de Dios bienes de Bienestar terreno que Jesús NUNCA prometió dar, porque Él dirige hacia el Cielo y NO a las cosas del Mundo.
Todo lo que Él da de felicidad terrena es algo extra, que NO merecemos y NO podemos exigir…
Cuando se tiene una Fe Absoluta, NO SE TIENTA A DIOS, pidiéndole ‘Pruebas’ para creer…
Los Tomases se procuran los Tormentos de Tomás, que Sufrió más días que los demás…
Por NO creer en la Resurrección desde el primer momento…
Y después sufrió más días, por NO haber creído a los que lo habían constatado…
Y su Arrepentimiento y su Dolor aumentaron, ante Aquel Dios que le tomó la mano, para introducirlas en sus heridas…
LA FE DE ABRAHAM
Abraham fue el Padre de todos los creyentes.
O sea, de TODOS los que sienten resonar en su espíritu, la Voz Espiritual del Dios Altísimo.
Y saben comprender las Palabras que esta Voz inefable les dice: “Y Creen y le Obedecen a sus Mandatos.”
Pero Abraham era hombre que amaba al Dios Verdadero, su razón NO era soberbia y reconocía a Dios en todas las cosas. Se sentía su creatura.
Doblegaba su pensamiento en reverencial sujeción delante del Altísimo, cuyas manifestaciones veía en toda su Creación.
Y su espíritu era justo; conservándolo puro de toda suerte de idolatrías.
Justo era también su cuerpo, obediente a los mandatos que Dios había dado a Adán.
Trabajaba el campo para arrancarle su alimento. Y le era preciosa la fatiga que encontraba gusto en el trabajo, por más que le fuese penoso.
Le parecía justo que su pan tuviese como condimento la sal de su sudor y justa también la muerte que convertiría su carne en polvo.
Humilde delante del Altísimo, se consideraba un granillo de polvo.
Polvo. Polvo frente al Inmenso, el Infinito, el Potentísimo.
Y como un grano de polvo, se dejaba transportar por la Voluntad del Señor, sin adherirse a cosa alguna por preciosa que fuera, considerándolas transitorias solamente.
Creyente en Dios. Confiado en la Bondad de Dios. Obediente a Dios. Tenía todos los requisitos para sentir resonar en su espíritu, la Voz de Dios. Y comprender sus palabras. Y obedecer lo que Dios le ordenaba.
Abraham creyó y esperó contra toda Esperanza. Cuando ya tenía la certeza de que Saray NO tendría descendencia y andaba prófugo fuera de su Tierra y lejos de su parentela.
En las condiciones menos favorables para creer que el Señor haría de él una gran nación y que a su estirpe le sería dada aquella Tierra, que después fue la Palestina y con una descendencia que Dios multiplicaría como el polvo de la tierra.
¿Cómo puede haber posteridad y multiplicación?
Abraham NO tenía la Semilla: el heredero.
En el regazo estéril de Saray, NO florecía semilla de posteridad. Y aún así…
NO obstante todo, Abraham CREYÓ QUE DIOS LE CONCEDERÍA EL HEREDERO…
Recibió la promesa y pasaron los años. Su Fe se afianzaba con el pasar del tiempo, sin que tuviera cumplimiento la promesa de Dios.
Abraham seguía esperando y confiando en Él…
Por fin, cuando tenía cien años y ya ni su cuerpo, ni el de su esposa podían ya dar vida, Dios da el plazo de un año para que tuviera cumplimiento lo que le había prometido.
Este anuncio hizo que su Fe cobrara más vigor.
Después, cuando fue padre de Isaac, le es pedido el hijo para sacrificarlo.
En lugar de sentirse traicionado en su Fe, amó más a Dios que a su hijo y NO se lo negó.
Su amor y su lealtad fueron premiados…
Y Dios tomó en cuenta esa Fe para hacerlo santo.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
45.- EL CONTENDIENTE…
Primer Encuentro de Petronio con los cristianos…
La primera parte de las Catacumbas ha sido concluida. Para consagrarlas, en la capilla principal, Pedro ha oficiado la Primera Misa con dos motivos: la sepultura de Celina que ha sido la primera en ser depositada en este sacro lugar y la consagración de un gran número de obispos y sacerdotes.
Después de la solemne ceremonia, todos se dirigen a la Puerta del Cielo, donde el médico y evangelista Lucano se encarga de las cartas con los nombramientos y el envío de los nuevos prelados, a todos los puntos del imperio.
