LOS MILAGROS Y LA HIPOCRESÍA
En Naím, en casa de Daniel el resucitado, Jesús ha sido invitado a celebrar el matrimonio y están en el banquete de bodas.
Entran siete escribas y fariseos.
Y la madre los invita a pasar y les pide perdón por no poder ofrecerles algo más digno de ellos.
El Fariseo Ismael dice:
– Está el Maestro, mujer. Esto da valor a una cueva. Tu casa vale más que esto. Paz a ti y a tu casa. –es el fariseo más importante del Templo de Jerusalén-
Todos están comiendo y disfrutando de la fiesta.
Y un fariseo llama la atención de Jesús, para preguntarle si estaba al corriente de la enfermedad de Daniel…
Jesús contesta:
– Venía de Endor por casualidad. Porque había querido contentar a Judas de Keriot y ni siquiera habíamos planeado pasar por Naím…
Un escriba pregunta sorprendido:
– ¡Ah! ¿No habías ido a propósito a Endor?
– No. No tenía el menor deseo de ir allá.
– ¿Y entonces por qué fuiste?
– Ya lo dije. Porque Judas de Simón quería ir.
El Fariseo Ismael ben Fabi, pregunta:
– ¿Y por qué este capricho?
– Porque quería ver la gruta de la maga.
– Tal vez les habías hablado de ella…
Jesús responde serio y terminante:
– ¡Nunca! Ni tenía porqué.
– Quiero decir, tal vez explicaste con este episodio, otros sortilegios; para iniciar a tus discípulos en…
– ¿En qué? Para iniciar en la santidad, no hay necesidad de peregrinaciones.
– Pero los milagros que ahora los discípulos realizan son tan prodigiosos y …
– Y son la manifestación de la Voluntad de Dios. No otra cosa. Serán santos y harán más milagros con la Oración, el sacrificio y la obediencia a Dios. Y no con otra cosa…
– ¿Estás seguro? –pregunta un escriba con la mano en el mentón, mirando a Jesús de arriba abajo.
Su tono es muy irónico y con cierto dejo de compasión.
Lo que esconden estas dos palabras, se clava en el corazón de Jesús como una puñalada.
SABE que implican a Judas y TODO lo que como SACERDOTE del Templo, significa; pero sin manifestarlo,
con calma contesta:
– Les di estas armas y estas enseñanzas. Pero si alguno de ellos, pues son muchos; se corrompe con prácticas indignas, por soberbia u otro vicio, no seré Yo el culpable de haberle dicho eso.
Puedo orar para ver que el que falta se redima. Puedo imponerme duras penitencias expiatorias; para obtener que Dios lo ayude con luces particulares de sabiduría; a fin de que reconozca su error.
Puedo arrojarme a sus pies para suplicarle con todo mi amor de hermano, Maestro y amigo, que deje la culpa. Nunca pensaré que me rebajaría al hacer esto,
Porque el precio de un alma es tal, que merece que se sufra cualquier humillación, para conquistarla.
Pero más no puedo.
Y si a pesar de todo persevera en la Culpa; de mis ojos y de corazón de Maestro y amigo traicionado e incomprendido, correrán lágrimas y sangre.
¡Qué dulzura y qué tristeza se notan en la voz y en el semblante de Jesús!
Los escribas y fariseos se miran entre sí. Es un intercambio de miradas… muy significativo.
Pero no replican nada a lo que Jesús acaba de decir.
Después de un momento de silencio se vuelven hacia Daniel, con una avalancha de preguntas simultáneas:
– ¿Te acuerdas de lo que es la muerte?
– ¿Qué sintió al volver a la vida?
– ¿Y qué vio entre el espacio entre la muerte y la vida?
– ¿Qué sintió al regresar a la vida?
– ¿Qué recuerdos tienes del otro mundo?
– ¿Estás seguro de haber muerto?
– ¿Pero no te acuerdas de haber muerto?
El joven se impacienta:
– Os dije que no. – y añade- ¿Qué queréis decir con todas esas preguntas? ¿Qué todo un pueblo se haya imaginado que yo me había muerto?
