154 EL LOBO FERÓZ
154 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Pedro no vuelve hasta la mañana siguiente.
El regreso es más sereno que la partida, porque no ha encontrado sino buena acogida en Cafarnaúm.
Y en la ciudad ya no están ni Elí ni Joaquín.
Pedro dice:
– Deben ser ellos los del complot.
He preguntado a unos amigos que cuándo se habían marchado.
Y he comprendido que habían ido a visitar al Bautista como penitentes y no habían vuelto.
Y creo que no volverán tan pronto, ahora que he dicho que estaban presentes durante el arresto…
Ha producido revuelo este arresto del Bautista.
Y me las ingeniaré para que lo sepan hasta los mosquitos.
Es nuestra mejor arma.
He visto también al fariseo Simón…
Bueno… si es como se me ha presentado, su actitud me parece buena.
Me dijo, remarcando las palabras:
“Aconséjale al Maestro que no siga el curso del Jordán por el valle occidental.
Es más segura la otra parte”.
Y terminó:
“Yo no te he visto, no he hablado contigo. Recuérdalo.
Obra en consecuencia, por el bien mío, tuyo y de todos. Di al Maestro que soy amigo suyo”.
Y miraba hacia arriba, como si estuviera hablándole al viento.
Siempre – incluso cuando hacen cosas buenas – son falsos y…
Y… bueno, digo “extraños” para que no me reprendas.
Eso sí… fui a dar un toquecito al centurión…
Así… diciendo: “¿Está bien tu siervo?”.
Y habiéndome sido confirmado, respondí:
– “¡Menos mal! Pues estáte atento a tenerlo sano, porque están al acecho del Maestro.
Ya han tomado prisionero a Juan el Bautista…”.
El romano lo ha cazado al vuelo. ¡Es sagaz!
Me respondió:
– Dondequiera que haya una enseña, estará protegido.
Y habrá quien recuerde a los israelitas que bajo el signo de Roma no se permiten complots, so pena de muerte o cárcel”.
Son paganos… pero lo habría besado.
¡Me gusta la gente que comprende y que hace! Así que podemos ir.
Jesús dice:
– Vamos.
Pero no hacía falta todo esto.
– ¡Hacía falta, hacía falta!
Jesús se despide de la hospitalaria familia que lo ha acogido
Así como también del neodiscípulo, al cual parece que le ha dado instrucciones.
De nuevo están solos el Maestro y sus apóstoles.
Van andando por la campiña fresca, por un camino que ha tomado Jesús.
No sin estupor de Pedro, que quería tomar otro distinto:
– Nos alejamos del lago…
– Llegaremos de todas formas a tiempo, para lo que debo hacer.
Los apóstoles ya no hablan más.
Se dirigen hacia un pequeño poblado, un puñado de casas perdido en la campiña.
Se oye un vivo cascabeleo de rebaños que van a pacer a los montes.
Habiéndose detenido Jesús para dejar pasar a un rebaño numeroso…
Los pastores se lo señalan unos a otros y se reúnen en grupo.
Se consultan unos a otros, pero no se atreven a más.
Es Jesús quien elimina irresoluciones e incertidumbres atravesando el rebaño.
Que se ha detenido a pacer en el abundante pasto.
Va derecho a acariciar a un pastorcito.
Que está en el centro de la lanuda aglomeración de ovejas y balidos.
Le pregunta:
– ¿Son tuyas?
Bien sabe Jesús que no son del niño,
pero lo que quiere es que hable.
– No, Señor; estoy con aquéllos.
Los rebaños son de muchos dueños.
Nos hemos unido por los bandidos.
– ¿Cómo te llamas?
– Zacarías, hijo de Isaac.
Yo sirvo porque somos pobres y mi madre tiene a otros tres más pequeños que yo.
– ¿Hace mucho tiempo que murió?
– Tres años, Señor…
Y desde entonces no he vuelto a reír porque mi madre llora continuamente…
Y yo ya no tengo a nadie que me acaricie…
Soy el primogénito, y la muerte de mi padre, siendo todavía un niño, me ha hecho hombre…
No debo llorar, sino ganar… Pero, ¡Qué difícil es!
Efectivamente, descienden ahora también las lágrimas por esa carita demasiado seria para su edad.
Entretanto, los pastores se han acercado.
Y también los apóstoles.
Un grupo de hombres en medio de un bullir de ovejas.
– Tienes padre, Zacarías.
Tienes un Padre santo en el Cielo y te ama siempre, si eres bueno.
Y tu padre no te ha dejado de querer, porque está con Abraham, en su seno.
Debes creerlo y por esta fe, debes ser cada vez mejor.
Jesús habla con dulzura mientras acaricia al niño.
Uno de los pastores, intrépido,
pregunta:
– Eres el Mesías, ¿No es verdad?
– Sí, lo soy.
¿De qué me conoces?
– Sé que estás por Palestina y que pronuncias palabras santas.
Por esto te reconozco.
– A las montañas altas…
Llega el calor… ¿No nos vas a hablar?
Allá en las cimas, donde estamos, hablan sólo los vientos.
Y algunas veces el lobo haciendo una carnicería, como en el caso del padre de Zacarías.
Hemos estado deseando verte todo el invierno, pero no te hemos encontrado nunca.
– Venid conmigo a la sombra de esa arboleda.
Voy a hablaros.
Jesús va a la cabeza, llevando de la mano al pastorcillo.
Acaricia con la mano libre a las corderas, que balando, levantan el morro.
Los pastores reúnen el rebaño a la sombra del soto maderable.
Y mientras las ovejas se acueclan y rumian o pacen y se restriegan contra los troncos,
– Habéis dicho: “Allá en las cimas, donde estamos, hablan sólo el viento.
Y algunas veces el lobo haciendo una carnicería.
Lo mismo que sucede allá en las cimas sucede en los corazones por obra de Dios, del hombre y de Satanás.
Por tanto, allá arriba podéis tener lo mismo que tendríais en cualquier parte.
¿Tenéis suficiente conocimiento de la Ley como para saber sus Diez Mandamientos?
¿Tú también, niño? ¿Sí?
Pues entonces ya sabéis suficiente.
Si practicáis fielmente cuanto Dios ha mandado, seréis santos.
