R91 LA MADRE CELESTIAL
MARIA, la Palabra más dulce del Universo. La Palabra que encierra el Amor de todo un Dios Encarnado. La Palabra, que en la Humildad de Su Poseedora, se encarna el Verbo de Dios. La Palabra que lleva al Salvador y Redentor del Mundo. La Palabra que se llena de la Acción del Espíritu Santo para consentir la Obra de la Redención Humana. La Palabra que hace mella sobre el Mal al cumplirse la promesa de vuestro Dios, de que pisaría la cabeza de la Serpiente con Su Talón Virginal.
MARIA, Humildad Santísima, Amor Santísimo, Donación Total al servicio de Su Dios, de Su Creador. En Ella pusimos todas Nuestras Virtudes y Gracias. La dotamos de todas las excelsitudes y respondió a todas ellas como solamente una Reina puede responder, con Humildad, con Amor y con Su Donación. Donación interesada sólo en hacer Nuestra Voluntad.
Creación Nuestra en excelsitud, porque sólo de una Reina de Su talla, podía nacer el Redentor, Quién le había dado la vida, Quién le había dado el Amor Supremo. No podía nacer Mi Hijo Amado de cualquier mujer, de cualquier creatura llena de defectos por causa del Pecado Original. Sólo un Real y Purísimo Tabernáculo Viviente podía llevar a Su Dios en Sus Entrañas Virginales, Entrañas Santificadas por la acción del Espíritu Santo, quién, a Su vez, la hace Su Esposa para toda la Eternidad.
El Santo Espíritu de Dios se manifiesta en Ella y Pedimos Su Permiso para llevar a cabo Nuestra Obra de Salvación y Ella en Su dulzura, humildad y candidez, Nos responde nuevamente con la Realeza con la que fue constituida.
Mujer Total, Mujer Santísima, Mujer Virginal, nada se Nos escapó para la Creación de la Reina del Cielo, de todos los Ángeles y de todos los Santos.
Todas las Virtudes están en Ella y nuevamente Su Realeza vuelve a aflorar al dársele la Maternidad Universal al pié de la Cruz. Maternidad que Ella acepta con dolor y gustosa de alegrar a Su Hijo, a Su Dios, a Su Amor Infinito.
Ella callada, Ella obediente, Ella donada totalmente a la Voluntad Nuestra.
Siempre aceptando Nuestros Designios y así Ella se vuelve también, Cabeza y Madre de la Iglesia. Ella es la poseedora de la Sabiduría de Su Hijo y es ahora la principal columna en la cuál se apoyará en lo futuro la Iglesia, Poseedora y dispensadora de las Enseñanzas de Su Dios, Jesucristo hecho hombre, con la ayuda de María, Su Madre.
Es a través de María que se logra la principal intercesión de los hombres, de Sus hijos, para con Nosotros. Es a través de Ella que se logra la salvación hasta de los pecadores más empedernidos, en donde la Luz de la Verdad y la Luz de la Virtud, casi ya no se les ve. Y Ella, con Su Amor para con todos vosotros alcanza, en un acto majestuoso de Amor por Nosotros y de Amor por Vosotros, aplicando todo Su Amor y Sabiduría, alcanzará vuestra salvación.
Ella conoce el contento que da a Nuestro Corazón con la salvación de cada alma y en especial, por las que están prácticamente perdidas. Ella aprovecha y Nos muestra con Su Intercesión, hasta los actos más pequeños e insignificantes de vosotros, con tal de Movernos a la Misericordia y alcanzar la salvación eterna de las almas.
Lucha fuertemente contra Nuestro Enemigo y Ella lo puede TODO contra él. El Maligno la esquiva y NO soporta escuchar Su Santo Nombre.
Al nombre de MARIA, todos los espíritus del mal desaparecen, porque reconocen en Ella, Su Realeza Celestial, ya que a Ella la hemos dotado de todas Nuestras Potencialidades sobre todo lo creado y esto lo incluye a él. El Mal nunca podrá contra Ella y Ella siempre protegerá a Sus hijos: a vosotros, contra sus asechanzas.
Vivir bajo Su Amparo, vivir bajo Su Intercesión, vivir bajo Su Amor, es la mayor sabiduría que vosotros podéis tener, al donaros totalmente a Vuestra Madre Celestial.
La Pura, la Santa, la Inmaculada, la Sencilla y la Humilde. Es en la Humildad de María en donde se derraman todas Nuestras Bendiciones. Su Humildad Nos vence. Nada quiere para Ella, todo es para el servicio de Su Dios y de Sus hijos. El Amor a Nosotros es Su finalidad y Su Alimento Espiritual. Es Su Amor el que logra la santificación de las almas.
Ella os viste con la túnica preciosa de las virtudes y de los méritos y así os presenta en tal forma arreglados, que alcanza de Nuestra Divina Persona, al final de vuestra misión, Gracias de Santificación que en otra forma no se podrían lograr.
Ella se vuelve así, Dispensadora de TODAS las Gracias y Bendiciones, que otorgamos a todas las almas. Ella siempre está atenta a vuestras humanas y espirituales necesidades, nada se escapa a Su Vista e intercede insistentemente por la salvación de todos vosotros.
Por ello, las Fuerzas del Mal, siempre la atacan y aún la atacarán en éstos Tiempos que estáis viviendo, en los cuáles los Traidores a Mi Iglesia y a Mi Hijo, tratarán de evitar todo acto de devoción y respeto a Nuestra María, para que al NO recibir vuestras oraciones, plegarias, penitencias, ayunos, Ella NO os pueda ayudar.
Todo aquél que trate de evitar la Devoción a Mi Hija, la Siempre Virgen María, es un Traidor a Su Dios y a Ella. Y se ha vendido a las Fuerzas del Mal… Y aunque se luche y os quiten Sus Imágenes de los Templos, siempre llevad Su Imagen en vuestro corazón, en donde realmente habita, junto con Nosotros.
No os apartéis nunca de Su Providencia Virginal y NO sufriréis la muerte espiritual. Acudid siempre a Su Amparo y Guía, es Vuestra Madre Celestial. Ella os guiará siempre a la Pureza de Corazón y a alcanzar todas las Virtudes, las Santas Virtudes, que os alcanzarán la Gloria Eterna. Todo esto lo hará sólo por amor, en Ella no hay intereses superfluos, sólo el interés de que Nosotros nos alegremos con vuestra salvación.
Vivid en Ella, como Ella vive en Nosotros, postrados en amor, agradeciendo cada momento de vuestra existencia e intercediendo por la salvación de vuestros hermanos, tanto por los de la Tierra como por los del Purgatorio. Las almas devotas al Amparo y Amor de vuestra Madre Celestial, son almas escogidas para una segura salvación.
¡No hay creatura más excelsa en cielos y tierras, que Vuestra Madre Celestial, la Siempre Virgen María!
Os bendecimos en Nuestro Santo Nombre, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Que la Paz y el Amor estén siempre con vosotros y los vuestros y que la compañía y la veneración a Vuestra Madre Celestial os alcance la Vida Eterna.
Desde muy temprana edad Yo conocía la Sublime misión concebida por Dios Padre a la Doncella Elegida, para llevar a cabo la Obra de la Redención y Salvación del género humano. La sublimidad de ésta Misión sólo la podía llevar alguien en quién viviera la Presencia Real de Dios mismo. No sabía que era Yo, pero anhelaba servirla y mi Oración pedía, porque ya se había cumplido el Tiempo y para estar cerca del Redentor…
Después del Anuncio del Arcángel San Gabriel, comprendí plenamente que Fui creada para tal propósito. TODAS las Virtudes y Gracias de Dios estaban contenidas en Mí, para llevar al Rey de Reyes en Mi Seno Virginal. Ninguna otra creatura podía llevar a cabo tan Sublime Misión.
Era Dios mismo en Mí, Quien se movía en Mí, Reinaba en Mí, y Se iba a encarnar en Mí. Pureza Santísima, Vida Santísima era lo que se debía poseer para albergar al Santo de los Santos y todo eso lo puso Dios Padre en Su Humilde Servidora. Mancha de pecado nunca hubo en Mí, puesto que fui liberada de él.
La Nación Elegida debía dar a Luz al Salvador y Yo era en ése momento de la historia, la Mujer escogida para tan grandiosa Obra. Pero Mi corazón, Mi Alma, Mi Ser, nunca se movió a la Soberbia al contrario, Mí Corazón y Mi alma postrados estaban día y noche, dando Gracias por el momento Divino de la Encarnación del Verbo.