Para preparar a los obispos a la inminente Persecución que nadie sabe cómo, ni cuándo empezará; pero para la que hay que estar listos, Pedro les dice:
“Mi Señor Jesucristo dijo: “Las Puertas del Infierno no prevalecerán contra Ella.” Nosotros debemos ser prudentes y tomar todas las providencias necesarias para que la Iglesia sobreviva y que siempre estén listos los sucesores, conforme se vayan necesitando.
Siempre debe haber pastores que reúnan a las ovejas dispersas y heridas, por la furia huracanada de Satanás.
Pero Dios es fiel a sus promesas. Y aunque ríos de sangre corran, siempre habrá un alma consagrada que mantenga el altar de un corazón encendido, en el Verdadero Culto al Santísimo.
Porque el día que ya no pueda celebrarse el Sacrificio Perpetuo. ¡Ay del Mundo y de los hombres!
Recuerden todos que Dios NO nos abandonará, si nosotros no le abandonamos a ÉL. El secreto está en el Amor de Fusión y de Coparticipación.”
Y Pedro los bendice antes de retirarse a sus habitaciones para orar.
Gruesas lágrimas corren por sus mejillas, cuando eleva sus brazos implorando la ayuda divina, para cargar el peso de la Cruz.
Los cabellos blancos caen sobre el rostro del Pontífice, cuando de rodillas y con el rostro inclinado, ora con fervor por horas y horas. Cuando finalmente se levanta, sus mejillas siguen húmedas por el llanto; pero hay en su rostro la mirada serena y llena de esperanza, que da el haber recibido respuesta a sus plegarias y la fortaleza necesaria para cumplirla Gran Misión que pesa sobre sus hombros.
Su cara irradia majestad y dulzura.
Y piensa:
‘Si Dios está con nosotros. ¿Quién contra nosotros?’
Y sonríe. Una resolución llena de valor y de Fe… Es la sonrisa del capitán que toma con firmeza el timón de un barco, en medio de la borrasca; pero que sabe perfectamente hacia donde debe dirigirse. Sin dudas, ni vacilaciones.
La luz de un faro se abre paso en medio de la Oscuridad. Él sabe dónde está el puerto y también cómo llegar a él.
Pedro sale de su Oración revitalizado y con suave firmeza, sigue dirigiendo el destino de la Iglesia. Y girando las instrucciones necesarias de acuerdo a los sucesos, que se van presentando.
El Pastor debe trasmitir la confianza a las ovejas. Cristo, el Cordero y el Pastor, es el que está llevando a su Esposa Santa, hacia Él. Dios la va a recibir, revirginizada con el Martirio…
Jesús es el que dirige. La madre Santísima, la que protege.
El Adversario deberá volver a tragarse su derrota. Satanás será vencido, una vez más.
¿Cómo?
Los mártires se lo demostrarán…
Lo importante es caminar con el corazón henchido de Fe y de Amor, confiados totalmente en Dios y abandonados en su Voluntad, y la victoria está asegurada. Por lo único que se debe implorar es por la perseverancia y Dios se encarga de lo demás…
Pedro lo sabe y en eso está su seguridad.
Siente un inmenso dolor por haber perdido a Celina, ‘su perla romana’. Aunque tal vez esta primicia que ahora descansa en las Catacumbas, es el inicio de la masacre que sabe que viene del Palatino…
Pero Celina ya descansa en Dios. Jesús no permitió que su virgen fuese profanada.
Pedro sonríe en medio de su tristeza. Celina ya está en la Patria Celestial. Los que necesitan ayuda, son los peregrinos en esta Tierra…
Mientras tanto, en Anzio…
Una mañana después de un banquete, Nerón decidió dar el día libre a sus augustanos, para llevarse a Popea a un paseo en barco.
Petronio prefirió ir a su villa e invitó a algunos de sus amigos y a todo el séquito que lo acompañaba.
Se sentaron en la terraza, desde donde se puede admirar el mar. Mientras se deleitan con un refrigerio, aspiran el aroma de la brisa marina y oyen el rumor de las olas que rompen en la playa.
Decidió que era el momento de probar quienes eran los cristianos y conocer de cerca su fraudulenta verdad, pues aun resiente mucho en su corazón el cambio que alejó de sí, tan completamente a Marco Aurelio; al grado de convertirlo en un desconocido.
También quiso burlarse un poco de su fanatismo y buscar de donde asirse, para recuperar al sobrino que quiere como a un hijo.
