2 SUFRIMIENTO ETERNO
Seguimos caminando por aquel ancho camino y encontramos hombres que venían cabizbajos, con la lengua afuera. Se las machacaban con piedras, les quemaban las manos y los pies y los atravesaban con punzones.
Los demonios descargaban toda su ira infernal contra estos hombres.
Viendo cómo sufrían, pregunté:
– ¿Estos quiénes son y porqué sufren tanto?
Y me dijo el Señor:
– Son los llamados a la más alta gloria de los cielos pero la han perdido. Se han vendido y me han vendido.
Ellos son mis sacerdotes. Los pecados del sacerdote son doble pena para Mí y por eso su castigo es doble.
Son martirizados en la lengua, porque han callado mi Santa Palabra y fueron perros silenciosos, tartamudeando al hablar.
Se han consumido en las pasiones y llenado de mosto y vino. Para ellos son la maldición y el Fuego Eterno.
También vi mujeres y hombres al lado de ellos, que sufrían grandes penas y pregunté:
– ¿Quiénes son estos?
Y Jesús me dijo:
– Son los que han pecado con ellos.
La mujer que hace caer a un sacerdote, más le valiera no haber nacido, porque es más maldita que Judas.
Lo mismo el hombre que hace pecar a un sacerdote.
Detrás de ellos había una multitud que seguían ese mismo camino y sufrían iguales tormentos…
Yo pregunté:
– ¿Y estos quiénes son?
Y Jesús me respondió:
– Son todos aquellos que se alejaron de Mí y de mi iglesia por el pecado del sacerdote y NO oraron por él.
El sacerdote se hizo para salvar a los hombres. Si no lo hace, lo ayudan a condenar. Pues mi Palabra dice: ‘Los guardianes de mi templo están ciegos, ninguno hace nada, son todos perros mudos incapaces de ladrar, vigilantes perezosos que les gusta dormir. Perros hambrientos que jamás se hartan.
Y son ellos los pastores, pero no saben comprender, cada uno va por su camino. Cada uno busca su interés, vengan dicen, busquen vinos y emborrachémonos con los licores.
No ayudan al inocente y hacen desaparecer a los hombres fieles’ (Isaias-56-9)”.
Detrás de estos, venían otros hombres y mujeres que sufrían iguales tormentos; al mirarlos le pregunté:
– ¿Quiénes son?
Y Él me dijo:
– Son todos los religiosos y religiosas, que han traicionado sus votos. Nadie ha orado por ellos, para que me amen y logren salvarse. No hablen nunca mal de los míos.
Es como si se untaran el dedo con chile y me lo metieran en el ojo. Solamente oren mucho por ellos y NO me causen ustedes más tormentos.
Me dio una gran tristeza escuchar este reproche.
Luego vi hombres y mujeres que llevaban vendados los ojos y detrás de ellos iban muchos encadenados.
Los demonios los insultaban, los golpeaban y los violaban.
Su tormento era muy cruel y pregunté:
– ¿Quiénes son estos?
Y Jesús me respondió:
– Son todos los brujos, hechiceros y adoradores del Mal, que se han dejado enceguecer por Satanás.
A ellos les esperan los máximos tormentos, porque en la tierra vivieron más cerca de mi Gran Enemigo, que de Mí.
Y sufrirán inmensamente por haber servido en el Mal, libre y voluntariamente.
Los encadenados son todos aquellos que los consultan y todos aquellos que les mandaron hacer un maleficio de brujería.
Es preferible que mataran cara a cara y no así…
Pues escrito está que mi Padre no salvará a esa raza. ¡Fuera de Mí, perros malditos, para ustedes no habrá fuego ni brazas para calentar el pan! (Isaías 47- 12).
En el Reino del Anticristo, son demasiados los satanistas consagrados completamente al Adversario.
Oren, oren, porque hay muchos que todavía están vivos y que pueden arrepentirse…
También la multitud que les sigue y sufren tormentos, son los creyentes en horóscopos, invocadores de espíritus. Los nigromantes, clarividentes y sus consultantes.
Su idolatría y su contubernio con Satanás, los hace merecedores del Fuego Eterno del Infierno.
Enseguida vi hombres y mujeres atados por cadenas en las manos.
Cada uno tiraba por su lado, se derribaban y se caían entre sí.
Los demonios les decían: ¡Por tu culpa sufres!
Unos a otros se azuzaban: ¡Dénles más duro!
Yo pregunté:
– ¿Quiénes son?
Jesús me dijo:
– Son todos mis matrimonios que no viven en paz, ni se respetan obedeciendo mis Mandamientos.
Viven profanando el Sacramento del Matrimonio y violando los juramentos que hicieron ante Mí.
Su sacrilegio convierte su unión en una maldición.
Son dos fieras unidas por una misma cadena.
– ¿Por qué van al infierno?
– Besa mi mano.
Lo hice y Él me la colocó en los ojos.
Y vi cómo en esos hogares había insultos, celos, peleas.
Y Satanás le gritaba a JESUS:
¡Mira como tengo a tus matrimonios! ¿De qué te sirvió santificarlos con el Sacramento? ¿Ves cómo están pecando? Y sólo por esto, cómo la primera pareja me pertenecen. Pero ahora haré que pierdan la gloria…
No permitiré que oren, ni que vayan a Misa. No se convertirán, porque no hay quién ore por ellos. Y ninguno desea arrepentirse y cambiar. ¡Ahora se odian! Y yo haré que se aborrezcan siempre más.
Cuando se divorcien o yo consiga que se enamoren perdidamente de otros. Con el Adulterio, estarán totalmente perdidos para Ti y ellos mismos me entregarán más almas. Pues desde que son míos, yo controlo sus sentidos y ellos con sus cuerpos, me pertenecen por completo.
¡Y NO! ¡No me los quitarás!
Y se reía a carcajadas…
Mientras Jesús lloraba.
A continuación vi hombres y mujeres atados por los pies que sufrían peor que los anteriores.
Y pregunté:
– ¿Éstos quiénes son?
Y Jesús me contestó:
– Son todos los que viven sin casarse o han cometido adulterio o fornicación.
– ¿Por qué van al infierno?
Y Él me tocó los ojos.
Y vi que Jesús bendecía todas las uniones entre el hombre y la mujer cuando estaban íntimamente, como la primera pareja.
Pero cuando no estaban casados; era Satanás el que consumaba sus uniones, gozando a través de la posesión de sus cuerpos, glorificando la lujuria y golpeando al Señor Jesús.
El Señor me explicó:
– Los adúlteros, son criminales y ladrones de la peor especie. Pues además, también perjudican destruyendo las vidas y asesinando las almas de los hijos inocentes.
Ningún hogar puede cimentarse sobre la traición, el arma favorita de Satanás. Ni edificarlo con la sangre y el dolor del prójimo.
Es un crimen pérfido sobre los inocentes, que invoca toda la Justicia Divina sobre los trasgresores.
Mientras tanto, yo seguía viendo como por medio de este pecado, Satanás le escupía la cara a Jesús diciendo:
– Mira a tu criatura, el hombre… Convertido por mí en una bestia aun peor que ella, ¿De qué te sirvió morir por ellos?
Yo destruiré tu Sacramento que les permite unirse santamente y lo convertiré en el sacrilegio, que los sella con mi signo y los convierte en mi posesión absoluta.
Haré de cada lecho un fuego infernal envuelto en pasiones ilícitas…
Pues a mí SÍ me escuchan. Aunque yo no les ofrezco ningún reino de paz, sino de mucho dolor…
Y JESUS me dijo:
– Mi sufrimiento para ellos ha sido inútil, por eso están en el Infierno.
Y entonces vi que uno de los castigos para ellos, es ver al hombre o mujer por el cual se condenaron en su pecho.
Satanás les dio un cuchillo filoso, con el que ellos mismos se cortaban y sacaban pedazos de carne hasta llegar al corazón, diciendo con odio: “¡Maldito, maldito, por tu culpa estoy aquí en este infierno! ¡Te quiero sacar de mi pecho para siempre, pero no puedo!
Luego encontramos hombres encadenados con hombres y mujeres encadenadas con mujeres.
Atados por la cintura y que se balanceaban como animales salvajes, arrastrando una presa.
Pregunté:
– Señor Jesús, ¿Estos quiénes son y porqué sufren?
El Señor Jesús me dijo:
– Son toda clase de homosexuales y lesbianas, que libremente me rechazaron y NO fueron capaces de ser castos ofreciéndome su vida y sus sacrificios.
Y pude ver cómo los demonios se revolcaban en el lecho poseyendo a estos pobres seres, deleitando su lujuria a través de ellos; aumentando sus pasiones sin llegar a ser saciados nunca.
Y también cómo los espíritus que los habían poseído, los atormentaron en sus partes nobles con las que pecaron…
Y de una forma cruelísima y horripilante, les atravesaban palos desde el ano hasta la boca y con ellos les giraban como si fueran divertidos trofeos…
Yo pregunté:
– ¿Qué es la presa?…
Y Él me contestó:
– Son todos aquellos que se acostaron con ellos y usaron el sexo de manera perversa. Toda relación anal la condeno, porque es contra natura…
Y también condeno a los que cometen crímenes de Odio, contra estos pobrecitos pecadores. No lo olviden nunca: solamente Yo juzgo…
Y el que se atreve a juzgarlos condenándolos, se convierte en cómplice del mismo pecado…
Oren porque todavía hay muchos que están vivos y pueden salvarse, al arrepentirse.
La persona homosexual que me ofrezca su castidad a Mí y viva sin hacer pecar a nadie. Yo le derramo mi Infinita Misericordia, porque los amo a todos infinitamente.
Y quién se ofrece a sí mismo como sacrificio vivo y santo, en una donación completa…
YO LE AYUDO A CONTROLAR SUS APETITOS
Y con el Amor de Fusión, los convierto en VENCEDORES.
Para mí absoluto horror…
Después vi muchísimos hombres y mujeres con caras de animales, que sufrían espantosamente.
Y al lado de ellos, unos que llevaban unas como cintas de películas y unas hojas o revistas donde habían mujeres y hombres desnudos…
Que también eran atormentados atrozmente a manos de los demonios.
Y le pregunté al Señor:
– ¿Quiénes son? ¿También ellos van al infierno?
Jesús me contestó:
– Sí. Van al infierno porque no se arrepienten. Los primeros son todos los que han tenido intimidad con los animales, rebajándose al nivel de la bestia y aún más que ella; porque si ella tuviese razonamiento, no lo haría.
Mi creación obedece las leyes que les he dado. Solamente el hombre es un rebelde, instigado por la Malicia del Rebelde. Y todo aquel que hace del sexo una obsesión y una adicción…
A través de películas, revistas, chistes grotescos, prostitución, palabras de mal sentido y llenas de obscenidad, aprendidas del Amo al que adoraron y al que ahora pertenecen en cuerpo y alma, por toda la eternidad; son dignos del Fuego Eterno, con todos sus tormentos.
Pues han aprendido a hablar con la bajeza de Satanás y NO el lenguaje del Cielo, viviendo la santidad y pureza de DIOS Uno y Trino.
Había muchos hombres y mujeres de diferentes edades que caminaban como ciegos golpeándose con todo.
Y un demonio estaba al pie de ellos, derribándolos una y otra vez.
Pregunté:
– ¿Y estos quienes son Señor?
Y Él me dijo:
– Son todos los borrachos, los alcohólicos y drogadictos. Porque han destrozado el templo de Espíritu Santo, donde mora la Trinidad Santa: su propio cuerpo.
Y han hecho daño a sus semejantes, a sus familias, olvidándose del Primer Mandamiento: Amar a DIOS y al prójimo como a sí mismo. Estos NO han aprendido, ni siquiera a amarse a sí mismos.
Y al lado de ellos, iba una multitud de personas de diferentes edades, con los labios reventados y con humo en la nariz.
Pregunté:
– ¿Y estos quiénes son?
Y ÉL me contestó:
– Son los fumadores de toda clase de hierbas, drogas, cigarros o diversos vicios. Y van porque no han amado su propio cuerpo. Y los que van con ellos, son los mercaderes de la muerte y todos los que se los ofrecieron incitándolos a pecar.
Yo les he dicho, que el que regala un vaso de agua, es digno de Cielo Eterno. Pero también quien ofrece o induce pecar a alguien, es digno del Fuego Eterno. Todos lo que están aquí, rechazaron cambiar su vida y nadie oró por ellos, para librarlos de este castigo.
Continuamos caminando y encontramos a una gran muchedumbre de hombres y mujeres con vestuarios indecentes.
Y detrás de ellos, un gran número de hombres y mujeres.
Y pregunté:
– ¿Por qué están en el Infierno y por qué los atormentan?
Jesús me contestó:
– Porque usaron su cuerpo para corromper a su prójimo.
Y los que se dejaron seducir, tampoco se arrepintieron.
Siguieron muchísimos hombres y mujeres de toda edad. Hasta niños con las manos cortadas y algunos sin dedos.
Los Demonios les clavaban con suma crueldad en todo el cuerpo, una especie de agujas largas y ardientes al rojo vivo, que los hacían lucir como alfileteros flameantes.
Y le pregunté:
– ¿Quiénes son y porqué están en el Infierno?
Y Él me dijo:
– Son todos los tramposos, los ladrones, los estafadores, los que no pagan sus deudas. Los que se dedicaron sólo al trabajo, los avarientos. Todos los que en su corazón solo estaba el dios dinero y nunca dieron una limosna al pobre, ni ayudaron al más pequeño de sus hermanos.
Son todos aquellos que al final les tendré que decir: ‘¡Apártate de Mi maldito, vete al Fuego Eterno, preparado para el diablo y sus ángeles! Pues tuve hambre y no me dieron de comer, sed y no me dieron de beber. Fui forastero y no me alojaron, desnudo y no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron. (Mateo 25.)
Todos los llamados a la caridad, los despreciaron con su corazón de piedra.
Enseguida vi familias y padres e hijos golpeándose. De sus bocas salieron llamas de fuego. Y pregunté:
– ¿Por qué vienen aquí y por qué los atormenta el demonio. Por qué escupen fuego?
Y Él me dijo:
– Son los padres que no se hicieron amar y respetar con sus hijos. Y ellos los insultaron.
Son los hijos altaneros y groseros con sus padres.
Los que terminan maltratándolos y son profanadores del Cuarto Mandamiento.
– ¿Por qué van ellos están aquí?
– Al final, cuando cada uno se presente ante el Justo Juez si NO fueron buenos, van a decir: ‘Maldito de mí por no haber respetado y amado a mis padres.’ Y por esa maldición van al infierno.
O van a decir: ‘Maldito soy por no obedecer y seguir la fe católica’ O ‘Malditos mis padres porque no me enseñaron a respetarlos y amarlos.’ Por esa maldición los padres van al infierno.
Por eso los padres deben respetar y dar amor a sus hijos. Jamás tratarlos con insultos.
Y entonces vi que en esas casas, donde el padre y la madre insultan a sus hijos; los demonios salen de sus bocas como gusanos o serpientes que se arrastran.
Y luego van y se meten a los hijos o al cónyuge que está lejos. Y hacen de todo para destruirlos y llenarlos de odio.
También vi que la única manera para acabar esos demonios en esas casas, es rezar el Santo Rosario.
Entonces el Señor me trasladó hasta un camino muy ancho y pavimentado.
Era muy hermoso y estaba muy adornado con fuentes de mucho artificio y grandes monumentos que no reconocí.
Allí vi hombres y mujeres de todas las edades, que llevaban la lengua afuera.
Y un demonio, iba montado sobre sus hombros, metiéndoles su lengua en la boca de ellos.
Era una gran cantidad y le pregunte al Señor:
– ¿Quiénes son Señor, y por qué traen ese demonio?
Y Jesús me dijo:
– Son todos los chismosos, calumniadores, mentirosos. Son todos aquellos incapaces de domar la lengua.
Que hicieron mal, pues está cargada de veneno mortal, como escrito está en mi apóstol Santiago “Sepan domar su lengua”
El Demonio que llevan es el demonio del chisme. No se arrepintieron de su maldad y por eso recorren el Camino del Abismo hacia el infierno, donde los espera un terrible castigo.
Luego encontramos hombres y mujeres que de sus bocas salían sapos y víboras.
Y Pregunté:
– ¿Y estos quiénes son?
Jesús estaba muy triste y dijo:
– Son todos los que pudieron enseñar mi Fe y mi Doctrina y NO lo hicieron.
Pero sí enseñaron cosas falsas basadas en teorías sin poderse comprobar. Son los maestros, escritores, catequistas, sacerdotes y padres de familia. Todos los mentores y todo el que pudo enseñar la fe en Mí y prefirieron destruir la Fe de los demás.
Toda persona que escandalice y destruya la fe de mis pequeños niños, es digno del Fuego del rigor de Dios.
Porque está escrito: ¡Ay del que enseñe otra palabra! ¡Ay del que escandalice a uno de estos pequeños! Más le valiera amarrarse una piedra de moler al cuello y tirarse al mar.
Conociendo la Verdad, no se arrepintieron y su castigo es de los más tremendos.
A continuación encontramos gente de todas las clases sociales y de diversas edades, que arrojaban dinero al aire y alrededor de ellos, había muchas personas muriéndose de hambre…
Pregunté:
– ¿Y estos quiénes son y porque van al infierno?
Y Jesús me dijo:
– Son todos los que desperdician sus riquezas materiales en vanidades y lujos que alimentan la molicie.
Son los que compran cosas innecesarias; hacen fiestas para sus deleites, invitando únicamente a los que pueden corresponderles con algo equivalente o superior y les retribuyen invitándoles a otras fiestas, donde honran su egolatría.
Son todos los que desperdiciaron comprando demasiados manjares y exquisiteces y las dejan dañar en sus refrigeradores en vez de regalarlas.
Nunca hacen obras de misericordia, solo piensan en ellos mismos con una idolatría repugnante; mientras alrededor del mundo, demasiados menesterosos se mueren de hambre.
Luego vi jóvenes que llevaban audífonos en sus oídos, conectados a un aparato digital.
Caminaban como sonámbulos… Por esos aparatos les entraban escorpiones, sapos y muerte.
Y pregunté:
– ¿Quiénes son?
Y Jesús me contestó:
– Son todos aquellos que escuchan música satánica: rock, la música metálica y se han convertido en adoradores de Satanás que los lleva a la Muerte Eterna y les hace perder el sentido de la vida.
Son todos los que entran al culto satánico en las discotecas o en sus casas se encierran utilizando todas sus energías, en la tecnología maldita del Anticristo. Para ellos la vida no tiene sentido, ni propósito. Se vuelven perezosos y rebeldes.
De esta manera la pobre juventud es arrastrada hacia el Abismo y ya no hay inocencia en los mayores de 4 años. La maldita televisión y la música los han pervertido y su corazón enceguecido se aleja cada vez más de Mí.
Satanás los está enseñando a ser impíos y blasfemos.
A continuación vi a una gran multitud de hombres y mujeres de toda clase, que caminaban de espalda y un demonio los arrastraba.
Al caminar tropezaban con otros y los hacían caer.
Pregunté:
– ¿Señor, éstos quiénes son?
Y Él me dijo:
– Son todos aquellos que me iban siguiendo por el Camino del Cielo; pero las dificultades, los tropiezos, el desaliento, los problemas con los mismos grupos; los hicieron que me abandonaran y hoy van camino al Infierno, arrastrando consigo a otros.
A todos estos les es difícil volver a Mí. Porque tienen un demonio que los detiene. Este demonio al final los entregará a Satanás y recibirán más honores por haber vencido y llevar como trofeo, a uno de los míos.
Nadie ha orado por ellos y mi Corazón se hiere continuamente, por estos nuevos Judas que NO quieren sufrir por Mí.
Enseguida vimos a hombres y mujeres de diferentes edades y clases, golpeándose el pecho con un cuchillo y luchando por quitar un espectro humano, que ellos sentían adheridos desde el pecho hasta sus ingles.
Al golpearse, sus heridas sangraban mucho, mientras que un Demonio les gritaba: ¡Tú has sufrido mucho por culpa de él! ¡Dale más duro! ¡Dale más duro! ¡No le perdones! ¡No le perdones!
Entonces pregunté:
– ¿Quiénes son éstos Señor y quienes son los que están en su pecho?
El Señor me explicó:
– Son todos aquellos que nunca han perdonado la falta de sus hermanos, guardan rencores, odio, resentimiento, rencillas, pensando que fueron los únicos que sufrieron.
Las personas que llevan en el pecho, son sus supuestos enemigos. Y por eternidad de eternidades, los llevarán en el pecho como castigo.
Oren mucho, para que los que odian como ellos y todavía están ahora vivos en la Tierra.
Perdonen como Yo Perdono.
Porque si no perdonan las faltas de sus hermanos y deciden seguir adorando su rencor; mi Padre tampoco les perdonará.
Seguimos caminando y vi hombres y mujeres; jóvenes y niños de todas las clases; iban dando vueltas entre sí como perdidos y confusos…
Los demonios los cubrían con sus sombras mientras les repetían incesantemente: ¡No crean, no crean, no crean!
Y pregunté:
– ¿Quiénes son?
Y Jesús me dijo:
– Son todos aquellos, que pertenecen a mi iglesia o pertenecieron, pero que abandonaron los Sacramentos. O si acuden NO CREEN en ellos, ni en la gracia ni en el poder santificador a través de ellos; porque han despreciado al DIOS de la Verdad, por la mentira.
Quienes más sufrirán, son los que NO creyeron en mi Real Presencia en la Sagrada Eucaristía, profanaron mi Iglesia con su presencia blasfema y se hicieron sacrílegos.
Pues mi Carne es verdadera comida, mi Sangre es verdadera bebida y quien come mi Carne y bebe mi Sangre; permanece en Mí y yo le resucitaré el Último Día.
Oren mucho por ellos; porque algunos todavía están vivos y pueden convertirse.
Siguió una gran muchedumbre de hombres, jóvenes, mujeres y niños con edad de razón, que caminaban a tientas, pisaban cualquier luz que los podía iluminar …
Y los demonios les gritaban: ¡No crean! ¡No crean en la Luz! ¡No crean!
Y pregunté:
– ¿Quiénes son?
Y el Señor Jesús me dijo:
– Son todos aquellos, que han cometido pecados que no los han confesado: Por pena o porque no creen. O si lo confesaron, no lo hicieron con verdadero arrepentimiento.
DIOS conoce el corazón de cada hombre. Oren mucho para que se conviertan, pues esos pecados los están arrastrando velozmente hacia el Abismo y Satanás los está esperando para regodearse en martirizarlos, hiriéndome a Mí.
Porque sólo aquel que confiese su pecado y sea perdonado, puede entrar en el Reino de los Cielos.
Entonces exclamé:
– ¡Oh Señor JESUS, DIOS mío! Entonces ¿Quién puede salvarse?
Él me contestó:
– Tú ven y sígueme.
Ora con el Rosario de mi Madre Santísima. Para DIOS NADA ES IMPOSIBLE…
Callé y seguimos caminando.
Encontramos miles, miles y miles que recorrían el fácil y atrayente camino del Infierno.
Ya no pregunté quienes eran ellos. Sólo iba pensando: ¡Misericordia DIOS mío! ¡Misericordia Señor!…
Y empecé a rezar la Coronilla de la Misericordia…
Él tampoco me dijo quiénes eran, ni cuál fue su pecado. Eran de toda edad y de toda clase.
De una manera inexplicable, comprendí que eran de toda religión, fe y creencia. Porque DIOS hace juicio sobre toda persona que venga a esta tierra, nazca donde nazca y crea en lo que crea.