GÉNESIS 3, 1
Habla la Santísima Virgen María
Hijitos Míos, Soy vuestra Madre Santísima, la Siempre Virgen María, la Madre del Hijo de Dios hecho Hombre para la Redención del género humano.
Hijitos Míos, Soy la Pura, la Santa, la Inmaculada, virtudes con las que Me dotó Nuestro Padre Dios para la Misión que debía desempeñar.
El Hijo de Dios no podía descender del Cielo y encarnarse de cualquier mujer,
Yo fui preservada del Pecado Original para mantener una situación de pureza, tanto de alma, como de cuerpo,
para que Mi Dios pudiera vivir y desarrollarse sus primeros meses, de un cuerpo y de un alma acorde a Su Categoría de Dios.
Yo fui Tabernáculo purísimo y viviente para albergarlo aquí en la Tierra, Gracia inmensa que recibí de Mi Dios y Señor.
Con ésta introducción os quiero hacer resaltar la importancia que da Nuestro Padre Dios a la Pureza,
virtud, que Nuestro enemigo el Maligno, ataca con toda su furia y procura, de ella, arrancar a todo ser que viene a la Tierra a servir a Mi Señor.
Ya les hemos hablado de ésta virtud tan excelsa, pero ahora quiero profundizar más en ella:
PARA PODER EXPLICAROS
LA DIFERENCIA ENTRE AMOR Y DESEO,
LAS CUALES VAN ÍNTIMAMENTE LIGADAS A LA PUREZA.
El Maligno, con sus múltiples engaños, os ha llevado a una situación de error gravísimo, el cuál daña gravemente el Corazón de Mi Dios.
Os ha hecho creer que vuestro cuerpo -vuestra belleza exterior-, es lo que cuenta…
y de ahí que os lleva a malgastar vuestro tiempo, el tiempo de Dios,
TANTO EN EL TOMAR DEMASIADOS CUIDADOS
PARA MANTENER BELLO VUESTRO EXTERIOR,
COMO EN EL HACER MAL USO DE VUESTRO CUERPO
impidiéndoLe llevar a cabo la Obra de Procreación que Él os ha pedido, para poder seguir mandando almas a la Tierra
para que con Su Amor, en vosotros, podáis vencer a las fuerzas del Mal.
En especial Me dirijo a vosotras, Mis pequeñas hijitas, almas a las que os ha tocado el exterior femenino.
El pudor ya no es parte de vuestra vida.
Creéis que si no mostráis vuestras formas corporales, no podréis atraer al sexo opuesto.
Y de aquí se derivan infinidad de errores que van minando vuestra vida espiritual,
Y desperdiciando el Tiempo de Dios, buscando el cómo mostraros más bellas al mundo.
Vuestra vida se consume en sólo ver por vuestro exterior, en buscar los afeites mejores para resaltar “vuestra belleza”.
Las dietas y los cuidados en los alimentos a consumir, se vuelven toda una ciencia para la gran mayoría de vosotras.
Platicáis de cosas superfluas y pecaminosas y sólo con la finalidad de ser admiradas, consentidas y mostradas como trofeo en manos de vuestro “hombre”.
Buscáis las modas provocativas. Tratáis de asistir a los lugares de perversión aún a pesar de sufrir humillaciones, en ésos antros de vicio y de maldad.
Permitís que vuestro cuerpo sea tratado como cosa, como instrumento de placer humano, con tal de presumir ante las demás mujeres, que vosotras sí sois capaces de “amar”.
Os habéis dejado engañar por el gran engañador, padre de la mentira y del mal, para no llevar a cabo la Obra de Dios en vosotras.
Le negáis a vuestro Padre Dios, la Gracia Divina de la maternidad por no afectar vuestra belleza exterior y para no aceptar “compromisos de ama de casa”
por que os sentís seres libres que podéis hacer de vuestro cuerpo y de vuestra alma, lo que queráis.
En que error tan grande habéis caído, y vuestra falta de espiritualidad no os permite daros cuenta del engaño y en el que ahora vivís.
Vosotras sabéis que vuestro cuerpo no va a durar mucho tiempo con la juventud y lozanía que ahora tenéis.
HABÉIS CAMBIADO EL AMOR POR EL DESEO,
ERROR QUE OS HACE CAER DEL CIELO AL ABISMO,
DE LA VIRTUD AL VICIO.
Os llenáis de joyas y oropel externamente y vaciáis vuestro interior de lo más bello, puro y santo que toda mujer debiera cultivar, el amor.
El amor que dará unidad en la familia, el amor que será como dique de contención contra las fuerzas del Mal
El amor que hará perdurar la especie humana bajo las Leyes y Decretos de vuestro Dios.
Ahora puedo ver una gran cantidad de jovencitas, que al dejarse llevar por el mundo y sus desvíos,
se han vuelto como muñequitas de porcelana, muy bellas por fuera y muy frías y vacías por dentro.
Ya no hay material usable, en la gran mayoría de vosotras, para lograr hacer una familia estable.
Si os llegáis a casar, al enfrentaros a las primeras responsabilidades que se tienen normalmente, al formar una familia, no sabéis cómo resolverlas
y cuando os dais cuenta de que vuestro esposo ya no busca a la “muñequita” solamente,
sino a la mujer y madre para formar una familia,
entonces os sentís que ya no podéis con “el paquete”, ya que preferisteis sólo buscar cómo embelleceros exteriormente, no embellecisteis vuestra alma y sus cualidades
y no acrecentasteis los dones que Dios os dio para poder llevar a cabo vuestra misión de esposa y madre de familia.
Entended, hijitas Mías, que el amor y el deseo son dos situaciones muy diferentes.
El amor es alimento y vida del alma, que une y que hace crecer al alma y a la persona, en su totalidad.
El deseo es una pasión desordenada del cuerpo, desligado totalmente del alma.
Es un apetito animal, es un instinto que debe ser controlado por las fuerzas espirituales propias del ser humano.
Sí a veces os sentís observadas suciamente por un hombre, es porque vuestra forma de vestir, vuestra apariencia, lo incitan a ello.
El no podrá observar más allá de lo que vosotras permitáis.
Si muchas de vosotras sois atacadas en vuestra virginidad, es por vuestra misma culpa, habéis perdido el pudor y el recato.
Si muchas de vosotras sois tomadas como instrumentos de placer por un tiempo y luego apartadas como deshecho,
es por causa de vuestra vaciedad y materialismo.
BUSCÁIS COMPRAR TODO LO POSIBLE
Y LLENAROS DE MONEDAS,
LO CUÁL SÓLO OS AYUDARÁ A GANAR VUESTRA PERDICIÓN ETERNA,
CUANDO PARA CONSEGUIRLAS
“VENDÉIS” VUESTRO EXTERIOR AL MEJOR POSTOR.
YA NO OS RESPETÁIS EN NADA.
Vuestro cuerpo se ha vuelto mercancía y vuestro trato, superfluo y vacío.
Vuestra conversación se ha llenado de palabras obscenas y de temas pecaminosos, vacíos y mundanos.
Ya sois muy pocas de vosotras, Mis pequeñas, en las que el recato y la virtud, aún están presentes.
Sois muy pocos ahora, los que vais con la idea por la vida, de servir a vuestro Dios en la familia y en la continuidad del amor en vuestros pequeños.
Sois muy pocas ahora, Mis pequeñas, que véis primero por los intereses de Mi Señor, que en los vuestros propios.

10. Una mujer completa, ¿Quién la encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas. 11. En ella confía el corazón de su marido, y no será sin provecho. 12. Le produce el bien, no el mal, todos los días de su vida. Proverbios 31, 10 -31
Sois muy pocas ahora, Mis pequeñas, las que buscáis hacer familia y proteger los tesoros espirituales de Mi Dios y poderlos transmitir a Sus pequeños, a vuestros hijos.
Sois tan pocas ahora, Mis pequeñas, las que pasáis por el mundo sin contaminaros de sus bajezas y pecados.
La vanidad, la inseguridad personal, por falta de espiritualidad y de Oración; os pierden, os hacen caer fácilmente.
¡Cómo no va a estar este Mundo como ahora está, si vosotras, Mis pequeñas, Mis mujercitas,
las encargadas principales de transmitir los valores en la familia, YA NO LOS POSEÉIS!
El Mundo os ha encadenado a su vaciedad y a su bajeza y ya no deseáis levantar fa vista a vuestro Creador,
porque ya no queréis ser las mujeres “caducas, abnegadas y aburridas de tiempos pasados”.
Ahora os sentís mujeres “modernas”, que podéis hacer lo que queráis con vuestro cuerpo, que tenéis el “derecho” de asesinar,
con los medios anticonceptivos y con el aborto, a los bebés que se estén desarrollando en vuestra vientre.
Yo os digo que ahora el Infierno está lleno de almas, como vosotras, que se sintieron modernas y con derechos para ir en contra de vuestro Dios.
El derecho de dar y quitar la vida sólo corresponde a Vuestro Dios y Creador.
Y vosotras os estáis tomando una prerrogativa que os está encadenando para la Eternidad en el Abismo Infernal.
El don de la maternidad es una bendición tan grande
que en la antigüedad se le consideraba maldita a la que no podía procrear y era bendita de Dios la que sí podía concebir.
Hijitas Mías, recapacitad, el tiempo es corto y Mi Hijo ha de volver.
¿Podríais dar cuentas favorables de vuestra vida a vuestro Dios?
¿Ha sido vuestra vida acorde a la voluntad de vuestro Dios?
¿Habéis dado vida corporal y espiritual al aceptar la maternidad y al observar y transmitir las Leyes y el Amor de vuestro Dios a vuestros hijos?
¿Estáis viviendo en el Mundo, como una verdadera alma hija de Dios, lo debe hacer?
Vinisteis todos vosotros al Mundo a dar ejemplo y vida de Amor Santo y de Virtud.
Y no a destruir la Obra de Dios al volveros cómplices del Mal.
Arrepentíos en éste POQUÍSIMO tiempo que se os ha dado para reflexionar, los que aún tenéis Vida.
PORQUE EL TIEMPO YA NO ES TIEMPO
Y enderezad vuestro camino.
Recordad que de vuestro Dios-Amor podréis obtener todo el perdón necesario
para que después podáis encaminar vuestra vida futura por los caminos de bien que Él mismo ha trazado para cada uno de vosotros.
Atended a los deseos de vuestro Dios y Él atenderá los vuestros para toda la Eternidad.
Vuestro tiempo sobre la Tierra es demasiado corto, comparado con la Eternidad que Él os dará como premio a vuestras buenas acciones y
AL BUEN DESEMPEÑO DE VUESTRA MISIÓN
Recordad que vinisteis a la Tierra a servir a vuestro Dios,
¡Honor grandísimo que se concede a las almas que Él escoge y todos vosotros, a los que se os dio e! Don de la vida, fuisteis escogidos!
Agradeced a vuestro Dios éste Don tan grande, enmendad vuestra vida y atended a Sus Deseos,
con toda vuestra voluntad y corazón, que Él os recompensará con creces.
Tomad de Mí, hijitas Mías, Mi ejemplo, Mi Guía y Mi Amor por Nuestro Dios,
para que Yo os pueda llevar a la meta final de la mejor manera
y para que Yo pueda obtener un gran premio eterno de Mi Señor, para cada una de vosotras.
EN VOSOTRAS, MIS PEQUEÑAS, ESTÁ PRINCIPALMENTE
VOLVER A RESTAURAR LO PERDIDO
POR EL PECADO ORIGINAL.
Buscad y actuad en la Pureza, en la el Amor Verdadero y así el resto será fácil para la restauración del Re¡no de Dios en la Tierra.
Llenaos de vida interior, para que ésta se refleje en vuestro exterior, para bien de todos.
Sois almas al servicio de vuestro Dios, orad profundamente para que el Maligno no os engañe más.
Daos cuenta de vuestro valer, tanto para la propagación de la vida, cómo de las buenas costumbres hacia todo el género humano.
Sin vosotras Mis pequeñas, la vida de oración, de unión familiar
y de la transmisión de las buenas costumbres de devoción cristiana, no se pueden dar.
¡Valéis mucho más de lo que os imagináis, pero sólo cuando veis hacia vuestro interior,
buscando la Guía Divina y lo engrandecéis hacia vuestro exterior!
¡El tesoro que Dios puso en vuestro interior ES GRANDISIMO, no le desperdiciéis!
Yo os bendigo en el Nombre de Nuestro Padre, en el Nombre de Mi Hijo Jesucristo y en el Nombre de Mi Esposo, el Santo Espíritu de Dios-Amor.
Y Yo os bendigo en Mi Santo Nombre, de Madre, de Sierva e Hija de Mi Dios y Señor.
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124 UN MILAGRO DESPERDICIADO
124 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Jesús está llegando en barca a Cafarnaúm. El ocaso está muy próximo. Todo el lago es un cabrilleo amarillo-rojo.
Mientras las dos barcas realizan las maniobras para arrimarse a la orilla,
Juan dice:
– Voy enseguida a la fuente por agua para que puedas calmar tu sed.
Y Andrés exclama:
– El agua aquí es buena.
Jesús responde:
– Sí, es buena.
Y vuestro amor me la hace todavía mejor.
Pedro dice:
– Yo llevo el pescado a casa.
Las mujeres lo prepararán para la cena. ¿Nos vas a hablar después a nosotros y a ellos?
– Sí, Pedro.
– Ahora volver a casa es más agradable.
Antes parecíamos un grupo de nómadas; ahora, con las mujeres, hay más orden, más amor. ¡Y además… ver a tu Madre me quita inmediatamente el cansancio! No sé…
Jesús sonríe y guarda silencio.
La barca roza ya en la grava de la orilla.
Juan y Andrés, vestidos solo con las camisolas cortas, saltan al agua y ayudados por los mozos, tiran de la barca hacia la orilla. Para bajar ponen una tabla como puente.
El primero en hacerlo es Jesús, que espera a que llegue a la orilla la segunda barca, para unirse a todos los suyos.
Luego se dirigen hacia la fuente caminando despacio:
Es una fuente natural, un manantial que está un poco fuera del pueblo. Brota un agua fresca, abundante, argentina, que va a caer a una pileta de piedra. Es muy cristalina e invita a beber.
Juan, que se ha adelantado corriendo con el ánfora, vuelve ya y ofrece a Jesús el cántaro, que todavía gotea.
Jesús bebe copiosamente.
– ¡Cuánta sed tenías, Maestro mío!
Y yo, estúpido de mí, no me había procurado agua.
diciendo:
– No tiene importancia, Juan; ahora ya todo ha pasado.
Ya van a volverse cuando ven que llega, a toda la velocidad de que es capaz Pedro, que había ido a casa a llevar su pescado.
Pedro grita:
– ¡Maestro! ¡Maestro! – con el respiro entrecortado.
El pueblo está revolucionado porque el único nieto de Elí el fariseo se está muriendo. Le ha mordido una serpiente.
Había ido, precisamente con su abuelo,aunque contra la voluntad de su madre, al olivar que tienen.
Elí estaba vigilando unos trabajos mientras el niño jugaba al lado de las raíces de un viejo olivo; ha metido la mano en un agujero, esperando encontrar una lagartija y lo mordió la serpiente.
El anciano está como enloquecido.
La madre del niño, que dicho sea de paso odia a su suegro y con razón, le acusa de ser un asesino.
El niño se está enfriando por momentos.
Son parientes, pero no se han querido ¡Y más allegados que ellos…!
– ¡Mala cosa los odios entre familiares!
– Maestro, yo digo de todas formas…
Que es que las serpientes no han querido a la serpiente mayor, o sea, a Elí. Y le han matado a su viborita.
Siento que me haya visto, porque me ha gritado a mis espaldas preguntándome si estabas Tú.
También lo siento por el pequeño; era un niño hermoso y no tiene la culpa de ser nieto de un fariseo.
– Sí, no tiene culpa de ello…
Dirigen sus pasos hacia el pueblo.
En esto, ven que viene hacia ellos mucha gente gritando y llorando, encabezados por el anciano Elí.
Pedro exclama:
– ¡Ha dado con nosotros!
¡Regresemos!
Jesús cuestiona:
– ¿Por qué?
Ese anciano está sufriendo.
– Recuerda que ese anciano te odia.
Es uno de los primeros y más feroces acusadores tuyos ante el Templo.
– Lo que recuerdo es que soy la Misericordia.
E1 anciano Elí, despeinado, profundamente turbado, con todos sus atavíos ministeriales en desorden, corre hacia Jesús, con los brazos tendidos hacia adelante.
Y se derrumba a sus pies gritando:
– ¡Piedad! ¡Piedad! ¡Perdón!
No te vengues de mi dureza en el inocente. ¡Sólo Tú puedes salvarlo!
Dios, tu Padre, te ha traído aquí. ¡Yo creo en Tí! ¡Te venero! ¡Te amo! ¡Perdón! He sido injusto, un embustero… Pero ya he recibido mi castigo.
Estas horas son ya suficiente castigo. ¡Socórreme! ¡Es el varón, el único hijo de mi hijo varón ya difunto!
Y ella me acusa de haberlo matado.
El hombre llora mientras golpea repetidas veces su cabeza contra el suelo.
Jesús le dice:
– ¡Ánimo! No llores de ese modo.
¿Es que quieres morir? No te podrás ocupar del crecimiento de tu nieto.
– ¡Se está muriendo!
¡Se está muriendo! Quizás ya esté muerto. No te opongas a que muera yo también. Todo, menos vivir en esa casa vacía. ¡Oh…, qué tristes mis últimos días!
– Elí, levántate. Vamos…
– ¿Vienes?
¿Vienes Tú? ¿Pero sabes quién soy yo?
– Un desdichado. Vamos.
El anciano se pone en pie y dice:
– Te precedo.
¡Corre, corre, no te demores!
Y se marcha veloz a causa de la desesperación que le punza el corazón.
Pedro protesta:
– Pero, Señor, ¿Crees que lo vas a cambiar con esto?
¡Oh…, es un milagro desperdiciado! ¡Deja que muera esa viborita! Se morirá también el viejo de un ataque al corazón. Y.. así uno menos se te cruzará en tu camino. Dios ha resuelto…
Jesús lo reprende:
– ¡Simón! En verdad te digo que ahora la serpiente eres tú.
Jesús rechaza severamente a Pedro, el cual se queda cabizbajo, pero sigue caminando.
En la plaza más grande de Cafarnaúm hay una hermosa casa, delante de la cual hay mucha gente produciendo un verdadero estrépito…
Jesús se dirige a esta casa.
Estando ya para llegar, el anciano sale por la puerta, que está abierta de par en par, seguido de una mujer toda desgreñada que lleva estrechado entre sus brazos a una criaturita agonizante.
El veneno ya paraliza los órganos, ya está cercana la muerte. La manita herida pende con la señal del mordisco en la base del dedo pulgar.
Elí no hace sino gritar:
– ¡Jesús! ¡Jesús!
Y Jesús, estrujado, rodeado por una multitud que se le echa materialmente encima, casi impedido en sus movimientos, coge la manita y se la lleva a la boca,
succiona en la herida, sopla ligeramente en la carita cérea de ojos entrecerrados y vítreos; luego se endereza,
y dice:
– Ahora el niño se está despertando.
No lo asustéis con esos rostros desencajados, que ya de por sí tendrá miedo por el recuerdo de la serpiente.
Así es. El pequeño, cuyo rostro se sonrosa, abre la boca emitiendo un prolongado bostezo, se restriega los ojillos, los abre y…
se queda atónito al verse entre tanta gente.
Luego le viene el recuerdo y trata de salir corriendo,
dando un salto tan repentino que se habría caído si Jesús no hubiera estado preparado para recibirlo en sus brazos.
Jesús lo calma:
– ¡Tranquilo, tranquilo!
¿De qué tienes miedo? ¡Mira qué bonito sol! Allí está el lago; allí, tu casa; aquí, tu mamá y tu abuelo.
– ¿Y la serpiente?
– Ya no está. Estoy Yo.
– Tú. Sí…
El niño se para a pensar un poco. Luego, voz de la verdad inocente,
dice:
– Me decía mi abuelo que te llamase “maldito”…
Pero no lo quiero hacer; yo te quiero.
Elí se espanta y protesta:
– ¿Yo? ¿Yo he dicho esto?
Este niño delira. No creas esto, Maestro. Yo te he respetado siempre.
Va desapareciendo el miedo y resurge el viejo modo de ser.
Jesús sentencia:
– Las palabras tienen y no tienen valor; las tomo por lo que valen.
Adiós, pequeño; adiós, mujer; adiós, Elí. Quereos… y queredme, si podéis.
Jesús se vuelve y se dirige hacia la casa en que reside.
Judas cuestiona:
– Maestro, ¿Por qué no has hecho un milagro espectacular?
Habrías debido mandar al veneno que saliera del niño, mostrarte Dios. Sin embargo, te has limitado a succionar el veneno como un pobre hombre cualquiera…
Judas de Keriot está poco contento; quería una cosa espectacular, para apabullar al fariseo.
También otros son de la misma opinión.
– Deberías haberle aplastado a ese enemigo con tu poder.
– ¿Has visto cómo enseguida ha vuelto a segregar veneno?
Jesús objeta:
– No importa el veneno.
Considerad, más bien, que si hubiera actuado como queríais vosotros, habría dicho que me ayudaba Belcebú.
Esa alma suya en estado calamitoso puede admitir mi potencia de médico, pero no más.
El milagro conduce a la fe a quienes ya van por ese camino, mas en los que no tienen humildad, conduce a la blasfemia,
La fe prueba siempre la existencia de humildad en un alma.
Es mejor, por tanto, evitar incurrir en este peligro recurriendo a formas de vistosidad humana. Es la miseria de los incrédulos, la incurable miseria.
Ninguna moneda la elimina, porque ningún milagro los lleva a creer, ni a ser buenos. No importa: Yo, mi misión; ellos, su adversa ventura.
Judas pregunta:
– ¿Y entonces por qué lo has hecho?
– Porque soy la Bondad.
Y para que no se pueda decir que he usado venganza con los enemigos o que he provocado a los provocadores. Acumulo carbones sobre su cabeza.
Y ellos me los dan para que los acumule. Tranquilo, Judas de Simón. Tú trata de no hacer como ellos basta. Y basta.
Vamos con mi Madre; se alegrará al saber que he curado a un pequeñuelo.