Nada Se Me escondió en el Conocimiento de Mi Misión. Todo se Me fue revelado y conocía los pormenores de ésta obra Santísima de Dios Padre. Mí vida transcurría como el de una simple y sencilla mujer ofrecida al templo por sus padres para el servicio sacerdotal. Mí alma volaba continuamente al encuentro del Ser Amado. Mí alma estaba unida plenamente a la Voluntad del Padre.
La Nueva Eva había sido concebida, la Nueva Eva que iba a permitir la entrada de la Verdadera Vida al Mundo, la vida del Verdadero y Santo Amor. Mi Alma así unida a Mi Dios Me instruía, Me alimentaba, Me comunicaba Su Voluntad. Su Vida era Mi Vida, pero todo esto Yo lo llevaba con el mayor recato posible.
La Humildad era Mi Corona, y la sigue siendo. Divina y Santa Humildad la que Mi Dios puso en Su Sierva y que por ella todo se logró.
Mi Vida seguía transcurriendo en la Sumisión a la Voluntad de Dios. Mi alegría era extrema, Se Me conocía en el Templo por llevar siempre esa alegría en el corazón. Santa era mi alegría puesto que Santo era Mi designio de Dios. Tanta amabilidad, tanta donación de Gracias, tantos dones y virtudes para ésta Su Humilde Sierva, no Me podían tener en otra forma. ¡Santa alegría de Dios!
De tenerlo a Él, primero en Mi Corazón y saber que pronto lo iba a tener en Mi Seno Virginal. Por fin llega el Santo Día de la Encarnación de Mi Dios y Señor. Tenía 16 años. Mi vida transcurría en la oración y el sacrificio de Mi Vida al Señor. Como te dije antes, fui preservada del mundo desde Muy Pequeña para que Mi ambiente que Me rodeara Me hablara sólo de Dios.
La Venida del Espíritu Santo a Mi Ser fue algo maravilloso, excelso, como sólo Dios sabe hacer Sus cosas. Vida en Mi Vida, Amor en Mi Amor, el Cielo entero en Su Humilde Esclava. Cuánto amor de un Dios para con Su Creatura, cuánta delicadeza en Su Petición. Cuánta Ternura del Espíritu al Poseerme en pleno. Dicha celestial, éxtasis eterno de Amor. Abrazos angelicales.
La Sublimidad del Amor ahora en Mí, Su Sierva. El cielo entero, por fin en la Tierra. El Hijo de Dios, ahora hecho Hombre, en la miseria de su Esclava. ¡Oh, Mi Dios y Señor, Bendito Seas por Siempre, porque has visto en Mí el depósito de Tú Amor! ¡Cuánta alegría! ¡Cuánta Paz! ¡Cuánto Amor! Extasis pleno de Amor, sólo soportable por Mi Cuerpo por no haber sido tocada por el Pecado Original.
Cuerpo y alma unidos en un éxtasis infinito, éxtasis sublime, éxtasis del Fruto de Dios en Mí, ¡Oh, Mis hijos!, el recordar éstos momentos tan sublimes sólo Me permiten nuevamente postrarme y alabar a Nuestro Dios por tan grandiosos portentos de su Amor hacia Mí y hacia vosotros.
La Salvación del género humano, por fin se realizaba. Las palabras de DIOS en los Profetas, por fin se Encarnaba. El Amor por fin llegaba a la Tierra a erradicar el Pecado y el Mal. La Luz por fin llegaba a la Tierra a alumbrar el Verdadero Camino, Mi Hijo, el Hijo de Mis Entrañas, Mi Dios Verdadero en todo Mi Ser.
¡Cuánto amor de Dios para con sus creaturas! La Humildad de Nuestro Dios, ¡De todo un Dios! Hijitos Míos, la Santa Humildad es la llave de entrada al Corazón de Mi Jesús y de Mi Dios. ¡Cultivadla!
Mis días posteriores a la Encarnación transcurrían en un verdadero Cielo. El Templo me cantaba sus alegrías, la Naturaleza entera se postraba ante Mí por llevar en Mi Seno Virginal al Creador Divino. Animales, plantas, astros, todos me cantaban sus alegrías y todas estas cosas las guardaba en Mi Corazón y agradecía a Mi Dios lo que había hecho con Su Sierva.
¡Cuántas enseñanzas recibí de Mi Dios en Mi Vientre! Cuánta dulzura, cuánto amor. Me guiaba, Me enseñaba, me instruía en Sus Misterios, pero Mi exterior nada decía. La Santa Humildad sólo comparte con su Creador para no envilecer en lo más mínimo la obra Divina de Dios en Su Creatura.
Hijitos Míos, ahora comparto éstos momentos santos de Mi Vida sobre la Tierra para guiarlos, ahora Yo como Vuestra Madre y Maestra, por el Camino santo de la Luz Divina. Ciertamente que NO es fácil el camino, pero al estar lleno de Luz Divina y alegría Santa, vuestro Camino se hace transitable a pesar de que esté lleno de rocas y espinas.
Nadie puede tratar de llegar al Reino de Dios sin que se tropiece en el Mundo, puesto que el Mundo está corrompido y ataca a todo lo que es de Dios, pero las rocas y espinas que os hagan caer y sufrir, son las pruebas que os van a hacer crecer y santificaros en el infinito amor de Mi Dios y Señor.
Aceptad pues las Pruebas, aceptad pues las caídas y dolores de las cuáles NI Yo estuve exenta. El Dolor fue compañero de Mi Vida, pero todo él fue unido a la Salvación que Mi Hijo os había traído.
Por eso Soy Corredentora junto con Él, porque los Dos sufrimos el Sufrimiento santo de la Redención del género humano.
Aceptad vuestra vida, aceptad las amarguras de vuestro corazón, agradecedlas así como debéis agradecer las alegrías y regalos de la Bondad y Misericordia de Vuestro Dios.
La Providencia de Nuestro Dios es Sabia y nos dá todo lo que el alma necesita para unirse a la obra redentora de Mi Jesús en cada uno de vosotros. Venid todos vosotros a Mi Seno Virginal donde os puedo purificar con la Presencia de Mi Hijo en Mí…
Y tomad de Mí, Vuestra Madre Celestial, todos los dones y virtudes, Gracias y Bendiciones con que fui dotada por la Santísima Trinidad para que se realizara en Mí el Inicio de la Obra Santísima de la Redención.
Porque Yo, vuestra Madre Santísima, fui instituida, por Nuestro Padre Dios, para ser la Bienaventurada, que trajera a la Tierra a Su Hijo Jesucristo. Mi Misión no sólo fue de Madre, sino también de apoyo total a la Tarea de Salvación de Mi Hijo.
Yo conocía Mi Misión y Mi Santo Esposo, el Santo Espíritu de Dios, Me indicó lo que habría de suceder. Me instruyó, Me guió, Me aconsejó, Me dió la fuerza necesaria para soportar tanto Dolor y Me hizo depositaria de las Verdades de Mi Hijo, Señor y Dios Mío. Nada se Me ocultó, lo supe con antelación lo acepté y AME ésta Gran Misión para servir a Mi Dios y a todo el género humano.
SÍ, la tarea iba a ser difícil, pero el Amor todo lo hace llevadero. Si alguien recibe un encargo, pero no tiene apoyo absoluto de quien se lo dá, la tarea se le hará difícil de llevar.
Sí, ciertamente Mi Tarea fue de mucho Dolor, pero también de un Gozo no terreno, de un Gozo celestial, de un Gozo divino. El servir a Nuestro Dios nos alcanza bendiciones inconmensurables y ésto no sólo lo viví Yo sino todos aquellos que a partir de la Venida de Mi Hijo, han vivido para Mi Señor en Su Santísima Trinidad.
¡Es una santa alegría la que Nuestro Dios regala al alma dadivosa!
Generalmente el alma se dá en determinada proporción a su Dios, pero a pesar de ello, Nuestro Padre le paga al alma, en forma desproporcionada, tal Donación.
Si dais el 25, el 50, el 75 ó el 100%, Nuestro Dios os lo va a regresar al ciento por uno, por éso la alegría de los corazones es diferente en cada ser. Según se dé el alma al Amor, va a recibir de regreso en la misma proporción, pero siempre será muchísimo más de lo que disteis.
Ahora, en éstos difíciles tiempos, en donde todo está revuelto, en donde el Pecado llama a cada alma en forma cruel, vil y despiadada. Porque el Pecado se os muestra “agradable al paladar” y en múltiples formas. Yo vuestra Madre, os vengo a proteger bajo Mi Manto, bajo Mi Ayuda y Mi Guía Maternal.
