UN LÁZARO MODERNO
Dios Resucita a un Sacerdote para darle una Misión
Nos encontramos con el testimonio del padre Joseph Maniyangat, que tuvo un accidente mientras iba a celebrar misa.
Murió clínicamente en el hospital.
Fue Llevado al Infierno, al Purgatorio y al Cielo.
Y volvió con un encargo.
Tendemos a pensar habitualmente que quienes han tenido experiencias cercanas a la muerte son laicos. Que no tienen un entrenamiento profundo en teología.
Y por eso muchas de las cosas que ven cuando son trasladados a otras dimensiones – Cielo, Purgatorio, Infierno – no tienen una interpretación por decirlo así, profesional.
Pero este no es el caso.
Ahora nos encontramos con el testimonio del padre Joseph Maniyangat, nacido en la India.
Que tuvo un accidente mientras iba a celebrar misa.
Murió en el hospital y su ángel de la guarda lo llevó al Infierno, al Purgatorio y al Cielo.
Donde el Señor le esperaba para pedirle una misión en la Tierra.
BREVEMENTE SU HISTORIA
Fr. Joseph Maniyangat es el pastor de la Iglesia Católica Santa Catalina de Siena en Orange Park, Florida, donde dirige un Ministerio de sanación espiritual, mental y física.
Nació el 16 de julio de 1949 en Kerala, India de sus padres, Joseph y Theresa Maniyangat.
Fue el mayor de siete hermanos: Joseph, Mary, Theresa, Lissama, Zachaaríah, Valsa y Tom.
A la edad de catorce años, entró en el Seminario Menor de Santa María en Thiruvalla para empezar a estudiar para el sacerdocio.
Cuatro años más tarde, fue al Seminario Mayor Pontificio San José en Alwaye, Kerala, para proseguir su formación sacerdotal.
Después de completar los siete años de filosofía y teología, fue ordenado sacerdote el 1 de enero de 1975 para servir como misionero en la diócesis de Thiruvalla.
Mientras enseñaba en el seminario menor de San Thomas en Bathery en 1978, se convirtió en carismático y comenzó a realizar retiros carismáticos y conferencias.
El Padre José trabajó en la Diócesis de Idaho entre 1987 y 1989.
En 1992, el padre José entró en la Diócesis de San Agustín donde fue asignado a distintos destinos.
En julio 2011 el padre José fue trasladado a la Iglesia Católica Santa Catalina de Siena en Orange Park, Florida.
El Padre José, es el Director Espiritual Diocesano de la Legión de María y tiene un ministerio eucarístico y carismático de sanación.
Lleva a cabo misiones de sanación en la parroquia, las principales ciudades de los Estados Unidos y países de ultramar.
Cuenta el padre José.
El domingo 14 de abril de 1985, en la Fiesta de la Divina Misericordia, iba a celebrar misa en una iglesia de la misión en la parte norte de Kerala, y tuve un accidente fatal.
Yo estaba en una motocicleta cuando fue impactado de frente, por un jeep conducido por un hombre que estaba borracho, después de un festival hindú.
Me llevaron a un hospital a unos 35 kilómetros de distancia. En el camino, mi alma salió de mi cuerpo y experimenté la muerte.
Inmediatamente, encontré a mi Ángel de la Guarda. Vi mi cuerpo y las personas que me estaban llevando al hospital.
Les oí llorando y orando por mí. En este momento el ángel me dijo:
“Voy a llevarte al Cielo, el Señor quiere verte y hablar contigo”.
Dijo también que, en el camino, él quería mostrarme el Infierno y el Purgatorio.
EL INFIERNO
En primer lugar, el ángel me escoltó al infierno.
¡Era un espectáculo horrible!
Yo veía a Satanás y los demonios, en un fuego que nunca se apagará de alrededor de 2.000 grados Fahrenheit.
Gusanos arrastrándose, la gente gritando y peleando, otros torturados por los demonios.
El ángel me dijo que todos estos sufrimientos se debían a pecados mortales no arrepentidos.
Entonces, comprendí que había siete grados o niveles de sufrimiento de acuerdo con el número y tipo de los pecados mortales cometidos en sus vidas terrenales.
Las almas se veían muy feas, crueles y horribles.
Fue una experiencia terrible.
