73 LA CARIDAD SECRETA9 min read

Taybeh el antiguo poblado de Efraín

73 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

En una fría mañana de principios de Noviembre. 

Jesús está subiendo por el empinado sendero que lleva al rellano sobre el que está edificada Betania.

Esta vez no siguela calzada principal. Ha tomado este camino más empinado y más rápido, que en dirección noroeste este y que está mucho menos transitado quizás por estar tan en pendiente.

Sólo los que viajan con prisa hacen uso de él; o los que teniendo manadas de ganado, prefieren no meterlas en el trajín de la calzada principal.

O quienes como Jesús hoy, prefieren pasar desapercibidos.

Él sube delante, en vivaz conversación con el Zelote.

Detrás, los siguen los demás en tres grupos. En el primero, van los primos de Jesús con Juan y Andrés.

Luego, otro grupo formado por Santiago de Zebedeo, Mateo, Tomás y Felipe. Y enseguida los últimos, Bartolomé con Pedro y Judas Iscariote.

Ganada la planicie, sobre la cual Betania le sonríe al sol de un día frío y sereno del invierno que ya se cierne con su crudeza sobre la Tierra Prometida.

Y desde la que mirando hacia oriente, se ve el valle del Jordán y la via que viene de Jericó.

Entonces Jesús da orden a Juan de ir a avisar a Lázaro de su llegada.

Mientras Juan se marcha con paso rápido, Jesús prosigue con los suyos lentamente, siendo saludado a cada paso por personas del lugar.

La primera que viene de la casa de Lázaro es una mujer que se prosterna diciendo:

–      Dichoso este día para la casa de mi señora.

Ven. Maestro. Allí están Maximino y Lázaro ya en la puerta. 

El administrador es un hombre un poco mayor que Lázaro, quese acerca a Jesús,

diciéndole:

–     No esperábamos tenerte tan pronto.

Jesús responde:

–     Pido alojamiento para una noche.

–     Si fuera para siempre nos harías felices.

Han llegado al umbral de la entrada del Palacio de Sión, Lázaro besa y abraza a Jesús y saluda a los discípulos.

Luego, teniendo un brazo en torno a la cintura de Jesús, entra con Él en el jardín y se aísla de los demás.

Jesús y Lázaro están conversando en el jardín de la casa de Betania…

Lo primero que hace Lázaro, es preguntar:

–     ¿A qué debo la alegría de tenerte conmigo?

–      Al odio de los miembros del Sanedrín.

–     ¿Te han hecho daño?… ¿Otra vez? 

–      No. Pero me lo quieren hacer y no es la Hora.

Hasta que no haya arado toda Palestina y esparcido la semilla, no debo ser abatido.

–      También tienes que recoger tu cosecha, Maestro bueno; es justo que sea así.

–      Mi cosecha la recogerán mis amigos.

Ellos pasarán la hoz donde he sembrado. Lázaro, he decidido alejarme de Jerusalén. Sé que no es solución, lo sé ya desde ahora; pero servirá al menos para poder evangelizar.

En Sión se me niega incluso esto.

–      Te había enviado con Nicodemo el mensaje de que fueras a una de mis propiedades. Nadie osa violarlas. Podrías llevar a cabo tu ministerio sin molestias.

¡Oh, mi casa, la más dichosa de todas mis casas por santificarla Tú con tu enseñanza, con tu respiración! Dame alegría de serte útil, Maestro mío.

–      Ya ves que estoy dándotela ya; pero en Jerusalén no me puedo quedar.

Mira, aunque a mí no me molestaran, sí lo harían con quienes fueran a verme. Voy hacia Efraím, entre este lugar y el Jordán. Evangelizaré y bautizaré allí como el Bautista.

–      En los campos de esa zona tengo una pequeña casa que se utiliza para los arneses y guardar las herramientas de los trabajadores.

Algunas veces duermen en ella durante la corta del heno o la vendimia. Es muy pobre: simple techo apoyado en cuatro paredes; pero está en mis tierras, y se sabe…

Pues bien, el hecho de saberlo hará de espantajo contra los chacales. Acepta, Señor. Mandaré a los siervos a prepararla…

–     No hace falta. Si en ella duermen tus campesinos, será suficiente también para nosotros.

–     No pondré riquezas. Sólo completaré el número de las camas, pobres como Tú deseas.

Y mandaré mantas, asientos, ánforas y copas. Lógicamente, tendréis que comer y que taparos, especialmente en estos meses de invierno. Déjame a mí. Ni siquiera lo haré yo.

Aquí viene Marta. Posee la habilidad, práctica y solícita, de todos los cuidados familiares. Su lugar es la casa; su función, ser consuelo de los cuerpos y de los espíritus que están en la casa. ¡Ven, mi dulce y pura hospedera!

¿Ves? Incluso yo me he refugiado bajo su cuidado materno, en su parte de herencia. Así, no lloro demasiado ásperamente a mi madre.

Marta, Jesús se retira al llano del Agua Especiosa. Lo único especioso que hay es el suelo fértil; la casa es un aprisco. Pero Él quiere una casa de pobres. Hay que proveerla de lo indispensable. ¡Dispónlo tú, que eres inigualable para esto! 

Lázaro besa la mano de su hermana, que lo acaricia con verdadero amor de madre,

mientras dice:

–      Parto en seguida. Me llevo conmigo a Maximino y a Marcela.

Los hombres del carro ayudarán a aparejar. Bendíceme, Maestro; así, llevaré conmigo algo tuyo.

–      Sí, mi dulce hospedera.

Te llamaré como te llama Lázaro. Te doy mi corazón para que lo lleves contigo, en el tuyo.

Jesús la bendice y Martha se va.

Lázaro dice:

–     ¿Sabes, Maestro, que hoy está por estos campos Isaac con Elías y los demás?

Me han pedido pasto, abajo en la llanura, porque quieren estar un poco juntos y lo he permitido. Hoy están de cambio de pastos. 

Los estoy esperando porque los invité a comer aquí, todo el tiempo que quieran.

–      Me alegra. Les daré instrucciones…

–      Sí. Para podernos mantener en contacto. No obstante, alguna vez vendrás…

–      Vendré. He hablado ya de ello con Simón.

Y, dado que no es justo que Yo invada tu casa con los discípulos, iré a casa de Simón…

–      No, Maestro. ¿Por qué me quieres dar este dolor?

–      No preguntes, Lázaro; Yo sé que está bien así.

–      Pero entonces…

–      Entonces seguiré estando en tus propiedades. Lo que el mismo Simón ignora Yo lo sé.

Aquel que quiso comprar, sin revelar su identidad y sin detenerse a estudiar las condiciones, con tal de estar cerca de Lázaro de Betania, era el hijo de Teófilo, el fiel amigo de Simón el Zelote y el gran amigo de Jesús de Nazaret.

Aquel que duplicó la suma por Jonás y no gravó el patrimonio de Simón para proporcionarle a éste la alegría de poder hacer muchas cosas por el Maestro pobre y por los pobres del Maestro,

Aquél, es uno que tiene por nombre Lázaro.

El que discreto y atento, mueve, dirige, presta ayuda a todas las fuerzas buenas para ayudarme, aliviarme y protegerme; ése, es Lázaro de Betania. Yo lo sé.

–     ¡Oh, no lo digas! ¡Creí actuar bien de ese modo y en secreto!

–     Secreto, sí, para los hombres, pero no para Mí; Yo leo en el corazón.

¿Quieres que te diga por qué tu ya de por sí natural bondad se impregna de perfección sobrenatural?

Es porque pides don sobrenatural, pides la salvación de un alma y la santidad tuya y de Marta.

Tú sientes que no basta con ser buenos según el mundo, sino que se requiere ser buenos según las leyes del espíritu, para obtener de Dios la gracia.

Tú no has oído mis palabras, pero Yo he dicho: “Cuando hagáis el bien, hacedlo en secreto, y el Padre os dará una gran recompensa”.

Tú lo has hecho por un natural impulso a la humildad, y verdad te digo que el Padre te reserva una recompensa que ni siquiera puedes imaginar.

–     ¿La redención de María? …

–     Eso y más, más aún.

–     ¿Qué es Maestro, más imposible que esto?

Jesús lo mira y sonríe.

Luego dice, con el tono de un salmo:

«El Señor reina, y con Él sus santos. Con sus rayos de luz trenza una corona y sobre la cabeza de los santos la deposita.

Para que eternamente resplandezca ante los ojos de Dios y del universo.

¿De qué metal está entretejida? ¿Con qué piedras preciosas decorada?

Oro, oro purísimo es el círculo obtenido con el dúplice fuego del amor divino y del amor del hombre, cincelado por la voluntad, martillando, limando, cortando, afinando.

Gran profusión de perlas, y esmeraldas más verdes que la hierba nacida en Abril; turquesas de color de cielo, ópalos de color luna, amatistas como violetas pudorosas…

Y engarzados para toda la vida, jaspe y zafiros, jacintos y topacios. Y como broche de la obra, un círculo de rubíes, un gran círculo sobre la frente gloriosa.

Porque este hombre bendito ha tenido fe y esperanza, ha tenido mansedumbre y castidad, templanza y fortaleza, justicia y prudencia, misericordia sin medida.

Y en el fondo ha escrito con la sangre tu Nombre y la Fe en Mí, su amor en él por Mí y su nombre en el Cielo. ¡Exultad, oh justos del Señor!

El hombre ignora, Dios ve.

Él escribe en los libros eternos mis promesas y vuestras obras. Y con ellas vuestros nombres, Príncipes del siglo futuro, triunfadores eternos con el Cristo del Señor.

Lázaro lo mira asombrado.

 Luego susurra:

–     ¡Oh!… yo… no seré capaz…

–     ¿Tú crees?

Y Jesús coge una rama flexible de un sauce, cuyas frondas penden sobre el sendero y dice:

—     «Mira: como mi mano dobla fácilmente esta rama, el amor plegará tu alma y de ella hará una corona eterna.  El Amor es el redentor individual. 

Quién ama inicia su redención. Lo que falte, lo pondrá el Hijo del hombre.

Todo concluye.

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