Nuestro Enemigo sabe también que este es el momento de la Historia en donde su poder se desatará al máximo, pero también sabe que aunque su Soberbia NO lo acepte, será vencido en breve. Pero en ésa “brevedad de tiempo”, para cada uno de vosotros Mis pequeños, puede llegar a ser fatal para vuestra alma.
El Maligno ha ido preparando el terreno para ir destruyendo vuestra espiritualidad y con ello, la cercanía con vuestro Dios. Os ha presentado un Mundo en donde podéis hacer todo lo que os plazca, en donde las pasiones desordenadas se puedan ejercer sin sentir el menor remordimiento.
En donde NO os sintáis pecadores a pesar de la perversidad de vuestras acciones y os resume todo en una frase: “si os sentís satisfechos con lo que estáis haciendo, todo está bien”.
iNo, Mis pequeños! Esta es una gran mentira, como Mentiroso es él. Sed conscientes que el Pecado dañó vuestra naturaleza humana y espiritual y si NO os acogéis a Nosotros NO podréis salir adelante.
La falta de espiritualidad que reina ahora en el Orbe es increíble, ya no se le hace caso a vuestro Dios ni a sus Leyes. Os ha hecho creer el Maligno que NO os debéis someter ante nada ni ante nadie, que sois dueños de vuestra vida y que tenéis la total libertad de obrar según vuestro “corazón os guíe”.
El alma dañada tiende fácilmente hacia la soberbia, el Demonio falló por causa de su Soberbia y ahora está envolviendo a todo el género humano en lo mismo. El no necesita cambiar su táctica de ataque, puesto que ésta le ha dado muy buen resultado desde que él cayó a estado de Demonio.
La Envidia que él os tiene, porque vé a vuestras almas capaces todavía, de alcanzar todavía un gran premio que él perdió, lo vuelve más Furioso contra vosotros.
Al ser la Soberbia su arma preferida, si NO os protegéis de virtud, de Fé y de Amor, podréis sucumbir fácilmente. La Soberbia es muy destructiva, porque deleita a vuestro gusto; o sea, a todas las pasiones del hombre y os ciega a la Verdad. Os hace creer que tenéis derecho a todo, sin limitantes y ¡Ésto no es así!
Porque vano hubiera sido el Acto Divino de vuestro Dios, al darle a Moisés las Tablas de la Ley, las cuales se dieron para todo el género humano y para todos los Tiempos.
Ya se os ha dicho que la Palabra de Dios y Sus Designios son siempre ETERNOS y NO se dieron sólo para una época de la humanidad. Cuando Dios, Nuestro Padre habla, es para todos en Todos los tiempos, porque El no tiene principio ni tendrá fin, como le sucede al cuerpo humano, pero NO al alma.
Las Leyes que os dio vuestro Padre Dios, son arma poderosa en su cumplimiento y os ayudan en la lucha contra las pasiones, que la Soberbia del Maligno, os pone. La Carne tiende a buscar lo burdo que pertenece a la Tierra, en cambio, el alma tiende a la perfección de su Creador.
El hombre no se puede ni se debe dividir, es una entidad y no puede decir le voy a dar a mi cuerpo lo que quiera y no voy a afectar mi alma, ¡Esto es imposible! Lo que vuestro cuerpo haga, lo padecerá vuestra alma. No podéis cometer una grave falta y solo culpar al cuerpo. El alma, de una u otra forma; quedará afectada con vuestro mal proceder. Esto es lo que logra provocar la soberbia en la mente del ser humano, le pretende quitar responsabilidades al alma, dejarla “tranquila”, a pesar de su mal actuar.
El Demonio, el Mentiroso por excelencia, siempre os va a presentar al pecado “agradable a vuestro paladar”, para que lo cometáis y no os sintáis culpables y si perseveráis en esa falta de Fe y de espiritualidad en la que ahora vivís, lo podrá lograr en un alto porcentaje. Pero a pesar de la falta de espiritualidad en la que vivís Mi Esposo Divino, el Santo Espíritu de Dios Quien habita en cada corazón, siempre le va a estar recordando al alma sus obligaciones y también aprobará o desaprobará vuestras acciones.
Ya os hemos dicho que cada alma es una joya preciosa para vuestro Dios y no está dispuesto a perderos por ningún motivo. Aún al mayor pecador que exista, vuestro Dios, VUESTRO PADRE, siempre luchará por recuperarlo. Por ello, ésta es Mi Misión en éstos tiempos, he sido constituida Corredentora y Madre Fiel de todo el género humano yestoy ahora luchando contra las Fuerzas del Mal para lograr regresar, al Redil de Mi Hijo, a todos vosotros, no importando en dónde estéis y lo que penséis, ya que más tarde comprenderéis el Amor Infinito de vuestro Dios.
Lo que ahora importa muchísimo, es que recuperéis vuestra espiritualidad, que volváis al buen camino, QUE CONFIÉIS EN VUESTRO DIOS, PASE LO QUE PASE, VEÁIS LO QUE VEÁIS.
La Lucha actual va a desatar los Poderes Absolutos de Nuestro Padre Dios, para defenderos contra los poderes fortísimos del Infierno. Sí, veréis cosas tremendas dentro de poco tiempo. La mente humana se maravillará de los poderes tremendos que veréis, tanto en lo Bueno como en lo Malo, por lo que será muy importante que cada uno de vosotros pida a Mi Esposo el Espíritu Santo, el Don de Discernimiento, para que NO os confundáis a quién seguir, ya que podríais fácilmente seguir al espíritu del Mal.
Sí, una Gran Confusión de mentes y de corazón se avecina. El Mal se presentará como ángel de Bien, quién luego Traicionará a todos aquellos que fielmente lo sigan, porque os seducirá con su palabra y sus acciones. Os presentará el fruto prohibido por vuestro Dios, de una forma agradable al paladar y todos aquellos que NO se hayan protegido con una Fé viva, con el Amor Infinito y con la esperanza de obtener algo mucho mejor de lo que él os prometerá, sucumbiréis para la Vida Eterna.
Yo Soy vuestra Madre Santísima, vuestra Guía y Protectora. Este es Mi Tiempo, un tiempo divino que Mi Padre Me concedió para venir a ayudaros. Qué más confianza puede tener un hijo, que en los consejos de su madre. Una madre puede dar su vida con tal de salvar al hijo de un peligro mortal.
Yo estoy aquí, dando todo lo que puedo, para tocar las fibras más sensibles de vuestro corazón y así llevaros al lugar más seguro para vuestra alma: el Corazón de Mi Hijo Jesucristo; quién os tomará dulcemente para presentaros a Dios Padre y con Él, gozar eternamente en Su Amor.
Hijitos Míos, ved como los Acontecimientos ya se están dando a nivel mundial. Observad con los ojos del alma y NO con los del cuerpo éstos Acontecimientos y así os daréis plena cuenta de la lucha real espiritual que se está dando. No es lucha de nación contra nación, de pueblo contra pueblo, de hermano contra hermano; sino que es la lucha de las diabólicas Fuerzas del Mal contra las Bondadosas Fuerzas de vuestro Dios.
No veáis los edificios derrumbados, sino ved las almas que llevaban vida de pecado ó de virtud. Ved como el Mal destruye con su sanguinaria crueldad, la inocencia total de un bebé en el aborto o a aquellas almas que se han Donado en totalidad a su Dios. Estad concientes de que todo ésto se os ha avisado con antelación desde la antigüedad, en las Sagradas Escrituras y actualmente con Mis Apariciones, en donde os lo vengo todo a recordar.
Todo se llevará a cabo como Nuestro Padre os lo profetizó, pero la Magnitud de los Acontecimientos, el Dolor y la Confusión que se vivirán durante ellos, podrá ser disminuida con vuestras oraciones, sacrificios, ROSARIOS, MISAS y con vuestra sincera respuesta en el vivir lo que Mi Hijo os predicó.
Yo vengo a recordaros lo que Mi Hijo os enseñó para protegeros, alimentaros y apoyaros en éste difícil momento para el Cielo y para la humanidad entera. Os quiero hacer una grave Advertencia para que estéis muy atentos: Aquél que os hable con palabras bellas, que agraden a vuestros oídos o a vuestro débil corazón, pero que se oponga a las Leyes y Decretos de vuestro Dios, NO le escuchéis, porque NO VIENE DE DIOS.