¿Inclusive mi madre y mi prometida que moría de dolor y yo mismo, a quien vendaron y embalsamaron?
¿Y que en realidad no me había muerto? ¿Qué os parece?
¿Creéis que en Naím, todos hayan sido unos niños o unos estúpidos, con ganas de hacer una jugarreta? Mi madre en pocas horas encaneció.
Mi prometida tuvo que medicinarse porque el dolor y la alegría, casi le quitaron el juicio.
¿Y todavía dudáis? ¿Y qué objeto tenía que hubiéramos hecho esta comedia?
Los de Naím dicen a coro:
– ¿Por qué lo hubiéramos hecho?
– ¡Es verdad lo que dice Daniel!
Jesús no habla. Juega con el mantel como si nada le interesara.
Con el AMOR DE FUSION, ABBA le muestra el panorama espiritual COMPLETO.
Los fariseos no saben qué decir…
De pronto, cuando la conversación y los argumentos parecen haber acabado,
Jesús dice mirando a Daniel:
– La razón es la siguiente. Éstos… -y señala a los escribas y fariseos- Quieren concluir que tu resurrección no fue sino un plan perfecto, llevado a cabo para aumentar la estimación que la gente tiene por Mí.
Según ellos, sería Yo quién ideó el plan y vosotros los que lo realizasteis. Para hacer mentir a Dios y mentir al prójimo.
Dejo los embustes a los desvergonzados. No tengo necesidad de recurrir a brujerías o a engaños, para ser lo que Soy.
¿Por qué queréis negar a Dios el poder de restituir el alma a un cuerpo?
Si Él la da cuando se forma el cuerpo y crea las almas; una por una, ¿No podrá devolverla logrando que regrese al cuerpo, porque se lo pide su Mesías?
¿Y conseguir de este modo que el hecho sea un incentivo, para que mucha gente se acerque a la Verdad?
¿Podéis afirmar que Dios no tiene poder para hacer milagros? ¿Por qué queréis negarlo?
Un fariseo pregunta incisivo:
– ¿Eres Tú Dios?
Jesús contesta apacible:
– Yo Soy Quien Soy. Mis milagros y mi Doctrina dicen Quién Soy yo.
Otro indaga acusador:
– Pero entonces, ¿Por qué éste no recuerda nada, cuando los espíritus evocados saben decir lo que hay en el más allá?
– Porque esta alma santificada por la penitencia de una primera muerte, habla la verdad. Entretanto que lo que dicen los nigromantes, no es verdad.
Y un escriba:
– Pero Samuel…
– Samuel vino por orden de Dios. No por el mandato de la adivina, a comunicar al perjuro de la Ley, la sentencia del Señor. De aquí que nadie pueda reírse de sus Mandamientos.
– ¿Y entonces por qué tus discípulos lo hacen?
Es la voz arrogante del fariseo Ismael, que en ella ha puesto todo el énfasis posible y que llama la atención de los apóstoles.
Pues al oír que se habla de ellos, ponen atención a lo que escuchan.
Y Jesús responde:
– ¿En qué quebrantan los discípulos los Mandamientos? Dilo. Si tu acusación es verdadera los amonestaré para que no hagan cosas contrarias a la Ley.
El Fariseo Ismael ben Fabi, prosigue implacable:
– En qué lo hagan lo sé y lo saben muchos. Pero Tú que resucitas muertos y que eres un Profeta, descúbrelo. No te lo diremos nosotros.
Tienes ojos, ¿O no? Para ver muchas cosas que hacen tus discípulos, cuando no deben hacerlas u omiten cuando debían ponerlas en práctica. Pero Tú no te cuidas de esto.
– ¿Queréis señalarme algunas?
– ¿Por qué tus discípulos no observan las tradiciones de los antiguos? Entraron a la sala a comer y no se purificaron las manos.
Si los fariseos hubiesen dicho: ‘Y antes degollaron a unos ciudadanos’ No hubieran provocado un horror tan grande…
Jesús aspira profundo antes de responder:
– Lo observasteis, es verdad… ¡Hipócritas! Bien dijo de vosotros el Profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí. Por esto me honran enseñando doctrinas y mandamientos humanos.”
