41 EL SOLDADO ALEJANDRO
86- 41 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Al día siguiente al amanecer; las filas de borriquillos se amontonan en la Puerta semicerrada.
Jesús está con Simón y con Juan. Algunos vendedores lo reconocen y se apiñan a su alrededor.
Un soldado de la guardia también corre hacia Él.
Y cuando se abre la Puerta, lo saluda:
– Salve, Galileo. Di a estos rebeldillos que estén más tranquilos.
Se quejan de nosotros, pero no hacen otra cosa más que maldecir y desobedecer. Dicen que para ellos, todo es culto. ¿Qué religión tienen si se funda en la desobediencia?
Jesús contesta:
– Compadécelos, soldado.
Son como quienes tienen a un huésped no grato en su casa y que es más fuerte. Por lo que no pueden vengarse más que con la lengua y el desprecio.
– Bien. Pero nosotros debemos cumplir nuestro deber y entonces debemos castigarlos. Y de este modo nos hacemos los huéspedes no gratos.
– Tienes razón. Debes cumplir con tu deber. Pero hazlo siempre como un humano. Piensa: ‘Si estuviese en su lugar, ¿Qué haría?’ Verás que entonces sentirás piedad por los sometidos.
– Me gusta oírte hablar. No tienes desprecio, ni altanería.
Los otros palestinenses nos escupen por detrás. Nos insultan. Muestran el asco que sienten por nosotros.
A no ser que se trate de desplumarnos muy bien; ya sea por causa de una mujer o por compras. Entonces el oro de Roma no causa ningún asco.
– El hombre, es hombre; soldado.
– Sí. Y es más mentiroso que el mono.
No es agradable estar con quién parece una víbora al acecho. También nosotros tenemos casa, madre, esposa e hijos. Y la vida nos importa.
– Mira. Si alguien se acordase de esto. No habría más odios. Tú lo has dicho: ¿Qué religión tienen?
Te respondo: una religión santa, que tiene como primer mandamiento el amor a Dios y al prójimo. Una religión que enseña obediencia a las leyes; aun cuando sean de países enemigos.
Jesús se vuelve hacia la multitud:
– Porque oíd:
¡Oh! ¡Hermanos míos en Israel! Nada sucede sin que Dios lo permita. También las dominaciones: desgracia sin igual para un pueblo…
De las cuales casi siempre se puede decir – si el pueblo se examina con rectitud – que el propio pueblo las ha querido, con sus modos de vivir contrarios a Dios.
Acordaos de los Profetas. ¡Cuántas veces hablaron de esto! ¡Cuántas mostraron con los hechos pasados, presentes y futuros, que el dominador es el castigo, la vara del castigo en la espalda del hijo ingrato!
Y ¡cuántas veces enseñaron cómo dejar de padecerlo!: volviendo al Señor. No es ni la rebelión ni la guerra lo que sana heridas y lágrimas y rompe cadenas; es el vivir como justos.
Entonces Dios interviene. Y ¿qué pueden hacer las armas y las formaciones de soldados contra los fulgores de las cohortes angélicas luchando en favor de los buenos?
¿Padecemos opresión?
Merezcamos que esto termine, con una vida propia de hijos de Dios. No remachéis vuestras cadenas con nuevos pecados.
No permitáis que los gentiles os crean sin religión, o más paganos que ellos por vuestro modo de vivir. Sois el pueblo que ha recibido de Dios mismo la Ley. Observadla.
Haced que hasta los dominadores se inclinen ante vuestras cadenas diciendo:
“Son personas sometidas, pero más grandes que nosotros; su grandeza no está en el número, en el dinero, en las armas, en el poder, sino que viene de su procedencia de Dios.
Aquí brilla la divina paternidad de un Dios perfecto, santo, poderoso. Aquí se ve el signo de una verdadera Divinidad. Se trasluce en sus hijos”.
Haced que mediten en esto y accedan a la verdad del Dios verdadero abandonando el error.
Todos, incluso el más pobre, incluso el más ignorante del pueblo de Dios, pueden ser maestros para un gentil, maestros con su manera de vivir.
Y predicar a Dios a los paganos con las acciones de una vida santa.
Idos. La paz sea con vosotros.
Simón observa:
– Tarda Judas, y también los pastores.
El soldado que lo ha escuchado atentamente,
Le pregunta:
– ¿Esperas a alguien, galileo?
Jesús contesta:
– A Algunos amigos.
– Ven para que te refresques al ‘andrón’. El sol quema desde el amanecer. ¿Vas a la ciudad?
– No. Regreso a Galilea.
– ¿A pie?
– Soy pobre. A pie.
– ¿Tienes mujer?
– Tengo una Madre.
– También yo. Ven. Si no te causamos repugnancia, como a los demás.
– Tan solo la culpa me la causa.
El soldado lo mira sorprendido y pensativo.
Luego dice:
– Nosotros nunca tendremos nada contra Ti. Jamás se levantará la espada contra Ti. Tú eres Bueno. Pero los demás…
Jesús entra en el ‘andrón’. Juan va a la ciudad. Simón está sentado sobre una piedra que sirve de banca.
El soldado pregunta:
– ¿Cómo te llamas?
– Jesús.
– ¡Ah! ¿Eres el que hace milagros en los enfermos?
Pensaba que fueses tan solo un mago, como los que tenemos nosotros. Pero un mago bueno. Porque hay ciertos tipos…Los nuestros no saben curar enfermos. ¿Cómo lo haces?
Jesús sonríe y calla.
El soldado continúa:
– ¿Empleas fórmulas mágicas? ¿Tienes ungüentos de la médula de los muertos; polvo de serpientes; piedras fantásticas de las cuevas de los pitones?
– Nada de esto. Tengo tan solo mi poder.
– Entonces eres realmente santo.
Nosotros tenemos arúspices y vestales. Algunos de ellos hacen prodigios y dicen que son los más santos. ¿Qué piensas Tú? ¡Pues vemos que son peores que los demás!
– Y si es así, ¿Por qué los veneráis?
– Porque… porque es la religión de Roma.
Si un súbdito no respeta la religión de su estado, ¿Cómo puede respetar al César y a la Patria? ¿Y así, a otras tantas cosas?
Jesús mira atentamente al soldado…
Y le dice:
– En verdad estás muy adelantado en el camino de la justicia.
Prosigue ¡Oh, soldado! Y llegarás a conocer lo que tu alma añora por tener, sin siquiera saber su nombre.
– ¿El alma? ¿Qué es eso?
– Cuando mueras, ¿A dónde irás?
– Bueno… no sé. Si muero como héroe, iré a la Hoguera de los Héroes. Si llego a ser un pobre viejo, un nada: probablemente me secaré en mi cuartucho o al borde de un camino.
– Esto por lo que se refiere al cuerpo. Pero, ¿A dónde irá el alma?
– No sé si todos los hombres la tengan o tan sólo los que Júpiter destina a los Campos Elíseos, después de una vida portentosa, si es que antes no se los lleva al Olimpo, como hizo con Rómulo.
– Todos los hombres tienen un alma.
Y esto es lo que distingue al hombre del animal. ¿Te gustaría ser semejante a un caballo? O ¿Un pez? ¿Carne que al morir no es más que un montón de podredumbre?
– ¡Oh, no! ¡Soy un hombre y prefiero serlo!
– Pues bien. Lo que hace que seas un hombre, es el alma. Sin ella no serías más que un animal que habla.
– ¿Y dónde está? ¿Cómo es?
– Existe dentro de ti. Viene de Quien creó el mundo y regresa a Él, después de la muerte del cuerpo.
– Del Dios de Israel, según vosotros.
– Del Dios Único, Eterno. Señor Supremo y Creador del Universo.
– ¿Y también un pobre soldado como yo, tiene un alma que regresa a Dios?
– También un pobre soldado. Y su alma podrá tener a Dios como Amigo suyo, si es buena siempre. O como a su Juez, si fuese mala.
Juan lo llama:
– Maestro, ya llegó Judas, con los pastores y unas mujeres.
– Me voy soldado. Sé bueno.
– ¿No te volveré a ver? Quisiera saber…
– Estaré en Galilea hasta Septiembre. Si puedes, ven.
En Cafarnaúm o en Nazareth, cualquiera te puede dar razón de Mí. En Cafarnaúm pregunta por Simón Pedro. En Nazareth, por María de José, es mi Madre.
Ven y te hablaré del Dios Verdadero.
– Simón Pedro. María de José. Iré si puedo. Si regresas, acuérdate de Alejandro. Soy de la centuria de Jerusalén.
Judas y los pastores llegan al andrón y Jesús se despide:
– Paz a todos vosotros y también a ti, Alejandro.
Jesús se aleja y Judas le explica:
– Nos tardamos. Se nos juntaron estas mujeres.
Estaban en Getsemaní y querían verte. Tratamos de dejarlas, pero se nos pegaron más que las moscas. Quieren saber muchas cosas. ¿Curaste a la muchacha que tenía tisis?
– Sí.
– ¿Hablaste con el soldado?
– Sí. Es un corazón honrado y busca la Verdad.
Judas suspira profundo…
Y Jesús le pregunta:
– ¿Por qué suspiras, Judas?
– Suspiro porque… Porque querría que los nuestros fuesen los que buscasen la Verdad.
Por el contrario. O huyen de Ella, la escarnecen o permanecen indiferentes. Estoy muy desilusionado. Tengo deseos de no volver a poner un pie aquí.
Quisiera quedarme sólo para escucharte. Como discípulo no puedo hacer gran cosa.
– ¿Y crees que Yo sí? No te desanimes, Judas.
Son las luchas del apostolado. Más derrotas que victorias. Acá son derrotas. Pero allá arriba son victorias. El Padre ve tu buena voluntad. Y aunque no lograses nada, lo mismo te bendice.
Judas le toma la mano y se la besa, mientras dice:
– ¡Oh! ¡Tú eres bueno! ¿Llegaré a ser bueno alguna vez?
– Sí. Si así lo quieres.
– Creo haberlo sido en estos días.
He sufrido mucho para serlo. Porque tengo muchos deseos… pero lo fui, pensando sólo en Ti.
– Entonces persevera. Me haces muy feliz.
Jesús se vuelve hacia los pastores:
– Y vosotros, ¿Qué noticias me dais?
– Elías te manda saludos y un poco de comida. Y dice que no lo olvides.
– ¡Oh, Yo tengo en mi corazón a mis amigos!
Vamos hasta aquel pueblito que se ve inmerso en el verdor. Luego, al atardecer, continuaremos el camino.
Me siento contento de estar con vosotros, de ir a donde mi Madre. Y de haber hablado de la Verdad a un hombre honesto. Sí, me siento feliz.
Si supierais qué significa para mí llevar a cabo mi misión y ver que a ella se acercan los corazones, o sea, al Padre.
¡Ah, entonces sí que me seguiríais cada vez más con el espíritu!…