Nosotros NO os vamos a dejar solos ni un momento.¿Puede un padre o una madre olvidar al hijo, fruto de su amor? Si NO os separáis de Nosotros, si os cubrís con Nuestro Amor, las Fuerzas del Mal NO os podrán hacer sucumbir.
El Amor purificará todo. Así es que, hijitos Míos empezad a vivirlo con mayor magnitud, que NO os importe aparecer raros ante el Mundo entero, porque los “raros” llenos del Amor de Dios, serán los que habitarán el Nuevo Mundo por venir, donde Cielos Nuevos y Tierra Nueva darán la bienvenida a la Nueva Estirpe del Señor, la Estirpe del Amor.
Yo Vuestra Madre, oro por cada uno de vosotros estéis en donde estéis, hagáis lo que hagáis, viváis en la Luz Verdadera que Mi Hijo os mostró o no. Yo Soy la Madre del Consuelo, Soy la Madre del Amor, Soy la Madre de todo ser creado por Mi Dios a imagen y semejanza de Él.
Venid a Mí, para que os lleve a Mi Hijo y seáis purificados en Su Santísimo Amor. Venid a Mí para que se logre en vosotros también, la Encarnación. La Donación de Salvación abarca a todos los tiempos y siempre se vive en un continuo presente. La actualidad de las Palabras de Mi Hijo son de Verdad.
Venid hijitos Míos, venid al regazo de Vuestra Madre Celestial para consentiros, mimaros y amaros como a Mi Hijo. Yo os Bendigo en Nombre de Nuestro Padre Dios, de Mi Hijo Jesucristo, de Mi Esposo el Santo Espíritu de Amor y en Mi Nombre de Madre vuestra y de todo el género humano.
50.- EL INCENDIO DE ROMA
En Anzio. En el atrium del palacio del César; Plinio, Haloto y Marcial, están conversando con la Augusta.
Terpnum y Menecrato afinan sus cítaras.
Entró Nerón y se sentó en un sillón, incrustado de carey y marfil, dijo algo al oído de su liberto Helio y esperó.
Pronto regresó Helio, trayendo un estuche de oro.
Nerón lo abrió y extrajo de él un collar de finísimos ópalos y dijo:
– Estas son joyas dignas de Venus Afrodita.
Popea los admiró sonriente…
– Se diría que las luces de la aurora irradian en ellas. –observó Popea, convencida de que esa joya es para ella.
El César admirando la joya y alabando su belleza, se volvió hacia el tribuno y finalizó diciendo:
– Marco Aurelio, darás de mi parte este collar a la mujer a quién te ordeno que te unas en matrimonio: la joven hija de Vardanes I, el rey parto.
La mirada de Popea centelleó llena de ira y de asombro…
Y pasando del César a Marco Aurelio, la fijó finalmente en Petronio…
Pero éste ni siquiera la mira, parece abstraído delineando los grabados de un arpa que está cerca, como si esto fuera lo más importante del mundo.
Marco Aurelio dio al César las gracias por el obsequio y después, acercándose a Petronio, le dijo en voz baja:
– ¿Cómo podré agradecerte lo que has hecho por mí?
– Sacrifica un par de cisnes a Euterpe o niega a tu Dios por mí. Ensalza los versos del César y no dejes que te afecten los presentimientos. Confío en que de ahora en adelante, el rugido de los leones no perturbará más tus sueños, ni los de tu princesa parta.
El tribuno suspiró:
– No. Ahora estoy del todo tranquilo.
– ¡Que la fortuna te sea propicia! Más ten cuidado ahora, porque el César acaba de tomar en sus manos el laúd. Suspende el aliento. Escucha y prepárate a derramar lágrimas de emoción…
Y en efecto, en ese momento, el emperador tomó el laúd y alzó la vista al cielo.
En aquel recinto se hizo el más profundo silencio.
Solo Terpnum y Menecrato que deben acompañar al César, están alertas; es espera de las primeras notas de su canto…
Y en ese mismo instante se oyó un ruido en la entrada y en seguida irrumpieron Faonte, el liberto del César, seguido por el cónsul Cluvio Rufo.
Nerón frunció el entrecejo.
Faonte dijo con voz jadeante:
– ¡Perdón divino emperador! ¡Hay un incendio en Roma! La mayor parte de la ciudad está siendo presa de las llamas.
Al oír esta noticia, todos los presentes se levantan sobresaltados.
Nerón exclamó:
– ¡Oh, dioses! Por fin voy a ver una ciudad incendiada y podré terminar mi himno. –Y haciendo a un lado su laúd, pregunta al cónsul- ¿Si partiera inmediatamente alcanzaría a ver el incendio?
Cluvio Rufo, pálido y desencajado, contestó:
– Señor. Toda la ciudad está convertida en un océano de llamas. El humo ahoga a sus habitantes. Las gentes se desmayan o se arrojan al fuego desesperados, presas del delirio. ¡Roma está pereciendo! ¡Oh, César!
Se hizo un silencio sepulcral.
El cual fue interrumpido por Marco Aurelio al exclamar:
– ¡Vae mísero mihi! (¡Ay, desgraciado de mí!)
Y el joven tribuno, arrojando la copa de vino, se precipitó corriendo…
Nerón alzó las manos al cielo y exclamó:
– ¡Ay de ti, sagrada ciudad de Príamo!
Marco Aurelio ordenó a unos cuantos sirvientes que le siguieran y despachó otro a su casa para avisar a sus huéspedes.
Luego saltó sobre su caballo y se lanzó a galope tendido por las desiertas calles de Anzio, hacia Laurento.
La espantosa noticia le produjo una especie de frenesí, que casi raya en la locura. Lo único que desea es llegar a Roma cuanto antes.
Un solo pensamiento, está fijo en su mente: ¡Roma está ardiendo!
El potro de Idumea, caídas las orejas y con el cuello extendido, atraviesa veloz como una flecha, por entre los inmóviles cipreses, los blancos palacios y las casas de campo.
Sólo se oye el ruido de los cascos que resuenan en las baldosas.
Pronto, los sirvientes fueron quedando atrás, pues Marco Aurelio corre como una centella.
Atravesó Laurento y torció hacia Árdea en la cual, como en Bobillas y Ustrino, había dejado postas, el día que partió para Anzio, a fin de recorrer en menos tiempo y con los relevos descansados, la distancia hasta Roma.
Y como sabe que le esperan caballos de repuesto, casi revienta al que monta.
Por un momento cruzó por su mente como un relámpago, el recuerdo de Bernabé y sus fuerzas sobrehumanas. ¿Pero qué puede hacer un hombre por más fuerte que sea, ante la fuerza destructora del fuego?
De repente, un escalofrío de terror lo estremece y le eriza los cabellos, al recordar todas las conversaciones sobre ciudades incendiadas que en los últimos días se habían repetido con extraña persistencia en la corte de Nerón.
La obsesión con la nueva ciudad de Nerópolis y las dolientes quejas del césar al verse obligado a hacer la descripción de una ciudad arrasada por las llamas, sin haber visto jamás un incendio real.
Recordó también la desdeñosa respuesta que diera a Tigelino, cuando éste le ofreció incendiar Anzio.
Las lamentaciones de Nerón contra Roma y las pestilentes calles del barrio del Suburra… Dándose con la palma de la mano un golpe en la frente materializó la conclusión de sus pensamientos y exclamó:
– ¡Oh, NO! …¡SÍ!
¡El César había ordenado el incendio de la ciudad!
Sólo él podía dar una orden semejante, así como sólo Tigelino era capaz de darle cumplimiento.
Pero si Roma se estaba incendiando por mandato del César…
¿Quién podía estar seguro de que la población no estaba siendo asesinada por orden suya?
El Monstruo es capaz de eso y más. Incendio y asesinato en masa. ¡Qué terrible caos!
¡Qué desbordamiento de fuerzas destructoras y de frenesí humano! ¡Y en medio de todo esto, está su amada Alexandra!…
Los lamentos de Marco Aurelio se confunden con los resoplidos y jadeos del caballo. El cual, galopando sin descansar por un camino ascendente, en dirección a Aricia, está a punto de reventar.
Entonces se cruza con otro jinete que corre en dirección contraria, hacia Anzio, como un bólido.
Y al pasar junto a él, grita:
– ¡Roma está perdida! ¡Oh, dioses del Olimpo!
Y continuó su veloz carrera.
Las palabras restantes fueron sofocadas por el ruido ensordecedor de los cascos de su caballo.
Pero esa exclamación: ‘¡OH, dioses del Olimpo!’ Le recordó…
Y oró desde el fondo de su alma.
