87.- EL CAMPEÓN DE LOS JUEGOS OLIMPICOS
Los siete años de diferencia en edad, que hay entre el Cesar y Popea empiezan a hacer estragos.
La inclinación que siente Nerón por Esporo es cada día más fuerte y el emperador ya no se molesta en ocultarlo.
Popea lo resiente mucho, se siente morir de despecho y está empleando todos los recursos a su alcance para volver a quedar en cinta y recuperar su influencia sobre Nerón.
Pero esto no es fácil, ya cumplió 34 años y aunque Locusta le asegura que no debe preocuparse, pues antes de que llegue el invierno volverá a engendrar, la angustia no la deja conciliar el sueño.
Para su desgracia, los acontecimientos no hacen más que aumentar su inquietud…
Porque Nerón, después de haber hecho castrar a Esporo y hasta intentar cambiarlo en mujer; lo adornó un día con un velo nupcial.
Hizo que le celebraran los flamens dialis una ceremonia matrimonial, en el templo de Zeus y le constituyó una dote.
Y haciéndolo llevar con toda la pompa del matrimonio y un numeroso cortejo, lo trató como a su esposa.
Esto ocasionó que alguien dijese satíricamente: “Que hubiese sido una gran fortuna para el género humano que su padre Domicio, se hubiese casado con una mujer como aquella.”
Después de la boda y un gran banquete a los que no asistió Popea Sabina, vistió a Esporo con el traje de las emperatrices.
Y lo llevaba con él en litera a todas las reuniones y mercados de Grecia.
Durante toda la gira por Acaya, su atención se centró en las competencias y gozó de su luna de miel con Esporo.
Y durante las Fiestas Sigilarias de Roma, se la pasó besándolo en público continuamente, como el más ardiente enamorado.
En Delfos no se atrevió a hacerse iniciar en los Misterios de Eleusis, asustado por la voz del Heraldo que prohibía el acceso a los criminales y a los impíos.
Se retiró profundamente disgustado y en el siguiente festín le reclamó a Haloto el que Apolo no hubiese intervenido para defenderle…
Haloto intento desviar su atención y le reprochó a Seneca su vida suntuosa y sus inmensas riquezas.
Seneca respondió:
– El sabio no llega a ser nunca esclavo de sus riquezas y se contenta con preferirlas a la miseria. Por lo que a mí toca, mi fortuna puede desaparecer, sin que pierda en realidad nada, porque el dinero es para mí un buen siervo.
Haloto consiguió su objetivo, pues Nerón le dijo con burla:
– Dices eso porque todavía la posees. Si la perdieras…
– Pero aun así, no me sentiría empobrecido, pues no es pobre quién posee pocas cosas, sino el que desea siempre más. Yo necesito pocas cosas. Y las pocas que necesito, las necesito poco.
Vosotros en cambio, si perdierais vuestras riquezas quedaríais aterrorizados, pues creeríais que os habréis perdido a vosotros mismos…
Tigelino le agrego leña al fuego:
– Cuando fuiste un hombre poderoso, no lo manifestaste así…
Pero Seneca no se dejó intimidar:
– En resumen: yo soy dueño de mi fortuna y vosotros sois esclavos de la vuestra. El dinero desempeña un papel secundario en mi vida, pues me ofrece posibilidades de hacer el bien.
Pero en la vuestra, juega el papel principal… Cuando la perdáis, veremos de que temple estáis hechos…
Nerón se aburrió y cambiando de tema, se desentendió de su antiguo preceptor.
Después de su fallido intento en el santuario de Delfos, mostraba profundo desprecio por todos los cultos, exceptuando el de una diosa siria.
Pero terminó por burlarse también de esto, al punto de orinar sobre su estatua y luego se entregó a otra superstición, la única en la que persistió.
Un hombre del pueblo, un desconocido; le regaló una muñeca que lo preservaría contra las celadas de sus enemigos.
Coincidentemente al poco tiempo sería descubierta la conspiración de Pisón y convirtió aquella muñeca en su divinidad suprema.
La honró con tres sacrificios al día y quiso hacer creer a todos, que le revelaba el porvenir.
También participó en el teatro y representó personajes trágicos poniendo como condición que las máscaras de los héroes y de los dioses, se le pareciesen.
Y las diosas y las heroínas, a la mujer que más amaba: Esporo.
Entre otros papeles, cantó ‘Canacea en el parto’; ‘Orestes, asesino de su madre’; ‘Edipo Ciego’ y ‘Hércules Furioso’. En la representación de ésta última, un soldado joven que estaba de guardia en la entrada del teatro, viéndolo cargado de cadenas como lo exigía la trama, acudió para ayudarle.
No estaba permitido salir del teatro mientras él estaba en el escenario, ni siquiera por los motivos más imperiosos. Esto causó que algunas mujeres dieran a luz en medio del espectáculo.
Y muchos espectadores cansados de oír y aplaudir, saltaron furtivamente por encima de las murallas de la ciudad, cuyas puertas estaban cerradas y se fracturaron las piernas.
Nerón estaba tan ávido de popularidad, que inmediatamente era rival del que por cualquier medio, gozaba del favor de la multitud.
No contento con sus triunfos en el teatro, descendió a la arena olímpica con los atletas, haciendo que los mejores gladiadores, lo ejercitasen en la lucha, a pesar de su obesidad.
Como lo comparaban con Apolo por el canto y con el sol por su habilidad para guiar carros, quiso imitar las hazañas de Hércules y le dieron un león domesticado con el que fingió luchar en el Anfiteatro y matarlo con la maza o ahogarlo entre sus brazos, en presencia del público.
Es casi imposible creer el terror y la ansiedad que mostraba en la competencia. Su envidia hacia sus rivales y su terror a los jueces.
A sus competidores los observaba, los espiaba y los desacreditaba en secreto, como si fuesen de la misma condición que él. Algunas veces llegó a injuriarlos cuando los encontraba.
Y si se presentaba alguno que innegablemente era superior a él, trataba de corromperlos para que se dejasen ganar.
En cuanto a los jueces, les dirigía una respetuosa y humilde alocución:
– He hecho todo lo que puedo hacer. Y a ustedes, hombres prudentes e instruidos, corresponde excluir todo lo fortuito.
Cuando ellos lo exhortaban a tener confianza, se retiraba un poco más tranquilo.
Pero no pudiendo acabar con toda su inquietud, atribuía a malevolencia y envidia, el silencio que algunos de ellos guardaban por honestidad. Y los señalaba como sospechosos.
Durante el certamen se sometía a todas las leyes del teatro, hasta el punto de no atreverse a escupir, ni a secarse el sudor de la frente con el brazo. En una tragedia se le cayó el cetro y lo recogió al instante con mano temblorosa.