No os quejéis de estar lejos del mundo, porque ello os preserva de mucha corrupción.
Dios no está lejos de vosotros, sino más cerca, en esa soledad donde habla su Voz en el viento que Él ha creado.
O en las hierbas y las aguas… más cerca que no entre los hombres.
Este rebaño os enseña una gran virtud, es más, muchas grandes virtudes:
Es manso y obediente.
Se conforma con poco y agradece lo que tiene.
Sabe amar a quien lo cuida y reconocer a quien lo quiere.
Haced vosotros lo mismo, diciendo:
“Dios es nuestro Padre; nosotros, sus ovejas. Su ojo vela por nosotros. Nos tutela.
Nos concede no lo que es fuente de vicio, sino lo que es necesario para la vida”.
Y mantened lejos de vuestro corazón al lobo, que representa a los hombres malos.
Que tal vez os instigan y seducen a malas acciones por orden de Satanás.
Y al mismo Satanás, que os tienta para que pequéis y así despedazaros.
Vigilad. Vosotros, pastores, conocéis las costumbres del lobo.
Tan astuto es él como sencillas e inocentes son las ovejas.
Primero observa desde lo alto las costumbres del rebaño…
Luego se acerca despacio, deslizándose entre los matorrales.
Para no llamar la atención, permanece inmóvil en posiciones pétreas:
¿No parece, acaso, un bloque de piedra que ha rodado hacia abajo para caer entre las matas?
Pero luego, una vez que se ha asegurado de que nadie vigila, salta y apresa con sus dientes.
Os vigila para conocer vuestros puntos flacos…
Merodea alrededor de vosotros, parece inocuo, ausente, atento a otras cosas.
Cuando en realidad os está vigilando.
Luego de repente, salta para arrastraros al pecado…
Y alguna vez lo consigue.
Pero tenéis cerca a un médico y a un ser compasivo:
Dios y vuestro ángel.
Si os habéis herido, si habéis enfermado, no os separéis de ellos…
Antes bien, llorando, elevad a ellos vuestro grito de ayuda.
Dios perdona al arrepentido, vuestro ángel está dispuesto a suplicar por vosotros y con vosotros a Dios.
Amaos entre vosotros y amad a este niño.
Todos os debéis sentir un poco padres de este huérfano.
Que la presencia de un niño entre vosotros modere vuestras acciones,
con el freno santo del respeto hacia los niños.
Y que vuestra presencia a su lado supla lo que la muerte le ha arrebatado.
Hay que amar al prójimo.
Este niño es el prójimo que Dios os confía de manera especial.
Educadlo bueno y creyente, honesto y sin vicios.
Vale mucho más que una de estas ovejas.
Pues bien, si cuidáis de ellas porque son del patrono y os castigaría si las dejaseis morir.
¡Cuánto mayor habrá de ser vuestro cuidado…
Para con esta alma que Dios os confía por Él mismo y por el difunto padre!
Muy triste es su condición de huérfano, no la agravéis aprovechándoos de su tierna edad…
Y de su orfandad para avasallarlo.
Pensad que Dios ve las acciones y las lágrimas de todos los hombres…
Y todo lo tiene en cuenta para premiar y castigar.
Y tú, niño, recuerda que nunca estás solo.
Dios te ve, y también el espíritu de tu padre.
Cuando algo te turbe y te proponga hacer el mal, di: “No, no quiero la eterna orfandad”.
Huérfano para siempre serías, en efecto, si condenaras tu corazón con el pecado.
Yo os bendigo para que todo el bien os acompañe.
Si siguiéramos el mismo camino, continuaría hablando todavía mucho.
Pero el sol ya va estando alto y tenéis que partir.
Y Yo también:
Vosotros, a resguardar de este fuego a las ovejas.
Yo, a apartar de otro fuego más tremendo a algunos corazones.
Orad para que vean en Mí al Pastor.
Adiós, Zacarías. Sé bueno.
Paz a vosotros.
Jesús besa al pastorcito y da su bendición.
Y mientras el rebaño se encamina lentamente, Él lo sigue con la mirada.
Para volver luego a su camino.
Judas pregunta:
– Has hablado de apartar a los corazones de otro fuego…
¿A dónde vamos?
– Por el momento a aquel sitio con más sombra, donde está aquel riachuelo.
Comeremos allí.
AVISO IMPORTANTE
Amadísimos hermanitos en Cristo, estamos pasando una situación verdaderamente apremiante.
Nuestra misión siempre la hemos trabajado con una total confianza y abandono en nuestro ABBA y siempre recurrimos a Él para presentarle nuestras intercesiones y necesidades.
Nuestro peregrinar ahora está lleno de pruebas y hemos tenido varias despedidas hacia el Cielo, de algunos familiares muy amados y cercanos,
así como también tenemos varios enfermos por la Pandemia y muchos despidos del trabajo…
Porque en nuestro amado México, al igual que a todo el mundo: Satanás nos está flagelando durísimo…
Pero cómo lo que no nos mata nos fortalece; seguimos en el frente de batalla y no nos vamos a dar por vencidos…
Porque cuando Dios está con nosotros, ¿Quién contra nosotros?
Y como nuestra intención NO ES MONETIZAR, porque sería pecado de Simonía y no pensamos caer en esa trampa…
Por eso no ponemos botón de “donar” porque nuestra entrega es de total amor y renuncia.
Pero las circunstancias nos obligan por esta ÚNICA OCASIÓN a solicitar la Misericordia divina, a través de la caridad que vosotros queráis ejercer en vuestro corazón…
Y esa ayuda que con total libertad hagáis a nuestro ABBA, podréis apoyarnos en la cuenta de Paypal que anexamos abajo…
Será Él Mismo, quién os lo retribuirá como sólo Él sabe hacerlo…
Muchas gracias y que Dios los siga protegiendo y bendiciendo, cómo también lo está haciendo con nosotros.
Que la Preciosíma Sangre de nuestro Señor Jesucristo os cubra ahora y siempre…
El equipo de Crónica de una Traición, que os servirá hasta con su último aliento, porque en cada uno de vosotros está el Dios que amamos y al Cual servimos.
153 PARÁBOLA DEL TRIGO Y LA CIZAÑA
153 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Una aurora clara adorna el lago y envuelve las colinas en una niebla ligera como velo de muselina,
tras la cual se ven más graciosos los olivos, nogales, las casas y las cimas de los pueblos ribereños.