Vosotros, mientras despreciáis los Mandamientos de Dios, os aferráis a tradiciones humanas. A lavar jarras, copas, las manos y cosas semejantes.
Pero justificáis a un hijo ingrato y avaro al decirle que aprovechándose de haber ofrecido algo, no tiene obligación de dar pan a quién lo engendró. Ni ofrecerle ayuda alguna.
Y os escandalizáis de alguien que no se lava las manos. Alteráis y violáis la Palabra de Dios; para obedecer palabras que creasteis y las constituisteis un precepto.
Por esto os proclamáis más justos que Dios. Y os arrogáis el derecho de legisladores, cuando Dios lo es de su Pueblo. Vosotros…
Y continuaría de no ser porque el grupo de sus enemigos, se sale bajo la granizada de acusaciones.
Al salir chocan con los que se habían congregado al oír el tono de la Voz de Jesús.
Él, que se había puesto de pie; se sienta nuevamente y dice:
– Escuchadme y comprended lo siguiente. No hay nada externo al hombre que si entra en él, pueda contaminarlo. Pero lo que sale del hombre, eso sí lo contamina.
Quien tiene orejas para escuchar, emplee su inteligencia para comprender y su voluntad para actuar.
Ahora vámonos. Vosotros los de Naím, perseverad en el bien y mi paz esté siempre con todos vosotros.
Se levanta y se despide particularmente de los anfitriones.
Luego sale y continúa su camino…
Las primeras sombras de la tarde bajan a esconder la palidez de Jesús que está afligido por tantas cosas.
Regresa a Endor.
Se hospedan en unos pesebres llenos de heno.
Después de cenar leche recién ordeñada y pan, con los estómagos llenos. Los apóstoles caen en la cuenta de su mutismo.
Él cenó solo un poco de leche que tomó de un solo trago y está serio.
Andrés es el primero en preguntar:
– ¿Qué te pasa, Maestro? Me parece que estás triste o cansado…
Jesús contesta:
– Creo que lo estoy.
– ¿Por qué? ¿A causa de los Fariseos? Ya te habrás acostumbrado… ¿O no? Yo casi ya…
– ¿Recuerdas cómo me portaba al principio con ellos? Siempre repiten las mismas canciones…
Parte por convicción y parte, por tranquilizar a Jesús,
Pedro dice:
– Las serpientes solo pueden silbar y ninguna de ellas será capaz de cantar como un ruiseñor. Termina uno por no hacerles caso.
Jesús replica:
– De este modo se pierde el control y cae uno en sus cascabeles. Os ruego que no os acostumbréis jamás a las voces del Mal, como si fueran voces inofensivas.
Mateo dice:
– Está bien. pero si solo por eso estás triste, haces mal. Tú ves cómo te ama la gente.
Haciendo gala de una hipocresía magistral,
Judas agrega:
– ¿Por eso estás así de triste? Dímelo Maestro Bueno. ¿O acaso te contaron mentiras? ¿Te insinuaron calumnias, sospechas, qué sé yo; contra nosotros que te amamos?
Lo pregunta muy solícito y cariñoso, mientras le pasa un brazo sobre los hombros de Jesús que está sentado en el heno a su lado.
Jesús vuelve su rostro en dirección a Judas.
En sus ojos fulgura un relámpago a la tenebrosa luz de la lámpara de aceite que está en el suelo, en medio de todos.
ES DIOS MIRANDO A SU TRAIDOR.
Jesús mira fijamente a Judas de Keriot, luego dice despacio:
– ¿Y crees que Yo soy un tonto que tomo por verdaderas, las insinuaciones de cualquiera; hasta el punto de que me quite la tranquilidad?
Son las realidades, Judas de Simón; las que me turban.
Y su mirada sigue clavada cual una sonda, en las pupilas de Judas.
Iscariote insiste con aire seguro:
– ¿Qué realidades te perturban ahora?
Jesús está haciendo uso del Carisma para leer corazones.
– Las que veo en el fondo de los corazones. Y leo en las frentes DESTRONIZADAS.