Con su rostro bañado en lágrimas, suplicó:
– Padre mío, sólo Tú puedes salvarla… Pater Noster…
La Oración sublime devolvió la paz al alma de Marco Aurelio.
Luego divisó las murallas de Aricia, pueblo que está a la mitad del camino hacia Roma.
El desesperado jinete lo cruza como una exhalación y llega hasta la posada en donde tiene el caballo de repuesto.
Allí ve a un destacamento de soldados pretorianos que vienen de Roma hacia Anzio…
Y corriendo hacia ellos, les pregunta:
– ¿Qué parte de la ciudad es abrasada por el incendio?
– ¿Quién eres tú? –preguntó el decurión.
– Marco Aurelio Petronio. Tribuno del ejército y augustano. ¡Responde!
– El incendio estalló en las tiendas cercanas al Circo Máximo. En el momento en que fuimos despachados, el centro de la ciudad estaba ardiendo.
– ¿Y el Transtíber?
– El fuego no llegaba allí todavía. Pero avanza rápido y abarca nuevos barrios con una fuerza que nadie puede contener. La gente muere sofocada por el calor y el humo. No hay salvación.
En ese momento le trajeron el nuevo caballo y el angustiado tribuno saltó sobre él.
Y dando las gracias prosiguió su vertiginosa marcha.
Corría ahora en la dirección de Albano, dejando a la derecha a Alba Longa y su espléndido lago.
Albano está al otro lado de la montaña.
Pero aún antes de alcanzar la cumbre del monte, el viento le hace llegar el fuerte olor a humo y advierte en la cumbre, unos reflejos dorados…
– ¡El Incendio! –piensa abrumado.
Las sombras de la noche están dando paso a la luz.
El alba da unos destellos se oro y rosa, que no se sabe si son a causa de la aurora o al incendio de Roma.
Cuando por fin llega a la cumbre, un cuadro terrible se extiende ante sus ojos asombrados:
Toda la parte baja está cubierta de humo y parece formar una nube gigantesca, pegada a la tierra.
En medio de esa nube, desaparecen ciudades, acueductos, casas de campo y árboles.
Pero más allá… en una visión aterradora, la ciudad arde en las colinas.
El incendio no tiene la forma de una columna de fuego, como sucede cuando arde un solo edificio, aún cuando tenga una vasta dimensión.
Aquello parece más bien un largo cinturón, cuyo fulgor es parecido al de la aurora.
Y sobre aquel extenso cinturón se levanta una ola de humo, en algunos puntos enteramente negro, en otros color de rosa y en otros rojo como la sangre.
Hay lugares en los que se retuerce como una espiral.
Y en otros, está estrecho y ondula como una serpiente que se extiende y desenrolla.
Y esa monstruosa ola humeante, es como una cinta ígnea que levanta las llamas hacia el cielo.
Humo y llamas se extienden de un extremo a otro del horizonte, causando la impresión de que no solo está ardiendo la ciudad, sino el mundo entero.
Marco Aurelio desciende hacia Albano y penetra en una región, donde el humo es más denso.
Todos los habitantes del pueblo están alarmados.
Si en Albano la situación está así, se estremece de terror al pensar:
– ¿Cómo estará Roma? Es imposible que una ciudad se queme por todas partes al mismo tiempo. No cabe duda de que esto ha sido provocado.
Y mueve la cabeza al pensarlo.
Pero luego recuerda la promesa de Cristo, el día de su bautismo… Y recupera totalmente la calma.
– Sé que Alexandra está bien. Él me lo dijo: ‘Que pasare lo que pasare, confiáramos en Él.’ Y yo le creo. Aún cuando Roma arda hasta los cimientos, ella va a estar bien.
Y con esta certeza en el corazón, la esperanza se fue fortaleciendo mientras prosigue su veloz galope.
Antes de llegar a Ustrino se vio obligado a disminuir la velocidad de su caballo, a causa de la multitud de gente que viene en dirección contraria.
Ustrino está invadido por todos los fugitivos de Roma que están aterrorizados y buscan desesperadamente a los suyos, aumentando la confusión.
Cuando Marco Aurelio llegó por su caballo de refresco a la posada, se encontró con el senador Vinicio.
Y éste dio más detalles del incendio.
– Hay gladiadores y esclavos entregados al saqueo. El fuego comenzó en el Circo Máximo, en la parte colindante con el Palatino y el Monte Celio. Y extendiéndose con incomprensible rapidez, abarcó todo el centro de la ciudad.
Nunca había caído sobre Roma, una catástrofe más tremenda. El Circo ha quedado completamente destruido. Las llamas que rodean el Palatino, llegaron hasta el Vicus de las Carenas.
Y Vinicio que poseía en este barrio una espléndida mansión, llena de obras de arte que estimaba sobremanera, empezó a lamentarse amargamente por todo lo perdido.
Marco Aurelio le puso una mano en el hombro y le dijo:
– Yo también tengo una casa en las Carenas, pero cuando todo perece, qué importa ya nada. –y recordando que había dicho a Alexandra que fuese a la casa de Publio, preguntó- ¿Y el Vicus Patricius?
Vinicio replicó:
– Destruido por el fuego.
– ¿Y el Transtíber?
El senador lo miró sorprendido.
Y oprimiéndose las sienes con las manos, exclamó:
– ¡Oh! ¡Qué nos importa a nosotros el Transtíber!
– ¡El Transtíber me importa a mí, más que todo el resto de Roma! –exclamó Marco Aurelio con vehemencia.
– Puedes llegar hasta allí por la vía del Puerto, cerca del Aventino. Pero te sofocará el humo… En cuanto al barrio del Transtíber, no sé. Cuando yo me salí, el fuego todavía no lo alcanzaba. Lo que haya sucedido, solo lo saben los dioses… Quisiera decirte algo…
– Habla. Si sabes algo más dimelo y nadie sabrá que tu me lo confiaste.
Vinicio titubeó y luego agregó en voz baja:
– Como sé que no me vas a traicionar, te diré que el fuego fue provocado. Cuando estaba ardiendo el Circo no se permitió a nadie ir a extinguirlo. Yo oí en medio del incendio muchas voces que gritaban: ‘¡Muerte al que intente salvar!’ Y había muchos individuos que corrían con antorchas encendidas, aplicándolas a los edificios y a las casas.
Marco Aurelio vio sus sospechas confirmadas y solo exclamó:
– ¡Oh! ¡Qué mentes criminales!
– Así es… Y por otra parte, el pueblo se ha sublevado y se oyen rumores de que el incendio de Roma, fue decretado. No puedo decir nada más. Es imposible describir lo que está sucediendo.
La gente perece entre las llamas o en medio del tumulto. ¡Ay de la ciudad! Y ¡Ay de nosotros!
Y el senador se quedó lamentándose, porque lo había perdido todo…
– ¡Adiós! –respondió Marco Aurelio saltando a su caballo y emprendió la carrera a lo largo de la Vía Apia.
Pero ahora se hace más difícil avanzar, por la cantidad de gente que está huyendo de Roma.
La ciudad, devorada por una conflagración monstruosa, se presenta ya, ante los espantados ojos del tribuno…
De aquel mar de fuego y humo, se desprende un horrendo calor.
Y el rumor clamoroso de los gritos de las víctimas, no alcanza a dominar el chirrido crepitante de las llamas.
Al llegar a las murallas, Marco Aurelio ve que casas, campos, cementerios, jardines y Templos, todo lo que había a ambos lados de esa vía, están convertidos en campamentos.
Ustrino con su desorden, da una ligera idea de lo que sucede dentro de la ciudad, que se ha convertido en una ciudad sin ley.
Y Marco Aurelio no trae armas.
Salió de Anzio, tal como se encontraba en la casa del César, cuando llevaron las noticias del incendio.
Se dirige a la Vía Portuense, que conduce directamente al Transtíber.
En una aldea llamada Vicus Alexandria cruzó el río Tíber.
Por algunos fugitivos se enteró de que el fuego solo había alcanzado unas pocas calles del Transtíber.
Pero la conflagración no puede ser detenida, porque hay personas que están alimentando el fuego e impiden que nadie intente apagarlo, declarando que tienen orden de proceder así.
Al joven tribuno ya no le queda ninguna duda de que el César fue quién decretó el incendio de Roma.
Ningún enemigo de Roma hubiera podido causar mayor daño. La medida está colmada.
La locura de Nerón ha llegado al límite más alto, haciendo su víctima al pueblo romano, en los criminales caprichos del tirano.