Las barcas se deslizan serenas, silenciosas, en dirección a Cafarnaúm.
Pero en un momento dado, Pedro gira la caña del timón tan bruscamente, que la barca se ladea.
Andrés pregunta extrañado:
– ¿Qué haces?
Pedro explica:
– Allí hay una barca de uno de esos buitres.
Está saliendo de Cafarnaúm.
Tengo buenos ojos y desde ayer noche, olfato de perro rastrero.
No quiero que nos vean. Vuelvo al río. Iremos a pie.
La otra barca ha hecho la misma maniobra, pero Santiago que va al timón,
pregunta a Pedro:
– ¿Por qué haces esto?
Y le indica:
– Ya te lo diré.
Jesús, que está sentado en la popa, vuelve de su ensimismamiento ya casi a la altura del Jordán.
Y pregunta:
– Pero ¿Qué haces, Simón?
Pedro responde:
– Bajamos aquí.
Hay un chacal merodeando. No podemos ir a Cafarnaúm hoy.
Primero voy yo a ver el ambiente… yo con Simón y Natanael.
Tres personas dignas contra tres indignas… si es que no son más las indignas.
Jesús exclama:
– ¡No veas ahora asechanzas por todas partes!
¿No es la barca de Simón el fariseo?
– Sí, justamente ésa.
– No estaba cuando la captura de Juan.
– No sé nada.
– Siempre eres respetuoso conmigo.
– No sé nada.
– ¡Me haces aparecer como un cobarde que huye!
A pesar de que Jesús no tenga ganas de reír, debe por fuerza sonreír ante la santa testarudez de Pedro.
– Pero tendremos que ir a Cafarnaúm, ¡¿No?!
Si no es hoy, será en otro momento…
– Ya te he dicho que voy antes yo y veo cómo está el ambiente.
Y… si es necesario… Sí, lo haré también… Será un malísimo trago… pero lo haré por amor a Tí… Iré…
Iré donde el centurión a solicitar protección…
– ¡No, hombre, no hace falta!
La barca se detiene en la pequeña playa desierta que está en el lado opuesto a Betsaida.
Bajan todos.
Pedro indica:
– Venid vosotros dos.
Tú también, Felipe. Los jóvenes quedaos aquí. Tardaremos poco.
El neodiscípulo Elías suplica:
– Ven a mi casa, Maestro.
Para mí sería un motivo de gran alegría que te hospedases en ella…
Jesús decide:
– Voy a tu casa.
Y volviéndose hacia los tres que parten, dice:
– Simón, nos encontraremos en casa de Elías.
Adiós, Simón. Ve, pero sé bueno, prudente y misericordioso.
Ven, que quiero besarte y bendecirte.
Pedro no da seguridad de que será bueno, ni paciente ni misericordioso.
Se limita a guardar silencio.
Se besan recíprocamente.
Y se repite el mismo gesto de despedida de Jesús con el Zelote, Bartolomé y Felipe.
Y las dos comitivas se separan, tomando direcciones opuestas.
Jesús y los que se quedaron con Él, entran en Corozaín en pleno día, terminada ya la aurora.
No hay tallito que no brille con gemas de rocío.
Los pájaros cantan por todas partes.
El aire es puro, fresco: oloroso a leche, a campo y a humedad campestre.
Y también hay olor a cereales formándose dentro de las espigas, a almendros cargados de frutos…
Llegan pronto a casa de Elías.
Pero ya muchos en Corozaín saben que ha llegado el Maestro.
Y cuando Jesús está a punto de atravesar el umbral…
Una madre acude gritando:
– ¡Jesús, Hijo de David, piedad de mi hijita!
Lleva en brazos a una niña de unos diez años, cérea y flaquísima… (más que cérea, amarillenta).
Jesús pregunta:
– ¿Qué le pasa a tu hija?
– Tiene fiebres.
Se las ha cogido pastoreando por la ribera del Jordán.
Porque somos los pastores de un hombre rico.
Su padre me ha llamado para que acompañara a la niña, que estaba enferma. Él ha vuelto a los montes.
Pero como sabes, con esta enfermedad no se puede subir a lugares elevados.
Y no puedo quedarme aquí. El amo me lo ha permitido hasta ahora.
Pero yo estoy encargada de esquilar a las ovejas y de ayudar en los partos.
Llega el tiempo de nuestra labor, la de los pastores.
Si me quedo, nos despedirán o estaremos divididos; veré morir a mi hija, si subo al Hermón.
– ¿Tienes fe en que puedo hacerlo?
– Hablé con Daniel, pastor de Eliseo.
Me dijo: “Nuestro Niño cura todos los males. Ve al Mesías”.
Desde más allá de Merón vengo con ésta en brazos, buscándote a Tí.
Y habría seguido caminando hasta encontrarte…
– No camines más, sino para regresar a casa, al trabajo sereno.
Tu hija está curada porque Yo lo quiero. Ve en paz.
La mujer mira a su hija y a Jesús.
Quizás espera ver que instantáneamente la niña engorde de nuevo y recupere el color.
Ésta también mira al rostro de Jesús, con ojos como platos, aunque cansados, y sonríe.
No te estoy engañando. La fiebre ha desaparecido para siempre.
Según vayan pasando los días, la niña recuperará su lozanía. Déjala que camine, no se tambaleará ya, ni sentirá cansancio.
La madre deja en el suelo a la niña, la cual se mantiene muy derecha y sonríe cada vez más contenta.
Y acaba gorjeando con su voz argentina:
– ¡Bendice al Señor, mamá!
¡Siento que estoy perfectamente sana!
Y con sencillez de pastorcita y de niña se lanza al cuello de Jesús y lo besa.
La madre, reservada como la edad enseña, se prosterna y besa el vestido bendiciendo al Señor.
– Marchaos.
Recordad el beneficio que habéis recibido del Señor y sed buenas.
La paz esté con vosotras.
Mientras tanto la gente ya se ha agolpado en el huerto de la casa de Elías y reclama la palabra del Maestro.
Jesús cede, a pesar de que no tenga muchas ganas de hacerlo, entristecido como está por la captura del Bautista…
Y por el modo en que se ha producido.