Jesús pone énfasis en ésta última palabra.
Todos se alborotan:
– ¿Destronizadas por qué?
– ¿Qué quieres decir con eso?
Jesús explica:
– Un rey pierde el trono cuando se hace indigno de estar en él. Y se le quita como primera cosa, la corona que tiene en la frente; el lugar más noble del hombre.
Y ES el único animal que tiene la frente levantada hacia el Cielo.
Cada hombre es rey de su alma y su trono está en el Cielo.
Cuando un hombre prostituye su alma y se convierte en un bruto, en demonio; se destrona.
El mundo está lleno de frentes destronizadas, que ya no se levantan al Cielo; sino que están doblegadas hacia el Abismo.
Doblegadas con la palabra que Satanás esculpió en ellas. ¿Queréis conocerla? Lo que se lee en las frentes es: “VENDIDO”
Y para que no tengáis duda sobre quién es el comprador, os digo que es Satanás mismo el que lo proclama por sí mismo, con los que tienen comercio directo con él o por medio de sus siervos que hay en el mundo.

2 Timoteo 3 – Biblia de Jerusalen
Carácter de los hombres en los postreros días
1. Ten presente que en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles;
2. los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos,
3. desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien,
4. traidores, temerarios, infatuados, más amantes de los placeres que de Dios,
5. que tendrán la apariencia de piedad, pero desmentirán su eficacia. Guárdate también de ellos.
6. A éstos pertenecen esos que se introducen en las casas y conquistan a mujerzuelas cargadas de pecados y agitadas por toda clase de pasiones,
7. que siempre están aprendiendo y no son capaces de llegar al pleno conocimiento de la verdad.
8. Del mismo modo que Jannés y Jambrés se enfrentaron a Moisés, así también estos se oponen a la verdad; son hombres de mente corrompida, descalificados en la Fe.
Id a descansar ahora. Voy a salir a orar…
Al día siguiente…
El día está gris y lluvioso. Lodo y nubes. Silencio y neblina. El horizonte desaparece entre la niebla.
Pasan por una vereda entre dos campos sembrados recientemente.
Jesús se detiene a acariciar a dos pequeñuelos, un niño como de cuatro años y una niña de siete; vestidos con harapos y con sus caritas llenas de tristeza y sufrimiento.
Los mira fijamente mientras los acaricia. Y con el Don de ciencia infusa COMPRENDE…
Y luego se apresura a ir a una bella casa que está cercana.
Una mujer lo saluda con alegría y corre a avisar al patrón. Un hombre viejo y obeso sale a la puerta.
Lo saluda:
– Es un gran honor verte, Maestro.
– La paz sea contigo. La lluvia está cayendo y la lluvia está cerca. Te pido un refugio y un pan para mí y para mis discípulos.
– Entra; Maestro. Mi casa es tuya.
Y con mucha cortesía, sostiene la puerta abierta, inclinándose mientras pasa Jesús.
Pero luego cambia el tono y dice enojado:
– ¿Todavía estás aquí? ¡Lárgate! ¿Entendiste? Lárgate. No hay nada para ti.
Una vocecita temblorosa por el llanto, responde:
– Piedad, señor. dame al menos un pan para mi hermanito. Tenemos hambre…
Jesús se asoma al umbral con el rostro cambiado.
Enérgico pero con tristeza pregunta:
– ¿Quién tiene hambre?
– Mi hermano y yo, Señor. Danos solo un pan y nos vamos.
Jesús sale y dice:
– Acércate.
– Tengo miedo.
– Ven aquí. Te lo mando. ¡No tengas miedo de Mí!
Los dos niños se adelantan temblando.
A Jesús lo miran con temor. Al dueño, con terror.
Éste dice:
– Son unos vagabundos, Maestro. Y ladrones. Hace poco encontré a esa niña raspando la prensa de las aceitunas. Quería entrar a robar. No son de este lugar.
Jesús no parece hacerle caso.
Mira detenidamente las caritas demacradas. Su mirada está llena de tristeza y de dulzura; pero sonríe para darles valor.