Vi a gente que conocía, pero no estoy autorizado a revelar sus identidades.
Los pecados que los condenaban eran principalmente el aborto, la homosexualidad, la eutanasia, el odio, el rencor y el sacrilegio.
El ángel me dijo que si se hubieran arrepentido, habrían evitado el Infierno, y hubieran ido al Purgatorio.
También entendí que algunas personas que se arrepienten de estos pecados, pueden ser purificados en la Tierra a través de sus sufrimientos.
De esta manera pueden evitar el Purgatorio e ir directamente al Cielo.
Me sorprendí cuando vi en el Infierno hasta los sacerdotes y obispos, algunos de los cuales nunca me esperaba ver. Muchos de ellos estaban allí por haber guiado con enseñanzas erróneas, y mal ejemplo.
EL PURGATORIO
Después de la visita al Infierno, mi ángel de la guarda me acompañó hasta el Purgatorio.
También en este caso, hay siete niveles de sufrimiento y fuego que nunca se apaga.

En el Purgatorio sufrimos el Getsemaní y el Calvario SIN PALIATIVOS, TAL COMO LO SUFRIÓ JESÚS, por nuestra NEGATIVA TERRENAL a cooperar en La Redención
Pero es mucho menos intenso que en el Infierno y no hay peleas ni conflictos.
El principal sufrimiento de estas almas es su separación de Dios.
Algunos de los que están en el Purgatorio cometieron pecados mortales, pero se reconciliaron con Dios antes de su muerte.
A pesar de que estas almas sufren, gozan de paz y el conocimiento de que algún día verán a Dios cara a cara.
Tuve la oportunidad de comunicarme con las almas del Purgatorio.
Me pidieron que orara por ellos y que le diga a la gente que oren por ellos también, para que puedan ir al Cielo rápidamente.
Cuando rezamos por estas almas, recibimos su agradecimiento por medio de sus oraciones, y una vez que entren en el Cielo, sus oraciones se vuelven aún más meritorias.
EL CIELO
Después, mi ángel me escoltó hasta el Cielo pasando a través de un gran túnel, deslumbrantemente blanco.
Nunca experimenté tanta paz y alegría en mi vida.
Inmediatamente después, el Cielo se abrió y percibí la música más deliciosa, que nunca había oído antes.
Los ángeles estaban cantando y alabando a Dios.
Vi a todos los santos, especialmente a la Santísima Madre y San José. También muchos santos, piadosos obispos y sacerdotes que brillaban como estrellas.
Y cuando aparecí ante el Señor, Jesús me dijo:
“Quiero que vuelvas al mundo. En tu segunda vida serás un instrumento de paz y sanación para mi pueblo.
Caminarás en tierra extranjera, y hablarás en una lengua extranjera. Todo es posible para ti con Mi gracia”.
Después de estas palabras, la Virgen me dijo:
“Haced lo que Él os diga. Yo te ayudaré en tu ministerio”.
Las palabras no pueden expresar la belleza del Cielo.
Allí nos encontramos con mucha paz y felicidad, que excede millones de veces nuestra imaginación.
Nuestro Señor es mucho más hermoso que cualquier imagen puede transmitir. Su cara es radiante y luminosa, más bella que mil soles en ascenso.
Las imágenes que vemos en el mundo son sólo una sombra de su magnificencia.
La Santísima Madre estaba junto a Jesús, Ella era muy hermosa y radiante. Ninguna de las imágenes que vemos en este mundo puede compararse con su belleza real.
El Cielo es nuestro verdadero hogar, todos hemos sido creados para alcanzar el Cielo y gozar de Dios para siempre.
Entonces, volví al mundo con mi ángel. Es difícil para mí describir lo hermoso que es mi ángel de la guarda.
Él es radiante y luminoso.
Él es mi compañero constante y me ayuda en todos mis ministerios, especialmente mi ministerio de sanación.
Experimento su presencia donde quiera que voy y estoy agradecido por su protección en mi vida diaria.
VUELTA A LA VIDA EN LA TIERRA
Mientras mi cuerpo estaba en el hospital, el médico completó todos los exámenes necesarios y fui declarado muerto. La causa de la muerte fue hemorragia.
Mi familia fue notificada y ya que estaban muy lejos, el personal del hospital decidió llevar mi cuerpo muerto a la morgue.
Debido a que el hospital no tenía aire acondicionado, estaban preocupados de que el cuerpo se descompondría rápidamente.
A medida que fueron moviendo mi cuerpo muerto a la morgue, mi alma volvió al cuerpo.
Sentí un dolor insoportable a causa de tantas heridas y huesos rotos. Empecé a gritar, y entonces la gente se asustó y salió corriendo gritando.
Uno de ellos se acercó al médico y le dijo:
“El cuerpo muerto está gritando”.
El médico vino a examinar el cuerpo y descubrió que estaba vivo. Así que le dijo: “El padre está vivo, es un milagro. Llévalo de vuelta al hospital”.
Ahora, de vuelta en el hospital, me hicieron una transfusión de sangre y me llevaron a una cirugía para reparar los huesos rotos.
Trabajaron en mi mandíbula, costillas, pelvis, muñecas y pierna derecha.
Después de dos meses, me dieron de alta del hospital, pero mi médico traumatólogo dijo que nunca volvería a caminar.
Entonces le dije:
“El Señor, que me devolvió la vida y me envió de vuelta al mundo, me curará”.
Una vez en casa, todos rezamos por un milagro.
Aún después de un mes, y cuando me sacaron el yeso, yo no era capaz de moverme.
Pero un día, mientras rezaba, sentí un dolor espantoso en la pelvis. Después de un rato el dolor desapareció por completo y oí una voz que decía:
“Estás curado. Levántate y anda”.
Sentí la paz y el poder sanador en mi cuerpo.
De inmediato me levanté y caminé.
Alabé y agradecí a Dios por el milagro.
Fui a mi médico con la noticia de mi curación y él se quedó asombrado.
Él dijo:
“Tu Dios es el Dios verdadero. Tengo que seguir a tu Dios”.
El médico era hindú, y me pidió que le enseñara sobre nuestra Iglesia. Después de estudiar la Fe, lo bauticé y se hizo Católico.
Tras el mensaje de mi ángel de la guarda, yo vine a los Estados Unidos el 10 de noviembre de 1986 como un sacerdote misionero…
Para contactar con el p. Jose Maniyangat visita www.frmaniyangathealingministry.com
Correo electrónico: frjosemaniynagat@hotmail.com
El Impresionante Milagro del Santo Rosario en Hiroshima
En agosto se cumplió otro aniversario de los bombardeos estadounidenses a Hiroshima y vale la pena recordar un impresionante milagro que sucedió allí.
El que a la vez es un mensaje para todos nosotros.
Ocho sacerdotes jesuitas que rezaban diariamente el rosario salieron ilesos de la explosión atómica.
A pesar que vivían a menos de un kilómetro de su epicentro.
Mientras todo se destruyó a su alrededor.
UN MENSAJE MARIANO ANTE LA DESTRUCCIÓN
Es bueno recordarlo no sólo por el milagro sino también porque puede decirse que a partir de ahí los cristianos tenemos la sensación de que los tiempos finales están sobre nosotros.
La segunda guerra mundial había marcado a toda una generación y la bomba atómica sobre Hiroshima planteó una posibilidad nunca antes imaginada.
La destrucción masiva que unos pocos podían hacer sobre grandes masas de personas.
A partir de allí se vivió la dramática sensación de que si bien los avances técnicos, sanitarios y sociales, eran un signo de progreso, había un poderoso signo destructor de la civilización.
Detectamos la posibilidad de destrucción masiva a la vuelta de la esquina, sobre lo que Jean Guittón diría:
“Después de Hiroshima, estamos en ese intervalo del que no podemos saber si durará algunos años o algunos siglos”.
Y esto avalado por Pablo VI, quien ya le había constatado, confidencialmente, su sensación de que los signos descritos en el Evangelio sobre el fin de los fines parecían condensarse.
Pero que al mismo tiempo no se podía saber si esa condensación sería corta o larga en el tiempo.
Pero lo que más preocuparía a Mons. Montini no era tanto ese poder destructivo del hombre, sino la apostasía.
El abandono de la Fe, la incredulidad, la crisis de pensamiento y de conciencia, el abandono casi normal de las tradiciones religiosas, santas y sagradas.
Estaba en lo cierto.
Él y Guittón sintieron primero la destrucción material de la bomba atómica y alcanzaron a entrever otra gran destrucción.
La apostasía, que se ha desarrollado más plenamente en estos últimos años.
A lo que se ha agregado ahora otra destrucción más, que es la de la moralidad social donde la vida y la familia es el objetivo a destruir.
¿Cómo podemos leer el milagro de Hiroshima?
Hay un mensaje evidente en el milagro de los jesuitas en Hiroshima.
La Santísima Virgen nos ha querido recordar que podemos aplacar los efectos de las destrucciones masivas con el rezo del Santo Rosario.
Y este es un mensaje más útil que nunca en estos tiempos.
LA DESTRUCCIÓN DE HIROSHIMA
Hace 3 años murió Theodore “Dutch” Van Kirk en Georgia a la edad de 93 años, era el último superviviente de la tripulación que voló el Enola Gay.
El B-29 tiró la bomba de uranio en Hiroshima el 6 de agosto de 1945.
Y tres días después lanzó una segunda bomba sobre Nagasaki, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial.
A las 2:45 horas del 6 de agosto de 1945, un bombardero B-29 despegó de la isla de Tinian para tirar la primera bomba atómica sobre Japón.
A las 8:15 am la bomba explotó a ocho cuadras de la Iglesia de los Jesuitas de Nuestra Señora de la Asunción de Hiroshima.
Medio millón de personas fueron aniquiladas en los alrededores.
Sin embargo, la iglesia y los ochos padres jesuitas estacionados allí sobrevivieron.
Los más conocidos han sido los Padres Lassalle, Kleinsorge, Cieslik y Schiffer.
LOS OCHO SALIERON ILESOS
Probablemente hayas oído acerca de Padre Hubert Schiffer y los otros siete misioneros jesuitas que sobrevivieron a la explosión atómica.
Los sacerdotes vivían a menos de un kilómetro del epicentro del ataque en Hiroshima.
Y por millas en todas las direcciones, todos los edificios fueron destruidos, completamente aplastados, y 140.000 personas murieron al instante.
A excepción de los ocho sacerdotes.
El Padre Schiffer y sus compañeros no sufrieron ninguna lesión o heridas.
Todos vivieron años más allá de ese día, sin experimentar la enfermedad por radiación, a pesar de estar expuestos a altos niveles de radiactividad.
Tampoco ninguno sufrió una pérdida de la audición por la explosión.
O cualquier otro defecto o enfermedades visibles a largo plazo.
El Padre Schiffer, de sólo 30 años cuando la bomba fue lanzada sobre Hiroshima, contó su historia 31 años después, en el Congreso Eucarístico de Filadelfia en 1976.

Tres de los sacerdotes jesuitas que sobrevivieron al impacto atómico: Hugo Lasalle (izquierda), Hubert Schiffer (centro) y Wilhelm Kleinsorge (derecha)
En ese momento, los ocho miembros de la comunidad jesuita que habían vivido los bombardeos estaban todavía vivos.
Ante los fieles reunidos, él recordó celebrar la misa en la mañana temprano, luego sentarse en la cocina de la rectoría para el desayuno.
Sus recuerdos eran vívidos: el acababa de corta rodajas en un pomelo cuando hubo un destello de luz brillante.
Al hablar ante el Congreso Eucarístico, dijo que al principio, él pensó que podría ser una explosión en el puerto cercano.
Luego el describió la experiencia:
“De repente, una terrible explosión llenó el aire con un estallido como de trueno.
Una fuerza invisible me levantó de la silla, me arrojó por el aire, me sacudió, me hizo girar dando vueltas y vueltas como una hoja en una ráfaga de viento de otoño”.
Más detalles ha reportado un sacerdote que una vez conoció al Padre Schiffer en el Aeropuerto Tri-City en Saginaw Michigan.
El Padre Schiffer visitó el estado para dar una charla ante el Ejército Azul, una organización de católicos piadosos que promueve las apariciones de Fátima.
Lo siguiente que recordaba el Padre Schiffer es que abrió los ojos y estaba tendido en el suelo.
Miró a su alrededor y no había nada en ninguna dirección.
La estación de ferrocarril y los edificios en todas las direcciones fueron arrasados hasta los cimientos.
El único daño físico sobre sí mismo era que podía sentir unos trozos de vidrio en la parte posterior de su cuello.
Por lo que supo, no había nada más físicamente mal consigo mismo.
Muchos miles fueron muertos o mutilados por la explosión.
Después de la conquista de los estadounidenses, sus médicos militares y científicos le explicaron que su cuerpo empezaría a deteriorarse a causa de la radiación.
Muchos de los japoneses tenían ampollas y llagas por la radiación.
Para sorpresa de los médicos, el cuerpo del P. Schiffer no contenía ninguna radiación o efectos nocivos de la bomba.
El Padre Schiffer y los otros jesuitas fueron examinados y entrevistados en varias ocasiones por científicos y otros.
Y no podían entender por qué se habían escapado de las lesiones.
El Padre Schiffer habría dicho que él mismo había sido entrevistado 200 veces.
El P. Schiffer lo atribuye a la devoción a la Santísima Virgen.
Y su diario Rosario de Fátima.
Él siente que recibió un escudo de protección de la Santísima Virgen, que lo protegió de toda la radiación y los malos efectos.
Esto coincide con la bomba de Nagasaki, donde San Maximiliano Kolbe había establecido un convento franciscano.
El que también resultó ileso debido a la protección especial de la Virgen María.
Porque los Hermanos también rezaban el Rosario todos los días y tampoco tuvieron efectos de la bomba.
Preguntado por qué creen que se salvaron, cuando tantos otros murieron, ya sea por la explosión o de la radiación posterior, el Padre Schiffer habló por él y sus compañeros:
“Creemos que sobrevivimos porque vivíamos el mensaje de Fátima.
Vivíamos y rezábamos el rosario diariamente en esa casa”.
El Padre Schiffer cree que la Virgen les había protegido de toda la radiación y la enfermedad debido a su devoción y porque estaban viviendo el mensaje de Fátima.
“En esa casa”, dijo, “el Santo Rosario los recitábamos juntos todos días”.
Murió el 27 de marzo 1982, treinta y siete años después de aquel día memorable.
Vista de Hiroshima luego de la bomba
CONCLUSIÓN
No hay leyes físicas para explicar por qué los jesuitas no fueron tocados por el chorro de aire Hiroshima.
No hay otro dato real o prueba por la que una estructura como esa Iglesia no fuera totalmente destruida en esta distancia de separación con la explosión atómica.
Todos los que se encontraban en este rango del epicentro, recibieron la suficiente radiación para estar muertos en el plazo máximo de minutos, pero sucedió otra cosa.
No se conoce ninguna forma de diseñar una bomba atómica de uranio-235, que pudiera dejar una gran área intacta mientras destruye todo a su alrededor.
Desde un punto de vista científico, lo que pasó con los jesuitas en Hiroshima aún desafía toda lógica humana de las leyes de la física tal como se entienden hoy en día (o en cualquier momento en el futuro).
Debe concluirse que alguna otra fuerza (externa) estuvo presente.
Cuyo poder y capacidad de transformar la energía y la materia, y su relación con el ser humano, está más allá de la comprensión actual.
Desde el punto de vista de la teoría de cuerdas (relativa a los efectos atómicos a escala del mundo macroscópico)
sugiere que las cadenas físicas (es decir los cuerpos) de los jesuitas y las cuerdas de energía que representan la materia física de la casa, se transformaron en el momento de la explosión en un campo de energía de oposición.
Esto cancelólos efectos de la explosión, y luego se transformaron de nuevo, en una escala de tiempo totalmente imperceptible, en la materia física que antes tenían.
O un enorme campo de fuerza externa estaba presente, que precisamente canceló los efectos del arma sobre la geometría totalmente irregular de la casa residencial, incluyendo la protección de los ocupantes.
Es un argumento plausible para la existencia de un Creador que dejó su tarjeta de presentación en Hiroshima.
Y como vimos más arriba, hay un mensaje de la Santísima Virgen en todo esto.
EL ROSARIO ES LA RESPUESTA
Cuando Nuestra Señora se apareció a los videntes de Fátima en 1917 dijo
“Los pecados del mundo son muy grandes”.
Estábamos en medio de la Primera Guerra Mundial, y el pedido de la Mater fue el rezo del santo Rosario todos los días.
Y profetizó que si los hombres no se convertían una segunda guerra, más cruel, vendría.
Veinte años después, en las apariciones a cuatro niñas en Heede, Alemania, Nuestra Madre, sosteniendo al bebé en un brazo, y un globo con la Cruz en el otro, resumió el estado del mundo en 1937 cuando dijo:
“Recen el Rosario en reparación por los pecados del mundo”.
Eso fue justo antes del ascenso de Hitler y un período increíblemente oscuro. Durante el cual no sólo millones de judíos murieron.

En las guerras, Satanás siempre encubre la Persecución al Pueblo de Dios: los judíos y los cristianos. El P.Maximiliano Kolbe fue martirizado por los nazis.
Y cuyo final fue la bomba atómica en Japón.
Y también fue justo antes de la gran señal que predijo en Fátima, el signo que anunciaría una guerra mayor, un castigo más grande (para usar las palabras exactas de Fátima).
El mismo sucedió con la aurora boreal de 1938.
Como vemos, alrededor de los tiempos de guerra Nuestra Señora insistió en el rezo del Santo Rosario.
Mira el video a continuación.
46 PARÁBOLA DEL HORMIGUERO.
46 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Jesús está con sus apóstoles: Pedro, Andrés, Juan, Santiago, Felipe, Tomás, Bartolomé, Judas Tadeo, Simón y Judas Iscariote.
Y también el pastor José, en un tupido olivar, que está junto a su casa en Nazareth.
Jesús dice:
– Venid en torno a Mí.
Durante estos meses de presencia y de ausencia os he sopesado y estudiado. Os he conocido, y he conocido, con experiencia de hombre, el mundo.
Ahora he decidido enviaros al mundo. Pero primero debo instruiros, para haceros capaces de afrontar el mundo con la dulzura y la sagacidad, la calma y la constancia, con la conciencia y la ciencia de vuestra misión.
Usaré este tiempo de furor solar, que impide toda larga peregrinación por Palestina, para vuestra instrucción y formación como discípulos.
Como un músico, he percibido lo que en vosotros desafina y me dispongo a entonaros para la armonía celeste, que tenéis que transmitir al mundo en mi Nombre.
Retengo a este hijo (y señala a José), porque a él le delego el encargo de llevar a sus compañeros mis palabras, para que también allí se forme un núcleo eficaz, que me anuncie.
No un anuncio reducido al hecho de que Yo existo, sino con las características más esenciales de mi doctrina.
Como primera cosa os digo que es absolutamente necesario en vosotros amor y fusión.
¿Qué sois vosotros? Sois hombres de las más diversas clases sociales, de toda edad, y de los más distintos lugares.
He preferido tomar a los vírgenes en doctrinas y conocimientos, para poder penetrar en ellos más fácilmente con mi enseñanza.
Y también porque habiendo sido destinados para evangelizar, a personas que se encontrarán en una absoluta ignorancia del Dios verdadero;
quiero que, recordando la primitiva ignorancia, no sientan aversión hacia éstos y con piedad, los instruyan, recordando con cuánta piedad Yo los he instruido.
Percibo en vosotros una objeción: “Nosotros no somos paganos, aunque no tengamos cultura intelectual”. No, no lo sois;
pero vosotros y sobre todo quienes entre vosotros representan a los doctos y los ricos, estáis dentro de una religión que, degenerada por demasiadas razones, de religión no tiene más que el nombre.
En verdad os digo que son muchos los que se glorían de ser hijos de la Ley, pero de ellos ocho partes de diez no son más que idólatras que han confundido,
entre nieblas de mil pequeñas religiones humanas, la verdadera, santa, eterna Ley del Dios de Abraham, Isaac, Jacob.
Por tanto, mirándoos unos a otros, tanto vosotros, pescadores humildes y sin cultura, como vosotros, mercaderes o hijos de mercaderes, oficiales o hijos de oficiales, ricos o hijos de ricos, decid:
“Somos todos iguales. Todos tenemos las mismas deficiencias y todos tenemos necesidad de la misma instrucción. Hermanos en los defectos personales o nacionales debemos desde ahora en adelante, ser hermanos en el conocimiento de la Verdad y en el esfuerzo de practicarla.”
Eso es, hermanos. Quiero que tales os llaméis y tales os veáis. Vosotros sois como una familia sola. ¿Cuándo prospera una familia? ¿Cuándo la admira el mundo? Cuando está unida y se manifiesta concorde.
Si un hijo se hace enemigo del otro, si un hermano perjudica al otro, ¿Puede realmente durar la prosperidad de esa familia? En vano el padre de familia se esfuerza en trabajar, en allanar dificultades, en imponerse al mundo.
Sus esfuerzos quedan sin resultado, porque los bienes se disgregan, las dificultades aumentan, el mundo se burla por este estado de lid perpetua que reduce corazón y patrimonio – que, unido, era potente contra el mundo –
a un pequeño montón de pequeños, puntillosos intereses contrarios de que se aprovechan los enemigos de la familia para acelerar cada vez más su ruina.
Nunca sea así entre vosotros. Estad unidos. Amaos. Amaos para ayudaros. Amaos para enseñar a amar.
Observad: incluso lo que nos circunda nos ilustra acerca de esta gran fuerza.
Jesús señala a un pequeño montículo que se eleva entre el pasto y un pequeño ejército de hormigas que trasladan un pequeño trozo de pan…
Mirad esta tribu de hormigas, que acude toda hacia un lugar. Sigámosla y descubriremos la razón de la utilidad de que acuda hacia un punto…
Mirad aquí: esta pequeña hermana suya ha descubierto, con sus órganos minúsculos y para nosotros invisibles, un gran tesoro bajo esta ancha hoja de achicoria silvestre.
Es un pedazo de miga de pan que quizás se le haya caído a un campesino que haya venido aquí para cuidar sus olivos; a algún viandante que se haya detenido en esta sombra consumiendo su comida,
o a un niño jubiloso sobre la hierba florecida. ¿Cómo hubiera podido por sí sola arrastrar hasta su casa este tesoro mil veces más voluminoso que ella? Ha llamado, pues, a una hermana y le ha dicho:
“Mira, corre, rápido a decirles a las hermanas que aquí hay alimento para toda la tribu y para muchos días; corre, antes de que descubra este tesoro un pájaro y llame a sus compañeros y se lo devoren“.
Y la hormiguita ha corrido, afanosa, por las rugosidades del terreno, subiendo, bajando, entre guijas y hierbezuelas, hasta el hormiguero.
Y ha dicho: “Venid. Una de nosotras os llama; ha encontrado para todas, pero sola no puede traerlo aquí. Venid“.
Y todas, incluso las que, ya cansadas por tanto como han trabajado durante todo el día, estaban descansando en las galerías del hormiguero, han acudido;
incluso 11 estaban amontonando las provisiones en sus correspondientes celdas.
Una, diez, cien, mil… Mirad… Aferran con las pinzas, levantan haciendo de su cuerpo un carrito, arrastran hincando las patitas en el suelo.
Ésta se cae… la otra, allí, casi se lisia porque la punta del pan ha rebotado y la ha comprimido contra una piedra.
¿Y ésta tan pequeñita? (una jovencita de la tribu): se detiene derrengada… pero, toma aliento y continúa.
¡Qué unidas están! Mirad: ahora las hormigas tienen completamente abrazado el trozo de pan.
Y el pan avanza, avanza, lentamente, pero avanza. Sigámoslo…
Un poco más hermanitas, un poco más todavía y vuestra fatiga será premiada. Ya no pueden más, pero no ceden; descansan y luego continúan…Llegan al hormiguero. ¿Y ahora?
Ahora al trabajo, para dividir en pequeños trocitos la miga grande. ¡Mirad qué trabajo! Unas cortan, otras transportan…
Terminado. Ahora todo está a salvo…
Y dichosas, desaparecen dentro de esa grieta, galerías abajo.
Son hormigas, nada más que hormigas y sin embargo, son fuertes porque están unidas. Meditad en esto.
– ¿Tenéis algo que preguntarme?
Judas dice:
– Yo querría preguntarte si es que ya no volvemos a Judea.
– ¿Quién lo ha dicho?
– Tú, Maestro. ¡Has manifestado el deseo de preparar a José para que instruya a los demás en Judea! ¿Tanto te has ofendido como para no volver más allí?
Tomás curioso, pregunta:
– ¿Qué te han hecho en Judea?
Y Pedro al mismo tiempo, dice vehemente:
– ¿Entonces tenía yo razón cuando decía que habías vuelto en malas condiciones? ¿Qué te han hecho los “perfectos” en Israel?
– Nada, amigos, nada que no vaya a encontrar aquí. Aunque diera la vuelta al mundo encontraría por todas partes amigos mezclados con enemigos. De todas formas, Judas, te había rogado que te mantuvieras en silencio…
– Cierto, pero… No, no puedo quedarme callado cuando veo que prefieres Galilea a mi patria. Eres injusto; también allí has recibido honores…
– ¡Judas! ¡Judas! ¡Oh, Judas! Eres injusto en este reproche.
Tú a ti mismo te acusas, dejándote llevar de la ira y de la envidia. Yo había logrado dar a conocer sólo el bien que he recibido en tu Judea.
Sin mentir y con alegría, había logrado manifestar este bien para hacer que os amasen a los de Judea.
Con alegría. Porque para el Verbo de Dios no existe separación de regiones, no existen antagonismos, enemistades, diversidades. ¡Os amo a todos, oh hombres, a todos…!
¿Cómo puedes decir que prefiero Galilea cuando he querido llevar a cabo los primeros milagros y las primeras manifestaciones en el suelo sagrado del Templo y de la Ciudad Santa, estimada por todos los israelitas?
¿Cómo puedes decir que actúo con parcialidad, si de vosotros, discípulos, que sois once o diez, porque mi primo es familia, no amistad, cuatro son judíos?
Y, si añado a los pastores, que son todos judíos, puedes ver de cuántos de Judea soy amigo.
¿Cómo puedes decir que no os amo, si Yo, que conozco las cosas, he organizado el viaje de manera que pudiera dar mi Nombre a un pequeñuelo de Israel y recibir el espíritu de un justo de Israel?
¿Cómo puedes decir que no os amo a vosotros, judíos, si en la revelación de mi Nacimiento y de mi preparación a la misión he querido que hubiera dos judíos, contra uno sólo de Galilea?
Me tachas de injusto. Examínate, Judas, mira si el injusto no eres tú.
Jesús ha hablado con majestuosidad y dulzura.
Pero, aunque no hubiera dicho nada más, habrían bastado los tres modos como ha dicho «Judas» al principio de sus palabras, para dar una gran lección.
El primer «Judas» lo decía el Dios majestuoso que llama al respeto; el segundo, el Maestro que enseña con doctrina paterna; el tercero era el ruego del amigo dolido por el modo de actuar de su amigo.
Judas ha bajado la cabeza, humillado, todavía iracundo, afeado por este aflorar de bajos sentimientos.
Pedro no sabe quedarse callado.
– Al menos pide perdón, muchacho.
¡Si hubiera sido yo en vez de Jesús, no hubieras salido del paso sólo con unas palabras! ¡No sólo injusto! ¡No tienes respeto, señorito! ¡Así os educan los del Templo? ¿O es que eres tú el ineducable? Porque si son ellos…
Jesús interviene:
– Basta, Pedro. He dicho Yo todo lo que había que decir.
Esto también será motivo de instrucción mañana. Y ahora repito a todos lo que les había dicho a éstos en Judea: no digáis a mi Madre que su Hijo fue maltratado por los judíos.
Ya está toda compungida por haber intuido mi pena. Respetad a mi Madre. Vive en la sombra y silencio; es activa sólo en virtudes y oración por mí, por vosotros y por todos.
Dejad que las lúgubres luces del mundo y las ásperas luchas queden lejos de su refugio fajado de discreción y pureza. No metáis ni siquiera el eco del odio donde todo es amor. Respetadla.
Ella es más valiente que Judit; lo veréis. Pero no la obliguéis, antes de tiempo, a gustar la hez que supone los sentimientos de los miserables del mundo, de aquellos que no saben ni siquiera rudimentariamente qué es Dios y la Ley de Dios.
Esos de que os hablaba al principio: los idólatras que se creen sabios de Dios y que, por tanto, unen la idolatría a la soberbia. Vamos.
Y Jesús se dirige de nuevo hacia Nazaret.