De un vistazo elige el lugar que le serrvirá de púlpito…
Y empieza a hablar bajo la sombra de los árboles.
Mientras está todavía este hermoso tiempo de cereales que espigan, quisiera proponeros una parábola tomada de ellos.
Escuchad.
El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo.
Pero, mientras el hombre y sus siervos dormían, vino su enemigo y esparció semilla de cizaña en los surcos.
Y se fue.
Nadie al principio se dio cuenta de nada.
Llegó el invierno y con él las lluvias y escarchas.
Llegó el final de Tébet y brotó el trigo:
Un verde tierno de hojitas apenas despuntadas; parecían todas iguales en su inocente infancia.
Llegó Sabat y luego Adar y se formaron las plantas y luego granaron las espigas.
Entonces se vio que el verde no era todo de trigo, sino que también había cizaña.
Y bien enroscada a los tallitos del trigo con sus zarcillos finos y tenaces.
Los siervos del amo fueron a su casa…
Y dijeron:
– Señor, ¿Qué semilla has sembrado?
¿No era simiente selecta, sin semilla alguna que no fuera de trigo?
– Claro que lo era.
He elegido los granos, todos de igual formación:
Me hubiera dado cuenta, si hubiera habido otras semillas.
– ¿Y entonces, cómo es que ha nacido tanta cizaña entre tu trigo?
El patrono pensó…
Y respondió:
– Algún enemigo mío me ha hecho esto para perjudicarme.
Los siervos preguntaron entonces:
– ¿Quieres que recorramos los surcos…?
¿Y con paciencia, arranquemos la cizaña para liberar las espigas? Mándalo y lo haremos.
Pero el patrono respondió:
– No.
Al hacerlo, podríais extirpar también el trigo y casi seguro, dañar las espigas, que están aún tiernas.
Dejad que estén juntos ambos hasta la siega; entonces diré a los segadores: “Segad todo junto.
Antes de atar las gavillas, ahora que los zarcillos de la cizaña al secarse se han hecho frágiles…
Y por el contrario, las apretadas espigas están más fuertes y duras.
Separad del trigo la cizaña y haced con ella haces aparte.
Después los quemaréis: servirán de abono para el terreno.
Pero el buen trigo llevadlo a los graneros:
Servirá para hacer un pan tan excelente pan, que avergonzará a mi enemigo.
Ya que lo único que habrá ganado será resultar abyecto a los ojos de Dios por su odio.
Ahora reflexionad en vuestro interior, acerca de lo frecuente y numerosa que es la siembra del Enemigo en vuestros corazones.
Comprended pues, cuán necesario es vigilar con paciencia y constancia, para que poca cizaña se mezcle con el trigo seleccionado.
El destino de la cizaña es arder.
¿Queréis arder o llegar a ser ciudadanos del Reino?
Decís que queréis ser ciudadanos del Reino. Pues entonces sabedlo ser.
El buen Dios os da la Palabra. El Enemigo vigila para transformarla en nociva…
Porque harina de trigo, mezclada con harina de cizaña da pan amargo, nocivo para el vientre.
Si tenéis cizaña en vuestra alma, (maldad) sabed con vuestra buena voluntad separarla,
para arrojarla fuera y no ser indignos de Dios.
– Podéis iros, hijos.
La paz sea con vosotros.
La gente va despejando el lugar lentamente.
Al final, en el huerto solamente quedan los ocho apóstoles, Elías, el hermano y la madre de éste.
Y el anciano Isaac, que apacienta su alma mirando de hito en hito a su Salvador.
Jesús los llama:
– Venid aquí, en torno a Mí.
Y escuchad.
Os voy a explicar el sentido completo de esta parábola, que tiene otros dos aspectos además del que he dicho a la muchedumbre.
En el sentido universal, la parábola tiene esta aplicación:
La buena semilla son los hijos del Reino de Dios, sembrados por Dios en el mundo,
en espera de que alcancen su máximo desarrollo y sean cortados por la Guadaña.
Y los lleven al Dueño del mundo para que los almacene en sus graneros.
La cizaña son los hijos del Maligno, esparcidos a su vez por el campo de Dios…
Con la intención de causar dolor al Señor del mundo y de perjudicar a las espigas de Dios.
El Enemigo de Dios por un sortilegio, los ha sembrado a propósito…
¿Cómo se produce la posesión diabólica?
Porque verdaderamente el Diablo desnaturaliza al hombre…

El Pecado genera al ESPÍRITU INMUNDO y la MALDAD que lo acompaña… el espíritu inmundo ES POSESIÓN DIABÓLICA…
hasta hacer de éste una criatura suya.
Y siembra la cizaña para apartar de la recta vía, a los que no ha podido someter de otra manera.
La siega, o, más exa
ctamente, la formación de las gavillas y su transporte a los graneros, es el Fin del Mundo.
Y quienes la llevan a cabo son los ángeles:
A ellos les ha sido encargado reunir a las segadas criaturas…
Y separar el trigo de la cizaña.
Y de la misma forma que ésta es arrojada a las llamas en la parábola.
Así serán arrojados al Fuego Eterno los condenados, en el Ultimo Juicio.
El Hijo del hombre ordenará eliminar de su Reino a todos los que hayan cometido escándalos y a los inicuos.
Porque el Reino estará en la Tierra…
Y en el Cielo y entre los miembros del Reino de la tierra habrá mezclados, muchos hijos del Enemigo.
Los cuales, como dijeron también los Profetas:
Alcanzarán la PERFECCIÓN DEL ESCÁNDALO Y DE LA ABOMINACIÓN, en cada uno de los Ministerios de la Tierra…
Y atormentarán gravemente a los hijos del espíritu.
Del Reino de Dios, de los Cielos, ya habrán sido alejados los pervertidos, porque en el Cielo no cabe corrupción.
Así pues, los ángeles del Señor, batiendo la hoz por entre las hileras de la última cosecha, segarán y luego separarán el trigo de la cizaña.
Ésta será arrojada al horno ardiente, donde habrá llanto y rechinar de dientes.
Los justos – el trigo selecto – sin embargo, serán conducidos a la Jerusalén Eterna, donde brillarán como soles en el Reino del Padre mío y vuestro.
Esto en el sentido Universal.