Estaba aterrorizado de que por esta falta, fuera expulsado del concurso. No se tranquilizó hasta que Paris le aseguró que no se había visto aquel movimiento y Petronio le dijo que su actuación había sido impecable, en medio del regocijo y los aplausos del pueblo.
Él mismo se proclamaba vencedor y concurría a todas partes como heraldo. Queriendo borrar para siempre todo el recuerdo de otras victorias que no fuesen las suyas, hizo derribas, arrastrar por las calles y arrojar a las letrinas, los bustos de todos los vencedores.
Disputó también el premio de las carreras de carros, en los Juegos Olímpicos.
Y guió uno arrastrado por diez caballos; olvidando que había censurado en sus versos, esta misma pretensión del rey Mitrídates.
Pero se cayó del carro y le colocaron otra vez. Aun así, no pudo resistir la competencia y se bajó de él, antes de terminar la carrera.
Sin embargo, esto no le impidió ser coronado vencedor.
Deseaba eternizar y perpetuar su memoria y puso su nombre a multitud de cosas. Quiso tomar parte en los Juegos que se celebrarían en honor a su victoria, hasta como ejecutante.
Menecrato lo instruía en el órgano hidráulico y la cornamusa.
Quería ser el mejor histrión y representar bailando el papel del Turno, de Virgilio. Por esto envenenó a Paris, pues lo consideraba su rival.
Se descubrió una conjura en Benevento, tramada por Vinicio.
Le escribió su liberto Helio, diciéndole que los asuntos de Roma exigían su presencia.
Y como estaba a punto de entrar en un concurso de canto,
contestó:
– En vano opinas y quieres que regrese prontamente. Mejor será que desees que regrese lleno de la gloria digna de Nerón.
Y ya no volvió a hacer caso de ningún reclamo proveniente de Roma.
Prohibió que le interrumpieran en ninguna de las competencias y solo su amor por Esporo conseguía distraerle.
El día de la clausura de los Juegos Ístmicos, en el Pódium Imperial donde están sentados los augustanos,
Séneca le dijo a Maximiliano:
– Después de la muerte de Paris, seguimos nosotros. Y ya no nos queda mucho tiempo Petronio.
Y trazó rápidamente con el bastoncillo de marfil en el aire, un pescado.
Petronio exclamó sorprendido:
– ¡Pero cómo…!
Pero Séneca lo interrumpió:
– No es fácil esconder la Luz. Yo he intentado retirarme varias veces y hasta le ofrecí todos mis bienes.
Pero el César ‘me ha jurado por todos los dioses que mis temores son infundados y que prefiere morir a hacerme daño’. Tú sabes tanto como yo, lo que eso significa…
– Una sentencia segura.
– Desgraciadamente así es. De esta corte solo podremos salir, cuando la muerte nos abra las puertas… Yo sólo estoy esperando el momento para que se cumpla.
– Yo también estoy consciente de que mi utilidad para Nerón, se acabará con este viaje. También a mí me ha condenado…
– Y tú ya no eres el mismo… Pronto Nerón se va a dar cuenta, ten mucho cuidado…
La llegada de Plinio impidió una respuesta.
Y Nerón iba a hablar…
Antes de emprender el regreso a Roma, le concedió la libertad a toda la provincia. A los jueces una cantidad considerable y el derecho de ciudadanía romana.
Él mismo anunció estos favores desde el centro del estadio, el día de la clausura de los Juegos Ístmicos.
Y así Nerón, el máximo triunfador en toda la historia de los Juegos Olímpicos, volvió a Roma trayendo consigo más de mil coronas que ganó en año y medio de ausencia.
Al regresar de Grecia, entró en Nápoles, escenario de sus primeros triunfos artísticos, en un carro arrastrado por caballos blancos y según el privilegio de los vencedores en los Juegos Sagrados: por una brecha abierta en la muralla.
Hizo lo mismo en Anzio, en su propiedad de Albano.
Y en Roma hizo su entrada en el carro que sirvió para el triunfo de Augusto, con el traje de púrpura, clámide sembrada de estrellas de oro, la corona olímpica en la cabeza y en la mano derecha, la de los Juegos Pitios.
Precedido por un cortejo que llevaba todas sus otras coronas, con inscripciones que dicen en donde las había ganado, contra quién, en qué competencias y con qué canciones.
Detrás del carro iban los aplaudidores asalariados, exclamando en las ovaciones: ‘que eran los augustanos y los soldados de su triunfo’.
Enseguida demolieron una arcada del Circo Máximo y se dirigió por el Velabro y el Fórum, hacia el Templo de Apolo, sobre el Palatino.
Al músico Menecrato y al gladiador Espicuro, les regaló patrimonios y las casas de varios ciudadanos romanos, después de su triunfo.
Colgó las coronas sagradas por todas partes del edificio. Llenó sus cámaras con estatuas que le representaban en traje de citarista y ordenó acuñar monedas con esa efigie.
Después de esto, se apasionó aún más con su arte y se cuidó para conservar la voz, cuidando de no dirigir proclamas a los soldados, haciendo que otro las hiciera por él.
En cualquier asunto que emprendía, tenía constantemente a su lado a su maestro de declamación que le advertía de cuidarse el pecho o de tener un pañuelo frente a la boca.
Y reguló su amistad o su odio, por la cantidad de adulaciones que le tributaban.
Cuando le avisaron que su tía Lépida estaba enferma de una irritación en el vientre, fue a verla.
Ella, con la familiaridad ordinaria de las personas de edad madura, le acarició la barba con la mano,
Diciendo:
– Cuando haya recogido esta barba, habré vivido bastante.
Con tono de chanza, Nerón replicó:
– Voy a hacer que me la quiten en el acto.
Pero luego mandó a los médicos a que purgasen violentamente a la enferma. Se apoderó de sus bienes, sin esperar a que muriera y para no perder nada, suprimió su testamento.
Roma había seguido con su desenfrenada locura.
Por los excesos de Haloto, las cosas llegaron a tal punto; que estaban al borde de la anarquía.
Entonces se verificó la conspiración de Pisón, seguida por un despiadado segar de cabezas, de las más altas esferas de la sociedad romana.
Nerón pareció convertirse en una divinidad de muerte.
El duelo envolvía la ciudad.
El terror estaba presente en todos los hogares y en los corazones, aun cuando los pórticos seguían coronados de hiedra y flores, porque no estaba permitido tener muestras de pesar por los muertos.
Pisón pagó su conspiración con la vida, junto con todos los implicados, sus parientes, sus amigos y hasta los simples conocidos.