Y pregunta:
– ¿Es verdad que querías robar? Dímelo.
– No, Señor. pedí un poco de pan, porque tengo hambre. No me lo dieron. Ví un pedazo que estaba tirado en el suelo, junto a la prensa. Y quise recogerlo.
Tengo hambre, Señor. ¡Oh! ¿Por qué no nos echaron al sepulcro con mi mamá?…
La niña llora sin consuelo y el hermanito la imita.
Jesús dice abrazándola:
– No llores. ¿De dónde eres?
– De la llanura de Esdrelón.
– Es muy lejos. ¿Hace mucho tiempo que murió tu madre? ¿No tienes padre?
– Mi padre murió, porque lo mató el sol; cuando era la cosecha del trigo. Y mi mamá murió la luna pasada… Ella y el niño que nació. –el llanto es mayor.
– ¿No tienes ningún familiar?
– ¡Venimos de muy lejos! No éramos pobres… Mi papá tuvo que meterse a servir…
– ¿Quién era el dueño?
– El Fariseo Ismael ben Fabi.
Su ROSTRO se parece un poco a como mira a las almas en el juicio particular, ANTES de arrojarse al Abismo Infernal.
Y Jesús exclama:
– ¡El Fariseo Ismael ben Fabi!… (La expresión de Jesús es indescriptible al repetir este nombre) ¿Te viniste porque quisiste o porque te arrojaron?
– Me arrojaron, Señor. él dijo: “¡A la calle, perros hambrientos!”
Jesús se vuelve hacia el vejete:
– Y tú Jacob. ¿Por qué no has dado pan a estos niños? ¿Por qué no los ayudaste?
– Pero, Maestro, ¡Apenas si alcanza para mí! Y tenerlos en casa… éstos son como animales errantes, si se les hace buena cara nunca se van.
– ¿Y te falta lugar y alimento para éstos infelices? La cosecha de tus trigales, la abundancia del vino, del aceite y de los huertos; todo lo que te ha hecho famoso este año. ¿Por qué te vinieron? ¿Te puedes acordar?
Tuviste caridad conmigo, me diste pan y refugio. Me habías oído hablar y me creíste. Llevado de tu dolor, me abriste el corazón y tu casa.
Y Yo al salir, ¿Qué te dije esa mañana?:
– “Jacob, has comprendido la Verdad, procura ser siempre misericordioso y tendrás misericordia. Por el pan que diste al Hijo del Hombre, estos campos te darán abundancia.”
Lo has visto. Eres el más rico de la región este año. ¿Y niegas un pan a dos niños?
Jacob objeta:
– Pero Tú eres el Rabí…
– Por lo mismo podría convertir estas piedras en pan. Éstos no pueden hacerlo. Ahora te digo: verás un nuevo milagro y te desagradará mucho…
Y cuando lo veas, golpéate el pecho diciendo: ‘Me lo merecí’
Jesús se vuelve a los niños diciendo:
– No lloréis. Id a ese árbol y tomad frutos.
La niña replica:
– Si no tiene ni siquiera hojas, Señor.
– Ve.
El Cielo, apoyando a su Dios Encarnado, proporciona el MILAGRO mentalmente solicitado y…
La niña va y regresa con grandes manzanas frescas hermosas en su faldita.
– Comed y venid conmigo.
Y volviéndose a los apóstoles, agrega:
– Llevaremos a estos dos pequeñuelos a Juana de Cusa.
Ella se acuerda siempre de los beneficios recibidos y tiene misericordia por amor de quién la tuvo para ella. Vámonos.

Juan 14, 12. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que Yo hago Y HARÁ MAYORES AÚN, porque yo voy al Padre.
El viejo no sabe qué hacer…
Y apenado, trata de obtener perdón:
– Ya es casi de noche, maestro. Viene la lluvia. Vuelve a entrar a mi casa. Te daré pan también para éstos.
– No es necesario. No me lo das por amor. Sino por miedo del castigo que te dije.
– ¿No es éste el milagro, que dijiste? –señala las manzanas que ávidamente comen los niños.
Jesús está muy enojado:
– No.