Todos los dioses que conoce tienen fallas y quiere ver cuál es el punto débil de este Dios Desconocido que ha enajenado a Marco Aurelio; para partir de allí y disputarle su preponderancia.
Está plenamente convencido de que los fanatismos son nefastos y pueden arruinar la vida de cualquier hombre… Y por lo poco que ha averiguado, el cristianismo está lleno de superstición y eso le tiene muy preocupado…
Después de un buen rato de indagar con mucha astucia, haciendo preguntas a todos los invitados de Marco Aurelio y según las respuestas obtenidas, decidió debatir sus opiniones…
Petronio como siempre, hizo sus comentarios como en broma y en tono zumbón.
Y su conclusión fue:
– Ningún Dios en su sano juicio se haría un hombre mortal.
Entonces el obispo Ethan, replicó:
– ¿Cómo puedes negar tú sabio Petronio, que Cristo existió y se levantó de entre los muertos, si ni siquiera lo has comprobado? Nosotros somos testigos y predicamos a un Dios Vivo y Resucitado.
Pedro y Juan lo conocieron en vida. Pablo lo reconoció en el Camino a Damasco y Lucano el Médico, en Antioquia. Yo, cuando me convertí. Demuestra con tu sabiduría, que somos unos impostores y entonces podrás rechazar nuestro testimonio.
Petronio contestó:
– No tengo la menor intención de negar nada, porque sé que hay muchos casos incomprensibles, sostenidos y comprobados por gentes fidedignas. Pero una cosa es el descubrimiento de un nuevo Dios extranjero y otra muy diferente, la aceptación de su doctrina.
– Primero hay que conocer antes de rechazar. Eso es lo más lógico, ¿No crees?
– No tengo el menor deseo de adquirir ningún nuevo conocimiento que venga a trastornar la vida y a distorsionar su belleza. A mí no me importa si nuestros dioses existen o no. Son hermosos… Su imperio es amable y cómodo… Y vivimos sin afanes, disfrutando de los deleites de la vida. Yo no quiero cambiar eso.
Ethan replicó:
– Tú rechazas una Religión de Amor, de Justicia, de Perdón; atento solo a los deleites de la existencia. Más piensa Petronio, ¿Se halla en realidad tu vida exenta de ansiedades? Mira… Ni tú ni nadie entre los más ricos y poderosos, sabe si al entregarse al sueño por la noche, a la mañana siguiente al despertar, no le aguarda una sentencia de muerte. Y dime entonces ¿Qué es la felicidad de un día? ¿Qué os espera después de la muerte?
– Yo pienso que después de la tumba hay solo silencio. La vida es muy corta para desperdiciarla en filosofías improbables…
– Lo que te estoy proponiendo NO es sólo una filosofia improbable… Mi Señor está Vivo y puedo comprobártelo ahorita mismo…
Petronio se alarmó y exclamó:
– No me interesa conocer, ni comprobar nada… Estoy muy feliz como vivo y no voy a cambiar nada. Por más persuasivo que tú te comportes… Hay cosas que no acepto.
– El Mensaje de Salvación no se impone. Dios que te amó tanto para crearte, no te obliga a aceptarlo. Desea tu amor, no tu sometimiento.
– Qué bueno que lo comprendes. No me interesa conocer ninguna nueva religión… Yo solo admito lo que es tangible a mi experiencia. Y lo sobrenatural no es mi debilidad… Así que te agradeceré que no insistas…
– Te sientes alarmado de que mi Religión te haga perder tus goces. Tú estás satisfecho de tu suerte, porque eres opulento, poderoso y vives en la molicie.
Petronio respondió sin disimular su molestia:
– Veo que eres un hombre noble y de ilustre linaje. Y me sorprende que todo eso te haya dejado de importar…
– Alguna vez fui y pensé como tú. Aunque yo no fui cercano al círculo del César, conozco la fuerza que da el tener inmensas riquezas y nacer en una familia nobilísima y poderosa. Pero también conozco el vacío y el hastío de los placeres amargos y efímeros.
Por primera vez en su vida, Petronio se ha quedado sin palabras…
Ethan continuó:
– Tú también tienes un ilustre linaje. Y te sientes orgulloso de ser descendiente de nobles y antiguos quirites. De ser rico. De rodearte de cosas bellas y placenteras. Pero contéstame con la verdad: ¿Qué sientes al observar a tu alrededor, la atmósfera que te envuelve? ¡Cuánta abyección! ¡Cuánta infamia! ¡Qué indigno tráfico de dignidad y de fidelidad!… Y… ¿En qué, de lo que te rodea puedes confiar en realidad?
