181 UN PERDÓN DENIGRANTE8 min read

181 IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Los apóstoles, la Madre de Jesús y las otras mujeres se dirigen hacia la casa, precedidos todos por Margziam, que va saltando presuroso hacia adelante.

No obstante, el niño enseguida vuelve hacia atrás, toma a María de la mano,

y le dice:

–     Ven conmigo, que te tengo que decir a solas una cosa.

Ella accede a su petición.

Así que tuercen hacia el pozo, que está en un ángulo del patio, enteramente cubierto por una tupida pérgola,

que desde el nivel del suelo sube, formando un arco, hasta la terraza.

Detrás está Judas de Keriot.    

María lo ve y pregunta: 

–     Judas, ¿Qué quieres?

Y dirigiéndose al niño:   

–    Déjanos, Margziam…  

Cuando el niño se retiraMaría repite: 

–     Habla. ¿Qué quieres?  

Judas contesta:  

–     He obrado mal…

No me atrevo a ir al Maestro, ni a presentarme ante mis compañeros…  Ayúdame…

–     Te ayudaré. Sí.

De todas formas, ¿Es que no piensas en el mucho dolor que causas? Mi Hijo ha llorado por causa tuya…

Lo cual a su vez ha hecho sufrir a tus compañeros.

Ven, de todas formas ninguno te dirá nada.

Y si puedes, no vuelvas a caer en esto mismo, que es indigno de un hombre y sacrílego respecto al Verbo de Dios.

–     ¿Tú, Madre, me perdonas?

–     ¿Yo?

Yo no cuento nada al lado de ti, que te sientes tan grande.

Yo soy la menor de las siervas del Señor. ¿Por qué te preocupas de mí, si no tienes piedad de mi Hijo?

–     Pienso en mi madre.

Pienso que si tú me perdonas ella también me perdonará.

–     No sabe lo que has hecho.

–    Pero me había hecho jurar que sería bueno con el Maestro.

Soy un perjuro. Percibo la reprensión del alma de mi madre.

–     ¿Eso es lo que sientes?

¿Y no percibes la queja y la desaprobación del Padre y del Verbo?

¡Oh, eres un desdichado, Judas!

Vas sembrando el dolor en ti y en quienes te quieren.

María está muy seria y triste.

Habla sin acritud, pero muy seria.

Judas llora.  

María le dice: 

–     No llores.

Más bien, cambia. Ven…   

Lo toma de la mano y entra así con él en la cocina.

Vivísimo es el estupor de todos.

María previene posibles reacciones poco compasivas,

diciendo:

–     Judas ha vuelto.

Haced como el primogénito después de que le habló su padre.

Juan, ve a avisar a Jesús.

Juan de Zebedeo sale a la carrera.

El silencio gravita sobre la cocina…

Lo rompe Judas diciendo:

–     Perdonadme.

Tú el primero Simón, tú que tienes un gran corazón paternal.

Yo también soy huérfano.  

Pedro está tan pasmado que balbucea:

–     Sí… sí… te perdono.

Por favor, no hables más de ello. Somos hermanos…

Y no me gustan estos altibajos de pedir perdón y volver a caer.

Son denigrantes, tanto para quien lo comete como para quien lo concede.

Y Pedro no pudiendo hacer otra cosa, sale y se pone a partir con vehemencia madera seca…

Y mientras Pedro se desquita partiendo leña…

Jesús está despidiendo a los pastores y a los campesinos que regresan a Hebrón.

Juan llega y le dice:

–     Maestro, ya llegó Judas.

–    Sí. Gracias Juan.  

Después de darles la solemne bendición mosaica, los pastores y los campesisnos se van muy conmovidos… 

Y los que se quedan regresan hacia sus casas. respectivas: la de Lázaro y la de Simón Zelote. 

Con el grupo de los discípulos entran también todos los demás.

Judas Iscariote avergonzado, se pone en un rincón semioscuro.

No se atreve a acercarse a Jesús, como hacen los demás…

Lázaro se congratula con Jesús.

Dice:

–      Siento que te marches…

Pero estoy más contento que si te hubiera visto marcharte anteayer.

–     ¿Por qué, Lázaro?

–     Porque te veía muy triste y cansado…

No hablabas, sonreías poco…

Eso fue ayer y hoy has vuelto a ser mi santo y dulce Maestro.

Me alegro mucho…

–     Lo era, aunque guardase silencio…

–     Lo eras, sí.

Pero Tú eres no sólo serenidad, sino también palabra.

Esto buscamos en Ti. En estas fuentes bebemos nuestra fuerza.

Y estas fuentes parecían sin agua… Penosa era nuestra sed… Ya ves cómo hasta incluso a los gentiles los ha sorprendido y han venido a buscarlas…

Judas de Keriot al cual se había acercado Juan de Zebedeo,

se decide a hablar:

–     Sí.

Me habían preguntado también a mí…

Porque muchas veces estuve cerca de la Torre Antonia, con la esperanza de verte.

Jesús responde preciso:

–     Sabías dónde estaba.

–     Lo sabía.