– ¡Oh, Señor! ¡Ten piedad! ¡Lo he comprendido! Me quieres castigar en los campos. ¡Piedad, Señor!…
– No todos los que me llaman: ¡Señor! ¡Señor!… podrán tenerme a su lado.
Porque no con palabras, sino con acciones se da prueba del amor y del respeto.
Se te compadecerá como antes. Adiós, Jacob.
– Yo te amo Señor.
– No es verdad. Sólo te amas a ti mismo. Cuando me ames como he enseñado, el Señor regresará. Adiós, Jacob.
Jesús ya no le hace caso y empieza a caminar.
5 Y LA LUZ VINO AL MUNDO
5 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Una serenísima aurora sobre el Mar de Galilea. Cielo y agua presentan destellos rosáceos, poco diferentes de los que resplandecen tenues entre los muros de los pequeños huertos de la villa lacustre.
Huertos desde los que se alzan y se asoman volcándose casi sobre las calles, las copas de los árboles frutales.
El poblado comienza a despertarse con alguna mujer que va a la fuente o a una pila a lavar y algunos pescadores que descargan las cestas de pescado y con vocerío, contratan con mercaderes venidos de fuera, o llevan pescado a sus casas.
Es un pueblo grande, de gente trabajadora dilatado en su mayor parte a lo largo del lago.
Juan sale de una callejuela y va presuroso hacia el lago.
Santiago le sigue, pero con mucha más calma. Juan mira las barcas que han llegado ya a la orilla, pero no ve la que busca.
Oteando a lo lejos, la descubre a algunos cientos de metros de la orilla, ocupada en las maniobras para regresar y grita fuerte con las manos en la boca un prolongado «¡o-e!», que debe ser el reclamo usado.
Y luego cuando ve que le han oído, agita los brazos con llamativos gestos que indican: « ¡Venid, venid!.
Los hombres de la barca, agarran los remos amainando la vela para agilizar la operación y la hacen avanzar más de prisa.
Cuando están a unos diez metros de la orilla, Juan no aguarda más.
Se quita el manto y la túnica larga, las arroja al arenal, se quita las sandalias, se arremanga la segunda prenda, casi a la altura de la ingle sujetándola con una mano, se mete en el agua y va al encuentro de los que llegan.
Andrés pregunta:
– ¿Por qué no habéis venido, vosotros dos?
Pedro, con gesto de malhumor, no dice nada.
Juan responde cuestionando a su vez:
– Y tú, ¿por qué no has venido conmigo y con Santiago?
– He ido a pescar. No tengo tiempo que perder. Tú has desaparecido con ese hombre…
– Te había sugerido claramente que vinieras. Es Él en persona. ¡Si vieras qué palabras!… Hemos estado con Él todo el día y por la noche hasta tarde. Ahora hemos venido a deciros: “Venid”.
– ¿Es Él? ¿Estás completamente seguro? Apenas si le vimos entonces, cuando nos lo mostró el Bautista.
– Es Él. No lo ha negado.
Pedro murmura malhumorado:
– Cualquiera puede decir lo que le viene bien para imponerse a los crédulos. No es la primera vez… –
Juan se consterna al escucharlo.
Y contesta dolorido:
– ¡Oh, Simón, no hables así! ¡Es el Mesías! ¡Sabe todo! ¡Te oye!
Pedro se exaspera y exclama:
– ¡Ya! ¡El Mesías! ¡Y se manifiesta precisamente a ti, a Santiago y a Andrés! ¡Tres pobres ignorantes! ¡Requerirá algo muy distinto el Mesías! ¡Y me oye!
¡Pobre muchacho! Los primeros soles de primavera te han hecho daño. ¡Será mejor que te vengas a trabajar y déjate de fábulas!
Juan intenta convencerlo:
– Te digo que es el Mesías. Juan decía cosas santas, pero éste habla como Dios. No puede, si no es el Cristo, decir semejantes palabras.
Santiago interviene:
– Simón, yo no soy un muchacho. Tengo mis años, soy y lo sabes, reflexivo y de carácter sosegado. He hablado poco, pero he escuchado mucho durante estas horas que hemos estado con el Cordero de Dios.