“Oh Jesús Sacerdote, guarda a tus sacerdotes en el recinto de tu Corazón Sacratísimo, donde nadie pueda hacerles daño alguno; guarda puros sus labios, diariamente enrojecidos por tu Preciosísima Sangre. Entregamos en tus divinas manos a TODOS tus sacerdotes. Tú los conoces. Defiéndelos, Ayúdalos y SOSTENLOS, para que el Maligno no pueda tocarlos. Amén
Pero para vosotros hay otro sentido más, que responde a las preguntas que en distintas ocasiones,
especialmente desde ayer noche, os estáis haciendo.
Vosotros os preguntáis:
¿Pero entonces, entre la masa de los discípulos puede haber traidores?”
Y se estremece vuestro interior de horror y turbación.
Pues bien, puede haberlos…
Es más, los hay.
El Sembrador esparce la buena semilla.
En este caso más que “esparcir” se podría decir: “TOMA”
Porque el maestro, sea Yo o sea Juan el Bautista, había elegido a sus discípulos.
¿Cómo es que entonces, se han pervertido?
¡No, no! Digo mal llamando “semilla” a los discípulos, podríais entenderlo mal.
Mejor diré “campo”.
Cada discípulo es un campo, elegido por el maestro para constituir el área del Reino de Dios, los bienes de Dios.
A ellos dedica el maestro su esfuerzo para cultivarlos y que den todo el fruto.
Todos los cuidados, todos; con paciencia, amor, sabiduría, esfuerzo, constancia.
Ve también sus tendencias malas, sus sequedades y avideces, obcecaciones y debilidades.
Y espera, siempre espera, corroborando su esperanza con la oración y la penitencia, porque quiere llevarlos a la perfección.
Pero las parcelas de terreno están abiertas, no son un jardín cerrado, amurallado,
cuyo patrono sea sólo el maestro y en las cuales pueda entrar sólo él.
Puestas en el centro del mundo, en medio del mundo; todos se pueden acercar y entrar en ellas.
Todos y todo.
¡¿No es la cizaña la única mala semilla sembrada?!
La cizaña podría ser símbolo de la ligereza amarga del espíritu del mundo.
No, en estos campos nacen arrojadas por el Enemigo, todas las otras semillas:
Ortigas, esteba, cuscuta, convólvulos, cicuta y otras plantas venenosas.
¿Por qué? ¿Qué son?
Las ortigas son los espíritus punzantes, indomables, que hieren por exceso de veneno y causan mucho malestar.
La esteba son los parásitos, que agotan al maestro sin saber hacer cosa alguna que no sea arrastrarse y chupar…
Gozando del trabajo de éste y perjudicando a los que ponen su mejor voluntad,
que verdaderamente sacarían mayor provecho si el maestro no se viera turbado y distraído por las atenciones que exige la esteba.
Los convólvulos ociosos que no se levantan del suelo si no es aprovechándose de los demás.
Las cuscutas son tormento en el camino ya de por sí penoso del maestro.
Y tormento también para los discípulos fieles que le siguen.
Son como garfios, se hincan, desgarran, arañan, introducen desconfianza y sufrimiento.
Las plantas venenosas representan a los delincuentes entre los demás discípulos…
Aquellos que incluso traicionan o matan, como la cicuta y otras plantas tóxicas.
¿Habéis visto alguna vez qué bonitas son, con sus florecillas que se transforman en bolitas blancas, rojas, o de color cerúleo-violeta?
¿Quién puede pensar que esa corola estelar, cándida o apenas rosada, con su corazoncito de oro…?
¿Quién puede pensar que esos corales multicolores, tan semejantes a otros tantos pequeños frutos,
Delicia de pájaros y niños.
Pueden una vez maduros, ocasionar la muerte?
Y los inocentes caen en la trampa: creen que todos son buenos como ellos, los toman…
Y mueren.
¡Creen que todos son buenos como ellos!
¡Oh, qué verdad que sublima al maestro y condena a quien lo traiciona!
¿Cómo? ¿La bondad no desarma? ¿No hace inocua a la mala voluntad?
No, no la hace inocua porque el hombre que ha caído en manos del Enemigo, es insensible a todo lo superior.
Y cualquier cosa superior para él, cambia de aspecto:
La Bondad será entonces debilidad que puede ser lícitamente pisoteada.
Y agudiza su mala voluntad, como el olor de la sangre agudiza en una fiera el deseo de degollar.
También el maestro es siempre inocente…
Y deja que el traidor lo envenene.
Porque no quiere y no puede dejar pensar a los otros,
que un hombre pueda llegar a matar a un inocente.
En los campos del maestro (los discípulos) penetran los enemigos, que son muchos:

Los posesos con Posesión demoníaca Perfecta, aparte de hipócritas, son perfectamente sociales en su exterior… No tienen ninguna manifestación extraordinaria…Y lucen MUY NORMALES…
El primero, Satanás.
Los otros sus siervos o sea los hombres, las pasiones, el mundo y la carne.
El discípulo más vulnerable frente a aquéllos, es el que no está enteramente con su maestro.
Sino a caballo entre el maestro y el Mundo.
No sabe, no quiere separarse enteramente de lo que constituye Mundo, Carne, Pasiones y Demonio.
Para ser enteramente de aquel que a Dios lo lleva.
Sobre éste esparcen sus semillas el mundo y la carne, las pasiones y el demonio.
Oro, poder, mujer, orgullo, miedo a un juicio negativo del mundo, espíritu de utilitarismo:
“Los grandes son los más fuertes. Los sirvo para tener su amistad”…
¡Y uno se hace un delincuente, se condena, por estas míseras cosas!…
¡Por qué el maestro, viendo la imperfección de su discípulo – si bien no quiere rendirse ante el pensamiento de que será su asesino,
no le cercena inmediatamente de sus filas?
Esta es la pregunta que os hacéis.
La respuesta es:
“Porque hacerlo sería inútil”.
Haciéndolo no lo suprimiría como enemigo.
Antes al contrario, su enemistad se duplicaría y se haría más diligente.
Por la rabia de haber sido descubierto o el dolor de haber sido expulsado.
Dolor, sí, porque a veces el discípulo malo no se da cuenta de que lo es.