Petronio no está dispuesto a abrir su corazón a un desconocido que está viendo en lo más íntimo de su ser como si hubiese penetrado en él y su silencio se hizo más hermético todavía…
¡Pero lo más extraordinario es que parece que su indiscutible ingenio se hubiese apagado y esta es una sensación nueva para él!… ¡Y muy desagradable, por cierto!…
Ethan prosiguió implacable:
– Eres rico… ¿Y si mañana recibes la orden de renunciar a tus riquezas o te las confisca el capricho del emperador? Eres joven… Con la ruindad que conoces plenamente en los que te rodean, ¿Estás seguro que vivirás mañana?… Eres poderoso junto al César… ¿Estás seguro que su favor lo tendrás siempre? Amas… y la traición te asecha. Estás enamorado de tus mansiones y de tus posesiones; tus tesoros, tus estatuas y tus obras de arte… ¿Y qué harás si recibes una orden de destierro a la Isla Pandataria, como le sucedió a Octavia?
Petronio tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no delatarse en el profundo asombro que le invadió al ver sus más íntimos temores reflejados en las palabras del Obispo cristiano…
¡Y sintió miedo!… ¿Cómo sabe éste hombre cosas que él ni siquiera a si mismo se ha atrevido a reconocer en su interior?…
Ethan le mira de una forma… que le es imposible definir… Es como si NO FUERA UN HOMBRE IGUAL A ÉL, el que lo mirara… Irradia una extraña Presencia que ni siquiera es capaz de comprender y ya ni siquiera el deseo de desenmascararlo y burlarse un poco lo motiva…
Es una sensación pasmosa verse desnudado en su alma, sin poder replicar absolutamente nada…
El Obispo prosigue:
– Todo el mundo tiembla delante de vosotros y simultáneamente tembláis entre ustedes; unos con otros, porque de nada estáis seguros. Dices que nuestra religión destruye la vida. Y es al contrario, la engrandece. Porque nuestra Fe y nuestra confianza no están puestas en lo efímero y pasajero; en el espejismo de esta vida material.
Nosotros vivimos lo espiritual y esperamos lo eterno: una vida verdadera, llena de gozo y de amor. Sin traiciones, ni mentiras. Estoy seguro de que si te tomaras la molestia de conocer nuestra Doctrina, serías mucho más dichoso y te deleitarías con la verdadera sabiduría. Pues una inteligencia como la tuya sabe que cuando se conoce lo excelente, es imposible conformarse con menos. ¿O no es así?
Petronio sintió una sacudida en su interior y una extraña alarma. Por primera vez en su vida, decidió huir…
Y fingiendo que lo acomete un bostezo, dijo:
– Esto no es para mí. Yo prefiero mil veces, la compañía de una mujer tan hermosa como mi Aurora. Tu Dios NO me interesa. -y con un súbito arranque de sinceridad, agregó- Es más… No quiero luchar contigo en ese palenque.
Ethan sonrió…
Y con modales tan elegantes y distinguidos como los de Petronio tomó su copa, dio un sorbo a su vino…
Y mirándolo fijamente, dijo:
– Podemos invocarlo y Él vendrá. ¿Acaso tienes miedo de que yo te lo presente? Sabes que tengo razón…
– No soy un cobarde. Simplemente NO acepto lo que me dices…
– Ahora… Pero tú momento llegará…
Jamás en toda su vida, Petronio se había sentido tan vulnerable y tan angustiado…
Y para su buena fortuna, su amigo el poeta lo salvó….
Porque entonces Lucano inquirió:
– Puesto que ustedes viven bajo las leyes de Roma, deben amar a nuestro Príncipe.
El obispo Acacio, respondió:
– ¿Quién tiene más respeto y amor al emperador que los cristianos? Continuamente hacemos Oración por él. Para que alcance larga vida y gobierne con justo poder a los pueblos y goce de paz, durante su reinado.
También oramos por la salud de los soldados y por la conservación de todo el Orbe.
Petronio suspiró aliviado al ver que el debate cambió de protagonistas…
Plinio intervino:
– Te felicito. Pero para que el emperador conozca mejor tu homenaje, ofrécele un sacrificio en nuestra compañía.
Acacio respondió:
– Yo ruego a mi Dios Verdadero y Grande por la salud del emperador. Pero en cuanto al sacrificio, ni él nos lo puede exigir, ni nosotros ofrecérselo. ¿Quién se atrevería a hacer un sacrificio a un hombre?
