Archivos diarios: 10/04/21

203 LA CONVERSIÓN DE DIMAS

203 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Han emprendido el regreso de la gira por tierras fenicias.

La comitiva se va adentrando cada vez más por unos valles que acometen el monte por caminos difíciles, pedregosos, estrechos.

Y suben y bajan, perdiendo horizontes, recuperándolos de nuevo, hasta que llegan a un valle profundo;

por una  bajada inclinadísima por la que, como dice Pedro, sólo la cabra se siente a gusto.

Luego se internan en el bosque para atravesarlo y bajar al valle donde está el camino que los llevará a Judea.

Se encuentran con peregrinos que van a Jerusalén, para la Fiesta de Pentecostés.

También con la caravana de una novia..

Entonces se paran a descansar y a comer junto a un manantial muy rico de aguas.

En un prado donde se detienen para comer, cerca del grupo apostólico…

Dos hombres conversan acerca de la riqueza que rodea al que será un fastuoso matrimonio, digno de la hija de un rey

Hay otras personas, diseminadas por los prados y las arboledas comiendo, como Jesús y los suyos.

Debe ser un lugar de descanso especialmente apreciado, por estar resguardado del viento y por disponer de prados esponjosos y agua.

Son peregrinos que van hacia Jerusalén, viajeros que se dirigen al Jordán, mercaderes de corderos destinados al Templo, pastores con sus rebaños.

Algunos hacen el viaje en cabalgaduras; la mayoría, a pie. 

Jesús dice. 

–     En el sitio al que vamos hablaré Yo.

Llega también la caravana nupcial toda ataviada festivamente.

Resplandecientes objetos de oro se entreven bajo el velo que envuelve a la novia, que apenas ha dejado de ser niña.

A su lado van dos matronas llenas de resplandores de pulseras y collares.

 Un hombre – quizás es el paraninfo – y dos siervos.

Han venido montados en asnos llenos de borlas y cascabeles.

Y ahora se retiran a un ángulo apartado para comer, como si tuvieran miedo a que la mirada de los presentes profanara a la novia.

El paraninfo monta guardia amenazador, mientras las mujeres comen.

Han despertado una viva curiosidad.

En efecto, con la disculpa de pedir sal, un cuchillo o un chorrito de vinagre; siempre hay alguno que se acerca a uno u otro;

para preguntar si conocen a la novia, si saben a dónde se dirige y otras muchas cosas interesantes de este tipo…

Hay uno que sabe de dónde viene y a dónde va.

Además parece muy contento de contarlo todo, estimulado por otro, que le alegra cada vez más la campanilla, echando en su copa vino generoso.

Salen a relucir a veces hasta los aspectos más secretos de las dos familias, del ajuar que la novia lleva en esos dos baúles…

o de las riquezas que esperan en la casa del novio, etc. etc.

Se sabe así que la novia es hija de un rico comerciante de Joppe y que se casa con el hijo de un rico comerciante de Jerusalén.

Que el novio se ha adelantado para ir adornando la casa nupcial, ante la inminencia de su llegada.

Y que el que la acompaña, el amigo del novio, es también hijo de un comerciante;

de Abraham, el que trabaja diamantes y otras gemas.

Mientras que el novio es orfebre y el padre de la novia es mercader de lana, telas, alfombras, cortinas…

Dado que el hablador está cerca del grupo apostólico,

Tomás oye y pregunta:

–     ¿Es Natanael de Leví el novio?

–     Sí, sí, es él.

¿Lo conoces?

–     Conozco bien a su padre…

Por una serie de tratos que hemos hecho; un poco menos a Natanael.

¡’Nupcias ricas!

–     ¡Y novia venturosa!

Cubierta de oro.

Abraham, pariente de la madre de la novia y padre del amigo del novio, ha hecho honor a su persona.

Y lo mismo el novio y su padre.

Se dice que en aquellas cajas hay un valor de muchos talentos de oro.

Pedro acompaña su admiración, con un significativo silbido. 

Y exclama

–     ¡Caramba!

Voy a ver más de cerca si la mercancía principal corresponde al resto. 

Y se levanta, junto con Tomás, para ir a dar una vueltecita en torno al grupo nupcial. 

Miran con detenimiento a las tres mujeres que son un amasijo de ropajes y velos,

bajo los cuales sobresalen manos y muñecas enjoyeladas o se traslucen brillos de pendientes y collares. 

Miran también al jactancioso personaje que tan matón se muestra; que parece debiera rechazar un asalto de corsarios contra la doncellita.

Mira también mal a los dos apóstoles.

Pero Tomás le ruega que salude de parte de Tomás, apodado Dídimo, a Natanael de Leví…

Y así se instaura la paz, hasta el punto de que mientras él habla,

la novia halla la manera de provocar admiración;

poniéndose en pie, de forma que manto y velo tengan su caída normal y quede patente toda la belleza de su cuerpo…

Y la elegancia de sus vestiduras, con toda su riqueza idolátrica.

Tendrá como mucho quince años. ¡Y qué ojos tan astutos!…

Se mueve con embeleso a pesar de la desaprobación de las matronas.

Se suelta las trenzas y se las vuelve a fijar con la ayuda de valiosas horquillas.

Se aprieta su cinturón de pedrería, se desata sus finas sandalias, se las quita y se las vuelve a poner…

Muy bien ceñidas a sus pies menudos, con hebillas de oro

Y mientras, encuentra la manera de mostrar su magnífica melena negra, sus bonitas manos, sus brazos delicados…

Su cintura estrecha, el pecho y las caderas bien modelados, los pies pequeños y perfectos… 

Así como todas las joyas, que tintinean y emiten destellos,

reflejando las últimas luces del día y las llamas de las primeras fogatas.

Pedro y Tomás regresan.

Tomás dice:

–     Es una muchacha bonita.

Pedro contesta haciendo gestos muy significativos.

–     Y una grandísima coqueta.

Lo que pienso es que tu amigo Natanael pronto sabrá que hay alguien que le mantiene caliente la cama…

Mientras él mantiene caliente el oro para trabajarlo.

Y su amigo es un perfecto estúpido:

¡Pues sí que la ha puesto en buenas manos a la novia!… 

 Pedro concluye, mientras se sienta junto a los compañeros

Cuando termina la comida… 

Bartolomé refunfuña:   

–    A mí no me ha gustado ese hombre que le tiraba de la lengua a ese otro estúpido.

En cuanto se enteró de todo lo que quería saber, se fue para el monte…

Estos lugares son peligrosos.

Además, el tiempo es ideal para lances de malhechores: 

Noches de luna, calor extenuante.

Y además, árboles frondosos. ¡Malo!…

Estos lugares son malos y es la ocasión oportuna para que los bandidos den un golpe…

No me gusta este sitio.

Hubiera sido mejor no detenerse. 

Pedro confirma 

–     ¡Y ese imbécil que ha hablado de todas esas riquezas!…

¡Y ese otro, que se hace el héroe y vigila las sombras; pero no ve los cuerpos verdaderos!…

Bueno, pues me voy a quedar vigilando yo donde las fogatas.

¿Quién viene conmigo?

Simón Zelote responde: 

–    Yo, Simón.

Que resisto bien el sueño.

Pasan las horas y quién no ronca, cabecea.

Jesús está en Oración.

Muchos del campo, especialmente los que viajan solos, se han levantado y se han marchado en pequeños grupos.

Quedan unos pastores con sus rebaños, la comitiva nupcial…

La comitiva apostólica y tres mercaderes de corderos que ya están durmiendo.

También la novia duerme ya, con las matronas, dentro de una tienda que les han montado los siervos.

Los apóstoles se buscan un sitio.

Jesús se retira solo, a hacer oración.

Los pastores encienden un fuerte fuego en el centro de la explanada enque están.

Pedro y Simón encienden otra hoguera cerca del sendero de la escarpa;

por la que el hombre que había provocado las sospechas de Bartolomé se había ocultado.

Pasan las horas y… quien no ronca cabecea.

Jesús ora.

El silencio es total.

Parece callar hasta el manantial que resplandece bajo la alta Luna, que ilumina perfectamente la explanada,;

mientras las zonas en pendiente quedan en sombra bajo el tupido follaje.

El perro que cuida los rebaños de unos pastores, gruñe.

Otro se pone alerta y también gruñe.

Un ruido imperceptible viene del bosque…

Otro perro grande de pastor se arquea amenazante.

Un pastor alza la cabeza.

El perro se pone tieso y eriza el pelo de la espalda;

atentísimo, en actitud de defensa y de escucha… 

Tiembla incluso con el gruñido sordo que hierve dentro de él y que se va haciendo más fuerte cada vez.

Simón levanta también la cabeza y da unos jalones a Pedro, que está adormilado.

Un leve rumor proviene del bosque.

El silencio es profundo.

Simón dice a Pedro:

–     Vamos por el Maestro.

El pastor despierta a sus compañeros.

Y el perro está cada vez, más inquieto.

Los apóstoles obedecen al Maestro y van en distintas direcciones.

Mientras, Jesús dice a los pastores:

–     Alimentad el fuego.

Que esté bien fuerte, que haga una llama muy viva.

Los pastores obedecen.Jesús, dado que los ve nerviosos,

dice:

–     No temáis.

No os robarán ni una sola vedija de lana.

Llamad a los que están durmiendo, a todos.

Decidles que vengan aquí sin hacer ruido.

Sobre todo a las mujeres y a los esclavos con los cofres.

Decidles que tal vez se trata de bandidos; pero no lo digáis a las mujeres.

A los hombres, nada más.

En esto llegan los mercaderes y dicen en tono bajo:

-¡    Ay, nos robarán nuestras mercancías y nuestras ganancias! 

Y añaden una verdadera letanía de improperios contra los gobernantes romanos y judíos;

porque no limpian el mundo de ladrones.

Jesús los conforta diciendo:

–     No temáis.

No perderéis ni una sola moneda.

Llegan las mujeres llorando, muy asustadas. 

Y  es que el valiente paraninfo, temblando con un miedo colosal… 

las aterroriza gimoteando:

-¡    Es la muerte!

¡La muerte a manos de los salteadores!

Jesús las consuela también a ellas,

diciendo:

–     No temáis.

No os tocarán ni siquiera con la mirada.

Y las pone en el centro de esta pequeña población de hombres espantados y de animales inquietos.

Jesús los conforta a todos y trata de tranquilizarlos.

Cuando todos se han despertado y se reúnen…

El murmullo del bosque no se puede oír con todo este alboroto.

Pero en el bosque están los bandidos,y se están acercando.

Los asnos rebuznan.

Los perros aúllan.

Las ovejas balan.

Los hombres maldicen.

Y están más aterrorizados que las mujeres.

Jesús está tranquilo, como si nada pasara

El ruido del bosque no se puede escuchar en medio de este alboroto.

Que los bandidos están en el bosque;

 lo denuncian las ramas que se quiebran…

O las piedras que ruedan…

Jesús ordena:

–    ¡Silencio!

Y lo dice en tal forma, que todos callan.

Jesús deja el lugar en que está y se va en dirección al bosque,…

Donde termina el prado, que comienza en el límite de la explanada.

Se vuelve hacia el bosque. con los brazos extendidos y…  

Toda la majestad que asume cuando realiza los grandes milagros...

Y empieza a hablar: 

“La maldita hambre del oro, empuja al hombre a los sentimientos más abyectos…

Con el oro se revela el hombre más que con otras cosas.

Observad cuánto mal siembra este metal con su cautivador e inútil brillo.

Tanta es su naturaleza infernal desde que el hombre es pecador, que Yo creo que el aire del Infierno es de color oro.

El Creador lo había dejado en las entrañas de ese enorme lapislázuli que es la Tierra,

Que existe por su voluntad creadora, para que le fuera útil al hombre con sus sale…

Y para que adornase sus templos.

Pero Satanás, besando los ojos de Eva y mordiendo el yo del hombre, inoculó un sabor maléfico en el inocente metal.

Desde ese momento, por el oro se mata y se peca. 

La mujer, por el oro, se hace coqueta y fácil para el pecado carnal.

El hombre, por él, se hace ladrón, usurpador, homicida, cruel para con su prójimo y para con la propia alma…

Porque la despoja de su verdadera herencia por darse una cosa efímera.

Cruel para con esa alma a la que roba el tesoro eterno, por unas pocas pepitas brillantes, que con la muerte habrán de abandonarse.

Vosotros, que por el oro pecáis, más o menos levemente, más o menos gravemente. 

Vosotros que cuanto más pecáis más os burláis de cuanto os enseñaron vuestra madre y vuestros maestros. 

Es decir, el hecho de que existe un premio y un castigo por las acciones realizadas durante la vida.   

Séptimo Mandamiento: “No robarás…”

¿No pensáis que por este pecado perderéis la protección de Dios, la vida eterna, la alegría?

¿Que tendréis remordimientos, que sentiréis la maldición de vuestro corazón?

¿Que el miedo será vuestro compañero?

¿El miedo al castigo humano, que al fin y al cabo no es nada, comparado con el miedo?

¡¿Santo miedo, al castigo divino, que deberíais tener y no tenéis?!

¿No pensáis que, por vuestros descalabros, si desembocan en verdaderos delitos, podéis sufrir un terrible fin?

¿Y un fin aún más terrible – por ser eterno – por los atropellos cometidos por amor al oro,

aun cuando no hayan producido derramamiento de sangre, si han pisoteado la ley del amor y del respeto al prójimo,

negando ayuda por avaricia al que padece hambre, robando puestos, dinero o en los pesos, por codicia?

No. Esto no lo pensáis. 

Mas bien decís:

“¡Todo eso son patrañas, patrañas que he aplastado bajo el peso de mi oro y ya no existen

“. No son patrañas, son verdades.

No digáis: “Cuando muera, todo se habrá acabado”. No.

Entonces todo empezará.

La otra vida no es el abismo sin pensamiento ni recuerdo del pasado vivido y sin aspiración a Dios

que vosotros creéis que será el tiempo de espera de la liberación del Redentor.

La otra vida es espera dichosa para los justos,

espera paciente para los purgantes,

espera horrenda para los réprobos.

Para los primeros, en el Limbo;

para los segundos, en el Purgatorio;

los últimos, en el Infierno.

La espera de los primeros cesará con la entrada en el Cielo siguiendo al Redentor;.

La de los segundos, una vez cumplida aquella hora, se verá más confortada de esperanza. 

Mas los terceros verán lobreguecer su terrible certeza de maldición eterna.

Pensadlo, vosotros que pecáis.

Nunca es tarde para enmendarse.

Cambiad con un verdadero arrepentimiento el veredicto que está siendo escrito en el Cielo para vosotros.

Que el Seol, para vosotros, no sea infierno sino, por voluntad vuestra, al  menos, penitente espera.

No tinieblas, sino crepúsculo de luz.

no angustia, sino nostalgia; no desesperación, sino esperanza.

Marchaos.

No tratéis de luchar contra Dios.

Él es el Fuerte y el Bueno. No pisoteéis el nombre de vuestros padres. 

Escuchad cómo gime ese manantial.

Su gemido es semejante al que desgarra el corazón de vuestras madres, al saber que sois unos asesinos.

Escuchad el silbido del viento en el desfiladero: parece amenazar y maldecir;

como os maldice vuestro padre por la vida que vivís.

Escuchad el quejumbroso alarido del remordimiento en vuestros corazones.

¿Por qué queréis sufrir, si podríais sentiros serenamente satisfechos con lo poco en esta tierra y con el todo en el Cielo?

¡Pacificad vuestro espíritu!

¡Devolved la paz a los que temen, a los que se ven obligados a temeros como a animales feroces!

¡Poned paz en vuestro corazón, desdichados malhechores!

Levantad vuestra mirada al Cielo, separad vuestros labios del venenoso alimento; 

purificaos las manos,

que chorrean sangre fraterna,

purificaos el corazón.

Yo tengo fe en vosotros, por eso os hablo;

aunque todo el mundo os odia y teme…

Yo ni os odio ni os temo; os tiendo la mano para deciros:

“Levantaos.

Venid.

Volved a reintegraros, mansos y hombres, entre los otros hombres”.

Un llamado al arrepentimiento a ‘los hombres sin conciencia,

cuyas manos chorrean sangre fraterna’.

Y que termina así:

–     Yo no os odio., ni os temo.

Os extiendo la mano y por eso digo a éstos:

“Regresad a donde estabais durmiendo, sin tener rencor contra vuestros hermanos.

Rogad por ellos. Yo me quedo aquí a mirarlos con ojos de amor y os juro que nada os sucederá.

Porque el Amor desarma a los violentos y harta a los avaros.

Sea bendito el Amor. Fuerza verdadera del mundo. Fuerza desconocida y poderosa.

Fuerza que es Dios.

Escondidos en el bosque, los hombres que esperaban obtener un buen botín, están totalmente desconcertados.

Gestas, el líder; está aterrorizado.

Porque una fuerza desconocida lo tiene paralizado…

Su miedo está lleno de ira.

Pero no puede hacer nada.

Su segundo en la banda:

Dimas…

Ha inclinado la cabeza y está llorando.

Cada una de las palabras de Jesús ha tocado su corazón y le ha revelado una gran verdad.

Se siente avergonzado e infinitamente desdichado…

Y volviéndose a todos,

Jesús termina diciendo:

–     Volved.

Volved. No tengáis miedo.

Allí ya no hay bandidos, sólo hombres asustados y hombres que lloran.

Quién llora no hace daño.

Quiera Dios que así permanezcan, como ahora son.

Sería su redención.

Los bandidos se retiran, como si una fuerza invisible los alejara de allí.

Los integrantes de la caravana vuelven a sus lugares.

Todos se quedan reflexionando en lo que han escuchado…

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