Los conjurados defendieron su causa, cargados de triples cadenas.
Algunos confesaron espontáneamente y hasta se vanagloriaron del proyecto, diciendo que la muerte era el único servicio que podían prestar a un hombre manchado con tantos crímenes.
Los hijos de los sentenciados fueron expulsados de Roma y murieron de hambre o envenenados.
Y las cárceles se volvieron a llenar…
El emperador solamente concedía a los condenados pocas horas para morir.
Y para evitar cualquier dilación, tenía médicos encargados, como él mismo lo decía: ‘para atender a los retrasados’.
Éstos intervenían para cortarles las venas.
Séneca era un hombre honrado en una época de profunda decadencia moral…
Siempre ha tenido sobre su cabeza el hacha del verdugo, porque Popea y Tigelino le profesan un odio tenaz.
Y ambos han intrigado para que Nerón decrete su muerte, despertando su codicia por la fortuna del filósofo.
La oportunidad se les presentó al implicarlo en la conspiración de Pisón.
Acusaron al sobrino: el poeta Lucano, de participación directa.
Y este fue el final del tío y del sobrino.
A los dieciséis años, Lucano era ya autor de tres composiciones y podía declamar en latín y griego. Marchó a Atenas en un viaje de instrucción, pero tuvo que regresar pronto ante los requerimientos del propio Nerón, que le concedía por entonces toda su estima y le incluyó en su «cohors amicorum» es decir, su círculo de amigos.
A los veintiún años recibió la dignidad de poeta laureado y Nerón le honró nombrándolo augur e incluso dándole el cargo de Questor de forma honorífica antes de haber cumplido la edad reglamentaria.
La envidia de Nerón por su innegable talento como poeta, le hizo caer en desgracia.
Y cuando la conspiración fue descubierta, a causa de la imprudencia de alguno de los implicados, Lucano hubo de sufrir crueles interrogatorios a lo largo de los cuales negó, admitió y se retractó alternativamente de sus culpas.
Después de recibir su condena, asumió una actitud digna y se cortó las venas. Expiró recitando unos versos en los que había descrito el fin de un soldado que sufría su misma muerte.
Después de esto, Nerón envió una orden que obliga a su Preceptor a darse muerte.
El Príncipe encontró una gran satisfacción en esta sentencia, no porque hallase contra él culpa alguna en la conjura; sino por ejecutar con hierro lo que no había podido con el veneno.
Cuando el centurión entregó la orden a Séneca, éste recibió la sentencia con tranquilidad y pidió hacer testamento, pero le fue negado.
Entonces pidió despedirse de sus seres queridos en privado y también se le negó.
No quiso revelar que era cristiano, para no acarrear más desgracias sobre su familia,
Pero mentalmente oró:
– Señor Jesús, perdóname y recíbeme en tu Reino. No muero por ser cristiano… Tú sabes el porqué de esta sentencia…
Nerón le había concedido como una gracia, el morir por su propia mano.
Los médicos enviados para los retardados le ayudaron y cortaron las venas de sus brazos.
Y Séneca murió desangrado…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
86.- LA BACANAL
Nerón le dio a Haloto, el anillo de oro con el nombramiento más alto en el Orden Ecuestre: un poder que Haloto está dispuesto a ejercer hasta su máxima expresión sobre todo el imperio romano.
Al día siguiente en las escalinatas del Foro, se encuentra con el Prefecto de los pretorianos.
Se saludan mutuamente y conversan…
Haloto dice:
– Los cristianos creen en la resurrección que tendrán después de la muerte, ¿No es verdad?
Tigelino confirmó:
– Esa creencia es la columna vertebral de su superstición, pues adoran a un judío resucitado…
Haloto preguntó:
– ¿Qué más sabes de sus absurdas creencias?
– Piensan que también ellos van a resucitar, con una vida inmortal…
– Estoy enterado de cómo se esfuerzan por recuperar los cuerpos de los ajusticiados. Aunque solo sean los restos que dejan las fieras, los conservan por ese mito absurdo de su propia resurrección.
– Por sus sortilegios se consideran superiores a los mismos dioses. Y se atreven a manifestarlo con su desprecio, llamándolos Demonios sometidos a su propio Dios…
– Ya comencé los arrestos y los juicios individuales. Voy a hacer efectivo el Edicto contra ellos en todo el Imperio. Si no se retractan de sus creencias, los ajusticiaremos en medio del tormento.
– Pero ni aun así se quebrantan en su resistencia.
Haloto levantó su puño cerrado y mostrando el anillo que le entregara Nerón,
Dijo:
– Si hubiese tenido este anillo antes… Muchas cosas hubieran sucedido de manera diferente. La perra cristiana que mandó ejecutar Narciso, tampoco se doblegó y dejó un alboroto tremendo en el tribunal.
– Debemos hacer algo y pronto… No podemos seguir permitiendo que nos derroten así.
– Tampoco podemos hacer nada contra su afirmación de que vivirán eternamente…
– Por eso nos han resistido con tanta obstinación. Pero, ¿Cómo podríamos arrancar eso de sus mentes? ¡Contra la promesa de una vida eterna, no veo cómo podemos destruirlos…!
– Pero yo les tengo una sorpresa…
Tigelino lo miró con malicia,
Y replicó:
– Ya les aplicamos todos los tormentos y no se retractan… ¿Qué otra cosa faltaría según tú, que pueda considerarse una sorpresa?
Una diabólica sonrisa se dibujó en los labios del augustano…
Y Haloto dijo:
– Me gustaría saber cómo le harán para resucitar, después del ensayo de mi último suplicio… Ni siquiera imaginas lo que les tengo preparado…
El Prefecto lo miró con extrañeza,
Y preguntó:
– Debe ser algo extraordinario, para que te regodees como el gato que está a punto de devorar a su presa. ¿Qué estás planeando ahora?
– Acompáñame mañana a Ostia. Acaba de llegar un barco con un cargamento muy especial…
– ¿De qué se trata?
– Si te lo digo ahora dejará de ser sorpresa.
Y sus voces se alejan mientras entran al edificio del Forum…
Una semana más tarde, la víspera de la partida de Nerón a Acaya, Haloto ofreció otro convite en el palacio imperial en Anzio…
Con el ánimo de encantar siempre más al César, hubo los acostumbrados torneos de sutilezas en una comedia teatral…
Acompañados de cantos, danza, flores, música y espectáculos de magia, ejecutados por los sacerdotes y las sacerdotisas del culto de Isis.