Y te digo que verdaderamente no puede ser sino el Mesías. ¿Por qué no creer? ¿Por qué no querer creerlo?
Tú lo puedes hacer porque no lo has escuchado. Pero yo creo. ¿Qué somos pobres e ignorantes?
Él bien dice que ha venido para anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, del Reino de Paz, a los pobres, a los humildes, a los pequeños, antes que a los grandes.
Ha dicho: “Los grandes tienen ya sus delicias, no envidiables respecto a las que Yo vengo a traer. Los grandes ya tienen la forma de llegar a comprender por la sola eficacia de la cultura. Más Yo vengo a los ‘pequeños’ de Israel y del mundo.
A los que lloran y esperan, a los que buscan la Luz y tienen hambre del verdadero Maná y no reciben de los doctos luz y alimento, sino solamente peso, oscuridad, cadenas y desprecio.
Y llamo a los ‘pequeños’. Yo he venido a invertir el orden del mundo. Porque quitaré valor a lo que ahora se considera grande y se lo daré a lo que ahora se desprecia.
Quien quiera verdad y paz, quien quiera Vida Eterna, venga a Mí. Quien ama la Luz, venga. Yo soy la Luz del mundo”. ¿No se ha expresado así, Juan?
Santiago ha hablado de forma serena pero conmovida.
– Sí. Y ha dicho: “El mundo no me amará. No me amará la alta sociedad, porque está corrompida con vicios e idólatra comercio. El mundo, más aún, no me querrá, porque siendo hijo de la Tiniebla no ama la Luz.
Pero la Tierra no está hecha sólo de alta sociedad.
En ella están también los que, a pesar de encontrarse mezclados con el mundo, no son del mundo, y también algunos que son del mundo porque han quedado apresados en él como peces en la red”
Se ha expresado así porque hablábamos en la orilla del lago y aludía a las redes que arrastraban con peces hasta la orilla.
Ha dicho incluso: “Ved. Ninguno de esos peces quería caer en la red. Asimismo los hombres intencionalmente, no querrían caer en manos de Satanás, ni siquiera los más malvados;
porque éstos, por la soberbia que los ciega, no creen no tener derecho a hacer lo que hacen.
Su verdadero pecado es la soberbia, sobre él nacen todos los demás. Menos aún entonces, quienes no son completamente malvados quisieran ser de Satanás,
pero van a parar a él por ligereza y por un peso (la culpa de Adán) que los arrastra al fondo.
Yo he venido a quitar esa culpa y a dar, en espera de la hora de la Redención, una Fuerza tal a quienes crean en Mí, que será capaz de liberarlos del lazo que los tiene sujetos y de hacerlos libres para seguirme a mí, Luz del mundo”.
Del rostro de Pedro ha desaparecido el gesto adusto y dice con decisión:
– Entonces, si es eso exactamente lo que ha dicho, hay que ir donde Él enseguida.
Y pone manos a la obra dándose prisa en ultimar las operaciones de descarga, porque entre tanto la barca ha llegado ya a la orilla.
Y los peones casi la han sacado ya a lo seco, descargando redes, cuerdas y velamen.
Luego reclama:
– Y tú, Andrés, necio, ¿Por qué no has ido con éstos?
Andrés lo mira desconcertado y dice:
– ¡Pero… Simón! Me has reprendido porque no los había convencido de venir conmigo… Toda la noche has estado refunfuñando y ¡¿Y ahora me echas en cara el no haber ido?!….
Pedro concede:
– Tienes razón… Pero yo no lo había visto… tú sí… y deberías haberte dado cuenta que no es como nosotros… ¡Algo especial tendrá!….
Juan interviene fascinado:
– ¡Oh!, sí. ¡Tiene un rostro…, y unos ojos…! ¡¿Verdad, Santiago, qué ojos?! ¡Y una Voz…! ¡Ah, qué Voz! Cuando habla te parece soñar con el Paraíso.