Entonces Trhaseas preguntó:
– ¿A qué Dios le ofreces tu Oración, para que nosotros también le ofrezcamos sacrificios?
Acacio respondió mirándolo fijamente:
– Anhelo que conozcas lo que es de provecho. Y sobre todo, conozcas al verdadero Dios.
– Dime su Nombre.
– Padre Celestial: Yeové. Jesús y el Espíritu Santo.
– ¿Estos son nombres de dioses?
– Es la Santísima Trinidad. Ese es el Dios Verdadero y a Quién debemos temer.
– ¿Qué Dios es ese?
– Yeové. Adonaí el Altísimo. El que se sienta entre los Querubines y los Serafines.
– ¿Quiénes son esos?
– Son Ministros del Dios Altísimo y le asisten en su excelso Trono.
Plinio interviene con fastidio:
– Esta es una inútil disputa filosófica. Trhaseas no te dejes atrapar. Un Dios Invisible e intangible… ¡Bah! Más bien tú, -se dirige a Acacio- desdeña las cosas invisibles y reconoce a nuestros dioses que están delante de nuestros ojos. A ellos es a los que debes sacrificar.
Acacio replica:
– ¿Cuáles son los dioses a los que tú querrías que sacrifique?
Plinio contesta:
– A Apolo, nuestro salvador. Ahuyenta el hambre y la peste. El rige y conserva a todos.
– Ese Apolo. ¿Es el mismo al que ustedes tienen como intérprete del futuro? ¡Buen adivino resultó!… El infeliz corría loco de amor por Daphne, una muchachita, ignorando que iba a perder a su presa suspirada. Es evidente que no fue adivino, el que esto ignoraba. Ni dios, ya que se dejó burlar por una joven.
Y no fue ésta su única desgracia, ya que la suerte le deparó un golpe más cruel. Como estaba poseído por un torpe amor por los adolescentes, se prendó de la hermosura de Jacinto y se enamoró de él, como bien sabéis vosotros.
Pero ignorante del futuro, mató con un tiro de disco, a aquel a quién más deseaba que viviera. ¡Humm! Ese Apolo… ¿Es el mismo que fue jornalero de Neptuno y que guardó rebaños ajenos? ¿A ese quieres que yo sacrifique?
Ahora es Plinio el que tiene dificultades para contestar.
Y Acacio insiste:
– ¿O prefieres que sacrifique a Esculapio, que fue muerto por un rayo? ¿O a la adúltera Venus? ¿O a los demás Monstruos? ¿Habría de adorar a los que me avergüenzo de imitar? ¿A los que desprecio, a los que condeno, a los que aborrezco?
Si alguien quisiera ahora imitar sus ejemplos, no escaparía al severo castigo de las leyes romanas. ¿Cómo puede ser que adoren en los dioses, lo que castigarían en los hombres?
Plinio replica muy enojado:
– Al parecer, los cristianos vomitan mil injurias contra nuestros dioses.
Marcial interviene con tono conciliatorio:
– Para demostrar tu buena voluntad al emperador, vamos al Templo de Júpiter y Juno. Y celebremos juntos un grato banquete. Rindamos a las divinidades el culto que se les debe.
Acacio responde:
– ¿Cómo puedo sacrificar a alguien que como todos saben, está sepultado en Creta? ¿Acaso resucitó de entre los muertos?
– ¿Y acaso tu Dios sí resucitó?
– ¡Claro que sí! ¿Quieres conocerlo? ¡Te lo presento ahorita mismo!…
– ¡No desvaríes! Estamos hablando seriamente…
– No desvarío y estoy dispuesto a demostraros en este momento, el por qué mi Dios está Vivo!…
Plinio replica:
– A tu Dios, lo ejecutó Poncio Pilatos… ¡Estás diciendo disparates! Mejor respeta a los dioses y ofréceles una ofrenda de desagravio por todas las tonterías que estás afirmando.
– No son desvaríos. Es la Verdad y yo no ofrezco sacrificios a falsos ídolos.
Nadie responde y Plinio pregunta con severidad:
– Si hubiera una ley que te obligase a hacerlo y yo fuese el Procurador, ¿Qué harías?
– No puedes obligarme.
– Pero como Procurador tengo el Idus Gladius (Poder de vida y muerte) ¡O sacrificas o mueres!
