P EL ÁNGEL DE LA MUERTE14 min read

Diciembre 05 2020

Habla Dios Padre

Hijitos Míos, la muerte, para unos es el momento más deseado de sus vidas, para otros, el más temido.

¿En qué consiste la diferencia?

Hijos Míos, la Muerte es el momento deseado de Mí Corazón; es el momento en el cuál vuestras almas regresan a Su Creador después de un largo viaje,

es el momento del coloquio Divino entre Vuestro Dios con Su creatura, es el momento del intercambio amoroso de las almas con Su Dios; es el pase a una nueva vida.

Vosotros, vuestras almas, Me pidieron el don de la vida para servirMe en la Tierra, para llevar Mí Amor, Mí Compasión a los necesitados, Mí Ternura a los afligidos, Mí Redención a los pecadores.

Vosotros hicisteis un pacto de amor y donación de vuestra voluntad aquí en el Cielo, para bajar a la Tierra y poder ayudarMe en la salvación de las almas;

hicisteis un pacto de amor para procurarMe felicidad al hacer Mí Voluntad.

¿Cómo no voy Yo a resistir abrazaros y buscaros cuando vosotros retornáis a Mí Reino, después de una larga o corta travesía por la Tierra?

¿Cómo no voy Yo a hacer fiesta con los Míos, por vuestro retorno a la Casa Celestial?

¿Cómo no voy Yo a gozar de vuestro regreso triunfal después de que habéis dejado Mí Presencia y Mí Amor entre vuestros semejantes?

Sí, hijitos Míos, la muerte es alegría en el Cielo, es alegría en Mí Corazón, es el momento de la eterna unión;

es el principio de una nueva vida probada en el Amor, después de la donación y triunfo de vuestra alma a Su Dios,

es la coronación a vuestras almas por Su Dios por haberos donado para llevar Su Santo Nombre y Amor a los vuestros.

Esto, hijitos Míos, es en realidad la muerte, vuestra muerte, la cuál no es fin, sino principio,

Principio de Gloria, Principio de Mí Amor a vosotros para un gozo eterno. Es el regreso e intercambio de experiencias de Vuestro Dios con vosotros. 

Es el recuerdo de Mí Presencia en vosotros, de Mis Cuidados amorosos mientras cumplíais vuestra misión, vuestra donación.

Es el recordar vivencias y de aceptar errores. Es momento de purificación gloriosa ante un Dios que os ama por sobre todas las cosas.

Es el momento de enfrentarse a la Verdad de Mí Corazón, pero es el momento del enfrentamiento con Mí Misericordia, con Mí Amor.

Si vuestra alma llega a Mí, deseosa de unión, a pesar de vuestras faltas, deberéis estar seguros de que Yo seré para vosotros Amor Total.

No encontraréis al juez que muchos temen y que os imagináis, sino encontraréis al Padre compasivo, al Padre que entiende perfectamente vuestra pequeñez y que sabrá disculpar todas vuestras faltas.

Si es vuestra humildad y arrepentimiento los que se presenten ante Mí, Yo os abrazaré y enjugaré vuestras lágrimas de dolor por haberMe contristado.


Si es vuestro pequeño amor el que viene ante Mí a dar cuentas al Amor, Yo lo colmaré y lo engrandeceré y será vuestro triunfo eterno ante vuestros hermanos en Mí Reino Celestial.

Hijitos Míos, ¡Cómo deseo el encuentro final! ¡El encuentro del Principio!

Mí Corazón se llena de alegría infinita al ver a las almas que retornan y Yo, como si no supiera nada de vuestras vidas y de vuestra misión en la Tierra,

Me gusta escucharos, Me gusta compartir de vuestra vida pasada, Me gusta vivir con vosotros vuestra vida.

El encuentro final ¡Qué alegría! Deberéis desear y pedirMe éste encuentro final, porque debéis estar seguros que Mí Gozo es grande al teneros nuevamente ante Mí

y porque deseo nuevamente fundiros a Mí Ser y así, Yo compartir con vosotros Mis Gozos y Gloria por toda la Eternidad.

Hijitos Míos, no temáis éstos momentos de gran Gloria y Amor de Mí Corazón.

Si vosotros tenéis plena Fé y Confianza en Mí Amor, no temáis, Yo conozco perfectamente vuestra pequeñez, vuestros defectos y vuestros pecados.

Yo os conozco mejor que vosotros mismos puesto que Yo os creé y os acompañé desde el primer momento de vuestra existencia.

Yo os he amado desde siempre y Mí Amor hacia vosotros, cuando con vuestra libre voluntad, Me pedís bajara al Mundo a servirMe, sabiendo los peligros existentes allá.

Por eso mismo el regreso es gratísimo a Mí Corazón. 

Mí Corazón es extremadamente sensible a las muestras de amor que Me proporcionan las almas al donárseme en vuestra libre voluntad.

Debéis estar gozosos con vuestra muerte, porque Me dáis también a Mí, gran gozo y ésta alegría que Me dáis, no la podréis comprender sino hasta que estéis Conmigo.

No temáis hijitos Míos, a la unión definitiva, deseádla.

Un Padre que os ama con un amor que no puede llegar a medir vuestra pequeña mente humana, os está esperando.

¡Me dáis tanto gozo, os lo aseguro! Tened confianza y venid a Mí arrepentidos y Yo sabré reconfortaros, pero venid.

Que vuestros últimos momentos en la Tierra sean de alegría y cantos jubilosos hacia Vuestro Padre, hacia Vuestro Dios, para que cuando cerréis vuestros ojos

se abran acá en Mí Reino y que vuestro gozo y vuestros cantos se unan a los de Mis Ángeles y Mis Santos.

Los que han de temer su muerte son aquellos que durante su vida se dedicaron a blasfemar Mí Nombre, a atacar Mí Doctrina,

a tratar de evitar la veneración y el amor a Mí Santísima Hija, la Siempre Virgen María.

Para ellos sí seré Juez riguroso, ya que todo lo que tuvísteis en la Tierra, todo lo obtuvisteis de Mí.

Vuestra vida, vuestro bienestar, vuestra salud, vuestros hijos, vuestros dones y capacidades y todo, os lo dí, a pesar de vuestras blasfemias y negaciones,

a pesar de vuestra falta de amor hacia vuestros semejantes, a pesar de haber hecho lo posible por tratar de destruir la Obra de Mí Hijo sobre la Tierra, por haber tratado de destruir Mí Iglesia.

Para aquellos sí seré Juez severo y no Padre amoroso, porque Me tuvieron y Me despreciaron,

porque los consentí por ser Mis hijos “problema” y no quisieron escuchar la voz amorosa de Su padre para volverlos al buen camino.

Estos sí han de temer el momento del encuentro, porque su vida eterna será de llanto y dolor.

Llanto y dolor que primero Me infringieron a Mí, vuestro Dios, y a pesar de Mí Dolor Infinito, vuestra condenación de dará.

Hijitos Míos, los que Me amáis, orad por todas ésas almas, las que no Me aman, las que Me atacan, las que no desean una vida eterna de alegrías y de Amor de Mí Corazón.

ALMAS VÍCTIMAS Y CORREDENTORAS

Pedid por su salvación, orad, haced penitencia y ayunos por ellas, para que Yo pueda romper sus duros corazones y pueda introducirMe por las pequeñas resquebrajaduras

y mueva sus corazones al arrepentimiento sincero, para hacerles llegar Mí Luz de Amor y pueda Yo, por vuestra intercesión, ganarMe otra alma para Mí Reino.

Todas las almas Me pertenecen, todos sóis Míos, ¡volved a Mí, hijitos Míos, volved a Mí, os amo!

Uníos a los Méritos de Mí Hijo, unid vuestras pequeñas fuerzas y méritos, a los méritos Omnipotentes de Mí Hijo y así alcanzaréis fuerza insospechada.

Revestíos con Su Vida de ejemplo y amor y purificáos con Su Divina Sangre para que unida a vuestra muerte, os alcance de Mí Hijo, la Gracia de vuestra purificación final

y así os presentéis ante Mí, gloriosos y santos y os haga pasar a Mí Reino por toda la Eternidad.

Vivíd bajo la protección amorosa de Mí Hija, vuestra Madre, la Santísima Virgen María,

«Guadalupe» en náhuatl significa: «aplasta la cabeza de la serpiente»Es justo Génesis 3,15: María Vencedora del Maligno.  Y la imagen de la tilma, es una pintura exacta como la detalla el Apocalipsis 12,

de quién obtendréis todos los cuidados amorosos y santos que vuestras almas necesitan durante vuestra vida sobre la Tierra y que necesitarán al final de ella.

Ella os revestirá con la blancura de Su Manto Virginal y Ella os presentará ante Mí y abogará por vosotros cuando os encontréis ante Mí Presencia.

Confiad plenamente en Ella porque os ama mucho más de lo que un padre o una madre de la Tierra os pueden amar.

Vivir con Ella y amarla, es signo inequívoco de salvación eterna.

Vivid bajo la Inspiración Divina de Mí Santo Espíritu para que os guíe por el sendero del amor, el sendero seguro de la salvación, tanto vuestra como la de vuestros semejantes.

¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y en el hueco de mi mano?

Y vivíd seguros de que vuestro Padre Celestial os está esperando en ése último suspiro de vida, para abrazaros con el abrazo amoroso y comprensivo,

lleno de ternura y de perdón, lleno de disculpas y de salvación, para compartir con vosotros Su Vida Eterna.

Yo os bendigo en Mí Santo Nombre, en el de Mí Hijo y en el del Espíritu Santo de Amor.

Recibid, también, las bendiciones de Mí Hija, la Santísima Virgen María, Madre del Salvador y Redentor del Mundo.

CANTALAMESSA: EN LA ESCUELA DE LA «HERMANA MUERTE»

Kamil Szumotalski/ALETEIA

Ary Waldir Ramos Díaz – publicado el 04/12/20

Curiosamente, una conocida marca española ha puesto en marcha una campaña de Navidad con el mismo mensaje que el predicador del Papa

Mirar la vida desde el punto de vista de la muerte, otorga una ayuda extraordinaria para vivir bien«, dijo el cardenal Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia.

Un memento mori que no solo ha resonado en el Aula Pablo VI, sino también en las redes sociales de España.

Cantalamessa desarrolló la primera predicación de Adviento en el contexto de la pandemia que vive el mundo.

Lo hizo ante el Papa Francisco, los cardenales y monseñores de la Curia Romana que lucieron mascarillas para evitar contagios de Covid en el aula Pablo VI del Vaticano.

¿Estás angustiado por problemas y dificultades? Adelántate, colócate en el punto correcto: mira estas cosas desde el lecho de muerte.

¿Cómo te gustaría haber actuado? ¿Qué importancia darías a estas cosas? ¡Hazlo así y te salvarás! ¿Tienes una discrepancia con alguien? Mira la cosa desde el lecho de muerte.

¿Qué te gustaría haber hecho entonces: haber ganado o haberte humillado? ¿Haber prevalecido o haber perdonado?

Precisamente, la campaña de una conocida marca española subraya este hilo sutil remarcado hoy por Cantalamessa, pero desde la libertad artística de una publicidad:

«Preferís vivir como si la muerte no existiera… Si algo hemos aprendido en este 2020 es que cualquier día, por insignificante, extraño o difícil que parezca… merece ser vivido”.

Entretanto, la predicación del cardenal Cantalamessa llevaba como titulo: “Enséñanos a contar nuestros días y llegaremos a la sabiduría del corazón”.

«Pensar en la muerte nos impide “apegarnos a las cosas (…) El hombre, dice un salmo, «cuando muere no se lleva nada consigo, ni desciende con él su gloria» (Sal 49,18) (…)

La hermana muerte es una muy buena hermana mayor y una buena pedagoga. Nos enseña muchas cosas; basta que sepamos escucharla con docilidad».

«Todos somos mortales y no tenemos una morada estable aquí abajo»; «la vida del creyente no termina con la muerte, porque nos espera la vida eterna».

«No estamos solos a merced de las olas en el pequeño barco de nuestro planeta», porque Cristo acompaña a cada persona.

Recuerda que morirás

El fraile capuchino subrayó que la muerte es parte de la vida misma: «Memento mori: recuerda que morirás».

Asimismo, explicó que en clave kerigmática, el fallecimiento es una clave para proclamar que Cristo ha vencido a la muerte.

Y también en clave sapiencial, de la muerte se pueden «sacar lecciones de ella para vivir bien. Es la perspectiva en la que nos situamos en esta meditación”.

La reflexión sobre la muerte, afirma Cantalamessa la encontramos en los libros sapienciales del Antiguo Testamento, como también en el Nuevo Testamento:

«Mirad porque no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25,13), la conclusión de la parábola del hombre rico que planeaba construir graneros más grandes para su cosecha:

«Insensato, esta misma noche se te pedirá la vida. Y lo que has preparado, ¿de quién será?» (Lc 12,20), y también: «¿De qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde el alma?» (cf. Mt 16,26).

El Predicador de la Casa Pontificia recordó a San Agustín que niega la filosofía que considera que al final todo se reduce a nada, y por lo tanto nada tiene sentido: «no el nihilismo, sino fe en la vida eterna”.

En este mundo de avances tecnológicos y conquistas, evidenció Cantalamessa: “La presente calamidad ha venido a recordarnos lo poco que depende del hombre «proyectar» y decidir su propio futuro”.

En este sentido, insistió:

“No hay mejor lugar para colocarse para ver el mundo, a uno mismo y todos los acontecimientos, en su verdad que el de la muerte. Entonces todo se pone en su justo lugar”.

Hermana muerte, maestra de vida

Cantalamessa explicó que la muerte nos enseña la importancia de reconciliarnos con nosotros mismo, con los hermanos y la realidad:

“El pensamiento de la muerte es casi la única arma que nos queda para sacudir del letargo a una sociedad opulenta, a la que le ha sucedido lo que le ocurrió al pueblo elegido liberado de Egipto:

«Comió y se sació, —sí, engordó, se cebó, engulló— y rechazó al Dios que lo había hecho» (Dt 32,15)”.

El fraile sostuvo que Jesús «libera del miedo a la muerte a quien lo tiene, no al que no lo tiene e ignora alegremente que debe morir.

Vino a enseñar el miedo a la muerte eterna a aquellos que sólo conocían el miedo a la muerte temporal”.

“La «muerte segunda», la llama el Apocalipsis (Ap 20,6). Es la única que realmente merece el nombre de muerte, porque no es un tránsito, una Pascua, sino una terrible terminal de trayecto”.

«Rehusó la intubación, porque la Eucaristía es su vida y la sigue celebrando en su cama…»

La eucaristía para prepararse a la muerte

El Predicador recordó que en la eucaristía Jesús nos hizo partícipes de su muerte para unirnos a él. Por ende: “Participar en la Eucaristía es la forma más verdadera, más justa y más eficaz de «prepararnos» a la muerte.

En ella celebramos también nuestra muerte y la ofrecemos, día a día, al Padre (…) En ella «hacemos testamento»: decidimos a quién dejar la vida, por quién morir”.

Al final, predicó:

«Con todo esto, no le hemos quitado el aguijón al pensamiento de la muerte, su capacidad de angustiarnos y que Jesús también quiso experimentar en Getsemaní.

Sin embargo, estamos al menos más preparados para acoger el mensaje consolador que nos llega de la fe y que la liturgia proclama en el prefacio de la Misa de difuntos:

«Porque la vida de tus fieles, Señor, no termina, se transforma, y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el Cielo.

Hablaremos de esta mansión eterna en los Cielos, si Dios quiere, en la próxima meditación”.

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