Pero no pensaba que pudieras decepcionar a quienes te esperaban.

Los romanos también se sintieron decepcionados.

No entiendo por qué has actuado así…

–     ¿Y tú me lo preguntas?

¿No estás al corriente del estado de ánimo del Sanedrín, de los fariseos y de otros, respecto a Mí?

–     ¿Quieres decir que tenías miedo?

–     No.

Náusea.

E1 año pasado, estando solo. Y era Yo solo solo contra todo un mundo que ni siquiera sabía si Yo era profeta…

Demostré que no tenía miedo. 

Y tú eres una de las adquisiciones de mi autoridad

Hice oír mi Voz, contra todo un mundo de gritos.

Hice oír la Voz de Dios a un pueblo que la había olvidado.

Purifiqué la Casa de Dios de las inmundicias materiales que había…

Sin esperar limpiarla completamente de las bajezas morales mucho más graves  que anidan en ella…

Porque no ignoro el futuro de los hombres.

Lo hice para cumplir mi deber; por celo de la Casa del Señor eterno,

la cual se había convertido en una plaza vociferadora de mercachifles, usureros y ladrones;

lo hice para remover de su sopor a quienes siglos de abandono sacerdotal habían hecho caer en el letargo espiritual.

Fue el reclamo que debía congregar a mi pueblo, para llevarlo a Dios…

Este año he vuelto… He visto que en  el Templo sigue lo mismo… 

Incluso ha empeorado.

Ha pasado de ser cueva de ladrones a ser sede de conjura y será sede del Delito  y luego lupanar,

para terminar destruido a manos de una fuerza más poderosa que la de Sansón que aplastará a una casta indigna de llamarse santa.

Es inútil hablar en ese lugar, en el cual, además – te lo recuerdo – se me prohibió hablar.

¡Pueblo desleal a la palabra dada, envenenado en sus cabezas. 

Pueblo que osa poner veto a que la Palabra de Dios hable en su Casa!

Sí, me fue prohibido. He guardado silencio por amor a los más pequeños.

No ha llegado todavía la Hora en que habrán de matarme.

Son demasiados los que tienen necesidad de Mí.   

Y mis apóstoles no son todavía suficientemente fuertes como para recibir en sus brazos a mi prole: el Mundo.

No llores, Madre buena; perdona esta necesidad de tu Hijo de decir, a quien quiere o puede engañarse, la verdad que sé…

Yo callo… pero, ¡Ay de aquellos por los cuales Dios calla!…  

Todos están sorprendidos y reaccionan…

Jesús pide:   

–     ¡Madre, Margziam, no lloréis!…

¡Que nadie llore! ¡Os lo ruego!

Pero en realidad todos, con más o menos pena, lloran.

Judas está pálido como un muerto y se ve más, con ese ropaje suyo de rayas amarillas y rojas…

Y tiene la osadía de insistir con esa voz tan llena de falsedad, que se oye plañidera y ridícula:

–     Créeme Maestro, que estoy sorprendido…

Confuso, adolorido y apenado. 

Y miente descaramente… 

 –    No sé qué quieres decir…Yo no sé… nada… De veras.

La verdad es que no he visto a ninguno de los del Templo, pues he roto los contactos con todos

La posesión demoníaca perfecta NO PUEDE reverenciar a Dios, porque Satanás lo odia y a sus instrumentos, es lo que les trasmite…

Pero, si Tú lo dices, será verdad…  

Jesús lo mira fijamente…  

Jesús con el Carisma de Ciencia Infusa…

–     ¡Judas!… 

¿Ni siquiera viste a Sadoc, el escriba?

Judas baja la cabeza,

y farfulla:

–     Es un amigo…

Lo he visto como amigo, no como uno del Templo…

Jesús no le responde. 

Entretanto las mujeres consuelan a María, que está llorando…

Y al niño, que llora al ver llorar a María.

También a Lázaro y a los apóstoles se les ve apenados y muy tristes. 

Jesús, con un esfuerzo heroico que solo Dios ve, vuelve a sonreír y se dirige a ellos.

Mientras abraza a su Madre y acaricia al niño:

Dice:  

–     Me despido de los que se quedan.

Porque mañana al alba nos pondremos en camino.

Adiós, Lázaro; adiós, Maximino.

José, te agradezco todos los detalles que has tenido con mi Madre y con las discípulas  en este período de espera mientras Yo llegaba.

Gracias por todo.

Tú, Lázaro, bendice de nuevo a Marta en mi nombre. Volveré pronto.

Ven, Madre, a descansar.

También vosotras, María y Salomé, si queréis venir. 

Las dos Marías dicen: .

–     ¡Sí, claro que vamos! .

–     ¡Pues, hala, a la cama!

Paz a todos. Dios esté con vosotros.

Regresaré pronto, Madre. Ve a descansar.

La paz sea con todos vosotros.  

Y Jesús se va a su soledad acostumbrada, para orar…

La estancia en Betania ha terminado.

¡Padre, SI QUIERES aparta de Mí éste Cáliz! Pero NO SE HAGA MI VOLUNTAD, sino la Tuya!

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