En esta bacanal, las bacantes y las ménades, adoraron en el altar de Baco y después que arrojaron el incienso, ejecutaron una danza ritual muy elaborada y espectacular
Pero después de la lucha entre dos gladiadores, sucedió algo diferente…
Los esclavos servían solamente tentempiés variados y vino…
Extrañamente faltaban los manjares principales y las mesas se veían anormales, casi vacías…
Cuando Nerón manifestó su extrañeza, Tigelino le contestó que le habían preparado una suculenta sorpresa de despedida…
Que le mostrarían cuando terminase la función de teatro musical preparado en su honor.
Después que los bailarines se retiraron, Haloto dio una señal y enseguida entraron una gran cantidad de esclavos y dispusieron varias mesas largas y lechos-asientos a su alrededor…
Luego entraron otros músicos y bailarines ejecutando una danza muy erótica.
Y Haloto, que también es augur de Baco ofreció incienso y libaciones sobre un pebetero ante un altar de Dionisio…
Enseguida se traslada al otro extremo de la mesa imperial y hace lo mismo ante un altar dedicado a Apolo…
Y como augur y sacerdote de su culto declara que todo el banquete, será un ritual en su honor incluido el ‘sacrificio especial’ de ese día…
Nerón soltó una risa irónica…
Y dijo:
– ¿Acaso vas a ofrecer una hecatombe de toros blancos?
Haloto respondió:
– Será algo mucho mejor, majestad…
Luego que termina la ceremonia del ofrecimiento, hace otra señal y entran los esclavos trayendo un desfile de suculentos manjares preparados en una especie de barbacoa muy diferente a lo habitual…
También les sirven filetes poco cocinados y adornados con ensaladas de frutas y verduras que los hacen lucir muy apetitosos.
Haloto hace una libación con otro ofrecimiento a los dioses…
Y luego invita a todos los comensales a que disfruten de lo que los esclavos han puesto en platos muy adornados frente a ellos.
Cuando Nerón lo prueba, lo degusta con deleite,
Y elogia su fascinante sabor:
– Vaya. Realmente has preparado una delicia desconocida…
Casi todos los augustanos también lo hacen y se unen con entusiasmo ponderando su exquisitez.
Sólo Séneca, Lucano, Marcial y uno que otro, no se apresuran…
Maximiliano guarda una especial reserva y da un trago a su vaso con vino…
Porque conociendo al par de brutales compañeros de juergas del emperador, no está confiado en absoluto sobre el desarrollo de este convite en especial…
Haloto lo mira de una manera muy peculiar…
Y luego pregunta al César:
– ¿Te gustó divinidad?
Nerón saborea con deleite.
Y contestó complacido:
– Es una carne exquisita. ¿Sacrificaste jabalíes?
– No es jabalí; sin embargo tiene su sabrosura aumentada. No es ternera, si bien es todavía más tierna y delicada. Tampoco es faisán, aunque pareciera todavía más exquisita y suave…
Su sabor y su consumo, es una delicia cocinada de manera exclusiva para los dioses y aunque está reservada para las ceremonias solemnes y mistéricas; he querido agasajarte con ello en este día, víspera en que emprenderás tu viaje a Acaya…
El César lo mira interrogante y gratamente sorprendido. Pero no contesta nada.
Haloto hace un gesto ceremonial grandilocuente,
Y declara:
– Soy pontificex maximus y el divino Apolo ha accedido a favorecerte, para que el triunfo te acompañe hasta tu regreso.
Y ha condescendido a compartir contigo una exquisitez gastronómica que nunca se sirve fuera del templo…
– Entonces demos las gracias al divino Apolo.
– Y es a él a quién sacrificamos la carne que acaban de servirnos y también la que degustarán las ménades, junto con nuestros invitados que han llegado directamente desde Cartago…
Nerón amplía su sonrisa y casi todos los augustanos elogian el gusto exquisito de los manjares que les acaban de servir…
Tigelino interviene, mirando fijamente a Maximiliano con una sonrisa enigmática…
Y dice:
– Es una verdadera pena que no le hayas otorgado antes el anillo equestre a Haloto. Hubiéramos celebrado nuestra fiesta taurina, con un banquete muy similar al de hoy…
Nerón se quedó perplejo, mirando con extrañeza a su nuevo favorito.
Y cuestionó:
– ¿Cuál hubiera sido la diferencia?
Tigelino muy feliz con la nueva preponderancia que ha alcanzado sobre su enemigo mortal,
Agrega mirándolo con odio:
– Como ya te habrás dado cuenta, Petronio… El poder y los placeres inmediatos, superan al goce que pueda proporcionar cualquier deleite intelectual.
Al cuerpo no le gusta esperar… Lo material y tangible siempre será preponderante…
Maximiliano masculló:
– Sólo los animales ponen el instinto sobre todo lo demás.
Nerón afirmó:
– Los placeres raros, son los que más deleitan…
Haloto sonrió con malignidad.
Y añadió:
– Pero no todos tienen el privilegio para degustar los manjares de los dioses y disfrutarlos tan frescos, que más no se puede… Exactamente tal y como sucederá ahora…
Tigelino levantó su vaso con vino en dirección a Nerón…
Y dijo:
– Tu triunfo en Acaya todo lo amerita y hace que la ocasión sea muy propicia… ¡Salve majestad! Porque está asegurado el éxito de tu empresa y en Acaya te favorecerá grandemente el divino Apolo…
Haloto confirmó:
– De eso es de lo que nos estamos asegurando ahora, ofreciendo a los dioses el sacrificio que más les agrada…
– Pero Petronio está muy callado…
– ¿Tú no vas a probar nuestras exquisiteces?
Maximiliano dijo con cautela:
– Mi apetito no es voraz… Me gusta saborear el aperitivo primero. Y para eso, nada como un excelente vino.
Y volviéndose hacia Nerón agregó levantando su vaso:
– Yo también brindo por tu triunfo, majestad…
Y le dio un gran trago.
El sonido de la música impidió que hubiera una respuesta y…
Con una entrada muy teatral, acompañada por músicos y danzantes. Un grupo de guerreros africanos gigantescos y algunas mujeres que tienen también un físico notablemente grande y que llegaran en el barco que inspeccionara Haloto…
Fueron instalados en el área del Gran Triclinio que habían destinado para ellos y que hasta ese momento había estado vacía…
Hubo enseguida una danza báquica con ninfas y faunos a los que se les agregaron las ménades.
Todos los asistentes al banquete los miraron con curiosidad. Pero su asombro fue mayúsculo, cuando regresaron los esclavos conduciendo parihuelas con personas desnudas, aderezadas como si fueran lechones y completamente vivos…
Tanto las mujeres como los hombres, son colocados sobre las largas mesas que están frente a los africanos.
