Archivos diarios: 28/03/21

200 EL DIOS DEL SINAÍ

 200 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Al amanecer del día siguiente, Jesús y los suyos dejan Ascalón y se dirigen hacia las colinas, dando la espalda al mar.

Los apóstoles, descansados y contentos, conversan alegremente.

Tomás dice:

–    Estaba escrito que tenía que experimentar los apretones de los filisteos.

Se podría decir que el amor y el odio tienen las mismas manifestaciones.

Yo, que no había tenido que sufrir por el odio de los filisteos, por poco si me hieren por el amor..

Tadeo confirma:

–    ¡Esos fanáticos del milagro!

Faltó poco para que los que estaban exaltados por el milagro nos apresaran;

para obligarnos a decirles dónde estaba el Maestro

Santiago de Alfeo:

–   Y qué griterío, ¿Verdad Juan?

La ciudad hervía como un caldero.

Los que estaban enojados no querían admitir razones.

Y querían encontrar a los judíos para darles de palos.

Juan asiente con un gesto.

Zelote comenta:

–   Los que recibieron el beneficio y sus amigos, querían persuadir a los primeros de que un Dios había pasado

Tomás agrega:

–      ¡Había una confusión!

Tienen para discutir, por varios meses.

Lo malo está en que discuten más con los bastones, que con la lengua.

Y bien…

Que hagan lo que quieran.

Juan observa:

–    Pero no son malos.

Zelote responde:

–     No.

Solamente están cegados por muchas cosas.

Jesús por un largo espacio de camino, no dice ni una palabra.  

Hasta que llegan al crucero,

es cuando Él dice:

–    Voy ahora a aquel pobladillo que está sobre el monte.

Vosotros continuaréis hasta Azoto.

Prestad atención:

Sed corteses, dulces, pacientes.

Aunque se burlen de vosotros, soportadlo en paz como ayer hizo Mateo y Dios os ayudará.

Salid al crepúsculo.

Id cerca del estanque que está en las cercanías y allí nos volveremos a encontrar.

Judas de Keriot exclama:

–     Pero Señor…

¡Yo no permito que vayas solo!

Esa gente es violenta… es una imprudencia…

–    No tengas miedo por Mí.

Vete, vete Judas.

Y tú sé prudente.

Hasta la vista.

La paz sea con vosotros.

Los doce se marchan, no demasiado entusiastas. 

Jesús se queda mirándolos mientras se alejan…

Luego toma el sendero fresco y sombreado que lleva a la colina…

Un collado cubierto de bosques de olivos, nogales, higueras.

Y de viñedos bien cuidados que ya prometen pingüe cosecha.

En los rellanos hay pequeñas parcelas cultivadas con cereales,

mientras que en las zonas de pendiente pacen cabras en la hierba verde.

Jesús llega a las primeras casas del pueblo.

Estando ya para entrar en él, se topa con un extraño cortejo:

Mujeres gritando y clamor de hombres, alternándose en una verdadera composición fúnebre.

Todos haciendo una especie de danza en torno a un macho cabrío,

que camina con los ojos vendados y recibiendo golpes…

El animal va sangrando por las rodillas, por haber tropezado y caído sobre las piedras del sendero.

Los sigue otro grupo, también con su vocerío y sus gritos,

que se mueve danzando alrededor de un fetiche esculpido, verdaderamente muy feo;

manteniendo alzadas unas pátheras con brasas encendidas;

a las que alimentan echando encima resinas y sal, a cuyo contacto despiden olorosas volutas de humo. 

Un tercer grupo rodea al que parece ser el sacerdote de aquel ritual,

ante el cual se inclinan alternadamente,

gritando:

–     ¡Por tu fuerza! (hombres)

–     ¡Tú solo puedes! (mujeres)

–     ¡Súplica al Dios! (hombres)

–     ¡Quita el sortilegio! (mujeres)

Luego todos gritan al mismo tiempo, con un alarido de aquelarre dirigido al ídolo,

que es una diosa de la fertilidad:

–   ¡Da órdenes a la matriz!