Y también Marco Aurelio piensa que ésta será la hora postrera de Nerón, pues la ruina de toda la ciudad, clama el castigo por sus nefandos crímenes.
En su camino, Marco Aurelio se estremece al ser testigo de las escenas más aterradoras.
En más de una ocasión, dos corrientes de individuos que escapan en direcciones opuestas, se encuentran en una estrecha callejuela, se atropellan, luchan entre sí. Se hieren o pisotean a los caídos.
Las familias que en medio de aquel tumulto pierden a uno o varios de sus miembros, los llaman con gritos desgarradores.
Entre el ensordecedor estrépito de gritos y alaridos, es casi imposible hacer una pregunta y escuchar una respuesta coherente.
Hay momentos en que nuevas columnas de humo, procedentes de la ribera opuesta del río, los envuelven haciendo unas tinieblas negras como la noche.
Pero el viento que da pábulo al incendio disipa el denso humo y entonces se vuelve a ver el camino por donde se avanza.
Una multitud de gladiadores y bárbaros, destinados a ser vendidos en el mercado de esclavos, embriagados con el vino saqueado del emporium (mercado), se entregan al saqueo.
Para ellos, con el incendio y la ruina de Roma, ha terminado su esclavitud y ha sonado también la hora de su venganza desahogando su ira brutal al sentirse libres, por sus largos años de miseria y sufrimiento.
En su carrera militar había presenciado los asaltos y tomas de pueblos, pero nunca sus ojos habían contemplado algo semejante: la desesperación, las lágrimas, los alaridos de dolor, los gritos salvajes de alegría y locura.
Todo esto mezclado con un desenfrenado desbordamiento de pasiones, provocan un caos aterrador.
Y por sobre toda esta multitud jadeante, crepita el fuego, extendiéndose devorador.
Envolviendo a todos en un hálito de infierno y destrucción.
Marco Aurelio oye voces que acusan a Nerón de haber incendiado la ciudad.
Hay amenazas de muerte contra el César y contra Popea.
Y gritos de:
– ¡Sannio! ¡Histrio! (Bufón, histrión) ¡Matricida!
Gritos que claman arrojarlo al Tíber y darle el castigo de los parricidas, pues ya les colmó la paciencia. Se mezclan con los gritos postreros de los alcanzados por el fuego.
Al fin llega a la calle en donde se encuentra la casa de Acacio.
El calor del verano, aumentado por las llamas del incendio, ha llegado a ser insoportable. El humo irrita los ojos y ciega. No se puede respirar. El aire quema los pulmones.
Aún aquellos habitantes que habían abrigado la esperanza de que el fuego no atravesara el río y habían permanecido en sus casas, esperando poder escapar de ser alcanzados, empezaron a abandonarlas.
En medio del tumulto, alguien hirió con un martillo al caballo de Marco Aurelio.
El animal echó hacia atrás la cabeza ensangrentada, al mismo tiempo que se oyó este grito:
– ¡Muerte a Nerón y a sus incendiarios!
El animal se encabritó y ya no quiso obedecer a su jinete.
Lo reconocieron como a un augustano. Y este fue un momento de gran peligro.
Pero su espantado caballo le arrancó de ahí violentamente, pisoteando a quién encontró a su paso, hasta que Marco Aurelio pudo abandonar su cabalgadura y prosiguió su marcha a pié.
Deslizándose a lo largo de las murallas, tratando de llegar hasta la casa de Acacio.
Hubo un momento en que tuvo que cortar un pedazo de su túnica, mojarlo y cubrirse con él, el rostro; para poder respirar.
Cada vez el calor es más insoportable.
Un viejo que huye penosamente apoyado en sus muletas, le dijo:
– ¡No os aproximéis al monte Cestio! ¡Toda la isla está envuelta en llamas!
A la entrada del Vicus Patricius donde está situada la casa de Acacio, Marco Aurelio vio altas llamas entre las nubes de humo.
Desgraciadamente el aire ya no arrastra solo humo, sino millares de chispas.
A través de aquel infierno, distinguió los cipreses de la casa de Acacio, que todavía no ha sido alcanzada por el fuego.
Esto le dio nuevos bríos, pues parece estar intacta.
Abrió la puerta de un empellón y se precipitó al interior. La casa está desierta.
Llama desesperado:
– ¡Alexandra! ¡Alexandra!
Nadie le respondió. Los únicos sonidos son los lúgubres rugidos del vivar, que está junto al templo de Esculapio.
Marco Aurelio se estremeció de pies a cabeza. Y al revisar toda la casa, comprueba que está vacía.
En el lararium lleno de humo, hay una cruz. Y en vez de lares, arde un cirio.
Al revisar los dormitorios reconoce en uno, los vestidos de Alexandra.
Se pregunta en donde puede estar. Toma una de sus túnicas y la lleva a su pecho.
Y hasta entonces comprende que el que está ahora en peligro es él.
– Tengo que salir de aquí y ponerme a salvo. –pensó.
Entonces se precipitó a la calle y corre ahora tratando de huir del fuego, para salvar su propia vida.
El fuego parece perseguirlo con su hálito quemante.
Siente en la boca el sabor a humo y a hollín. El aire la abrasa los pulmones. Está todo cubierto de sudor que escalda como agua hirviendo.
Solo lo alienta el recuerdo de su esposa y su capitum alrededor de su cuello. Lo único que quiere ahora, es verla antes de morir.
Tambaleándose como un ebrio, sigue corriendo.
Entretanto se verificó un cambio, en aquella gigantesca y aterradora conflagración, que abrasa a la ciudad entera: todas las que habían sido llamaradas aisladas, se han convertido en un solo mar de llamas.
Un torbellino de chispas, se levanta como un huracán de fuego.
En eso, Marco Aurelio divisó una esquina. Y ya próximo a caer, dio la vuelta a la calle y vio a lo lejos la Vía Portuense.
Comprendió que si lograba llegar hasta ella, estaría a salvo. Luego vio una negra nube de humo, que parece cerrarle el paso. Su túnica empezó a arder por las chispas y tuvo que quitársela y arrojarla lejos de sí.
Le queda solo el capitum de Alexandra, que mojó en la fuente del implovium en la casa de Acacio, antes de salir y lo trae alrededor de la cabeza, cubriéndose la nariz y la boca.
A través del humo distingue voces y oye gritos.
El se acerca con la esperanza de que alguien pueda ayudarle y grita pidiendo auxilio con todas sus fuerzas, antes de llegar hasta ellos.
Pero ese fue su último esfuerzo, antes de caer semidesmayado.
Dos hombres le han oído y corren a socorrerlo; llevando en las manos, sendas calabazas llenas de agua.
Marco Aurelio, que había caído desfallecido por el agotamiento, tomó una de las calabazas y bebió su contenido hasta más de la mitad.
Con la otra le bañaron y le ayudaron a ponerse de pie.
– Gracias. Ahora podré seguir caminando.
Varias personas lo rodearon preguntándole si está bien y si no se ha hecho daño.
Esto sorprende al tribuno y pregunta:
– ¿Quiénes sois?
– Estamos aquí derribando casas, para ver si podemos detener el fuego, impidiendo que llegue hasta la Vía Portuense. –le contestó uno.
Marco Aurelio que desde esa mañana solo había encontrado turbas brutales, saqueadores y asesinos, contempló con más atención a las personas que lo rodeaban y dijo:
– ¡Qué Cristo os premie!
– ¡Alabado sea su Nombre! –contestó un coro de voces.
– ¿El obispo Lino?
Ya no pudo escuchar la respuesta porque se desmayó.
Recobró el conocimiento en un jardín lleno de hombres y mujeres.
Le habían puesto una túnica y las primeras palabras que dijo, fueron:
– ¿Dónde está Lino?
Hubo un largo silencio.
Luego, una voz conocida, le respondió:
– Se fue hace dos días a Laurento por la Puerta Nomentana. ¡Que la paz sea contigo! ¡Oh, rey de Persia!
Marco Aurelio se incorporó y vio a Prócoro Quironio ante sus ojos.
El griego le dijo:
– Tu casa se incendió. ¡Oh, señor! Porque el barrio de las Carenas está envuelto en llamas. Pero tú serás siempre tan poderoso como Midas.
El tribuno lo miró sin responder y Prócoro continuó:
– ¡Oh, qué desgracia! Los cristianos, ¡Oh, hijo de Apolo! Han predicho desde hace tiempo que el fuego destruirá el mundo. sus obispos lo han confirmado cuando hablan de la Parusía.
Marco Aurelio preguntó:
– ¿Sabes algo del Obispo Lino?
– Lino acompañado de la joven que buscas, está en Laurento. ¡Oh, qué desventura para Roma!
– ¿Tú los has visto?
– ¡Oh, sí, señor! Y le doy gracias a Cristo y a todos los dioses que me permiten darte esta buena noticia.
La tarde llega a su término, pero en el jardín se ve el día claro, pues el incendio que ha ido aumentando, hace que el firmamento se vea rojo para dondequiera que se mire.
Pues aquella noche parece que en el mundo se haya desatado el infierno.
Toda la ciudad arde en llamas. La luna grande y llena, apareció entre las colinas. Y el resplandor del fuego la hace aparecer como si fuera de bronce.
Sobre las ruinas de la ciudad que ha gobernado al mundo, la inmensa bóveda del cielo, tiene un tinte rosa extraño en el que brillan las estrellas.
Roma parece una pira gigantesca que ilumina toda la Campania.
A los resplandores de aquella luz rojo sangre, se miran a lo lejos los montes y los pueblos; las casas de campo, los monumentos, los acueductos, los templos.
Y los actos de violencia, el robo, el saqueo, se propagan por doquier.
Parece que el espectáculo de aquella ciudad que el fuego está devorando; convirtiéndola en un montón de humeantes ruinas, subleva en el ánimo de los espectadores, la versión de que el César ha dado la orden de quemar Roma, para librarse de los olores del Suburra y construir una nueva ciudad llamada Neronia.
Llenos de ira, dicen que el César está loco y que por un capricho criminal, ha decidido sacrificar a millares de romanos.
Muchas personas después de haber perdido todos sus bienes o sus seres queridos, se arrojan a las llamas dominadas por la desesperación.
Muchos mueren quemados o asfixiados por el humo.
La destrucción parece tan completa, implacable y fatal como el destino. Y el incendio se sigue propagando.
Marco Aurelio fue trasladado a la casa de un comerciante que le da hospedaje, baño, ropa y alimentos, para que recobre sus fuerzas.
Éste le confirmó que Lino se había ido con el sacerdote Nicomedes y el prelado Fileas, obispo en cuya casa había encontrado refugio y que estaba fuera de la ciudad, en Laurento.
Saber que ellos habían escapado del incendio le dio nuevas fuerzas. Ve claramente la mano de Dios que los está protegiendo y da gracias por ello en una plegaria silenciosa.
Luego dijo:
– Gracias Efrén, por tu caridad. Iré a buscar a Lino. Mi esposa está con ellos.
Efrén le aconsejó:
– Será mejor que atravieses el Monte Vaticano hasta la Puerta Flaminia y cruzas el río por ese punto. Es el sitio menos peligroso.
Y Roma ardió por seis días y siete noches.
De las catorce divisiones de Roma, quedaron solo cuatro, incluyendo el Transtíber.
Las llamas devoraron todas las demás.
La catástrofe ha sido demasiado grande y no tiene paralelo en el mundo.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
48.- EL DETONANTE
En la villa de Marco Aurelio en Anzio, el obispo Ethan sigue con la instrucción, hablando de la Pobreza de Espíritu.
Después Acacio enseña la necesidad del Sacrificio, la Obediencia, la Penitencia y la Oración; más todas las cosas que son necesarias para VIVIR MURIENDO.
Unos días después la doctrina finaliza cuando el obispo Leonardo habla de la Persecución y dice:
– Cuando deseen el Martirio para compartir la suerte de nuestro Redentor, entonces estarán listos para recibir el Bautismo.
Marco Aurelio mira a Margarita, la hermana mayor de Alexandra…
Y recuerda lo que Ethan le dijo a Petronio sobre las mujeres paganas.
Al ver a esta hermosa virgen cristiana que también ha sido su maestra…
Piensa en Popea Sabina, que abandonó a dos maridos por Nerón, en la lasciva Camila y en Julia Mesalina…
Y glorifica a Dios desde el fondo de su corazón, por esta Doctrina Santa de la cual brotan mujeres virtuosas como lirios primaverales…
Y bendice a Dios por haberle dado a Alexandra, junto con la maravillosa seguridad de que ella nunca lo engañará, ni lo traicionará.
Pasó el tiempo y llegó el día del Bautismo de Marco Aurelio.
Cuando estuvo sumergido en el agua…
El Espíritu Santo le dijo:
“Pase lo que pase, ten Fe y Confianza. Comprobarás cuanto te amo…”
En la fiesta que siguió a este acontecimiento; Leonardo, todavía con sus vestiduras y su jerarquía de obispo, se acerca a Sofía y le dice:
– La Cruz ha vencido Sofía. Tú has sido mi maestra y no mi esposa… Tú me has liberado del mal, para llevarme a la Vida. Cuando el espíritu tenebroso que adoraba me confesó su impotencia, lo comprendí, pues me dijo: ‘Ella vence por la Cruz y mi poder es nulo frente a ella. Su Dios Crucificado es más poderoso que todo el Infierno junto.
Él me ha vencido muchas veces y siempre me vencerá. QUIEN CREE EN EL, ESTÁ A SALVO DE TODA INSIDIA. Solo quién en Él no cree y desprecia la Cruz, cae en nuestro poder y perece en nuestro Fuego.
Yo no quise ir a aquel fuego y quise conocer el Fuego del amor de Dios que te hace tan hermosa y tan pura. Tan poderosa y tan santa. Tú eres la madre del alma mía.
Y puesto que eres como mi madre, en esta hora te ruego: nutre mi debilidad con tu fuerza, virgen pura; para que juntos vayamos a Dios.
Sofía se arrodilla ante él y le dice:
– Tú ahora eres mi Obispo, hermano mío. En el Nombre de Cristo nuestro Señor, absuélveme de todas mis culpas; para que más pura que los lirios, yo te preceda en la Gloria.
– Yo te Bendigo. No te absuelvo, porque no hay pecado en ti. Y tú perdona a tu hermano por todas las insidias que te tendió. Ruega por mí. Por todos los errores que cometí, para que Dios me guíe. Ya lo sabes… Nos espera el Martirio.
Sofía sonríe y le dice dulcemente:
– Con tu sangre y tu amor presente se lava todo rastro de errores pasados. Vayamos juntos a unir nuestro sacrificio al del Señor. Seremos hostias y estoy feliz de verte convertido en campeón. Tu palio, tu tonsura y nuestro amor por nuestro Dios, unirán nuestra sangre a la del Cordero, en el momento que Dios ha predeterminado.
Daremos el combate final y venceremos otra vez, porque la Cruz está grabada en nuestro corazón y nuestra alma está crucificada en la Voluntad de nuestro Señor. ¿Ya sabes Leonardo mío, cuando saldremos para Antioquia?
El obispo contesta:
– Marco Aurelio ya está bautizado. Nuestro trabajo aquí, está terminado. Se quedarán Junías y Margarita, a seguir instruyendo a los que quieran. Los demás seguiremos nuestro camino. En Antioquia tenemos que prepararlos a todos.
Estoy muy contento. Te amo más que antes, virgen bella. Y refulges como una estrella en mi mente y en mi corazón, porque tú me has traído a la Luz. Te llevo dentro de mí, pero ahora con el amor santo que nuestro Señor me ha dado para amarte… Joya preciosa mía.
Sofía inclina la cabeza ruborizada y feliz…
El sol corre hacia su ocaso, bañando de luz las olas del mar en Anzio…
En el palacio de Nerón, Petronio obtiene nuevos triunfos sobre los demás cortesanos que con él se disputan el favor del César.
La política es muy impredecible… La influencia de Tigelino ha decaído totalmente. Dentro de los palacios que en el mar azul reflejan sus fachadas, Nerón lleva una vida llena de fantasías helénicas.
Durante todo el día, el César y sus allegados declaman versos. Discurren acerca de su estructura y sus bellezas. Se recrean con sus giros elegantes.
Conversan sobre música. Y alaban el genio griego que ha venido a embellecer la vida.
Y por todo esto Petronio, de un refinamiento incomparable, superior al de todos los demás cortesanos; elocuente, sutil, lleno de ingenio y buen gusto; hace que el César prefiera siempre su compañía…
Nerón comparte sus opiniones, le pide consejo sobre la composición poética y le manifiesta una amistad y un favoritismo muy marcado.
Todo esto demuestra ante los demás cortesanos, que la influencia de Petronio ha alcanzado un triunfo supremo y que la amistad con el César, está más firme que nunca.
Y hasta los que antaño mostraron su antipatía al exquisito epicúreo, empiezan ahora a agruparse a su alrededor y a competir por su favor.