– Tu amenaza se parece a la que dirigen los bandoleros de Dalmacia, maestros en el arte de robar. Se apostan en los desfiladeros y lugares escondidos. Están al asecho de los viandantes. Y apenas aparece un pobre viajero, lo conminan con este dilema: ‘¡O la bolsa o la vida!
Allí no admiten razones. La única razón es la fuerza que intimida. Tu ultimátum es similar, ya que quieres que yo cumpla una acción injusta o me amenazas con la muerte.
Plinio se toma muy en serio su supuesto papel de Procurador y replica más enojado todavía:
– Pero yo obedezco las leyes de Roma y hay un edicto que te obliga a obedecerme.
Acacio también contesta muy serio:
– Las leyes castigan al libertino, al adúltero, al ladrón, al corruptor sexual, al malhechor y al homicida. Si yo fuera reo de estos crímenes yo mismo me condenaría, sin aguardar tu sentencia. En cambio, si fuera condenado al suplicio por adorar al Dios Verdadero, no sería condenado por la ley, sino por la arbitrariedad del juez.
– Yo no te estoy juzgando. Pero como Procurador; si quiero, puedo obligarte. Si desprecias mi intimidación, puedes estar seguro del castigo.
– También a mí se me ha mandado no negar jamás a mi Dios. Si tú obedeces a un hombre frágil y de carne que muy pronto abandonará este mundo. Y como se sabe, será pasto de los gusanos. Con cuanta mayor razón yo debo obedecer a un Dios potentísimo, cuyo poder consolidó todo cuanto existe.
Él dijo: “Si alguno me niega delante de los hombres, Yo también lo negaré delante del Padre Celestial, cuando venga en mi Gloria y Poder, a juzgar a los vivos y a los muertos.”
Marcial interviene:
– Justamente lo que tanto deseaba saber, lo acabas de confesar ahorita: el error capital de tus creencias y la Ley de ustedes. Según dices: ¿Tiene Dios un Hijo?
Acacio contestó:
– Lo tiene.
– ¿Y quién es ese Hijo de Dios ?
– El Verbo de Gracia y de Verdad.
– ¿Es ese su Nombre?
– Su Nombre es Jesucristo.
– ¿Qué diosa lo concibió?
– Dios no engendró a su Hijo al modo humano, con una mujer. Sería absurdo que la Majestad Divina, pudiera tener contacto con una doncella. Dios formó a Adán con su mano derecha. Compuso con el barro los miembros de aquel primer hombre. Y después de haber completado toda la figura, le infundió el alma y el aliento de vida introduciéndole su Espíritu.
Pero el segundo Adán, el Hijo de Dios, el Verbo de la Verdad, procedió del Corazón de Dios. Por eso está escrito: ‘Mi Corazón produjo una Palabra Santa.’
– Luego Dios tiene cuerpo.
– ¡Claro que lo tiene! A nosotros nos creó a su Imagen y Semejanza. Nosotros veneramos su virtud y su Poder. Su Hijo tiene un Cuerpo Resucitado. Y con la sabiduría que es un don de Dios, aprendemos a conocerlo y a amarlo.
Plinio replica con desprecio:
– Solo eres un mago y maestro de este artificioso embuste.
Acacio contestó:
– Los cristianos, todo lo que tenemos lo recibimos de Dios y aborrecemos toda clase de arte mágica.
Plinio insistió:
– Ustedes son magos, porque han introducido no sé qué nueva modalidad religiosa.
– Nosotros despreciamos a esos dioses que ustedes fabrican y luego veneran. Sin duda si al artista le faltara el mármol o si el mármol se quedara sin artista, ustedes se quedarían sin dioses. En cambio nosotros adoramos a Aquel que nos creó a nosotros. Él nos formó como Señor. Nos amó como Padre. Y como buen defensor, nos libró de la muerte eterna…
Plinio escuchó y se quedó colérico y callado…
Séneca tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no soltar una carcajada…
Plinio ya no supo que responder y se despidió alegando que tenía importantes negocios que atender.
Invitó a Petronio a acompañarlo y también invitó a Séneca…
Pero en aquel duelo verbal, Séneca se estuvo divirtiendo de lo lindo y no pudo disimular su absoluta satisfacción… Y rechazó cortésmente…
Trhaseas, Lucano y Marcial también prefirieron quedarse un poco más y finalmente, solo se fueron los dos.
Plinio furioso y Petronio muy pensativo, caminaron presurosos hacia la salida…
HERMANO EN CRISTO JESUS: