D102 UN VIAJE ATERRADOR 2
CUMPLIMIENTO
Una doctora ha acumulado 17 años de experiencias personales y muchas otras ligadas a la cercanía de la muerte y analiza la evidencia
Las unidades de paliativos o cuidados intensivos de los hospitales guardan una estrecha relación con la muerte, dando lugar a numerosas experiencias que se escapan a cualquier explicación racional.
Pacientes que intuyen el momento exacto en el que van a morir, otros que parecen decidir por sí mismos el día y la hora, adelantando o retrasando su muerte, sueños premonitorios de familiares o presentimientos de terceras personas que, sin ni siquiera saber que alguien está ingresado o ha sufrido un accidente, están seguros de que ha fallecido.
Sólo los profesionales sanitarios que trabajan de cerca con los pacientes terminales conocen de primera mano el alcance y variedad de estas extrañas experiencias.
La ciencia no ha podido ser capaz de ofrecer algún tipo de respuesta, por lo que se suelen describir como sucesos paranormales o sobrenaturales.
Una etiqueta “demasiado vaga para la magnitud de estas experiencias”, según explica la doctora británica Penny Sartori (www.drpennysartori.com), que lleva cerca de 20 años trabajando en la UCI.
Una carrera lo suficientemente sólida como para haber visto de todo, intuir patrones y elaborar hipótesis sobre estos fenómenos.
Tanto es así, que ha preparado una tesis doctoral sobre estas cuestiones, cuyas principales conclusiones adelantó en el libro “The Wisdom Of Near-Death Experiences” (La sabiduría de las experiencias cercanas a la muerte) (Watkins Publishing), que salió a la venta el 6 de febrero de 2014.
A lo largo de toda su carrera, Sartori se ha entrevistado con pacientes que han vivido experiencias cercanas a la muerte (ECM), así como con familiares que han vivido de cerca experiencias de muerte compartida (EMC).
La cantidad y la repetición de patrones, hacen que la doctora descarte la hipótesis de la casualidad o la imposibilidad de hallar un razonamiento lógico para este extendido fenómeno.
Su tesis principal se centra en que “nuestro cerebro es independiente de la conciencia. Es el medio para canalizarla, por lo que en realidad es físicamente ajena al cuerpo”.
Una idea que explicaría, añade, por qué “el alma y la conciencia pueden experimentarse al margen del cuerpo”, como en las ECM o en la meditación budista.
Los ejemplos de los que Sartori se vale en su libro son muy numerosos, pero todos suelen coincidir en quelos pacientes que viven estas ECM son siempre los que abrazan la muerte de la forma más tranquila y feliz, al igual que los familiares que presienten la muerte de sus seres queridos.
¿Por qué? Según las entrevistas que ha mantenido con estos últimos se debe a que están convencidos de que sólo se trata del fin de la vida terrenal.
Al margen de que se trate de personas creyentes, agnósticas o ateas, todas ellas tienen el sueño o la visión de cómo su familiar se va de este mundo guiado por alguien (cónyuges ya fallecidos, seres anónimos o ángeles) y lo hace con una clara sensación de “paz y amor”.
Y aunque existan muchas ECM que revelen exactamente lo contrario, son muy pocos los que están dispuestos a compartirlo como el ejemplo que veremos a continuación.
Una enfermera de Michigan relata esta historia que le compartió un paciente al que ella cuidó hasta su muerte y a quien llama Alan.
Él estaba sucumbiendo al cáncer de vejiga que había hecho metástasis “en todas partes“.
En su lecho de muerte Alan de 77 años, un ex ingeniero que era dueño de su propia compañía, relató cómo él había tenido una experiencia cercana a la muerte veintidós años antes, durante una cirugía a corazón abierto.
La enfermera lo grabó en detalle, al punto que está escribiendo un libro, donde reúne las experiencias cercanas a la muerte que le han compartido, mientras cuidó de sus pacientes en la unidad de cuidados intensivos y otros en el asilo donde ahora trabaja.
La historia de Alan, tuvo este evento crucial que le cambió drásticamente su vida:
A Alan le fue mostrado una parte del Infierno (Cómo lo estudiaremos en otro post) por el Arcángel Miguel, bajo la dirección de Jesús, que lo salvó después de muchísimas oraciones de intercesión por él.
Dios permitió todo lo sucedido para su conversión y para que diese testimonio a muchos más.
Su destino hubiera sido el Infierno si él hubiera muerto en ese momento particular, porque había sido frío, egoísta, un compañero grosero, sin ni siquiera amor hacia su esposa e hijos.
Un hombre que se preocupaba sólo por el dinero y su comodidad personal, que se rió de la idea de Dios cuando un anestesiólogo se ofreció a rezar con él.
Así de alejado estaba de todas las cosas espirituales que enseña la Iglesia.
EL JUICIO
Como Alan dijo:
Yo fui triturado, completamente aplastado por mi propia pecaminosidad. Vi a mi alma como Dios la ve y fue una experiencia horrorosa.
Mi alma estaba cubierta de agujeros y suciedad; una inmundicia que había acumulado y amontonado sobre mí mismo de muy buena gana. Tanto, que me había vuelto irreconocible.
Era como un cadáver en descomposición, cubierto de supuración, rancio, viviendo en suciedad; pero pesándome, gritando mi vergüenza ante mi Dios.
Yo quería correr, huir desesperadamente, pero no había ningún sitio donde ir. Parecía estar pegado al lugar y obligado a ver todo, sin excusa, sin alivio, sin lugar donde esconderme…
Y mi vergüenza creció más y más, al estar frente a Dios, ante tal Pureza incomprensible.
Todo el Conocimiento Total, lo asimilamos en un instante. Nada queda oculto, el Misterio se revela en toda su grandiosa infinitud y aumenta nuestra culpabilidad y nuestra responsabilidad de TODO cuanto hicimos.
Comprendí que nosotros dictamos nuestra propia sentencia.
El Juicio lo iba a dictar yo mismo; pero no se me permitió. Ni siquiera podía mirar a Jesús y me sentí aniquilado.
Lo siguiente que supe, fue que mis guías y yo estábamos de pie, en un valle completamente desolado y rodeado de enormes montañas negras, puntiagudas y estériles.
Su base era profunda, más profundo que el camino en que estábamos parados y que se extendía a profundidades que parecían no tener fin, ni fondo.
Caminamos por este mismo camino ancho y descendimos lentamente. Al principio el camino era suave, pero a medida que avanzamos se convirtió en empinado y resbaladizo.
Temí caer, porque en cada lado de la vía había horribles criaturas, arrastrándose en la oscuridad, gruñendo y maldiciéndome, extendiendo sus manos tratando de agarrar mis talones.
Cuanto más profundo fuimos, más pesado era el aire y más oscuro se puso el ambiente. A lo lejos, oí muy débilmente un terrible alboroto, peleando, discutiendo y gritando.
Yo no quería ir más lejos y pedí a mis ángeles que por favor me sacaran de allí.
Me dijeron:
– ‘Tienes que ver lo que le espera a los pecadores que rechazan a Dios’.
Continuamos caminando más y más, hacia una inmensa, casi tangible y viva oscuridad.
Al final de nuestro descenso había una estructura enorme y formidable que parecía no terminar nunca, tanto en profundidad y altura.
El miedo que se apoderó de mí fue abrumador y yo quería huir, pero fui detenido firmemente por mis guías angélicos.
Las inmensas puertas estaban cerradas, aseguradas con enormes pernos negros en la parte exterior.
Miguel levantó la mano, los bloqueos se liberaron y las puertas se abrieron.
Inmediatamente un nauseabundo hedor llenó mi nariz, la quemaba y me daba náuseas. Parecía igual que la carne podrida en el calor de un sol de verano o la quema de alquitrán y azufre.
Era aterrador y yo estaba tan asustado que me aferré a mi ángel de la guarda.
Cuando las puertas se abrieron por completo, los sonidos que golpearon mis oídos me hicieron estremecer de pavor.
Fueron gritos guturales en un lenguaje tan absolutamente asqueroso, que nunca volvería a repetirlos a nadie.
La cacofonía de gritos, blasfemias, y llanto continuo saturaban el aire y reverberaban a través de mí, llenándome de un miedo intenso y un terror inenarrable.
Cuando entramos, mi mente se colmó de un conocimiento inmediato de cada una de las almas que vi encarceladas aquí.
Fui testigo en este lugar de un sufrimiento tan indescriptible, que las palabras no pueden reproducir todos los aspectos.
El hedor y el calor son completamente insoportables. A mi derecha vi unas paredes negras dentro de las que estaban tallados pequeños nichos que se extendían hasta alturas colosales en la piedra ennegrecida.
Había un innumerable número, miles y miles de ellos, cada uno era de estructura y tamaño similar. Eran de forma circular y cada uno contenía un alma que estaba encajada en él incapaz de moverse, incapaz de ajustarse a ninguna comodidad.
Sus rostros estaban vueltos hacia fuera, hacia el centro de esta mazmorra y ellos lloraban, gritaban y maldecían continuamente.
Ojos saltones con expresiones de tortura, odio y la desesperación tan insoportable, que me forzó a apartar la mirada.
Mi ángel dijo:
– ¡Mira!” -y repitió- “¡Mira!”
La desesperación que llenaba a todos y cada uno de ellos era sin tregua.
El conocimiento de cada acción que los llevó a este pozo de oscuridad, siempre se juzgaba ante sus almas en un flujo continuo de remembranza que sólo ellos podían ver.
Además del dolor y la desesperación, sufrían una soledad abrumadora y penetrante.
Tan intenso era su sufrimiento que ninguna palabra existe que pueda describir semejante horror.
Pude ver la causa de su tortura. Ya que sus vidas, continuamente pasaba ante ellos, se detenía en momentos específicos que mostraban un episodio en particular, un pecado en particular.
O una oportunidad de haber hecho el bien, en el que optaron por no hacer nada.
Ellos gritaban insultos contra Dios, maldiciendo los nombres de los padres, amantes, incluso a sus propios hijos.
Escenas repitiéndose una y otra vez, no sólo de sus propios pecados, sino cómo sus pecados afectaron a otras personas.
El daño que habían causado, cómo sus palabras destruyeron a otras personas.
Si otra alma terminaba en este Abismo debido a sus acciones, también eran responsables de esa alma a tal punto, que se intensificaban sus sufrimientos el doble o el triple.
Demonios en las formas más espantosas, algunos medio animales, algunos de aspecto humanoide, se ponían junto a los rostros de ciertas almas gritándoles desde su hoyo en la pared.
Estos demonios agarraban los rostros de los torturados y las almas que sufrían y les abrían sus bocas con sus garras tan ampliamente, que les arrancaban la carne a lo largo de los lados de sus mejillas.
Los condenados se ponían blancos, como metal fundido, mientras gritaban con horror. Los demonios los empujaban más profundo en su tortura, mientras lanzaban insultos repugnantes contra ellos.
Pero un nicho estaba vacío y de pie delante de él había un horrible demonio que me señaló, maldiciendo y riéndose.
Y luego señaló con el nicho vacío. Supe de inmediato que ese estaba reservado para mí.
Una y otra vez, cada tortura era superior a la anterior en su brutalidad.
Clamé a mi ángel y traté de huir…
Pero me tranquilicé cuando él me aseguró que la misericordia de Dios no sólo había impedido que estuviera allí, sino también le ordenó protegerme contra cualquier ataque de cualquiera de las criaturas en este lugar.
Mientras permanecíamos en este Abismo, vi una pared desolada llena de celdas. En una celda en particular había un alma horrible, enferma, mirando desorbitadamente y completamente sucia.
Este hombre en particular, en la Tierra había manipulado, maltratado, y obligado a las mujeres a ejercer la prostitución.
Vi que era un cruel tirano, él daba drogas a las mujeres, las golpeaba con frecuencia, hasta que sus cuerpos y sus voluntades estaban completamente rotas.
En la Tierra era conocido por su crueldad y su codicia y estaba poseído de una lujuria insaciable.
Aquí en su prisión, se veía obligado a experimentar una y otra vez lo que él infligió a las mujeres que habían estado bajo su dominio, sólo que magnificado a un grado inimaginable.
Él era mutilado continuamente por las más horribles criaturas que sin piedad desgarraban su piel, le rasgaban parte de la entrepierna hasta la garganta, exponiéndolo al ridículo y a la más increíble humillación.
Una y otra vez, cada tortura era superior a la anterior en su brutalidad y crueldad…
Continuaba gritando sin cesar en busca de ayuda, dejaba escapar gritos guturales suplicando a sus torturadores, que sólo enfurecían acrecentando su odio y su crueldad hacia su víctima.
Al final de cada tortura, su cuerpo se reducía a meros retazos..
Su cuerpo, entonces volvía a la normalidad y sus torturas comenzaban de nuevo.
Explicarlo con palabras es casi imposible. Todas y cada una de estas almas en este lugar sabían exactamente por qué estaban allí. Veían muy claramente las decisiones en su vida que los encarceló.
Véanlo, Dios no nos puso en este Infierno, nosotros nos pusimos allí.
Cada alma en el Juicio ve con perfecta claridad su vida como Dios la ve y entonces se juzgan en su Luz.
No hay refutación, no hay discusión con Dios, porque sus pecados claman su juicio ante la Pureza Absoluta”.
Nuestras acciones, nuestras palabras poco amables, nuestra crueldad, y en última instancia nuestro total rechazo de la Gracia de Dios, es lo que decide nuestro destino.
Se le da a cada alma, incluso hasta el último momento de nuestra vida, la elección de aceptar a Dios o rechazarlo.
Las almas en el Infierno son las que lo rechazan, rechazan su Amor, rechazan su Gracia y lo más importante, rechazan su Misericordia hasta el final.
Incluso después de que lo han visto, se lanzan en este Abismo; porque es peor quedarse de pie delante de Él, que estar en la Oscuridad.
Es absolutamente insoportable Verlo a Él en toda su grandiosa Majestad y mirar nuestra podredumbre y deslealtad.
A medida que continuamos más abajo hacia el centro del Infierno, el ruido y la confusión total proseguía en su escalada más profunda.
Y las torturas infligidas a las almas se volvieron más y más horripilantes.
¡Si tan solo supieran lo que les espera a los pederastas y a todos a los que el Señor ha dicho: “Más les valiera no haber nacido”!
¡Estarían clamando Misericordia desde este mismo momento!
Rápidamente bajamos hasta llegar a lo que parecía ser la parte inferior de una enorme fosa, que contenía una celda inmensa.
Sus puertas eran tan gruesas como altas y se abrieron a la orden de San Miguel.
Cuando se abrieron las puertas, un humo nauseabundo vomitado desde su centro envolvió todo lo que estaba a nuestro alrededor.
Mi ángel levantó su mano cuando nos acercamos a la celda, que estaba llena de una luz brillante.
En las paredes había lo que parecían ser serpientes y sabandijas de tamaño sobrenatural, y se deslizaban y se escabullían.
En el centro de este calabozo había un gran trono que parecía estar hecho de oro y monedas de plata.
Y aunque estaba sucio y manchado, se amontonaban en pilas que formaban una estructura básica de trono y era enorme.
En su base habían almas de seres humanos, algunos con piel, algunos sólo huesos, todos en diferentes grados de descomposición y cubiertos de gusanos.
Cuando los huesos estaban completamente desnudos y toda la carne había caído o había sido devorada por los gusanos, de inmediato se cubrían de piel y todo empezaba de nuevo: ardor, putrefacción, mordiscos.
Estas almas estaban completamente inmóviles bajo el peso de este enorme trono.
Detrás de mí, sentí una presencia aterradora. Una presencia tan completamente maligna y tan llena de odio que yo quería correr, pero estaba tan aterrorizado, que permanecí congelado en el lugar.
Sentí que se me acercaba, con su aliento caliente que fluía sobre la parte de atrás de mi cuello.
Tan completo era su odio hacia mí, que me pareció que el odio me pesaba y me hundía. Instintivamente supe quién era este y sabía que él estaba permanente en su estado.
No sólo no iba a alterar su destino, él nunca lo desearía, nunca.
Su condena se fijó para siempre y se cementó en oposición completa y total a Dios.
Él odiaba por completo todo lo que Dios Es, y por lo tanto odiaba infinitamente más allá de las palabras, todo lo que Dios ha creado.
En su reino maldito, él vomita todo su odio en todas y cada una de esas almas encarceladas en el Infierno.
Estas almas son bombardeados constantemente por él, y están constantemente recordando que podrían haber tenido el Cielo, pero que optaron por el Infierno.
Ellos recuerdan la Belleza de Dios, y ahora están separadas para siempre de ella.
Podrían haber tenido amor, paz y la completa felicidad. Y en su lugar lo han perdido por toda la Eternidad.
Hay un gran número de Niveles del Infierno y cada alma está condenada de acuerdo con sus crímenes.
Estas torturas continúan sin cesar y se repiten una y otra vez, llevadas a cabo por millones y millones de demonios dispuestos.
Alan hizo una pausa en el relato de su historia.
– “Lo siento”, dijo a la enfermera, que está escribiendo un libro acerca de tales experiencias.
Se inclinó hacia delante y se ajustó en la cama.
Y Luego continuó:
Nada puede describir la Presencia del Maligno porque él no se parece a nada de este mundo. No puedo expresar lo suficiente su Odio.
Y su Odio, en ese momento fue dirigido completamente hacia mí.
Mi alma se llenó de una desesperación opresiva, abrumadora, cuando le oí burlarse de mí, no en voz alta; pero podía oír resonando sus palabras sucias dentro de mi mente.
Procedió a decirme por qué yo le pertenecía a él y comenzó a especificar todos los pecados que siempre había hecho.
En mi mente yo traté de tranquilizarme con lo que los ángeles me habían dicho antes, cuando otra acusación me fue arrojada, cada vez con mayor rapidez y fuerza.
Su voz astuta y vulgar me acusaba y me llenaba con tal desesperación, que le rogué a mis guías que me llevaran lejos.
Pero esto sólo intensificó su burla hacia mí y continuó su acusación, enumerando cada una de las razones por las que yo le pertenecía; una tras otra, después de otra más.
Entonces Miguel levantó la mano, lo que detuvo el ataque de Satanás sobre mí.
Y con una atronadora, majestuosa voz, Miguel gritó:
– ¡¡¡Basta!!! ¡Todo ha sido perdonado!
Una luz brillante emanaba de mis guías, que se fue haciendo cada vez más y más brillante. Tanto, que yo veía a Satanás acobardado alejarse de él.
Él empezó a aullar, lanzando blasfemias contra nosotros con un rugido tan atronador, que las paredes de esta mazmorra deberían haber sido destrozadas.
Rápidamente y con fuerza salimos de ese pozo, a través del camino por el que habíamos venido y regresamos hasta llegar a las Puertas de ese horrible Lugar.
Cuando salimos, las puertas se cerraron y los enormes pernos se colocaron con fuerza en su posición anterior, encerrando a sus habitantes para siempre.
Volamos hacia arriba, disparados a una velocidad cada vez mayor y podía oír los gritos blasfemos de Satanás lentamente disminuyendo.
Luego en un instante, estuve fuera de ese horrible Lugar y de nuevo en la luz, lejos del calor y el hedor del Infierno.
Yo estaba tan agradecido de estar fuera de ese pozo negro de suciedad, que lloré.
Aferrado a mi ángel de la guarda, le di las gracias por sacarme de allí.
Llegamos a una parada y Miguel se volvió hacia mí y me dijo:
– Sólo has visto una pequeña muestra de los horrores del Infierno. ¡No lo olvides!
Cuando mis guías desaparecieron, fuí lanzado de nuevo a través de un túnel muy estrecho. De repente me sentí invadido por un dolor insoportable.
Abrí los ojos y estaba tendido sobre mi espalda con un tubo en mi boca.
Médicos y enfermeras me rodeaban, me decían que iban a quitar mi tubo de respiración.
Sentí que mi cabeza me daba vueltas y mi pecho estaba con un intenso y opresivo dolor mientras intentaba respirar.
Yo estaba confundido y asustado y no podía mover los brazos o las piernas. En esta confusión, pensé que ya no me podía mover, porque tal vez me habían empujado hasta mi agujero en la pared del Infierno.
Me puse frenético y concentré todo mi esfuerzo en tratar de zafarme, de lo que estaba aprisionando mis brazos y piernas.
Entonces oí la voz de mi médico explicando de nuevo que me relajara, que la cirugía había terminado y que me iban a quitar mi tubo de respiración.
Fué cuando me di cuenta de que estaba en la Tierra, en el hospital y nunca estuve tan feliz de estar aquí y no en el Infierno.
A partir de aquel momento nada en mi vida fue lo mismo.
En cuanto tuve oportunidad, les pedí la asistencia de un sacerdote, que viniera tan pronto como fuera posible.
Estaba desesperado y le dije a las enfermeras que tenían que darse prisa y conseguirme un sacerdote.
Ningún sacerdote estaba disponible hasta el día siguiente y esa noche no dormí.
Yo no me había confesado desde la escuela primaria y no había ido a Misa desde que estaba en la escuela secundaria.
Cuando el sacerdote llegó al día siguiente, le pedí que escuchara mi confesión; pero no sabía por dónde empezar; él con paciencia me ayudó, tomó tres horas, pero confesé todo.
Después de llegar del hospital, en mi casa me recuperé y cuando me fortalecí, me senté con mi mujer y me disculpé con ella por todo.
Luego hablé a cada uno de mis hijos todos mayores, algunos de ellos con sus propios hijos. Y me disculpé con ellos porque yo les había fallado por completo.
Al principio creyeron que me había vuelto loco, pero al final me perdonaron.
Estamos muy cerca ahora y he probado todos los días mostrarles cuánto los amo.
Le tomó a Regina mucho tiempo perdonarme, porque estaba muy molesta con nuestra vida de casados; tanto, que no confiaba realmente que yo había cambiado.
Eventualmente, ella perdonó y hemos estado cincuenta años juntos. Sí, ella tomó a este viejo pecador y ¡Alabado sea Dios por eso!
Alan levantó la mano izquierda y giró su anillo de bodas con el pulgar, mientras agregó:
– He pasado cada momento desde entonces, haciendo las paces con ella y con Jesús.
Rezo todo el tiempo, todo el día y voy todos los días a Misa y a Comunión.
Regina y yo estamos ahora mejor que nunca hemos estado y estamos luchando juntos, con este tipo de cáncer.
Ella está teniendo dificultades para aceptar esto, así que ha seguido mucho más que yo, esta enfermedad.
Yo sé hacia donde voy. Yo sé que me estoy muriendo. Añoro el día, lamento que no pueda compartir eso con Regina, pero yo digo que ya no puedo esperar.
¡Anhelo fervientemente el día que pueda reunirme con mi Señor, al que conocí de forma tan desastrosa la primera vez!
Él sonrió por encima a la enfermera.
Es toda una historia ¿No? No puedo decirle cuántas veces me he dicho esto. Y cada vez que lo pienso no puedo dejar de llorar, porque no puedo olvidar que fué increíble, lo que Dios hizo conmigo.
Casi terminé alojado en ese lugar espantoso, y con razón.
Pero Jesús, en un acto de increíble e inmerecida Misericordia cambió todo.
Sé que pase lo que pase, la gente necesita darse cuenta de que nada es imperdonable; porque Jesús es más grande que cualquier pecado.
Pero no puede perdonar si no estamos dispuestos a pedir perdón.
Alan se acercó y le apretó la mano a su amiga enfermera, mientras enfatizaba:
TODO LO QUE TENEMOS QUE HACER ES AMAR
SI TE GUSTA, SONRÍE, ES MUY SIMPLE
DIFÍCIL ALGUNOS DÍAS, PERO SIMPLE
Dijo nuestra enfermera:
– Alan siguió deteriorándose con el sangrado de la vejiga. Ni una sola vez lo oí quejarse. Una tarde de Abril llegué al trabajo y de inmediato fui a ver cómo estaba.
Estaba empapado en sudor y con un gris pálido enfermizo. Le limpié y le cambié de ropa en su cama y su bata. Cuando terminamos, él me miró y susurró:
– Esto está a punto de terminar. Siento a Jesús que viene..
Me incliné y lo abracé, con el corazón roto porque mi amigo se estaba muriendo.
Alan me sonrió y dijo:
– ‘Recuerda, es muy simple’.
Alan murió en paz a las tres de la mañana, rodeado de su esposa e hijos.