Más de uno se alegró sinceramente de la preponderancia de Petronio, que es un hombre justo en sus juicios y recibe con escéptica sonrisa las adulaciones de sus enemigos de la víspera.
Pero como no es vengativo y nunca ha empleado su poder en arruinar a los demás; pues aun cuando ha tenido la oportunidad de destruir al mismo Tigelino; solo se ha contentado con ridiculizarlo y hacer más patente su vulgaridad y su torpeza.
En Roma el Senado respira aliviado, pues ya hace tres meses que no se ha expedido ninguna sentencia de muerte.
Y todos prefieren a un Nerón que busque el refinamiento en la elegancia y cultura de Petronio, un César extremadamente sibarita; a un tirano embrutecido por la crueldad e influenciado por Tigelino.
Pues cuando se le presenta la ocasión de hacer a un lado a hombres a los que considera peligrosos por cualquier pretexto o simplemente porque le son antipáticos… Aprovecha la oportunidad para saquear propiedades, fallar juicios políticos, dar espectáculos sorprendentes por su pompa y mal gusto, que dan la ocasión de satisfacer los monstruosos caprichos del César.
Tigelino es un hábil maestro que está dispuesto a todo y es cuando se hace indispensable…
Entre él y Haloto realizan las más crueles canalladas de la brutalidad de Nerón.
El mismo Tigelino se siente desconcertado y empieza a vacilar de si ya debiera darse por vencido, pues el César ha repetido en varias ocasiones que en toda Roma y entre todos sus cortesanos, solo hay dos espíritus capaces de comprenderse, porque son verdaderamente helénicos: él y Petronio.
La admirable habilidad del Árbitro se evidencia a cada paso y el César solo confía en él para sus juicios sobre su arte, que es lo único que le importa.
Y Petronio con su indiferencia habitual parece no dar importancia a su posición. Como de costumbre, se muestra indolente, escéptico y lleno de ingenio.
Con frecuencia produce en quienes le rodean, la impresión de ser un hombre que se burla de sí mismo, de ellos, del César y del mundo entero.
Hay momentos en que se atreve a criticar al mismo Nerón en su presencia, dejando a los demás pasmados; pensando que ha llegado demasiado lejos y está preparando su propia ruina.
Pero con su astucia insuperable, da un giro inesperado y magistral; transformando la crítica de tal forma, que redunda definitivamente en su provecho y se convierte en una alabanza. Por esto, Nerón lo estima cada día más.
En esos torneos de sutileza e ingenio, llena de admiración a los augustanos presentes y los deja convencidos de que no hay dificultad de la que él no sepa salir airoso y vencedor.
Una semana después de que Marco Aurelio regresara de Roma, el César leyó a su círculo de íntimos, algunos extractos de su canto al Incendio de Troya.
Terminada la lectura y los ruidosos transportes de admiración de los oyentes.
Petronio, a quién el César interrogó con la mirada, respondió:
– Malos versos. Buenos solos para el fuego.
Los presentes sintieron que el terror les paralizó el corazón.
Jamás en toda su vida, había escuchado Nerón de ningún hombre, una sentencia semejante.
Séneca está expectante y asombrado.
El rostro de Tigelino irradia felicidad…
Pero Marco Aurelio palideció… Pensando que su tío, a quién jamás lo había visto ebrio, se había embriagado esta vez por completo o ha perdido la razón.
Nerón sin embargo, preguntó con voz melosa; en la cual temblaba una inflexión de vanidad más o menos hondamente herida:
– ¿Qué defectos les encuentras?
Petronio dijo firme:
– No les creas. – encarándose con él y señalando a los presentes- Esos nada comprenden. Me preguntas que defectos hay en tus versos. Si deseas escuchar la verdad, voy a decírtela.
Tus versos serían dignos de Virgilio o de Ovidio. Del mismo Homero tal vez; más no dignos de ti. Pues tú eres más grande que ellos.
El incendio que describes no arde lo suficiente. Tu fuego no quema lo bastante.
No escuches las lisonjas de Marcial. Si él hubiera escrito esos versos, yo le declararía un genio. Pero en tu caso es diferente. ¿Y sabes por qué?
Porque tú puedes hacer cosas mejores. De una persona tan privilegiada por los dioses como tú, es justo esperar más. Ya no seas perezoso…
Prefieres dormir después de la comida, en vez de trabajar. Tú eres capaz de producir una obra superior a cuantas haya conocido el Orbe entero hasta nuestros días. Y por esto te digo en tu presencia: ¡Escribe mejor!
Petronio dijo estas palabras con aire negligente y en el que a la vez se confunden la burla y el reproche…
Más por los ojos del césar pasó como una ligera niebla de alegría y satisfacción.
Luego dijo:
– Los dioses me han dotado de un poco de talento, pero me han concedido también algo más valioso: un amigo leal y un crítico justiciero. Único hombre capaz de decirme la verdad en mi presencia. – y extendiendo la gorda mano cubierta de vello rojizo hasta un candelabro que estaba cerca, intentó quemar el pergamino.
Pero Petronio se apoderó de él antes de que la llama lo tocase y dijo:
– ¡No, no! Aun así como están, pertenecen a la humanidad. Déjamelos.
Nerón contestó abrazándolo:
– Permite entonces que te los mande en un cilindro. –Y agregó- Verdaderamente tienes razón. Mi incendio de Troya no arde bastante y mi fuego no quema lo suficiente. Les falta pasión. Pero ya estaba satisfecho con llegar a la altura de Homero. Siempre me he visto cohibido por una especie de timidez y una apreciación modesta de mis facultades.
Pero tú me has abierto los ojos. ¿Y sabes por qué es cierto lo que afirmas? Cuando un escultor talla la estatua de un dios, busca siempre un modelo. Y yo nunca lo tuve. Jamás he visto el incendio de un pueblo y es por eso que a mi descripción le falta veracidad.
– Por lo cual te digo que solo un gran artista, es capaz de comprender esto.
Nerón se quedó reflexionando y después de un rato dijo:
– Contéstame una pregunta Petronio. ¿Sientes tú el incendio de Troya?
– ¡Qué si lo siento! No, a fe mía. ¡Por Zeus! Y te diré por qué razón. Troya no hubiese sido destruida, si Prometeo no hubiese dado el fuego a los hombres y si los griegos no hubieran hecho la guerra a Príamo.
Y Esquilo no habría escrito su Prometeo, de no existir el fuego. Así como sin la Guerra de Troya, Homero no habría escrito la Ilíada. Creo pues preferible, la existencia de Prometeo y de la Ilíada a la conservación de una ciudad pequeña y despreciable, en la cual estaría hoy un magistrado que te estaría fastidiando con las quejas de su administración.
El César dijo:
– Esto es lo que se llama hablar razonablemente. Por el arte y la poesía, no solo es lícito, sino es justo y necesario sacrificarlo todo. ¡Dichosos los Aqueos que suministraron a Homero, el tema substancial de la Ilíada! Y ¡Dichoso Príamo que pudo contemplar la destrucción de su pueblo natal! En cuanto a mí… jamás he visto una ciudad envuelta en llamas.
A estas palabras siguió un denso silencio…
Después de unos minutos, se escuchó la voz insinuante de Tigelino:
– Si ya te lo he dicho César: ordena y pondré fuego a Anzio. O bien… Si no quieres la destrucción de estos palacios y casas de campo, puedo ordenar que incendien los bosques de Ostia o edificar para ti en los montes Albanos, una ciudad de madera a la cual tú mismo pondrás fuego. ¿Esto es lo que deseas?
Nerón contestó desdeñoso:
– ¿He de ponerme a contemplar el incendio de unas cuantas barracas de madera? Estás perdiendo el criterio y la iniciativa Tigelino. Y veo además que no atribuyes gran valor a mi talento, ni al mérito de mi incendio de Troya, si juzgas que cualquier sacrificio, está a mayor altura que él.
Esta respuesta dejó a Tigelino confundido…
Pero Nerón, como si deseara cambiar de tema, dijo después de unos momentos:
– Está terminando el verano. ¡Qué malos olores ha de haber ahorita en Roma! Y sin embargo es necesario que volvamos allá, para asistir a las fiestas estivales.
Tigelino conoce demasiado bien a Nerón, para no comprender la sugerencia…
Después de un lapso apropiado, Tigelino replicó:
– ¡Oh, César! Cuando se hayan retirado los augustanos, permite que hable contigo un momento a solas…
HERMANO EN CRISTO JESUS: