Archivos diarios: 15/01/21

EL ARMA CONTRA SATANÁS

El Rosario es la Oración católica asociada con la Batalla contra el Maligno.

Santos y papas la llamado el arma contra Satanás.

El maligno no puede soportar la oración odia que la gente rece.

Mira el video de reflexiones sobre este artículo, que está abajo.

‍Paul Thigpen en Manual para la guerra espiritual dice

“Podemos ver cuánto teme el Diablo a los que rezan, ya que no hay un momento del día en que nos tiente más que cuando estamos en oración.

Él hace todo lo posible para evitar que recemos.

Cuando el Diablo quiere hacer que alguien pierda su alma, comienza inspirando en él un profundo desagrado por la Oración.

No importa cuán bueno sea un cristiano, si el diablo logra hacer que diga mal sus oraciones o las descuide por completo, está seguro de tener a esa persona para sí mismo”.

Y el Rosario es la oración católica por excelencia.

Pío IX dijo, “Denme un ejército que diga al Rosario y yo conquistaré el mundo”.

¿Cuál es el misterio del Santo Rosario que lo hace un arma de Oración tan poderosa contra el Mal?

‍El Rosario es una oración y una meditación dirigida a la Santísima Virgen y a la Santísima Trinidad, incluyendo al Padre y a Jesucristo.

Pablo VI llamó al Rosario un compendio del Evangelio.

‍En el Rosario está unida la voluntad de Dios con la de la Madre de Su Hijo.

Y cuando rezamos el Rosario unimos esas voluntades a nuestra voluntad y a la de millones de personas que están rezando el Rosario.

Establece una cadena espiritual de millones de católicos unidos en oración, vinculando su voluntad con la de la Santísima Virgen.

Es cómo decirle “hágase tu voluntad”. Es un poderoso antídoto contra el veneno del Maligno.

San Bernardo dice que el Rosario “hace temblar al infierno y pone en fuga a los demonios”.

Alano de la Roche, el segundo promotor del Santo Rosario después de Santo Domingo, dice que ha visto muchas personas liberadas de la esclavitud de Satanás luego de rezar el Santo Rosario.

‍Incluso en casos en que habían hecho un pacto con el demonio.

Cuando estamos crucificicados junto con Cristo, nuestra intercesión ES PODEROSÍSIMA Y DEVASTADORA CONTRA SATANÁS…

EL ROSARIO ES UN ARMA

El Rosario es una experiencia espiritual interesante, nos lleva a comprender el evangelio, a darnos paz, es útil para pedir sanaciones y otras intenciones,

es muy importante para nuestra conversión y para poner fuego a nuestra devoción.

‍Pero también es un escudo contra el Mal.

Y más que un escudo, es un arma poderosa contra el Maligno.

Hay miles de testimonios que demuestran como el Rosario es un arma contra el Mal.

Tanto por el lado de las declaraciones que les han sido arrancadas a los demonios en exorcismos, cómo superando las insidias del demonio en la vida diaria y en la historia.

Hay infinidad de prodigios realizados por el rezo del santo Rosario, entre ellos permitir qué los cristianos ganaran batallas decisivas contra los enemigos.

Especialmente contra los musulmanes.

El ejemplo más directo que tenemos sobre su poder, son las declaraciones del demonio bajo presión en los exorcismos.

En el exorcismo de Anneliese Michel se le obligó al demonio a contestar a qué le tenía más miedo.

Y éste contestó diciendo que a lo que le tiene más miedo es al Rosario, porque “es una poderosa arma contra Satanás y todos los demonios”.

En otros exorcismos, los demonios han dicho que el Rosario los quema, los aplasta.

‍Y es común que los exorcistas saquen gritos de dolor y terror de los posesos cuando le ponen el Rosario al poseso sobre su cuerpo.

“¡Llévatelo, sácalo! No ves que me está aplastando. Mis intestinos están saliendo.”

Un colega del Padre Gabriele Amorth sintió que el maligno le dijo

“Cada Ave María es como un golpe en mi cabeza. Si los cristianos supieron lo poderoso que es el Rosario, sería mi fin”.

Esto está relacionado con él miedo que le tienen los demonios a la Santísima Virgen.

‍En los exorcismos los demonios han dicho que el poder de la Santísima Virgen es su humildad, su pureza, su obediencia a Dios; que es todo lo contrario a lo que son los demonios.En una ocasión un demonio llegó a decirle al padre Amorth:

“Tengo más miedo cuando dices el nombre de la Virgen, porque me siento más humillado por haber sido golpeado por una criatura simple, que por Él…”

Y además admitió que Ella siempre lo derrota porque no tiene ninguna mancha de pecado.

El padre Pellegrino Ernetti ha escrito un libro llamado La Catequesis de Satanásdónde pública cosas que ha dicho el demonio en exorcismos.

Entre ellas ha dicho que el Rosario es

“Como un martillo que me parte la cabeza.

Es la invención de los cristianos falsos que no me obedecen porque siguen a esa “zorra”.

La zorra para el demonio en la Santísima Virgen.

“El lugar de escucharme a mí que reino en todo el mundo estos falsos cristianos van a rezar a esa mujerzuela, mi primer enemigo.

¡Oh qué mal que hacen! mientras lloraba.”

A la pregunta sobre cuál es el mayor triunfo de Satanás, contestó el padre Amort: “Que consigue hacer creer que no existe. 

Y casi lo ha conseguido. Incluso dentro de la Iglesia. Tenemos un clero y un episcopado que han dejado de creer en el demonio, en los exorcismos, en los males extraordinarios que puede causar el diablo.

Y ni siquiera en el poder, que nos ha dado Jesús, de expulsar a los demonios.

Desde hace tres siglos, la Iglesia Latina -al contrario de la Ortodoxa y de varias denominaciones Protestantes- ha abandonado casi, completamente, el ministerio del exorcismo.

Al no practicar los exorcismos, al no estudiarlos y no haberlos visto nunca, el clero ya no cree en ellos. Pero, ni siquiera, cree en el diablo.

Tenemos episcopados enteros que se muestran hostiles a los exorcismos.

Hay países en los que no existe ni siquiera un solo exorcista, como Alemania, Suiza y Portugal. Una carencia aterradora”
Veamos cómo relata el padre Amorth su desencuentro con el cardenal que heréticamente niega la existencia del demonio:
—Buenos días, eminencia, soy el padre Gabriel Amorth. Soy sacerdote paulino. Vivo en Roma. Soy también el exorcista oficial de la…
—Sé quién es usted. He oído hablar de usted. Por favor, ¿qué desea?
—Necesitaría dialogar con su eminencia.
—¿Con qué fin?
—Pues bien, he formado una asociación de exorcistas. Nos reunimos en Roma para debatir y ayudarnos. Ha de saber que en el mundo somos en realidad muy pocos.
—Escuche, ahora no tengo tiempo. Si quiere puede venir a mi casa mañana. Así me dice lo que desea. Hasta luego.
El cardenal da por terminada la conversación telefónica de manera más bien brusca. O al menos así me lo parece.

Algo me dice que no le soy simpático. Intuyo el motivo de esto. ES PORQUE SOY EXORCISTA.

El padre Amorth también cuenta un caso que él escuchó cuando estaba en entrenamiento con el padre Cándido, famoso exorcista de Roma

“Estábamos orando, el Rosario cuando tomada por Satanás, Giovanna rompe el Rosario en pedazos, siseando:

Tú y tu devoción, como de ancianas.

Cándido pone un gran Rosario alrededor de su cuello, pero Giovanna no puede soportarlo y tuerce su cuello y su cabeza en todas direcciones, jadeando furiosamente:

¿Cómo… tienes miedo de la devoción de las ancianas? le desafió el P. Candido.

Satanás responde: gritando, Él me gana.

El Padre le insta: Te atreviste a ofender el Rosario de María, ahora tienes que alabarla.

En el nombre de Dios, responde: ¿Es poderoso el Rosario?

Es poderoso en la medida en que funciona bien.

¿Cómo lo recitas bien?

Debemos saber cómo contemplar.

¿Qué cosa es contemplar?

Contemplar es adorar.

¡Pero María no puede ser adorada!

María es Sagrario Viviente del Dios Vivo

Es verdad, sí, pero es adorable (?!).

Y tomando con gracia entre sus dedos una cuenta del Rosario dice:

Cada grano es una luz, debe decirse tan bien que ni una gota de esta luz se pierda.

¡Un extraño predicador que, contra la voluntad y contra sí mismo, ha tenido que admitir el poder del Rosario!”

En otro exorcismo sucedió este diálogo también

“Exorcista: en nombre de Santa Gemma Galgani, de Santa Teresa del Niño Jesús, de Santa María Goretti, ¿qué debemos hacer para ganarte y salvar nuestras almas?”

Lucifer: ¡Noooooo! ¡No quiero hablar!

Eso ahí arriba me obliga a responderte.

La oración del Rosario, esa maldita corona que tantas almas nos arranca, es muy poderosa contra nosotros, es un martillo que nos aplasta”.

Con tu Rosario Madrecita, convertido en la Red Divina de la salvación, te entrego con cada Ave María, LAS ALMAS DE…

OTROS TESTIMONIOS

San Bernardo dice que el Rosario hace temblar al Infierno porque persigue a los demonios.

Sor Lucía de Fátima dice,

“Hay que dar más espacio al Rosario.

Con el Rosario se pueden superar todos los obstáculos que Satanás quiere crear en la Iglesia Católica.

Todos los sacerdotes en particular deben rezar el Rosario.

El Rosario deberá ser recitado con sus corazones y con alegría, no debería ser solo un deber”.

En las apariciones de la Virgen María en Akita se dijo:

“Jesús y yo queremos salvar el mundo, pero es necesario que los cristianos recen mucho, sobre todo recitar el Rosario y la Coronilla de la Divina Misericordia.

En cada iglesia se debe rezar el Rosario junto con el cura después de la Misa.

Con el Santo Rosario Meditamos TODA LA VIDA de Jesús y el Amor del Padre, que lo envió para salvarnos… LE ARREBATAMOS LAS ALMAS A SATANÁS Y VENCEMOS EN TODAS LAS BATALLAS

Con la recitación del Rosario, Satanás será derrotado.

Recita el Rosario todos los días para la conversión de los pecadores”.

A la vidente Patricia Talbot le ha dicho la Santísima Virgen:

“El Rosario es la oración del cielo, yo misma he venido a pedirla.

Con ella se llega a descubrir las trampas de mi oponente, se descubren muchos de sus engaños, defiende de muchos peligros, los libra del mal.

Y te acerca más y más a Mí para que Yo pueda ser tu guía y tu protección”.

Nuestra Señora dijo a Don Stefano Gobbi:

“Tómalo en tus manos, agarra el Rosario, el arma que va a ganar el mundo a la oscuridad.

Haz apóstoles del Rosario.

Cada alma que reza une cada Ave a mis intenciones.

En la adversidad y en la tentación, no te rindas al desaliento.

La práctica de la confesión y la recitación del Rosario son las armas más efectivas contra el maligno”.  

La Señora dijo a Marie-Claire Mukangango, vidente de las   apariciones de Kibeho:

“El Rosario es un regalo maravilloso de la Virgen para la humanidad.

Esta oración es la síntesis de nuestra fe, el apoyo de nuestra esperanza, la explosión de nuestra caridad…

Es un arma poderosa para poner al demonio en fuga, para vencer las tentaciones, para ganar el Corazón de Dios, para obtener gracias de Nuestra Señora.  

Ama y haz amar a Nuestra Señora.

Reza y haz rezar el Rosario. Este es mi testamento espiritual”.  

En Medjugorje la Reina de la Paz siempre anima a rezar los misterios del Rosario.

En su mensaje del 25 de julio de 1985, se dirigió a los sacerdotes en particular, para recordarles como pastores, de este poderoso medio de lucha espiritual:

“¡Los invito a todos a decir el Rosario!

Con el Rosario conquistarán todos los males que Satanás pretende infligir ahora a la Iglesia Católica.

¡Que los consagrados recen el Rosario!

¡Dediquen tiempo a la recitación del Rosario!”

Unos meses más tarde, el 8 de agosto, exhortó:

Queridos hijos, hoy los invito de manera especial a la lucha contra satanás por medio de la oración.

Satanás desea actuar con más fuerza ahora que conocen su actividad.

A satanás hay que derrotarlo con el Rosario en su mano”

Y también agregó el 25 de febrero de 1988,

Si oras, Satanás no puede lesionarte aunque sea un poco, ya que son hijos de Dios y Él mantiene su mirada en ti.

¡Ora! Que la corona del Rosario siempre esté en tus manos, como una señal para que satanás sepa que me perteneces”.

Como las indicaciones de María no fueron tomadas muy en serio y no puestas en práctica, ella dio a sus hijos el 25 de enero de 1991, un consejo maternal:

“Satanás es fuerte y desea destruir no solo la vida humana, sino también la naturaleza y el planeta en el que vives…

Dios me ha enviado entre ustedes para ayudarlos…

Si quieren, agarren el Rosario, el Rosario puede hacer milagros en el mundo y en su vida”.

FAMOSO CASO DE POSESIÓN DIABÓLICA EXORCIZADA POR SANTO DOMINGO

A Santo Domingo le fue traído un albigense cuando estaba predicando en Carcassone.

‍Lo habían poseído 15.000 demonios porque había atacado los 15 misterios del Rosario.

‍En el exorcismo Santo Domingo obligó a hablar a los demonios, quienes dijeron que Santo Domingo había introducido el miedo y el horror en las profundidades del Infierno,

debido a las almas que les estaba arrebatando con la devoción al Santo Rosario.

En el exorcismo Santo Domingo le puso el Rosario alrededor del cuello y pidió a los demonios que le dijeran quién era el más temido para ellos entre los santos del cielo.

Se oyeron gritos de terror entre el poseso y la gente que estaba mirando.

Los demonios dentro del poseso le pidieron que tuviera piedad por ellos y que no aumentara sus Dolores.

‍Santo Domingo no se conmovió y dijo que no los dejaría en paz hasta que respondieran su pregunta.

Los demonios le dijeron que la contestarían pero no en voz alta sino susurrándole al oído a Santo Domingo.

Pero este insistió que la respuesta debía ser clara y en voz alta.

‍A lo que los demonios se llamaron a silencio.

Entonces Santo Domingo se arrodilló y oró a Nuestra Señora diciendo:

“¡Oh, poderosa y maravillosa Virgen María, te imploro por el poder del Santísimo Rosario!, ordena a estos enemigos de la raza humana que me respondan”.

Inmediatamente de esta oración brotó de las orejas y las fosas nasales y la boca del poseso una llamarada ardiente,

y llorando dijo,

“Domingo, te rogamos, por la pasión de Jesucristo y por los méritos de Su Santa Madre y de todos los santos, dejemos el cuerpo de este hombre sin hablar más.

Porque los ángeles responderán a tu pregunta siempre que lo desees.

Después de todo, ¿No somos mentirosos?

Entonces, ¿Por qué querrías creernos?

Por favor, no nos tortures más; ten piedad de nosotros.”

Ante esto, Santo Domingo se arrodillo de nuevo y oró a Nuestra Señora diciendo,

“Oh, digna Madre de la Sabiduría, estoy orando por la gente reunida aquí que ya aprendió a pronunciar correctamente el Saludo Angélico.

Por favor, te lo ruego, obliga a tus enemigos a proclamar toda la verdad y nada más que la verdad sobre esto, aquí y ahora, ante la multitud”.

Inmediatamente se apareció la Santísima Virgen rodeada de una multitud de ángeles y golpeó con una vara de oro al poseso.

Y le dijo “contesta a Mi siervo Domingo de inmediato”.  

Y de inmediato se oyó decir al poseso:

“Oh tú, que eres nuestra enemiga, nuestra caída y nuestra destrucción, ¿Por qué has venido del cielo solo para torturarnos tan gravemente?

Oh, abogada de los pecadores, tú que los arrebatas de las mismas fauces del infierno, tú que eres el sendero muy seguro al cielo, debemos nosotros, a pesar de nosotros mismos,

decir toda la verdad y confesar ante todos quién es la causa de nuestra vergüenza y nuestra ruina.

¡Ay de nosotros, príncipes de las tinieblas!

Entonces escuchen bien, ustedes, cristianos: la Madre de Jesucristo es todopoderosa y puede salvar a sus siervos de caer en el infierno.

Ella es el Sol que destruye la oscuridad de nuestras astucias y sutilezas.

Es Ella quien descubre nuestras tramas ocultas, rompe nuestras trampas y hace que nuestras tentaciones sean inútiles e ineficaces.

Tenemos que decir, aunque a regañadientes, que ni una sola alma que realmente haya perseverado en Su servicio ha sido alguna vez condenada con nosotros.

Un solo suspiro que ella ofrece a la Santísima Trinidad vale mucho más que todas las oraciones, deseos y aspiraciones de todos los santos.

Le tememos más que a todos los demás santos en el cielo juntos y no tenemos éxito con sus fieles sirvientes.

Muchos cristianos que la invocan cuando están en la hora de la muerte y que realmente deberían ser condenados, de acuerdo con nuestros estándares ordinarios, son salvados por su intercesión.

Oh, si tan solo esa María (así es en su furia la llamaron) no hubiera puesto su fuerza contra la nuestra y no hubiera trastornado nuestros planes,

deberíamos haber conquistado la Iglesia y haberla destruido mucho antes de esto.

Y nos hubiéramos dado cuenta de que todas las Órdenes en la Iglesia cayeron en el error y el desorden.

Ahora que estamos obligados a hablar también debemos decirte esto: 

Nadie que persevere en decir el Rosario será condenado, porque Ella obtiene para sus siervos la gracia de la verdadera contrición por sus pecados y por medio de esto obtienen el perdón y la misericordia de Dios.”

Luego Santo Domingo pidió a los presentes que rezaran el Rosario con gran devoción.

Y en cada Ave María que el pueblo decía un gran grupo de demonios salía del cuerpo del poseso.

Luego de lo cual una gran cantidad de albigenses se unieron a la Cofradía del Santísimo Rosario.

139 LA ORACIÓN Y EL AYUNO

139 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

Haceos un corazón humilde y puro, amoroso, confiado, sincero.

Amad a Dios con el púdico amor que siente una virgen hacia su prometido.

En verdad os digo que toda alma es virgen prometida al eterno Amante, a Dios nuestro Señor…  

Esta tierra es el tiempo del noviazgo, tiempo en que el ángel custodio otorgado a cada hombre espiritual paraninfo.  

Y todas las horas y las contingencias de la vida son otras tantas doncellas que preparan el ajuar nupcial. 

La hora de su muerte es la hora de la boda, es entonces cuando viene el conocimiento, el abrazo, la fusión,

es entonces cuando, vestida ya de esposa cumplida, el alma puede alzar su velo y echarse en brazos de su Dios,

sin que por amar así a su Esposo pueda inducir a otros al escándalo.

Pero por ahora, ¡Oh, almas sacrificadas aún en el vínculo del noviazgo con Dios!   

ORACIÓN CON EL CARISMA DE PROFECÍA

Cuando queráis hablar con vuestro Prometido, entrad en la paz de vuestra casa, sobre todo en la paz de vuestra morada interior.  

Y hablad, cual ángeles de carne acompañados por sus ángeles custodios, al Rey de los ángeles.

Hablad a vuestro Padre en el secreto de vuestro corazón y de vuestra estancia interior; dejad afuera todo lo que sea mundo:

El frenesí de ser notados, de edificar; los escrúpulos de las largas oraciones sobresaturadas de palabras,

pero monótonas, tibias, mortecinas en cuanto al amor.

¡Por favor, liberaos de prevenciones cuando oréis!

En verdad, hay algunos que derrochan horas y horas repitiendo sólo con los labios un monólogo (un verdadero soliloquio porque ni siquiera el ángel custodio lo escucha,

pues en efecto es un gran rumor vano que el ángel trata de remediar abismándose en ardiente oración en favor de este hombre necio que le ha sido encomendado.

En verdad, hay algunos que no utilizarían de forma distinta esas horas ni aunque Dios se les apareciera y les dijese:

“La salud del mundo depende de que dejes esta parola sin alma para ir simplemente a sacar agua de un pozo y verterla en la tierra por amor a mí y a tus semejantes”. 

En verdad, hay algunos que consideran más valioso su monólogo que el acto cortés de recibir en modo acogedor una visita.

O que el acto caritativo de socorrer a un necesitado:

Son almas que han caído en la idolatría de la oración.

La oración es acción de amor.

Ahora bien, se puede amar tanto rezando como haciendo pan, tanto meditando como asistiendo a un enfermo,

tanto realizando un peregrinaje al Templo como atendiendo a la familia,

tanto sacrificando un cordero como sacrificando nuestros deseos -justos – de recogernos en el Señor.

Basta con que uno empape todo sí mismo y toda acción suya en el amor.

¡No tengáis miedo! El Padre ve las cosas.

El Padre comprende. El Padre escucha. El Padre concede.

¡Cuántas gracias se reciben por un solo, verdadero, perfecto suspiro de amor; cuánta abundancia, por un sacrificio íntimo hecho con amor!

No seáis como los gentiles.

Dios no necesita que le digáis lo que debe hacer “porque lo necesitáis”.

Eso pueden decírselo los paganos a sus ídolos, que no pueden comprender…  

Pero no vosotros a Dios, al verdadero, espiritual Dios que no es sólo Dios y Rey;

sino que además es vuestro Padre y sabe, antes de que se lo pidáis, de qué tenéis necesidad.

Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá.

Porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra, a quien llame se le abrirá.

Cuando vuestro hijo os tiende su manita diciéndoos: “Padre, tengo hambre”, ¿Acaso le dais una piedra?,

¿Le dais una serpiente, si os pide un pez?

No; es más, no sólo le dais el pan y el pescado, sino que además le hacéis una caricia y lo bendecís,

pues a un padre le resulta dulce alimentar a su hijo y verlo sonreír feliz. 

Pues si vosotros, que tenéis un corazón imperfecto, sabéis dar buenos dones a vuestros hijos sólo por el amor natural, que también lo posee el animal hacia su prole…

¡Cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos concederá a quienes se lo pidan las cosas buenas y necesarias para su bien!

¡No tengáis miedo de pedir, ni tampoco de no obtener!

Pero quiero poneros en guardia contra un fácil error:

Entre los creyentes hay paganos cuya religión es un amasijo de supersticiones y fe.

Un edificio profanado en el que han echado raíces hierbas parásitas de todo tipo, hasta el punto de que éste se va desmoronando y al final se derrumba.

Son paganos de la religión verdadera, débiles en la Fe y el amor, que sienten que su fe muere cuando no se ven escuchados.

Pues bien, no hagáis como ellos.

Sucede que pedís en un momento dado, y os parece justo hacerlo.

La verdad es que para ese momento no sería injusta tampoco la gracia pedida, pero la vida no termina en ese momento y lo que es bueno hoy puede no serlo mañana. 

Pero vosotros, conociendo sólo el presente – lo cual es también una gracia de Dios – esto lo desconocéis.

Sin embargo, Dios conoce también el futuro,…

Y muchas veces no satisface una oración vuestra para ahorraros una pena mayor.

En este año de vida pública, más de una vez he oído corazones,

que referían haberse quejado de cuánto habían sufrido cuando no se habían sentido escuchados por Dios,

pero que luego habían reconocido que ello significó un bien porque la gracia en cuestión les habría impedido alcanzar posteriormente a Dios.

A otros les he oído decir y decirme a Mí -:

“Señor, ¿Por qué no respondes a mi súplica?; con todos lo haces, ¿Por qué conmigo no?”.

Y no obstante, a pesar del dolor que me producía el sufrimiento que veía,

A Pedro le negó la paternidad en su matrimonio…

He tenido que decir: “No puedo”.

Porque haber condescendido a su petición habría significado poner un estorbo a su vuelo hacia la vida perfecta.

Incluso el Padre -también a veces dice: “No puedo”

No porque no pueda cumplir inmediatamente ese acto, sino porque no quiere hacerlo, dado que conoce las consecuencias que se seguirían.

Escuchad: un niño tiene sus entrañas enfermas.

La madre llama al médico y éste dice: “Necesita ayuno absoluto”.

El niño se echa a llorar, grita, suplica, parece languidecer.

La madre, compasiva siempre, une sus lamentos a los de su hijo. 

Le parece una crueldad del médico esa prohibición absoluta, le parece que el ayuno y el llanto pueden perjudicar a su hijo…

Y a pesar de todo, el médico se muestra inexorable. 

Al final dice: “Mujer: yo sé; tú, no. ¿Quieres perder a tu hijo o que te lo salve?”.

La madre grita: “¡Quiero que viva!”.

“Pues entonces – dice el médico – no puedo conceder alimento… significaría la muerte.”

Pues bien, lo mismo dice el Padre algunas veces.

Vosotros, madres compasivas respecto a vuestro yo, no queréis oírlo llorar por no haber recibido una gracia; sin embargo,

Dios dice: “No puedo. Te perjudicaría”.

Llegará el día, o la eternidad, en que se dirá:

“¡Gracias, Dios mío, por no haber escuchado mi estupidez!”.

Lo que he dicho respecto a la oración, lo digo respecto al ayuno.

Cuando ayunéis, no pongáis aspecto melancólico, como hacen los hipócritas, que con arte deslucen su rostro para, que el mundo sepa y crea – aunque no sea verdad – que ayunan.

Estos también han recibido ya, en la alabanza del mundo, su compensación; no recibirán ninguna otra.

Vosotros, por el contrario, cuando ayunéis, poned expresión alegre, lavaos con esmero la cara para que se vea fresca y sedosa, ungíos la barba, perfumaos el pelo.  

Presentad esa sonrisa en los labios propia de quien ha comido bien:

¡Verdaderamente no hay alimento que sacie tanto como el amor!

¡Y quien ayuna con espíritu de amor, de amor se nutre!

En verdad os digo que, aunque el mundo os llame “vanidosos” o “publicanos”, vuestro Padre verá vuestro secreto heroico y os recompensará doblemente… 

Por el ayuno y por el sacrificio de no haber recibido alabanza.

Y ahora, nutrida el alma, id a dar alimento al cuerpo.

Y señalando a dos personas entre sus oyentes,

Jesús dice a sus apóstoles:

–     ‘Aquellos dos pobres que se queden con nosotros:

Serán los benditos huéspedes que darán sabor a nuestro pan.

La paz sea con vosotros.

138 SOBRE EL JURAMENTO

138 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

Sigue el discurso de la Montaña.

El mismo lugar, la misma hora, la misma muchedumbre. 

Aunque quizás haya más gente:

Porque hay muchos incluso donde empiezan los senderos que conducen al valle.

El romano no está.

Jesús habla:

–     Uno de los errores que comete fácilmente el hombre es la falta de honestidad, incluso consigo mismo.

Dado que el hombre difícilmente es sincero y honesto, por propia iniciativa se ha puesto un bocado para sentirse obligado a ir por el camino elegido.

Pero he aquí que él mismo, cual indómito caballo, pronto descoloca el bocado, para hacer lo que más cómodo le resultare,

sin pensar en la reprensión que pudiera recibir de Dios, de los hombres o de su propia conciencia.

Este bocado es el juramento.

Pero entre los hombres honestos no es necesario el juramento.

Y Dios, de por sí, no os lo ha enseñado.

Antes al contrario, ha encargado deciros, sin más: “No pronuncies falso testimonio”.

El hombre debería ser franco. No debería tener necesidad de ninguna otra cosa aparte de la fidelidad a su palabra.

El Deuteronomio, a propósito de los votos – incluso de los votos que provienen de un corazón que se supone fundido con Dios por sentimiento de necesidad o gratitud -, dice:

“Debes mantener la palabra salida una vez de tus labios, cumpliendo lo que has prometido al Señor tu Dios, todo lo que de propia voluntad y con tu propia boca has dicho”.

Siempre se habla de palabra dada, sólo de palabra dada, sólo la palabra.

Pues bien, quien siente necesidad de jurar denota que se siente inseguro de sí mismo y del concepto que el prójimo pueda tener de él.

De la misma forma que quien hace jurar testifica su desconfianza acerca de la sinceridad y honestidad de quien jura. 

Así, como podéis ver, esta costumbre del juramento es una consecuencia de la deshonestidad moral del hombre.

Es, además, una vergüenza para el hombre, doble vergüenza porque el hombre no es ni siquiera fiel al juramento, que ya de por sí es cosa vergonzosa.

Y burlándose de Dios con la misma ligereza con que se burla del prójimo, acaba perjurando con pasmosa ligereza y tranquilidad.

¿Podrá haber criatura más abyecta que el perjuro?

¡Éste, usando a menudo una fórmula sagrada, llamando por tanto a ser cómplice y garante a Dios…

O invocando a los seres más amados (el padre, la madre, la esposa, los hijos, los propios difuntos, la propia vida con sus más preciosos órganos…) 

como apoyo de su falso testimonio, induce a su prójimo a creerle, con lo cual le engaña.

Un hombre así es sacrílego, ladrón, traidor, homicida.

¿De quién? Pues de Dios, porque mezcla la Verdad con la infamia de su mentira y malignamente, se burla de Dios.

Y lo desafía diciendo: “Caiga tu mano sobre mí, desmiénteme, si puedes.

estás allí, yo aquí, y me río”.  

¡Ah!, ¡bien! ¡Reíos, reíos, embusteros, vosotros que os burláis!..

Que día llegará en que no reiréis, cuando Aquel en cuyas manos todo poder ha sido depositado aparezca ante vosotros con terrible majestad y sólo con su aspecto os haga temblar.

Bastarán sus miradas para fulminaros, antes de que su Voz os precipite en vuestro destino eterno marcándoos con su maldición.

Un hombre así es un ladrón, porque se apropia de una estima inmerecida.

El prójimo, impresionado por su juramento, le otorga esta estima.

Y la Serpiente se engalana con ella fingiéndose lo que no es.

Es además un traidor, porque con el juramento está prometiendo algo que no tiene intención de mantener.

Es un homicida, porque mata el honor de un semejante, arrebatándole con el juramento falso la estima del prójimo…

O la propia alma, pues el perjuro es un abyecto pecador ante los ojos de Dios, que ven la verdad aunque ningún otro la viera.  

A Dios no se le engaña ni con falsas palabras ni con hipócritas acciones.

Él ve, no pierde de vista, ni por un instante, a cada uno de los seres humanos,

y no existe fortaleza amurallada o profunda bodega donde no pueda penetrar su mirada.

Incluso en vuestro interior – esa propia fortaleza dentro de la que todo hombre tiene su corazón – entra Dios, y os juzga NO por lo que juráis sino por lo que hacéis.

Por ello sustituyo la orden dada a los antiguos:

“No perjures; antes al contrario, mantén tus juramentos”

(cuando el juramento recibió plena vigencia para poner freno a la mentira y a la facilidad de faltar a la palabra dada).

La sustituyo por otra y os digo: “No juréis nunca”.

No juréis por el Cielo, que es trono de Dios, ni por la Tierra, que es escabel para sus pies,

ni por Jerusalén y su Templo, que son ciudad del gran Rey y la Casa del Señor nuestro Dios.

No juréis ni por las tumbas de los difuntos ni por sus espíritus: las tumbas están llenas de restos de lo que en el hombre es inferior y común con los animales;

en cuanto a los espíritus, dejadlos en su morada.   

Si son espíritus de justos, que ya viven en estado de precognición de Dios, no hagáis que sufran y se horroricen. Aunque sea precognición, o sea, conocimiento parcial

(porque hasta el momento de la Redención no poseerán a Dios en su plenitud de esplendor), no pueden no sufrir al veros pecadores.

Si no son justos, no aumentéis su tormento al recordar su pecado por el vuestro. Dejadlos, dejad a los muertos:

a los santos, en la paz; a los no santos, en sus penas. No arrebatéis nada a los primeros, no añadáis nada a los segundos.

¿Por qué apelar a los difuntos? No pueden hablar: los santos, porque su caridad lo impide – deberían desmentiros demasiadas veces–;

los réprobos, porque el Infierno no abre sus puertas, y ellos no abren sus bocas sino para maldecir, y toda voz suya queda sofocada por el odio de Satanás y de los demonios, pues los réprobos son demonios.

No juréis ni por la cabeza del propio padre, ni de vuestra madre o esposa, ni por la cabeza de vuestros inocentes hijos; no tenéis derecho a hacerlo.

¿Son, acaso, moneda o mercancía; firma sobre papel?

Pues son más y menos que esto.  

Son sangre y carne de tu sangre, ¡Oh, hombre!; pero también son criaturas libres. 

Y no puedes usarlas como esclavas para que avalen un testimonio falso tuyo.

Al mismo tiempo, son menos que una firma tuya, porque tú eres inteligente, libre y adulto,

no una persona bajo interdicto o un niño que no sabe lo que hace y que debe ser representado por sus padres.

Tú eres tú: un hombre dotado de razón, por tanto responsable de tus acciones.    

Y debes actuar autónomamente, poniendo como aval de tus acciones y palabras tu honradez y sinceridad, la estima que tú has sabido suscitar en el prójimo;

no la honestidad y sinceridad de los padres o la estima que ellos han sabido suscitar.

¿Los padres son responsables de los hijos? Sí, pero sólo mientras son menores de edad; después, cada uno es responsable de sí mismo.

No siempre nacen justos de justos, o siempre un hombre santo está casado con una mujer santa.

¿Y entonces, por qué usar como base de garantía la justicia del cónyuge?

Del mismo modo, de un pecador pueden nacer hijos santos.

Mientras son inocentes, son todos santos.

¿Y entonces, por qué invocar a una persona pura para un acto vuestro impuro, cual es el juramento que ya con antelación se piensa violar?  

Ni siquiera por vuestra cabeza juréis, ni por vuestros ojos, o la lengua o las manos.

No tenéis derecho a hacerlo.

Todo cuanto tenéis es de Dios; vosotros no sois sino los custodios temporales de ello, administradores de los tesoros morales o materiales que Dios os ha concedido.

¿Por qué hacer uso, entonces, de lo que no os pertenece?

¿Podéis, acaso, añadir un cabello a vuestra cabeza, o cambiar su color?

¿Por qué, si no podéis hacerlo, usáis la vista, la palabra, la libertad de los miembros, para respaldar un juramento?

No desafiéis a Dios; podría cogeros la palabra y secar vuestros ojos como puede secar también vuestros huertos y arboledas. 

O arrancaros los hijos como puede arrebataros la casa, para recordaros que Él es el Señor y vosotros los súbditos.

Y que incurre en maldición aquel que se idolatra hasta el punto de considerarse a sí mismo más que Dios al desafiarlo mi mintiendo.

Decid: “si’> “SÍ”; “no”, “NO”. Nada más.

Si hay más es que os lo ha sugerido el Maligno; y además para reírse de vosotros, pues no podréis retener todo y caeréis, por tanto, en mentira.

Y seréis objeto de las burlas de los demás y conocidos por embusteros.

Sinceridad, hijos, en la palabra y en la Oración.