71 LA IDOLATRÍA

Mount of Olives view from Solomon’s Temple grounds in Jerusalem, Israel

71 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

Por la noche, Jesús está cenando con sus discípulos en la casita del olivar.

Intercambian comentarios de lo sucedido durante el día y de la curación de un leproso, cerca de los sepulcros de Betfagé.

Bartolomé, dice:

–     Había un centurión romano que observaba y me preguntó desde su caballo: ‘El Hombre a quién sigues, ¿Hace frecuentemente cosas similares? Y yo le dije que sí.  Y él me dijo:

–     Entonces es más grande que Esculapio y será más rico que Creso.

Y yo le contesté:

–     Será siempre pobre según el mundo; porque no recibe, sino que da. Y lo único que busca es llevar almas al conocimiento del Dios Verdadero.

El centurión me miró con tamaños ojos, lleno de admiración. Espoleó su caballo y partió al galope.

Tomás agrega:

–    Había también una mujer romana en su litera. Tenía las cortinas corridas y se asomaba furtivamente por ellas. Yo la vi.

Juan confirma:

–    Sí. Estaba cerca de la curva alta del camino. Había dado órdenes de detenerse cuando el leproso gritó: ‘¡Hijo de David, ten piedad de mí!’

Entonces recorrió la cortina y yo vi que te miró a través de una lente preciosa y se rió con ironía.

Pero cuando vio que Tú, sólo con tu Palabra la habías curado; me llamó y me preguntó: ‘Pero, ¿Ése es el que dicen que es el verdadero Mesías?’ respondí que sí.

‘¿Y es verdaderamente Bueno?’ Volví a decir que sí. ‘¿Estás tú con Él?’ Sí.

Pedro y Judas preguntan al mismo tiempo:

–     ¡Entonces la viste!

–    ¿Cómo era?

Juan contesta sencillamente:

–     Pues… una mujer.

Pedro ríe:

–    ¡Qué descubrimiento!

Iscariote insiste:

–    ¿Era bella? ¿Joven? ¿Rica?

–     Sí. Me parece que era joven y también hermosa.

Pero yo estaba mirando más bien a Jesús que a ella. Quería cerciorarme, cuando el Maestro se pusiera en camino.

Judas dice entre dientes:

–     ¡Estúpido!

Santiago de Zebedeo lo defiende:

–     ¿Por qué? Mi hermano no es un libertino en busca de aventuras.

Respondió por educación y no faltó a su primera cualidad.

Judas pregunta:

–     ¿Cuál?

–     La del discípulo que ama tan solo a su Maestro.

Judas irritado, inclina la cabeza.

Felipe dice:

–     Y luego… no es muy bueno que lo vean a uno hablar con los romanos.

Ya nos andan acusando de que somos galileos. Y por eso, menos puros que los judíos. Esto por nacimiento…

También nos acusan de detenernos en Tiberíades con demasiada frecuencia. Lugar de cita de los gentiles romanos, sirios, fenicios… y luego… ¡Oh! ¡De cuantas cosas nos acusan!

Jesús, que hasta ahora había permanecido callado;

Dice:

–    Eres bueno, Felipe.

Y pones un velo en la dureza de la verdad que dices. Porque sin velo, es ésta: ¡De cuantas cosas me acusan!

Iscariote corrobora:

–    En el fondo no están del todo equivocados. Demasiado contacto con los paganos. 

Jesús pregunta:

–   ¿Tienes tan solo por paganos a los que no tienen la Ley Mosaica?

–   ¿Y cuáles otros podrían ser?

–   Judas…

¿Puedes jurar por nuestro Dios, que no tienes paganismo en el corazón? ¿Puedes  jurar que no lo tengan los israelitas más sobresalientes?

–    Maestro, de los otros no lo sé. De mí… Puedo jurar.

–   ¿Qué cosa es para ti, el paganismo, según tu manera de pensar?

Judas replica con vehemencia:

–    Seguir a una religión que no es la verdadera. Adorar a otros dioses.

–   ¿Y cuáles son?

–    Los dioses de Grecia, Roma y de los egipcios.

En una palabra; los dioses de mil nombres y de seres que no existen; pero que según los paganos, llenan sus olimpos.

–   ¿Y ningún otro dios existe? ¿Sólo los olímpicos?

–   ¿Y Cuáles otros? ¿Acaso no son ya demasiados?

–   Demasiados. Sí. Demasiados.

Pero hay otros. Y a ellos, cada hombre les quema  incienso en los altares de su corazón.

También los sacerdotes; escribas, rabíes, saduceos y herodianos. Todos los de Israel. ¿No es verdad?

No sólo ellos; sino que hasta mis discípulos, lo hacen.

Todos replican vivamente:

–    ¡Ah! ¡Eso, no!

Jesús los mira a todos y dice:

–    ¿No?… Amigos… 

¿Quién de vosotros, no tiene un culto, o muchos cultos secretos?

Uno, tiene la belleza y la elegancia. El otro, el orgullo de su saber. Otro, inciensa la esperanza de llegar a ser humanamente grande.

Otro… adora todavía a la mujer. Otro; el dinero. Otro se postra delante de su saber.

Y habrá quién; con un egoísmo monstruoso, se adorará a sí mismo; en un auto idolatría, infernal.

 ¿De verdad queréis saber cuál es el ídolo que adoráis?…

Responderos a vosotros mismos: ‘¿En qué pienso cuando me levanto por las mañanas? ¿En qué pienso a lo largo del día?

¿En qué pienso, cuando me acuesto a descansar? ¿En qué pienso todos los días? ¡Los siete días, de la semana!

¿A QUIÉN LE ESTOY DEDICANDO MI VIDA?… 

La respuesta…

¡Es el nombre del ídolo de vuestro corazón! A quién le hemos entregado el dominio de nuestros pensamientos; es el nombre del ídolo al cual se está adorando… 

Y así sucesivamente…

En verdad os digo que no hay hombre que no esté manchado de idolatría.

¡¿Cómo entonces se puede desdeñar a los paganos?! Que lo son por desgracia; mientras que estando uno con el Dios Verdadero; permanece pagano por su voluntad…

Muchos exclaman al mismo tiempo:

–   Pero somos humanos, Maestro.

–   Es verdad. Entonces tened caridad para con los otros. Porque Yo la he tenido para todos. Y para eso he venido y vosotros no valéis más que Yo.

Judas objeta:

–    Pero entretanto nos acusan y a tu misión le ponen trabas.

–    Eso no importa. Seguiré adelante.

Pedro, dice:

–    A propósito de mujeres…

Desde que hablaste en Betania la primera vez; después de tu regreso a Judea; hay una mujer velada que siempre nos sigue.

Y la veo que te escucha detrás de un árbol o procurando pasar desapercibida, porque no habla con nadie. Ahora  la vi tres veces en Jerusalén.

Hoy le pregunté: ¿Necesitas algo? ¿Estás enferma? ¿Quieres una limosna…?

Y siempre negó con la cabeza.

Juan dice:

–    A mí me dijo un día: ‘¿En dónde vive Jesús?’ y le contesté: ‘En Get-Sammi’

Judas de Keriot exclama iracundo:

–   ¡Valiente bobo!

¡No debiste hacerlo! Debías haber dicho: ‘¡Descúbrete! ¡Hazte conocer y te lo diré!

Juan pregunta sencilla e inocentemente:

–    Pero… ¿Desde cuándo exigimos esas cosas?

Judas explica con impaciencia:

–    A los otros se les puede ver.

Ella está cubierta completamente con el velo. O es una espía o una leprosa. No debe seguirnos y enterarse.

Si es espía, es para hacer el mal. Tal vez el Sanedrín le paga por esto…

Pedro pregunta:

–    ¡Ah! ¿El Sanedrín usa estos medios? ¿Estás seguro?

–    Segurísimo. Estuve en el Templo y lo sé.

Pedro comenta:

–    ¡Qué belleza! Esto viene como anillo al dedo a lo que acaba de decir el Maestro…

Judas se pone rojo de ira e increpa:

–    ¿Qué?

–    Que también hay sacerdotes paganos.

–    ¿Qué tiene que ver esto con pagar a una espía?

–    ¡Qué si tiene!… ¿Por qué pagan?

Para aplastar al Mesías y triunfar ellos. Se ponen pues en el altar con sus puercas almas, bajo sus limpísimos vestidos. –responde Pedro convencido, con su buen juicio de iliterato.

Judas concluye:

–    Bien. En resumidas cuentas, esa mujer es un peligro para nosotros o para la gente.

Para la gente, si es leprosa. Para nosotros, si es espía.

Pedro replica:

–     Esto es: Para Él, en caso de que así fuese.

–     Pero si cae Él; nosotros también caemos.

–     ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! –ríe Pedro con perspicacia.

Y concluye: 

–    Y si cae uno, el ídolo se rompe en pedazos.

Y se pierde el tiempo, estima y tal vez hasta el pellejo. Y entonces… ¡Ah! ¡Ah!… entonces es mejor tratar de que no caiga… o retirarnos a tiempo…. ¿Verdad?

Yo al revés. ¡Mira!

Pedro abraza estrechamente a Jesús,

Y agrega:

–      Lo abrazo con todas mis fuerzas. Si cae pisoteado por los traidores de Dios, quiero caer con Él.

Juan dice muy triste:

–     No pensaba que había hecho tanto mal, Maestro.

Pégame. Maltrátame. Pero sálvate. ¡Ay de mí, si yo fuera la causa de tu muerte!… ¡Oh!…

¡Jamás volvería a tener paz! Me quedaría ciego de tanto llorar. ¿Qué he hecho?

¡Judas tiene razón! ¡Soy un tonto!…

–     ¿Entonces no he hecho mal?…

Jesús interviene:

–     No Juan. No lo eres e hiciste bien.

Déjala que venga siempre. Respetad su velo. Puede ser que lo use como defensa entre el pecado y la sed de redimirse.

¿Tenéis idea de qué causa ese llanto y ese pudor? Dijiste Juan; hijo de corazón de niño bueno, que un llanto continuo surcaría tu rostro si fueses causa de un mal mío.

Pues debes saber que cuando una conciencia, despertada de nuevo, comienza a roer una carne que fue pecado, para destruirla y triunfar con el espíritu, debe por fuerza consumir todo aquello que fue seducción de la carne,

Y la criatura sufre y lucha por vencerse en sus apetitos; envejece, languidece bajo la llamarada de este fuego taladrador.

Sólo después, completada la redención, se compone de nuevo una segunda, santa y más perfecta belleza…

Porque es entonces lo hermoso del alma lo que aflora por la mirada, a través de la sonrisa, de la voz, de la honesta dignidad de la frente sobre la cual se ha depositado y resplandece como diadema el Perdón de Dios.

–    ¿Entonces no hice mal?

–      No. Y tampoco Pedro. Dejadla.

Y ahora, que todos se vayan a descansar. Yo me quedo con Juan y Simón. Tengo que hablarles. Marchaos.

Los discípulos se retiran.

Quizás duermen en la almazara porque ciertamente no vuelven a Jerusalén, ya que las puertas están cerradas desde hace horas.

–     ¿Has dicho, Simón, que Lázaro te ha enviado a Isaac con Maximino hoy, mientras Yo estaba al lado de la torre de David. ¿Qué quería?

–    Quería decirte que Nicodemo está en su casa y que quería hablarte en secreto.

Me he tomado la libertad de decir: “Que venga. El Maestro lo esperará durante la noche”. Sólo tienes la noche para estar solo.

Por este motivo te he dicho: “Despide a todos, menos a Juan y a mí”.

Juan es necesario para ir al puente del Cedrón, a esperar a Nicodemo, que está en una de las casas de Lázaro, extramuros.

Yo hacía falta para explicar. ¿He hecho mal?

–      Hiciste bien. Juan, ve a esperarlo.

Se quedan solos Simón y Jesús; el cual está pensativo.

Simón respeta su silencio.

Pero de pronto lo rompe Jesús, como si terminase un coloquio interior…

Con los carismas de Oración y Profecía activos, también hacemos lo mismo y es cuando vivimos el Cielo en la Tierra…

Jesús es el Verdadero Templo y estaba orando mentalmente con su compañero y Huésped interno…

Cuando somos capaces de aprender a ORAR ASÍ, usando el CELULAR CELESTIAL…

Jamás podemos separarnos de Dios, ni siquiera cuando estamos casados y en plena luna de miel.

Porque el acto sexual es un rito sagrado. (Tobías 8, 4-8)

Tobías 8, La noche de Bodas de Tobías y Sara, Biblia Católica

Pero de pronto lo rompe Jesús, como si terminase un coloquio interior…

Y dice:

–     Sí. Está bien hacer así…

Sí. Está bien así. Isaac, Elías, los otros, son suficientes para mantener viva la Idea que se está conslidando entre los buenos y en los humildes.

Para los poderosos… hay otras levas. Está Lázaro, Cusa, José, y otros…

Pero los poderosos… no me aceptan. Temen y tiemblan por su poder.

Me iré lejos de este corazón judío que cada vez se muestra más hostil al Mesías.

Simón pregunta:

–     ¿Vamos a volver a Galilea?

–      No. Pero nos vamos lejos de Jerusalén.

Judea debe ser evangelizada; también ella es Israel. Pero aquí, ya ves… Todo sirve para acusarme.

Me retiro. Y esta es la segunda vez…

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