– ¡Rápido!, ¡rápido!, vamos donde Él. Vosotros — habla a los peones — llevad todo a Zebedeo y decidle que se encargue él de ello. Nosotros volveremos esta noche para pescar.
Se visten de forma adecuada todos y se encaminan.
Pero Pedro, después de algunos metros se detiene, coge a Juan por un brazo,
Y pregunta:
– Has dicho que sabe todo y que oye todo….
– Sí. Imagínate que cuando nosotros, viendo la Luna alta, dijimos: “¿Quién sabe lo que estará haciendo Simón?”
Control del sentido de la “vista espiritual”
Él contestó:
“Está echando la red y no sabe resignarse a tener que estar haciéndolo solo, porque vosotros no habéis salido con la barca gemela en una noche tan buena como ésta para pescar…
No sabe que dentro de poco ya no pescará sino con otras redes y no conseguirá sino otros peces”.
Pedro se admira y concluye:
– ¡Misericordia divina! ¡Es exactamente así! Entonces, habrá oído también… también que lo he llamado poco menos que mentiroso… No puedo ir a Él.
Santiago advierte:
– ¡Oh!, es muy bueno. Ciertamente sabe que has pensado de esa forma. Ya lo sabía. Efectivamente, cuando lo dejamos, diciendo que veníamos aquí, adonde tú estabas, respondió:
“Id, pero no os dejéis vencer por las primeras palabras de burla.”
Quien quiera venir conmigo debe saber no dejarse avasallar por los escarnios del mundo y por las prohibiciones de los parientes; porque Yo estoy por encima de la sangre y de la sociedad.
Y sobre ellos triunfo. Y quien esté conmigo triunfará eternamente”. Y añadió: “Sabed hablar sin miedo. Quien os va a oír vendrá, porque es hombre de buena voluntad”
Pedro recupera el ánimo:
– ¿Ha dicho eso? Entonces voy. Habla, habla más de Él mientras vamos. ¿Dónde está?
– En una casa pobre; deben de ser personas amigas suyas.
– ¿Pero es pobre?
– Un obrero de Nazaret. Así dijo.
– Y ¿cómo vive ahora, si ya no trabaja?
– No lo hemos preguntado. Quizá le ayudan los parientes.
– Sería mejor llevar algo de pescado, pan, o fruta…, algo. ¡Vamos a consultar a un rabí, porque es como un rabí, y más que un rabí, con las manos vacías!… Nuestros rabinos no quieren que se actúe así….
– Pero Él quiere. No teníamos más que veinte denarios entre yo y Santiago y se los ofrecimos, como es costumbre para con los rabinos. No los quería, pero ya que insistíamos, dijo: “Dios os lo pague en bendiciones de los pobres. Venid conmigo”.
Y enseguida los distribuyó entre algunos pobres que Él sabía dónde vivían. Y a nosotros, que preguntábamos: “Y para ti, Maestro, ¿No guardas nada?”, nos respondió: “La alegría de hacer la voluntad de Dios y de servir a su gloria”.
Dijimos también: “Tú nos llamas Maestro, pero nosotros somos todos pobres. ¿Qué debemos traerte?. Respondió con una sonrisa que realmente hace saborear el Paraíso: “Un gran tesoro quiero de vosotros”.
Y nosotros dijimos: “¿Y si no tenemos nada?”
Él Contestó: “Tenéis un tesoro que tiene siete nombres y que incluso el más mísero puede poseer y el rey más rico no. Lo tenéis y lo quiero. Oíd sus nombres: caridad, fe, buena voluntad, recta intención, continencia, sinceridad, espíritu de sacrificio.
Esto quiero Yo de quien me sigue, esto sólo. Y en vosotros existe, duerme como la semilla bajo los terrones invernales, pero el sol de mi primavera la hará nacer como espiga septenaria”
Eso dijo.
Con el Don del Discernimiento, otorgado por el Espíritu santo.
Pedro suspira aliviado, diciendo:
– ¡Ah!, esto me asegura que es el Rabí verdadero, el Mesías prometido. No es duro para con los pobres, no pide dinero…
Es suficiente para llamarle el Santo de Dios. Vamos con toda confianza.