–    ¡Salva a la mujer!

–    ¡Muerte a la maga!

–    ¡Por tu fuerza!

–    ¡Tú solo puedes!

–    ¡Ordena al dios!

–    ¡Por su poder!

–    ¡Qué haga ver su poder!

–    ¡Da órdenes al macho cabrío!

–    ¡Que señale a la maga!

–    ¡A la que odia la casa de Farah!

Jesús detiene a uno del último grupo,

y pregunta dulcemente:

–   ¿Qué sucede?

Soy forastero…

Como la procesión se detiene para golpear al macho cabrío, echar resina a los braseros y tomar aliento;

el hombre explica:

–    La esposa de Farah, el grande de Magdalgad, está muriendo de parto.

Una que la odia, le hizo un maleficio.

Las entrañas se le han anudado y el hijo no puede nacer.

Estamos buscando a la maga para matarla.

Sólo así la mujer de Farah se salvará.

Si no encontramos a la maga, sacrificaremos el macho cabrío; 

para impetrar la misericordia de la diosa Isthar Matriz.

Dos hombres se han acercado al que habló…

Y Jesús les dice: 

–    Deteneos.

Soy capaz de curar a la mujer y de salvar al niño.

Decidlo al sacerdote. 

Ellos preguntan:   

–    ¿Quién Eres?  

–    ¿Eres médico?

Jesús responde: 

–    Mucho más que eso…

Entonces los tres irrumpen entre la gente y van con su sacerdote idólatra.

Hablan con él.

Se corre la voz.

Y la procesión que ya había empezado a caminar, se detiene otra vez.

El sacerdote solemne, imponente con sus vestiduras multicolores, hace una seña a Jesús …

Y dice en tono imperativo:

–     ¡Joven, ven aquí!

Jesús avanza entre la multitud y cuando llega frente a él,

añade:

–    ¿Es verdad lo que dices?

Ten en cuenta que si lo que dices no se cumple…

Pensaremos que el espíritu de la maga se ha personificado en Tí y te mataremos en vez de a ella

Jesús responde con voz majestuosa:

–    Es verdad.

Llevadme al punto a donde está la mujer y entretanto dadme al macho cabrío.

Lo necesito.

Desatadlo, quitadle la venda y traédmelo aquí.

Así lo hacen.

El pobre animal atolondrado, tambaleante y sangrando, es llevado ante Jesús.

Que lo acaricia sobre la negra cerviz.  

Y luego dice:

–    Ahora es necesario que me obedezcáis todos.

¿Lo haréis?

La turba grita:

–    ¡Sí!

–    Entonces vamos.

Dejad de gritar, dejad de quemar resina.

¡Lo ordeno!

Se ponen en marcha.

Entran en el pueblo.

Por la calle principal se dirigen hacia una casa construida en medio de un huerto. 

Gritos y llantos se oyen por las ventanas y las puertas abiertas de par en par.

Lúgubre, destaca el atroz lamento de la mujer que no puede dar a luz a su hijo.

Corren a avisar a Farah… 

El hombre viene despeinado y angustiado, con el rostro pálido como la cera.

Mujeres que lloran lo acompañan, junto con los inútiles sacerdotes,

que vienen quemando incienso y hojas en unas pátheras de cobre…

En el mismo ritual idolátrico que los demás…

El hombre grita llorando:

–    ¡Sálvame a mi mujer!

Luego gritan sucesivamente, dos viejos angustiados y  la turba. 

–    « ¡Salva a nuestra hija!»,

–     ¡Salva a mi hija!»,

–     ¡Sálvala, sálvala!»

Jesús responde majestuoso:

–    La salvaré.

Y con ella a tu niño.

Porque es un niño muy hermoso, con los ojos color aceituna que está madurando…

y de cabellos negros, como éstos. 

Y señala la cabellera de Farah.

El hombre pregunta: 

–     ¿Y cómo lo sabes?

¿Acaso ves también en las entrañas?

–     Yo veo todo.

Y todo lo penetro.

Reconozco y puedo todo. Soy Dios.

Si hubiese mandado un rayo, hubiese hecho menos efecto.

Todos se arrojan al suelo como si estuvieran muertos.

Jesús manda:

–    Levantaos y escuchad:

Soy el Dios Todopoderoso y no soporto a otros dioses delante de Mí…

Haced una hoguera y arrojad esa estatua.

La multitud se rebela.

Comienza a dudar del ‘Dios Misterioso’ que ordena que sea quemada la diosa.

Los más encolerizados son los sacerdotes y la sacerdotisa.

Pero Farah y su suegra, a quienes importa la vida de la mujer; se oponen a la multitud hostil.

Y como Farah es el grande el poblado; nadie se atreve a decir nada más.

Farah pregunta:

–    ¿Cómo puedo creer que Tú eres Dios Todopoderoso? 

Dame una señal y además, que se haga lo que quieres.

Jesús pregunta:

–       Mira…

¿Ves las heridas de este macho cabrío?

Están abiertas, ¿Verdad?

Sangran… ¿No es así?

La bestia está casi por morir, ¿No es verdad?

Pues bien; Yo quiero que no sea así…

¡Mira!

El hombre se inclina, para ver…

Asombrado revisa al animal…

Y da un grito:

–    ¡No tiene ninguna herida!

Y se arroja a los pies de Jesús suplicando: 

–  ¡Mi mujer!… ¡Mi mujer!…

Pero el sacerdote de la procesión objeta:

–    ¡Ten miedo, Farah!

No conocemos quien sea Éste.

¡Ten miedo a la venganza de los dioses!

¡Isthar furiosa puede destruirte!

El hombre se encuentra en medio de tres temores:

los dioses… la mujer… la venganza de la diosa…

Y pregunta:

–     ¿Quién Eres?

Jesús se yergue más majestuoso todavía….

La Presencia Divina, de la cual es Jesús el Instrumento Perfecto, pues no hay pecado en Él

y de esta forma ES EL VERDADERO TEMPLO VIVIENTEDel Dios Verdadero.

CANALIZA y hace que se manifieste la portentosa Personalidad del Padre Celestial… 

Y muy despacio, con voz fuerte y poderosa, 

declara: 

–    Yo Soy el que Soy.

Yo Soy el Verbo del Padre, de Yeohveh de Israel.

Venido en Carne, Sangre, Alma y Divinidad a redimir al mundo…

Y a darle la Fe en el Dios verdadero, Uno y Trino que está en lo alto del Cielo.

En el Cielo y en la Tierra.

Cualquier poder me está sujeto.

Cualquier pensamiento me es conocido.

Los habitantes del Cielo me adoran.

Los del Infierno me temen.

Y los que creen en Mí, verán que se cumple cualquier prodigio

Vengo a ayudar a los hombres, a usar con ellos misericordia;

para que dejen el Error y vengan a la Verdad,

al único Dios de Moisés y los Profetas.

¿Puedes creer?

Farah exclama:

–   ¡Creo!

¡Creo! Tu Nombre…

–   Jesucristo.

Señor Encarnado.

¡Éste ídolo a las llamas!

¡No soporto dioses falsos en mi Presencia!

Esos incensarios que se apaguen.

No existe más que mi Fuego que puede y quiere.

Obedeced o Yo reduciré a cenizas ese ídolo y me iré sin salvarla.

Jesús está parado. Bellísimo, Majestuoso y a la vez Terrible.

Con su vestido de lino muy blanco;

de cuya espalda pende el manto azul-rey, que le llega hasta los pies.

Ha levantado su brazo derecho en señal de poder y autoridad.

Su ademán imperativo y su mirada fulgurante.

Su rostro irradia una majestad que aterroriza. 

La gente siente miedo de Él.

Ya nadie habla…

Y todos quedan paralizados y mudos.

Todos lo miran aterrados…

Y ningún sonido brota ya de sus gargantas.

En el silencio denso que se sigue…

Se oye el grito cada vez más débil y estrujante;

Cada vez más apagado, cada vez más desgarrador…

De la mujer, que está sufriendo.

Se tardan en obedecer…

Y el rostro de Jesús se hace cada vez más tremendo.

Nadie resiste esa mirada azul-zafiro centelleante de sus ojos,

que es como un fuego que quema materia y espíritu…

El rostro de Jesús cada vez se hace más irresistible para los que lo miran…

Por instantes parece que lo rodeara el fuego de la zarza ardiente que Moísés atestiguara…

Pues el Fuego del Espíritu Santo. el que MUEVE el Poder de la Trinidad Sacrosanta…

y OBRA los prodigios deseados por la Voluntad Divina…

Es verdaderamente un fuego que quema las cosas y las entrañas de los corazones.

Y no obstante, los carbones están apagados y las brasas también se ven apagadas.

Las pátheras de cobre son las primeras que manifiestan lo que sucede, al cumplimiento de su Voluntad.

Los que las sujetan. tienen que soltarlas, porque no resisten su ardor.

La Voluntad divina en el Poder y la fuerza que emana de este Dios Airado…

Empiezan a doblarse como si fueran de plastilina…

Ante una fuerza invisible y poderosa, que los retuerce.

Luego son los que llevan el ídolo, quienes tienen que posar en el suelo las andas procesionales,

que llevaban apoyadas por las barras, sobre los hombros.

Porque la madera se está carbonizando, como lamida por una misteriosa llama.

En cuanto las depositan en el suelo, las angarillas del ídolo comienzan a arder.

Y todos miran espantados como todo se empieza a desintegrar en cenizas…

Como si un fuego invisible lo consumiera

Finalmente, el mismo ídolo de piedra arde y se carboniza…

¡Y estalla en mil pedazos!…

Consumido por aquella misteriosa e invisible llama;

con la fuerza que lo desintegra completamente…

 La gente huye aterrorizada…

Jesús se vuelve a Farah:

–    ¿Puedes creer realmente en mi poder?

–    ¡Creo!.

Creo. Tú Eres Dios.

Eres el Dios Jesús.

Jesús corrige: 

–     No.

Yo Soy el Verbo del Padre.

De Yeové de Israel que ha venido en Carne, Sangre, Alma, Divinidad;

a redimir al Mundo y a darte Fe en el Dios Verdadero;

Uno y Trino; que está en los Cielos Altísimos.

He venido para decirles a los hombres, que si creen en el Dios verdadero;

poseerán la vida eterna en el Cielo;

al lado del Altísimo.

Que es el Creador de todos los hombres, los animales, las plantas, los planetas.

Vengo a dar ayuda y Misericordia a los hombres;

para que dejen el error y vengan a la Verdad.

Que es el Único Dios de Moisés y de los Profetas.  

Soy el Dios Encarnado para Salvación de los hombres…

Soy el Salvador…

Por Mí su redención, porque moriré por amor al mundo.

Moriré para la salvación eterna de los hombres.

¿Puedes creer?

-¡Creo, creo!

          ¡Creo!

Y creo que si has destruido a la diosa, sin que ella pudiera oponerse;

también creo que puedes protegerme de la venganza de los dioses falsos que adoré hasta hoy…

Jesús no entra ni siquiera a la casa.

Extiende sus brazos en dirección a donde se oían los lamentos,

y grita:

–   ¡Sal a la luz, para que conozcan la Luz Divina!

¡Y por orden de la Luz que es Dios!

Es un mandato sin réplica.

Un momento después se oye un grito de triunfo, envuelto en un gemido de alegría.

Enseguida, un imperceptible sonido del recién nacido;

que poco a poco va aumentando en fuerza y en claridad.

Jesús dice:

–    Tu hijo llora al saludar la tierra.

Ve a donde él y dile ahora y después también;,

que la tierra no es patria; sino el Cielo.

La tierra es solo el lugar de paso que nos señala el camino para llegar a Dios.

Edúcalo y tú también edúcate para el Cielo.

Esa es la Verdad que te habla.

Mientras que aquellas cosas…

 Señala los restos de las pátheras de cobre, arrugadas como hojas secas…

inservibles ya, tiradas por el suelo…

Y a la ceniza, que marca el lugar donde estaban las angarillas con el ídolo….

Esos, Son la mentira del Padre de la Mentira,

que ni ayuda,  ni salva.

Adiós.

Y trata de irse.

Pero una mujer corre hacia Él, llevando a un niño muy vivaz,

y dice:

–    Es un varón, Farah.

Muy hermoso. Robusto.

Con ojos morados como de aceituna que está madurando…

Tiene rizos, más negros y delicados que los de un cabritillo sagrado, destinado al sacrificio. 

Ha sido una cosa inesperada, cuando ella estaba ya en la agonía…

Y agrega admirada mirando a Jesús:

La dichosa mamá ya está descansando.

No sufre más y está como si nada hubiera pasado.

Cuando ya estaba a punto de morir…

Y después de aquellas palabras…

Todo se calmó y el niño nació…

Jesús sonríe.

El hombre le presenta al recién nacido y Él lo toca en la cabeza con la punta de los dedos.

La gente, menos los sacerdotes que se han ido furiosos por la defección de Farah…

Se acerca curiosa para ver al niño. 

Y para ver a Jesús.

Farah quiere darle cosas y dinero por el milagro.

Pero Jesús dice dulce y con firmeza:

–    Nada.

El milagro se paga solo con fidelidad para con Dios que lo concedió.

Me quedo tan solo con este macho cabrío, como recuerdo de la ciudad.

Y se va con el animal que trota a su lado, como si fuese su dueño.

Sin heridas.

Balando de alegría de estar con uno que no lo golpea…

Bajan así los rellanos del monte y llegan a la vía principal que conduce a Azoto…

Cuando la tarde llega, cerca del estanque sombreado…

Jesús ve que vienen sus discípulos y de ambas partes hay admiración.

Ellos se admiran de que el Maestro venga con un macho cabrío…

Y Él, los ve con las caras tristes de quién no ha logrado nada…

Pedro informa desconsolado:

–    Una desgracia, Maestro.

No nos golpearon, pero nos arrojaron de la ciudad.

Tadeo:

–    Hemos vagado por la campiña.

Judas:

–    Y pagando muy caro, conseguimos algo de comida.

Jesús trata de confortarlos:

–     No importa.

También de Hebrón nos arrojaron el año pasado y hace poco nos hicieron honores.

No debéis desalentaros.

Simón y Judas preguntan simultáneamente:

–    ¿Y Tú Maestro?

–    ¿Y ese animal?

Jesús contesta:

–    Fui a Magdalgad.

Reduje a cenizas a un ídolo y los incensarios dedicados a él.

Hice que naciera un niño.

Prediqué al Dios Verdadero con milagros…

Y me regalaron este macho cabrío, destinado al culto idolátrico.

¡Pobre animal era todo una llaga!

Juan dice:

–    Pero ahora está bien y es un bello ejemplar.

–     Un animal sagrado destinado al ídolo.

Sano…sí.

El primer milagro que hice para convencerlos de que Soy Poderoso…

Y no su pedazo de leño.

–   ¿Y qué vas a hacer con él?

–    Se lo llevo a Margziam…

Será feliz.

–     ¿Te lo vas a llevar a hasta Beter?

–      Claro.

Lo daremos a las mujeres y se lo llevarán a Galilea.

Los apóstoles están extrañados, apesadumbrados y desilusionados…

Extrañados del milagro.

Apesadumbrados por no haberlo presenciado.

Y desilusionados de su incapacidad…

Jesús por el contrario está muy contento.

Y logra persuadirlos de que…

–    Nada es inútil.

Ni siquiera la derrota, porque sirve para que seáis humildes.

El hablar sirve para dar a conocer un Nombre: el Mío…

Y dejar un recuerdo en los corazones.

Y es tan convincente y radiante su alegría.

que también ellos terminan por serenarse…

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