Tan sutil es la obra demoníaca que no la advierte…
(viene a ser poseído por el demonio sin sospechar que está siendo sometido a esta operación.
Rabia sí, rabia por haber sido conocido en lo que es.
Esto sucede cuando no es inconsciente de la operación de Satanás y sus adeptos:
Los hombres que tientan al débil en sus debilidades, para quitar del mundo al santo que ofende sus maldades
con el contraste de su bondad.
Y entonces el santo ora y se abandona en Dios:
“hágase lo que permites que se haga”, dice, añadiendo sólo la cláusula:
“si sirve para tu finalidad”
El santo sabe que ha de llegar la hora en que serán separadas de sus espigas las malas plantas de cizaña.
Dios mismo, que no permite más de cuanto es útil para la victoria de su Voluntad de amor.
Mateo dice:
– Pero si admites que siempre son Satanás y sus adeptos…
Me parece que disminuye la responsabilidad del discípulo.
– No lo creas.
Si el Mal existe, también existe el Bien.
Y en el hombre existe el discernimiento y con éste la libertad.
Judas observa:
– Dices que Dios no permite más de cuanto es útil al triunfo de su voluntad de amor.
Por tanto, este error incluso es útil, si lo permite.
Y sirve para que triunfe la Voluntad divina.
– Con lo cual arguyes como Mateo, que ello justifica el delito del discípulo.
Dios no permite más de cuanto es útil al triunfo de su voluntad de amor.
Si bien Dios permite que el hombre lleve a cabo lo que voluntariamente elige realizar y ello es para depurarlo y confirmarlo en gracia.
O juzgarlo merecedor de castigo, la culpabilidad del hombre no se ve disminuida por ningún motivo.
Porque, si bien es verdad que el hombre, bajo el impulso de Dios o el impulso de Satanás, puede hacer el bien o el mal.
No es menos cierto que sólo Dios debería ser seguido, en sus incitaciones de amor, por el hombre.
Que de El ha recibido todos aquellos dones naturales, morales y sobrenaturales,
capaces de hacer de él un hijo de Dios heredero dei. Cielo.
Dios había creado al león exento de saña y a la serpiente sin veneno.
Ahora el primero es feroz y la segunda venenosa.
Pero Dios por este motivo, los ha separado del hombre.
Medita en esto y aplica apropiadamente.
Vamos a la casa.
El sol ya es demasiado intenso, como si estuviera por venir una tormenta.
Y estáis cansados por la noche pasada sin dormir.
Elías dice:
– La habitación alta de la casa es amplia y fresca.
Podréis descansar.
Suben por la escalera exterior.
Pero sólo los apóstoles se echan sobre las esteras para descansar.
Jesús sale a la terraza, sombreada en un ángulo, bajo un altísimo roble.
152 ESPÍRITU DE LA PARÁBOLA
152 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
¡Pero, dichosos vosotros por vuestros ojos que ven, por vuestros oídos que oyen, por vuestra buena voluntad!
En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron y oír lo que vosotros oís pero no lo oyeron.
Se consumieron en el deseo de comprender el misterio de las palabras, pero, apagada la luz de la profecía, las palabras permanecieron como carbones apagados, incluso para el santo que las había recibido.
Sólo Dios se devela a Sí Mismo.
Cuando su luz se retira, terminada su intención de iluminar el misterio, la incapacidad de comprender envuelve – como las vendas de una momia – la regia verdad de la palabra recibida.
Por esto te he dicho esta mañana: “Un día volverás a encontrar todo lo que te he dado”. Ahora no puedes retenerlo.
Pero tiempo llegará en que recibirás la luz, no sólo por un instante sino en un inseparable desposorio del Espíritu eterno con el tuyo, por lo que será infalible tu magisterio respecto a las cosas del Reino de Dios.
Y, como en ti, en tus sucesores, si viven de Dios como su único pan.
Si viven de Dios como su único pan: es una condición puesta a la infalibilidad pontificia.
Tal condición debió provocar una objeción por parte del Padre Migliorini, sacerdote que revisaba y escribía a máquina los escritos de María Valtorta, quien le especificó la nota aclaratoria de Jesús al respecto:
“Es cierto que la existencia de la infalibilidad papal en cosas de espíritu, en cualquier Vicario mío, prescindiendo de su forma de vida y posesión de virtud, es verdad definida.
Pero es también cierto que no podréis encontrar un dogma definido y proclamado por Papas privados – notoriamente o no – de mi Gracia.
El alma privada de la Gracia no puede tener como amigo al Espíritu Santo. […] Descansad, por tanto, en esta certeza:
que los dogmas son verdaderos, que la infalibilidad existe, porque Yo no concedo dogmas a quien no lo mereciera.
Y esto estaba incluido en la frase que ha suscitado la objeción”.
E1 mismo concepto está presente en las palabras de Jesús al apóstol Santiago de Alfeo: Dios dará la Luz según los grados que tengáis.
Dios no os dejará sin la Luz, a menos que la Gracia no quede apagada en vosotros por el pecado”
Escuchad ahora el espíritu de la parábola.
Tenemos cuatro tipos de campos: los fértiles, los espinosos, los pedregosos y los que están llenos de senderos.
Tenemos también cuatro tipos de espíritus.
Por una parte están los espíritus honestos, los espíritus de buena voluntad, preparados por esta misma buena voluntad y por la obra buena de un apóstol, de un “verdadero” apóstol.
Porque hay apóstoles que tienen el nombre pero no el espíritu de apóstoles:
Su efecto sobre las voluntades que se están formando es más mortífero que los propios pájaros, espinos y piedras:
Con sus intransigencias, prisas, reprensiones y amenazas, trastocan todo de tal forma, que alejan para siempre de Dios.
Hay otros que al contrario, por regar continuamente benevolencia desfasada, ajan la semilla en un terreno demasiado blando.
Enervan, con su enervamiento, las almas que están bajo su custodia.
Mas refirámonos a los verdaderos apóstoles, es decir, a los espejos límpidos de Dios:
Son paternos, misericordiosos, pacientes y al mismo tiempo, fuertes como su Señor.
Pues bien, los espíritus preparados por éstos y por la propia voluntad, se pueden comparar a los campos fértiles,
exentos de piedras y zarzas, limpios de malas hierbas y cizaña.
En ellos prospera la palabra de Dios; cada palabra – una semilla – produce una macolla y luego espigas maduras.
Y da en unos casos el cien, en otros el sesenta, en otros el treinta por ciento.
¿Entre los que me siguen hay de éstos? Sin duda.
Y serán santos.
Los hay de todas las castas, de todos los países,
incluso gentiles hay que darán también el cien por ciento por su buena voluntad; por ella únicamente.
O también, además de por ella, por la de un apóstol o discípulo que me los prepara.
Los campos espinosos son aquellos en que la indolencia ha dejado penetrar espinosas marañas de intereses personales que ahogan la buena semilla.
Es necesaria siempre una vigilancia sobre uno mismo; siempre, siempre…
Nunca decir: “¡Ya estoy formado, he recibido ya la semilla, puedo estar tranquilo porque daré semilla de vida eterna!”.
Es necesaria siempre una vigilancia:
La lucha entre el Bien y el Mal es continua.
¿Alguna vez os habéis parado a observar una colonia de hormigas que se establece en una casa?
La mujer ya no vuelve a dejar alimentos allí sino que los pone encima de la mesa.
Mas el olfato de las hormigas examina el aire y asaltan la mesa.
La mujer pone los alimentos en el aparador, pero ellas pasan adentro a través de la cerradura.
Entonces la mujer cuelga del techo esos alimentos, pero las hormigas recorren un largo camino por paredes y viguetas, bajan por la cuerda y comen.
Entonces la mujer las quema, las envenena…
Y se queda tranquila creyendo que las ha destruido.
¡Ah, si no vigila, qué sorpresa!
Ya salen las otras nuevas que han nacido… y vuelta a empezar.
Esto durante el tiempo que dura la vida.
Es necesario vigilarse para extirpar las plantas malas desde el primer momento en que aparecen.
Si no, harán un techo de zarzas y ahogarán el trigo.
Los cuidados mundanos, el engaño de las riquezas, crean la maraña…
Ahogan la planta de la semilla de Dios y no dejan que llegue a hacerse espiga.
¿Y las tierras pedregosas?… ¡Cuántas hay en Israel!…
Son las que pertenecen a los “hijos de las leyes” como muy acertadamente ha dicho mi hermano Judas.
Estas tierras no tienen la piedra única del Testimonio.
No la piedra de la Ley, sino el pedregal de las pequeñas, pobres, humanas leyes creadas por los hombres…
Muchas, tantas, que con su peso han reducido a lascas incluso la piedra de la Ley.
Se trata de un deterioro que impide completamente la radicación de las semillas.
La raíz no tiene ya alimento. No hay tierra, no hay sustancia.
El agua, estancándose sobre el suelo de piedras, pudre.
el sol se pone al rojo en esas piedras y quema las plantas tiernas.
Son los espíritus de los que en lugar de la sencilla doctrina de Dios, ponen complicadas doctrinas humanas.
Reciben mi palabra hasta incluso con alegría; momentáneamente se sienten impresionados y seducidos por ella; pero luego…
Sería necesario tener el heroísmo de trabajar duro para limpiar el campo, el espíritu y la mente,
de todo el pedregal de los oradores vacíos.
Entonces la semilla echaría raíz y se haría una fuerte macolla.
Sin embargo, así no es.
NADA.
Es suficiente un temor a represalias humanas, es suficiente la reflexión:
“¿Y luego?, ¿Qué respuesta voy a recibir de los poderosos?”,…
Para que la pobre semilla, carente de alimento, languidezca.
Es suficiente con que todo el pedregal se remueva, con el sonido vano de los centenares de preceptos que han reemplazado al Precepto,
para que el hombre perezca con la semilla recibida…
Israel está lleno de ello.
Esto explica por qué el ir a Dios está en razón inversa del poder humano.
Por último, las tierras surcadas de caminos, polvorientas, desnudas.
Las de los mundanos, las de los egoístas.
Su comodidad es su ley; su fin, gozar.
No trabajar, sino vivir en la indolencia, reír, comer…
En ellos reina el espíritu del mundo.
El polvo de la mundanidad recubre el terreno y éste se hace arenoso.
Los pájaros o sea, el producto de su molicie,
se lanzan hacia esos mil senderos que han sido abiertos para hacer más fácil la vida.
Luego el espíritu del mundo o sea, el Maligno…
Picotea y destruye todas las semillas caídas en este terreno abierto a toda sensualidad y ligereza.
¿Habéis comprendido?
¿Tenéis algo más que preguntar? ¿No?
Pues entonces podemos retirarnos a descansar para salir mañana para Cafarnaúm.
Tengo que visitar todavía un lugar antes de emprender el viaje hacia Jerusalén para la Pascua.
Judas de Keriot pregunta:
– ¿Vamos a pasar otra vez por Arimatea?
– No es seguro. Según que los…
Llaman enérgicamente a la puerta.
Pedro se levanta para ir a abrir…
Y dice:
– ¿Quién podrá ser a esta hora?…
Son las…
Se presenta Juan.
Agitado, lleno de polvo, con claros signos de llanto en su rostro.
Y todos gritan:
– ¿Tú aquí?
– ¿Pero qué ha pasado?
Jesús, que se ha puesto en pie,
se limita a decir:
– ¿Dónde está mi Madre?
Juan, dando unos pasos y yendo a arrodillarse a los pies de su Maestro.
Tendiendo los brazos hacia delante como pidiendo ayuda, dice:
– Tu Madre está bien.
Pero llorando como yo, como muchos otros.
Te ruega que no vayas donde Ella siguiendo el curso del Jordán por la parte nuestra.
Me ha hecho regresar por este motivo, porque…
Porque Juan, tu primo, ha sido apresado..
Y Juan llora…
Mientras entre los presentes se forma un gran alboroto.
Jesús se pone muy pálido, pero no se agita.
Solamente dice:
– Levántate y habla.
– Iba hacia abajo con la Madre y las mujeres.
También estaban con nosotros Isaac y Timoneo. Tres mujeres y tres hombres. Cumplí tu orden de conducir a María donde Juan…
¡Ah, sabías que era el último adiós… que debía ser el último adiós!.
La tormenta de hace unos días nos obligó a detenernos unas horas.
Pocas pero suficientes para que Juan no pudiera ya ver a María…
Llegamos a la hora sexta.
Él había sido capturado poco antes del alba.
Todos preguntan, todos quieren saber.
– ¿Dónde?
– ¿Cómo?
– ¿Quién?
– ¿En su cueva?
– Lo han traicionado…
¡El que lo ha hecho ha usado tu Nombre para traicionarlo!
Todos gritan:
– ¡Qué horror!
– ¿Quién habrá sido?
Juan, estremeciéndose, manifestando levemente este horror que ni siquiera el aire debería oír.
Declara:
El alboroto se hace máximo:
Quién maldice, quién llora, quién está estupefacto, como estatuario.
Juan se echa al cuello de Jesús,
y grita:
– ¡Tengo miedo por Tí!.
¡Por Tí!, ¡Por Tí! Los traidores acompañan a los santos y por oro se venden.
Por oro y por miedo a los poderosos, por sed de premio, por… por obediencia a Satanás.
¡Por mil cosas!, ¡Por mil! ¡Oh! ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Qué dolor! ¡Mi primer maestro! ¡Mi Juan! ¡Tú me has si-do dado por él!
Jesús está muy pálido, pero responde con calma:
– ¡Tranquilo!
¡Tranquilo! No me sucederá nada por ahora.
– ¿Y después?
¿Y después? Me miro… Miro a éstos… Tengo miedo de todos, incluso de mí mismo. Estará entre nosotros tu Traidor…
Pedro grita:
– ¿Pero estás loco?
¡Lo haríamos trizas!
Y Judas de Keriot:
– ¡Loco de verdad!
No seré yo jamás ése. Pero, si me sintiera debilitado hasta el punto de poderlo ser, me quitaría la vida: sería mejor que ser deicida.
Jesús se libera del abrazo de Juan y zarandea rudamente a Judas,
diciendo:
– ¡No blasfemes!
Nada te podrá debilitar, si tú no quieres.
Y si así sucediera, llora. Y no cometas otro delito además del deicidio.
Se hace débil quien por sí mismo, se vacía de Dios.
Luego vuelve donde Juan, que está llorando con la cabeza apoyada sobre la mesa,
y dice:
– Habla con orden.
Yo también estoy sufriendo. Era mi propia sangre y además mi Precursor.
Juan responde muy afligido:
– Sólo he visto a los discípulos, a una parte de ellos…
Consternados y enfurecidos contra el traidor.
Los otros habían acompañado a Juan hacia la prisión para estar junto a él en la hora de la muerte.
Simón Zelote dice:
– Pero todavía no ha muerto…
La otra vez pudo huir.
Pues estima mucho a Juan y queriendo consolar.
Juan responde:
– No ha muerto todavía, pero morirá.
Jesús confirma:
– Sí. Morirá.
Él lo sabe y Yo también. Nada ni nadie lo salvará esta vez.
¿Cuándo? No lo sé. Sé que no saldrá vivo de las manos de Herodes.
– Sí, de Herodes.
Escucha. Juan fue hacia esa hoz por donde pasamos también nosotros regresando a Galilea, entre el Ebal y el Garizim, porque el traidor le había dicho:
“El Mesías ha sido agredido por unos enemigos y está muriendo. Quiere verte para confiarte un secreto”.
Y Juan fue, con el traidor y con algún otro.
Acechaban en la hoz los soldados de Herodes.
Y lo prendieron.
Los otros huyeron y llevaron la noticia a los discípulos que se habían quedado cerca de Enón.
Acababan de llegar, cuando me presenté yo con la Madre.
Lo que es horrible es que era uno de nuestras ciudades…
Y que a la cabeza del complot preparado para apresarlo estaban los fariseos de Cafarnaúm.
Habían ido a verlo diciendo que Tú habías estado en su casa y que de allí partías para Judea…
No habría abandonado su refugio sino por Tí…
Un silencio sepulcral, sigue a la narración de Juan.
Jesús parece desangrado, con los ojos de un color azul oscurísimo y como empañados.
Tiene la cabeza agachada, la mano – recorrida por un ligero temblor – en el hombro de Juan.
Ninguno se atreve a hablar.
Jesús rompe el silencio:
– Iremos a Judea por otro camino.
Pero mañana tengo que ir a Cafarnaúm.
Lo antes posible. Descansad.
Voy a subir por entre los olivos. Necesito estar solo.
Y sale sin decir nada más.
Santiago de Alfeo, musita:
– Sin duda va allí a llorar.
Tadeo añade:
– Sigámoslo, hermano.
Zelote aconseja:
– No. Dejadlo llorar.
Vayamos sólo a la escucha, caminando despacio, porque temo asechanzas por todas partes.
Pedro dice:
– Sí. Vamos.
Los pescadores siguiendo la orilla así, si alguien viene por el lago lo veremos.
Estará sin du en su sitio de costumbre, junto al nogal.
Al alba prepararemos las barcas para salir temprano.
¡Esas serpientes!
¡Ya lo decía yo! Pero… ¡Di, muchacho!, ¿La Madre está verdaderamente a salvo?
– ¡Sí, sí; se han quedado con Ella también los pastores discípulos de Juan!
¡Andrés… no volveremos a ver a nuestro Juan!
– ¡Calla! ¡Calla!
Me parece el canto del cuco… Uno precede al otro y…y…
Pedro grita enfurecido:
– ¡Por el Arca santa!
¡Callad! ¡Si seguís hablando de desgracias respecto al Maestro, empiezo por vosotros a haceros probar el sabor de mi remo en los lomos!
Y volviéndose hacia los que van a estar entre los olivos,
ordena:
Vosotros coged garrotes, ramas gordas… allí hay, en la leñera.
Diseminaos armados. El primero que se acerque a Jesús para causarle daño es hombre muerto.
Felipe exclama:
– ¡Discípulos!
¡Discípulos! ¡Hay que ser cautos con los nuevos!
Elías el nuevo discípulo se siente herido y pregunta:
– ¿Dudas de mí?
Él me ha elegido y me ha llamado.
– No lo digo por ti.
Lo digo por los que son escribas y fariseos y de sus adoradores.
De ahí vendrá la ruina, creedlo.
Salen y se diseminan en las barcas o entre los olivos de las colinas… Y todo termina.