Haloto mira con enorme satisfacción el asombro pintado en todas las caras de los invitados al banquete…
Luego hizo una señal al mayordomo encargado de la sección donde estaban sentados los africanos.
Y el esclavo, armado con un filoso cuchillo de carnicero, abrió en canal a un hombre que había sido colocado a un lado de la muralla, sobre una tina que recogía los líquidos.
La sangre brotó salpicando a todos los que estaban cerca.
Él hizo caso omiso y con movimientos expertos, cortó de las vísceras del infortunado, el corazón y el hígado…
Luego los llevó ceremoniosamente, sobre un platón de oro decorado con diversas frutas y verduras hasta la mesa del augustano.
Y éste, arrojó el corazón sobre el pebetero que ardía frente a la estatua de Apolo.
Luego cortando un pedazo del hígado con su puñal, lo ingirió con inmenso placer.
Enseguida Haloto le dio un sorbo a su copa de vino,
Y dijo:
– No hay nada más delicioso que el hígado de un enemigo aderezado y fresco. De esta manera nos apropiamos de su valor y de todas las cualidades admirables que pudiera tener. En el templo siempre tenemos los mejores manjares…
Tigelino declaró:
– Es una manera excelente para deshacernos de quienes no nos agradan…
– O de quien se niega a satisfacer nuestros requerimientos…
Haloto cortó otro pedazo y agregó:
– Y cuando una mujer se atreve a despreciarnos. La forma de hacerla absolutamente nuestra, pues así tampoco podrá gozar con otro… es degustando el aroma fresco y consumiendo sus partes nobles.
Si mi hijo me hubiera hecho caso, esa perra cristiana hubiera terminado en nuestra mesa. ¡Por supuesto después de haberla ofrecido a nuestros dioses! ¡Estas menudencias son tan exquisitamente deliciosas!…
El silencio que siguió a esta declaración es absoluto y nadie se atreve a romperlo.
Maximiliano está tan impactado que por primera vez, se queda sin palabras…
La absoluta maldad de esta barbarie, supera cualquier cosa que haya experimentado antes.
Nerón arruga la frente y levanta sus labios hasta la nariz como siempre que está demasiado turbado.
Pero tampoco expresó desaprobación y esto fue interpretado como su aprobación tácita, hacia todo lo que está sucediendo.
Haloto miró hacia Maximiliano y le dijo:
– Querido Petronio, levanta la carne que te fue servida, para que sepas lo que es…
El augustano está demasiado asombrado para reaccionar y con gesto maquinal levanta un pedazo de filete que deja al descubierto una mano humana perfectamente cocinada…
Tigelino agregó con los dientes apretados:
– Claro que hubiera lucido mejor, si fuera la mano de la cautiva que Marco Aurelio rescató…
A Maximiliano le fue imposible ocultar su aversión y levantó sus ojos asombrados hacia el Prefecto que le mira con burla…
Haloto se jactó con maligna crueldad mirando fijamente hacia el Augustano que ha caído de la gracia imperial.
Y le dijo:
– Las extremidades son las más deliciosas. ¿O prefieres un pedazo de muslo?
Maximiliano dijo con voz ahogada:
– No debería asombrarme, pues ¿Qué más se puede esperar de la barbarie de un carnicero como tú? Esto es un asesinato incalificable…
Tigelino replicó:
– Las leyes no prohíben los sacrificios a los dioses…
Maximiliano contestó:
– Lo que no prohíben las leyes, lo prohíbe la honestidad…
Y hubiera proseguido en una disputa que hubiera hecho que la provocación del Prefecto consiguiera su objetivo…. Pero…
Una exclamación de Séneca salvó a Petronio.
Pues dijo:
– ¡Mirad lo que esos africanos están haciendo!
Efectivamente, a todas las crueldades que ya existían, Haloto le añadió otra más…
Y el grupo de africanos enormes y todas las ménades, están devorando lentamente pedazo a pedazo, a personas vivas y aderezadas con salsas y ensaladas, según lo que requiere su gusto.
Todos están tomando vino y conversando tranquilamente…
Como si lo que están tragando fuera un pedazo de queso o aceitunas.
Los cristianos, sumergidos en la Oración en el Espíritu, parecen no darse cuenta de que son los manjares en este banquete bestial…
Ellos sonríen igual que sus verdugos, pero por diferentes motivos: los primeros por ver acercarse al Dios que los ha amado desde el principio.
Y los segundos, por ver satisfecho su sanguinario salvajismo.
Y este fue el último despliegue de brutalidad antes del soñado viaje a Acaya.
Como el emperador guardó silencio dando con esto un implícito permiso, nadie más objetó. Y el banquete prosiguió como si nada extraordinario hubiese sucedido.
La mayoría de los invitados del César continuaron consumiendo su ración de carne humana, que fue un extraño deleite a sus desordenados instintos y los predispuso a un nuevo nivel en lo que a gozo se refiere…
Y la bacanal siguió adelante con los excesos de la orgía acostumbrada…
De esta manera, fue presentado el nuevo intendente del César.
Este hombre sanguinario que pronto hizo pesar su poderosa mano de hierro a todos los romanos y especialmente a los cristianos.
Como el pueblo ya está harto de sangre, por un tiempo fueron suspendidos los juegos del circo y se limitaron a las sentencias individuales.
Pero diariamente los tribunales están llenos y los verdugos no descansan en aquel descomunal baño de sangre y de crueldad….
Antes de embarcar, Nerón llamó a sus arquitectos e ingenieros responsables y les encargó de manera muy específica lo que anhelaba en su Domus Áurea.
Les especificó:
– No regresaré hasta que hayáis concluido el proyecto. Daos prisa porque si no, os entregaré en manos de Haloto y ya sabéis lo que os espera…
Sus aterrorizados interlocutores, después de haber presenciado lo que sucedió en las Bacanales, no tienen el menor deseo de enfrentar la ira del nuevo favorito del emperador.
Y le hacen elocuentes muestras de fidelidad y jurandole que acelerarán todos los trabajos…
Nerón declaró:
– Volveré en triunfo y quiero estar alojado como un hombre… Disfrutad mi satisfacción o mi ira. Vosotros elegís….
Los ingenieros le aseguraron que el proyecto estaría listo lo más pronto posible.
Y mientras el César se embarcaba en su soñada gira artística, las construcciones de los proyectos imperiales, ocuparon prioridad sobre todas las agendas del gobierno.
Los arquitectos extendieron su casa desde el Palatino hasta el Esquilino, donde había estado la Domus Transitoria que había sido destruida por el fuego.
Y a este edificio le llamó Domus Áurea, de cuya extensión y magnificencia bastará decir que en el vestíbulo se veía una estatua colosal de Nerón, de cuarenta metros de alto. Estaba rodeada por pórticos de tres filas de columnas y mil pasos de longitud.
Que había en ella un lago imitando el mar, rodeado de edificios que aparentaban ser una gran ciudad. Y que se veían explanadas, campos de trigo, viñedos, bosques poblados por multitud de rebaños y fieras.
El interior era dorado por todas partes y estaba adornado con pedrería, nácar y perlas. El techo de los comedores estaba decorado con tablillas de marfil movibles, que dejaban escapar por algunas aberturas perfumes y flores.
De estas salas, la más hermosa era redonda y giraba día y noche, imitando el movimiento circular del mundo.
Los baños estaban alimentados por las aguas del mar y las de Albula.
La semana siguiente, el barco imperial surcaba las aguas del mar Mediterráneo llevando entre sus maderos el dolor, los sueños, las alegrías y las esperanzas de muchos hombres…
Maximiliano comprende ahora totalmente a Marco Aurelio en todas sus reacciones y se siente atrapado en una trampa mortal.
Con los nuevos conocimientos adquiridos, sufre mucho al comprender la ignominia de su vida pagana y sabe que no puede escapar de la corte de Nerón, más que cuando éste haga efectiva su sentencia de muerte.
Hasta ahora nadie ha descubierto su nueva condición de cristiano y tiene la certeza de que cuando suceda, le espera una suerte peor que la de los cristianos que viera en la última bacanal.
Pero Jesús lo fortalece en su ánimo, en todas sus oraciones; sobre todo con la armadura espiritual que le enseñara San Miguel Arcángel…
Por todo esto, Maximiliano decidió ya no jugar con su destino y se concentró solamente en los proyectos artísticos propios del emperador, haciendo caso omiso a las provocaciones de sus eternos enemigos…
Los Juegos Olímpicos
En el viaje artístico de Nerón a Grecia, su sueño largamente acariciado, el emperador llevó a su séquito especial de ‘aplaudidores’ pagados que le aseguran la embriaguez del aplauso y de la gloria.
Le encanta demostrar lo que considera su ‘talento divino’ y celebró todos los Juegos Helénicos en todas partes por donde va pasando.
Los Juegos Píticos, también llamados Délficos, eran competiciones atléticas y musicales celebradas en honor a Apolo, cuyo objetivo era conmemorar la victoria del dios sobre la serpiente Pitón.
Durante las primeras jornadas se vivía una recreación de la lucha entre el dios y Pitón.
Y una procesión de sacerdotes, theoroi y participantes, se dirigía hasta el altar de Apolo para celebrar una hecatombe.
El sacrificio ofrecido después era consumido en un banquete inaugural, en el que participaba todo el pueblo.
Templo de Zeus en Olimpia
En las competiciones atléticas. La mayoría de estos eventos eran similares a los de Olimpia.
Incluían carreras, lucha libre, boxeo, el pancracio y el pentatlón (lanzamiento de disco, jabalina, salto de longitud, lucha y carrera a pie).
Había carreras de caballos que incluían una modalidad para carros tirados por cuatro caballos y más tarde también por dos.
En el año 67 el emperador Nerón tomó parte en las pruebas musicales con composiciones propias.
Y naturalmente fue proclamado vencedor.
El drama y la prosa se incorporaron gracias a la visita de nuestro imperial competidor, pues Nerón participó activamente en todo y con ansia por ganar…
Según la mitología, Zeus señaló con un rayo el lugar donde debía ser honrado y la forma en que quería que esto se hiciera.
Allí se levantó un altar y una pira en la que se incineraban las ofrendas para el dios.
Por medio de una carrera se establecía qué atleta tenía el honor de encenderla y así se originaron los Juegos Olímpicos.
Los campeones olímpicos, gozaban de gran prestigio en la antigua Grecia. En sus ciudades natales se hacían bustos de ellos y se les componían poemas.
Cuando volvían vencedores se les recibía de modo triunfal, como a héroes con un desfile por las calles.
Llegaban a adquirir una dimensión casi divina y algunos incluso se convirtieron en personajes míticos, venerados después de muertos.
La mayoría competían desnudos, untados con aceite de oliva y depilados, como una manera de mostrar con orgullo su excelente forma física…
El esfuerzo era tanto que a veces los atletas dañaban su salud o llegaban a morir de agotamiento.
Aunque el deporte preferido era la competición quíntuple que constaba de lucha, carrera, lanzamiento de jabalina, salto de longitud y lanzamiento de disco.
También había carreras de carros y el deporte más violento de todos: el pancracio, mezcla de boxeo y lucha libre en el que todo estaba permitido excepto romper los dedos, sacar los ojos o morder.
El vencedor recibía una palma y una corona de laurel. Estas eran cortadas por el joven que representaba a Apolo en la ceremonia que recreaba su lucha con Pitón.
Estaba prohibido a los participantes el consumo de bebidas alcohólicas durante todo el tiempo de duración de los juegos…
También se prohibía la entrada a las mujeres, que solo podían acudir a las competiciones hípicas si eran propietarias de alguno de los animales.
Pero en esta ocasión se hizo una excepción a causa de la presencia de Popea Sabina, la divina augusta…
En cuanto Nerón desembarcó en Casíope, cantó delante del altar de Júpiter Casio y a partir de ese momento se presentó en todos los espectáculos y concursos.
Desde que era muy joven le apasionaron las carreras de caballos y aprendió a guiar carros tomando parte personalmente en los espectáculos de Roma, en el Circo Máximo.
Cuando llegó a Olimpia, en el hipódromo aprovechó la oportunidad para desplegar sus habilidades como auriga y condujo su carro de diez caballos con pasión…
Las infracciones eran severamente castigadas. Salir antes de tiempo significaba recibir latigazos por parte del mastigóforo o azotador, situado junto al juez…
Pero ahora con la visita de Nerón, se pasaron por alto casi todas las reglas y se reunieron en un mismo año todos los espectáculos ordinarios que se daban en épocas muy diferentes.
El emperador está tan orgulloso de su habilidad, que la mostró también en Acaya.
Las ciudades donde se celebraban concursos de música, le mandaron las coronas de los vencedores y tanto le gustó este homenaje, que los diputados que venían a presentárselas, no solamente eran los primeros en ser recibidos en las audiencias; sino que los admitía en sus comidas particulares.
Como algunos le rogaron que cantase en la mesa, prodigándole toda clase de elogios, exclamó: ‘Solamente los griegos saben escuchar y son dignos de mi voz.’
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
85.- LA REVANCHA DEL DESPECHO
Cuando salen de la casa de Petronio, La luna llena ilumina todo con sus reflejos argentados.
El firmamento lleno de estrellas parece envolver con sus destellos al apóstol Pedro y sus compañeros, en el regreso a sus casas.
Diana al llegar a la suya, se queda un rato el jardín.
Contempla la luna plateada y se queda absorta meditando, después se postra en adoración…
Luego de un largo rato, se retira a su cubiculum a descansar.
Al día siguiente muy temprano llega una decuria para llevarla prisionera hasta el Tribunal del Foro.
Haloto como espía del Questor de Roma, presenta la acusación ante el magistrado que preside el Tribunal: Tulio Vinicio.
Éste mira fijamente a la hermosa mujer y le pregunta ásperamente:
– ¿Eres tú cristiana?
Diana responde con firmeza:
– Sí. Por la gracia de Dios.
– ¿Conoces el Edicto del divino emperador y aun así, te atreves a desafiarlo? ¿Sabes lo que significa para ti, esta afirmación?
– Es mejor obedecer a Dios antes que a los hombres. Estoy dispuesta a morir por Jesucristo. Él Es el único Dios Verdadero y ésta es la hora de mis nupcias.
– ¡No seas necia! ¡Obedece la ley y sacrifica a los dioses! Eres muy joven y la sentencia que te daré, NO la soportarás.
– Soy cristiana. No sacrifico a otro dios que no sea mi Señor Jesucristo.
– No sabes lo que dices. Te daré un tiempo para reflexionar.
Acto seguido, ordena que la tengan prisionera y sin alimentos durante varios días…
Transcurrido el plazo estipulado, Diana es traída de la prisión y presentada nuevamente al magistrado. La escolta la deja en medio de la sala del tribunal.
Está un poco pálida, pero mantiene su actitud llena de dignidad, aun cuando la luz la deslumbra por haberse acostumbrado a la oscuridad del calabozo.
No le han dado agua, ni comida. Aunque se siente un poco débil, se mantiene derecha y sonríe…
Se repiten las mismas demandas. Las mismas ofertas…
Y las mismas respuestas:
– Soy cristiana. No sacrifico a otro Dios que a mi Señor Jesucristo. A Él lo amo y Él me ofrezco en sacrificio a mí misma.
El Prefecto se levanta y dicta la sentencia:
“Por desacato a los edictos imperiales. ¡Condenamos a Diana a la Columna! ¡Ipso Jure! ¡Ipso Facto!”
En ese mismo instante, se acercan los verdugos.
Le arrancan los vestidos y la dejan desnuda a la presencia de todos.
Le atan las manos y los pies detrás de una de las columnas del tribunal.
Para hacer esto se los dislocan y le fracturan los brazos.
La virgen, en muda oración, alaba fervientemente a Dios.
A pesar de la atroz tortura, no sale ni un gemido de su garganta, ni su cara pierde la dulzura de su sonrisa.
Después le retuercen las sogas alrededor de las muñecas y los tobillos. Luego la azotan con flagelos sobre el cuerpo desnudo.
Continuando alternadamente con tenazas y garfios, para desgarrarla en su carne, buscando atormentarla en una forma indescriptible.
A cada paso del suplicio, le preguntan que si quiere sacrificar a los dioses.
Diana les responde:
– No. A Cristo. Solo a Él. Ahora lo comienzo a ver. Y con cada tortura, me acercan más a Él. ¿Queréis que lo pierda? Terminen su obra, que yo ya tengo mi amor completo.
¡Dulces nupcias en las cuales Cristo es el Esposo y yo su esposa! ¡El sueño de toda mi vida!
Cuando la desligan de la columna, ella cae como una muñeca rota. Con los miembros dislocados, hechos pedazos y que ya no pueden sostenerla más.
En las muñecas, hay dos brazaletes en carne viva.
Los pies lacerados muestran los nervios y los tendones quebrados en una postura antinatural.
Pero su cara está llena de felicidad y parece un ángel radiante.
Las lágrimas descienden en gotas ensangrentadas que parecen rubíes…
Y su mirada está extasiada en una visión celestial.
Los verdugos la golpean a puntapiés. Y a puntapiés la empujan y la extienden, como si fuera un costal inmundo que no puede ser tocado, hasta la tarima del Questor.
Éste le pregunta:
– ¿Todavía estás viva?
Diana contesta:
– Sí. Por Voluntad de mi Señor.
– ¿Todavía insistes? ¿Quieres precisamente la muerte?
– Quiero la Vida. ¡Oh, Jesús mío, ábreme el Cielo! ¡Ven, Amor Eterno!
– ¡Arrójenla al Tíber! –Ordena furioso el Prefecto.
– ¡El agua calmará sus ardores!
Los verdugos la llevan de mala gana.
A pesar de todo, ella sigue sonriendo con dulzura. La envuelven en sus vestidos y la cargan sobre los hombros, como si ya estuviera muerta.
Ella sonríe a la luz de las antorchas. Lo que tiene que ser será.
Llegan al río y suben al puente. Desde lo alto la precipitan sobre las oscuras aguas.
Ella resurge dos veces.
Entonces, el jefe de los verdugos ordena que la sujeten a un ancla que le sirva de lastre.
Ella se hunde sin un solo lamento.
Río abajo, los cristianos esperan…
Después el sacerdote Samuel rescata el cuerpo destrozado de la virgen y un ejemplo más queda, para los que han de defender y confesar la Fe cristiana.
Porque la firmeza y la dulzura de Diana han mostrado claramente: ¿Qué es el hombre para quién ha hecho de Cristo su Comida?
¿Qué es la tortura para quién ama al Mártir del Calvario?
¿Qué es la muerte, para quién sabe que la muerte abre las puertas de la Vida?
Maximiliano llegó al tribunal cuando ya había empezado el segundo interrogatorio y vio al hijo de Haloto sosteniendo su acusación.
Presenció todo el martirio de la joven virgen a quién había llegado a amar tanto, como si fuera de su misma sangre, porque ella le llevó al Camino de la Luz.
Y vio el combate y la victoria de su maestra espiritual…
Acudió a reunirse con el sacerdote Samuel y los demás cristianos que la rescataron del río.
Y pudo contemplar la hermosa faz de la virgen, que mantuvo su sonrisa y una expresión de gozo radiante, iluminándola en su cuerpo tan martirizado…
Las lágrimas bañaron el rostro de Maximiliano.
Y no hizo nada para esconder su dolor.
Murmuró despacio:
– Era un lirio en todo su esplendor y ya no estará con nosotros…
Samuel le dijo:
– Ahora adorna los jardines del Cielo porque vive con nuestro Señor.
– Es verdad. También en su testimonio me está enseñando a morir.
– Alégrate, porque su enseñanza fue completa. Si nuestro Señor lo permite, por la Comunión de los Santos, lo comprobarás.
Pidió permiso a Samuel diciendo:
– Es mi madre espiritual… ¿Puedo besarla?
Con un movimiento de la cabeza Samuel asintió.
Y Petronio solo se atrevió a depositar un dulce beso en la nívea frente de la virgen.
Luego Samuel le quitó el anillo que ella llevaba en su mano, como signo de su consagración a Dios y se lo dio a Maximiliano,
Diciendo:
– Ella hubiera deseado que lo tuvieras, pues fuiste el hijo de su corredención…
Maximiliano lo recibió con admiración y agradecimiento.
Con infinito fervor lo puso en su dedo meñique,
Y se despidió:
– Que la paz del Señor se quede con todos vosotros.
Con paso decidido regresó a su casa, pues ya la luna estaba alta y al día siguiente partirán a Nápoles…
Cuando llegó a casa, Marco Aurelio y Alexandra le esperaban.
Y Aurora está haciendo los últimos preparativos del viaje.
Cuando están reunidos todos en la biblioteca,
Marco Aurelio le preguntó:
– ¿Viste a Diana?
Maximiliano contestó:
– Cuando llegué acababan de traerla del calabozo del Tullianum. Poco después la sentenciaron y…
Refiere todo el proceso y el martirio de Diana.
Concluye:
– Narciso Haloto fue el acusador. Es espía al servicio del Questor. Y desde que Nerón autorizó el arresto de los patricios cristianos, Haloto y Tigelino han implementado todo un elaborado proceso judicial, para que no se les escape nadie…
– Nerón había dicho que no era conveniente todavía, ¿Por qué lo adelantó?
– Popea y él quedaron muy despechados por el fracaso de su plan en el Circo con ustedes. Ahora lo único que les alienta, es desfogar su venganza contra nosotros…
Marco Aurelio sonrió, al escuchar a su tío expresar su total confesión como cristiano.
Petronio cambió radicalmente.
Y nada queda del antiguo sibarita, epicúreo y materialista.
El Maximiliano de ahora es un hombre muy diferente…
Lo único que mantiene del pasado, es su innata elegancia, que lo ha caracterizado siempre.
Cuando supo del arresto de Diana, lloró como un niño.
La joven le marcó espiritualmente y no pudo contener su quebranto…
Pero tuvo que mantener la prudencia, porque su situación en la corte es muy delicada.
La espada de Damocles pende sobre su cabeza y es imposible determinar, cuando Nerón la dejará caer sobre él.
Maximiliano les muestra el anillo que le diera Samuel y dice:
– Es la alianza de su consagración como virgen de Dios y será la inspiración, para cuando llegue también mi hora… Me vine después de despedirme de ella, cuando la recuperaron del río.
El César ha nombrado a Haloto para que ejerza el poder en su ausencia. Helio su liberto y él, regirán los destinos del Imperio, el tiempo que dure el viaje a Acaya.
Haloto es mil veces peor que Tigelino, así que te puedes imaginar lo que le espera al Imperio.
Marco Aurelio exclamó sin ocultar su preocupación:
– ¡Y a los cristianos! ¿Qué vamos a hacer?
La voz clara de Alexandra, interviene con dulzura:
– ¿Acaso ustedes se olvidan de que nuestro destino está en manos del Señor?
Aurora confirmó:
– ¡Así es! Vamos a orar para conocer su Voluntad. Él nos dirá lo que deberemos hacer.
Después Maximiliano y Aurora se despiden y se van, prometiendo escribirles a Sicilia.
Mientras tanto, en el barrio del Trastévere…
En la hermosa casa de Fernanda y Nicolás.
En medio de la devastación de la Persecución, fueron delatados por un espía del Questor y Nicolás fue arrestado.
La casa ha sido saqueada y ha sido despojada de toda riqueza.
El desorden muestra la violencia con que procedieron los enviados del César y los perseguidores.
Fernanda está en una amplia sala semivacía y ruega fervorosamente. Llora, pero sin desesperación.
Un llanto nacido de un dolor profundo en el que hay infusa una fortaleza sobrenatural. El dolor humano de haber perdido a su santo esposo…
Entra el sacerdote Luca seguido de un diácono y dos hermanos más.
La saludan:
– La Paz sea contigo, Fernanda.
Fernanda contesta:
– La Paz sea contigo, hermano. ¿Y mi esposo?
– Su cuerpo reposa en paz y su alma se alegra en Dios. También la de Emiliano. La sangre de los mártires ha subido como incienso hasta el trono del Cordero.
Unida a la de Máximo, el verdugo convertido por el testimonio de Nicolás. No habíamos podido traerte las reliquias para no dejarlas caer en manos de profanadores.
– No las necesito. Mi corona ya desciende. Pronto estaré dónde está mi esposo. Ruega hermano por mi alma. Y vete ya. Esta casa ya no es segura…
Cuida de no caer entre las garras de los lobos, para que el Rebaño no se quede sin pastores. Sabréis cuando será la hora de venir por mí. La Paz sea con vosotros, hermanos.Fernanda tiene arresto domiciliario y está prisionera en su casa.
Cuando se queda sola otra vez, ruega envuelta en una luminosidad vivísima. Y mientras las lágrimas descienden de sus ojos, una sonrisa celestial se dibujó en sus labios.
Es un hermoso contraste en el cual se ve el dolor humano, fundido con el gozo sobrenatural.
Después llegan los que la llevarán al Tribunal para ser interrogada. Ante el Questor es instada a ofrecer sacrificios a los dioses.
Al rehusarse, es condenada a morir ahogada en las termas de su propia casa.
La encadenan con pesados lastres y la arrojan al Thepidarium que está lleno de agua hirviente…
Pero al ser ejecutada la sentencia, ella resurge totalmente libre y queda flotando en el aire como a un palmo sobre el agua ¡Y ni siquiera está mojada!
Siendo preservada de esta manera y viendo que todos los intentos por ahogarla resultan inútiles…
Entonces el Questor decide decapitarla como a Nicolás y es la orden que da al jefe de los verdugos.
Éste, por tres veces descarga la espada en su cuello y no consigue desprender la cabeza del tronco.
La conminan nuevamente para que adore a los dioses.
Con su garganta destrozada, ella no puede hablar.
Pero a pesar de todo, Fernanda logra hacer con señas su profesión de Fe.
El Questor furioso, pues no logró su propósito, la deja moribunda con un tajo en la yugular y se van…
Poco tiempo después, ella muere desangrada….
HERMANO EN CRISTO JESUS: